Capítulo 13

PRESENTE 13

—...No me va a pasar lo mismo, por eso estoy saliendo con... —Las palabras de Carter se esfuman en el aire al verme entrar como una tromba—. Valentina, ¿qué pasa?

—La verdad no estoy segura —admito jadeante y me pongo el teléfono contra la oreja de nuevo—. Perdón, ¿sigue ahí?

—Sí.

—¿Me puede indicar cuál es la situación?

Mientras pregunto, Carter y Josh se empiezan a levantar de sus sillas. Todo en sus lenguajes corporales grita que están listos para la acción, no importa cuál sea. Del otro lado de la línea, la empleada del colegio exhala como con fastidio.

—Se peleó con un compañero y salió lesionado. La directora quiere hablar con su padre pero también sería bueno llevarlo a urgencias.

Okay, no es lo peor que pudiera pasar pero sí que es bastante malo.

—Este... muchas gracias. Su papá va en camino —respondo y tranco.

—Cooper —dice Carter. Todo el rango de emociones humanas pasa por su expresión. O al menos las negativas. La que se le queda petrificada es horror.

—Sigue vivo —añado, aunque no sé si ayuda mucho—. Al parecer se peleó con otro niño y salió herido. Y la directora quiere hablar contigo.

Carter solo recoge su chaqueta del respaldo de su silla, y abre una gaveta de su escritorio para sacar su billetera y la llave de su carro. Y justo antes de metérsela al bolsillo se le cae.

Todos nos quedamos mirando sus manos. Tiemblan desmedidamente.

—Este... mejor no manejes así. Déjame llevarte —sugiere Josh—. Solo tengo que ir a buscar mis llaves y...

—No. —Carter traga grueso y se agacha para recoger las llaves—. Quédate para la reunión con los inversores. Dales mis disculpas.

—Bueno. —Su amigo suspira.

—Yo te llevo. —Muerdo mis labios. Detesto, detesto, pero requete detesto manejar, pero si algo he aprendido es que no es seguro manejar cuando uno está en un estado emocional demasiado intenso como lo está Carter en este momento.

—Pero...

—Vamos. —Me doy la vuelta y al salir, agarro mi cartera del perchero y remuevo todo hasta conseguir la llave de mi camioneta.

Carter es una persona feliz y relajada, a menos de que se trate de la posibilidad de perder a otro ser amado. Ahí sí se vuelve un manojo de nervios.

Su esposa falleció apenas unos meses antes de que Carter me contratara, así que yo no vi el antes y después de su sufrimiento. Pero sí escuché de muchos compañeros, y uno de esos era Josh, que Carter era solo un vestigio de sí mismo.

Si algo le pasara a Cooper, Carter fácilmente regresaría a ese estado. En eso somos muy parecidos.

Trotamos a través de la oficina atrayendo miradas de curiosidad, y bajamos por el ascensor en silencio. Carter se pasa las manos por el cabello tantas veces que se lo despeina por completo. Ya cuando estamos montados en mi camioneta, él en el puesto del pasajero, es que se atreve a hablar.

—¿Te dijeron que tan grave es todo el asunto?

—No. Pero la señora con quién hablé sonaba más fastidiada que en pánico.

Eso hace que él se derrita un poco contra el asiento.

—Supongo que eso significa que no hay huesos expuestos y que todos los órganos siguen en su sitio, ¿no?

—Tu mente se puso un poquito mórbida —murmuro.

—Es porque anoche vi una película de terror con él... —Después de una pausa, agrega—: O simplemente porque soy su padre y siempre temo lo peor. Una de dos.

—Todo va a estar bien, vas a ver. Lo peor que puede pasar es alguna cicatriz o que lo expulsen de la escuela.

Carter gime y se pasa las manos por la cara.

—Ese chavo me va a matar.

Aprieto mis manos más fuertemente alrededor del volante a medida que el tráfico se intensifica. Lo bueno es que el colegio privado donde va Cooper es el mismo donde Bárbara y Dayana han metido a sus cachorros, y me sé la ruta como la palma de mi mano.

