Capítulo 44.NO TENEMOS UN NOVIAZGO NORMAL
El sol me dio de lleno en el rostro cuando me desperté. Estaba abrazada a Rámses, apoyada en su pecho y con nuestras piernas entrelazadas. Me acurruqué más cerca de él porque nunca era suficiente para mí.
—Bonjour Bombón— susurró contra mi cabello y sonreí dándole un beso en su pecho desnudo.
—Bom día—saludó Gabriel desde su cama improvisada.
Suspiré profundo mientras recordaba que no estábamos solos en la habitación.
Necesitaba ir al baño pero cuando me quise levantar Rámses me apretó contra él y negó, un pequeño pellizco en mi trasero me dejó claro que estaba sin pantalones de pijama, en algún momento de la noche Rámses me despejó de ellos. Él francés se removió en la cama y los tomó del piso al lado de su cama y me los tendió. Hice maromas debajo de la sabana pero pude colocármelos y me paré apurada y urgida.
—Me hubieses dicho que cerrara los ojos Beleza.
—No confío que no hubieses espiado—grité desde el baño.
—Me empiezas a conocer—burló y luego escuché un sonido parecido a un almohadazo y unas risas ahogadas.
Salí sintiéndome más tranquila y caminé a la cama para tumbarme otra vez al lado de mi novio.
—He estado pensando...—anunció Rámses—en cambiar de carrera.
Me lo quedé mirando, un tanto sorprendida, pensé que le llevaría más tiempo tomar la decisión. Gabriel se levantó de su cama con almohada en mano y apremió a Rámses para que se rodase.
—O te mueves o me acuesto del otro lado—amenazó y funcionó. Ahora los tres estábamos apretados en la misma cama—. Ahora sí, habla.
—No quiero estar limitado en el ejercicio de mi carrera. Lo que vi durante la visita con Hayden... me podía imaginar haciendo eso, pero si me graduó de odontología no podré y quiero poder tener la oportunidad de hacerlo si quisiera.
—Quieres mantener todas tus opciones abiertas—concluí por él y en respuesta asintió y me besó la frente.
—Pues en ese caso, tenemos que investigar las mejores universidades y reestructurar tus opciones. Iré por la laptop—Gabriel se levantó de la cama y tomó la laptop de Rámses desde su escritorio.
Bajé a preparar el desayuno mientras los chicos seguían con la investigación y mientras el resto de la casa dormía, desayunamos en la cama sin dejar de trabajar. Finalmente la primera opción se mantenía en Columbia, la segunda era Harvard y la tercera Boston.
Su segunda opción era la que mejor nos resultaría, porque estaríamos viviendo cerca el uno del otro. Cuando Fernando se despertó Rámses se levantó y le mostró todo lo investigado y su decisión. Su padre le dio todo el apoyo que esperaba y tampoco lució sorprendido por la situación, de hecho confesó que eran los planes de Hayden desde un principio.
—¿Y yo no te logré hacer cambiar de idea muñeca? La abogacía se te daría de maravilla—me dijo Mike, pero yo negué divertida.
Nos subimos todos al auto y fuimos a un restaurante a comer. Me senté en la parte de atrás del auto, como niña pequeña junto con Rámses, para que en el asiento trasero pudiesen ir Susana, Hayden y Gabriel. Fernando manejaba y Mike era su copiloto. Uno que le encantaba la buena música y cantarla a todo pulmón.
Si no lo hubiese visto en su faceta de abogado exitoso, jamás creería que lo es si me lo dijesen. Él había sido y seguía siendo el payaso de la clase, el inventador, el mujeriego. Hayden fue el chico que se reveló, el que fumaba a escondida de sus padres, el que se escapaba de su casa y robaba el auto de los papás para ir a una fiesta, el que se metió en tantas peleas que la policía ya se sabía sus datos de registro de memoria. Y Fernando fue la consciencia de ambos, el chico nerd que se resistió con valentía al lado oscuro, pero que igualmente terminó sucumbiendo, como ellos mismo dijeron. Los tres se las arreglaron para permanecer unidos todos estos años a pesar de todas las vueltas que les dio la vida. La hermandad entre ellos me encantaba, se llamaban hermanos de vida, y eso me dejaba bien claro que la familia no es solo la de sangre, hay lazos más fuertes que ese líquido carmesí.
—Me tomé un abuso contigo muñeca—comenzó a decir Mike en la mesa—, resulta ser que tengo un amigo que es egresado de Northeastern y le hablé de ti y accedió a darte una carta de recomendación.
