Capítulo 33. SOMETIDO A TU CONSIDERACIÓN.
Eventualmente logré calmarme. Rámses no se me acercó en ningún momento y eso me dolía aún más. Ambos nos teníamos reservas, ambos estábamos lastimados.
Nos miramos sin saber que hacer a continuación pero el dilema fue resuelto cuando Gabriel tocó la puerta y entró. Su cara me sorprendió y miré a Rámses buscando una explicación, pero él solo mantuvo su mirada sobre su hermano, luciendo impasible e inescrutable.
Gabriel tenía la ceja, la nariz y la boca partida, fue solo en ese momento que vi que Rámses también llevaba rastros de pelea, una más reciente que la que presencié en la casa. Su ojo y su boca estaban hinchados y un cardenal comenzaba a aparecer en uno de sus pómulos. Quizás era la blancura de la piel de Gabriel lo que hizo que se notase más rápido los golpes o el bronceado de Rámses el que lo disimuló. O quizás fui yo, la que lo notó primero en Gabriel que en Rámses. Aparté ese pensamiento de mi cabeza y todo lo que podía implicar.
Gabriel le entregó su prueba a Rámses luciendo bastante molesto y se cruzó de brazos expectante. No sé si era el momento adecuado o no, pero por cómo estaban las cosas bien podía no existir un buen momento. Alcé la cara para mirar a Gabriel y lo conseguí con su mirada clavada en mí y cuando se dio cuenta que lo miraba sus mejillas se tornaron escarlatas y giró la cara. Él recordaba todo, y yo recordada nada y quería y necesitaba saberlo, aunque me daba terror hacerlo.
Rámses salió del baño con su cara contraída, no sabía que fuese posible que luciese más molesto que antes, pero lo estaba. Se acercó a su hermano y estrelló desafiante su pecho contra el de él, haciéndolo retroceder un paso y retándolo con la mirada a quejarse. Sus frentes estaban unidas, los puños de Rámses apretados con fuerza a los lados de su cuerpo.
—Au moins me dire que vous étiez en état d'ébriété- Por lo menos dime que estabas borracho—siseó muy cerca de su rostro. Gabriel tragó seco y asintió repetidamente—. ¡Parler-Habla!
—Estava bêbado- Estaba borracho—respondió el portugués.
—¿Qué?—pregunté para que recordaran mi presencia y hablaran algo que yo pudiese entender.
—Su resultado fue negativo—me explicó Rámses con sus dientes apretados.
Ahogué un grito y antes de que pudiese decir algo Rámses conectó su puño en el rostro de su hermano y Gabriel no se molestó en defenderse.
No podía creerlo. Gabriel, que sabía lo que había vivido con Stuart, que me vio llorar y sufrir por eso, ¿se aprovechó de mí?. Comencé a llorar sin poder evitarlo y a pesar de eso no podía dejar que los hermanos se lastimaran a golpes. Me interpuse entre ellos cuando Rámses pretendía asestar un segundo golpe y Gabriel recibirlo sin rechistar.
—Y dice que estaba borracho. Mientras tú estabas drogada sin saber lo que hacías, él estaba mucho más consciente que tú de lo que estaba pasando.
— J'étais ivre, j'en ai pris trop. J'ai des traces dans ma mémoire depuis que je suis arrivé dans cette maison - Estaba borracho, tomé demasiado. Tengo borrones en mi memoria desde antes de llegar a esa casa—dijo Gabriel.
Rámses volvió a alzar su mano y coloqué mi mano sobre su pecho tratando de evitar que avanzase hasta su hermano.
—Es suficiente—mi mirada le imploró a Rámses que parase y él retrocedió. —Explícate por favor—le pedí a Gabriel—, necesito que me digas por qué, por el bien de nuestra amistad, de tu relación con tu hermano, necesito que me digas...
—Porque te ama—me interrumpió Rámses—, É isso. Você fez isso porque a ama, certo?- Es eso. Lo hiciste por que la amas, verdad?—Rámses habló en portugués sorprendiéndome.
