Capítulo 55. NO HAY NADIE MÁS CALIFICADO QUE YO

—¿Por qué no puedo verla antes de que ingrese a pabellón?—insistí comenzando a molestarme—. Ya he estado en pabellón antes. Puedo incluso estar allí, lo sabes.

Intenté razones, intenté rogar, incluso intenté dar lastima y Hayden seguía diciendo que no. No podía ver a Amelia sino hasta después de la operación y la recuperación de 24 horas que tendría en cuidados intensivos.

Una putada, tal como se lo dije.

—Normalmente accedo a lo que me pides ahijado, pero no hoy. No entrarás, no estarás en galería, nada. Te quedarás aquí y esperarás. Y es definitivo.

Quería verla, necesitaba verla, que supiera que no estaba sola. Lo primero que agarré fue una almohada y la lancé al otro extremo de la habitación, le siguieron las sabanas, la cobija, una jarra con agua, los vasos, un bolso, todo lo hice volar por la habitación.

—Oh no, está en modo melocotón—Mike se apartó de mi camino.

—Vamos Rámses, cálmate—mi papá quitó de mi mano el control del televisor antes de que terminara estrellado en alguna pared.

Acabaría con esa habitación. Amelia me necesitaba con ella y ellos no me dejaban ir a su lado.

—Tú dices melocotón, nosotros huracán—murmuró Gabriel.

Volteé a mirarlo, necesitaba ayuda. Mi hermano me entendió a la perfección, me guiñó el ojo y luego se quejó de un repentino dolor de cabeza.

Mi papá acudió a su lado tan rápido como Hayden, éste último sacó una pequeña linterna y apuntó a sus retinas. Mike sujetaba a Gabriel cuando sus piernas no quisieron aguantar el peso. Terminó en el piso rodeado de los tres adultos y fue cuando aproveché para salir de la habitación.

Entré por la misma puerta donde ayer me colé. Caminé con rapidez entre los pasillos siguiendo las instrucciones que me llevarían hasta cuidados intensivos. Afuera estaba un pack de ropa de pabellón y me lo coloqué.

Una enfermera revisaba su historia médica y anotaba algunas cosas. Volteó a mirarme confundida.

—Mi papá me dejó venir—le mentí sin verla, con mi mirada fija en mi Amelia que yacía en esa cama, inmóvil.

La enfermera solo asintió. Para los efectos del personal del hospital Gabriel, Amelia y yo éramos hijos de Fernando, Hayden y Mike. En el enredo que fue el día de ayer cuando ingresamos los tres se refirieron a nosotros como hijos y nadie se atrevió a preguntar. Quizás creían que mi papá tenía alguna clase de relación unicornio con Mike y Hayden, pero poco nos importaba lo que nadie pudiera pensar. Pero una noticia así se esparció demasiado rápido y los hizo bastante más populares entre las féminas.

¿Quién las entiende?.

Me acerqué hasta ella y acaricié su mano con delicadeza, me daba miedo lastimarla, toda su piel estaba violácea, ni un espacio donde pudiese tocarla con la seguridad de que no sintiese dolor. Me doblé para hablarle al oído con la esperanza de que pudiese escucharme.

Olía a medicinas y hospital... no olía a ella.

—Quédate a mi lado Bombón. No estás sola, yo estoy contigo, mi papá, Gabriel, Hayden, Mike. Todos estamos aquí. Estarás bien. Tú sal de esta y yo me encargaré del resto. Te amo, yo soy tu mecánico y repararé lo que la medicina no pueda... no huyas de mí. No me abandones Amelia. Quédate conmigo y haré que valga la pena, te lo juro. Por favor... no me abandones.

Una mano me apretó el hombro y supe que era hora de irme.

Me acerqué a su boca y le di un pequeño beso que apenas logré sentir. Todo en ella se veía doloroso.

—Vamos ahijado. Ella estará bien y sabe que no está sola. Le repetiré lo mismo durante la operación.

—¿Puedes... podrías ponerle música durante la operación?.

