Capítulo 43. LOS HERMANOS PONY
Cuando nos quedamos a solas crucé mis brazos sobre mi pecho. Me sentía expuesta ante él, como nunca antes, como si lo que sea que pudiese decir ahora, tuviese la capacidad de destruirme y herirme.
—¿Por qué huiste de mí?—preguntó y quise volver a golpearlo— Prometiste que nunca huirías de mí.
—Y tú prometiste nunca herirme y sin embargo lo hiciste—quería gritárselo, pero en una casa llena de gente me conformé con siseárselo.
Caminé hasta la puerta y la dejé abierta para que me siguiera. Cuando estuvo al lado mío emprendí una marcha con él siguiéndome el paso.
—¿Por qué?—pregunté—Y no me vengas con un "no lo sé" porque es inaceptable. Quiero, exijo y merezco respuestas. ¿Te gusta Susana?
—No—respondió con tanta rapidez que casi interrumpe mi pregunta—. Conozco a Susana de toda la vida, nuestros padres bromeaban con que terminaríamos juntos aunque nunca me sentí así por ella. Cuando nos encontramos de adolescentes, hace unos años y la descubrí con novio sentí celos, por eso la besé. En aquel entonces pensé que me gustaba.
Su confesión me hería en lo profundo.
—¿Y hoy en día?—pregunté con mi vista clavada en el piso por donde andaba
—No me gusta, pero...
—¿Pero?—pregunté asombrada, no era el mejor momento para escucharlo
—Pero es una persona que conozco desde pequeños, se me hace cómodo estar junto a ella, y quedé envuelto en esa comodidad... no tengo excusa, lo lamento, puedo decirte todo lo que estaba pensando en ese momento y te juro Amelia que no era nada sexual, ni siquiera remotamente... yo solo... ¡Mierda!, estaba pensando idioteces, de anécdotas de pequeños, de como habíamos crecido, de que amo a Hayden pero no me gustaba vivir tan cerca de Susana, de qué había sido de su vida en España. Amelia, no somos tan cercanos como crees, ni siquiera nos escribimos en todo este tiempo. Estaba pensando en tantas idioteces, como en automático, perdido en lo mis pensamientos que no reaccioné sino hasta que te tuve enfrente.
—Eso lo sé, me quedó claro que fue cuando te diste cuenta que yo te estaba viendo cómo te recostaba el trasero de tu entrepierna—la dureza de mis palabras hizo que arrugara el ceño.
—No, lo que quiero decir es que estaba tan ensimismado que solo reaccioné cuando te vi y fue cuando entendí lo que estaba haciendo. Te digo, no es una excusa, no era que lo estaba disfrutando, ella ni siquiera tiene trasero y a mi me gusta el tuyo redondito... Perdóname.
Bueno, como siempre Rámses sabe exactamente que decir, pero no se saldría tan fácil de esta. Sus palabras aunque eran sinceras, no terminaban de convencerme.
—Me cuesta hacerlo Rámses. ¿Quieres saber por qué? Porque ella te hizo ver débil ante mis ojos. Ustedes estudiarán en Columbia, compartirán la misma carrera, los mismos compañeros, la misma rutina. Yo probablemente esté mil kilómetros de distancia, y tendré que confiar que no serás débil con la "comodidad" que ella representa en ti. Y me volveré loca, casi lo hago esta noche. ¡Dios, besé a Gabriel! Así de molesta estaba. Pensaré que un día tomado terminarás besándola y acostándote con ella... quizás un día que también estás distraído en tus pensamientos. ¿Cómo puedo perdonarte si lo recordaré cada vez que la menciones e incluso sin hacerlo?
—¡No! Eso no pasará, te digo que no me siento atraído por ella, si hay algun sentimiento hacia Susana es más parecido al rencor que otra cosa. Además tú... podrías venir conmigo. Puedes estudiar cerca de Columbia, hay muchos buenos institutos allá
—No es justo que me pidas eso, sabes que el mejor es Norteastern, así que pretenderé que no lo dijiste.
—Lo sé, lo lamento. Entonces yo aplicaré para Harvard, no tiene por qué ser Columbia, quiero estar es cerca de ti, no de ella. Dejaré de hablarle, la ignoraré cuando la vea, puedo hacerlo, se me da de maravilla como sabes.
