Capítulo 30. SI YO SUFRO, TÚ TAMBIÉN LO HARÁS BOMBÓN.
La llegada de mis abuelos se vio retrasada por una tormenta de nieve que suspendió los vuelos hasta que pasase, pero eso solo sirvió para que en las siguientes semanas los O'Pherer y yo creáramos una buena rutina. Yo me levantaba temprano a regañadientes de Rámses y me alistaba. Preparaba el desayuno para todos, aunque la cocina jamás ha sido mi fuerte, pero unas tostadas y un poco de cereal no era problema, el café... bueno, aún seguía practicando, aunque los O'Pherer se lo tomaban tratando de disimular el mal sabor. Los almuerzos los preparaban Rámses y Gabriel, y las cenas eran en su mayoría una copia del desayuno o comprada afuera.
Me dediqué también a limpiar y organizar un poco la casa. Conseguí por error una de las facturas del personal de limpieza que pagaba el señor Fernando y casi que me morí; así que obligué a los chicos a que me ayudasen con la limpieza. Un día el señor Fernando llegó cuando estábamos limpiando y dijo que llamaría a Mike y a Hayden para avisarles que ahora si era verdad de que el fin del mundo estaba llegando. Incluso les tomó algunas fotos porque al parecer ninguno le creyó.
Todas las tardes al salir del instituto esperaba. Esperaba unos minutos, quizás hasta media hora. Lamentablemente tenía la esperanza de que mi mamá me fuese a buscar, me pidiese hablar, algo... pero ella nunca iba y yo me subía al auto de los chicos triste, sin que ellos comentaran nada.
También establecí una nueva rutina con Pacita. Nos veíamos entre semanas para hacer las tareas juntas y los fines de semana para ver alguna película. No nos volvimos a reunir con los chicos porque Gabriel la evitaba a toda costa situación que a Pacita no le angustiaba. Sentía que había pasado algo más entre ellos, pero Marypaz se volvía muy esquiva a responder mis preguntas y mi cuñado portugués solo se encogía de hombros en respuesta.
Gabriel salía todos los viernes, sábados y algunos días entre semana. Siempre llegaba oliendo a alcohol, a cigarrillos y cuando no traía una cita escondida, también llegaba oliendo a perfume de mujer. Su comportamiento era nuevo para mí, pero no para Rámses, lo que despertó mi curiosidad.
Un día en particular Gabriel llegó con un pómulo inflamado y sus nudillos rotos, eran signos de que estuvo en alguna pelea. Fue la única vez que vi a Rámses preocupado aunque no presencié la discusión que tuvieron.
En el instituto era otra cosa, seguía siendo el mismo chico alegre, divertido, amable y buen estudiante de siempre, aunque en casa ya no era el mismo que había llegado a conocer. Sus comentarios de doble sentidos se incrementaron, incluso llegó a decirlos frente a Rámses, haciendo que le dedicara miradas y palabras de advertencia de las cuales él solo se reía. Era una situación bastante tensa e incómoda para mí, sobre todo cuando era el blanco de las acotaciones inapropiadas.
Mi rutina con Rámses también era bastante distinta. Me buscaba a casa de Marypaz y nos sentábamos juntos a cenar o a estudiar. Veíamos alguna película juntos, conversábamos con el señor Fernando y lo acompañábamos en la cena y finalmente nos retirábamos al cuarto. Pero al tercer día que estuve durmiendo en casa de los O'Pherer... me llegó el periodo. La cara de decepción de Rámses me hizo reír por horas. Sin embargo, cuando pasó una semana y media y el periodo no se terminaba, no me quedó de otra que ir a un médico.
Rámses me dijo que hablara con Hayden, su padrino, pero apenada me negué. Y me mantuve firme en mi decisión a pesar de la insistencia de los chicos y Fernando, sí, porque mi cuñado y mi suegro se enteraron de mi menstruación eterna. Finalmente acudí a un ginecólogo en una de las citas más incómodas que he tenido en mi vida, para que me recetase una pastilla que me ayudase a detener el sangrado si pasaba una semana más de esa forma. El diagnóstico: estrés. La recomendación: relajarme, como si eso fuese tan fácil, pero lo estaba intentando.