Gabriel salió del cuarto sin decir una palabra. Rámses bufó molesto como nunca antes y se alejó de mí, todos sus músculos estaban tensos, haló exasperado su cabello y se tumbó sobre la silla del escritorio, ocultando su rostro entre las manos.
Me acerqué hasta él temerosa.
—Tengo que ir a hablar con él— me miró confuso y hasta dolido—. Es tú hermano Rámses, tú sangre, no un extraño que puedes dejar de ver o de hablarle. Necesitamos arreglar esto, déjame ir a hablar con él y regresaré aquí.
Me miró con sus ojos miel enrojecidos.
—¿Regresarás a mí?—su pregunta me llegó al corazón.
—Nunca me he ido de ti. Siempre he estado contigo—lo vi mirar mi boca con ganas de besarme y yo misma quería ese beso, pero no sucedió, era aún muy pronto.
Salí de la habitación y con una respiración profunda entré a la de Gabriel. Él lanzaba al suelo todo lo que se interponía en su paso y se giró sorprendido cuando vio que era yo, quizás esperaba a Rámses. Su boca volvía a sangrar. Caminé a su baño y noté el mismo orden que reinaba en el baño de Rámses. Busqué unos algodones y los humedecí, regresé a la habitación donde él estaba recostado de una pared.
—Siéntate—ordené mostrándole lo que pretendía con los algodones.
Me acerqué y comencé a limpiar sus heridas con mucho cuidado mientras el torcía el gesto de dolor. Su cara y la mía se encontraban lo suficientemente cerca pero la tensión que existía entre nosotros ahora era muy distinta. Cuando terminé de limpiar sus heridas me senté a su lado en la cama y volví a pedirle una explicación
—Estaba borracho, mucho, hay muchas cosas que tampoco recuerdo ni siquiera de cuando estábamos en el local—se apresuró a explicarme—, no sé dónde estaba Rámses, no logro recordarlo, pero subí buscando donde acostarme un rato, me sentía muy mal; entonces abrí la puerta del cuarto y te escuché vomitando en el baño y corrí a ayudarte. Cuando estuve seguro de que no tenías nada más que vomitar te levanté y te llevé a la cama. Tú te tumbaste riendo y balbuceando cosas que no entendía y me hiciste reír con tus gestos. Me recosté a tu lado cuando te comenzabas a quedar dormida. Sé que quizás debí irme, pero estaba cansado y lo suficientemente borracho para... no querer marcharme.
Él tomó una respiración profunda y bajó su cabeza, la puerta de su cuarto se movió haciéndome voltear, pero Gabriel no lo notó. Rámses se asomó por el resquicio y me buscó con la mirada, asentí para que supiese que estaba bien que se quedara. Estaba segura de que estuvo escuchando todo lo que habló su hermano y no me importaba, eso solo me ahorraría tener que volver a contarle todo.
—Yo no me aprovecharía de ti. Me quedé dormido, ya te dije que estaba cansado y desperté contigo sentada encima de mí a horcajadas, ya estabas en ropa interior al igual que yo y seguías riendo y balbuceando cosas, eso es todo lo que recuerdo hasta ahora.
Recordaba mucho más que yo y en algún punto lo agradecí, no estaba lista para lidiar con todo lo ocurrido.
—Te quiero porque eres mi amigo, porque eres mi cuñado. Te debo una disculpa porque fueron mis acciones las que te pusieron en esta situación, aunque no estuviese en dominio de mis actos. No quiero que esto te traiga problemas con tu hermano y no quiero que esto afecte la relación que existe entre nosotros... porque soy la novia de tu hermano y quiero que nos llevemos bien—una sombra se movió debajo de la puerta y supe que Rámses se había marchado, quizás ya había escuchado lo que su corazón dolido quería escuchar.
