Capítulo 17. EN ESTA CASA SOLO SE ACEPTA UN FRANCÉS PEDANTE



Las palabras de Rámses danzan en la comisura de mi boca produciéndome cosquillas que me hacen sonreír. Saboreó en silencio mi helado, ajena a la conversación que mantienen los otros, concentrada en la cara de boba que debo tener por sus palabras, tratando de que no se filtren mis sentimientos hasta ellos. Sin embargo, cuando llega el momento de irnos, el peso de la realidad vuelve a aplastarme.

Rámses de una forma u otra me acaba de decir lo que siente por mí y yo de la misma forma evasiva le confirmé que él para mí no es me es indiferente, que me gusta, una revelación tanto para él como para mí, para ser bien sincera. Y ahora, nos dirigimos juntos a su casa, donde dormiremos juntos, bajo la estúpida regla de que no debo usar ropa interior en su cuarto. Esto pinta muy peligroso para mí.

La verdad es que confío en Rámses, más que en mi misma si de instintos hablamos, pues no sé lo que él piensa, pero yo aún suspiro con el recuerdo de aquel despertar; pero no me siento capaz de que entre nosotros pase algo, es muy pronto, es muy reciente. Y no me refiero al hecho de que apenas he tenido consciencia de sus sentimientos hacía mí, ni de que aún descubro lo que siento por él; hablo del hecho de que mis palabras fueron ciertas cuando le dije que estaba rota, rota por una persona que no debió existir en mi vida, Daniel. Él, que debería estar en el pasado, ha dejado una huella tan dolorosa en mí que me persigue en el presente y me acosará en el futuro. No puedo ni siquiera imaginarme algún tipo de intimidad sin recordar aquella nefasta tarde cuando él me robó toda mi inocencia.

Trato de mantener mi mente concentrada en el camino, escucho a Pacita preguntarle a los chicos si tomaron el bolso, el que momentos antes de su llegada yo lancé por la ventana con nuestras pertenencias para pasar la noche, y la voz de Gabriel cuando le confirma que Rámses lo tomó. Sin embargo, las luces de la calle oscura vuelven a abstraerme en mis pensamientos, por más que me resista.

No debo creer que cualquier hombre con el que establezca alguna conexión me saltará encima para abusar de mí. No todos son Daniel, fue lo que me repitió aquel consejero anónimo, al que llamaba constantemente. Cuando vi la publicidad por la televisión, sobre un grupo de psicólogos que prestaban ayuda gratuita en línea telefónica, pensé que era una excusa para alguna línea sexual, pero en la noche donde más deprimida me encontraba, porque era la primera noche que realmente extrañé a Daniel y eso me hizo sentir más sucia que ningún otro día, sucumbí a la curiosidad y llamé.

Resulta ser que la publicidad era genuina, y la persona que estaba al otro lado de la línea me escuchó con atención y me dio consejos útiles. Me dijo que llorara si quería, que gritaba si lo deseaba, porque me había ganado el derecho a hacer el berrinche que quisiera. Y para los días siguientes su ayuda me resultó mucho más útil. De todo lo que me dijo, porque siempre pedía hablar con el mismo operador, era que no todos los hombres a los que le gustase me saltarían encima presos de un arrebato de lujuria. Recuerdo que sus palabras me dolieron en el orgullo, pero eran ciertas y sinceras. Yo no era ninguna Jennifer López y ni a ella se le lanzaban encima con sadismo. Entonces, yo no podía tenerle miedo a cualquier hombre, solo por el hecho de tener un miembro entre sus piernas, porque tendría que tenerles el mismo miedo a las mujeres, porque si al caso vamos, también eran seres sexuales.

Fueron esas palabras la que me dieron tranquilidad, porque para ese momento temía desarrollar alguna fobia al sexo opuesto que me mantuviese encerrada en mi casa sin querer salir.

Así que, a pesar del temor que ahora podía estar sintiendo, la ansiedad que me producía, no tenía por qué creer que Rámses me haría daño, porque había demostrado todo lo contrario en el tiempo que llevábamos conociéndonos y porque si de querer propasarse conmigo se debía, las oportunidades habían estado servidas en bandeja de plata, como aquel día después de regresar de la fiesta donde Cólton, cuando estuvimos tan tomados como para que cualquier acción que hubiésemos podido cometer, quedara escudada bajo el alcohol, y sin embargo, nada había pasado.