—El próximo fin de semana será el viaje para las universidades. Estaremos realizando un viaje de tres días y visitaremos varios centros educativos de enseñanza superior, y la joya de nuestro viaje: La universidad de Columbia. Necesito que me entreguen sus permisos a más tardar el jueves.—anunció la profesora antes de terminar la clase del día.
Me desinflé de inmediato. Era un viaje que esperaba desde hace dos años e incluso más, y que ahora no podría hacer porque no obtendría el permiso de mi madre. No pensaba hablarle para decirle que me firmara la hoja de viaje que me dejaría ir en un recorrido de carretera con mi novio, a unas universidades donde nunca podría ir, mucho menos que me diera el dinero que cubriría mi participación y gastos. Tan triste como estaba, llegué a la casa sintiéndome igual de desmotivada. No hablé en todo el camino y Rámses me concedió el espacio que necesitaba, en la soledad del cuarto.
Ellos por supuesto que irían, tenían que hacerlo, no permitiría que Rámses se quedase conmigo aunque insistiera, pero me partía el corazón verlo marchar, porque sería una antesala a lo que me vendría. Sin contar que lo mejor del viaje, es que debíamos empezar a preparar nuestras aplicaciones universitarias, algo que yo no haría.
Incluso Pacita iría al paseo. Era un viaje que no quería perderse y también se estaba sintiendo bastante mejor, lo suficiente para "reinsertarse en la sociedad" como ella lo llamaba. Para colmo de todo, en el instituto se enteraron que vivía con los O'Pherer, ni idea de cómo lo hicieron, pero lo cierto del caso es que ahora circulaban una serie de chismes y rumores uno más locos que otros sobre mí y los motivos para vivir con mi novio.
El más obvio era por supuesto mi inminente embarazo y el segundo que mi mamá me corrió de la casa por mis cambios recientes (cabello, piercing y tatuaje), pero ese lo terminaron descartando cuando en medio del cafetín Gabriel se me acercó y evitó que subiese unos putos escalones porque "debía tener ahora más cuidado en mi condición". Quise matarlo, pero cuando planeaba hacerlo Rámses intervino, insistiendo que no era bueno para mi "estado" tomar esas molestias. Todo el cafetín explotó en murmuraciones así que tiré la toalla, pero me fui de allí muy molesta con ambos.
Después de eso, recibí palabras de aliento, animo, incluso folletos de madres solteras y de adopción. Ellos se mataban de la risa y yo los odiaba por contribuir a la peor semana que había pasado en el instituto, y apenas era miércoles, y se suponía que el viernes ellos partirían a su viaje pre-universitario. Como los odio en este momento.
—¡Basta!—le gruñí a Rámses cuando entre risas me ayudaba innecesariamente a bajarme del auto.
—¡Oh vamos! Tienes que reconocer que es muy divertido—su risa solo me molestaba más porque lo hacía ver más sexy. Pero cuando intentó darme un beso lo esquivé para su sorpresa.
—Lo lamento, las hormonas me ponen inapetente—pasé a su lado cuando frunció su ceño y por fin me anoté un tanto para mí.
El señor Fernando estaba en la casa cuando llegamos, hablaba por teléfono desde su despacho y nos sonrió cuando entramos, haciéndonos señas para que nos cambiáramos. «Saldremos a comer antes de su gran paseo» anunció. Me vestí por insistencia, porque en esa cena solo me sentiría peor de lo que ya estaba, sin embargo, me costaba muchísimo decirle que no al señor Fernando, después de todo lo que había hecho y seguía haciendo por mí.
— Le dîner était exquis Eleonor. Merci beaucoup - La cena estuvo exquisita Eleonor. Muchas gracias—el señor Fernando hablaba con la chef del restaurante francés, en un acento fluido que rara vez lo escuchaba usar, me había acostumbrado a que Rámses eran quien hablaba en francés; al parecer eran viejos conocidos y asiduos del lugar. Para mí, fue la primera vez que comí comida francesa y debo decir, que Eleonor se merecía las felicitaciones.