Su voz era desesperada, como si esa despedida a la que hacíamos referencia estuviese a la vuelta de la esquina. Y su oferta de no hablarle a Susana y de ignorarla era bastante tentadora, pero era la hija de su padrino, algo no tan fácil de ignorar.
—No te puedo pedir que cambies tus planes universitarios porque yo no sepa cómo superar esto y viviré celosa de que vivas con ella.
—Pero tú no me lo estas pidiendo—terció—. Además, no tenemos por qué vivir juntos, puedo quedarme en la residencia universitaria, no tengo que quedarme con Hayden.
—Entonces te exigiré que lo hagas, estudia en Columbia como siempre has querido. No dejaré que renuncies a tu sueño. Esa no es una solución para mis celos y tu poca falta de control.
No sabía que podía llegar a ser tan hiriente con mis palabras.
—Amelia—se colocó frente a mí interrumpiendo mi avance, tomó mi rostro entre sus manos con sus ojos cristalizados. Su cara estaba contraída del dolor, uno que conocía muy bien— te amo. No quiero perderte. Dime que hago y lo haré, pero no quiero perderte, no quiero que huyas de mí. Tú eres la única capaz de hacerme perder el control, ha sido así desde que te vi por primera vez, te lo he demostrado. Solo dime cómo puedo demostrarte que tú eres mi dueña.
—No sé cómo lo puedes arreglar—confesé—No puedo decirte que lo olvidaré, no sé si esto no crecerá como un cáncer dentro de mí, carcomiéndome, haciéndome una persona rencorosa, sarcástica, irónica y desconfiada. Estoy tan molesta contigo Rámses, ¡francés idiota!.
Abrió los ojos sorprendido por mi arrebato final.
—Amo tus cosas malas y tus cosas buenas. Seré una vez más tu mecánico, repararé tus heridas más si las he causado yo.
Sus palabras me derretían el corazón, pero eran solo eso, palabras. Yo necesitaba hechos y ni siquiera sabía cuales hechos.
—Te cansarás de mí—mi voz se quebró y él limpió mis lágrimas con sus dedos.
—Jamás.
—Terminaré rompiéndote yo a ti
—Entonces hazlo, porque soy tuyo desde que te conocí. Te pertenezco por completo, así que puedes hacer conmigo lo que tú quieras.
¡Lo odio! Estúpido francés que dice esas cosas que hace que me derrita por dentro y por fuera
—Te voy a besar Bombón, porque si no lo hago mi alma no me regresará al cuerpo y mi corazón necesita volver a latir por ti.
Y me besó. Sus labios se posaron sobre los míos, mezclado con las lágrimas de ambos. Mi rabia se esfumó aunque quise aferrarme a ella, no quería ser débil con Rámses, no quería que pensara que podía hacerme daño y arreglar todo con palabras lindas y un beso, pero no quería que mi orgullo me hiciera perder lo mejor que me ha pasado en la vida. Por una parte sentía que mi dignidad estaba siendo sacrificada, por otra parte no quería confundir mi dignidad con el orgullo. Recordé las palabras de Gabriel y las de Fernando. Si por algún momento me faltaba perspectiva tenía que poder creer en los que otros, con más objetividad verían desde afuera. Rámses me amaba, y como ser humano estaba propenso a fallar, tanto como yo. ¿Lo dejaría cada vez que fallara o me quedaría a su lado para levantarnos y continuar creciendo?.
No podía echar por la borda toda la confianza que él se ganó de mí por una noche de fallos. Él no lo hizo ni siquiera cuando estuve con su hermano, trabajó y trabaja duro para superarlo, para dejarlo atrás. No quería concentrarme solo en una sola cosa mala, entre las miles de buenas, porque caería en lo mismo, estaría juzgando todo un libro, 200.000 palabras, por una sola portada, que quizás solo representaba el mal gusto del autor, pero que no reflejaba la obra de arte que esconde en su interior. Si me fijaba solo en esta noche para juzgar el amor que Rámses me tenía, es lo que estaría haciendo.
Eran más las cosas buenas que él había hecho por mí que el fallo de esta noche.
Nos separamos para buscar un poco de aire y vi su rostro con más lágrimas incluso que el mío.
—Buscaré la forma de perdonarte pero sigo molesta contigo y con ella.
Él sonrió y me abrazó con fuerza mientras enterraba su rostro en mi cuello y me repetía mil veces que me amaba y que lo lamentaba.
.
.