—Por supuesto, ¿Qué le gusta?.

—Yo tengo una selección para ella...

Yo seguía acariciando su mano sin poder romper el contacto con ella.

—Yo se la pondré y le diré a cada momento que es de tu parte, que la estás esperando.

Me limpié las lágrimas, no me di cuenta que estaba llorando cuando salí del área.

—Tengo dos postgrados, igual Mike y un doctorado y tu papá es un nerd consagrado con más estudios que vida... y dos adolescentes nos engañaron. Me siento decepcionado de mí mismo pero orgulloso de ustedes.

Sonreí un poco justo cuando entré a la habitación. Todo seguía desordenado.

—¿Y bien?—me preguntó Gabriel.

—La pude ver... la seguridad en este hospital es una mierda.

Mi papá me regañó por no seguir las instrucciones, Mike llamó al investigador privado que custodiaba a Stuart y lo puso al tanto de la lamentable seguridad que existía en el hospital para que estuviese atento.

Muy tarde Mike.




La operación duraría una hora, así que mientras esperábamos mi papá me obligó a comer, su castigo por desobedecerlo.

Gabriel había salido muy bien de sus exámenes médicos, no tenía nada distinto en su cabeza, por lo que podía ser siendo un idiota presumido enamorado de mi novia. Tal como lo prometió.

Hayden nos avisó como salió todo apenas terminó la operación, si bien era cierto que era una operación sencilla, el estado generalizado de ella elevaba el nivel de complejidad, por más que sus signos vitales fuesen constantes, por esa misma razón tardaron más de lo pensado lo que me hizo poner de los nervios.

Finalmente, ella estaba bien, y con esa noticia mi papá y Mike se marcharon al hotel a descansar, Gabriel insistió en quedarse conmigo y se lo agradecí, no quería estar solo porque no podría dormir en toda la noche sin ella calentando mi cuerpo, sin su olor dulce de su piel adormeciendo mis sentidos.

Por fin la mañana llegó y me encontré contando los minutos hasta que saliera de terapia intensiva y la llevaran a la habitación. Fue mi turno de poner de los nervios a todos, incluso a Gabriel aunque me tenía una paciencia infinita.

Con las ansias que tenía maldije cada segundo que se retrasó su llegada a la habitación y se retrasó mucho porque tuvo cierta pérdida de sangre durante la operación, todo dentro de lo normal pero que con su cuadro generalizado era de cuidado. Hayden no daba mejor respuesta que «paciencia» y «hay que esperar» y comenzaba también a irritarme.

Me bloqueó del whatsapp y de las redes sociales por donde le escribí buscando información. Mi padrino era un pesado de primera.

Prohibió a las enfermeras hablarme, no importa cuán galante fuese y extendió esa prohibición a Gabriel, desarmándonos por completo. Finalmente, amenazó seriamente con darme de alta y sacarme del hospital sino dejaba de hostigar al personal y en especial a él.

Cuando nadie más soportó mi mal humor, mis nervios y mi ansiedad, se marcharon.

Me quedé solo en la habitación, negándome a moverme de allí. Gabriel, Mike y mi papá fueron al cafetín por algo de comer. La puerta se abrió y un camillero entró a la habitación, detrás de él y siendo ayudado por otro, una cama rodaba con mi Amelia dormida sobre ella.

Mi cuerpo se sintió pesado cuando el corazón retomó sus latidos. Me pegué a la pared más próxima dejando que los enfermeros la acostaran en la cama y que Hayden dieran las últimas instrucciones a la enfermera que se encargaría de vigilarla, aunque sabía que Hayden tampoco se apartaría de su lado.

Ni yo...

—Comenzará a salir dentro de poco de la anestesia. Si tiene mucho dolor, llámame, estaré al final del pasillo con los otros. Te dejo a solas. Comportarte y por amor a Dios deja que ella obre su magia en ti y se te quite lo pesado.

Hayden salió de la habitación y me volteé para ver a mi chica, la que me volvió loco desde el primer momento en que la vi, la que me enseñó a reír otra vez y la responsable de que mi corazón latiese cada segundo.