—Yo también te quiero, por esas mismas razones y unas muy distintas, pero aun así no me aprovecharía de ti ni me interpondría entre ustedes. Amelia, puedo bromear mucho y me encanta hacerlo molestar como buen hermano menor que soy, y también me gusta molestarte a ti, pero yo nunca cruzaría ese límite. Amo a mi hermano y yo nunca, nunca...
Lo hice callar cuando toqué su hombro, lo envolví en un abrazo que él tanto necesitaba. Me lo correspondió con fuerza y lo escuché sorber su nariz.
—Descansa Gabriel. Ya veremos cómo salimos de esta—él asintió y yo me levanté para marcharme.
Cuando estuve a punto de salir del cuarto me tomó de la mano para frenar mi avance y me tomó por la nuca para plantarme un beso en los labios. De la sorpresa abrí los ojos y vi los de él cerrados. Sus labios eran tibios y él olía al alcohol que estuve usando para limpiar sus heridas.
—Solo quería sabe...
Le crucé la cara con una cachetada que me dejó ardiendo la mano y salí de su habitación. Me recosté de la pared con el pecho acelerado y llevé mis manos a mis labios, donde las cosquillas me recordaban el lugar exacto donde Gabriel acababa de besarme. Necesitaba recordar lo que pasó ayer. No podía quedarme sin saber, o mi mente comenzaría a rellenar los espacios en blanco a su antojo.
Entre una vez más en el cuarto de Rámses y encontré la cama vacía pero el agua de la ducha corriendo. Fue mi necesidad de arreglar lo que pasaba entre nosotros lo que me llevó a entrar al baño sin que me importase si él necesitaba tiempo a solas. No quería perderlo y aunque los dos fallamos, necesitaba enmendar mi parte aunque no tenía idea de cómo hacerlo. Quería demostrarle de todas las formas posibles que lo lamentaba, que necesitaba que me perdonara y que a la persona a la que quería era a él.
Y me puse en su lugar, yo necesitaría hechos por encima de las palabras, demostraciones de que no estaría exponiendo mi corazón a ser pisoteado. Y es lo que haría con Rámses, le enseñaría de cualquier forma que lo que pasó fue un error y que no se volvería a cometer.
Las puertas de la ducha eran lo suficientemente transparentes para verlo a través de ellas con sus brazos apoyados en la pared, dejando que el chorro de agua corriese desde su cabeza hasta su espalda. Giró su cara para verme y como no me pidió que me fuese me quedé y comencé a quitarme la ropa, él volvió a mirarme y cuando no dijo nada, entré a la ducha con él.
Tomé el gel de baño y me apliqué un poco en mis manos y comencé a enjabonar su espalda. Tenía varios moretones por los costados que me hicieron tragar grueso cuando recordé la fuerza con la que ambos hermanos de golpeaban. Pasé la mano con delicadeza por la zona y aún así sentí los músculos contraerse con mi contacto.
No pude evitar pensar en Gabriel, quien estaba en peores circunstancias y no contaba con nadie en estos momentos para ayudarlo, pero tuve que bloquear esos pensamientos, porque como estaban las cosas lamentablemente no podía ir a consolarlo también. Yo quería muchísimo a Gabriel, por las razones que le dije, pero amaba a Rámses y debía permanecer a su lado.
Cuando terminé de enjabonar su espalda, brazos y pecho, él tomó mi gel de baño e hizo lo mismo con mi espalda. No fue nada sexual, estábamos tan heridos que era imposible.
Terminamos lavando las caricias ajenas que estuvieron en nuestros cuerpos, borrando esas marcas que por un momento suplantaron las nuestras. Nos acostamos en la cama, sin tocarnos, sin decir ni una sola palabra, y cuando el amanecer rompió la noche oscura que acabábamos de vivir, nos quedamos dormidos.
***
—¡No puedo creer esto! Definitivamente yo no sé cómo hablar con ustedes. Hablamos cinco idiomas y aun así no me entienden. De aquí no se moverán hasta que me expliquen que pasó. ¿De qué coño me perdí?—gritaba molesto el señor Fernando, dirigiéndose a dos adolescentes golpeados y cabizbajos— Hoy llegan los abuelos de Amelia, ¿Esta es la impresión que quieren darles?.