—¡Muchas gracias Mike!—dije con sinceridad— ¿Cuándo sería la entrevista?
—Sin entrevista. Es un intercambio de favores.
—¿Sexuales?—preguntó Hayden y Mike rió.
—Algo así, digamos que salvé su empresa de un desastroso divorcio por un desliz sexual y quedó muy agradecido. Te enviaré su carta esta semana. Pero hay más. Resulta ser que los egresados tienen una fundación que otorga becas parciales para los que quieren ingresar y no pueden pagarse los estudios, es para cursos universitarios. Y estás en la lista de esas becas.
Me paré de la mesa dando saltitos y lo abracé con fuerza dándole las gracias.
— El curso comenzará con el inicio del año universitario y durará seis meses. Así que despídete de tu ilusión de un año sabático.
—Querrás decir que me despida si soy seleccionada.
—Amelia, este hombre iba a quedar en la ruina económica y social porque se acostó con el hermano de su esposa. Me debe poco más de la vida. Esa beca es tuya.
Balbuceé varias palabras sin sentido mientras Rámses me abrazaba y felicitaba igual que Gabriel y Fernando. No sabía si me sentía del todo cómoda por aceptar una beca que no me haya ganado con mi esfuerzo y sacrificio, que quizás muchas otras personas la necesitarían
—Conozco esa mirada—advirtió Mike— no la rechazarás, porque eres una persona que la necesita. Tienes buenas notas, un excelente expediente académico y es todo lo que se necesita para esa beca. Así que ni lo pienses, porque o aceptas la beca o yo mismo pagaré tus estudios. ¿Queda entendido?
Su voz de abogado mandón emergió de él y supe que no podría negarme y de que sería muy capaz de pagarlo solo por no perder el reto. Y pensándolo bien, si necesitaba la beca y era merecedora de ella. Acepté y brindamos por la excelente noticia.
***
Ahora que estaba más que claro que al terminar las clases del instituto partiría a Boston mi corazón se apretó sin saber a dónde partiría mi otra mitad. Rámses aplicó a Columbia como primera opción a pesar de haber intentado negarse. Tampoco estaba muy feliz con la idea de que estuviésemos separados.
Pero acordamos no preocuparnos más allá de lo que podíamos controlar, y hasta que llegaran las respuestas de las universidades no sabríamos a qué atenernos.
Mis abuelos estaban muy felices por las noticias y acordé en pasar con ellos una semana antes de irme a Boston. Mi mamá aún no se mudaba definitivamente, pasaba dos días aquí y el restante en su nuevo hogar, lo sabía por mis abuelos y la poca comunicación que mantenían con ella era para saber sobre su mudanza.
Mike, Hayden y Susana se marcharon a principio de semana bajo una despedida bastante sentimental entre los amigos. De Susana solo se despidió Gabriel, y aunque Rámses y yo quisimos despedirnos más por diplomacia que por otra cosa, ella soltó el abrazo de Gabriel y cruzó las puertas del aeropuerto sin dar tiempo a nada. Fue mejor en realidad.
Ese mismo lunes también me ofrecí a ayudar a Pacita con su aplicación a las universidades. Primero nos vimos en el centro comercial, quería comprar algo especial para Rámses y me serviría su ayuda. Luego de que me llamase maquiavélica y cruel, pagué y nos fuimos a su casa.
Pacita quería estudiar Publicidad así que pasamos la tarde entera rellenando los formularios de todas las universidades que ella había preseleccionado. Todas sus opciones estaban planeadas para estar lo más lejos posible de casa que pudiera, una situación que no me extrañó considerando que su "nuevo yo" era muy liberal y en su casa resultaban ser bastante conservadores.
Cuando estábamos a solas la amistad siempre era la misma de todo el tiempo, conversábamos y nos reíamos, pero fuera de la comodidad de nuestra amistad su actitud era la misma de las últimas semanas, incluso más frívola si es que eso era posible. Era la misma dualidad que Gabriel una vez me comento: una Pacita tierna, sencilla y graciosa y una Marypaz frívola y desatada.
Y fue en el momento en que era Pacita cuando le conté de mi beca y ella se alegró sinceramente por mí, pero duró poco porque Marcos le pidió salir en la noche y Marypaz hizo acto de presencia en lo que tardó en responderle que sí en el mensaje de texto, es decir, 0.3 segundos.
Rámses me fue a buscar mientras ella seguía buscando que ponerse para su salida. Se despidió de mí con cariño y me agradeció por la ayuda con los formularios de la universidad.