Entramos a la habitación a oscuras. Un bulto a los pies de la cama me hizo recordar que ahora que Mike estaba en la casa, Gabriel dormiría con nosotros. Lo agradecí porque Rámses era mucha tentación y hasta allí quedaría mi plan de castigarlo. Entramos tratando de no despertarlo y tomé algo de ropa antes de entrar al baño a ducharme y cambiarme.
Me acosté a su lado y lo dejé acurrucarme. Le hablé muy bajo, tratando de no despertar a Gabriel, pero necesitaba tranquilizar a mi mente desbocada.
—Dime por favor que no es correcto la forma como la que ella te bailó. Necesito escucharlo, porque no quiero que se repita la escena de cuando dijiste que era normal su poca ropa para agradecer.
—No es normal, fue indecoroso, irrespetuoso y fuera de lugar. Y yo fui un imbécil.
—Restregó su trasero contra tu entrepierna, eso es más que indecoroso. Fue una zorra y tú no la quitaste, eso es más que ser imbécil—sentencié y si a él se le ocurría negarlo o contradecirme, ardería Troya.
—Yo digo que para nivelar las cosas deberías vengarte de la misma forma. Yo me ofrezco de voluntario—habló Gabriel.
—No serás un tributo, idiota.
—¿Por qué no? Le funcionó a Katniss...
Rámses le lanzó la almohada con fuerza mientras el portugués con instintos suicidas reía.
***
Desperté temprano para prepararle un desayuno especial a Fernando en su cumpleaños, los chicos me ayudaron. Colocamos todo en un plato y los chicos me acompañaron a despertar al cumpleañero. La sorpresa fue de su agrado, al parecer hacía muchos años desde que le llevaron un desayuno de cumpleaños a la cama.
Aprovechamos el momento para entregarles sus regalos, mientras terminamos todos comiendo sentados en su cama. La fiesta sería en la noche, en su restaurante favorito a orillas de la playa, así que aprovechamos la mañana para descansar después de una noche tan ajetreada. Sin tener más opciones tuve que ser mejor persona e ignorar todo lo que pasó la noche anterior cuando Susana hizo acto de presencia, no ayudaba que todos sentían la tensión en el ambiente.
—Rámses ¿puedes acompañarme al centro comercial? Quiero comprarme un atuendo para la noche.
Estaba provocándome y la mataría en ese mismo momento sin que me importase nada.
—Él no irá contigo Susana.
—No me digas que sigues molesta por lo de anoche—me respondió—, fue solo un baile.
—No me gusta que a mi novio le bailen así.
Es la hija de Hayden, el padrino de Rámses, el mejor amigo de Fernando, la familia que me recibió, mi suegro, me repetía constantemente.
—Te estás comportando como una niñita, además a él no parecía importarle.
Me levanté del sofá donde estuve sentada y la encaré.
—Cállate Susana, ya te dije que fue un error—intervino Rámses—. Ignórala, Amelia, siempre le gusta llamar la atención— pero no me quedaría callada.
—Vous êtes une salope- Eres una zorra. Mantente tus pezuñas lejas de él.
Rámses ladeó su sonrisa, la misma que siempre ponía cuando se sentía orgulloso de mí o de mi francés rudimentario.
—¿Lo dije bien?—pregunté.
—Lo dijiste correcto Bombón.
Susana echaba chispas por los ojos, quizás tenía una idea bastante cercana de lo que le estaba diciendo, esperaba que sí, y cuando estaba a punto de responderme...
—Yo te llevaré—se ofreció Gabriel de inmediato—, no tengo nada mejor que hacer ahora que salvar tu vida.
***
Rámses, Gabriel y yo acudimos al local antes que el resto, yo quería asegurarme de que todo estaba perfecto y aunque el restaurante dispuso todo de una forma espectacular, coincidimos que faltaba vida y alegría, en realidad las palabras exactas de Rámses fueron "siento que estoy en una reunión en la embajada" y las de Gabriel "he visto velorios más festivos". Así que dimos algunas órdenes para que la decoración fuese menos formal y movimos la recepción completa para la parte de afuera del restaurante, donde las fogatas artificiales y las luces que colgaban del techo, perfeccionaban la vista del océano nocturno de fondo.
—Quiero agradecerles a todos por venir. Como saben, no suelo celebrar mi cumpleaños, pero este año es especial porque mi familia se ha ampliado y mis hermanos de vida están conmigo y entre todos son muy persistentes. Disfruten la noche, la comida y la fabulosa decoración cortesía de mis hijos Rámses, Amelia y Gabriel.
