Capítulo 12
PRESENTE 12
La tierra no cuelga de arriba, el cielo no está a mis pies y sigue siendo azul, la grama también continúa viéndose verde. Los cerdos siguen sin poder volar. Es decir, todo está normal.
Excepto yo.
Es que algo tiene que estar severamente mal conmigo si ando contando los días hasta que tenga que poner una nueva orden de zarcillos de Swarovski. ¿A mí qué me importa si le fue bien con la mesonera y se casan y tienen cinco hijos? Eso no es peo mío. Nunca lo ha sido.
Echo un mechón de mi pelo sobre mi hombro y tecleo con más furia. Soy una profesional. Ese cliché de la secretaria y el jefe teniendo un amorío en la oficina es cosa de las telenovelas y no importa cuán dramática sea mi vida, no es un culebrón de pantalla chica.
Simplemente, estos últimos tres días han sido una falla en la matriz. Mis hormonas no han muerto a pesar de mi bajo conteo de óvulos, y por un momento contemplaron a Carter como una posibilidad. Eso pasa cuando una está crónicamente soltera. Lo mismo que si vas paseando por el centro comercial y el aroma de un Cinnabon te atrae porque ya tienes hambre.
Alguien golpea la puerta de mi oficina suavemente y levanto la cara. Josh me saluda con la mano y confirmo que en efecto, es hora de su reunión con Carter. Le hago gesto de que entre.
—Buenas tardes, Josh. —Me levanto de mi asiento—. ¿Quieres que te traiga algo de tomar para la reunión?
—Sí, un whiskey en las rocas. —Su sonrisa es más mueca que alegría.
—Tranquilo, no te va a comer a gritos.
—Es que sino me revienta los tímpanos, capaz se los reviento yo. —Echa un vistazo hacia la oficina de Carter, pero él está todavía en una llamada telefónica. Los labios de Josh se tuercen con desgano, como si literalmente no hubiera un sitio en el que él quisiera estar menos.
Nada de esto es normal. Estos dos son tercos e intensos, pero es la primera vez que los veo tan enemistados. El resto de la compañía lo ha estado sintiendo, y ahora hay un montón de rumores de que Josh disque va a renunciar en cualquier momento.
—¿Josh? —Él torna su atención hacia mí y continúo—: ¿Qué es lo que está pasando entre ustedes dos? De verdad. Porque esa vez en el ascensor no es la primera que no están de acuerdo en algo, pero ya llevan dos meses portándose como niños de primaria.
Tiene la decencia de arrugar su faz con expresión contrita.
—En realidad es una tontería, pero Carter cree que ser CEO de la compañía le da potestad de controlarle la vida a la gente. —Sacude la cabeza.
Si mis cejas pudieran despegar como aviones, lo harían.
Carter tiene un millón de defectos pero controlador no es uno. Si acaso es demasiado confiado.
—¿A qué te refieres?
Pero justo cuando Josh abre la boca para responder, Carter abre la puerta de su oficina y lo interrumpe con tan solo una mirada.
—Entra.
—Gracias —contesta el otro, y hacen un baile bien incómodo entre que Josh entra y Carter sigue sosteniendo la puerta.
—¿Te traigo algo de tomar para la reunión? —pregunto también para mi jefe.
—Un tequila rebosado. —Aprieta los labios como haciendo un puchero porque sabe que la respuesta va a ser negativa.
—Ustedes dos son muy parecidos. Josh contestó que quería un whiskey en las rocas. —Me pongo las manos sobre las caderas—. No me dejaste enterarme de qué va todo este rollo, pero haz las paces con él, ¿okay?
Carter frota una mano por su barbilla. El naciente bello hace que la caricia llegue hasta mis oídos. Tenso mi cuerpo contra los repentinos escalofríos.
—Esta vez es difícil —es lo que declara antes de entrar de nuevo en su oficina.
«O sea, que la vaina no es de negocios. Es personal».
No sé qué carajo puedo hacer con esta eureka porque de hecho, significa que no me van a querer dar los detalles al respecto. ¿Qué es lo suficientemente grande para hacer que dos mejores amigos se enemisten de esta forma?
Yendo por mi historia propia, hay dos cosas. Bárbara y yo nos pasamos un buen tiempo de cuasi enemigas por mi incapacidad de decirle que su momento de frustración hacia mí había herido mis sentimientos. Por alguna razón, pensé que dejar de hablarle iba a ser mucho más fácil que tener esa confrontación. Luego de armarme de valor, me sentí como una auténtica payasa por haber desperdiciado tanto tiempo en cobardía. De ahí en adelante me prometí hacerme experta en navegar confrontaciones y me metí a estudiar derecho en la universidad.
El asunto es que si el peo que tienen estos dos fuera causado por un malentendido, creo que ya lo hubieran arreglado. Con todo y gritería, han tenido bastantes oportunidades para hablar. O pa' caerse a coñazos y resolverlo a la antigua.
La otra cosa en mi experiencia que podría ser, es si hubiera una mujer atravesada entre ellos. Insisto en que Gustavo y Rubén no se volvieron enemigos porque primero salí con uno y luego con el otro, sino que fui el vehículo para que Gustavo se diera cuenta de que su amigo de la infancia era tremendo mamagüevo.
Tanto Carter como Josh son buenas personas. Y por otro lado, Carter ha salido con un montón de mujeres que ha conocido fuera de la oficina. Que yo sepa, no ha habido ningún solape entre ellas y Josh. Así que esta opción no puede ser.
De resto otras cosas clásicas son dinero y política. Pero a ninguno de los dos les interesa lo segundo, fuera de los lobbies que hay que hacerle a los que mandan todos los años. Y con respecto al dinero, los dos tienen salarios exorbitantes que no debieran causar ninguna riña.