***
Cuando recuperamos el cuarto y nuestra privacidad no dudé en aprovechar el tiempo para hacerle pagar al francés. Me di un baño y aproveché la concentración de Rámses para buscar lo que compré para él y ponérmelo.
—¿Recuerdas cuando Susana te bailó en la entrepierna?—pregunté con toda la malicia que pude.
Rámses que estaba sentado en la cama revisando algunas tareas colocó la laptop a un lado y asintió un poco temeroso.
—¿Y recuerdas que me dijiste que te dijera que hacer para arreglar las cosas?.
Volvió a asentir.
Me acerqué a la puerta y la tranqué con seguro.
Comencé a quitarme la pijama bajo su atenta mirada. Cuando mis pantalones cayeron al piso su preocupación desapareció y una sonrisa lujuriosa apareció en cambio.
Cuando me quité la camiseta y quedé solo en el conjunto de lencería de encaje que había comprado, Rámses estaba desnudándose rápidamente en la cama con una inmensa sonrisa en su rostro y sus ojos negros de deseo mientras me devoraba con la mirada.
Halé la silla de la computadora y me senté en ella. Flexioné mis rodillas y apoyé mis pies en el asiento, quedando totalmente expuesta a él.
Sus ojos se salían de sus orbitas, se mordisqueaba el labio inferior y el bulto debajo de su bóxer aumentó considerablemente.
—Arrodíllate—le ordené y alzando una ceja divertido, accedió.
Cuando estuvo delante de mí lo contemplé. Me sentía nerviosa con lo que estaba haciendo, era la primera vez que lo hacía y sabía que le gustaría, pero no me creía una femme fatal, aunque estaba intentando aparentar que sí. Le di instrucciones para que se acercara más y cuando su rostro estuvo bastante cerca de mi entrepierna, coloqué mis piernas por encima de sus hombros.
—Espero que hayas quedado con hambre...
Rámses asintió, su respiración estaba acelerada y podía ver su pecho subir y bajar con frenesí.
—Hoy pedirás perdón por lo que pasó con Susana y mientras cumples tú castigo pensarás en que eres mío y solo mío. Que no eres de nadie más.
Él asintió con una sonrisa.
—Esto no será un castigo bombón.
—El castigo vendrá después... Hoy solo será para mí.
Me miró con sus ojos engrandecidos, como si no pudiese creer mis palabras, mi pequeña sonrisa le dejó claro que no estaba jugando. Tragó grueso y vi cuando acomodó su erección, que ya empezaba a causarle problemas.
—No se vale tocarte Rámses.
Él balbuceó una queja, pero la mirada que le di bastó para que desistiera. El poder era embriagante, el deseo enloquecedor. No era cuestión de hacerlo mi sumiso, aunque no lo veía quejandose en dado caso, era una forma de demostrarle lo que se perdería si volvía a cometer una falla.
Jugueteó con el piercing de su lengua y lamió sus labios. La anticipación lo estaba volviendo loco y era lo que quería. Una sonrisa ladeada apareció en su boca cuando se acercó más a mi entrepierna y el calor de su respiración me estremeció.
No hizo falta que dijeses nada para entender su reto. No creía que fuese capaz de dejarlo con las ganas, pero él no sabía de todo de lo que era capaz.
—Cómeme Rámses.
Y obedeció.
Desperté con su brazo envolviéndome y su erección incitándome. Anoche, después de que me hiciera llegar a un orgasmo glorioso, me levanté de la silla, le di un corto beso en los labios, le agradecí, le dije que lo amaba y me acosté a dormir. Él refunfuñó, me insistió y hasta rogó. Finalmente se fue a dar un baño de agua fría y a pesar de eso se acostó a dormir mientras su erección hacía una carpa con la sabana. Me tuve que contener las ganas de reírme cuando vi aquello y sus ojitos miel me suplicaban clemencia mientras volvía a negarme.
—¿Hasta cuándo será ésta tortura?—susurró contra mi oído mientras recostaba su erección de mi trasero.
—No sé de qué me estás hablando.
—Vamos Bombón, no puedo ir así al Instituto.
Rámses deslizó su mano por mi cuerpo y apretó uno de mis pechos. Entrelacé mis dedos con los suyos y me levanté con rapidez.
—Llegaremos tarde.
—Siempre llegamos tarde
Rámses caminaba a cuatro patas sobre la cama, su miraba me estaba cazando, sus músculos se tensaron a punto de saltar encima de mí, así que corrí al baño y me encerré.
—Algún día tendrás que salir del baño bombón.
