Capítulo 26. ESA ES LA MARAVILLA DE MI PLAN
Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar, o quizás yo reaccioné tan lento que no sirvió para nada. Un segundo Rámses tenía sus dedos entrelazados con los míos, en otro segundo mi mano yacía inmóvil y sola en el aire.
Rámses pasó a mi lado como una ráfaga veloz. Se escabulló como agua del agarre de su papá y empujó con gran fuerza el intento de Gabriel de ponerse en su camino. No corrió, pero sus zancadas eran tan grandes y potentes que su familia no pudo darle alcance.
— Sortez de mon chemin Gabriel– Quítate de mi camino Gabriel— gritó iracundo mientras que su hermano y su papá le pedían que se calmase, que no saliera
Abrió la puerta principal de la casa con tanta fuerza que la estrelló contra la pared, y lo vi perderse de mi visión junto con su hermano y su papá.
¡Dios! ¿Qué hice?
Debí quedarme callada.
No debí contarle.
Le hubiese mentido. No decirle nada de Daniel, mucho menos confesar lo que tanto me agobiaba, que aquella persona que me violó había sido mi padrastro. Que fue él quien se encargó de enamorarme en línea fingiendo ser otra persona, y que fue él quien se presentó en la casa, tapó mi rostro, besó mi boca y me violó. El mismo hombre que me llevó al parque, que me compró helados, que me leyó cuentos hasta quedarme dormida, que me protegió cuando tuve miedo, que me hizo reír, al que adoré como un verdadero padre...
Me acuclillé en el mismo sitio donde había dado la noticia y me permití llorar en la soledad de la cocina.
Tenía muchas razones por las cuales no había dicho nada. La primera era mi mamá.
En cuanto le conté lo que había hecho Stuart ella cayó en un estado de shock que me dejó claro que no podría contar con ella para sobrevivir ningún juicio en contra del hombre que me crió y que me violó; porque era el hombre que ella amaba. Sabía que no aguantaría el escarnio público, ni siquiera el privado.
Cuando los días pasaron y ella comenzó a recobrar parte de su cordura, fue capaz de decirme lo que yo ya sabía, que no podría lidiar con eso, que la destruiría hasta que no quedase nada de ella. Y por eso callé, por eso no dije nada a nadie. Seguí llevando mis clases y su negocio de la floristería por los meses que siguieron cuando ella no podía ni levantarse de la cama.
Allí fue cuando descubrí lo mucho que me gusta la gerencia de negocios. Algo bueno salió de esa etapa. Cuando por fin su mente se calmó, habían pasado tantos meses que no era viable intentar ninguna acción judicial, fue lo que me dijo. Que sería su palabra contra la mía y que no tendría pruebas, y le creí, porque era mi mamá después de todo.
Ella sabía lo que había pasado, se lo conté con todos los detalles que pude recordar, porque finalmente era mi madre y necesitaba que me ayudara a sanar. Pero no pudo hacerlo, ella también estaba rota.
Por eso, cuando regresó con Stuart, fue una traición directa a mí. No le importó mi dolor, mi protección, mi sanidad. Solo lo quería a él. Y lo quería tanto y de tal manera que estaba dispuesta a estar a su lado aunque eso me matase todos los días un poco. Yo amaba a mi mamá, aunque no tuviese ni un poco de mi respeto, pero dudaba mucho que ella me amara a mí, no después de volver con él.
Cuando desapareció aquella noche y la localicé (gracias a Rámses) con Stuart, supe en ese momento que todo lo que me había dicho no fue para protegerme a mí, sino para protegerlo a él. Me convenció de no denunciarlo porque sabía que lo perdonaría, si es que ya no lo había hecho, y que volverían, si es que alguna vez en verdad se separaron.
Y ahora toda esta desgracia la traje a esta casa, a esta familia. Rámses de seguro iba camino a mi casa a matar a Stuart, ni Gabriel ni su padre podrían evitarlo. Stuart le haría daño y todo por mi culpa, por mi estúpida boca, por creer que podría controlar la situación...
