Capítulo 27

PRESENTE 27

Parece que pasan cien años hasta que dejo de llorar.

De no ser por Carter, me esparramaría en el suelo como una muñeca de trapo. He perdido la fuerza hasta para levantar una mano y limpiar mi cara, su pobre camisa ha atrapado el manantial de lágrimas y las últimas gotas que ruedan por mis mejillas. En todo este rato, ni ha parado de llover, ni Carter ha hecho el mínimo gesto de apartarse.

—Lo siento —murmuro con voz áspera y quebrantada.

—¿Por qué? —La suya es suave, solo una vibración de su pecho.

Hago ademán de levantarme pero ni con que quiera lo logro. Carter aprieta sus brazos a mi alrededor.

—Todo —balbuceo—, por el alboroto. Por babearte la ropa y hacerte sentar en el piso. Por usarte de silla.

—Por favor. —Carter hace un puchero como de fastidio—. Nada de eso es importante. Lo que importa es que estés bien.

Cierro los ojos. ¿Cuántas veces me ha preguntado eso Carter? Siempre está pendiente de qué me pasa. Siempre se preocupa por mí. Siempre está ahí para sacarme de apuros.

No estoy segura de en qué momento puse mi mano en su pecho, justo sobre el latido estable de su corazón. Arrastro mi mano hacia so hombro en un abrazo tímido. Pero él lo siente y empieza a acariciar mi cabello de regreso.

—Gracias —murmuro.

—Siempre a la orden, güera. —Ladea su cabeza hasta que sus labios quedan aplastados contra mi frente. No es exactamente un beso, pero a la vez lo es.

Mis labios se abren y se escapa un suspiro. Quisiera quedarme en este momento el resto de mi vida, sentada en sus piernas, sus labios en mi piel, su brazos seguros a mi alrededor.

—Carter... —Levanto mi cara y ahora son mis labios los que están en su cuello. Mis palabras son una caricia contra su piel—. Tenemos que levantarnos del suelo. Alguien puede venir y conseguirnos aquí.

Nadie puede decir que Carter es obediente. Debiera darme la razón si verdaderamente quiere que sigamos adelante en la misma dirección en la que veníamos por cinco años. Pero no. Lo que hace es agarrar un puñado de mi cadera y atraerme aún más hacia sí, hasta que estoy completamente fundida contra él. Su otra mano deja mi pelo para acariciar mi quijada. Soy incapaz de resistir cuando inclina mi cabeza hacia atrás.

Incluso a través de la oscuridad en la oficina, distingo el deseo en sus ojos.

—No hay nadie en la oficina. —Carter inhala mi aliento y se acerca hasta que nuestros labios rozan suaves como alas de mariposa—. Somos los únicos en toda la planta.

Un hilo de gemido escapa de mi pecho. Hubiera sido mucho más fácil si fueran las tres de la tarde y el sitio estuviera lleno de gente. El miedo a ser descubiertos hubiera sido mucho más grande que la gravedad que me atrae a él en este momento. Pero si no soy lo suficientemente fuerte como para levantarme del suelo, ¿quién puede culparme por ser incapaz de resistirme a Carter?

Lo necesito más que el oxígeno.

Mi mano se posa en el lado opuesto de su cuello para atraerlo y Carter cierra los ojos antes de que nuestros labios conecten. Mi corazón se tropieza en su afán de latir más rápido. Esta vez no es por un ataque de pánico y ya no hay hielo en mi sangre.

Y esta vez, el beso no es urgente y consumidor como en noche vieja. Carter se toma su tiempo solo en mi labio inferior, besándolo con los suyos como si no hubiera prisa. El roce húmedo y cálido de su lengua casi me hacen desmayar, pero por suerte sus brazos me atrapan. Corro mis dedos entre su cabello hasta agarrar un puñado. Eso finalmente lo hace profundizar el beso.

Es gracioso. Siempre he sabido que Carter es un hombre apuesto y decente. Uno solo tiene que hablar con él una vez para darse cuenta de que no es uno de esos vanidosos que abundan en esta ciudad, y que solo piensan en sexo fácil. Besar a Carter me hace imaginar lo atento y trabajador que sería en la cama, pero más allá de eso, me hace soñar lo que sería ser besada así cada mañana. Con ahínco. Con calor. Con delicadeza y respeto. Algún día Carter hará muy feliz a una mujer.

—Carter. —Su nombre sale con una queja cuando me separo de él y escondo mi cara en su pecho—. Se supone que no debemos hacer esto.

—Se supone... —repite él, tragando grueso—. Tienes razón. Lo siento.

—Yo también. —Mi labio cosquillea y lo muerdo para apagar la sensación. Con esfuerzo sobrehumano, logro erguirme hasta al menos quedar sentada. Lo malo es que eso me pone a su nivel, y su atención inmediatamente se clava en mis labios.

De pronto, su pulgar los acaricia con un temblor que no puede ocultar.