Con ese pensamiento me comencé a sentir más tranquila, aunque tenía una necesidad de saber que él seguiría respetando el paso lento en que estaban marchando las cosas, y que las cosas no debían apresurarse entre nosotros.

Entré a la casa que tan asiduamente visitaba, sintiéndome cómoda dentro de sus paredes, Pacita lucía un tanto apenada y era llevada de la mano por Gabriel, mientras que en la otra llevaba el bolso con nuestras pertenencias.

—Les preparé el cuarto de huéspedes—anunció Gabriel mientras colocaba el bolso sobre la mesa del comedor.

—Amelia dormirá en mi cuarto—habló Rámses cuando me disponía a responder.

—No quiero dejar a Pacita sola—le dije al francés que acababa de olvidar que yo tenía boca para responder por mí misma.

—Bien, pero será raro que durmamos los tres en esa pequeña cama—habló como si nada, mientras tomaba el bolso. Lo frené tomando el bolso que él se negó a soltar

—Serán solo dos personas en esa cama— le dije

—¡Yo no dormiré con Pacita!—fingió escandalizarse. Las risas de Pacita fueron amortiguadas por sus manos, la miré de soslayo para que se callase. Gabriel, en cambio lucía serio, quizás un tanto molesto.

—Tú no dormirás con nosotras Rámses—expliqué halando el bolso, tratando de que él lo soltase.

—No entiendo... —su cara era la del tonto más grande del mundo y parecía sincera a pesar de que sabía que estaba actuando. Lo miré ceñuda tratando de no reírme, porque la verdad sea dicha, me causaba mucha gracia su cara

—Ya basta Rámses, las chicas dormirán en el cuarto de huéspedes—sentenció Gabriel

—En realidad...—habló Pacita— no tengo problemas en quedarme sola en el cuarto, odio los ronquidos de Amelia

Me giré tan rápido que el cuello me dolió. ¿Acababa de calumniarme? ¡Yo no ronco!

—Pero si yo no...—comencé a defenderme.

—Es verdad, a veces es casi insoportable—concedió Rámses haciendo que ahogada un pequeño grito en mi garganta

—Es cierto, así que mejor te cedo ese honor a ti—Miré ceñuda a mi amiga y ella solo pudo guiñarme el ojo.

—Bien—interrumpió Gabriel comenzando a subir las escaleras y dándole una pequeña sonrisa a Pacita— iré a ducharme

Rámses indicó que haría lo mismo. Normalmente él se duchaba en el baño del cuarto de huéspedes para que yo usara el suyo, pero ahora que allí estaría Pacita, las dos compartiríamos ese baño y él recuperaría el suyo.

La conduje por el pasillo, dejando que los chicos entrasen a sus respectivas habitaciones.

—¡Vaya que eres bruta!—se quejó en cuanto entramos y cerramos la puerta

—¿Qué?—cuestioné confusa.

—Si duermes aquí conmigo cerraría toda oportunidad con Gabriel—explicó pellizcándose el puente de la nariz mientras yo exclama un sonoro "Oh"

—Por eso Rámses insistió tanto...

—No Mia, vaya que estas perdida, él insistió porque quiere estar contigo—replicó exasperada.

Me tumbé en la cama. La idea de yo gustándole a Rámses aún no terminaba de fijarse en mi mente, y ahora que ella lo decía, pues era más que obvio de que iba todo aquello. El miedo regresó a mí por un momento, y una vez más lo espanté, aferrándome a la idea de que él no me haría daño alguno.

—Rámses me dijo que yo le gustaba—confesé

—¿Y aun así no entendiste lo de allá abajo?—cuestionó divertida mientras se sentaba en la cama al lado mío.

Sacó del bolso varias cremas y me ofreció unas toallas para comenzar a quitarme el maquillaje.

—Le dije que había alguien del pasado que me dejó rota—expliqué, después de contarle con detalle lo que habíamos conversado—y él me dijo que me repararía.

Pacita emitió un ruidito que expresó la misma ternura que yo había sentido cuando él pronunció esas dulces palabras.

—¿Y le contarás lo que ocurrió con Daniel?—preguntó sacando del bolso su ropa y la mía

—No estoy segura, pero creo que tendré que hacerlo si quiero que entienda mis limitaciones

—No tienes ninguna limitación Amelia, solo están en tu cabeza. Lo de Daniel está en el pasado, deja que se quede allí. Cuando uno se cae, se debe volver a levantar. No podrás nunca estar segura al ciento por ciento que una persona no te hará daño, solo te queda confiar. Fíjate en mí, también me da miedo que Gabriel me haga daño, y me da miedo porque forma parte de nuestra naturaleza, no porque tenga algún evento traumático.