—Bueno chicos—dijo el señor Fernando, ahora dirigiéndose a nosotros—. Normalmente soy yo el que se marcha, pero ahora será al revés. La casa se me hará extraña y vacía sin ustedes
—¿Qué tanto tomaste para ponerte tan sentimental?—burló Gabriel y su papá le hizo una mueca.
—Quizás haga una fiesta mientras ustedes no están, total, es lo que hacen cuando yo no estoy—intercambié mirada con los chicos, me sentí atrapada con las manos en la masa, y sin embargo, ellos mantuvieron sus rostros inescrutables.
—No sabríamos decir de que hablas, pero te recordaré que nada de alcohol, drogas y si tienes sexo que sea con condón—intervino Rámses con gran seriedad. Creo que imitaba los discursos que recibía de su padre antes de irse.
—Quizás debas tomar tu propio consejo hijo, considerando que seré abuelo.
—¡¿Qué?! No. No. ¡NO!.—le dediqué una mirada asesina a Rámses y Gabriel que estaban evitando reírse—. Le juro que es mentira señor Fernando. Yo todavía tengo el período. Estos dos idiotas solo alimentaron ese rumor dándome tratamiento especial delante de todos. Rámses explícale—supliqué avergonzada.
—Todo estará bien bombón—respondió poniendo su mano en mi vientre.
Ahogué un grito, volteé a ver a Gabriel pidiendo ayuda.
—Siempre quise ser tío. Seré el tío cool preferido—soltó mientras tomaba de su bebida con indiferencia.
¡Los mataré!
—No les crea señor Fernando, Rámses y yo no... —el aludido y su papá alzaron una ceja en perfecta sincronía, poniendo en duda mi declaración—, bueno si... digo... lo hemos hecho... varias veces... pero... ehm... con cuidado, digo cuidándonos... con condones... yo se lo he puesto... —el señor Fernando torció la cara y abrió los ojos sorprendido—No, digo él se lo sabe poner, no es que yo no sepa, aprendí en el instituto con una banana, pero no es lo mismo, así que practiqué con la banana de Rámses...—sus ojos se agrandaron más— ¡No!... con una de verdad no con la de él... me dijo que habían otras técnicas y yo no lo sabía... ¡Oh!, pero yo no—llevó su mano hasta su mentón y frunció el ceño— por ¡Dios!... Rámses me mostró pero con su banana... —nuevamente sus cejas se elevaron al cielo—pero no su banana banana, sino una que si se come de verdad...—el señor Fernando frunció los labios en una fina línea, pero en este punto yo ya veía borroso—¡Ay no!... porque bueno... pero ese no es el punto... él... yo... el caso es que no estoy embarazada —me hundí en la silla y bajé la cabeza, sintiendo mi rostro hirviendo en calor y casi a punto de desmayarme.
La mesa entera estalló en carcajadas mientras yo estaba al borde de las lágrimas.
—Lo lamento Amelia, estos dos me convencieron—el señor Fernando se limpiaba las lágrimas de sus carcajeos—. Y vaya que diste información adicional, entretenida pero innecesaria, aunque es bueno saber que se cuidan y que Rámses te enseña... cosas y que tú estás dispuesta a aprenderlas también y que la clase de educación sexual del instituto también funciona, aunque al parecer esta desactualizada en ciertas técnicas.
Me quería morir pero antes de hacerlo los arrastraría conmigo al infierno.
Los hermanos se reían tanto que Gabriel terminó acostado sobre la mesa, dándole golpecitos, boqueando por aire entre cada carcajada y Rámses limpiándose la cara llena de lágrimas con una servilleta, mirando hacia el techo del restaurante, asfixiado entre las risas. Le di un pellizco a cada uno que solo hizo que se rieran más.
—Pero ya, en serio, los voy a extrañar a todos, incluyendo a ti Amelia.
Abrí mi boca para aclararle que yo no iba, estaba segura de que él no lo sabía, cuando sacó del bolsillo interno de su traje gris plomo a la medida, tres papeles doblados que distribuyó entre cada uno de nosotros. Con manos curiosas y temblorosas tomé el papel y lo desplegué.