Una mano se posó en mi hombro y cuando alcé el rostro vi los ojos azules del señor Fernando mirándome directamente. Se había acuclillado para quedar a mi nivel, y sin embargo él seguía siendo muchísimo más alto.
—No se fue—explicó—. Rámses está allá afuera tratando de calmarse. Pero no se fue y no se irá —me mostró las llaves de la camioneta entre sus dedos—.
Solté todo el aire que tenía en los pulmones, sintiéndome aliviada con sus palabras. Él me ayudó a levantarme y me llevó hasta el sofá.
—Lo lamento tanto señor Fernando—dije aun entre sollozos—. Lamento haber traído este problema a su casa. Yo no debí...
—Para—interrumpió con voz firme pero serena—. Soy padre Amelia, y aunque tengo en estos momentos a dos adolescentes furiosos allá afuera, uno a punto de perder la razón y otro ya loco; agradezco que hayas acudido a nosotros, a alguien, con este problema. Es mucho para ti, y no tienes por qué sobrellevarlo sola en tus hombros. Así que no te disculpes. Si algún día mis hijos tuviesen un problema que no pudieran confiarme, me gustaría que pudieran acudir a otras personas por ayuda.
Mis sollozos empeoraron con sus compasivas palabras, y así entre llanto y mocos, le conté que mi mamá sabía todo lo ocurrido, menos lo de anoche, y que aún así había vuelto con él, y le dije de mis sospechas de que me persuadió de no denunciarlo para proteger a Stuart. Él me abrazó y aunque nunca alcé la vista de mis manos, lo escuché sorberse la nariz, de seguro también llorando.
—¿Qué crees que pasará? Digo... cuando le cuentes a tu mamá lo de anoche—preguntó cuándo me notó más calmada
—Quiero creer que lo correrá de la casa. Pero no creo que eso pase...—la sola idea me partía el corazón.
No quiero poner a escoger a mi mamá, porque sé que lo escogerá a él.
—¿Y tienes más familia?
—A mis abuelos maternos. Ellos están en Portland- Oregón, visitando a unos familiares por parte de mi abuelo. Viven en Florida, pero pasan más tiempo en Portland que en su casa.
Al cabo de unos segundos de silencio, volvió a hablar.
—Bueno... primero lo primero. Le contarás a tu mamá lo ocurrido—negué con nerviosismo—, no era una pregunta Amelia. Y si no está dispuesta a sacar a ese malnacido de la casa, entonces tomarás tus cosas y te marcharás...
—Pero no tengo como llegar a Florida, mucho menos a Portland—expliqué nerviosa.
—... te marcharás y vendrás para acá—volví a negar. No quería ponerlo en una situación tan incómoda como está, no quería molestar más de lo que ya había hecho—. Escúchame por favor un momento.
Suspiró profundo antes de hablar, perdido en sus pensamientos, miró al techo y masajeó el puente de su nariz.
—Esto de ser padre es muy difícil, ojala Karen estuviese conmigo o me hubiese dejado algún manual—una carcajada seca salió de su boca—. Rámses sufrió muchísimo la muerte de su mamá, eran muy unidos, Gabriel en cambio siempre ha sido más compenetrado a mí. Creo que por eso tienen sus diferencias a veces, Gabriel creyó que tendría más tiempo para disfrutar de su mamá y dejó a Rámses "tenerla", y cuando ya Karen no estuvo... bueno... Rámses se apagó, lo vi apagarse sin poder hacer nada. Se puso rebelde, y yo fui al psicólogo—rió esta vez con sinceridad—, lo sé, tuve que haberlo mandado a él, pero estaba seguro que era yo el que necesitaba ayuda y así fue.