Su voz ronroneó contra la puerta, me lo imaginaba excitado y deseoso al otro lado y me aceleró el corazón. Me di un baño con agua helada para tratar de resistir mi propio juego.
Abrí con cuidado y no lo vi en la habitación. Me vestí todo lo rápido que pude y salí del cuarto. Caminé hasta la cocina y todo estaba en bastante silencio, aunque el desayuno de los tres estaba servido.
—Buenos días Beleza. ¿Qué le hiciste a mi hermano que está de tan mal humor?
Me reí con picardía y Gabriel arqueó su ceja.
—O ¿Qué no le hiciste?...
Su pregunta no tuvo respuesta, Rámses entró a la cocina y abrazándome por la cintura me alzó del piso y me llevó hasta el patio trasero. Me arrinconó contra la pared y pegó su cuerpo al mío, estaba excitado y quería que lo supieras.
—No sabía que podías llegar a ser tan maquiavélica—su frente estaba pegada a la mía, su respiración era acelerada— pero tampoco sabía que me gustaría tanto que lo fueses.
Me besó con desespero y sus manos apretaron mi trasero mientras lo escuchaba gemir en mi boca.
—¿Y Rámses y Amelia?—la voz de Fernando me hizo recordar donde estábamos y lo que Rámses intentaba hacer cuando metió su mano por debajo de mi pantalón.
Una vez más me zafé de su agarre y lo arrastré hasta la cocina. En la pequeña mesa Fernando y Gabriel desayunaban. Me senté a comer y Rámses refunfuñando hizo lo mismo.
—Mike me dijo que ayer les mandó algo a sus cuentas—comentó Fernando y mi francés gruñó en respuesta—, eso te incluyó a ti Amelia y si te quieres negar es un poco tarde porque ya hizo la transferencia, pero en cualquier caso háblalo con él, no quiero estar en el medio de esa discusión, es como pelear con...—Rámses comía y con cada mordisco que daba refunfuñaba y murmuraba cosas ininteligibles—. Pero bueno ¿y a ti que te pasa?.
—Amelia me tiene como su sumiso y me castiga sin sexo. Ahora tengo que ir todo erecto hasta el instituto.
Escupí la tostada que estaba comiendo sobre la mesa y Gabriel entre risas me alcanzó un poco de jugo para sacarme de lo que sería una muerte segura.
—¡Por Dios Rámses! ¿No podías decirme que tenías un mal día y ya?
—Estoy teniendo un mal día desde anoche.
—Pero es demasiada información.
—¿Y por qué te tiene castigado?—preguntó Gabriel. Yo me tragaba todo el jugo sin querer responder ninguna pregunta.
—Por lo de Susana.
—El sexo no se puede usar como castigo o solución—indicó Fernando mirándonos alternativamente—, deben hablar las cosas, conversarlas.
—Ya lo hicimos y arreglamos las cosas. Solo quiero darle un... recordatorio de lo que se pierde si vuelve a cometer una estupidez como esa.
Ni siquiera sé de donde saqué las fuerzas para responder.
—¿Y cómo te está torturando? Digo... obviamente sin sexo, pero debe estar haciendo algo en específico que te tiene así...
Gabriel se reía mientras continuaba desayunando y se asomó por debajo de la mesa solo para confirmar lo que Rámses declaró, soltó una carcajada mientras Fernando hacía lo posible por no reírse.
—No te diré nada imbécil. Y no te hace falta recordarme lo que perdería Bombón.
—¡Ay bueno!, tampoco exageremos tanto la situación—estaba avergonzada pero no quería darles el placer de ganarme esta partida—, que lo estás disfrutando en el fondo.
—Y la disfrutará hasta el fondo... ya lo creo—murmuró Gabriel y Rámses lo golpeó en la cabeza.
Me levanté de la mesa y recogí los platos, solo quería esconder mi cara de la mirada divertida de Fernando.
—Llegaremos tarde, así que vámonos—los apuré.
Rámses se levantó de la mesa refunfuñando y con total descaro se acomodó su excitación para poder caminar, haciendo que su hermano y su papá volviesen a reír.
—Trataré de disimular, pero no mentiré a nadie que me pregunte.
—No lo harás Rámses... porque los pondrías a pensar en mí de esa forma. Tú cumple tú castigo como corresponde y quizás, solo quizás te deje ver el otro modelo que compré... y que llevo puesto.
—¡Me quieres matar!—dijo más alto de lo necesario.
