Capítulo 46. NO QUIERO SABER NUNCA MÁS DE TI

Hey joli visage- Hey cara bonita—gritó Coltón.

Caminaba con paso seguro por los pasillos del instituto, con sus lentes de sol puesto, luciendo como lo que era: una estrella de rock. Las chicas lo seguían con la mirada de forma descarada y él solo sonreía satisfecho.

Me tomó por la cintura en una confianza inexistente entre nosotros y me dio un beso en cada mejilla.

—Cara bonita, ¿dónde está tu novio gruñón?.

—Está en clases—expliqué esquivándolo, pero él no lo notó o no le importó porque siguió caminando a mi lado con su brazo sobre mis hombros.

—No me ha respondido las llamadas ni los mensajes en un tiempo. Me enteré que las cosas no fueron nada bien la última vez que estuvieron en casa.

Bufé molesta.

—Veo que Rámses te ha contagiado su buen humor.

—¿Qué quieres Cólton?—me detuve en las afueras del colegio, las chicas seguían mirando al francés a mi lado y las más atrevidas incluso lo saludaban aunque no lo conocieran.

—Rámses me estuvo preguntando por quién dio las drogas, y quería hablarlo con él en persona, salvar la amistad, ya sabes—encogió los hombros para fingir que no estaba tan preocupado como en efecto se encontraba—pero no me responde los mensajes ni las llamadas.

—¿Y qué tienes que decirle? Puedes decírmelo a mí—no podía ver sus ojos, pero noté la incomodidad de tener que decirme a mí, lo que quería hablar con su amigo.

—Marié no fue la que puso la droga en el vaso de ustedes, Franco tampoco. Cada uno consumió su propia droga, pero tenían muy claro que ustedes no jugaban. Pero Aztor me contó que le ofreció a tu amiga, Marypaz, y que ella después del primero pidió un segundo vaso.

—¿Dos vasos?—exclamé sorprendida. Jamás hubiese pensado que Pacita hubiese podido estar drogada esa noche, sobre todo porque no me contó nada al respecto.

—Ella no podría tolerar dos vasos y pasar la noche con Franco y con Aztor, sin caer inconsciente. Se habrá tomado uno solo de los dos que pidió. Esa noche la única persona que estuvo sirviendo las bebidas para ustedes fue Marypaz, quizás se confundió.

—O quizás no...—murmuré más para mí—. Tengo que irme, yo le diré a Rámses. Gracias Cólton.

Me despedí con la mano rehuyéndole a sus besos



Le pedí a Pacita que se encontrara conmigo en el antiguo laboratorio y llegó a los pocos minutos. Me saludó y se sentó sobre uno de los mesones y con espejo en mano comenzó a retocarse el maquillaje.

—Iré al grano. ¿Tú fuiste la que colocó la droga en nuestros vasos?—traté de contener la rabia que me producía toda la situación, pero su actitud frívola cuando le hice la pregunta no ayudó.

Con mucha calma y gran lentitud cerró el espejo, lo guardó en su estuche y éste en su bolso. Cruzó las piernas y se apoyó de las manos en el mesón. Una pequeña sonrisa divertía bailaba en sus ojos y cuando no pudo más ladeó una sonrisa y respondió:

—Si.

¡¿Pero qué mierdas?!

—Yo quería drogar era a Gabriel—y cubrió sus carcajadas con sus manos—, porque quería estar con él, pero después de todas las veces que lo rechacé no quería que me viese arrastrada por él, además tampoco es que iba a poder aceptar su rechazo, quería jugar a lo seguro.

—Eso es una idiotez—siseé furiosa, mis manos temblaban conteniendo mi ira—¡¿Tienes acaso idea de todo lo mal que pudo haber ocurrido?! Ya de por si tu "jueguito" casi destruye mi relación con Rámses, la relación de ellos como hermanos, la amistad con Cólton y el resto, porque tú querías tirarte una vez más a Gabriel. Mierda Marypaz, ¡¿es que acaso no piensas?!.

Ella se bajó del mesón con su rostro enrojecido. Cruzó sus brazos sobre su pecho y me sonrió. Me aferré al recuerdo de todos nuestros años de amistad para no borrarle la sonrisa de la cara. Esta no era la Marypaz que fue mi amiga por tantos años, éste ser frio, sarcástico, despiadado que está parado frente a mi lo desconozco. Ella no es mi amiga.

