15

Después de comer, nos montamos en otras muchas atracciones, hasta que no quedó ninguna a la que ir.
Me estaba divirtiendo como nunca. No quería que terminara aquello.
Para cuando ya estábamos agotados del todo, decidimos que era hora de irse.
-Dejad que vaya un momento al baño. Esperadme aquí.
Nos sentamos en un banco a esperar a que Clara volviese.
Eché la cabeza hacia atrás y suspiré.
-Muchas gracias por traerme.
-¿Te ha animado venir?
-Si. Ha sido liberador en parte. Me estaba haciendo falta algo así.
-Me alegra entonces. Estábamos un poco preocupados.
-Y yo os lo agradezco mucho. Venir aquí hoy ha sido un modo agradable y divertido de pasar el día.
-Misión cumplida entonces- dijo Clara que en aquel momento acababa de volver.- Si te sientes mejor significa que hemos hecho un buen trabajo.
-Estoy de acuerdo.
-¿Cómo llevas el tema de los mellizos?
-Como puedo. Yo con Nico y Javier con Miranda. Todo perfecto- añadí con tono sarcástico y poniendo los ojos en blanco.
-No es perfecto niña- Sebastián me obligó a mirarle.- Es hora de que te enfrentes a ella. Tienes que plantarle cara de una vez por todas a Miranda.
No me atreví a decir nada, ni tampoco Clara. Sebastián había dicho lo que pensaba, y lo más curioso es que yo creía lo mismo.

Javier pensó en su conversación con Nico. Tenía razón en lo que decía. Solo pretendía esconderse y eso solo había complicado las cosas.
Llegó con Hobbie hasta el parque. Le había dicho que fuese por si yo aparecía. Me había prometido estar por si acaso.
Soltó al perro y se acercó a los columpios. Al mío en particular.
Cogió una cadena con cada mano y cerró los ojos.
-¡Nico!
Javier se volvió de golpe y yo me detuve en seco.
-Siento desilusionarte.
-¿Por qué no ha venido Nico?- solté a Hailey.
-Está enfermo.
-¿Por qué no me dijo nada?
-No quería estropearte el día. ¿Te has divertido?
-Mucho.
-Me alegro.
-Supongo que es tarde para ir a verle.
-Necesita descansar. Mejor espera hasta mañana.
-Vale.
Se alejó de mi columpio esperando supongo a que yo me sentara. No lo hice.
Hobbie y Hailey jugaban un poco más lejos de donde estábamos nosotros.
Javier parecía decepcionado pero aun así se sentó en su columpio y me miró.
-¿Te has montado en todo?
-Si. No me he dejado nada. Ha sido como ser una niña de nuevo.  Como si no existiese nada malo que pudiera dañarme. Es la misma sensación que tengo cuando estoy con Nico.
-¿Dices eso para torturarme?
-¿Funciona?- Javier bajó la mirada.- Perdona.
-No importa.
-Quiero pedirte un favor. Quiero que le pidas a Miranda que se reúna conmigo- y antes de que pudiese decir nada, continué- a solas.

-Tengo que decirte una cosa Nico. Una cosa que no va a gustarte nada.
-Aun estoy recuperándome. No estoy para disgustos.
-Mónica ha venido al parque y me ha pedido una cosa.
Mientras, yo me ponía el pijama y apagaba la luz para dormir después de un día agotador.
A la mañana siguiente, me vestí, bajé a desayunar y tras eso me fui hacia casa de los mellizos. Quería ver como se encontraba Nico. Era consciente de sus llamadas perdidas. Las había visto al despertar.
No era ninguna sorpresa. Ya suponía que Javier le contaría cuales eran mis intenciones.
Llamé a la puerta y me abrió él mismo. Al parecer se encontraba mucho mejor, aunque por la cara que tenía nadie lo diría.
Pasamos por la cocina donde estaba Javier terminando de desayunar. Aun no habíamos dicho nada. Subimos hasta su habitación en silencio, y solo cuando cerró la puerta, habló.
-¿Por qué quieres hacer algo así?
-He comprendido que no me queda otra opción. No quiero seguir teniéndole miedo. Ya me he cansado de ser la niña indefensa y asustadiza que soy.
-Tú no eres así Mónica. En realidad creo que eres más fuerte de lo que puedes llegar a imaginarte.
-¿Por qué dices eso?
-¿Qué otra persona saldría con el mellizo del chico del que está enamorada? Sino fueses una chica fuerte, te mantendrías al margen.
-Decía de verdad que te quiero y que quería estar contigo.
-Eso no lo dudo, pero desearías estar más con Javier que conmigo.
Al principio no respondí. Me quedé callada unos minutos hasta que encontré las palabras que quería decir.
-Esto no funciona.
-¿Qué quieres decir?
-Vosotros, sois hermanos. Jamás debí interponerme.
-¿Estás rompiendo conmigo?
-Lo que intento decir es que es culpa mía que haya un abismo entre Javier y tú.
-¿De verdad es ese el problema? A lo mejor lo que no soportas es que ese abismo te afecte también a ti.
-Javier se apartó de mí voluntariamente y yo decidí que si tú me aceptabas, podríamos tener algo lindo, pero al escucharte no puedo evitar pensar que aceptaste salir conmigo para ganar a tu hermano. De algún modo he sido una especie de trofeo para los dos y no quiero serlo.- le miré fijamente a los ojos antes de decir lo siguiente.- Yo nunca he mentido respecto a mis sentimientos. Nunca he dicho que ya no sienta nada por tu hermano, como tampoco miento cuando digo que te quiero.
-Me quieres pero no me amas.
¿Qué podía responder a eso? Al fin y al cabo, tenía razón.
-Supongo que esto lo aclara todo. Se acabó. Tienes mucha razón al decir que no funciona, pero no pongas como excusa que el vínculo que nos une a Javier y a mí se está rompiendo.
-¿Acaso vas a negarlo?
-Soy muy consciente y he sido un idiota al creer que podría llegar a hacerte feliz en algún momento.
-Me has hecho muy feliz Nico. Yo soy la única culpable en todo esto.
Seguíamos en su habitación. Yo sentada en la cama y él permanecía en la silla frente a mí.
De pronto y sin saber como ocurría, Nico se abalanzó sobre mí para besarme.
Al principio me gustó, pero en cuanto empezó a acariciarme el cuerpo, le aparté.
-Nico, por favor- dije sin aliento.
-Tengo muchas ganas de estar contigo.
-Yo no quiero precipitarme- aunque ya lo había echo al acostarme con Javier a modo de despedida, y no quería hacer lo mismo con Nico.
-Está bien. Esperaré. Déjame besarte otra vez- empezó despacio, acariciándome el cuello, perdiendo sus dedos entre mi pelo. Era tan agradable…
Al poco rato empecé a sentir algo más. Algo que se clavaba en mi pierna y volví a apartarle.
Está vez no esperé a que dijese nada. Cogí mis cosas y salí corriendo.
Choqué con Javier que en aquel momento subía por las escaleras.
Al ver que estaba llorando me abrazó con fuerza.
-No puedo. Solo te amo a ti, ¿entiendes?
En lo alto de las escaleras, Nico nos observaba. Cruzó una mirada con Javier y eso fue suficiente.
Lo nuestro había terminado definitivamente.