El día transcurrió con Rámses refunfuñón y nada comunicativo. Tuvimos un pequeño espacio libre al final de la penúltima clase porque la profesora Olga debía acudir al médico y nos dejó salir antes de tiempo. Estábamos en el cafetín esperando que se anunciara el inicio de la última clase cuando Marypaz se sentó a mi lado junto con su nuevo grupo de amigas que incluía a Kariannis. Gabriel se sentó frente a mí y tomó mi cuaderno revisando los apuntes de la clase pasada.
El teléfono de Rámses sonó y atendió la llamada.
—Si. Voy para allá. Gracias.
Colgó la llamada y lo miré ceñuda, él sonrió y se encogió de hombros y se levantó junto con Gabriel, pidiéndome que lo esperara aquí. Pocos minutos después regresaron, Rámses traía una flor de peluche con una cara feliz en el medio, ridículamente grande, y Gabriel un ramo de flores de muchos colores y distintas especies.
Marypaz hizo espacio en la mesa para que Gabriel pudiese colocar el enorme ramo y Rámses sentándose a mi lado me tendió el peluche gigante y un papel doblado.
—Esto lo encargué el viernes en la mañana, pero no pudieron despacharlo hasta hoy.
No quería que yo creyese que era una forma de levantarle su castigo, ni siquiera era por su sentimiento de culpa y lo ocurrido con Susana, y eso era lo que confirmaba el papel que me entregó, porque era una impresión del correo donde realizaba el pedido.
Lo abracé conmovida por su detalle, me encantaba, nunca me habían regalado flores, ni peluches. Olisqueé las flores, emocionada y sonriendo, revisando todos los tipos que tenía el ramo.
—¿Es muy pesado?—le pregunté a Gabriel y él negó leyendo mi pensamiento.
Tomé una de las flores y mi flor/peluche gigante: —Votre punition est terminée- Se acabó tu castigo.
Su mirada se encendió, su sonrisa regresó a su rostro en toda su amplitud, dejando a la vista de todos, su dentadura perfecta. Sacó las llaves de la camioneta de su bolsillo y se las lanzó a su hermano.
Entrelazó nuestras manos y me hizo correr hasta la entrada, mientras que con gran agilidad localizaba un uber que nos fuese a buscar. "No estoy en condiciones de manejar" me explicó cuando estuvimos en la entrada. Me besó con pasión los minutos que tardó el auto en llegar por nosotros y no dejó de hacerlo durante todo el recorrido.
Me cargó sobre sus hombros cuando nos bajamos del auto y así me llevó hasta su cama, dándome palmadas en mi trasero, recordándome que lo hice sufrir y que sería mi turno.
***
Cuando la semana terminó estaba exhausta y sin embargo no me negué a acudir a la fiesta de cumpleaños de Ana María, donde también todos celebrarían sus postulaciones a las universidades como una buena excusa para salir, festejar y beber.
El sábado llegamos a casa de Ana María media hora más tarde de lo que anunciaron como inicio de la fiesta, por lo que todos aún estaban sobrios y comedidos.
Ana María vivía en una urbanización cerrada de edificios y la fiesta se realizaría en el área de la piscina aunque esta permanecía cerrada, su agua verdosa dejaba claro que no estaba en funcionamiento. Todos pululaban mezclados entre sí, riéndose, celebrando y hablando sobre las universidades y las carreras que estudiarían.
Conversé con la mayoría de los asistentes, algunos por primera vez en mi vida, pero no importó era un ambiente relajado y aún no se salía de control con el alcohol, pero eso no sería eterno, porque antes de las doce de la noche, ya algunas parejas estaban formadas y las apuestas corrían de boca en boca.
Pacita que estuvo a mi lado por un rato, estaba sentada en el regazo de Marcos quien hablaba de futbol con algunos chicos, como una chica trofeo que no emitía ni sonido. Francamente toda su actitud me confundía, un día era una femme fatal, al otro la sumisa de Marcos. Me sorprendí cuando vi a Ana María besándose con Rafael, ya era hora de que esos dos estuviesen juntos, sabía que Rafael fantaseaba con ella desde hace mucho tiempo pero la personalidad de Ana era bastante alocada y abrumadora, sobre todo para un chico tan tímido como él.
—No soportaba ni un momento más hablando sobre maniobras y estrategias de futbol de lo que no entiendo una mierda—se quejó Pacita llegando a mi lado y aumentando mi incomprensión hacía ella— ¿Dónde están tus chicos?
— No digas eso, suficiente con que Carolina siga diciéndole a todos que yo soy la Beleza de Gabriel.
—Pero lo eres.