—¿Quieres que te espere aquí? —pregunto cuando estoy estacionando ya frente al colegio.

—Quizás esto se tarde... la verdad no sé... —Aprieta los labios y traga grueso—. ¿Podrías venir también?

—Claro. —Apago el carro y me bajo con él.

—Gracias —susurra a la vez que caminamos hacia la entrada.

—De nada. Luego me das un bono extra. —Codeo su costado para que sepa que estoy echando broma y le saco una sonrisa trémula.

Como no es la primera vez que Carter ha tenido que venir a ser regañado por la directora, sus pies siguen el camino a través del laberinto de pasillos sin perderse ni una vez. Yo voy unos pasos detrás, mi atención puesta sobretodo en él. Sus hombros van tan tensos que los lleva casi al nivel de sus orejas.

El pasillo hacia la entrada de la dirección está flanqueado por dos filas de sillas, y en una de ellas conseguimos a Cooper. Tiene la cabeza echada para atrás y un paño ensangrentado presionado contra su nariz. Sus ojos color miel, iguales a los de su padre, se posan en nosotros y se agrandan. No sé qué expresión tiene Carter en este momento, pero por primera vez a Cooper parece darle algo de miedo.

Mejor me quedo un poco lejos.

Carter continúa su avance hasta que se planta de frente a su hijo. Inspecciona al preadolescente de pies a cabeza. Los pantalones de su uniforme están sucios y rasgados, sobretodo en las rodillas. También sangran pero no tanto como la nariz. La corbata y la camisa de Cooper parecen una escena de crimen. Desde aquí distingo moretones en su cara y particularmente en un ojo.

¿Se peleó con un oso o con Manny Paquiao? Carajo...

—¿Estás bien? —pregunta su padre toscamente.

—Sí —Cooper contesta con voz medio tapada con el trapo.

—¿Algo roto?

—No.

Qué cavernícolas estos dos. Si así es como se comunican, con razón no se llevan bien.

Carter vacía sus pulmones y se da la vuelta. En ese movimiento, clava sus ojos en los míos y no sé si es porque es demasiado transparente, o si es porque ya lo conozco tan bien. Pero puedo leer su mente como un libro abierto y lo que me dice es «lo mato pero necesito que no lo dejes escapar para poder hacerlo más tarde».

Muerdo mis labios y asiento en respuesta. Carter también inclina la cabeza y entra por la puerta hacia dirección.

Mis zapatillas hacen eco en el pasillo al caminar hacia las sillas. Tomo asiento dos espacios removida de Cooper, pero en posición de bloquearlo si intenta huir. Tampoco sería la primera vez que este rebelde lo intente.

Cooper se aclara la garganta pero no dice nada. Le echo un vistazo en busca de más lesiones y la única que no había notado desde lejos es sus nudillos. Están al rojo vivo.

—Aunque no parezca, gané la pelea —ofrece con orgullo obvio en su voz.

Tengo que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no sacudir la cabeza. Hay que ver que los varones son una vaina seria.

—¿Sabes que eso no es lo más importante, verdad?

—¿También me vas a dar un discurso de que la violencia es mala? —Frunce el ceño, sus ojos clavados en la puerta por donde desapareció su padre hace un momento.

—Depende. —Esta respuesta hace que Cooper vire su atención hacia mí—. ¿Cuál fue la causa del pleito?

—¿Eso quiere decir que dependiendo de la causa, la violencia no es mala?

Levanto mis hombros.

—A veces la gente de verdad merece un chancletazo. Quiero ver si te lo mereces o no.

—Ahh. —Sus ojos se entrecierran un poco con una sonrisa que se desvanece casi tan pronto como se asoma—. Te voy a decir qué pasó, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a mi papá.

—Cooper —digo y le pongo una mirada de fastidio—, acuérdate de que tu padre paga mi salario. Estoy bajo su poder.

—Pues él paga nuestra subscripción a Netflix y aún así le guardo muchos secretos.

No sé cómo me aguanto las ganas de reír.

—Buen punto. Tu secreto está a salvo a menos que tu padre lo adivine por su cuenta.

