Capítulo 28
PRESENTE 28
Exactamente dos días después me encuentro en mi escritorio transcribiendo el primer borrador de un discurso que planea dar Carter en una conferencia, cuando escucho mi teléfono vibrar contra mi escritorio. Pauso el trabajo para ver quién llama, y el nombre de mi jefe en la pantalla me hace suspirar.
Pero es un suspiro más de exasperación que de ensueño.
Atiendo la llamada y la pongo en voz alta para continuar trabajando.
—¿Ahora qué? —Si sueno irritada es porque lo estoy. Es la cuarta vez en lo que va de la mañana que me llama por el mismo tema, y eso que está en su oficina como siempre.
—¿Ya te lo pensaste?
Sacudo mi cabeza.
¿Cómo es posible que este hombre sea capaz de momentos de profundidad, de hacerla sentir protegida a una, pero a la vez de portarse como un niño de secundaria?
—Que no —insisto—, que no me lo he pensado ni un instante.
—No te creo en lo más mínimo.
Cometo el error de abandonar la faena. Giro en mi silla para observarlo a través del cristal que divide nuestras oficinas. A diferencia de mí, Carter sostiene su dispositivo móvil contra su oreja.
—¿Y por qué no? —Me cruzo de brazos con aire desafiante.
—Porque yo no paro de pensar en tus piernas alrededor de mi cintura y tu boca en la mía. —Levanta los hombros como queriendo decir «¿qué se le va a hacer?»—. Dudo mucho que ya se te haya olvidado.
—¡Carter! ¡Estamos en la oficina!
—¿Y qué? Nadie nos oye.
—Alguien podría entrar por esta puerta en cualquier momento. —Corto el aire con mi dedo apuntando hacia la puerta.
—Bueno, bueno. Me comporto. —Se retuerce en la silla pero no corta la llamada—. ¿Ahora sí lo pensaste?
Si se refiere a lo de que le dé una oportunidad, no. Pero no le doy las gracias por recordarme lo que se siente estar tan cerca de él que solo habían algunas capas de tela de por medio que no fueron suficiente barrera como para no sentir los contornos de su cuerpo contra el mío.
Trago grueso. Sería fácil echarle la culpa al hecho de que no he estado con un hombre de esa manera en mucho tiempo, pero eso es demasiado superficial. Cada caricia de Carter se ha imprimido en mi alma.
Okay, lo admito. Lo he pensado muchísimo. Llevo dos días sin dormir prácticamente nada. Me mantengo de pie a fuerza de café. Por eso estoy tan irritable. Y porque tengo tanta hambre de Carter que estoy a punto de decir que sí, que se joda todo. Que la vida es corta y nunca se sabe cuándo se acaba todo.
Pero algo me detiene y se llama sentido de auto preservación. El muy hijo de la chingada.
—Necesito más tiempo —anuncio vagamente.
—Todo el que quieras. —Desde aquí lo noto esbozar una sonrisa pícara—. Te vuelvo a llamar en diez minutos.
—Ugh. —Aprieto el botón rojo en la pantalla de mi celular con tantas ganas como para romper el dispositivo.
Me va a hacer rendirme. Lo sé. Solo estoy esperando una señal de la vida de que no debo. De que es mejor que nos quedemos así, con ganas pero en ayunas. Conscientemente sé que eso sería lo mejor para los dos porque los hechos no han cambiado.
Solo que yo sí. No me siento la misma que fui hace un mes.
Me he agarrado varias veces mirándome en el espejo de forma diferente. Por ejemplo, hoy me puse la falda a lápiz de color gris oscuro que más me gusta. Como es muy ajustada, normalmente la contrasto con blusas sueltas. Hoy me puse una blanca que también es entallada. Creo que estaba pensando en pajaritos preñados esta mañana porque nunca vengo a la oficina mostrando tanta curva, y es lo que menos debería hacer ahora que yo misma no tengo frenos.
En lugar de eso me debiera vestir con una braga de esas para cuando uno está en un área de alta toxicidad. Carter es incapaz de sobrepasarse conmigo solo porque me vista un poco provocativa, pero tampoco es justo tentarlo. Y mucho menos a una semana de comenzar la gira de clientes donde solo vamos él y yo.
Necesito escapar de él un rato. O de mí misma.
Agarro varios documentos a los que necesito hacerles copias y me aseguro de dejar mi celular en mi escritorio. Salgo de mi oficina sin siquiera mirarlo de reojo. Hasta eso es peligroso estos días.
Parezco una tromba hasta el punto de que dos empleados prácticamente brincan para salirse de mi camino. Les ofrezco una sonrisa amable pero sigo mi camino. Es una lástima que las copiadoras de ahora son tan rápidas, cuando estábamos en la universidad Gustavo y yo pasábamos horas conversando mientras sacábamos copias a guías de estudio. Estos cuatro papelitos van a estar copiados en un santiamén y después de eso me voy en busca de Davina para que me distraiga un rato.