Ya no estaba tan hinchada como cuando la vi por última vez, aunque seguía bastante moreteada, incluso aparecieron muchos que antes no se veían. Uno de los golpes de la cara estaba algo desinflamado, el segundo era mucho menos grande y llamativo que la primera vez. Su nariz seguía hinchada y el puente de su nariz era de color purpura. Su labio roto comenzaba a cicatrizar. Estaba mejorando, lento, pero mejorando. Tomé de su mano y me senté en la silla al lado de la cama.




—Si me sigues mirando así confirmarás que eres un acosador—habló al cabo de una pequeña eternidad, con su voz rasposa.

Mon Dieu saint. Êtes-vous d'accord?. tu as mal quelque part?. Bombon as tellement manqué. Je vais appeler Hayden pour vous donner quelque chose pour la douleur ...- Dios mío santo. ¿Estás bien?. ¿Te duele algo?. Te extrañé tanto Bombón. Llamaré a Hayden para que te de algo para el dolor...—hablé apresurado mientras me acercaba a ella.

Su mano me sujetó con fuerza cuando intenté irme.

—Habla en un idioma que pueda entender y uno que no suene tan sexy—en su boca se dibujó una pequeña sonrisa y tuve que devolvérsela, porque verla sonreír era lo más extraordinario que podía presenciar.

—Te amo—susurré cuando uní mi frente con la suya.

—Te amo. Bésame.

Y sus deseos eran órdenes para mí.

Uní mis labios a los suyos con delicadeza, no quería lastimarla. El mínimo contacto de nuestras bocas envió descargas eléctricas por todo mi cuerpo, las mismas de siempre, reactivando todas las células y nervios que se encontraban aun hibernando. Me sentí despierto, activo, listo, dispuesto, energizado; eso era el efecto que ella siempre tenía en mí.

Mientras la besaba, rozando mis labios y acariciando su boca con mi lengua tal como lo pedía en silencio, recordé nuestro primer beso en el centro comercial, cuando le dije con todas las palabras que podía que me gustaba y me asusté pensando que iba muy rápido; Ese día sentí por primera vez esta descarga eléctrica que me daba la sensación de ser invencible. Ni siquiera se dio cuenta cuando la tomé por la cintura y la alcé sin romper el beso, para quitarnos del camino de las personas. Al parecer, yo tenía la misma capacidad de nublarle los sentidos a ella, como lo hacía conmigo.

Me separé de ella a regañadientes y bajo sus propias protestas. Le ofrecí un poco de agua y cuando me aseguró que no tenía mayor dolor desistí de ir en busca de Hayden.

Me dijo que Hayden le contó lo que había pasado, y aunque no quería decirle nada en este momento, sus ojos gatunos, esos marrones con toques verdes que tanto adoraba y que solo podían verse si se estaba todo lo cerca que yo estaba de ella, me derrotaron. Rellené los espacios que faltaban en la historia y ella me puso al tanto de lo ocurrido.

Me lamenté de no haberle causado más dolor a Stuart cuando tuve la oportunidad. Me contó que la golpeó y que intentó tocarla y fue razón suficiente para desear haberlo asesinado. Me contó entre lágrimas como vio como única salida causar el accidente y que pensó que moriría.

Por mi parte le conté como nos soltamos, lo que caminamos hasta que nos consiguió papá, todo lo ocurrido en el hospital y le mostré, por su insistencia, las marcas que aun llevaba en las muñecas y pies por las bridas que nos colocó el demente. También me preguntó por la salud de todo y la vi aliviarse cuando le conté que Gabriel seguía igual de idiota.

Lo único que omití por completo, fue decirle que Stuart se encontraba en el mismo hospital que ella. Esperaba no tener que decirle que le había mentido, porque anhelaba que Mike lograse su traslado pronto y lo dejase a muchos kilómetros lejos de ella.