Dio una pequeña pausa perdido en sus recuerdos
—El psicólogo me dijo que lo dejara experimentar la vida nueva que le tocaba vivir sin su mamá, y eso hice. Nunca trajo a ninguna chica a casa aunque sabía muy bien que tenía citas y novias. ¡Dios! Espero no estar hablando de más—me miró preocupado, pero le di una pequeña sonrisa y negué con la cabeza, él suspiró tranquilo—. Temí que se negara a amar a alguien por miedo a perderla. Pero entonces llegué de viaje y me consigo a un Rámses diferente, uno que habla, que sonríe, que ríe hablando por teléfono, que tiene una palabra que lo hace sonreír con tan solo escucharla, como me mostró Gabriel—el señor Fernando sonrió ante ese nuevo recuerdo no tan lejano—. Era otro hijo, hasta bromeé con que me lo habían cambiado. Terminó confesándome que tenía una novia, y por primera vez en la vida me dijo que quería que te conociera, te juró que pensé que me estaban gastando una broma, porque el cambio que sufrió fue enorme; luego, más tarde esa misma noche, se quedó contigo porque te extrañaba demasiado, bueno esa parte me la dijo Gabriel, pero no le digas que te dije. Entonces te conocí y lo ví contigo, hablándote, riéndose, mirándote, y lo entendí todo.
El señor Fernando me dedicó una mirada brillante, una sonrisa amplia y sincera.
—Lo que veía en él de diferente era lo mismo que había visto en mí cuando conocí a Karen.
Me sonreí con su recuerdo y me ruboricé con su afirmación. Yo también había visto su cambio, desde el chico taciturno y pedante que conocí el primer día, al acosador que trepaba por mi ventana para estar a mi lado.
—Ese chico, jamás me perdonaría si te dejo regresar a tu casa con ese sádico. Tampoco me lo perdonaría Gabriel. ¡Maldición!, yo tampoco me lo perdonaría Amelia, creo que si lo hago perderé a mis hijos y una parte de mi humanidad—me dedicó una mirada, quizás la que usaba en sus negociaciones importantes de diplomático, que zanjaba cualquier discusión dejando claro que se haría lo que él dijese—. Por eso te digo Amelia, que irás a tu casa, le contarás a tu mamá lo ocurrido, porque los papás también nos equivocamos y también merecemos segundas oportunidades, y si ella no te asegura tu bienestar y lo saca de la casa y de tu vida, te vendrás con nosotros. Lo demás, ya lo resolveremos. ¿Entendido?
Lo abracé.
En realidad, me abalancé a sus brazos volviendo a llorar. Decir solamente gracias no era suficiente, un pequeño abrazo tampoco lo era. Por primera vez en mucho tiempo tenía una pequeña esperanza. No quería volver a esa casa y no sabía que haría a continuación, me sentía tan perdida que evité hacerme esas preguntas para no volver a caer en el mismo estado en que estaba anoche. Pero ahora, no tendría que dormir con candado en la puerta ni tendría que tener terrores nocturnos.
—Bueno, aclarado este punto, creo que iré a buscar a Rámses, le daremos algo en que mantener la mente ocupada, y eso serás tú. Le diré que estás hambrienta
—Pero no tengo hambre
—Esa es la maravilla de mi plan, tú tienes que comer y comerás porque mi hijo se encargará de eso, y él se mantendrá ocupado—me guiñó un ojo y se levantó del asiento. Pude jurar notarle unos cuantos años más encima, con todo este tropel. Si eso es así ¿Cuántos años aparentaba yo ahora? ¿53?
Rámses entró a los pocos minutos, casi corriendo, se arrodilló delante de mí pidiéndome disculpa por haber roto su promesa pero no permití que siguiese hablando, yo sabía muy bien que la rompería. Estaba tan feliz de saber que no se había marchado a una masacre segura que solo me dejé abrazar por él y que me cubriera con muchos besos toda la cara.
—¡Rámses! tus nudillos—exclamé horrorizada al verle los nudillos de ambas manos destrozados, en carne viva, con sangre fresca brotando de ellos.