Asentí pensando en sus palabras mientras ella entraba al baño a ducharse. Unos golpes en la puerta me hicieron levantarme. Asomé solo una parte del rostro y me conseguí a Rámses sosteniendo la toalla de las chicas súper poderosas que me había comprado, el shampoo y el acondicionador.

—Piensas en todo ¿no?—dije sonriéndole mientras recibía las cosas en mis manos

—Y tú quizás no piensas suficiente—respondió con burla—. Lo de allá abajo...

—Ya sé—le interrumpí con mis mejillas sonrojadas, delanto mi vergüenza—, a veces soy muy... lenta, pero ya Pacita me explicó.

Él se carcajeó en respuesta

—Nos vemos en un rato Bombón— y se dio media vuelta para ir a su habitación. Aun no se había duchado pero su toalla colgaba del hombro e iba descalzo.

Pacita salió del baño envuelta en una nube de vapor y se dispuso a untarse de las cremas que había traído. Sus planes nocturnos eran serios y me reprendí a mí misma por ser tan despistada, porque casi pude arruinarle la noche que tanta ilusión le hacía. Fue mi turno de entrar a la ducha y aproveché ese momento para continuar con mi diatriba personal: Contarle o no de Daniel a Rámses. Para cuando finalicé y salí del baño con mi súper toalla que le sacó una sonrisa a Marypaz, estaba determinaba: Le contaría a Rámses.

—Lamento si hace poco soné tan dura—comenzó a decir Pacita, ofreciéndome un poco de sus cremas. Tomé un poco solo para los codos y piernas, y comencé a vestirme—. Debes ir al ritmo que tú desees ir, pero no creas que debes ir lento porque sería lo correcto después de lo que viviste. Si tienes ganas de acelerar a fondo también es válido. Solo tú sabes lo que necesitas. Eso es lo que quise decir

—Está bien, te entendí. Gracias Pacita, sé que tienes razón. A veces necesito que me hables con esa crudeza, sobre todo cuando al parecer estoy heredando el despistaje de mi mamá. Casi arruiné tus planes.

Ella soltó una gran carcajada: —No arruinaste nada, si insistías en quedarte estoy muy segura de que Rámses entraría a llevarte con él.

—Tambien lo creo—concedí

—Eso, si no es que yo antes te abandonaba para ir a la habitación de Gabriel—finalizó mi amiga

—¿Irás tú?—pregunté sorprendida

—Lo estoy pensando—confesó sin una pizca de vergüenza. Mi amiga de verdad debía sentirse atraída por él, considerando que estaba apartándose por completo de toda la timidez que la había caracterizado

—Yo creo que deberías dejar que el viniese a ti. No se lo pongas todo tan fácil.

Ella asintió con mi consejo, pero me quedó la duda de si lo tomaría.

—Mi teléfono se quedará encendido. Ya sabes, por cualquier cosa—me recordó y supe a lo que estaba haciendo referencia. Le di un pequeño abrazo antes de salir de la habitación.

La puerta estaba entreabierta así que entré sin tocar. Rámses aún no salía del baño por lo que aproveché de cepillar un poco mi cabello, tratando de eliminar todo la humedad lo más posible.

—Necesitas un secador de cabello, ¿no?—preguntó desde el umbral, secándose con fuerza su cabeza. Su torso estaba desnudo y llevaba puesto unos pantalones cortos que caían holgados por debajo de su cintura. Mi vista lo recorrió sin pudor y tuve que girar mi cara con rapidez para evitar que lo notase.

—Tengo uno en casa—le respondí.

—Pero te hace falta uno aquí—terció—. ¿Qué es eso que llevas puesto?—dijo señalándome con su dedo índice

—Mi pijamas—aclaré lo obvio

—¿Y acaso te olvidaste de mis reglas?—preguntó mientras comenzaba a acomodar la cama para acostarnos.

—¿Acaso pretendías que saliera en ropa interior por el pasillo?—él torció el gesto como si no lo hubiese considerado.

—Pero ya que estás aquí... ¿Por qué lo sigues usando?

—¿Rebeldía?—ladeé mi sonrisa

—Eso no lo pongo en duda Bombón...

Nos acostamos en la cama y fue él quien lanzó sobre nuestros cuerpos la sabana. Lo escuché respirando con pesadez, mientras mi respiración era nerviosa. Mirábamos el techo de su habitación, sintiendo la tensión naciendo entre nosotros.