Todos irrumpieron en aplausos y alzamos las copas para dar inicio a la celebración después de las palabras de Fernando.
La música comenzó a sonar y Fernando me ofreció su brazo para que entrelazara el mío con el de él y mientras Gabriel y Rámses nos seguían saludamos a los invitados y me presentaba con orgullo, la gran mayoría ya conocía a los chicos. Debo reconocer que mi corazón martillaba con fuerza cada vez que el me presentaba como parte de "mis hijos" y no solo como "la novia de mi hijo"; sin embargo a más de uno tuvo que aclarárselo porque se sorprendían de una hija que no sabía que tenía.
—¿Quién es la que habla con mi papá?—preguntó Gabriel frunciendo el ceño.
—Johana Akoy—respondió Rámses—la conocimos hace unos meses en la fiesta de bienvenida de la embajada.
Los hermanos contemplaban a su papá bailando con Johana como si a alguno de los dos le hubiese salido una segunda cabeza. Yo solo podía ver a mi suegro, con una pulcra camisa blanca y un pantalón de vestir negro, bailando con una chica de cabellos dorados, delgada, menuda con un vestido corto de color crema.
—Ve allí a averiguar—me apremió Gabriel en cuanto la mano de Johana acarició el pecho de Fernando y la mano de él viajo un poco más al sur.
—No voy a interrumpirlos por una ataque de celos de ustedes—las miradas asesinas que me dedicaron me hicieron bufar y terminé caminando hasta la pista de baile donde la pareja bailaba.
Les interrumpí el baile con mucha vergüenza, aunque Fernando solo me sonrió complacido con mi invitación.
—Este lugar quedó fabuloso, Amelia, muchas gracias—me dijo mientras comenzábamos a movernos al ritmo de la suave música.
—Fue idea de todos—expliqué. Detrás de Fernando los chicos me apremiaban a preguntar lo que me habían mandado.
—Johana es muy bonita—comencé a decir nerviosa—, ¿están saliendo?
Fernando soltó una estruendosa carcajada: —La sutileza no es lo tuyo, ¿Te mandaron los chicos, verdad?—yo asentí y él rió—. Habían tardado, vi cómo me miraba Gabriel, pensé que sería él quien me sacara a bailar.
—Puedes decirle que no estoy saliendo con ella, pero que hemos salido un par de veces.
—¿Y si no tuviera que decirles nada?.
—La respuesta sería la misma.
—Si ella le gusta, no debería limitarse por ellos.
—Y no lo hago—dijo dándome una vuelta y regresándome a sus brazos— pero ya les viste la cara y Johana solo bailaba conmigo. Yo no estaré listo para una relación hasta que ellos lo estén para verme en una.
—Ellos son bastante grandecitos para entenderlo—tercié—puede tener una relación si usted quiere.
—No estoy en celibato—dijo guiñándome el ojo—pero todavía no ha llegado la persona que sea digna de presentarle a mis hijos.
Sonreí. Fernando era un hombre atractivo, con un rostro masculino y fuerte, una sonrisa que le daba la ternura que heredó Gabriel y una mirada que me recordaba tanto a Rámses. Hoy estaba con una pequeña barba en su rostro, pero normalmente solía estar muy bien afeitado. Tenía también un buen cuerpo que mantenía con visitas continuas al gimnasio que compartía con sus hijos en la casa. Era más que obvio que saldría y que tendría citas y otras cosas; las mujeres se lanzarían a él, tanto como las adolescentes a los chicos. Lo que no me parecía justo es que no formalizara nada pensando en el bienestar de unos hijos que estaban más que grandes para entenderlo, sin embargo decía que no se limitaba y que era decisión propia no tener una relación. Decidí creerle.
—Si alguna vez estás listo y necesitas ayuda para decirle a sus hijos sobre protectores, cuenta conmigo.
Fernando rió y seguimos bailando un rato más, hasta que Rámses interrumpió nuestro baile. Bailar con mi francés siempre me hacía sonreír, no importase la música que fuese, él tenía la habilidad de sacar lo mejor de mí con su sola presencia. Gabriel se nos acercó y nos ofreció algunas bebidas con la excusa de saber la respuesta de su papá y le conté solo la parte de que no estaban saliendo, el resto me lo reservé.