Su mirada enrojecida esquivó la mía. Estuvo llorando y quien sabe que más. Besé sus nudillos y me levanté sin soltar sus manos. En el baño busqué el botiquín de primeros auxilios y recordando la vez que él limpió las heridas de mi mano, me dispuse a regresarle el favor.
—Amelia ¿Por qué no...?
—No, Rámses por favor no preguntes el por qué.
—Necesito saberlo—no estaba molesto, estaba dolido y eso me hirió más—.
Suspiré profundo, le debía respuestas a todas sus preguntas.
—No le cuentas a un extraño que tu padrastro te violó. Tampoco se lo cuentas a un amigo, menos a un amigo que comienza a gustarte y que te deja dormir en su casa. Pero sobre todo no se lo cuenta a la persona que quieres y que te quiere a ti, porque no quieres que salga lastimado tanto o más que tú. Tengo tanto miedo de tantas cosas en mi vida Rámses, pero lo que más temo es perderte a ti.
—Jamás me perderás, pero entiendo el sentimiento, porque no concibo perderte a ti y seguir viviendo. Pensar que estreché su mano, que le sonreí, que lo traté con respeto...—su voz se cargó de ira a medida que hablaba. El asco tiñó sus facciones.
Lo abracé interrumpiendo mis labores de enfermera y sus músculos se comenzaron a relajar debajo de mis brazos.
—No tienes por qué curarme—dijo con paciencia mientras insistía en revisar meticulosamente mi trabajo—.
—Tu me reparas, yo te curo. Tu serás mi mecánico y yo tu enfermera
***
El plan del señor Fernando funcionó de maravillas. Rámses se concentró en hacerme un gran desayuno, desproporcional, de donde comimos todos, y yo tuve que comer bajo su atenta mirada. La verdad era que no tenía apetito, pero no le negaría la tranquilidad de hacer algo por mí como me lo pidió.
La tarde estaba llegando a su final y con eso crecía mi angustia. Le escribí a mi mamá para que me esperase en casa temprano y sin muchas preguntas, accedió. Quería hablar con ella sin Stuart presente y sabía muy bien su horario de trabajo. La familia O'Pherer me acompañó en pleno, los chicos insistieron en bajarse conmigo pero gracias al señor Fernando, pude convencerlos que esperaran en el auto.
Entré a mi casa con los nervios alterados, decir que estaban a flor de piel sería disminuir lo que sentía. Mi mamá estaba en la mesa del comedor, arreglando unos papeles y sacando algunas cuentas de su floristería, un trabajo que sabía hacer perfectamente.
La saludé y ella me miró con su característica cara de felicidad. Como si nunca nada la afectase o como si nunca nada malo pasara a su alrededor. No quise darle más vueltas a la situación y me senté en una silla frente a ella, y bajo su atenta mirada le conté lo ocurrido la noche anterior. No hubo emoción en su rostro, ni dolor, ni rabia... ni sorpresa.
—No fue lo que Stuart me dijo—habló al final, la frialdad de su voz me agrietó el corazón—. Me contó que te consiguió unos mensajes bastantes comprometedores con tu novio y que tú intentaste...
—¿Y le crees a él?—interrumpí dolida e incrédula, aunque a esta altura no debería sorprenderme— Yo soy tu hija, por si lo has olvidado.
—Sé muy bien que eres mi hija Amelia, pero también sé a quién tengo por prole. Francamente no sé cómo se te ocurre volver a hacerlo, pensé que...—bufó exasperada—. Yo no sé si pueda volver a intervenir por ti después de esto. Stuart tuvo que ir al hospital por tu mordedura, como si fueses un animal salvaje.
—¡Ay no, pobrecito!—fingí—Espero que haberme intentado violar no le causara daños y traumas
—¡Es suficiente!—gritó sorprendiéndome—. Si quieres permanecer en esta casa será mejor que mejores tu vocabulario y que comiences a dejar de inventar éstas cosas. Sé muy bien que tú eres quien ha seducido a Stuart, así que no quieras hacerte ahora la inocente
Las lágrimas se agolparon en mis ojos y brotaron de ellos sin control alguno. ¿En serio acaba de decir eso?