—Yo no... no puedo...¿Cómo?—tartamudeé
—Bueno pregunté por tú autorización cuando fui a entregar la de mis hijos y me dijeron que no estabas autorizada. Así que fui a hablar con tú mamá...
—¿Y aceptó a firmarlo?—él asintió en respuesta pero una sombra pasó por su rostro—. ¿Qué no me está diciendo?
Rámses tomó mi mano con fuerza. Miré a cada uno de los O'Pherer hasta que regresé al mayor de todos. Se acomodó su saco en un gesto que identifiqué como nervioso. El hombre era un diplomático que ha tratado con la Reina de Inglaterra, y aquí estaba nervioso por lo que me tendría que decir.
—Amelia, ella me firmó la autorización y se puso a la orden para firmar cualquier otro documento que necesitaras para el instituto o cualquier otra institución. Incluso dijo que firmaría una autorización plena para que yo pudiera encargarme de todo lo que fuese referente a ti, sin que hiciera falta consultarle.
—En otras palabras, no quiere nada que ver conmigo—concluí. Mi pecho se contrajo de dolor. Yo esperándola como una tonta todas las tardes pensando que querría hablar conmigo, y ella deseosa de no hacerlo y de deshacerse de mí. Mis ojos se aguaron, y sin nada mejor que decir, di las gracias por la autorización y fingí una desastrosa sonrisa.
—No has dicho nada desde que llegamos—comentó Rámses mientras se quitaba la ropa. Ahora nos cambiábamos sin pudor uno delante del otro, aunque con disimulo él se daba la vuelta para darme un poco de privacidad, yo sin embargo no podía apartar la mirada de su cuerpo tonificado, esculpido y apetecible.
Cristo, quiero lamerlo...
—Estoy alegre por la autorización
—¿Pero...?—insistió ahora tomando las sabanas para que nos acurrucáramos a dormir.
—Pero yo no tengo como pagar una universidad, una carrera universitaria, un futuro...—confesé apurada en decir lo que tenía en el pecho, ocultando todo el dolor que sentía por lo de mi mamá.
—Puedes aplicar a becas, de seguro tus abuelos pueden ayudarte, hablarán con ella. Mi papá puede...
—No, Ramsés. No puedo aceptar eso de tu papá. Ya ha hecho mucho por mí, aunque él pudiese, es algo demasiado costoso para aceptarlo. No es un teléfono, o mis artículos de aseo o... no puedo. Fin de la discusión. Tu irás a la universidad y yo iré donde mis abuelos...
Me callé por lo que había dicho. Nunca dijimos nada en voz alta sobre este tema
—¿Y entonces qué?¿Terminaremos?—bramó—. Solo estás esperando que todo se acabe y... ¿Es eso verdad?
No quería responderle, porque no quería mentirle. Pero mi silencio confirmó su suposición.
—¿Es lo que quieres?
—¡No!. Por supuesto que no, pero debemos ser realistas Rámses. No es una realidad que me guste, pero es la que tenemos que vivir, y ya que nos toca vivir este presente, mejor vivámoslo al máximo sin pensar en lo que vendrá.
—Pero si tomamos acciones desde ahora...
—...que solo me ilusionarán y destrozarán si no se cumplen—lo interrumpí y finalicé por él—. Pensar en el futuro es doloroso, prefiero vivir mi presente contigo y resolver los problemas cuando se vayan presentando.
Rámses no estuvo conforme para nada con mi respuesta, pero no tocó más el tema. Él quería planear un futuro donde pudiéramos estar juntos y yo solo quería vivir el presente donde ya lo estábamos.
***
—Dejen sus bolsos al personal del autobús, suban ordenadamente—gritaba Olga Aedo, nuestra profesora de filosofía, por encima del bullicio de estudiantes.
Pacita había llegado y después de saludar a todos se reunió con nosotros. Era la primera vez que se encontraba con Gabriel desde que terminaron, pero no fue un momento tensó como creí que sería. En cambio Gabriel la saludó con cariño y se ofreció a llevar el bolso de Pacita, mientras que Rámses llevaba el mío.