Gabriel se tomó lo que quedaba en su copa de un trago, se la entregó a un mesonero que iba pasando por el lugar y fue a interrumpir a su papá para pedirle un baile. Entre risas Fernando aceptó y los vi reírse mientras los demás los miraban divertidos. Era muy probable que ésta no fuese la primera vez que presenciaban algo así aunque yo sí y se veían adorables.
—Ahora Hayden y Mike se pondrán celosos y pedirán un baile también.
—¿Con Fernando?—pregunté incrédula, en esa fiesta estaban personajes diplomáticos importantes.
—Con Gabriel. Desde mamá es la primera vez que lo vemos bailando con alguien que no sea amigo o familiar. Papá solo baila con nosotros.
—¿Tú también lo sacarás a bailar?.
—En un rato, aprovecharé más tiempo a mi hermosa acompañante.
Me sonrió como él sabía que me encantaba y me ruboricé.
—Luces tan bella—susurró contra la piel desnuda de mi hombro. Me había puesto un vestido de pliegues verticales color mostaza, corto, sin tirantes, pero con escote en forma de corazón. Me lo había comprado Rámses y Gabriel lo retiró de la tienda cuando llevó a Susana al centro comercial—, creo que no tanto, normalmente odias mi vestido
— Haine votre robe- detesto tu vestido—su sonrisa ladeada me envió un escalofrío por toda mi columna vertebral—solo se verá bien cuando esté tirado en la arena.
—¿En la arena?—exclamé sorprendida con mi adrenalina comenzando a esparcirse por todo mi cuerpo, él asintió con deliberada lentitud.
— Je veux que tu me marquer que le vôtre - Quiero que me marques como tuyo —susurró en mi oído rozando mi lóbulo con su boca. Tragué seco y hasta perdí el paso del baile que llevábamos para su satisfacción.
— Posso roubar sua namorada?- Puedo robar a tu novia?—nos interrumpió Gabriel, ajeno a la conversación que acababa de interrumpir. Yo no despegué mi mirada de Rámses, pero el doble sentido de la frase de Gabriel no pasó desapercibida para él ni para mí.
— Vous pouvez danser avec ma petite amie et lui donner de retour- Puedes bailar con mi novia y devolvérmela.
Gabriel puso su mano en mi cintura y con la otra me sujetó la mano antes de comenzar a balancearnos. Rámses fue hasta donde su papá y también lo sacó a bailar. Los vi conversando aunque apenas si se movían y finalmente su baile terminó y caminaron hasta un grupo de compañeros de trabajo de Fernando. Bailé con Gabriel mientras comentamos a los invitados y el cambio que hicimos de la comida cuando Rámses pasó a nuestro lado bailando con una señora que le triplicaba la edad y murmurando hacia nosotros un «Ils sont très proches- están muy cerca», aunque en realidad no lo estábamos, Gabriel se estaba comportando de maravillas.
—A veces es tan...—comenzó a decir Gabriel
—¿Paranoico?—completé
—Adivino. Creo que la mayoría de las veces adivina lo que quiero hacer y solo se adelanta.
—Un día tendrás una novia y no podrás seguir haciéndome esos comentarios
—Un día tendré una novia y ella sabrá quién eres en mi vida.
—La novia de tu hermano—alcé mi ceja retándolo a contradecirme.
—La novia de mi hermano y mi mejor amiga.
Bailé con Mike quién me hizo reír hasta el cansancio con las anécdotas de los chicos y las veces que le tocó cuidarlos.
—Me da mucha risa lo celoso que puede llegar a ser melocotoncito. Estás bailando conmigo y ni así te quita la mirada de encima—Mike se reía, me acercó un poco más a él y le lanzó un beso a Rámses quien solo rodó los ojos.
—Demasiado diría yo, pero está bien, me da hasta risas sus ataques.
—Me encanta que mis chicos te hayan conocido. Los he notado muy distintos desde que estás en sus vidas. Fernando se siente menos estresado y los niños ya no son Pinkie Pie ni Marble Pie.
—¿Quiénes?
—Tienes que ver pequeño pony. No les digas esto, pero de pequeños ellos amaban esas caricaturas y me hacían verlas por horas. Pinkie Pie es la rosada toda risas y alegrías y Marble Pie es su hermana mayor amargada y triste.
La carcajada que solté fue tan fuerte que varios de los invitados voltearon a mirarme, incluyendo a los hermanos pony. Jamás los podría verlos igual.