—La verdad es Amelia, que estoy bien cansada de tu actitud de chica buena. Tienes a los dos hermanos detrás de ti y francamente actúas como si fuese una carga dolorosa que recibir. Te los tiraste a los dos y aún logras darles la suficiente lástima como para que sigan a tu lado, ni siquiera pueden llamarte por lo que eres porque salen en tu defensa.

—No me acosté con Gabriel, lo sabes muy bien, te conté todo lo ocurrido.

—Pero él te gusta, si no ¿Cómo llegaste tan lejos?

—Él no me gusta y yo estaba drogada gracias a ti. Pensé que era Rámses dentro de mi mente nublada—a este punto, ya le estaba gritando.

—Ya te dije que no quería drogarlos a ustedes, pero Rámses confundió los vasos y terminó tomándoselo y compartiéndolo contigo.

—No es excusa. ¡Por Dios santo Marypaz! Querías drogar a un chico para que se acostara contigo. ¿No ves lo mal que está eso? Actúas como una loca... desesperada.

—¿Yo estoy mal? Tú eres la que tienes a dos hermanos volviéndose locos por ti, la que me quitó a mi novio, te metes en esa familia, te quedas a vivir con ellos, te pagan todo.

—No te quité a Gabriel, tú terminaste con él porque no querías reconocer que tenías un problema, cuando él solo quería ayudarte, y lo rechazaste todas las veces después de eso. Y esa familia, me abrió las puertas de su casa cuando más lo necesite. ¡Tú sabes por todo lo que pasé, no puedo creer que me estés diciendo estas cosas!.

— !Y como si no fuese poco, estás con los dos hijos. Eres una vividora y una hipócrita—ella hablaba ignorando cada una de mis palabras—, he notado como me miras... me juzgas, crees que soy una zorra cuando tú estás con los O'Pherer.

—¡Que no estoy con los dos!—grité tan fuerte que mi garganta se quejó.

—¿Sabes que creo? Que tú mamá tenía razón, y fuiste tú con tu cara de inocente la que sedujo a Stuart.

Levanté mi mano y la estrellé contra su mejilla con tanta fuerza que su cabeza se volteó y cuando volvió a reincorporarla llevaba mi mano marcada en ella. Me le quedé mirando, esperando su respuesta, retándola a seguir, ella en cambio se recompuso como si nada hubiese pasado y se recostó del mesón con sus brazos cruzados sobre su pecho.

—Esa noche en casa de Cólton, entré al cuarto buscando a Gabriel y te vi con él, me traicionaste, así que quise darte un poco de tu propia medicina. Bajé las escaleras y conseguí a Marié bastante drogada, le dije que aprovechara que Rámses estaba solo. Y debo decirte algo, ya que él no ha tenido la virilidad para decírtelo: Marié y yo lo besamos.

Mi cara se contrajo de dolor, lo sé, porque ella sonrió victoriosa.

—Besa muy bien, debo reconocer. Eres una vividora muy suertuda Amelia.

—Y tú una maldita envidiosa. No me importa si lo besaste, lo que me interesa es que fuiste menos que nada que ni siquiera se acordó de ti. Te borró de su recuerdo y solo dejó a Marié, que ambas creímos que era la peor escoria y sin embargo, no contamos que tú podías caer tan bajo.

La rabia y el dolor de todas sus palabras fluían a través de mi torrente sanguíneo como descargas eléctricas que me mantenían despierta y cuerda. Sabía que esto no podía ser una horrible pesadilla, porque el dolor de mi mano era real, y el dolor de mi espalda, donde Marypaz acababa de apuñalarme se sentía a carne viva. Quería herirla y borrar esa estúpida sonrisa de su cara.

—¿Sabes qué?—ahora era yo la que tomaba una actitud despreocupada, tomé mi bolso y coloqué en mi espalda dispuesta a irme—Si me acosté con los dos y me los gocé. Y si, Gabriel está detrás de mí aunque yo no quiero nada con él, porque él prefiere las migajas de lo que yo puedo darle a cualquier cosa completa que tú le ofrezcas. Tú yo interior es una mierda. No quiero saber nunca más de ti.