—¡Ajá! Arruinado el plan. —Sonrío como una misma payasa al percatarme de que a la copiadora se le ha acabado tanto el papel como la tinta, así que desperdiciaré mucho más tiempo aquí. ¡Qué maravilla!
Tarareo una canción de las que están de moda mientras emprendo la tarea de abastecer a la máquina. Qué bonito y especial es cuando a uno le salen las cosas como quiere.
Después de abrir una resma de papel nueva, me agacho para abrir la bandeja de la máquina y meter las hojas. Continúo mi tarareo al levantarme de nuevo para agarrar el cartucho nuevo de tinta negra. Es un cilindro largo que hay que insertar por la parte de atrás de la máquina, pero como está contra una esquina, la única forma de hacerlo es básicamente echársele encima a la máquina. O por lo menos es lo que tengo que hacer yo por ser bajita.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?
Me congelo.
Lo primero que pasa por mi mente es, ¿por qué le molesta tanto a Carter que esté cambiando el cartucho? Lo he hecho mil veces.
Lentamente volteo sobre mi hombro y me deslizo hasta caer sobre mis pies de nuevo.
La furia no va dirigida a mí... sino al pasante.
—¿Qué... qué pasa? —balbuceo en el silencio.
El chamo baboso está apenas a dos o tres pasos de mí, sus brazos pegados a su cuerpo y sus hombros tan encogidos que le llegan a las orejas. Y están rojas como semáforos.
No me hace falta que nadie me explique. Este cabrón me estaba codiciando como siempre. La diferencia es que está mucho más cerca de lo normal. Y por supuesto esta es la vez que lo ha cachado el CEO de la compañía.
—Yo... yo... —El pasante traga con dificultad. Sus ojos saetean hacia mí solo un segundo. O mejor dicho, a mi retaguardia.
Me giro para ocultarlo.
Como un rayo, Carter lo agarra por la chaqueta.
—¡Carter!
Su quijada aprieta con tanta fuerte que temo por sus dientes. Pongo mi mano sobre su brazo de piedra y finalmente vuelve sus ojos hacia mí.
—¿Estás bien? —pregunta mi jefe mientras respira por la nariz como un camión.
Mis piernas tiemblan. Frío y calor recorre mi cuerpo. Solo hay calor en mi pecho, donde mi corazón late más fuerte por esas dos palabras.
—Estoy bien.
Carter asiente y retorna una mirada asesina hacia el pasante.
—Y tú, a recursos humanos conmigo en este instante.
—Pero...
Carter lo arrastra como si el pasante fuera un muñeco de trapo. Se tropieza y la fuerza descomunal de mi jefe lo mantiene de pie.
Olvido las copias y despego mis pies del suelo para seguirlos. Otros empleados escucharon el tono elevado de Carter y han abandonado sus puestos para ver el espectáculo de nuestro CEO arriando al pasante de Amy hacia la oficina de ella sin ninguna consideración. Varias miradas viran hacia mí y se nota el instante en que ponen dos y dos.
Huyo de la escena como si la criminal fuera yo.
Me encierro en mi oficina pero no me siento lo suficientemente apartada de los buitres. Entro a la oficina de Carter donde al menos tengo más espacio para soltar los nervios dando vueltas.
—Ya decía yo que todo iba muy bien —mascullo y me paso las manos por el cabello. Normalmente me lo recojo pero hoy me veía muy bonita en la mañana con él suelto. Qué buena recompensa he tenido.
Por esto es que las cosas no deben cambiar. No justifico al pasante sádico pero es un ejemplo de lo difícil que es ocultar cuando uno se siente atraído hacia alguien. ¿Qué nos hace pensar a Carter y a mí que no nos delataremos? Seríamos unos insensatos si nos lanzamos.
Pero sino, ¿qué puedo hacer en este mundo para dejar de sentir lo que siento por Carter? Digo, aparte de lanzarme a la boca de un volcán.
Un ruido me hace frenar en media oficina. Ahora la tromba es Carter entrando.
—¿De verdad no pasó nada? —es lo primero que dice al verme.
—Sí, nada. —Hay algo en su expresión que me hace preguntar—: ¿Por qué?
—Ese mamón estuvo a punto de tocarte.
—¿Qué? —Siento el calor abandonar mi cara.
—Lo agarré justo cuando estaba a punto de poner su mano en tu... en tu... —En contraste, las venas del cuello de Carter sobresaltan y su piel se pone tan roja que casi pasa a morada. Explota con un gruñido animal—. ¡Que estaba a punto de agarrar tu trasero!
Mis ojos se abren de par en par igual que lo hace mi boca.
—¿Que qué?