Luego bailé con Hayden quien se disculpó en nombre de su hija, pero no lo acepté, en algún momento los padres dejan de ser responsables de las actuaciones de sus hijos, tanto como los hijos no pueden ser juzgados por los hechos de sus papás.
—Lo lamento Amelia, hablé con Susana. Siempre ha querido estudiar medicina así que le tocó separarse de su novio después de varios años. Eso la ha puesto bien... distinta. Y bueno, tampoco había conocido a este Rámses, así que eso también la sorprendió. Por mucho tiempo ella intentó, al igual que todos, sacarlo de la depresión donde vivía, pero solo hacía falta que una chica lo quisiera meter en la friendzone a la fuerza.
Reí por su comentario que me hizo recordar como creía que Rámses solo quería ser mi amigo. ¡Vaya que estaba ciega!.
—No tienes por qué disculparte por ella Hayden, no eres responsable por sus actos. Solo espero que no se repita...
.
Cantamos cumpleaños, los mesoneros se encargaron de repartir los trozos de pastel, comimos y tomamos. La noche transcurría de maravilla, una bocanada de aire fresco para todo lo que era mi vida. Rámses me tomó de la mano y me hizo caminar deprisa detrás de él, sorteando a algunos invitados hasta que llegamos a las escaleras que nos llevarían hasta orillas de la playa. Me quité los tacones y él sus zapatos, y caminamos enterrando los pies en la fría arena.
—¿Sigues enojada?—me preguntó mientras las olas acariciaban nuestros pies descalzos.
—Contigo no, con ella a veces—confesé.
—¿Qué veces?
—Las veces que recuerdo que ella existe.
—Ella no existe para mí.
Unió sus labios con los míos en un beso que no habíamos podido darnos en toda la noche, su lengua danzando con la mía, sus manos acariciándome, nuestros pechos agitados, retumbando al mismo ritmo frenético.
—Te amo a ti y solo a ti—me dijo cuando tuvimos que separarnos buscando aire.
—Yo también te amo solo a ti—respondí.
***
Fui al baño por quinta vez en la noche, mis pies estaban adoloridos por estar tanto tiempo parada. Al salir me senté en la primera mesa vacía que conseguí. Gabriel conversaba con Mike y algunos invitados, Fernando y Hayden reían, y Rámses y Susana conversaban cerca de la barra de bebidas. El ceño fruncido de Rámses me puso en alerta y decidí acercarme.
—La verdad es que no entiendo cuando te volviste tan... aburrido. Solíamos divertirnos, escaparnos—decía Susana.
—Maduré—respondió mi francés.
—Una mierda. Me gustabas más como eras antes.
—Antes estaba amargado, molesto, deprimido. Era autodestructivo. Ya no soy así.
—Ella te está ablandando—bufó la rubia.
—Ella me mejoró. No puedo entender como dices quererme cuando prefieres verme deprimido y amargado. Ella me ama y me hace reír, así deberían ser las cosas.
—Pensé que yo podía devolverte la sonrisa, pero te volviste a mudar.
Él se encogió de hombros como si sus palabras poco le importaran.
—Quizás podamos retomar donde lo dejamos—insistió. Solo entonces me di cuenta que arrastraba un tanto sus palabras.
—No dejamos nada de donde retomar.
—Entonces creemos algo. Si no puede ser ahora, será cuando estemos en Columbia—su mano acarició el brazo de Rámses y él lo apartó.
—Ya me has causado demasiados problemas con Amelia en muy poco tiempo. Mantente alejada de mi Susana, si no quieres que traiga al Rámses del pasado y te ponga en tu lugar.
—¿Qué piensas hacer?—la maldad bailó en su boca.
La mirada de Rámses cambió y antes de que pudiera llegar a donde se encontraban la tomó por el brazo y la llevó a un costado del restaurante. Los seguí de cerca movida por la curiosidad y sin querer ser descubierta.
—Nunca estaré contigo, porque no eres más que la imbécil drogadicta que me enseñó las drogas. Y sigues teniendo la misma actitud: si no puedes ser mejor que nadie, debes destruirlos a todos. Estoy muy seguro que no querrás que tu papá se entere de tus negocios turbulentos y la verdadera razón por la que necesitabas salir de España.
La cara de Susana palideció y se soltó del agarre de Rámses con fuerza.
—No te atreverías. Tu dulce Amelia se enteraría—retó.