—Creo que ya fue suficiente—Hayden entró a la habitación con una amplia sonrisa—, hay más personas que quieren saludarte muñeca. No sigas acaparándola ahijado

Ella sonrió y yo lo hice también solo porque ella lo hacía. Poco me importaba ser egoísta, después de lo que vivimos, quería tenerla solo para mí. Sin embargo me levanté de la cama y dejé que mi papá y Mike se acercaran a saludarla.

Mi papá la abrazó con fuerza, besó su frente y le preguntó si tenía algún dolor o incomodidad. Mike bromeó pero incluso él la abrazó con gran cariño. Hayden hizo todas las preguntas médicas que podía y finalmente terminó rogándole que no volviese a hacernos esto porque casi acabo con el hospital. Amelia me dio una mirada cuestionando la magnitud de la situación y yo solo me encogí de hombros.

Pudo ser peor...

Gabriel estaba parado al lado mío con sus manos cruzadas sobre su pecho, sus cejas unidas en una sola, temblando tan imperceptiblemente, que solo yo por mi cercanía física y emocional, pude notarlo.

Le di una palmada en el hombro y lo atraje a mí con mi brazo sobre su cuello.

Je ne peux pas résister frère- No podré resistirlo hermano—habló en francés, como aquella vez que me confesó lo que había pasado con Amelia en casa de Cólton. Sabía lo que significaban sus palabras—. Alors pardonnez-moi une fois- Así que perdóname de una vez.

No pude retenerlo, porque se zafó de mi agarre y con tres largas zancadas ya se encontraba al lado de Amelia, inclinado sobre ella, sujetando su rostro con extrema delicadeza y dándole un beso en los labios. Los presentes ahogaron pequeños gritos.

—No estoy seguro de a cual de los sujetar—susurró Mike y los otros adultos negaron tan confundidos como él, mirándonos alternativamente.

Duró un segundo, quizás hasta menos, pero fue suficiente.

—Lo lamento—le dijo, dándole espacio—. Estoy muy contento de que estés bien.

—Lo estarás menos cuando tenga fuerzas para golpearte. Deja de robarme besos Gabriel, no está bien, soy la novia de tu hermano, es inapropiado...

Y por eso la amaba, él podía morirse por sus besos, pero ella se moría solo por los míos.

Y sabía que el amor de mi hermano por ella, era distinto a niveles que aún no lográbamos explicar. Pero no sentí celos, confiaba en ambos.

—Está bien—la acalló con una sonrisa amplia—, pero lo haré cada vez que tenga oportunidad. Ve acostumbrándote a la idea.

—Hayden...—llamó ella— debes repetirle los exámenes a Gabriel, estoy segura que quedó más idiota que antes.

Me reí y me acerqué hasta ella. Los adultos me miraron confundidos, aún a la defensiva, como si le fuese a saltar encima a Gabriel en cualquier momento, sin embargo solo palmeé su espalda y el me dio paso para que me acercase hasta ella.

A pesar del tiempo que ha transcurrido, siguen sorprendiéndose cada vez que me rio. No solía hacerlo nunca pero desde que llegó Amelia, muchas cosas han cambiado.

***

—¿Por qué no le puedes poner mostaza? No estoy enferma del estómago—se quejó una vez más de la muy mala comida del hospital.

—Porque—insistí con el tenedor lleno de comida para que abriese la boca— tienes mucho tiempo sin comer cosas pesadas y muchos condimentos, podrían caerte mal.

Ella abrió la boca exasperada. Estaba disfrutando un mundo tener que darle la comida en la boca. Tenía su mano izquierda inmovilizada por la operación y la derecha tampoco podía moverla sin sentir dolor, los cortes de las bridas fueron realmente profundos.

Maldito hijo de puta.

—Ehm... mmm—comenzó a titubear nerviosa—¿Puedes llamar a una enfermera?—preguntó.

—¿Tienes dolor?—me levanté y revisé el medicamento que le estaban pasando por la vena y consulté mi reloj—. Falta aún hora y media para tu próxima dosis, pero hablaré con Hayden...