Tomó el mentón una vez más de Gabriel y doblándose hasta quedar a su altura volvió a examinarlo: —¿Que animal te hizo esto? ¿Te atropelló un auto? ¿Se metieron en una pelea?.
El señor Fernando se reincorporó y les pidió que se levantasen.
—Súbanse las camisas—cuando no hicieron nada, habló más fuerte—. ¡Ahora!.
Los hermanos obedecieron.
—¡Me lleva la putada! ¿¡Pero que mierda!?.
Ya había visto las marcas de Rámses y sin embargo ver su cuerpo marcado se me hizo difícil, pero era la primera vez que veía las de Gabriel. Saber que estaba así por mi culpa y que fue su hermano quien se lo hizo, me quitó el aire. Tuve que voltear la cara para que nadie viese mis ojos cristalizados.
—¿Fueron detrás de Stuart? ¿Es eso?
—No—dijeron al unísono y fue lo único que habían dicho en todo este tiempo, el señor Fernando respiró un poco más calmado.
—Necesito que me digan ya que fue lo que pasó, porque no puedo entender como coño una simple salida se convierte en esto. ¡Hablen coño! Ustedes ya no son ningunos niños y me sabe a mierda el código de hermano, los interrogaré hasta que alguno se quiebre y saben muy bien que sé cómo hacerlo.
Vi a los hermanos ponerse nerviosos y bajar la mirada. Era admirable la capacidad de mantenerse callados y no decir nada del otro. No sé cómo lo lograban, cuando yo estaba que confesaba.
—Más le vale que alguno de los dos comience a explicarme. ¿Por qué mierda tienen la cara y los cuerpos así?
Fernando se volvió a acercar a la cara de los chicos y hasta llegó a revisarle las manos, donde apreció sus nudillos lastimados. Pero ni así los chicos abrieron la boca.
—No se crean que porque tengan la edad que tienen no los puedo castigar, porque se sorprenderían las excelentes ideas que tengo. Hablo de verdaderos castigos...
Él sonrió y los chicos tragaron grueso, ni siquiera me imaginé lo que podía estar pensando.
—Se acabó, no puedo con esta situación. No habrá más salidas, olvídense de la camioneta, cortaré la extensión de mis tarjetas, me entregarán los celulares y las computadoras y tendré que hablar con los abuelos de Amelia— Ninguno hablaba y me pidieron con la mirada que intercambiamos que permaneciese callada—, porque como entenderán si ustedes se la pasan metiéndose en peleas, ellos no sentirán que su nieta estará segura con nosotros y...
No pude permanecer callada por más tiempo
—No fue culpa de ellos—me atreví a decir, la mirada furibunda del señor Fernando ahora se clavó en mí, aunque se dulcificó un poco y sonrió. Rámses me miró y negó con la cabeza, lo mismo que hizo su hermano. Tomé aire y rogué al cielo que todo me saliese bien.
—Por fin alguien sensato hablará. Dime Amelia, ¿Qué fue lo que pasó?.
—Unos tipos intentaron propasarse con Pacita y conmigo y Rámses y Gabriel nos defendieron... y todo se salió de control.
Los ojos miel del mayor de los O'Pherer me escrudiñaron, atravesando mi mirada hasta los confines de mi ser. Este hombre se dedicaba a leer a las personas, a estudiarlas y a destruir sus caras de póker, por lo que esperaba que mi mentira lo convenciese lo suficiente. Se giró a sus hijos y los volvió a evaluar.
—¿Y supongo, que tener un padre dedicado a la diplomacia, que hace de su vida una eterna negociación y dialogo, que es profesional en alejarse de las disputas, guerras y peleas, no ha servido en nada para ustedes?—su tono era firme y frío como nunca— Espero que esto no haga pensar a los abuelos de Amelia que su nieta vive con unos salvajes que le traerán problemas.
