Capítulo 33

PRESENTE 33

—Valentina.

La voz de Carter es un ataque personal. Es profunda y un poco áspera como terciopelo. Creo que nadie puede culparme si me he rendido ante ella después de cinco años resistiéndola.

—¿Güera?

Despego la mirada que tenía clavada en el monitor de mi computadora. Era eso o babearme con solo escuchar mi nombre de su boca.

—¿Hmm?

Carter apoya sus dos manos contra el borde de mi escritorio, lo que lo acerca bastante a mí. Desvío la mirada hacia un lado y confirmo que no hay nadie del otro lado de mi puerta.

—¿Qué crees que haces? —Carter entrecierra los ojos.

—Me aseguro de que no venga nadie y te agarre en esa posición un poco comprometedora.

—No me refiero a eso. ¿Qué estás haciendo con mi calendario?

Ah, caramba. Qué rápido me descubrió.

Adopto la expresión más serena y dulce que puedo, y parece que no lo engaño mucho si me guío por la forma en que su mirada se oscurece.

—¿Hay algún problema con tu calendario?

—Sí, que tengo tantas reuniones que básicamente no me da tiempo de ir al baño, y lo tengo justo al lado del escritorio. ¿Por qué?

—Lo siento, es por mi propio bien —explico con un gemido—. Ayer casi me da un infarto.

Carter empuja su lengua contra su mejilla por dentro, incapaz de usarla para defenderse porque sabe exactamente de qué estoy hablando.

Todos los lunes por cinco años hemos tenido una reunión para hablar sobre las prioridades de esa semana. Eso me ayuda a arreglar su calendario precisamente para que tenga chance de ir al baño, comer y descansar un poco. El problema es que nos tuvimos que sentar al lado para observar su calendario y con la cercanía, la conversación pasó de inocente y profesional, a todo lo contrario. Y bueno, los dos participamos de lleno, él no tiene la culpa por completo. De lo que sí tiene la culpa es de retarme y... digamos que su mano no estaba en un área todo público de mi cuerpo, y que la mía tampoco es que estaba portándose muy bien que digamos.

Si no hubiera sido porque yo usé la cabeza para recordarnos a ambos en dónde estábamos, quién sabe qué hubiera pasado.

A ver, sí sé qué hubiera pasado. Y me hubiera gustado mucho pero mucho, a menos que alguien entrara a la oficina justo en ese momento.

—Y entonces porque casi te da un infarto, ¿ahora tengo que pagar las consecuencias trabajando hasta el hueso?

—Sí.

—Está bien. —Suspira y se yergue de nuevo—. Pero van a haber consecuencias de regreso.

—No puedo esperar. —Sonrío.

—Eres mala. —Regresa a su oficina sacudiendo su cabeza.

Hoy lleva unos pantalones grises que enmarcan su trasero redondo de forma muy satisfactoria. Esta noche ya en la seguridad de nuestros respectivos hogares se lo haré saber. Y así aprovecho para preguntarle cómo hubiera terminado la reunión de ayer si las cosas fueran diferentes.

«No soy tan mala. Ya te traigo una taza de café», escribo en nuestro chat del programa de mensajería interna de la compañía, a la vez que él se pone los audífonos para entrar a la siguiente reunión.

«¿Y si mejor nos casamos en dos meses?», contesta él.

«Que no. Hay que hacerlo con calma».

«Pero si la que siempre lo quiere hacer rápido y furioso eres tú».

«¡Carter!».

«Yo solo digo que nos debiéramos casar rápido por tu propia felicidad».

«¿No será porque ya te quieres ir de luna de miel?».

«Pues sí. ¿Cómo no querría irme a una playa desierta contigo del otro lado del planeta?».

«¿Y si yo quiero una cabaña en la montaña?».

«También sirve, siempre que la ropa esté prohibida».

«Más vale que le estés prestando atención a esa reunión o sino...».

«Voy, voy».

Yo también voy, pero a aplicar la otra estrategia que he tenido que adoptar. Cuando Carter se pone salaz como ahora, lo mejor que puedo hacer es poner un poco de distancia. Me paseo por la oficina buscando firmas a documentos, o a conversar con Davina, o a limpiar la cocina.