Mi piel se siente fría cuando retira su mano.

—Valentina, no debí aprovecharme de la situación. —Sacude la cabeza con fuerza y aprieta los ojos—. Perdóname.

—No... Carter. No hiciste eso. No hay nada que perdonar. Si a caso, la culpa es mía. No debí...

No termino la frase. Yo no quería tener un ataque de pánico. Pero no puedo mentir y decir que no he disfrutado los últimos diez minutos. Apoyo mis manos contra su pecho para balancearme, pero sus manos se ciñen en mis caderas y no me dejan moverme.

—¿Carter?

Su respiración vibra en su pecho y abre sus ojos.

—Solo un momento, por favor. Quiero recordar cómo te sientes en mis piernas.

Mi ritmo cardíaco se acelera tanto que parece como si estuviera cayendo en picada.

—Si no me levanto en este momento quién sabe lo que pueda pasar aquí —explico.

Él empuja su lengua contra su mejilla, como pensándolo.

—¿Qué tan malo sería?

—Muy malo. —Abro mis ojos de par en par—. Extremadamente peligroso.

—¿Para quién?

—Para los dos. —Le doy una palmada suave a su pecho—. ¿Ya se te olvidó lo que hemos hablado?

—No. —Sacude su cabeza y luego asiente—. Sí. En este momento no me acuerdo de cómo me llamo.

—Te llamas Carter Bolton Márquez. Sigues siendo mi jefe con el cual no puedo tener nada.

—No soy tu jefe fuera de horas. —Desliza sus manos hacia mis muslos. No me percato de lo que está haciendo hasta que maniobra mis piernas para que quede montada sobre él. Carter inclina su cabeza para atrás y la apoya contra la ventana—. Fuera de horas puedo ser lo que tú quieras.

Mi quijada se cae.

—¡C... Carter!

Oh, no. No puede sonreír así. Esa curva de sus labios, el brillo en sus ojos... es criminal.

—Puedo seguir siendo tu jefe o... —Sus manos suben hacia mis caderas—. También puedo ser tu amigo. O mejor aún, algo más.

Dicho esto, expande sus manos sobre mi trasero y me empuja hacia él hasta que no queda molécula entre nosotros. Mi vestido queda atrapado entre los dos, lo que deja mis piernas prácticamente al aire. Mi nariz choca con la suya y lo único que detiene la colisión es que apoyo mis manos contra la ventana.

—¿Algo más como qué?

—Como tu todo, Valentina. No me conformo con menos que eso.

Una de sus manos sube a mi nuca para dirigirme hacia sus labios. Solo puedo saborear su lengua por un instante hasta que un trueno descomunal resuena a nuestro alrededor.

Me encojo con un chillido y eso cambia el humor por completo. Recojo mis brazos contra mi pecho y los de Carter se enrollan a mi alrededor de nuevo.

—Tranquila, aquí estoy.

—Lo siento. Lo siento. —Tiemblo con escalofríos. El calor de sus besos está empezando a ceder ante el miedo. El miedo a la tormenta, a los recuerdos, pero también a la posibilidad detrás de las palabras de Carter.

Él hace un ruido suave para callarme y esta vez no funciona. Los temblores son de energía reprimida que no puedo descargar de la forma en la que de verdad quisiera. Tengo que dejarla salir de otra forma. De una que me proteja contra el peligro de mis propias emociones.

Empiezo a hablar.

—No es que le tenga miedo a las tormentas como tal —balbuceo contra su pecho—, es que los sonidos fuertes y repentinos a veces me causan pánico.

—Valentina, no tienes que explicar. Yo...

—Sí hace falta. —Me inclino hacia atrás sosteniéndome con sus hombros—. Necesito que escuches esto para que me entiendas.

—Okay. —Pestañea como en confusión y lo entiendo. Hace un momento estábamos a punto de... no sé, ir mucho más allá de lo que hemos ido. Y Carter es un hombre inteligente, sabe que estoy intentando poner un freno.

—Hace catorce años, ya cerca de quince, mi novio y yo íbamos en su carro una noche después de una cita. Bueno, en realidad él era más que eso, era mi prometido.

Respiro profundo para hincharme, es la única forma de mantenerme a flote en el mar de emociones que amenazan con ahogarme.

—Gustavo era dirigente estudiantil. O sea, político incipiente. —Río sin nada de humor—. A mi no me interesaba mucho la política pero su pasión por un cambio me atraía. Otros lo odiaban por eso y yo no lo sabía.

Carter aprieta su labio inferior entre sus dientes.

—Esa noche... —Mi garganta se tranca hasta que sus manos empiezan a subir y bajar por mi espalda—. Esa noche estaba lloviendo.

Aire sale forzosamente de sus pulmones.

—Recuerdo lo que pasa después —murmura, aludiendo a la historia que le conté junto a Cooper y Martina.