Respiró profundamente, tratando de calmarse.
—Ya veo que te arrastraron al lado oscuro. Aprecio tu intento de mentir por mis hijos, pero eres pésima mintiendo y yo conozco muy bien a mis creaciones. Pero algo puedo sacar de eso, si fue una pelea, pero lo suficientemente grave como para que prefieran estar castigados de por vida en la era de la prehistoria.
Bajé mi cabeza apenada por haber sido descubierta en la mentira.
—Y jamás les hubiese dicho nada a tus abuelos; a pesar de que estos dos se comportan como niños de primaria, sé que no estarás en mejor lugar.
—Lo dijo para que confesara—murmuré asombrada y él sonrió
—Por supuesto y me sorprende que ni así me dijiste la verdad, por lo que debe ser realmente malo. Por lo menos díganme algo ¿tengo que esperar la llamada o la visita de la policía?
Negamos con la cabeza
—¿Tengo que esperar la llamada o visita de alguno de los otros integrantes de esta pelea, de sus familiares o amigos?
Volvimos a negar.
—¿Mataron a alguien o lo dejaron físicamente incapaz de poder venir a reclamar?
Negamos.
—¿Venganza, represalias, revancha?
Volvimos a negar.
—Entonces... la o las personas con la que pelearon no tiene amigos, familiares, conocidos que den la cara por ellos; tampoco intervino la policía y no hay nadie incapacitado para venir a hablar y tampoco buscará venganza, represalias ni revancha... Ya veo.
El señor Fernando los miró con lentitud y los hermanos giraron sus rostros en direcciones opuestas, ocultando sus caras de la mirada inquisitiva de su padre.
—Ya veo...
Se giró para marcharse sin decir más. Los chicos volvieron a tragar grueso, quizás no estaban acostumbrados a este tipo de regañinas, quizás no pensaban en las consecuencias con mis abuelos, pero en cualquier caso lucían avergonzado de sus acciones.
—Cuando los abuelos de Amelia se marchen, discutiremos su castigo y eso incluye a Amelia.
***
Mi abuela, Adele, me envolvía en sus abrazos sin intenciones de darle turno a mi abuelo. Sus arrugas se llenaron de lágrimas a pesar de que estaba sonriendo tanto o más que yo.
Tenía demasiado tiempo sin verlos.
Me invitaron a comer con ellos, teníamos mucho de qué hablar. Acudimos a un restaurante de comida italiana y después de ordenar tocamos el tema de la universidad. Le conté a ambos mis modestos planes de vida que por supuesto, no incluían estudiar por falta de dinero.
—Existe un fondo para tu universidad—explicó mi abuelo —Cuando tu mamá nos pidió un préstamo para iniciar su propio negocio ofreció cancelarnos el dinero, pero nos negamos, en cambio acordamos abrir un fondo universitario a tu nombre, el problema con eso es que podrás disponerlo a los 18 años y los pagos para inscribirte deben realizarse antes.
Mi boca se abrió de la sorpresa y emoción.
Me levanté de mi asiento y rodeé la mesa para abrazarlos. ¿Que importaba si debía esperar unos meses o un año entero sin estudiar?, lo importante es que podría hacerlo. Los besé y les agradecí, porque por fin estaba recibiendo buenas noticias en muchísimo tiempo. Tampoco me importó cuando me dijeron que no alcanzaría para mis primeras opciones universitarias, pero me conformaba con inscribirme en cualquier universidad que diese la carrera que deseaba estudiar.
Mis abuelos acordaron hablar con mi mamá para finiquitar ese asunto, aunque era algo que se escapaba de la prohibición de ella, el dinero se depositaría de forma automática por el banco a mi cuenta, quisiera ella o no. Después llegó el momento de la pregunta que temía responder. ¿Quería irme con ellos a Florida ahora o esperar graduarme del instituto? ¿Me iría después de graduarme y me quedaría con ellos hasta que consiguiese cupo en una universidad?.