Sin más, él levanta una pierna sobre la silla contigua para girarse hacia mí.

—Pues, este chavo Miles es un bully. —Toma una bocanada profunda de aire y sigue—. Hoy nos pidieron que nuestras mamás horneen galletas para recaudar fondos para el equipo, y Miles se empezó a burlar de que no tengo mamá...

Ni termina de contar la historia cuando me percato de que estoy apretando los puños con ganas de encajárselos a algo.

—¿Y por qué diantres el Miles este no está aquí en la dirección en tu lugar?

—Porque se lo llevaron al hospital. —Cooper sonríe con un toque de malicia.

—Ah. —Toso suavemente—. ¿Qué le hiciste?

—Nada grave —comenta y aletea la mano que no sostiene el harapo ensangrentado—, solo se rompió un brazo cuando aterrizó mal. En realidad la culpa fue suya.

—Creo que aquí es donde a tu padre le gustaría que te recuerde que seguro este Miles no hubiera aterrizado mal si no le hubieras pegado una trompada, ¿no?

—Dos. —Levanta los hombros—. Puede que también le haya roto la nariz.

—Pequeños detalles —susurro en sarcasmo.

—Sé que no está bien. —Él pone los ojos en blanco—. Ni que le estuviera pegando trompadas a todo el mundo a cada rato. Pero a veces hay gente que no aprende sino es sangrando.

—¿Eso lo aprendiste de las películas de acción o qué? Porque estoy segura que no fue de Carter.

—De un Webtoon —aclara.

Qué difícil lo tiene Carter con este sabelotodo.

—Ven acá, carajito.

—¿Por qué? —Se encoge para alejarse—. ¿Me vas a pegar?

—Que vengas acá, dije. —Muevo mis dedos en gesto de que venga de una buena vez por todas, usando mi voz de tía ladillada que he entrenado con los años.

Lentamente, Cooper se arrima hacia mí y cuando finalmente está a mi lado, sacudo su cabello con mi mano como si él fuera un perrito. Intenta zafarse pero lo agarro con mi brazo y con la otra mano continúo el ataque.

—Pórtate bien, carajito.

—Sí, bueno... ¡ya, por favor!

—No. Hasta que no prometas que te vas a portar como un niño modelo.

—Eso ya lo hago. Las chavas me dicen que soy muy lindo. ¡Auch!

—Me refiero a modelo de comportamiento, no de modas. —Me río y desordeno su pelo todavía más.

—Bueno, bueno. Lo prometo. ¡Me voy a quedar sin cabello! —Pero a pesar de su queja, se ríe como un niño pequeño como si quizás le estuviera dando cosquillas.

En eso se abre la puerta y aparece Carter.

Otra vez pasan mil emociones por su cara, pero esta vez la que aterriza es totalmente en blanco. Sus ojos pasan de Cooper, que ahora se separa de mí para arreglarse la cabellera, y hacia mí. Carter ladea su cabeza, sus ojos queriendo escudriñar los míos hasta descubrir qué ha pasado. Pero una promesa es una promesa, y hago el gesto de pasarle un cierre a mi boca y lanzar la llave sobre mi hombro.

Una esquina de los labios de Carter comienza un ascenso lento y algo cambia en su mirada que no sé explicar. Es como si se diera cuenta de algo pero no sé qué porque en realidad no tengo el poder de leer su mente.

—La buena noticia —comenta Carter con voz ronca y su atención todavía sobre mí—, es que no estás expulsado. La mala es que estás suspendido por una semana.

—Ay, qué mala noticia —espeta Cooper con sarcasmo.

Aclaro mi garganta con tono de amenaza clásico de las mamás.

—Erm... lo siento, papá. No lo volveré a hacer.

Levanto mi pulgar en aprobación. Cooper agarra su morral del suelo y nos levantamos de las sillas para acercarnos a su padre. Pero a pesar de que Carter pone su brazo al rededor de los hombros de su hijo, su atención sigue en mí.

«¿Qué?» pregunto solo con los labios.

Carter pestañea y sacude la cabeza, y así va prácticamente todo el camino fuera de la escuela.

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