Con una sonrisa sincera en su rostro Rámses le respondió: —Ya Amelia conoce mi pasado, y me ama a pesar de él, a diferencia de tí, yo no finjo ser otra persona para ganar amor. Mantente. Alejada. De. Mi. Y ya que estamos de Amelia y de Gabriel.
—Ella lo ama—habló antes de que Rámses se marchase. Me pegué a la pared para evitar ser vista, ahora solo podía escucharlos.
—No es así.
—Estás tan ciego que no ves como la mira.
—No me importa como Gabriel la miré, solo como ella me mira a mí—respondió con su voz irritada.
—Te conformas con ser plato de segunda mesa
—Y si fuese así prefiero ser su plato de segunda mesa, que cualquier cosa tuya.
—Terminará dejándote, se revolcará con él cuando estén en Boston.
—C'est suffisant- es suficiente—siseó Rámses— Vete a la mierda Susana. No te metas donde no te incumbe, busca quien te haga la caridad, sí es que queda alguien además de Gabriel y de mí, con quien no te hayas acostado.
Los pasos apresurados de Rámses me hicieron voltearme y desear ser invisible. Por suerte estaba tan molesto que no me vio cuando pasó a mi lado.
Por mis venas corría la furia de esa conversación. Susana por fin sacó sus garras. Era una zorra en toda la expresión de la palabra, no solo buscaba meterse en mi relación, sino que además fue culpable del periodo de drogas que me contó Rámses. Ella era una manzana podrida que quería muy lejos de mi familia.
Los pequeños pasos de Susana retumbaron en el piso. No pensé, solo lo hice. Puse el pie en el momento que regresaba al salón y tropezó con él haciéndola trastabillar aleteando en el aire como si quisiera volar y evitar su caída, pero finalmente su pie se dobló de forma dolorosa y terminó cayendo y deslizándose sobre el piso cuan larga era. Fue más aparatoso de lo que esperaba, pero también mucho más satisfactorio. Contuve la sonrisa y antes de que alguien me descubriese me alejé de la escena del crimen.
Me paré en la barra de bebidas, fingiendo no saber que los murmullos que se escuchaban eran las personas ayudando a Susana a levantarse del piso.
—Estoy seguro de que tienes una buena explicación para todo eso Mia Beleza—susurró Gabriel a mi lado— porque no quiero pensar que eres una persona tan rencorosa así.
—La tengo, pero ¿y si no la tuviese? ¿Y si yo si fuese una persona así de rencorosa?—él me escrutó con su mirada y sonrió.
—Me gustarías más.
Rodé los ojos:—No soy rencorosa, eso se lo merecía solo por el día de hoy.
—Igual me gustas más.
—¿Qué te gusta más?—preguntó Rámses tomándome por la cintura y besando mi cuello
—¿Ya viste lo que le pasó a Susana?—dijo el portugués cambiando el tema.
—Se lo merecía—respondió encogiéndose de hombros y yo disimulé mi sonrisa dentro de la bebida.
—Ustedes son tal para cual—rió Gabriel.
Susana al otro extremo del salón era examinada por su papá de forma exagerada a juzgar por la expresión de su hija. Su vestido se había ensuciado, su tacón roto, de despeinó y hasta su cara estaba sucia. No me importó, no me sentí mal, ni sentí lastima por ella, aunque esperaba que eso no me convirtiese en mala persona, en mi defensa solo pensé que tropezaría, no que su caía fuese digna de un video viral.
— Attention où vous mettez vos mains, mon frère, ne veulent pas manquer-Cuidado donde pones tus manos, hermano, no querrás perder ninguna—habló Rámses despertándome. El camino de regreso a casa resultó agotador. Fernando alquiló una limosina donde entrásemos todos y sin embargo Rámses me sentó sobre su regazo donde se me hizo muy fácil quedarme dormida. En algún momento de mi sueño, flexioné mis piernas y terminaron sobre Gabriel, quien luego de la advertencia de Rámses, tuvo extremo cuidado de no tocarlas.
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Nota de Autora:
Miércoles de #NJLP
Baia Baia con la Gusana, digo, Susana... toda una cajita de sorpresa!
Gracias a todos por su apoyo con esta historia, sus votos, sus lecturas, sus comentarios... ¡TODO! Jamás imaginé esto y me hace muy feliz que nunca dejan de sorprenderme.
Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.
Mañana jueves habrá una dinámica bastante especial : )
Baisers et Abraços
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