Capítulo 36

PRESENTE 36

Dos días después, Carter no muestra signos de daño neurológico y le dan de alta. Me tardo treinta segundos en convencerlo de que me deje trabajar desde casa, y con eso me refiero a su casa.

Durante dos semanas, sus papás, mi mamá y yo nos turnamos en ayudarlo y mimarlo. Obviamente, aquí sale a la luz de que no estoy en capacidad de asistente personal que aprecia mucho a su jefe y simplemente le quiere hacer la vida más fácil.

—¡Al fin! —chilla la mamá de Carter cuando le damos la noticia, justo después de terminarlo de ayudar a meterse en la cama—. He estado esperando esta noticia casi desde que te conocimos.

—Pero si eso fue hace cinco años... —murmuro intercambiando una mirada con Carter.

—Sí, yo sabía que Alicia te había mandado a la vida de mi hijo.

Yo no sé si las cosas funcionan así, pero Carter tiene una sonrisa bobalicona como de que está de acuerdo. O sino es que está dopado por los calmantes.

La reacción de Cooper cuando se entera es una sonrisa medio tenebrosa, de esas que son de medio lado y con solo la mitad de la cara. Si le pone esa mueca a sus rivales de hockey, seguro que salen despavoridos.

¿O será que esto es el portento de una tormenta? ¿Será que en realidad no le agrada la idea y esto es sorna? ¿O qué más bien le da tan igual que no se siente totalmente contento? ¿O será que está feliz con este desenlace? Quizás fue él quien nos encerró en la alacena en noche vieja.

Nunca se me había ocurrido hasta ese momento lo misteriosos que son los varones adolescentes. Hago una nota mental para buscar algún libro sobre cómo ser madrastra de uno.

—Bienvenida a la familia —es todo lo que dice al respecto un momento de agarrar sus macundales para que su abuelo lo lleve a la escuela.

—¿Eso fue una amenaza? —indago con su padre una vez que nos quedamos solos en su nueva oficina, antes conocida como su habitación.

Carter levanta la mirada de su computadora. Es un poco extraño verlo sentado en su cama, sábanas hasta su cintura y la laptop del trabajo encima de sus piernas, torso desnudo a pesar de los audífonos en su cabeza en preparación a la primera reunión de la mañana, y un yeso gigante en su brazo izquierdo apoyado por un fuerte de almohadas. Y debajo de las sábanas lo único que lleva es un par de boxers de esos ajustados, y porque le expliqué que no importa que duerma en pelotas, es un poco raro trabajar en ese estado.

Demasiadas emociones encontradas ante esta visión.

Bueno, no me debiera quejar. Yo también estoy en pijamas. Es decir, ropa interior y una franela gigante.

Varios días pasan con esa dinámica hasta que Carter declara que el dolor es finalmente manejable y puede regresar a la oficina. El siguiente obstáculo es que no puede vestirse muy fácilmente que digamos, y lo soluciono cortándole la manga a una de sus camisas.

—Bienvenido de regreso —saluda el vigilante nada más que entramos al edificio.

—Muchas gracias, Ray —devuelve Carter con una sonrisa de político en campaña electoral.

—Qué popular. —Lo codeo por su lado bueno.

—Sí, mira que premio te sacaste. —Me guiña.

—¿Esto es lo que va a ser mi vida de ahora en adelante? —Expulso un suspiro sufrido.

Me sorprende agarrando la parte de atrás de mi cuello para atraerme hacia él, pero en vez de un beso salvaje y rápido, deposita uno medio inocente en mi cien.

—Ya le agarrarás el gusto.

El ascensor se abre y nos separamos a una distancia razonable.

Frank está plantado frente a nosotros esperando el ascensor, y da un aplauso de alegría al ver a Carter.

—¡Carter, qué bueno verte de nuevo! Y hola, Valentina. También hace rato que no nos vemos —saluda con una sacudida de sus cejas.

—Este, sí. Hola... —Espero un poco a que Carter termine su conversación con Frank.

Pero en el camino, nos topamos con un grupo de compras que le dan abrazos y palabras de ánimo a Carter, pero que a mí me echan una mirada rara.

—¿Qué fue eso? —Carter me levanta una ceja cuando entramos primero a mi oficina.

—Ni idea. —Rodeo mi escritorio para guindar mi cartera del perchero—. Ya le voy a escribir a Davina a ver qué pasa.