—No, no tengo dolor. Solo tengo que... ir al baño—sus mejillas comenzaron a teñirse de rojo con tal rapidez que fue imposible que no me pareciera hermosa.

—Yo te llevo—me ofrecí mientras comenzaba a quitar la mesa con la bandeja de comida.

—No. No. No—se negó pero yo ya cerraba el conteo del medicamento y comenzaba a retirar la aguja de la vía—. No quiero que me lleves tú—gimoteó y me frené en seco.

—¿Por qué no?—clavé mis ojos en los suyos, esperando una respuesta.

—Porque me da vergüenza. Por favor, en serio, no quiero que me veas... yo...—Si hubiese podido taparse la cara con sus manos, lo hubiese hecho, pero eso solo hacía que pudiese admirar su tez sonrojada en su mayor esplendor.

—Yo te llevaré y esperaré afuera a que termines—le dije mientras acomodaba todo para que pudiese levantarse.

Necesitaba de apoyo porque tenía un esguince en su pie y no podía apoyarlo.




—Rámses... ehm... ¡Oh, Dios!... ¿Puedes...?

—¿Qué? ¿Qué necesitas?

Ella guardó silencio y yo me desesperé así que entré al baño. Seguía sentada en la taza, con sus piernas unidas y las pantis por la rodilla.

—Me llegó el periodo y... manché todo... necesito asearme y cambiarme.

Pensé que era algo más grave, así que salí del baño y busqué unas pantis de cambio, de esas que tuve que comprarle. Me agaché delante de ella mientras sus mejillas estaban sonrosadas a más no poder.

—No te puedes bañar, pero deja que te limpio.

Ella bajó su rostro y se negó a abrir sus piernas para poder asearla.

—Vamos bombón, no es tan grave.

Ella bufó pero finalmente dejó que sacara la prenda sucia y la coloqué en el lavamanos. Me volví hacía ella, tomé unas toallas húmedas y limpié sus entrepiernas.

Busqué en la habitación un vaso y con agua tibia se lo ofrecí para que se lavase. Su cara estaba enrojecida como nunca y evitaba a toda costa mirarme.

Yo la hubiese limpiado también, pero creo que no me iba a dejar. Cuando finalizó tomé una toalla para secarla.

—No tenemos tampones pero eso se resuelve fácil. Espera.

—No... Rámses, no...

Pero salí del baño con mi teléfono en el oído.

—Ya casi terminamos y vamos para allá.

—Necesito que compres tampones.

—¿Para ti?.

—Idiota, claro que no. Para Amelia.

—¡Rámses!—gritó Amelia y le sonreí.

—Tranquila bombón, Gabriel irá por ellos. ¿Qué marca quieres?.

—Ella usa los de la caja de flores amarillas—respondió Gabriel—, ¿y puede usarlos?.

—Creo que sí, le preguntaré a Hayden de todas formas. Ustedes vayan a la farmacia y te vuelvo a llamar.

—¿Ustedes?.

—Gabriel está con mi papá y Mike.

—Ay Dios...—se lamentó.

Llamé entonces a Hayden y cuando no me atendió hice que la enfermera lo llamara como una emergencia. Entró a la habitación corriendo casi cinco minutos después del llamado.

—¿Qué paso? ¿Dónde esta Amelia? ¿Cuál herida le está sangrando?.

—Vaya, llegaste rápido. Ella esta en el baño, no le está sangrando ninguna herida. Le llegó el periodo.

—¡¿Y me hiciste venir para acá por eso?!.

—Lo lamento Hayden, le dije que no lo hiciera—gritó Amelia desde el baño.

—Te creo muñeca, te creo—me miraba furioso.

—¿Amelia puede usar tampones?.

Él se pasó la mano por la cara varias veces. Estaba asustado e intentaba calmarse. No trabajaba en este hospital, pero le encantaba pasearse con otros médicos para ver los casos.

—Lo lamento mucho Hayden—insistió Amelia.

Mi padrino suspiró y finalmente habló.