—No te preocupes... que no permaneceré mucho más tiempo en tú casa—escupí mis palabras y subí a mi habitación.
Saqué la vieja maleta que usaba para ir a visitar a mis abuelos y la coloqué en la cama, donde empecé a meter toda la ropa de la que fui capaz. La rabia corría por mis venas y me hacía vibrar de ira y dolor. ¿Cómo podía creer eso?. Aparté ese pensamiento de mí y me concentré en la labor que tenía por delante. Puse toda la ropa que pude meter y algunas de mis pertenencias personales. Muchas cosas tendría que dejarlas atrás, no cabían en mi maleta. Desconecté la laptop, busqué mi celular olvidado el día anterior y no lo conseguí, de seguro lo tenía Stuart, después de todo había leído mis conversaciones. Tomé los zapatos y los coloqué en la primera bolsa que conseguí y por ultimo guardé todo lo que pude del instituto. Tomé solo lo necesario, dejé atrás más de la mitad de mis pertenencias y mi ropa; y aun así logré llenar la maleta. Me senté sobre ella para poder cerrarla y la bajé de la cama con gran esfuerzo.
De la cómoda tomé el maquillaje y lo coloqué en mi bolso, también algunos regalos que me habían mandado mis abuelos con el pasar de los años. Dejé todo lo que mi mamá y Stuart alguna vez me regalaron, que para mi sorpresa, no era mucho. Arrastré la maleta por el pasillo y sin fuerzas para cargarla la empujé escaleras abajo. Mi mamá se había sentado una vez más en la mesa del comedor, retomando sus cuentas. Alzó la mirada y cuando me vio con la maleta soltó un bufido burlón. No quería una despedida, pero me hubiese gustado que me pidiera que me quedase, su antipatía solo me causaba más dolor y desasosiego.
La puerta principal se abrió y el rostro de Stuart apareció en la puerta haciéndome palidecer y retroceder por instinto.
—¿Qué coño está pasando aquí?—bramó al ver mi maleta.
—Amelia se va de la casa—explicó mi mamá serena—, insiste con la misma locura.
Stuart me miró con su rostro tornándose rojo. Sabía muy bien que eso significaba que estaba molesto, muy molesto.
—Tú no te irás—aseguró con una sonrisa siniestra—, yo no te dejaré.
—Ella se irá conmigo, y tú no lo podrás evitar—Rámses estaba en la puerta, respirando como un toro embravecido y sus ojos inyectados de sangre, resaltando el color caramelo de sus iris y sus puños apretados con fuerza a su costado, temí que las heridas volviesen a sangrar. Su pecho subía y bajaba con violencia, sabía que estaba conteniéndose de lanzarsele encima y descargar toda su ira en Stuart. Detrás de él, aparecieron Gabriel y el señor Fernando, igual de iracundos, secundando su declaración.
Se abrieron paso dentro de la casa y fue el señor Fernando quien encaró a Stuart, quizás para evitar que lo hiciera Rámses. Su mirada azul glacial lo hizo retroceder. Gabriel tomó mi maleta y Rámses mi bolso. Me tomó de la mano y cuando pasaba por el lado de Stuart sin alzar la vista, éste me tomó por el brazo frenando mi avance.
—¡Suéltala!—gritaron al unísono los O'Pherer, si hubiesen querido sincronizarse, no les hubiese salido tan preciso. El señor Fernando tenía el rostro contorsionado por la ira y tomó del brazo a Stuart hasta que lo hizo retroceder.
Sin esperarlo, Stuart levantó su puño y lo intentó estrellar en la cara del señor Fernando, pero él contaba con la misma agilidad que sus hijos y se lo devolvió sin perder la compostura. Stuart trastabillo y no cayó porque mi madre con un grito desgarrador corrió a su alcance.