—Me cuentas. —Asiente y entra a su oficina.

Instalo mi laptop en la estación de trabajo y la enciendo. Se tarda más de lo que quisiera, así que agarro mi celular para escribirle a Davina por ahí.

«Carter y yo regresamos a la oficina hoy y la gente está como rara».

Sus tres puntos aparecen enseguida. «Voy para allá».

«Okaaay».

Mi laptop finalmente se enciende. Tengo trescientos emails esperándome solo desde ayer y apuesto a que la mayoría son debidos a la conferencia que se aproxima, lo que significa que este día va a requerir copiosas cantidades de café.

La puerta de mi oficina se abre abruptamente y Davina entra jadeando.

—¿Corriste hasta aquí?

—Sí, es que no te había querido decir nada para que no te preocuparas. —Pasa su dedo sobre su labio para limpiar el sudor.

—Oficialmente me estás preocupando.

—Hay un rumor.

Me paralizo.

—¿Sobre mí?

—Sí y no.

—Davina...

—Es que no soy la única que te vio tener un ataque de pánico cuando te enteraste del accidente de Carter. —Levanta las manos—. Te juro que no le he dicho a nadie lo que hablamos después de eso, pero igual la gente se ha armado su trama.

—Coño. Este es el tipo de cosa que se cuenta inmediatamente. —Le abro los ojos de forma exagerada.

—¡Lo pensé! Pero imagina que te hubiera contado. ¿Qué hubieras hecho? Si te ponías a intentar desmentir los rumores de tu propia boca ibas a abanicar las llamas.

—Una advertencia hubiera ayudado. —De pronto gimo al caer en la cuenta de algo—. Mierda, si quiera me hubiera esperado a entrar unos minutos después de Carter.

—Perdón, pensé que más bien estaba ayudando. —Se encoge.

—No, gracias... Tienes razón. Lo mejor que puedo hacer es nada.

—¿Nada?

—No decir nada. No portarme diferente en lo más mínimo. Carter tampoco, aunque le voy a tener que explicar todo esto para que sepa.

—Buena idea pero... —Hace una pausa para morderse el labio—. Esa no es la peor parte.

—¿Y ahora qué? —Cierro los ojos.

—La autora de los peores rumores es Lauren.

—¡Ja! Qué hipócrita.

—Creo que está intentando ocultar sus propias fechorías con todo esto. La reporté a Amy pero ya sabes qué pasó.

—Un gran total de nada, asumo.

—Correcto. —Exhala tan fuerte que hace un puchero pero su expresión se aclara en un instante—. ¿Cuándo es la boda?

—Ay mira, tengo una pila de trabajo que hacer —anuncio con sarcasmo.

—Quiero ser la dama de honor.

—Estás en cola. —Tecleo mi contraseña para revivir la laptop.

—¡Aja! Eso quiere decir que sí hay boda. Lo sabía.

—Chao. —Me escondo detrás de mi pantalla y Davina sale de mi oficina riéndose.

Chequeo de reojo a ver si Carter puede hablar y no, está al teléfono. Le envío un mensaje rápido en nuestro chat para explicarle lo que me acaba de comentar Davina. Cambio a otra ventana para chequear el calendario de Carter de hoy y el mío. Y todo muy bien hasta que me doy cuenta de que su siguiente reunión es nada más y nada menos que con Amy.

—Bueno, paciencia —mascullo para mí misma—, ya te falta poco.

Tengo cuadradas cinco entrevistas, entre esas dos que me interesan muchísimo. Y guarever, si todo falla regreso a mi sueño de la infancia de ser maestra. Que se joda todo.

Logro atacar casi cincuenta emails hasta que la puerta de mi oficina se abre y entra la villana de telenovela, con su pelo amarillo recién decolorado que todavía se le nota la irritación en su cuero cabelludo. Se supone que los profesionales de R.R.H.H., si de verdad fueran profesionales, se debieran mostrar cordiales e imparciales. Pero no, Amy me pone cara como si yo no fuera un ser humano, sino un mojón sentado en una silla.

Yo pretendo como que estoy demasiado ocupada escribiendo un email y aunque no es mentira, si fuera mejor persona haría una pausa para desearle los buenos días y darle la bienvenida a la oficina de Carter. Me quedo en silencio total y pretendo como que ella no existe.