—Soy su mejor amiga—le expliqué.
—Ajá, lo que te ayude a dormir por las noches Beleza.
Volvía a confundirme, quizás ella debería estar molesta conmigo si sintiese algo por Gabriel. Ella me daba dolores de cabeza, cada vez la comprendía menos.
—Estoy feliz por ti Mia, porque podrás estudiar, por el curso, por cómo te han resultado las cosas. Lamento si no te lo he dicho últimamente, pero de verdad me alegro.
Sus palabras me tocaron el corazón, seguía pareciéndome bipolar, pero por lo menos ésta Pacita que tenía frente a mí era la que más me agradaba porque era la más auténtica, real y sincera, la que conocí por muchos años. Me dejé abrazar hasta que llegaron a nuestro lado Miguel y Gustavo, dos chicos que normalmente no andan juntos. Miguel el mejor amigo y lacayo de Marcos y Gustavo el mejor amigo de Rafael.
Nos saludaron interrumpiendo nuestro abrazo detrás de ellos Gabriel conversaba con un grupo. Gustavo lo miró repentinamente nervioso pero Miguel controló la conversación.
Sin aviso Gustavo tomó a Pacita por la cintura y la atrajo hacía si y plantó un beso en sus labios, yo miraba la escena estupefacta cuando Miguel hizo lo mismo conmigo. Su agarre fue fuerte, evitando que retrocediera a pesar de que planté mis manos en su pecho.
—¡Que mierda!—exclamó Gabriel y los chicos nos soltaron.
—¡Corre!—le gritó Miguel a Gustavo y Gabriel los comenzó a perseguir.
Más adelante vi como Rámses detenía a su hermano y este solo le apremió con un «tú solo corre». Los vi perderse entre los edificios de la residencia, mientras Pacita estaba muerta de la risa. Ciertamente la situación fue graciosa hasta cierto punto, sobre todo cuando nos enteramos que todo resultó ser producto de un reto por un juego de la botella. Sin embargo, no me gustaba la idea de que el idiota de Miguel, ni de ningún otro ya que estamos, me besara. No era de las chicas que se besaba con cualquiera, para mí un beso era algo íntimo y personal, que no se le daba a cualquiera; y era mi forma de pensar desde que estaba pequeña y muchísimo antes de Daniel/Stuart.
Los hermanos O'Pherer llegaron al rato, acompañados de Miguel y Gustavo. Si no conociese a Rámses creería que formaba parte de la apuesta, pero sé que él no me haría eso nunca. Y en las palabras de Gabriel, los O'Pherer eran muy posesivos con lo de ellos.
Rámses se lanzó por mi boca con rapidez y un tanto de ferocidad, y agradecí que marcase mis labios como suyos y borrara la desagradable sensación que el beso de Miguel me dejó.
—Lo lamento Amelia, era un reto. O te besaba o me lanzaba desnudo a la piscina—dijo Miguel, su labio estaba hinchado y le deformaba el rostro.
—¿Qué hiciste?—le pregunté a Rámses en cuanto los chicos se fueron.
—Nadie le roba un beso a mi novia y se queda con tu sabor en su boca. Así que se la partí.
—Técnicamente Amelia no es tu novia—dijo Pacita—, nunca se lo has pedido formalmente
Rámses meditó sus palabras pero no le dio respuesta. Mi amiga a veces era muy acertada, nunca formalizamos nuestro noviazgo, solo me comenzó a llamar novia después de aquella vez en su casa en que se presentó Cólton y compañía. Pero sabía las intenciones de mi amiga, y las agradecí, un gesto romántico para pedirme que fuese su novia, nunca estaría de más.
Iba a agregar un comentario que llevara a Rámses por el camino correcto, pero él me dio un beso corto y avisó que iría por algo de comida para todos.
—¿Y tú por qué golpeaste a Gustavo?—le pregunté al cabo de un rato a Gabriel. Pacita había ido a reunirse con Marcos y a jugar con ellos la botella.
—Yo también le pegué a Miguel, por la misma razón.
Pacita le torció el gesto y tomando su bebida se alejó de nosotros.
—Gabriel—le advertí
—Mia Beleza— respondió divertido.
Pero vi su mirada y supe que había mentido, no le pegó a Miguel, había golpeado a Gustavo por besar a Pacita.