Di media vuelta y salí del laboratorio lanzando con fuerza la puerta a mi paso. Caminé con rapidez, con mi visión nublada por las lágrimas y la ira, tratando de poner distancia entre la que fue mi mejor amiga y yo, no estaba huyendo, con ella estaba claudicando. No quería una persona así de toxica en mi vida. Sus palaras sobre mi mamá y sobre Rámses retumbaba una y otra vez dentro de mí, agrietando cada vez más mi corazón.

—Eres una perra Amelia. Te merecías que Stuart te violara—su gritó retumbó por todo el pasillo y me frené en seco, sin poder dar un paso más.

—¡Marypaz Flores!—exclamó la profesora Olga de Filosofía, la misma que nos acompañó en el viaje por las universidades.

Me acerqué hasta ella escuchando los cuchicheos que comenzaban a formarse a mi alrededor, «¿la violaron?» «¿Ese no era el padrastro?» «No tiene sentido, su mamá la corrió de la casa, quizás no fue una violación...».

Dejé caer mi bolso al tiempo que me lancé sobre ella. La hice caer al piso y me senté sobre su pecho, tratando de darle cachetada tras cachetada mientras ella se cubría el rostro con sus manos y eran más los golpes que logré darle que los que ella esquivó. Cerré mis puños y lo estrellé en su cara con toda la fuerza que las heridas de sus palabras me dieron.

Unos brazos me sujetaron por la cintura y con gran esfuerzo me alejaron de ella, su perfume me embargó y aún así no logró calmarme como muchas otras veces. Seguí tratando de zafarme y lanzarme otra vez directo a la yugular de Marypaz, en mi pelea lancé patadas y sentí satisfacción cuando logré darle por lo menos una vez. Gabriel tomó a Pacita por los brazos evitando que también se me fuese encima, aprovechándose de que ahora yo estaba parcialmente sujeta, buscando regresarme algunos de los golpes que yo logré darle.


POV RAMSES:

—Recuerden hacer los ejercicios de la página 48 a la 53.

Los estudiantes se quejaron, yo evité reírme de pensar que ya tenía esos ejercicios listos gracias a mi sabionda novia.

—Acuérdame de comprarle a Amelia un regalo.

—¿Por qué?

—Anoche se me olvidó hacer los ejercicios y mira...—mi hermano me mostró su cuaderno— me los escribió. La amo.

—Sigue sin darme gracia que digas que amas a mi novia.

—Relájate hermano, además a ti te puso corazones y a mí una carita feliz... Estoy en la friendzone.

Me reí porque era cierto, su carita feliz en el cuaderno hasta le sacaba la lengua, a mí me hizo varios corazones que me encantaba conseguírmelos por sorpresa cuando pasaba las hojas.

Uno de los estudiantes salió del aula y cuando la puerta se abrió el ruido del pasillo se filtró dentro del salón. Se escuchaba más bullicio de lo normal, lo que alertó al profesor que decidió asomarse junto con algunos curiosos.

—Coltón no deja de llamarme—confesé viendo las nuevas llamadas perdidas del que consideré un amigo hasta hace no mucho.

—Deberías hablar con él, yo no creo que esté mintiéndote cuando dice que no fue él que te drogó. Ya conoces al personaje, podrá ser una mierda sin corazón, pero no es mentiroso.

Y era cierto, Coltón no destacaba por ser mentiroso, siempre decía la verdad aunque doliese, fue así como comenzó nuestra amistad, porque me dijo en la cara que era un amargado que quería revolcarme en la depresión de haber perdido a mi mamá y que si quería hacerlo, bien por él, solo que no me suicidara en su casa. Y su sinceridad me agradó desde ese momento.

La puerta del salón volvió a abrirse y la bulla inundó por completo el lugar, ya no había duda de que algo estaba pasando. Gabriel se levantó junto con alguno de los otros chicos y salieron al pasillo, mientras yo seguía dudando si escribirle o no a Cólton.

La puerta se estrelló una vez más contra la pared con tanta fuerza que me sorprendió, Gabriel con su piel mas nívea de lo normal me gritó sin terminar de entrar al salón:

—¡Es Amelia!.

Me levanté con tanta rapidez que el pupitre terminó en el piso del aula, corrí apartando a las personas de mi camino, persiguiendo a la cabellera de Gabriel hasta que estuve a su lado y nos precipitábamos en la dirección de los ruidos.