Ahora tengo la misión auto impuesta de hacer café, pero cuando llego a la cocina descubro que no hace falta. Todavía hay suficiente en la jarra como para una taza decente. O... la alternativa es que me tome yo el café viejo y haga una jarra nueva, lo que llevaría bastante más tiempo.

Agarro una taza limpia con el logo de Bolton Consulting, y me sirvo el café. Confirmo que mi decisión era acertada porque sale a penas más de la mitad de la taza. Abro los gabinetes para sacar un nuevo filtro y una bolsa de café, cuando escucho un sonido detrás de mí que me distrae.

Levanto la mirada de los tacones que anuncian la llegada de Lauren incluso antes de que entre a la cocina.

—Ew, eres tú. —Ella levanta su labio como si le oliera mal.

Respiro profundo para no hacerle un gesto que me conduzca a la oficina de R.R.H.H.

—Buenos días para ti también, Lauren. —Me concentro en la cafetera y la escucho abrir la nevera.

—Ahórrate los modales falsos que no hay nadie más aquí.

—No son falsos, pero a diferencia los tuyos son inexistentes. —Le doy al botón de preparar el café y, por falta de qué hacer, me pongo a limpiar el mostrador con un trapo.

—Es que, no sé. —Lauren chasquea su lengua—. Despiertas lo peor de mí.

Reviso mi reloj. Es demasiado temprano como para meterse en este peo, pero tampoco soy tan gallina como creen algunos. Se requieren bastantes cojones para pasar por lo que he pasado.

Así que si Lauren me quiere buscar, me va a conseguir.

Apoyo la cadera contra el mostrador y me cruzo de brazos.

—¿Cuál es tu problema conmigo? Nunca te he hecho nada para que me trates así, y el que haya sido contratada para el trabajo que querías hace cinco años no es una razón que tenga sentido.

Lauren baja la mirada y se detiene en áreas estratégicas de mi cuerpo que me hacen preguntarme si estoy mostrando algo que no debo o qué. Luego me acuerdo de que hoy me puse un vestido marrón oscuro que es ancho y parece un saco de papa, así que es imposible.

—Es que tu presencia me molesta. —Levanta un hombro con elegancia—. Si no estuvieras en la compañía todo sería mucho más fácil.

Eso me pone la piel de gallina. No sé si son ideas mías, pero suena como una amenaza. Decido intentar descubrir si lo es.

—¿Sí? ¿Por qué sería más fácil?

—Así nadie se distraería. —Cierra la nevera con tanta fuerza que se sacude, y se larga apretando una botella de café frío de Starbucks como si la quisiera ahorcar.

¿Quién carajo se distrae conmigo? El único al que a ella le importa es su macho, y Josh solo tiene ojos para ella.

¿No me digan que sigue picada porque Josh y yo bailamos media pieza en la fiesta de navidad? Es cierto que he tenido la fortuna de no toparme con ella desde ese momento, pero me cuesta creer que siga molesta por eso.

Bueno, también estamos hablando de alguien que me ha tenido rencor desde el principio. No sé qué le ve Josh, aparte de que es medio bonita.

El café se termina de hacer y sirvo una taza nueva para Carter. Ruedo mis hombros para sacudir esa conversación con Lauren, pero algo que dijo me sigue dando vueltas en la cabeza.

De verdad que todo sería mucho más fácil si yo no trabajara aquí. No solo no tendría que ver a Lauren o Amy nunca más, pero tampoco tendría que caminar por la punta de los pies cada día desde que Carter y yo nos hicimos oficiales. De hecho, podríamos serlo públicamente. Qué bonito sería poder salir en citas por la pajúa Miami Beach si nos diera la gana sin que nos importe quién nos pueda ver.

Me freno de golpe en medio de un pasillo. Es que acabo de caer en la cuenta de que si Carter de verdad quiere que me case con él, se armaría tremendo escándalo en la compañía. Eso afectaría la reputación de Carter y de turno, la de la compañía.

Él sabe todo eso. ¿Será esa la razón por la que lo he visto reunirse varias veces con Amy en estas semanas? Pero cambiar las normas por nosotros también puede tener efectos negativos.

La única solución es lo que Lauren hizo entrever. Que me vaya de la compañía.