—¿Estas incómoda?—preguntó

—Estoy nerviosa

—¿Puedo saber por qué?

—Quiero contarte lo que pasó entre Daniel y yo, para que entiendas...

—Daniel tu ex ¿Él que conociste por internet y el mismo que te... rompió?—asentí sabiendo que mientras yo seguía mirando el techo, él ahora me miraba a mí—. No tienes por qué hacerlo si no estás lista

—Pero quiero hacerlo, solo qué no quiero arruinar esta noche con ese relato triste

—Entonces, cuéntamelo cuando amanezca, y tendremos todo un día para quitarnos la tristeza—volví a asentir, sintiéndome un poco más calmada

Seguimos mirando el techo una vez más, pero el tamborileaba sus dedos en la cama, sus piernas se movían un poco inquietas, como si la cama de repente fuese un lugar ajeno a él, uno que lo incomodaba. Soltó un fuerte suspiro y se reincorporó mirándome. Estaba sentado en la cama, con las piernas estiradas, y aun tamborileando con sus dedos en el colchón

—¿Confías en mí?—preguntó con seriedad

—Si—estaba segura de mi respuesta

—¿Sabes que no te haría daño?

—Si—volví a responder.

Su mirada sería se relajó y una sonrisa torcida y pícara apareció en su rostro. Quitó de un tirón la sabana que nos cubría y se levantó. Sin dejar de mirarme a los ojos, tomó el pantalón de mis pijamas por los bordes de los pies y con fuerza y rapidez tiró hasta que la prenda quedó en sus manos y mis piernas descubiertas sintieron el frio del cuarto. Mi boca se abrió sorprendida, mis ojos iban desde su cara de victoria y mis pantalones de pijama en sus manos. Los hizo una bola y arrojó hasta el otro extremo del cuarto. Regresó a la cama, volvió a arroparnos y toda la tensión de su cuerpo desapareció. Lo seguí con la mirada hasta que estuvo a mi lado acostado, sin perder en ningún momento su sonrisa ganadora

Seguía estupefacta por lo que acaba de suceder, paralizada en la misma posición en que me había arrancado los pantalones, y muy consciente de que en ningún momento sentí el miedo que temí sentir ante cualquier intimidad con Rámses después de que me insinuara sus sentimientos. Por el contrario, me había sorprendido y me dejó un sabor en la boca de querer... más... o quizás... ¿menos ropa?.

Una puerta en el pasillo se abrió y se cerró, se escucharon unos pasos, luego otra se abrió y se cerró. Lo escuché sonreír mientras se giraba hacía mi petrificado cuerpo y lo movía a su antojo, colocándolo de medio lado, mientras me atraía hacía sí y me abrazaba. Lo dejé hacerlo porque como siempre que me pasaba, cuando estaba en sus brazos no existía nada ni nadie más.

—Creo que después de todo Pacita no dormirá sola— y me llevó unos momentos comprender que el monstro de los celos no había hecho presencia.

***

Despertar abrazada por Rámses era lo mejor de mis fines de semana, tenía que reconocerlo, porque la sensación de paz que experimentaba mientras dormía se mantenía cuando abría mis ojos. También era un gran añadido que no tenía pesadillas que no pudiera superar cuando estaba a su lado. Mis pesadillas con Stuart y con Daniel no desaparecían por arte de magia, pero cuando las tenía estando en brazos de Rámses me sentía con más confianza para derrotarlos en mis sueños. Podía huir cuando intentaban agarrarme, podía apartarme de Daniel cuando lo tenía sobre mí, Podía gritar cuando en otras pesadillas no lo lograba, y lo más importante, era que me despertaba con la sensación de que podía superar cualquier cosa.

Por eso cuando abrí los ojos y desperté sin sentir los brazos tibios de Rámses me sobresalté. No estaba en la habitación ni en el baño. Y mis pijamas arrugados estaban sobre la cama. Fui al baño y cuando estuve lista me coloqué los pijamas y salí del cuarto. Bajé las escaleras hacia la cocina, donde algunos ruidos me indicaban que no era la única despierta.

—Hola ronquidos—se burló Pacita, mientras preparaba el desayuno. El olor a huevos y tocino me despertó el apetito casi de inmediato—.Quería prepararle el desayuno a Gabriel y tú "roncabas" profundamente. así que Rámses se ofreció a ayudarme.