Sorteamos a varios estudiantes que movidos por la curiosidad caminaban hasta donde varios gritos se escuchaban y fue solo cuando llegué hasta el pequeño círculo que entendí lo que todos estaban gritando y vitoreando.

Amelia estaba sentada a horcajadas sobre Marypaz, golpeándola sin ningún tipo de piedad, merced o delicadeza. Marypaz intentaba defenderse sin mucho éxito.

Unos segundos me tomó reaccionar. Unos imbéciles alentaban la pelea, incluso apostando entre ellos así que pasé entre ellos empujándolos con demasiada fuerza. Gabriel corrió al lado de Pacita mientras yo anudaba mis manos por la cintura de Amelia y la levantaba de encima de su mejor amiga. Gabriel sujetó a Pacita igualmente por su cintura.

Est-elle blessée?- ¿Está herida?—le pregunté a mi hermano por encima de los gritos de las dos fieras que conteníamos.

Pacita estaba despeinada en niveles preocupantes y su cara enrojecida y con algunos rasguños. Temí que Amelia tuviese la cara igual, sin embargo mi hermano negó mientras le decía a Pacita que se calmara.

Tenez-le bien, laissez-le aller et touchez Amelia... - Sujétala bien, como se suelte y toque a Amelia...

Advertí, aunque a juzgar por lo endemoniada que estaba mi bombón, era yo quien debía sujetarla con fuerza antes de que matase a Pacita.

¿Qué diablos pasó entre ellas?


POV AMELIA

—¡Amelia para!—me gritaba Rámses mientras yo seguía forcejando para liberarme.

—¡Suéltame Rámses!—grité fuera de mi—. ¡Ella fue la que nos drogó y no le importa una mierda!. Es una basura de persona.

—Y tú una zorra que te tiras a dos hermanos, ¡me quitaste a mi novio!—espetó y los cuchicheos aumentaron.

—Eres una psicópata que tiene que drogar a un chico para que se acueste contigo.

—¡Gorda vividora!.

—¡Zorra anoréxica acomplejada de mierda!.

—Chicas por favor—intentó intervenir la profesora para calmarnos. Gabriel le decía a Pacita que parase, tantas veces como Rámses me lo pedía a mí.

Estaba fuera de mí, Rámses intentaba retroceder conmigo a rastras, pero la fuerza que yo hacía para avanzar y arrancarle los cabellos uno a uno a Marypaz, lo impedía. Mi furia era indomable.

—Besé a tu novio—gritó para provocarme.

La cara de Gabriel se contrajo con dolor y mi rabia subió un nuevo nivel. No se merecía estar sufriendo por esa ramera barata.

—Has besado a medio instituto. ¿Qué es una raya más para el tigre?.

—Ni tu mamá te quiere por golfa, te metiste en la cama de tu padrastro.

Pensé que no era posible sentir más furia, pero me equivoqué. Le propiné un codazo a Rámses en el estómago con toda mi fuerza y lo escuché ahogar un quejido. En el segundo en que aflojó mi agarré corrí como toro embravecido dispuesta a embestirla, con las manos hacía adelante tratando de alcanzarla antes de que mis pies llegaran, y lo logré, mis manos se enredaron en su cabello, la tumbé al piso junto con Gabriel y tiré con tanta fuerza de su cabellera que la escuché gritar, la iba a despedazar y lo iba a disfrutar, pero nuevamente unas manos me volvieron a sujetar, esta vez por los brazos. Rámses entrelazó sus manos detrás de mi nuca, inmovilizándome por completo como si estuviésemos practicando lucha libre. Y ni así me quedé quieta, salté para que me soltase y apoyada en su propio peso continué lanzando patadas.

Pelo amor de Deus, tirá-la daqui irmão- Por amor de Dios, sácala de aquí hermano—gritó Gabriel.

La iba a matar, si me dejaban arrancaría la estúpida sonrisa que tenía en su cara golpe a golpe, todos sus dientes, su lengua viperina. No quedaría nada de ella cuando acabase. Era una falsa, una mentira de amiga, una escoria de persona.

—Y ahora que te metes en la cama de los O'Pherer, ¿también te tiras al papá?

—Voy a borrar su puta sonrisa de su golfa cara, a la zorra esa. ¡Suéltame Rámses! La voy a joder. Eres una falsa que cree que tirarse a medio instituto es amor. ¡Nadie te va a amar! ¿Me escuchas? ¡Nadie!. Eres despreciable Marypaz.