Continúo el rumbo hacia la oficina como si mi mundo no se acabara de poner patas pa' arriba otra vez. Pongo mi taza de café en mi escritorio. Carter todavía está sentado en el suyo, tipeando con furia mientras escucha la reunión por sus audífonos. Perfecto, tengo que hablar con Carter de este tema difícil pero no tiene que ser en este instante. De hecho, agradezco ganarme algo de tiempo para pensarlo por mi cuenta.

Empujo la puerta con mi cuerpo y entro a su oficina. Él despega sus ojos de la pantalla y me sigue todo el trayecto hasta que deposito su taza junto a su iPad.

Justo antes de apartarme, Carter levanta una mano y la desliza por mi pierna debajo de mi vestido. Articulo su nombre sin usar la voz a modo de advertencia.

—Tranquila, ya terminó la reunión —explica Carter, mostrándome en la pantalla que en efecto, no está en plena llamada.

—¿Y por qué sigues con los audífonos puestos?

—Se me había olvidado que los llevaba. —Se los arranca con la mano libre, mientras que la otra acaricia la parte de atrás de mi rodilla de arriba a abajo. Curiosamente, cada vez sube más su mano—. ¿Por qué te tardaste tanto?

—Por esto. —Me agacho un poco para agarrar su brazo y levantarlo sobre el escritorio—. Pórtate bien, abejita.

—No sabes lo duro que ha sido tenerte tan cerca pero tan lejos por más dos años.

—¿Dos años? —Frunzo el ceño.

—Sí, desde que me di cuenta de que eras una flor y yo una abeja.

Su mano vuelve a ignorar toda advertencia y se cuela bajo mi vestido de nuevo. Esta vez se desliza por el lado interno de mi muslo hasta que la aprieto entre mis rodillas.

—Carter. —Su nombre sale como un jadeo—. Nos vas a meter en problemas.

—Creo que no estoy haciendo esto bien si todavía puedes pensar. —Aprieta mi muslo con su manota.

Abro la boca no sé si para hablar de forma civilizada o no, pero en eso se abre la puerta.

—Este... ¿interrumpo algo?

Ambos nos petrificamos ante la entrada de Josh.

Sin moverme, hago inventario mental de lo que él puede estar viendo desde la puerta. El escritorio de Carter es masivo y sólido, así que no debe poder distinguir dónde está cierta mano descarada. Tampoco estoy encima de Carter. De hecho, si no fuera por su mano, se podría considerar que esta distancia es razonable. Sobretodo si, por ejemplo, estuviéramos viendo algo en su monitor. Por otro lado, Carter está sentado y eso oculta su evidencia. Más le vale que no se mueva por un buen rato.

Lo único que puede delatar la fechoría es mi cara. No puedo evitar si está roja como tomate porque tengo esa propensión. Pero sí puedo pretender que el problema es calor.

—Hola, Josh. Pensé que tu reunión con Carter era en la tarde —saludo con toda naturalidad en mi voz.

Creo que no lo he convencido porque se mantiene en silencio mientras nos observa otro rato. Noto que la mano de Carter sigue entre mis rodillas y las relajo para que pueda liberarse, pero no lo hace.

Ahora sí empiezo a sudar.

—Sí, pero quería discutir algo rápido. Puedo volver más tarde si hace falta. —Levanta las cejas.

—Te lo agradecería —replica Carter—, Valentina y yo tenemos una pequeña crisis que resolver rápidamente.

—No hay problema. —Josh hace ademán de irse pero se devuelve otra vez—. ¿Estás bien, Valentina? Te ves muy roja.

—Este vestido da mucho calor. —Pincho la tela como para abanicarme con ella misma.

—Ah, bueno. Menos mal que no estás enferma ni nada. —Sonríe de una forma que me pone nerviosa pero finalmente se va.

Pego un brinco que pone como dos metros de distancia entre Carter y yo.

—¡Esto no puede volver a pasar!

—Pero si no pasó nada. —Carter suspira, como si tuviera «nada» en los pantalones.

—Menos mal que era Josh, que es discreto, y no alguien como Amy. —Hago un gesto tajante con las dos manos—. No puedo vivir de infarto en infarto. No más flirteo ni metida de manos en la oficina. ¿Queda claro?

—Como el agua. —Carter saluda como soldado.

El resto del día transcurre sin otros incidentes, pero ha sido lo suficientemente preocupante como para que me haga replantearme muchas cosas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top