Capítulo 34

PRESENTE 34

Nada mejor que estar sentada en el sofá de uno en leggings, una franela gigante con huecos después de tantas lavadas, y el pelo recogido en un moño sobre la cabeza que parece un nido de chocorocoy. Pego un mordisco a una barra de Snickers mientras chequeo una página web de búsqueda de trabajo.

Este el día tres de la nueva aventura, y como empecé en viernes no he tenido la oportunidad de entrar en pánico aún ante el hecho de que no he recibido una sola respuesta a mis cinco aplicaciones por el momento. La última vez que me tocó este rodeo tuve que hacer veintitrés aplicaciones hasta que me pararon bola una primera vez. Seguro que ahora es peor.

—Hmm, este se ve interesante. —Me acerco a la pantalla. Un pedazo de chocolate cae en mi pecho y lo recojo sin prestar mucha atención.

—¿Qué hacéis?

Pego un chillido y un brinco. Salvo el chocolate pero casi asesino la laptop. La logro balancear entre mis rodillas.

—Mamá, casi me dais un infarto.

—¿Por qué estáis buscando trabajo? —Frunce el ceño y se acerca todavía más a la pantalla sobre mi hombro—. ¿Te despidieron?

—No.

—¿Carter se está portando mal?

—Tampoco.

—¿Y entonces? —Se pone las manos en la cintura.

Pestañeo rápido mientras la observo. Mamá es otra pro Carter que montó campaña para motivarme a salir con él. No es que se vaya a molestar conmigo si le cuento que no caí, me lancé. Sino al contrario, se va a alegrar tanto que me va a reventar el tímpano. Y si me descuido va a planear la boda para la semana que viene.

Mejor me espero a informarle cuando las cosas estén más estables. Preferiría ya estar trabajando en otro lado y ver cómo nos va a Carter y a mí antes de tener esta conversación.

—No es por nada malo, créeme. Simplemente ha llegado la hora de probar otra cosa.

—¿Y qué dice Carter al respecto?

Complicado porque Carter no sabe que he tomado esta decisión todavía. Planeo explicárselo mañana en la mañana durante nuestra reunión de agenda semanal, así también seguro se le van a quitar las ganas de flirtear solo porque estemos a solas.

—¿Pa' dónde vais? —pregunto con toda la intención de cambiar el tema. Señalo su blusa toda bonita.

—Voy a tomar café con el vecino y después voy al Publix. —Me echa una mirada cargada—. Vos también deberías salir pa' algo que no sea el trabajo, ¿sabéis?

—Pero si estuve en Orlando todo el fin de semana pasado...

—Ya eso no cuenta. Ayer te pasaste todo el día como una marmota en el sofá.

—Que te vaya bien, ma'. —Vuelvo mi atención al chocolate y la laptop.

Espero una retahíla departe de mi madre pero en vez de eso, lo que suena es el timbre. Mami olvida nuestro pequeño argumento y casi que pega brinquitos hacia la puerta. Seguro quedaron en que el vecino la venía a buscar.

—Buenas tardes.

Me congelo.

Un segundo después me escondo detrás del sofá, pero no creo que eso me ayude mucho.

Resulta que el que está en la puerta no es el vecino, sino mi jefe. Este... mi novio que mamá no sabe que es mi novio.

—Hola, Carter. Qué gusto verte por aquí pero también qué sorpresa. —Prácticamente puedo oír las cejas levantadas de mi madre—. ¿A qué debemos la debemos?

—Vine a traer esto. —Oigo el crujir de una bolsa de papel.

—¿Aja? —increpa mi mamá.

—Para ti y para Valentina —insiste él, creo que todavía desde la puerta—. Por cierto, ¿dónde está?

—Escondiéndose detrás del sofá.

Gimo.

«Muchas gracias, mi amada progenitora».

—Hola. —Me asomo por encima del sofá. Me resulta muy injusto que Carter se vea tan hermoso en una Henley color crema y unos jeans azules tan sencillos. Si hubiera sabido que se iba a aparecer por aquí, hubiera hecho más esfuerzo en mi atuendo.

—Hola. —La forma en la que sus labios se expanden en una sonrisa encantadora nos delata.

Mami agarra la bolsa de papel con una mano, y con la otra hala el brazo de Carter hasta que lo hace entrar al apartamento. Cierra la puerta y se cuadra para echarnos una mirada penetrante primero a mí y luego a él.