—Ay, debiera estar dejando de elucubrar, que por eso no me pagan —murmuro por lo bajito cuando llego a la cocina y me doy cuenta de que al final ninguno de ellos me dijo qué querían beber de verdad. Agua es lo más fácil y sé que a Carter le gusta fría, y a Josh a temperatura ambiente, así que les preparo dos vasos acorde.
Regreso con una bandeja que incluye un té de camomila para mí, y me ayudo de mis caderas para empujar la puerta de mi oficina.
Carter dejó el cristal de la suya sin ahumar, así que los puedo divisar claramente mientras deposito la taza de té en mi escritorio. No parecen estar esgañitándose a gritos, pero son la pintura de lenguaje corporal hostil. Se sientan frente a frente con la mesa de por medio, brazos cruzados con tanta tensión que se les van a rasgar las camisas. A Carter le brinca el músculo de la quijada, y la frente de Josh está más arrugada que un pug.
Y luego dicen que las mujeres son las dramáticas.
Uso mi cadera de nuevo para abrir la puerta de la oficina de Carter y ellos frenan en seco la conversación. Dos pares de ojos se posan sobre mí, rebosantes de horror ante lo que pudiera haber escuchado. Yo pestañeo.
—Aquí les traigo agua.
—Gracias, Valentina.
—Sí, adelante.
—Tranquilos, por favor. Desde aquí les oigo el pulso acelerado pero les aseguro que no oí nada. —Deposito el vaso a temperatura ambiente frente a Josh, y luego agarro el frío para dárselo a Carter. Lo recibe en el aire y su mano roza con la mía.
No pasa nada.
El mundo sigue dando vueltas. Mi corazón late normal. Mis pulmones no dejan de trabajar.
«¿Veis, Valentina? No tenéis sentimientos, solo fue un momento de curiosidad».
Me yergo derecha y agarro la bandeja con ambas manos. Aclarando mi garganta, más para despejar mi mente que para llamarles la atención, aprovecho cuando me observan para hablar.
—No sé cuál es el problema detrás de esta riña, pero les quiero decir algo al respecto. —Hago una pausa en caso de que haya alguna objeción, pero no la hay—. Por experiencia propia les digo que arrojar una larga amistad a la borda es más difícil que enfrentar las dificultades juntos. Y aparte de eso, los rumores han estado corriendo como chispa en una mecha de dinamita, y si siguen portándose como niños del kindergarten esto va a explotar.
Un brillo curioso se posa en los ojos de Carter mientras me observa.
—Gracias por el consejo, Valentina. —Josh ríe suavemente—. Ojalá Carter te haga caso.
—Tú también —agrego sin saber nada de nada, pero segura de que la discordia va de lado a lado—. Y ahora si me disculpan, regreso a mi oficina. Por favor no derramen sangre que tenga que limpiar después.
Carter apoya su cara contra su mano, ocultando su boca aunque los ojos lo delatan. Se quiere reír.
Me doy la vuelta. Misión cumplida. Al menos los dejo en un aire menos caldeado. Pongo la bandeja sobre la mesa de café y salgo a mi oficina. Despierto mi computadora y... vuelvo a mirarlos de reojo.
Otra vez están de brazos cruzados. Carter sacude la cabeza mientras Josh apunta hacia mí con el dedo gordo de su mano derecha. O quizás no hacia mí, sino hacia afuera.
Quién fuera una mosca en esa pared y poder escuchar esa conversación...
Total, esto es buena noticia. Siento más curiosidad por el brollo que por Carter. Vamos bien.
Centro mi atención en su calendario. Tengo que cambiar unas reuniones la semana que viene para hacerle cupo a una visita al dentista. Me paso por una semana más y antes de regresar, algo me llama la atención. Un nuevo bloque personal. Otra cita.
Muerdo mi labio.
Guarever, como dice Dayana. Carter no es uno de esos desgraciados que solo salen a una cita con cada mujer, así que no debiera sorprenderme que tenga una segunda. O tercera. Yo que sé si también están saliendo en fin de semana. Esa parte de su calendario la maneja él con su celular privado. De todas maneras, me voy a la página web de la joyería y empiezo a mirar algunas opciones.
¡No! ¿Quién soy yo para hacer esto? ¡Dígame si está saliendo con la futura mujer de sus hijos!
Gruño y bajo mi cabeza hasta reposar contra la superficie de mi escritorio. Pero si yo estaba muy bien. El roce de su mano no me hizo ni cosquillas. ¿Por qué me molesto tanto en pensar en esto?
—Ah, claro —me digo de pronto—. Es porque la que va a tener que perder tiempo buscando los pajúos aretes soy yo.
Al fin doy con la causa de mi ladilla. Cada vez que Carter sale con una caraja, me toca a mí trabajar extra en estas guebonadas. Le debiera pedir aumento salarial en compensación. Lástima que ya terminamos las rondas de evaluación de personal y no mencioné este detallito.
Mi teléfono vibra contra el escritorio y me hace pegar un respingo. Cuando observo quién llama en la pantalla, inmediatamente sé que algo va mal.
—Buenos días, ha contactado a la asistente personal de Carter Bolton. ¿En qué puedo asistirle?
—Buenas —contesta una voz que conozco muy bien—, llamo de la escuela Santa Trinidad. Necesitamos que el señor Bolton venga a recoger a su hijo.
Mi corazón se detiene.
Normalmente llaman para quejarse o avisar que Cooper ha hecho algo malo. Pero si están pidiendo que lo recojan, la cosa es grave.
Sin coger aire, me levanto de golpe y entro a la oficina de Carter.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top