Quería terminar las clases, no interrumpir mi último año, lo demás ya lo vería llegado el momento. Acordé consultarle al señor Fernando si podía quedarme a terminar las clases, aunque en realidad quería era hablarlo con Rámses, una noche de silencio no implicaba que las cosas estuviesen bien con nosotros.
Regresamos a la casa un poco tarde en la noche y mis ojos se cristalizaron cuando entramos a la casa y vi a los hermanos O'Pherer viendo un partido de futbol frente al televisor. Se me hubiese partido el corazón una vez más si los hubiese conseguido distantes. Ambos me dedicaron una pequeña sonrisa ladeada, tan parecida que se me hizo extraña, pero la correspondí con una sincera mientras me limpiaba con disimulo las lágrimas.
En la cocina conversamos un rato con el señor Fernando, quien estuvo más que de acuerdo en que terminase el año del instituto aquí, y se mostró tan feliz como yo de saber del fondo universitario. Lo abracé cuando aceptó, pero aún así les dije que debía hablarlo con Rámses.
Poco después mis abuelos se quisieron ir a acostar, el viaje y la cena los dejó cansados. Los llevé hasta el cuarto de huéspedes, dejando claro que yo dormiría en el cuarto de Rámses y él y su hermano Gabriel dormirían en el cuarto del último.
—Pero nada de gatear—advirtió.
Me reí confundida: —¿Gatear?
—Si, como hacen los gatos, escabullirse de una habitación a otra. Nada de que Rámses gatee a tu habitación
Mis mejillas debían ser rojas escarlatas y me apresuré a salir de su cuarto, una pequeña punzada de dolor me atravesó porque dudaba muchísimo que como estaban las cosas entre nosotros Rámses gatease a mi lado. Me dirigí a la cocina, me sentía repentinamente sedienta y triste, así que quería alguno de los bizcochos de Gabriel y me lo conseguí allí robando algo de la nevera. Me ofreció una de las botellas de agua y me dijo donde guardaba sus galletas.
—Me alegra ver que las cosas con Rámses están mejor.
—Es mi hermano, no podemos estar molestos todo la vida—dijo despreocupado mientras sacaba un poco de mantequilla de maní y la untaba en un pan— también influyó que le contase todo lo que pasó entre nosotros— me sorprendí por su declaración y más que nunca quise recordar—. Ya recuerdo todo lo que ocurrió.
—Entonces cuéntame, necesito saberlo.
—No lo necesitas—terció— y yo no puedo decírtelo.
—Si puedes. No es tan difícil. Sé que no tuvimos sexo—fue a la conclusión que llegué luego de razonarlo muchísimo—, pero ¿hicimos otra cosa?—su postura me enervaba.
—Es cierto, no tuvimos sexo, pero lo que pasó entre nosotros es muy distinto para mí que para ti. Digamos que tu hiciste una cosa, mientras yo hice otra bastante distinta—pasó por mi lado negándose a darme una respuesta directa y salió de la cocina dejándome allí, sola.
Le di vueltas y vueltas a su escueta y esquiva respuesta hasta que llegué a la única conclusión posible: Si pasó algo más, pero para mí fue solo algo sexual, mientras que para él no. Y lo peor, como si ese ya no fuese una catástrofe, se lo había dicho a Rámses.
Me sentí sucia de inmediato. Una cosa era haberme entregado a Rámses, a quien amaba, quien me enseñó a hacer el amor después de que Daniel destrozara todos mis conocimientos previos, y otra muy distinta era lo que sea que hubiese pasado con Gabriel, mi cuñado, una persona que quería mucho pero que no amaba como para estar con él.
Después de estar con Rámses, no querría volver a estar con una persona sin que existiese amor, y para ser sincera, no me imaginaba estando con otra persona que no fuese él.