Me senté en una de las sillas vacías girando los ojos por su comentario: —¿Y tú que tal dormiste?—repliqué con la misma maldad que ella acababa de hablar.

—La verdad es que muy bien—dijo con una sonrisa amplia.

—¿Lo hicieron?—pregunté sin rodeos y ella se sonrojó.

—No, solo pasamos la noche juntos, y bueno si hubo muchos besos y... otras cosas—respondió con vileza

Abrí mi boca cuan amplia era y cuando me disponía a exigir un informe pormenorizado de su noche Rámses entró en la cocina con unas bolsas de compra. Había salido a comprar lo que de seguro faltaba para el desayuno. Pasó a mi lado dándome un no tan pequeño beso en la mejilla que me hizo ruborizar.

BonjourBuenos días— Bombón—saludó soltando las bolsas sobre el mesón y sacando las cosas que había traído.

Bonjour—repetí burlona con una terrible pronunciación. Él se giró y con una sonrisa tomó mis cachetes entre su mano y apretó

Bonjour—repitió para que hiciera lo mismo

Bonjour—dije una vez más, y ahora el sonido era más acorde a lo que él había pronunciado. Satisfecho me soltó los cachetes, me miró los labios y humedeció los suyos, pero solo sonrió y se aprontó a ayudar a Pacita.

Bom Dia—saludó Gabriel entrando en la cocina. Su cabello enmarañado me sorprendió, por lo general cuando salía del cuarto con Rámses, él ya lucía bastante acicalado. Abrazó a Pacita por la espalda y el gesto tan íntimo me hizo voltear la cara. Yo respondí con mi nuevo Bonjour aprendido

¿Quais são os planos que temos para hoje?—¿Qué planes tenemos para hoy?—preguntó

—Tengo que comprar unas cosas—respondió Rámses sirviendo la mesa y golpeando mi mano cuando intenté tomar una de las tostadas que acababa de colocar, para luego tomarla él y ofrecérmela en la boca—, pero será algo rápido, después de allí podríamos ir al cine.

La mesa estaba servida como Pacita lo había dispuesto y todo además de oler delicioso se veía increíble.

Bon appétitbuen apetito— dijo Rámses mirándome atento cuando imité su pronunciación.

—En esta casa solo se acepta un francés pedante—habló Gabriel mordiendo su tostada untada con mantequilla. Le saqué la lengua en respuesta y el rió

Comimos con una pequeña charla amena, tratando de escoger la película que veríamos. Cuando la comida se acabó, las chicas nos levantamos de la mesa para que los chicos limpiaran mientras nosotras nos arreglábamos.

—¿Me contarás?—pregunté mientras caminábamos por el pasillo

—No es que haya mucho que contar. Él vino al cuarto anoche y le pedí que se quedara—tapé mi boca para que mi chillido de sorpresa no se escuchara, ella me mandó a callar preocupada por lo mismo—. Nos comenzamos a besar y bueno las cosas se pusieron caliente, pero solo eso. Bueno, quizás hubo algún toqueteo por sobre la ropa, pero hasta allí. Y para ser sincera, quedé con ganas de más.

—¡Marypaz!—grité sorprendida—eres una cachonda sin pudor. Querías abusar del pobre Gabriel.

—De pobre no tiene nada, él también quería más, lo pude... notar.

—¿Notaste como...?—consulté un tanto temerosa de su respuesta

—Noté como sinónimo de sentí contra mi pierna y... palpé—respondió avergonzada mientras un nuevo grito salía de mí. Nos comenzamos a reír mientras nos alejábamos de las escaleras.

—Creo que la próxima vez, si pasará—susurró

—Si estás segura, toma tú propio consejo, ve a la velocidad que tú quieras.


Salí del baño de Rámses aún con mi jeans sin abotonar, creyendo que aún se encontraría lavando los platos, pero él ya estaba en el cuarto colocándose una sudadera, volteó a mirarme y alzó una ceja; con rapidez abotoné mi pantalón.

—Limpiaron todo muy rápido—hablé sorprendida

—No limpiamos nada—dijo con sinceridad—, solo colocamos todo en los platos sucios. Mañana ya lo limpiaran.

—¿Tienen una señora de limpieza?—pregunté sorprendida

—Si—y se encogió de hombros—mi papá no correrá el riesgo de que la casa se caiga si cuenta con que nosotros limpiemos.

—Ya decía yo que todo lucía muy limpio

—Así que... Daniel...—habló mientras terminábamos de vestirnos, la sutilidad no era su fuerte, aunque considerando lo despistada que fui todo este tiempo, quizás no quería correr riesgos de que no entendiese.