Pacita se presentó con un vestido floreado azul y blanco que le quedaba muy bien. Su peso volvía a ser casi el de antes y estaba muy risueña. Yo por mi parte también me decidí por un vestido por insistencia de Rámses y sugerencia de Pacita; el mío era color violeta con un pequeño escote que mi novio, el pervertido acosador, no dejaba de mirar a cada momento, siempre que no estuviese vigilando que ningún otro par de ojos también lo mirase. Por supuesto que el primero en llevarse un golpe en la cabeza por su mirada indiscreta fue Gabriel.
El vestido, así como toda la ropa que traía en el bolso, fue un regalo que Rámses me dio el día anterior cuando salimos a comprar las cosas que necesitaríamos para el viaje. No quería abusar del dinero de la familia O'Pherer, pero al parecer mi cuenta con ellos seguiría subiendo. Entre los gastos de vivir con ellos, la comida, mis artículos de aseo -que Rámses seguía comprando de forma compulsiva- el pago de este viaje que hizo el señor Fernando y finalmente la ropa... creo que nunca terminaría de pagarles, aunque a ellos solo les bastara con un gracias, yo quería hacer algo más que eso.
Era un poco extraño ver a todos los estudiantes reunidos sin el uniforme. Los matices y diferencias se acrecentaron entre nosotros. Roxana llevaba una minifalda que no dejaba mucho a la imaginación y que contrastaba con la sensatez con que siempre llevaba su uniforme, Sandra un escote que no cubría nada, revelando una figura que no sabíamos que tenía, Desiré una falda larga con un estampado espantoso, su uniforme le hacía más justicia a su cuerpo que ese atuendo; Ana María, bueno ella era ella misma, con ropa de distintos colores, varias coletas en su cabello, saltando de grupo en grupo hablando. Kariannis, con sus aires de superioridad vestía sencilla, pero sus lentes enormes de sol, le daban un toque de superestrella compartiendo con sus plebeyos.
Los chicos tampoco se quedaban atrás, Marcos iba en jeans ajustados y una camiseta que le quedaba unas tallas menores para presumir los músculos que tenía, su mejor amigo Miguel, en cambio lucía una camiseta blanca sobre un jeans negro, se veía mucho mejor, por lo que Marcos insistía en opacarlo. Rafael no dejaba de mirar a Ana María revoloteando entre los grupos, ajeno a cualquier comentario que le estuviese haciendo su amigo Gustavo, ellos no pertenecían a ningún grupo en particular, por lo que lucían un poco incómodos y apartados de todos. Los saludé desde la distancia, invitándolos a acercarse.
Gabriel y Rámses en cambio rompieron los estándares, los hermanos Oh'Dios, llegaron con bermudas de jeans y vans, Gabriel con una camisa manga corta lila, Rámses con una azul cielo, ambos despeinados y con lentes de sol. Parecían unos modelos en plena sesión fotográfica. No sonreían, no posaban y sin embargo le robaban la atención a todo el mundo.
Particularmente yo quería saltarle encima a Rámses por lucir tan sexy y a juzgar por las miradas que las demás le daban, pensaban lo mismo. Apreté su mano y él me sonrió y tomándome por la cintura me llevó hasta él.
—¿Sabes?—le susurré—ya no tengo el período.
Sus ojos se abrieron y automáticamente mordisqueó el piercing de su labio.
—¿Y me lo dices hasta ahora?—refunfuñó divertido.
Me encogí de hombros: —Hubiésemos llegado tarde.
—No me iba a importar pagar un taxi que persiguiera el bus hasta donde sea que estuviese.
Reí por su ocurrencia
—Si no partimos ahora llegaremos tarde a la primera parada. Tenemos un recorrido de cuatro horas y media para llegar al restaurante donde almorzaremos—Gustavo, después de saludarnos, leía en voz alta el tríptico del viaje que nos habían entregado
—Eso es solo considerando un tráfico fluido y sin accidentes en la vía—aclaró Rafael, como si fuese necesario.
Ellos lucían muy distinto a lo que normalmente veía entre las clases. Sus gafas habían desaparecido y sus cabellos no estaban cuidadosamente peinados. No se veían tan correctos como siempre, lucían en cambio, frescos y hasta divertidos.
—No creo que falte mucho para partir. ¿Ya guardaron sus bolsos?—pregunté y asintieron en respuesta.