—Okay, ¿esto qué es? —Su dedo nos señala al uno y la otra—. Detecto algo raro y demando respuestas inmediatamente.

—¿No le has dicho? —Carter pestañea.

Siento calor subir hacia mis mejillas.

—Bueno, es que he estado ocupada y... —Suspiro—. Mamá, Carter y yo estamos saliendo.

Silencio. O mejor dicho, solo se oye el reloj de la cocina. Tic toc, tic toc.

—¿Y en qué momento? Si cuando no estáis en el trabajo no salís... Oh.

Este es el momento en el que mi madre une los puntos. Han habido unas cuántas oportunidades de vacilón en el trabajo: eventos, fiestas, y el más reciente viaje de negocios solos los dos. No sé cuál de esas opciones es la conclusión a la que llega mami, pero el significado es el mismo.

—Lo apruebo —anuncia mi madre sin pensárselo dos veces.

Aprieto mis labios para contener un bufido.

—Eso sí —agrega de continuo—, más vale que esto sea en serio, que Valentina no está para jueguitos a esta edad.

—Ni a esta ni a ninguna, mami —mascullo.

—Lo es —asegura Carter a la vez—, muy en serio. Más serio que un funeral. Que no es que esto sea ocasión de lágrimas. Ese no fue el mejor ejemplo. Lo que quería decir es que le voy con todo a esta relación, no es que es algo de lamentar. Al contrario, hay que celebrarlo. Quizás deberíamos planear una fiesta, ¿no?

Es divertido ver a Carter balbucear de nervios y ponerse a sudar. Mami no hace nada para ayudarlo pero yo tengo un poco más de piedad, creo que por esto de que estoy empepada y eso.

—Respira —sugiero.

El pobre agarra una bocanada de aire profundo.

Mami se enfoca en mí.

—¿Y entonces por qué estáis buscando trabajo?

Mierda. ¿Por qué tuvo que escoger este momento para retornar a esa conversación?

Los hombros de Carter decaen y pela los ojos en completa sorpresa.

Me medio salva la campana. O dígase, el timbre suena otra vez.

—Esta vez sí es para mí, pero no creáis que no vamos a terminar esta conversación más tarde. —Mami me lanza un beso en el aire, le devuelve la bolsa a Carter antes de agarrar su cartera y sale al encuentro del vecino.

Y eso nos deja a Carter y a mí solos.

—Este... ¿qué hay en la bolsa? —Trago grueso.

—Donas. ¿Por qué estás buscando otro trabajo? —Lentamente, Carter camina hacia la cocina para depositar la bolsa en la isla central.

—¿A quién se le ocurre poner donas en una bolsa? —bromeo pero ahora la que suda soy yo.

—Hay dos cajas adentro. —Con un suspiro, Carter se apoya contra la isla y mete sus manos en los bolsillos de sus jeans—. ¿Nos podemos enfocar en el tema principal?

—Supongo que sí —murmuro sin ganas. Abandono mi snack y la computadora en la mesa de café. Justo antes de levantarme, escucho sus pasos y acto seguido se sienta a mi lado en el sofá—. Perdóname por no decírtelo antes.

—Nada qué perdonar. Lo que quiero saber es por qué. —Su expresión se aprieta con preocupación—. ¿Hay algún problema? ¿Es por lo del otro día, cuando Josh casi nos descubre?

—Sí y no. —Me remuevo en el sofá hasta apoyarme lo más atrás que puedo, y subo mis pies para abrazar mis piernas—. Es la única forma que se me ha ocurrido de que podamos estar juntos.

Carter acaricia su cabello y colapsa contra el espaldar del sofá.

—Tampoco te había dicho pero he estado en conversaciones con Amy para ver cuáles podrían ser las implicaciones legales de cambiar los lineamientos de la compañía.

—Me lo imaginé. —Me encojo—. Supongo que no me lo habías dicho porque sabías que no iba a estar de acuerdo.

—¿Ah? No. —Sacude la cabeza—. Solo quería esperar a ver si lo podíamos lograr o no. No le vi sentido a darnos esperanza si no la había. ¿Eso quiere decir que no estás de acuerdo?

—Claro que no. No puedes creer que todo el mundo va a reaccionar bien si cambias las normas y al día siguiente nos ven agarrados de mano.

—La verdad no me importa mucho —masculla con los labios torcidos como un niño malcriado a punto de berrinche.