Me senté en la cama y le pedí que se sentara a mi lado. Mis manos sudaban y temblaban ligeramente mientras me disponía a contarle

—Promete que no me tratarás distinto después de que te cuente— él asintió un poco extrañado por mi pedido y lo prometió. Di un gran suspiro y proseguí.

— Como ya te conté, conocí a Daniel en línea, hablamos todas las noches y hacíamos video llamadas. Y... cuando por fin llegó el día de conocernos... él...

Rámses tomó mi mano, animándome a seguir.

—Él me llamó cuando estaba en la puerta de mi casa, me pidió que cerrara los ojos para darme la sorpresa, yo lo escuchaba a través de la puerta hablando, así que acepté y él entró. Me besó. Nos besamos...—la bilis del recuerdo amenazaba con hacerme devolver el suculento desayuno de hace poco—. Me tapó los ojos y escuché su risa juguetona mientras seguíamos besándonos. Nos tumbó en el sofá y las cosas se pusieron... intensas—estaba buscando muy bien mis palabras, tratando de aliviar el impacto de lo que le diría—. En un momento quitó su mano de mis ojos y fue cuando vi a Daniel por primera vez. No era el mismo chico con que en el que había hablado todo ese tiempo. Había usado a otra persona para darle rostro a quien era en realidad. Le pedí que me soltara y no lo hizo, me pedía perdón por el engaño, pero no me soltaba y entonces—yo hablaba cada vez con más rapidez, como si llegase a tomar un mínimo respiro no hubiese podido terminar el relato— creo que pensó que si yo me volvía a excitar se me olvidaría todo y fue cuando con su mano...

El recuerdo era demasiado doloroso para poder terminarlo. La mano de Rámses me apretaba con fuerza y lo agradecí, porque era un ancla que me recordaba que estaba en el presente y que esas imágenes de Daniel eran el pasado. Su mano fue mi cable a la realidad, uno que me ayudó a regresar de ese pasado doloroso a un presente donde estaba segura; rota, pero segura.

Bajé mi cara, y como temí cuando tomé aire no pude continuar el relato.

—Te violó—susurró más para sí mismo que para mí.

—Si—confirmé.

El silencio se cernió sobre nosotros. Manteníamos nuestras manos unidas y yo no estaba dispuesta a soltarla. Mi cara estaba empapada de lágrimas pero no tenía fuerza para limpiármelas. Él quiso levantarse pero yo no solté su agarre.

—No me sueltes—susurré— que no me quiero quedar en ese recuerdo

Con fuerza me haló hacía él, haciendo que me levantase y me estrechó en sus brazos, sin soltarme la mano y haciendo que ésta quedase a mi espalda.

—Me siento como un idiota—refunfuñó al cabo de lo que se pareció una eternidad—. De haberlo sabido, anoche no...

Negué contra su pecho

—Confío en ti—afirmé tratando de calmar mis pequeños sollozos.

—No quise presionarte

—Lo sé y no lo has hecho. Si me hubiese sentido presionada hubiese salido corriendo, creo que ha quedado claro que es lo que hago ante situaciones de presión—terminé con una pequeña sonrisa que él no pudo devolverme. Sabía que tenía muchas preguntas que hacerme, pero no quería seguir ahondando en el tema, así que opté por cambiar la conversación—. ¿Sería muy goloso de mi parte comerme un helado cuando lleguemos al centro comercial?

Y gracias a Dios que Rámses lo entendió, porque me dio un pequeño asentimiento y tras ayudarme a limpiarme las lágrimas y revisar de que luciese bien, salimos de su habitación para encontrarnos con Pacita y Gabriel que esperaban en la sala.



Nota de Autora: 

Hola a todos!!!! 

ESTOY SÚPER FELIZ POR TODOS SUS VOTOS Y COMENTARIOS! Me alegran el día, la tarde y la noche. Siento un orgasmo autoril (no me importa si la palabra no existe) cuando mi teléfono convulsiona con todas las notificaciones de wattpad!. 

El capítulo de hoy no está del todo corregido, lo estoy montando en medio de mi trabajo muggle y no puedo corregirlo a fondo. Cualquier error me avisan para corregirlo. 

No se olviden de votar, comentar y recomendar la historia, a todos los que me han visto en los grupos de FB publicitándola, que me han ayudado y recomendado muchísimas gracias!!. 

baisers et abraços ♥ 😍

(Besos y abrazos)

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