Rámses me tenía inmovilizada frente a él, sus pies separados se afirmaban al piso tratando de frenar mi avance, sus músculos tensos, sudando, mientras yo seguía rabiosa y con deseos de sangre, muerte y destrucción. En mi vida me había sentido así, y sí sus palabras no hubiesen sido tan bajas, hubiese creído que mi reacción era desmedida, pero no era así.

Pero Rámses con mucha fuerza y esfuerzo me hizo alejarme de ella y apenas pudo maniobró como si yo fuese una muñeca de trapo y me montó sobre sus hombros para sacarme del instituto mientras yo seguía gritando que me soltase, berreando, pateando, gritando obscenidades que ni siquiera sabía que podía decir. Los estudiantes murmuraban sin pudor alguno y me señalaban, algunos se reían, otros fotografían, grababan. A todos les enseñé mi dedo corazón.

Vi a Gabriel trotar hacia nosotros, con su bolso, el mío y el de Rámses.

—¿Ella te hizo eso?—bramé cuando vi marcas rojas que le cruzaban la cara. Arañazos. Volví a patalear—¡Que me bajes! Cuando acabe con ella parecerá un puto Picasso. ¡Maldición Rámses que me sueltes! No permitiré que le haga eso a Gabriel. Mira como le puso la cara. La mataré. ¡Bájame ahora!.

—Mierda Amelia ya basta. Te sacaré de esta mierda así sea arrastras, así que ni de coña te voy a soltar, no importa cuanto lo grites.

Rámses se paró al lado del auto y Gabriel rebuscó en los bolsillos de su pantalón hasta que nos abrió las puertas Me lanzó sin el menor cuidado en el asiento trasero y traté de reincorporarme con rapidez, pero ellos fueron más rápidos y estaban sentados en los asientos y pasaron los seguros de las puertas.

—¡Esa hija de perra! ¡Maldita sea, abran las mal paridas puertas!—grité, pero ya no había caso, con las ruedas chirriando en el pavimento Gabriel huyó de la que sería mi zona del crimen.



Entré a la casa enfurecida con los hermanos, con Pacita y con la vida misma. Fulminé con la mirada a Rámses para que no se atreviese a seguirme y subí los peldaños de la escalera. No paré hasta que estuve desnuda debajo de la ducha fría. Necesitaba calmarme y necesitaba hacerlo sola, incluso usé el baño del cuarto de visitas.

Salí del baño unas horas después, cuando comencé a titiritar del frio y los músculos de todo mi cuerpo me dolían a causa del gran esfuerzo que había realizado. Rámses alzaba pesas, se ejercitaba y tenía músculos bien formados; de seguro tenía el doble, quizás hasta más fuerza que yo, y sin embargo le costó controlarme. Mi cuerpo estaba magullado.

Salí envuelta en una toalla limpia y sobre la cama estaba mi pijama y hasta unos analgésicos. Odiaba que Rámses fuese tan considerado conmigo cuando hace unas horas atrás yo estaba siendo una completa loca, gritando con demencia cualquier cantidad de barbaridades.

No me arrepentía de lo que le dije a Marypaz, ella se lo merecía, pero si me avergonzaba de haberlo hecho delante de todo el instituto, sobre todo que ahora todos debían creer que seduje a mi padrastro, a dos hermanos, uno de los cuales fue el novio de mi mejor amiga, y que posiblemente estoy también teniendo relaciones con Fernando. Me senté en la cama ya vestida, tapando mi cara con mis manos. La vergüenza me estaba haciendo difícil respirar. ¿Cómo podía ir la próxima semana al instituto?.

Mi estómago se revolvió ante la cruda realidad. Después de semejante show, tendría mucha suerte si no me expulsaban, pero lo que si era seguro es que tendría que llamar a Fernando y contarle antes de que lo hiciera la directora, tía de Marypaz.

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Nota de Autora:

Lunes YOLOOO #NJLP

¡Quiero ver el wattpad arder!

Tengo la inmensa urgencia de leer todo lo que comente sobre esto! Esa es la verdadera razón de publicar hoy.

Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA. Ya somos 630 :D Que emoción y de todas partes de latinoamericaaaa!!!

Baisers et Abraços  

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