Espero unos minutos para echarle un vistazo a la situación. Carter está sentado de un lado de la mesa, con la ventana a su espalda. Amy está del otro lado frente a él. Es ella la que habla y mueve su manos un poco en plan «¿qué se le va a hacer?». Carter no ha querido compartir cuál es el tema de esta reunión y eso me lo dice todo: es sobre mí. O mejor dicho, sobre nuestra situación.

Es imposible concentrarse así. Me levanto y cambio de escenario. Hay algunas personas en la cocina congregados en torno a la cafetera, y por suerte no se percatan de mi presencia hasta que se van.

—Hola, Valentina —dice uno de forma normal, pero el de al lado se ríe por lo bajito.

—Buenos días —enuncio con claridad y como si no hubiera escuchado nada.

Al menos disfruto algunos minutos de paz en la cocina. Me debato si llevarle una taza a Carter, pero no la voy a dejar que se enfríe en mi escritorio y tampoco voy a someterme a la presencia de Amy. Regreso solo con mi taza pero el plan se arruina cuando consigo tanto a Carter como a la medusa en mi oficina.

—Valentina, ¿puedes pasar a la oficina de Carter? Tenemos que hablar contigo.

—Buenos días, Amy —contesto con amabilidad fingida—. ¿Necesito recoger mis bienes personales, o es una reunión normal?

Carter aprieta sus labios para contener lo que sin duda hubiera sido un comentario bien seco o un regaño.

—Solo tu café. —Amy tuerce los labios en una mueca indescifrable, se da la vuelta y entra a la oficina de Carter primero.

—Te iba a traer café pero justo no quería lidiar con ella. —Arrugo mi nariz—. Pues nada, al matadero.

—No es nada malo. —Carter suspira.

Entro y no sé si es para tranquilizarme o porque Amy está distraída con su celular, o por las dos cosas, pero Carter acaricia mi espalda y funciona. Mi cuerpo se relaja y deja de parecer un resorte apretado.

Qué poder tiene sobre mí este hombre.

Hago una pausa ante ellos cuando Carter señala que me siente junto a él, pero en la silla que ocupaba anteriormente. Lo que me pondría frente a Amy. Y junto a él, hay que recalcarlo.

—Ay, por favor. Claro que sé que Carter y tú son pareja. —Amy pone los ojos en blanco.

—Yo no le dije —afirma Carter levantando su hombro bueno—. Ella sospechaba hasta el accidente.

—¿Por qué hasta el accidente? —Hago lo posible por mantener la calma pero su mano no está en mi espalda, por eso de que la tiene sobre el espaldar de la silla que quiere que ocupe.

—Tu pequeña escena ese día los delató. —Amy suelta una risilla aguda—. A mí también me dio mucho pesar saber que mi jefe había tenido un accidente, pero no iba a caer casi desmayada en pleno pasillo por eso.

—Amy. —Carter frunce el ceño—. No hace falta que uses ese tono. No es ni profesional ni amable.

Era hora de que Carter se diera cuenta de eso precisamente.

Tomo asiento en la silla que me ofrece y él se une a mi lado. Como yo sí soy profesional, aunque no muy amable, dejo mis manos sobre la mesa para que estén visibles. Mucho más fácil resistir las ganas de agarrar su rodilla de esta manera.

—En fin. Carter ya me había hablado un poco de este tema anteriormente, aunque pensé que se refería a otra pareja en la compañía.

Es decir, Lauren y Josh.

—En mi opinión, habrían demasiados problemas si cambiamos la normativa de la compañía por esta razón, pero Carter insiste.

—Que no —espeto, girando hacia él.

—Es la forma más transparente de hacer esto —repunta Carter.

—No, la más transparente es la mía.

—¿Cuál es esa? —increpa Amy.

—Estoy buscando otro trabajo —respondo sin tapujos—. Y si las partes de la otra pareja en la compañía tuvieran algo de decencia, harían lo mismo.

Amy mueve la quijada en un gesto muy Soraya Montenegro. Casi me hace reír.

—Esa ciertamente es una alternativa. Sería una lástima para Bolton Consulting dejarte ir, pero lo apoyaría.

Intento contener mi bufido pero no lo logro por completo. Carter choca su rodilla contra la mía.

—La otra opción es hacer una rotación laboral —declara Amy de pronto.