—No creo que haya problema con que use tampones muñeca—estaba molesto conmigo, asi que no me quería hablar—, pero creo que puede ser engorroso para ti colocártelo con una mano inmovilizada y la otra que aún te duele.

—Yo la puedo...

—No—dijeron al unisono y frustrado me alejé de la puerta.

—Gracias Hayden, de verdad que lamento que Rámses sea así de exagerado.

Me dedicó una mirada furibunda y salió de la habitación despues de despedirse con cariño de Amelia.

Le mandé un mensaje de texto a Gabriel para que comprase las toallas, de la misma marca de los tampones.

Entré al baño donde aun Amelia permanecía sentada ahora luciendo bastante molesta conmigo. Me agaché para ponerle la ropa interior limpia y ella me fulminó con la mirada pero alzó sus pies para subir la prenda.

Me levanté y abrí el grifo del lavamos y comencé a enjuagar la ropa sucia.

—¿Qué haces? ¡Ay por Cristo! Deja eso allí... no, bótala. Eso, bótala.

—¿Estás segura? No me molesta lavarlas.

—Rámses, limites. Li.Mi.Tes.

Rodé los ojos justo cuando unos golpecitos en la puerta del baño me anunciaron la llegada de las toallas. Abrí la puerta solo lo necesario para poder tomar el paquete y aunque Amelia insistió en hacerlo ella, era una tarea difícil con una sola mano.

—Esas alitas van a cada lado—me instruyó mientras colocaba la prenda en la ropa interior.

—¿Así?—pregunté y ella murmuró un quedo si, seguía avergonzada—. Listo, no es tan difícil.

Me levanté sonriendo orgulloso de mi trabajo, tomé su rostro entre mis manos y le di un beso en los labios.

—Soy tu mecánico bombón y entre mi trabajo se incluye la asistencia y la enfermería.

Me rodó los ojos pero reprimió una sonrisa.


—No fue tan malo—le dije mientras la llevaba de regreso a la habitación.

—Hay personal calificado para esto—nos recordó mi papá entrando en la habitación junto con Mike.

Hayden detrás de ellos seguía mirándome de mala manera, pero cuando me vio sonreír con Amelia, también lo hizo él.

—No hay nadie más calificado que yo para toquetear a mi chica y...

—...y no darle nada de privacidad cuando intenta ir al baño y hacer una emergencia nacional la falta de toallas sanitarias—me interrumpió quejándose.

La ignoré.

Ni ella misma lograría que me apartase de su lado.

La senté en la cama y mi hermano la saludó con un beso en la frente y se sentó a su lado. Yo coloqué nuevamente la aguja en su vía y ajusté el conteo del medicamento, cuando terminé me senté a sus pies.

—Amelia, todos tus estudios han salido muy bien. Tus vitales son constantes y si prometes que tendrás mucho cuidado y seguirás con precisión todas las indicaciones que te dejaré, te podré dar de alta y que continúes el reposo y la recuperación en casa.

—¿Estás seguro?—pregunté y el rostro de alegría de Amelia desapareció—. ¿Cuándo retiraran el yeso del brazo y el de la pierna? Y la nariz le ha seguido doliendo, sobre todo en las noches, ahora en verdad ronca y creo que sigue con problemas en los cornetes...

Hayden me interrumpió alzando su mano.

—Estoy seguro de que tú eres más que capaz de hacer que siga el tratamiento al pie de la letra, considerando de que las enfermeras ya te tienen miedo.

Rodé los ojos.

Tuve que ir por ellas más veces de las que querían reconocer, porque se tardaban en aplicar el tratamiento, ni hablar de cuando les tocaba prestar ayuda. Esa era la verdadera razón por la que yo era quien ayudaba y asistía a Amelia, aunque lo hacía con gusto.

Esa y que después de una reunión del personal, acordaron que los familiares de la habitación 740, se encargarían de la paciente, porque uno de los familiares era muy quisquilloso, exigente y grosero.

Y por supuesto que se referían a mí.

Como si me importara...

—Estoy tan cansada de estar aquí—Amelia estaba feliz y eso impidió que insistiera con Hayden en que realizara estudios exhaustivos antes de dejarla ir.