—Tenemos que hablar—fue lo primero que me dijo Rámses en cuanto entró a su habitación, donde yo estaba sentada en la cama sin saber cómo conciliar el sueño sin él a mi lado. No puedo decir que sus palabras me sorprendieron, pero no dejaban de asustarme y de dolerme—, sé que quieres saber lo que pasó. Gabriel ya me lo contó y yo te lo diré a ti si de verdad lo quieres y necesitas saber.
¿Lo quiero de verdad? ¿Lo necesito?
Me tomé un momento para pensar su pregunta. Una parte de mí no quería saber lo que hice porque temía que mi forma de ver a Gabriel cambiase, también porque no sabría cómo volver a mirar a Rámses a la cara después de saber cómo le había fallado. Me daba curiosidad e intriga, por supuesto, eran horas de mi vida borrada que me angustiaban. Mi mente continuaba imaginando los peores escenarios de lo que pudo ocurrir y sin tan solo supiese con certeza lo que pasó en aquella habitación por lo menos dejaría de torturarme. Pero tampoco necesitaba saber los detalles, no me importaban en realidad. Lo único que de verdad anhelaba es que sea lo que sea que pasó en ese cuarto, Rámses y yo lo pudiéramos superar.
—Necesito es saber si tú podrás seguir conmigo después de saberlo.
—Si puedo—respondió sin titubeo alguno.
—Eso es lo único que me importa de verdad.
Rámses asintió y se sentó en la cama, guardando un espacio prudencial conmigo que me dolió inmensamente. Pensé que era eso lo que tenía que decirme, pero al parecer no era así, había más.
—Aun no logro saber quién fue la persona que nos drogó. Hubiese estado seguro de que fue Marié, pero ella no se acercó a las bebidas en toda la noche, lo sé, porque estuve pendiente. Los chicos están en una nueva gira y pasará algún tiempo hasta que regresen a la ciudad. Cuando sepa quien fue y por qué lo hizo, se lo haré pagar y toda la amistad con ese grupo se acabará definitivamente.
Asentí satisfecha con sus palabras. No quería saber nada de esos tipos.
—No quiero que existan secretos entre nosotros Amelia. Gabriel me contó del casi beso que te dio durante el viaje y no me gustó para nada enterarme por él, pero ese es el menor de nuestros problemas. A él le exigí algo para poder dejar este problema atrás, y a ti aunque no te lo puedo exigir, si te propondré lo mismo, sometido a tu consideración.
Me miró expectante y mis manos temblaban nerviosas. Por lo menos esta conversación no empezaba con un "terminamos" o "necesito un tiempo", hasta ahora.
—Quiero que entre nosotros solo exista la verdad más clara y absoluta que podamos entregarnos, total e incondicional transparencia. No quiero secretos, misterios, nada.
Eso podía hacerlo. Odiaba las mentiras y bastante viví con secretos en mi vida, pero cuando estaba por hablar me interrumpió.
—Como veras en mi familia somos muy sinceros los uno con los otros, no hay secretos ni limites, por lo que puedo entender que se te haga difícil lo que te pido. Pero no sé qué más hacer Amelia para que podamos... arreglar esto.
—Lo haré. No necesitas explicar más. Seré siempre sincera contigo, solo con la verdad absoluta, buena o mala—extendí mi mano para estrecharla con la de él y cerrar así el trato. Rámses la tomó y sonrió por el gesto. Era la primera vez que lo veía sonreír desde que esta locura comenzó.