Estiro un brazo para tomar su mano. La suya es tan grande que casi ahoga la mía. Sus tendones y venas se marcan a través de su piel morena. No puedo evitar levantarla para darle un besito.

—Debiera. A mí me importa mucho tu reputación.

—Yo quiero tener mi pastel y comérmelo también —comenta aludiendo al refrán de los gringos—, ¿por qué no puedo?

—Porque la vida no es así de fácil.

—Pero no me imagino la oficina sin ti. ¿Quién me va a regañar si haraganeo?

—Tu nuevo asistente o asistenta.

—¿Y quién me va a manejar el calendario con tanta precisión? ¿O traerme algo de tomar antes de que me de cuenta que tengo sed? ¿O cambiarme las baterías del teclado? Es más, ¿quién me va a llevar documentos al box a las seis de la mañana para que los firme? ¿Y quién me va a mostrar su sujetador en el proceso?

Golpeo su muslo.

—Eso último más vale que no sea tu nuevo asistente o asistenta.

Carter se arrima para poner su brazo sobre mis hombros y atraerme hacia su costado. Reposa su mejilla contra mi moño enmarañado.

—¿Cómo voy a sobrevivir si no te tengo cerca para besarte en cualquier momento?

—De la misma forma que has sobrevivido todos estos años. —Me acurruco contra él y empujo la punta de mis pies entre su muslo y los cojines del sofá.

—¿Quién dijo que he sobrevivido estos últimos años? —Su pecho se expande con una gran bocanada de aire que luego expulsa lentamente—. ¿Te acuerdas de cómo era cuando nos conocimos?

Muerdo mi labio.

—Cómo olvidarlo. Te veías tal como yo diez años antes.

La esposa de Carter había fallecido a penas unos meses antes de que me entrevistara para la posición de asistente ejecutiva. Él fue muy sincero durante la entrevista de que estaba atravesando por ese momento durísimo y que por esa razón ser su asistente quizás implicaría mucho más labor emocional de lo normal. Compartir mi experiencia con él es posiblemente lo que haya hecho que me contratara a mí, para detrimento de Lauren.

—De pronto un día me levanté esa mañana y me di cuenta de que ya no sentía tanto dolor, y que quizás ya estaba listo para buscar otra compañera. ¿Te dije que Alicia me hizo prometer que no me iba a quedar solo lamentando su pérdida el resto de mi vida?

—¿Qué? —Abro la boca y me separo lo suficiente como para leer su expresión.

Carter suspira.

—Ella me conocía muy bien, sabía que soy un cisne.

—¿Bonito y felpudo?

—Los cisnes aparentemente se aparean de por vida.

—Ah. —Sonrío—. Mi tercera opción era un pico grande.

—No tengo la boca grande. —Se aprieta los labios con los dedos—. ¿Puedo terminar mi discurso?

—Adelante. —Me acomodo sobre el cojín y apoyo mi mentón en su hombro. Carter gira su cara y nuestras narices chocan.

—Esa mismo día, hace un poco más de dos años, fue cuando me flechaste.

—¿Qué hice? —pregunto con genuina curiosidad.

—Trabajaste tan duro que te desmayaste. —Arruga su nariz—. A ver, no fue por eso. Obviamente me sentí horrible porque te pasara eso. Pero ese fue el momento en que me di cuenta que no podía perderte también.

—¿Y entonces por qué empezaste a salir con otras después de eso? —Carter levanta una ceja y admito—: Sí, me di cuenta de que fue justo después.

—Por todas las razones por las que estás buscando otro trabajo. —Toca su frente con la mía—. Lo siento, no tenía la intención de causarte inconvenientes.

—Lo vale. —Levanto mi cara para encontrar mis labios con los suyos en un beso suave y tierno, totalmente distinto a los usuales. Me separo para agregar algo—: Además, eso significa que al fin me voy a librar de Amy y Lauren.

—¿Huh?

Me aparto con todo y que eso implica perder su calor.

—Momento. —Levanto una mano—. Sé que nunca te he hablado al respecto porque no he querido portarme como una malcriada pero, ¿de verdad no has notado las malas vibras?

—No... ¿De qué me he perdido?

Froto mi mentón mientras marino si decirle o no, pero llego a una resolución rápida.

—Bueno, se ve muy mal ser una empleada quejica pero eso es parte del rol de una novia, así que aquí te va el cuento. 

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