—¿Ah?

—En otras palabras —aclara Carter—, te irías a trabajar con Josh, y Lauren vendría a trabajar conmigo.

—Ahhhh. —Sujeto mis manos con más fuerza para no estrellárselas ni a Carter ni a la otra, aunque me dan muchas ganas de asestarles un buen coñazo—. Qué bien, así Lauren finalmente haría su sueño realidad de tener su torta y comérsela también. Tendría el puesto más prestigioso entre los asistentes personales, seguro que con una subida de salario, y a la vez podría seguir saliendo con su novio de más de un año.

—Pues tú también obtendrías lo que quieres —escupe Amy con rabia detrás de sus palabras.

—Carter, me parece muy curioso cómo la jefa de recursos humanos no niega ninguno de mis comentarios.

Sus cejas se levantan levemente, ojos entrecerrándose a la vez.

—Amy, ¿desde hace cuánto sabías lo de Lauren y Josh? —pregunta Carter con una voz que reconozco muy bien. Es la que usa cuando el receptor va caminando sobre hielo fino y no lo sabe.

—El punto no es ese —alega la otra con sorprendente tino—, sino que hay una forma de bajo conflicto de resolver este asunto.

—¿Desde hace cuánto? —insiste Carter.

Silencio.

Amy se yergue más derecha pero no vence a Carter en la batalla de miradas fijas.

—Desde hace algún tiempo.

—No me hagas preguntar de nuevo.

—Está bien, desde el principio. Pero te aseguro que estuve monitoreando la situación de cerca y no afectó el negocio en ningún momento.

—Curioso, porque yo solo me enteré el verano pasado. —Carter se frota el mentón con su mano sana y lanza la bomba—: ¿Qué más me has estado ocultando?

Amy succiona oxígeno y se petrifica.

Este es el momento en el que el hielo se quebranta y ella cae en el agua helada, figurativamente hablando.

—Yo... no...

—Digo, porque busqué hablar contigo con total transparencia al instante en que Valentina y yo empezamos a salir —comenta él todavía muy tranquilo.

—¡Pues ella no lo hizo! —Amy me apunta con el dedo.

—Cierto —admito—, porque a la vez me puse a buscar trabajo fuera de la empresa. Eso me pareció lo más correcto, incluso más que la forma en la que Carter manejó esto.

—Es cierto. —Él asiente—. La he estado intentando convencer de que se quede. Pero esto no es sobre Valentina. Es sobre como tú y Lauren pensaban ocultar esto el resto de sus vidas. Y lo hubieran logrado si no hubiera sido porque Josh no soportó más el cargo de consciencia y lo confesó todo. Así que, lamentablemente no siento mucha confianza en ti en este momento.

—¿Y por qué no? —Amy se cruza de brazos—. Si también he estado ocultando el amorío de ustedes ya por dos semanas. No hay nadie más discreto y leal que yo.

—Lamentablemente ahora todo esto me hace dudarlo. —Carter golpetea la mesa con sus dedos—. Me temo que voy a tener que traer una auditoría externa.

—¡Pues no puedes hacer eso y a la vez seguir saliendo con tu secretaria!

—Entonces renuncio.

Los dos voltean sus cabezas hacia mí de golpe.

—¿Qué? Lo último que quiero es darle problemas a Carter. Esa ha sido mi misión como su asistente personal hasta este momento. —Hago una pausa—. Ese es el nombre del rol, por cierto, no secretaria.

—No puedes renunciar. —Carter pestañea rápido.

—Es lo mejor. —Ya me vale un bledo lo que piense Amy, así que deslizo mi mano bajo la mesa para masajear el muslo de Carter—. De esa forma, ya las consecuencias de ese hallazgo en la auditoría ya estarían ejecutadas. Mínimo impacto.

—Mucho impacto. —Carter sacude la cabeza—. Lo que yo no quiero es afectarte a ti. Por eso estuve de acuerdo con la idea del intercambio, Valentina. No es justo que pierdas tu trabajo.

—Sí lo es. —Me estiro y le doy un besito en su mejilla—. Ahora con permiso, voy a empacar mis cosas. Y si Josh o Lauren tienen algo de consciencia, al menos uno de ellos debiera hacer lo mismo.

Los dejo boquiabiertos cuando salgo de la oficina de Carter.

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