Llevábamos 2 semanas viviendo en el hospital.

—En un mes más te quitaremos el yeso del brazo, y despues el del pie. El doctor Sanchez, él que te operó la mano, es con quien seguirás las consultas para la mano, el pie, y si realmente es una molestia y no una exageración de mi ahijado, la nariz.

—¿Qué?—hablé más alto de lo que pretendía—. Estás bromeando...

—No, Rámses, Amelia está bien. Este traumatólogo es el mejor de la ciudad, fue quien la operó y es más que capaz de revisar el avance de lo que él mismo hizo.

Torcí el gesto, confiaba en Hayden, en nadie más. Él suspiró frustrado conmigo como siempre que hablábamos del tema médico de Amelia.

—Por estas razones es que los médicos somos los peores pacientes y por lo que no podemos atender a familiares—recitó una vez más; ese discursito ya me tenía bien cansado.

—Rámses—Amelia me llamó con un suave tono. Me giré para verla y clavó su vista en la mía.

Dios estoy tan perdido.

—Ya está listo... puso la cara de idiota. Firma el alta—burló mi hermano.

No era mi culpa, Amelia cada vez que ponía esa mirada conseguía de mi lo que quisiese. No creo que ella supiese el poder que tenía sobre mí.

—Quiero ir a casa—susurró mientras me tomaba de la mano. Pudo haberme dicho que se quería ir a Marte y yo hubiese igualmente accedido.

Ni hablar de que me encantó que dijo "casa" y no "tu casa". Jamás me hubiese imaginado que algún día tendría un hogar. Con las constantes mudanzas a las que éramos sometidos desde pequeños, no me sentía pertenecer a ningún lado, y sin embargo al lado de conseguí mi lugar, yo pertenecía a ella.

—¿Harás todo lo que yo te ordene?—pregunté con mi mejor semblante serio.

—Todo lo que ordenes dentro del ámbito médico—aclaró y sonreí.

Casi cae.

Aunque al final del día siempre me salía con la mía o mejor dicho, ella se salía con la suya y gracias a Dios siempre queríamos lo mismo.

—Me conformaré—besé su frente y Hayden anunció que iría a preparar todo para su partida.

***

—Eres un exagerado—protestó mientras la ayudaba a caminar hasta la casa. Gabriel y mi papá prepararían una bienvenida sorpresa—, no tenías que amenazar con el taxista con denunciarlo por exceso de velocidad si ni siquiera había arrancado.

—Solo quería que manejase con prudencia, no pensaba denunciarlo—mentí, si hubiese llegado a tan siquiera acercarse a una velocidad no adecuada, lo denunciaría.

—No te creo—terció y reí mientras besaba su cabeza.

—Él tenía que saber la carga preciada que llevaba con él.

—Eso sonó a que soy un objeto, y uno muy pesado—torció el gesto, haciéndola lucir adorable.

—Eres perfecta y lo más valioso que tengo, si hubiese podido traerte en un auto blindado lo hubiese hecho.

—Eso si te lo creo—dijo riendo y halándome contra ella para darme un beso.

Apretó con fuerza mi ropa en su mano evitando que rompiese el beso, aunque ganas no tenía de hacerlo, en cambio lo intensificó cuando su lengua entró en mi boca, explorándola con desespero. La estreché contra mi cuerpo queriendo sentir cada centímetro de su piel y arrancándole un pequeño suspiro que bien podía ser un tímido gemido. Mordí su labio inferior con delicadeza y ella, con sus dedos entre mi cabello, me dio un pequeño tirón que me hizo gruñir.

Ella no se creía un ser sexual, pero estaba equivocada, solo me bastaba un beso para querer saltarle encima, con mis hormonas alborotadas y mi excitación dolorosamente incomodándome. Abracé su cuerpo contra el mío y la cargué hasta el estacionamiento de la casa, el cual ahora permanecía vacío hasta que a mi papá le asignaran un nuevo auto.