—Estaba por decirte...—recordé por fin de comentarle lo que tenía días queriendo decirle—debes dejar de llamarme Beleza, Carolina se ha encargado de regar por todo el Instituto de que te gusto, y no quiero que esos rumores lleguen a oídos de Rámses. Puedes decirme Mia, solamente
—Primero: Él ya lo sabe. Segundo: No me importa lo que ella diga y Tercero pero la más importante no te dejaré de decir Beleza, y yo no te llamo Mia.
—Claro que sí, dices "Mia Beleza"—insistí
—Ese mía no es un diminutivo, es un posesivo.
—Gabriel...—lo reprendí aunque sentía mis mejillas calientes
—Mia Beleza—dijo con su sonrisa ancha.
Él era otro personaje que me confundía.
—¿Por qué tu y yo no podemos ir a una fiesta, bailar, divertirnos, reírnos y regresar a la casa con la satisfacción de que todo salió bien?—me preguntó Rámses mientras llevaba sobre sus hombros a una inconsciente Pacita.
—No lo sé, pero lo que dices suena tan lindo que me hace desearlo. Quizás algún día podamos tener una salida tranquila que no termine en peleas, confesiones innecesarias, orgias...—respondí mientras llevaba a Gabriel apoyado en mi hombro casi inconsciente por el estrecho pasillo de la casa.
Pacita se había unido al juego de la botella con Marcos y cuando el reto consistió en siete minutos en el cielo con Marcos y Kariannis y éste entró gustosamente, Pacita se molestó con toda la razón. Sin contar el hecho de que cobraron en más de siete minutos y que Marcos regresó luciendo victorioso y Kariannis tratando de arreglar su arrugado vestido.
Así que mi amiga, dolida como estaba, se dedicó a tomar sin control y Gabriel decidió vigilarla de cerca para que nadie se aprovechase de ella en ese estado, pero la vigiló tan de cerca que terminó casi igual de alcoholizado.
Yo no podía llevar a Pacita a su casa en ese estado de inconsciencia y como tampoco podía cargar su peso, Rámses la tomó en brazos y la llevaba hasta el cuarto de huéspedes. Gabriel por su parte aunque tenía los ojos cerrados y en apariencia dormía, logró ponerse de pie y caminar como niño de un año de edad, pero caminaba, así que yo lo dirigía con bastante esfuerzo hasta su habitación. Rámses no estaba nada feliz de que su hermano guindara de mi cuello, pero tampoco tuvimos muchas opciones. Pensamos en dejarlo en el auto mientras Rámses llevaba a Pacita y regresaba por él, pero el borracho dormilón insistió que él podía caminar y antes de que despertara a Fernando y a media cuadra, lo terminé ayudando.
—Trata de que no te bese cuando lo dejes en su cuarto, ya has besado a muchos por hoy—dijo Rámses con su falso semblante serio.
—No puedo explicar en cuantos niveles es ofensivo lo que acabas de decir.
Tumbé a Gabriel sobre su cama y cayó atravesado en ella, le quité los zapatos y lo arropé. Salí del cuarto y fui al de huéspedes, donde hice lo mismo por mi amiga.
Me tumbé en la cama adolorida por el esfuerzo, Rámses a mi lado miraba en silencio el techo.
—No tenemos un noviazgo normal—acotó.
—La verdad es que no, pero me gusta que sea así, distinto, único.
—A mí también—se giró sobre su costado y ahora me miraba directo a los ojos— Báñate conmigo.
Y sin esperar mi respuesta se puso en pie y me haló para levantarme.
Rámses abrió el agua caliente y comenzó a graduarla mientras yo me quitaba los sarcillos y piercings. Sus manos húmedas me sorprendieron cuando me tomó por los brazos y me giró para quedar frente a él. Su mirada, cargada de lujuria y anticipación, estaba clavada en mis ojos mientras me ayudaba a desnudarme.
Hace mucho tiempo había perdido mi pudor frente a él porque en su presencia me sentía segura y cómoda. Fue mi turno de desvestirlo y me tomé mi tiempo en despojarlo de sus prendas, acariciando con sutileza su piel e incluso rozando con la punta de mi nariz su creciente excitación, provocándolo hasta volverlo loco.
Bañarnos juntos siempre era un problema, a mí me encantaba el agua caliente a él apenas tibia, lo que a mí se me parecía casi congelada. Por eso no solíamos bañarnos juntos, alguno salía quemado por el agua o convertido en un cubo de hielo.
—Es mi turno del agua caliente—le dije tratando de regular la temperatura mientras mis dientes castañeaban.
—¿Y si dejamos el agua así y yo te caliento?—él evitaba que llegara a las llaves del agua entre risas.
—Eso siempre lo haces, si pretendes que me bañe con agua congelada, deberás ofrecer algo mejor.