—Si te acercas a Amelia a menos de 100 metros de distancia, te denunciará por violación y asalto sexual. Tiene todos tus mensajes sádicos respaldados que demostrarán tu pedofília, tú tienes la marca de su dentadura en tu mano, y no será su palabra contra la tuya. Será la tuya contra la de ella, y créeme que su palabra será mejor recibida por cualquier juez o jurado de este país. Y usted—continuó refiriéndose a mi mamá, apuntándola con el mismo dedo índice que estuvo apuntando a Stuart—... no se merece que Amelia sea su hija, no merece ser madre de nadie.
—Mi pequeña no te vayas, podemos arreglarlo—Stuart intentaba acercarse a mí pero mi mamá lo retenía por el brazo.
El señor Fernando se giró y nos apremió a salir de la casa, con su mano en la espalda de Rámses y mía.
—Pequeña se que me amas-
El huracán Rámses se giró con rapidez, esquivó a su papá con agilidad, propia de un deportista, y estampó su puño con violencia en la quijada de Stuart, lanzandolo al piso completamente aturdido.
Un chillido salió de mí y tapé mi boca con ambas manos. Gabriel me tomó por los brazos evitando que avanzara hasta el francés. El señor Fernando tomó a Rámses por sus brazos, en alguna especie de llave que le permitió sacarlo de la casa.
No dejaron de llevarnos hasta que nos subieron a la camioneta. El señor Fernando subió detrás del volante y salió de la calle donde alguna vez viví, con demasiada velocidad.
La mano de Rámses volvía a sangrar, así que con ayuda de algunas servilletas que me pasó su hermano, limpié lo mejor que pude.
Les conté lo que había dicho mi mamá mientras trataba de disimular las lágrimas que mojaban mi rostro. Rámses a mi lado me abrazó, y la mano de Gabriel y la de su papá viajaron desde los puestos delanteros hasta mis rodillas, donde me dieron un fuerte apretón.
Esta era mi nueva familia, por lo menos hasta que hablase con mis abuelos y tuviese que mudarme, porque esa era la realidad. No podría vivir con los O'Pherer, no podría vivir con mi mamá. Esperaba que mis abuelos no estuviesen tan locos como ella y me recibieran en su casa.
Nota de Autora:
Me siento Ed Sheraan, ya saben... GIVE ME LOOVEEE!! Espero que hayan disfrutado el capítulo. No tienen idea de como me reí con los comentarios del anterior, debo reconocer que me dio placer (Jajajaja) pero no los dejaría sufrir por mucho tiempo.
Que bello Fernando, ¿no? ¿Cuantas quieren ahora ser las madrastras en vez de las novias de los chicos?
¿Y Rámses en modo huracán golpeando al bastardo de Stuart? Les digo que este francés es sexy hasta cuando no debería.
AHORA TENEMOS GRUPO DE FACEBOOK!! Si señores, como lo leen! Tenemos grupo de FB con el mismo nombre del libro: NO JUZGUES LA PORTADA. Por allí estaré publicando algunos adelantos, interactuando con ustedes, compartiendo imágenes y suspirando en los rincones por Rámses y Gabriel. Gracias a @NiyirethGutierrez por su excelente iniciativa *le regala una noche con Rámses* Un abrazo inmenso!!!
Ahora tengo Otra noticia que compartir con ustedes. Mi otra historia: Gemas de Poder (Fantasía Juvenil) será retirada de wattpad porque será publicada en digital por una editorial (aún no puedo decir nombre), así que apresúrense a leerla, sé que amarán también a Ythan y a Said!!!
Feliz Cumpleaños a @Kisses_89 y a ... (otra chica me dijo que estaría de cumpleaños y ya tengo 10minutos buscando el comentario para poder etiquetarla pero me rindo) ella: *les regala una torta en forma de Rámses (queda a imaginación de cada una que parte de Rámses, pero quiero saber que escogieron)*
Baisers et Abraços
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