—Iré por fin a llevar los nuestros—dijo Rámses y me dio un beso en la cabeza. Quiso esperar hasta el final para asegurarse de que fuésemos los primeros en recibirlos al llegar. Inteligente de su parte.
—Ahora si chicos, comiencen a subir al autobús. ¡Organizadamente!—gritó el segundo profesor que nos acompañaría, Joseph Rozas, de Psicología.
Subí los escalones del autobús, éramos poco más de 25 estudiantes que realizaríamos las visitas, acompañados de dos profesores. Eran muchas hormonas para solo dos adultos. Me senté en una de las filas del medio y detrás de mi Pacita. Gabriel, como siempre queriendo hacer molestar a Rámses se sentó a mi lado, quien lo levantó por un brazo entre las risas de Gabriel y éste terminó sentándose con Pacita. Los profesores quisieron animar el viaje con canciones ridículas, pero cuando Vicent, sacó unos pequeños auto-parlante y conectó una música más movida, comenzamos a entonar las canciones y a aplaudir a los más osados que se levantaban a bailar en el pasillo, a pesar de las advertencias de los profesores, que no pudieron hacer nada.
Ya lo dije, demasiadas hormonas para solo dos adultos.
—Es una crueldad que me hayas dicho eso en este momento—me susurró Rámses mientras besaba mi cuello sin importar donde estábamos.
—¡Rámses!—le advertí cuando sus manos trazaron círculos en mis piernas desnudas.
Él sonrió contra la piel sensible de mis hombros, pero no paró: —Si yo sufro, tú también lo harás bombón.
Y vaya que me estaba haciendo sufrir. Su mano acariciaba la parte interna de mi muslo con tanta delicadeza que tenía la piel de gallina en todo el cuerpo y mi vientre comenzaba a derretirse.
—Basta por favor—imploré haciéndolo sonreír otra vez.
—No quiero parar, te deseo tanto—susurró contra mi oreja, antes de mordisquear mi lóbulo y que su mano subiese con rapidez hasta mi entrepierna y apretase mi intimidad. Tuve que taparme la boca para que nadie escuchase el pequeño gemido que acababa de provocarme
Entonces se sentó derecho en el asiento y comenzó a aplaudir como foca alegre a los que continuaban bailando, como si no acabase de pasar nada. Lo miré atónita con su capacidad de actuar como si nada ocurriese, pero dos podíamos jugar. Me arrodillé en el asiento y me giré para hablar con Pacita, quien iba conversando con Gabriel.
—¿Sabrás como distribuirán las habitaciones?—pregunté
—Según escuché será al azar, espero que quedemos juntas—me respondió
Asentí y fingí tropezarme con el movimiento del bus y caí accidentalmente sentada sobre las piernas de Rámses.
Su rostro se tornó rojo y mordió su labio con fuerza, cuando en mi fingida torpeza para bajarme de su regazo me restregué con su entrepierna notando su creciente erección.
—¿Qué?—pregunté con mi mejor cara inocente.
Llegamos al primer hotel en horas de la noche, eran casi las ocho cuando descendimos del autobús con los músculos agarrotados, estirándonos para recomponer el viaje incómodo y Rámses tratando de acomodarse disimuladamente su erección, el camino fue bastante divertido provocándonos uno al otro, un juego donde yo llevaba la ventaja, considerando que no tenía nada que delatase mi excitación.
Las chicas iríamos en los dormitorios del piso 4 en el ala sur, y los chicos en el piso 6 en el ala norte, como si eso fuese a evitar que las hormonas adolescentes no consiguiesen la forma de encontrarse. Cenamos entre gritos y bullas y nos dirigimos a los dormitorios.
Compartí habitación con Pacita, Ana Maria, Sandra y Kariannis. Lo bueno era que las conocía a todas, aunque no por eso eran mis amigas. Lo malo era que solo querían hablar de sexo.