—Hecho.
Fue lo único que dijo cuándo me giró y me hizo quedar debajo del agua fría, grité y comencé a temblar con violencia mientras él se reía y ahogaba mis maldiciones en un beso intenso. No podía abrir los ojos sin que se anegaran de agua, por lo que no vi cuando Rámses se agachó delante de mí y comenzó un beso bastante distinto en mi entrepierna. Ahogué un gemido y enredé una de mi mano en su cabello, mientras que con la otra trataba de sujetarme.
— Sujétate, bombón—susurró contra mi piel extra sensible.
No me importó el agua fría, ni mis huesos congelándose, solo estaba concentrada en la lengua de Rámses en mi pequeño botón rosa que conocía tan bien.
Lo necesitaba más cerca de mí, porque nunca me era suficiente y como ya no existía el recato entre nosotros, subí una de mis piernas hasta su hombro. Lo escuché gemir de placer y eso solo me puso un paso más cerca del clímax. Pude ver cuándo como se acariciaba con una de sus manos también entregándose a su propio placer. Mis piernas comenzaban a sentirse de gelatina y me estaba costando concentrarme en mantenerme de pie, el agua resbalaba mi poco agarre pero no quería que parase. Lo mataría si paraba por una menudencia como era que me cayese en la ducha.
Tomó mi otra pierna con su mano y con fuerza y agilidad, una que nunca dejaba de sorprenderme, la apoyo en su otro hombro, ahora, mi espalda reposaba de la baldosa fría y mi peso sobre su cuerpo. Las sensaciones eran muy intensas, el agua fría se calentaba en mi cuerpo que se sentía a punto de combustión. No sabía que parte del vapor que inundaba el baño era de mi propio calor corporal y que parte solo del agua.
La electricidad comenzó a recorrer cada espacio de mi cuerpo, haciéndome casi imposible permanecer quieta, cuando sentí el orgasmo llegar sujeté con fuerza el cabello de Rámses arrancándole su propio gruñido y sin que me importase un poco mi seguridad. Jadeando recosté mi cabeza de la baldosa, ahora el agua fría me resultaba placentera.
Rámses se reincorporó y deslizó mis piernas desde sus hombros hasta su cintura donde las anudó. Sus labios recorrían mi rostro, mi mandíbula, mis oídos, mi cuello y mis pechos. Su erección rozaba peligrosamente mi entrada, y mi entrepierna me pedía a gritos, rechazando toda sensatez que no parase.
Lo quería sentir dentro de mí, cuando el comenzó a retroceder, luchando con las mismas ganas que yo tenía, tomé su miembro entre mis manos y para su sorpresa lo llevé hasta mi abertura.
—No pares ahora por favor—susurré con mi voz ronca del deseo y fue todo lo que el necesitó para hundirse en mi interior.
El contacto piel a piel envió una oleada de placer superior que nos agobió a tal punto que tuvimos que esperar unos segundos para saborear el momento, de la calidez de nuestros cuerpos unidos sin ninguna barrera.
Sus movimientos comenzaron lentos, suaves y acompasados, pero mientras nuestras terminaciones nerviosas explotaban con todo el mar de experiencias, nos volvimos torpes, y no ayudaba el agua.
—Cierra la ducha.
Sin salirse de mí abrió la puerta de la ducha y caminó conmigo encima de él mojando todo a nuestro paso, hasta la cama. Se tumbó encima de mí pero lo hice girar. Mi posición favorita, como lo había descubierto era yo encima de él, porque me sentía poderosa y en control.
Y así, sentadas a horcajadas sobre mi novio comencé a moverme, sintiendo el roce tibio de nuestros cuerpos, mientras el besaba mi cuello y mis senos. Nos llevé a un orgasmo intenso que me hizo clavarle las uñas en su pecho desnudo y a él blasfemar en varios idiomas.
—Maldición Bombón, acabarás con mi vida—habló entrecortado cuando me tumbé sobre su pecho, aun sin dejarlo salir de mí— Creo que me acabas de dar un infarto—bromeó y yo reí entre jadeos.
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Nota de Autora:
Miércoles de #NJLP
Gracias a todas por sus felicitaciones, estoy muy feliz de todos los buenos deseos que recibí. Ha sido uno de los mejores cumpleaños que he tenido en mi vida y se lo debo a ustedes y a mis papás que están aquí.
Espero hayan disfrutado el capítulo, no se olviden de votar, comentar, compartir, conversar, fangirlear.
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Baisers et Abraços
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