—Lo mato. —Se da la vuelta hacia la puerta y me lanzo contra él, apretando mis brazos alrededor de su cintura como pinzas—. Suéltame, que todavía lo puedo alcanzar antes de que salga del edificio.
—Carter, no. Gracias pero no.
—Pero...
—Que no te vas a volver un homicida por esta tontería.
—¡No es tontería! ¡Estuvo a punto de acosarte sexualmente! —Lo siento vibrar de la rabia—. ¡Y todo es por mi culpa!
—¿Ah? Claro que no.
—Yo permití que lo contrataran. No debí...
—Cállate —demando con fuerza—, cállate en este instante y escúchame.
Eso lo detiene lo suficiente que me parece seguro soltarlo. Lentamente, como si Carter fuera un tigre enjaulado, lo rodeo hasta quedar delante de él. Y plantada a medio camino hacia la puerta, por si a caso.
—La que lo contrató fue Amy, y ella tiene muy mal gusto.
—Estoy empezando a opinar lo mismo. —Pasa su mano por su cabello y lo hala—. ¿Sabes que intentó defenderlo? ¿Qué clase de profesional de recursos humanos se pone del lado del abusador?
Me da un escalofrío. Sé exactamente lo que hubiera ocurrido si Carter no hubiera estado ahí.
—Una muy mala —contesto con cuidado.
—Dime la verdad porque obviamente Amy no sirve para esto. ¿El pasante se propasó contigo de otra manera?
—Nada que amerite cargos criminales. Ni cuenta me di de que él estuvo a punto de... Bueno, solo le noté miradas lascivas por aquí y por allá, nada más.
—Pues se acabó. Está despedido. —Tuerce los labios—. A pesar de Amy.
Necesito un momento para procesar todo esto, pero lo primero que pienso es que lo bueno de todo esto es que le ha servido a Carter para darse cuenta de que tiene una culebra en la oficina de R.R.H.H.
—¿Y ahora qué va a pasar? —Agarro mis manos frías y las aprieto.
—Voy a tomar medidas. Una campaña de conciencia sobre formas de abuso y... —Exhala con tanta fuerza que su nariz se expande—. Empezando por mí.
—No entiendo. —Frunzo el ceño. Carter jamás a dicho siquiera una broma pesada.
—Me he portado igual, ¿no? —El músculo de su quijada salta—. Es más, peor. La otra noche te hubiera hecho mía en el piso de tu oficina si me hubieras dejado.
—¡Carter! No es para nada lo mismo, por amor al cielo.
—¿Cómo que no lo es? —Lanza sus manos al aire como exasperado—. ¡He fantaseado con eso por más de un año! En el suelo, en el escritorio, donde sea.
Okay. Esto es noticia nueva.
Ya va, ¿más de un año?
Sacudo mi cabeza con violencia para enfocarme.
—La diferencia crucial es que yo he sido participante activa. Tú mismo resaltaste en noche vieja que te besé con ganas, ¿no? —Señalo hacia mi escritorio—. Yo también te hubiera dejado hacerme el amor esa noche si no hubiera tenido conciencia.
Levanta una mano para rascar su cabeza a través de su cabello desordenado. Sus mejillas enrojecen pero al menos las venas de su cuello no se ponen saltonas de nuevo.
—He ahí la diferencia entre nosotros y el ex pasante —explico con algo de sarcasmo—, nos sabemos controlar.
—¿De veras? A duras penas me logro contener.
—Pero lo haces. Y yo también. —Bajo la voz—. ¿O qué? ¿Es un crimen tener fantasías? Si es así, méteme presa también.
En el silencio que se asienta sobre nosotros, lo único que hace Carter es mordisquear una esquina de sus labios. Sus ojos siguen siendo tan intensos como en el apogeo de su furia, lo que no me convence de que la haya superado.
—¿Fantaseas conmigo?
—Sí. —Cruzo mis brazos y me yergo a mi plena altura—. Y no me voy a disculpar.
Él imita mi postura.
—¿Con qué fantaseas?
—Con que podemos regresar a continuar nuestro trabajo como si nada. —Pongo mis ojos en blanco.
Finalmente su mien se suaviza y aparece una pequeña sonrisa. Verme fastidiada es tan normal que quizás es lo único que finalmente le ha traído alivio.
—Está bien. Como si nada.
Varios días después es que me percato de la importancia de esas palabras. Mientras todo el mundo en la oficina sigue alborotado con la intentona de acoso sexual hacia mi persona, el único que me sigue tratando como siempre es Carter.
Y con eso me refiero a que ya no flirtea conmigo. No me pregunta más si he pensado lo de salir con él o no.
Es como si nada hubiera ocurrido entre nosotros. Como si lo del pasante hubiera sido tal baño de agua fría, que esta vez sí se ha dado por vencido.
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