—En honor a esa verdad hay varias cosas que debo contarte, no son del todo mis secretos, pero ni siquiera esos quiero que queden entre nosotros. En Francia, tuve problemas de drogas y arrastré conmigo, y sin querer por supuesto, a Gabriel. Yo salí de ese mundo porque lo hice más por la moda y querer probar, pero él no lo tuvo tan fácil, le costó mucho más, no importaba a donde nos mudáramos él siempre conseguía la forma de drogarse, por eso aquella vez que fuimos a acantilado te pedí que no le dijeras a mi hermano, no quiero que tenga esas tentaciones cerca. Gabriel comenzó a meterse en problemas cada vez más serios y yo intenté cubrirlo y ayudarlo a toda costa, cargando con muchos de ellos bajo mi responsabilidad. Él último que tuvo terminó muy mal para él, se metió con unos distribuidores que casi lo matan a golpes y yo no pude mantenerme al margen. Mandé a uno de los tipos al hospital y yo terminé detenido, pero les había escondido parte de la mercancía que distribuían como póliza de seguro. Los tipos acordaron no levantarme cargos si la entregaba y eso hice, esto solo lo sabe Mike y bajo confianza de abogado-cliente. Cuando salí de la cárcel Gabriel dejó las drogas y pasamos unos meses bien hasta que nos tocó reincorporarnos a clases. Los distribuidores habían sido apresados, pero salieron en libertad y por supuesto buscaron venganza. La pelea en la que nos metimos con ellos nos costó la expulsión de ambos. Fue cuando papá decidió traernos con él a Estados Unidos. Por eso entenderás que mi papá siempre tenga pruebas caseras de drogas y que le estallasen los nervios cuando nos vio golpeados de esa forma.
Eso no me lo esperaba venir, siempre asumí que los problemas a los que hacían siempre mención eran de lleno responsabilidad de Rámses, la cara simpática y amable de Gabriel me hacía imposible creer que él hubiese podido ser culpable de algo. Lo juzgué por su apariencia, por su portada, y ahora que era un libro abierto para mí podía darme cuenta de mi error. ¿Cuántas veces he juzgado a una persona por lo que alcanzo a ver, sin detenerme a pensar lo que está debajo de la superficie? ¿Cuántas veces hemos juzgado a un libro por su portada, rechazándolo sin darle una oportunidad, quizás perdiéndonos la mejor lectura de nuestra vida?.
No permitiría que eso me volviese a pasar.
—También debes saber que Gabriel tiene un afán de competir conmigo por cualquier mujer y que eso comenzó con mi mamá. Él creía que me amaba más a mí que a él y él era más unido a mi papá que a ella. Cuando mi mamá falleció no pudo recuperar el tiempo perdido, y desde entonces ha competido el amor por cualquier chica con la que haya estado.
—¿Incluyendo Marié?
—Incluyendo a Marié—confirmó—. Y todo empeoró con Andrea, él estaba saliendo con ella, estaba enamorado y yo... me entrometí en esa relación. No es algo que me haga sentir orgulloso, fui un maldito egoísta que le rompió el corazón y traicionó su confianza en mí. Esas cosas afianzaron su necesidad de competir conmigo y ganar. Para él es como un juego, uno donde él se mete en la cabeza la chica, le coquetea, la seduce y cuando ella acepta o cae, él ya tiene suficiente, gana el juego, y cuando eso pasa yo ya no quiero nada con esa chica. Nunca antes llegó a cruzar la línea con ninguna, cayesen o no, hasta ahora. Todo lo que está pasando en este momento forma parte de una desviación de esa competencia que siempre tuvo conmigo, y digo desviación porque creo que las cosas se le salieron de control, que quedó envuelto en su propia competencia. Sé que le gustas y mucho, te ama Amelia, aunque lo que no sé es hasta que punto es un sentimiento sincero o... una forma de protegerse.
—¿Protegerse de qué?—pregunté confundida
—Su corazón se rompió cuando se enamoró de Andrea, me parece que él cree que si se enamora de un imposible, tú en este caso, puede evitar que le rompan el corazón de verdad, otra vez.
¡Hola!
Les adelanto el capítulo de mañana porque estaré algo ocupada y no quiero quedarles mal.
Aunque no sabemos que pasará con Rámses y Amelia, por lo menos están hablando y ambos tienen intenciones de arreglar las cosas.
Gabriel está hecho todo un lio, si antes sentía algo por Amelia, después de esa noche...
Pero no todo fue malo... ¡Amelia irá a la universidad!
¿Y la regañina de Fernando? Fuerte, fuerte, fuerte el suegrito!
No se olviden de votar y comentar.
Baisers et Abraços
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