La orden para dormir fue a las 10 y sin embargo eran pasadas las 11 y seguíamos despiertas. Un sonido en la ventana nos hizo gritar y alertarnos. Una mano apareció por la ventana y la sonrisa radiante de Gabriel y su melena ahora desordenada al viento hizo acto de presencia. Con agilidad terminó de subirse a la ventana y entró en la habitación a pesar de los gritos
—Chicas les sugiero que cubran todo lo que no quieran que veamos—recorrió la habitación con picardía y me guiñó el ojo cuando llegó a mí, sin embargo, Roxana a mi lado, soltó una risilla bastante tonta.
Una segunda mano apareció en el alfeizar haciéndolas dar nuevos gritos. Rámses se asomó con aires de suficiencia, se levantó e impulsó con su pie y cayó dentro de la habitación como un gato. Es un presumido.
—Lo lamento chicas, pero el día de hoy estoy en una misión importante y mi hermano aquí se ofreció a ayudarme.
Gabriel sonrió ampliamente y tomó la primera sabana que consiguió y la extendió todo lo ancho que le daban sus brazos; Rámses se acercó hasta mí al tiempo que Gabriel nos tapaba de las miradas curiosas.
Por un momento pensé que vendría su represalia por nuestro juego en el autobús, y a pesar de que estuviésemos rodeados de personas, me emocioné. Sin embargo Rámses se sentó a mi lado y me plantó un beso en mis labios, jugueteando con mi lengua y acariciando mis mejillas con sus pulgares. Me arrancó un suspiro que el repitió cuando el beso terminó. Me había olvidado del mundo, de los gritos de las chicas, de todo. No quería que el beso acabara, de hecho quería profundizarlo.
—Bonne nuit ma douce Bombón- Buenas noches mi dulce Bombón— susurró contra mi boca
—Será una noche muy larga mon harceleur favori- mi acosador favorito.—El sonrió, como cada vez que lo hacía cuando practicaba el francés que me estaba enseñando.
—Se você pretende tirar aquele beijo a um outro nível, eu preciso de um cobertor maior e se virar, porque eu não vou perder este show- Si pretenden llevar ese beso a otro nivel, necesito una cobija más grande y voltearme, porque no me perderé ese show.
Rámses rió con sus palabras y después de varios besos cortos, por fin se levantó. Caminaron hasta la ventana por donde habían entrado seguidos por mí. Rámses bajó primero no sin antes darle otro beso y cuando llegó al balcón del piso de abajo, el que habían usado para entrar, fue el turno de Gabriel. Se despidió de mí con una sonrisa y le guiñó el ojo a mi espalda a Roxana que volvió a dar una de sus risillas, giré los ojos y ahora era Gabriel quien se reía de mí. Dejó caer su peso sosteniéndose con su mano, esperando la señal de su hermano que le avisaba que podía continuar.
—¿Y de mí no te despides?—preguntó con esa sonrisa torcida que lo hacía lucir pícaro e inocente al mismo tiempo.—. Si no fuese por mí, tu chico seguiría atormentándome en la habitación, quejándose de que te extraña.
Sus palabras me llenaron de ternura y accedí. Saqué un poco mi cara por la ventana para darle un beso en la mejilla, pero en el último momento el giró el rostro y me dio un beso en la comisura de mi boca. Abrí los ojos de par en par y alcé mi mano para golpearlo por su frescura, pero el silbido de Rámses le indicó que terminase de bajar y eso hizo.
Me giré pensando que encontraría a las chicas esperando una explicación de aquello, sin embargo todas estaban inmersas en sus propios mundos, ajena de lo que acababa de pasar.
—Vaya Amelia—dijo Ana María cuando ya todas estábamos acostadas y listas para dormir—tienes que contarnos que es lo que haces con Rámses, yo quiero que alguien también escale una ventana así por mí.
x x x
Nota de Autora:
Feliz Miércoles de NJLP!!! :D Y así seguimos avanzando con la historia
¿Qué tal la bromita que le gastaron los O'Pherer? Pobre Amelia y lo que le espera en esta loca familia
Y la mamá... si fuese por ella se divorciara de Amelia, pero favor que le hace!
¿Creen que Amelia y Rámses marcharán por caminos separados cuando llegue el momento de ir a la universidad?
Dejen aquí sus insultos y malos deseos a Gabriel por el casi beso.
Baisers et Abraços
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