—Sí, chocamos. Pero eso no fue todo. —Sus ojos se agrandan—. El choque no fue accidente. Fue una táctica que se estaba poniendo de moda para hacerle emboscada a la gente en sus carros.

—No...

Sé que he perdido la cabeza porque en este instante no me importa cómo puede verse esto. Lo único que importa es que Carter entienda hasta qué punto llega mi trauma.

Me levanto hasta quedar de rodillas sobre sus piernas. No hay nada sexy sobre cómo levanto mi vestido a puñados, me da igual que vea mi ropa interior de abuelita. Deslizo la pretina de mis pantaletas levemente hasta que la cicatriz en mi torso queda visible. Por supuesto que ha sanado con los años, pero no pareciera. Es una masa arrugada y sobresaliente con la forma de la bala que me atravesó esa noche.

Los ojos de Carter no huyen ante la visión espantosa. Solo se apartan cuando vuelvo a hablar.

—Es la única marca que me quedó de esa noche. Al menos físicamente. —Suelto mi vestido hasta que vuelve a cubrirme—. Gustavo no corrió con tanta suerte porque él era el objetivo.

Carter aprieta la quijada y se pasa la mano por el cabello.

—¿Fue un asesinato? —Asiento—. Y lo presenciaste todo.

—Los ocho balazos. —Mi mentón tiembla—. Excluyendo la única bala que me dio a mí.

—Mierda, Valentina...

Gruño no porque me cueste demasiado levantarme, sino para no permitir que se escape otro sollozo. Carter también se incorpora de pie nuevamente.

—Y si eso no hubiera sido suficientemente horripilante...

—¿Hay más? —Carter aprieta las cejas como si esto le doliera tanto como a mí.

—Pues sí. —Arqueo los labios en una sonrisa que no tiene nada de alegría—. El asesino se apareció en su funeral, como para cerciorarse que Gustavo de verdad estaba muerto, ¿sabes? Y lo reconocí. Y unos días después llegó una carta a mi casa amenazándome de muerte.

Con una exhalación violenta, Carter me hala por un brazo y me aprieta contra su pecho de nuevo.

—Perdí el amor de mi vida. Me tuve que ir del país. Todos mis planes y mis sueños se esfumaron y quedé a la deriva. Llevo casi quince años intentando reconstruirme y todavía no lo he logrado. Carter... —Agarro puñados de su camisa y me doy cuenta de que estoy temblando de nuevo—. Te mereces a alguien que no tenga tanto equipaje.

—No. —La firmeza de su voz me congela—. No digas babosadas, Valentina.

—¿Qué?

Entierra su nariz en mi pelo e inhala.

—Sé que mi historia es muy diferente, pero te entiendo. También sé lo que es perder a la persona más importante de mi vida. No quiero que me vuelva a pasar.

Suspiro pero él continúa antes de que pueda reunir nuevo aliento para refutar.

—Prefiero estar con alguien que entienda ese dolor. —Deposita un beso en mi cabeza—. ¿No es mejor eso que seguir solo?

—Pero es más difícil. Puedes salir a la calle y conseguir a cualquier otra mujer que te llene la vida solo de felicidad y no de dolor.

—Lo intenté. —Lo siento levantar los hombros—. Pero, ¿adivina qué?

—¿Qué? —murmuro contra su pecho.

—Ninguna de ellas era como tú. Terca, buena, fuerte, vulnerable. Tan sexy que me hace perder el control varias veces al día.

—¡Carter! —Me separo solo para encontrarme con esa sonrisa pícara—. ¿Eso qué quiere decir?

—Que me está costando demasiado el plan de ser solo amigos. Sácame de mi miseria, por favor.

—Estás loco. —Sacudo mi cabeza.

—Lo reconozco.

—Esto nos puede arruinar la vida.

—O hacerla valer la pena al fin.

—Carter.

—¿Valentina? —Apoya su frente contra la mía—. Dame un chance.

—Estás loco —repito con asombro—, ¿no acabas de escuchar lo jodida que estoy mentalmente? ¿Se te olvidó que tenemos todo en contra?

—Y aún así me gustas. —Sus ojos se detienen en mi boca abierta—. Mucho. Y yo sé que también te gusto. Mucho. No somos niños de instituto, Valentina. Somos adultos, dueños de nuestros destinos. No tengas miedo.

No sé cómo, pero una de sus manos consigue exactamente la zona donde escapó la bala por mi espalda y ahí se queda.

—Miedo es lo único que tengo, Carter.

—Es lo que único que tenías, ahora puedes tener otra cosa. —Respira profundo y se aparta un paso—. Piénsatelo. No tienes que decidir en este momento. La oferta nunca expira.

—¿Nunca? —Mi mente da vueltas con lo que eso puede significar, pero el muy desgraciado se hace el inocente.

—Recoge tus cosas que te voy a llevar a casa, no puedes manejar así.

Ahí sí tiene toda la razón. El mundo se ha volteado en el transcurso de esta tarde.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top