La acorralé contra la pared, escondiéndonos en las sombras del lugar. En las noches que pasamos en el hospital, a pesar de que ella buscó la forma de tentarme en más de una oportunidad, me mantuve firme a base de baños nocturnos de agua fría, pero la amaba, era preciosa y mi amigo del sur la extrañaba.

Ayudarla a bañarse había sido una tortura, que terminaba siempre de la misma forma: masturbándome en la madrugada para que mi erección me dejase dormir. Lo mismo que me ocurría desde que la conocí y que solo empeoró cuando comenzó a dormir a mi lado.

Besé su cuello con desespero, extrañando cada centímetro de su piel en mi boca, un gemido se escapó de sus labios cuando apreté sus senos con mis manos y regresé a su boca, sediento por ella.

—Tu papá...—susurró, no era un "para", así que no desistí en mis besos.

—No escuchará—le aseguré, aunque no sabía si era cierto.

Mis hormonas alborotadas son muy arriesgadas.

Mis manos serpentearon por debajo de su blusa y la subí junto con su sujetador para que sus pechos, quedaran a mi disposición. Me apresuré a devorarlos, tomando mi tiempo para succionar y morder con delicadeza, mientras Amelia hincaba sus uñas en la piel de mi cuero cabelludo. Sus manos me subieron la camiseta lo suficiente para que nuestros cuerpos pudieran sentirse.

Ella tenía que usar falda, con el yeso en su pie era muy engorroso ponerse pantalones, y estuve en este momento agradecido por eso más que nunca. Como si me leyese la mente Amelia comenzó a pelearse con el botón de mi pantalón y el cierre. Introdujo su mano tibia por dentro de mis pantalones y sujetó con fuerza mi miembro.

Oh, merde Bombón- Oh, mierda Bombón—rugí contra su boca justo cuando ella comenzó a masajearlo con una precisión admirable.

Pasé mi mano izquierda por detrás de su espalda, sosteniendo su peso en mi brazo, lo menos que quería era que se cayese. Con mi mano derecha me deslicé debajo de su falda y finalmente por dentro de su intimidad. Estaba húmeda, y no pude evitar que se me hiciera agua la boca, moría por probarla una vez más.

Su respiración se aceleró tanto como la mía. Nuestros corazones martillaban con fuerza y sus jadeos en mi oído nublaban mi sentido.

—No pares por favor—pidió con su voz ronca y entrecortada, como si yo fuese capaz de hacerlo.

—Más rápido—le rogué contra sus labios y ella aceleró el ritmo hasta que me tuvo al borde de un precipicio de placer, donde quería zambullirme lo más pronto posible.

Cuando me alertó que estaba por llegar al orgasmo, presioné mis labios contra su hombro, tratando de acallar el gemido que trepaba por mi garganta en el momento que mi orgasmo explotó por sus caricias certeras.

Ella terminó poco después de mí, mordiéndome con fuerza en el hombro, un dolor que disfrutaba sentir.

Je t'aime énormément – Te amo enormemente— exclamé besando con delicadeza su cuello, nuestros corazones luchaban por bajar sus revoluciones.

La sinceridad siempre fue algo que me definía. Era capaz de mentir, pero escogía no hacerlo, y sin embargo, jamás fui más sincero que cuando le decía que la amaba, porque yo, Rámses O'Pherer, estoy perdidamente enamorado.

La amo con cada latido de mi corazón.


~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

Jueves de #NJLP y YOLO por los 200K!

Por fin despertó!

Rámses en modo melocotón... ¿ya se hacen una idea de lo que pasó que le hizo ganador de ese apodo?.

Rámses siendo un cascarrabias...

Rámses sin conocer límites.

Curiosidad: El POV anterior y este fue el primer POV que escribí de Rámses, para cuando lo hice la historia solo la narraba Amelia, pero con la insistencia y mis ganas de escribir aparecieron los POV de todos.

Ya saben: Voten en la estrella, comenten en la burbuja y compartan sus frases favoritas en las redes sociales.

Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA. 

Baisers et Abraços

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top