Cité a la pandilla tras llegar a mi casa. Quería hablar con ellos. Quería olvidar a los mellizos como fuera. Nico y yo habíamos terminado para siempre y Javier no había respondido a mis sentimientos. Se había quedado abrazándome sin decir nada. Aquello era suficiente para mí. Tenía que olvidarles a los dos.
Mientras esperaba a la pandilla me llegó un mensaje. Ni siquiera me atrevía a leerlo por miedo a que pudiese ser de alguno de los dos. Lo era. Era de Nico.
<< LO SIENTO, PERO AUNQUE ME DUELA, O AUNQUE LO INTENTEMOS CON TODAS NUESTRAS FUERZAS, NO SALDRÁ BIEN Y NO PODEMOS ENGAÑARNOS PARA SIEMPRE. ME HUBIESE GUSTADO PODER CONOCERTE ANTES Y TAL VEZ LAS COSAS SERÍAN DISTINTAS. >>
Ahora solo podía cubrirme las espaldas e intentar ser yo misma de nuevo. Necesitaba estar con mis amigos. Les había dejado un poco de lado desde la llegada de los “mellis” pero eso iba a cambiar.
Entré en la biblioteca para hacer tiempo mientras no llegaban y me senté frente al ordenador recordando lo ocurrido allí con Javier. Como había empezado todo.
Era inútil. Hiciese lo que hiciese, todo me recordaba a ellos, incluso ver a Hailey.
Al final, salí de casa y les esperé en el jardín.
Llegaron poco después en el jeep de Dani. Al verme la cara, Luis me obligó a subir al coche y le pidió a Dani que arrancase.
-Vamos a la cabaña.
-Gracias- dije mientras apoyaba la cabeza en su hombro y cerraba los ojos.
Aun sin poder verles podía adivinar que se estaban mirando entre ellos preguntándose que había ocurrido.
Llegamos a la cabaña diez minutos más tarde. 
Isa fue quien abrió la puerta y esperó a que entrásemos todos para cerrarla de nuevo. 
-Creo que va siendo hora de que nos lo cuentes todo.- Raúl se sentó frente a mí y esperó a que empezase a hablar.
-Está bien. Os lo contaré.
Empecé desde la primera vez que vi a Javier, aunque eso ya lo supieran, pero omití la vez que me acosté con él y lo que casi ocurrió en la habitación de Nico.
-Es complicado sin duda todo lo ocurrido.- dijo finalmente Dani.
-Hay una cosa en todo esto que no me cuadra- siguió Luis.- ¿Por qué has decidido de pronto plantarle cara a Miranda?
-Creo que ya va siendo hora de saber porque parece que lo mío es personal.
-Yo creo que tiene que ver con Santi. No puedo evitar pensar que algo debió ocurrir y ella ha decidido vengarse.
-¿Por qué crees eso Olga?
-No lo sé. Supongo que es lo primero que me ha venido a la cabeza. Puede que no sea eso pero está claro que tiene que ser algo personal. Nunca había repetido con lo de quitarle el chico a una misma chica dos veces.
-Entonces lo suyo sería que hablase primero con Santi.
-Me parece que no es buena idea- dijo Lidia al fin.- Es mejor no meter a nadie más en esto. Aclara las cosas con Miranda. Supongo que ella misma terminará confesando.
Asentí.
Pasé el resto del día con ellos. Ni siquiera había ido a casa a comer. Avisé a mi madre que no me esperaba. Mi padre no volvía hasta aquella noche. Después de toda una semana, tenía muchas ganas de verle.
Fue un domingo muy triste.
Cuando me acosté aquella noche, mi corazón estaba hecho pedazos.
Había sacado a Hailey poco antes pero ni siquiera me acerqué al parque. Había pasado casi todo el día en la cabaña y no quería volver en un tiempo.
Apenas había visto a mi padre unos segundos. Él siempre estaba ocupado, incluso cuando volvía a casa tenía alguna llamada que atender y supongo que no puedo culparle de que casi toda su atención fuese hacia mi madre. Debía tener ganas de estar con ella.
Apagué la luz e intenté dormir.
Cuando sonó el despertador, apenas podía mantener los ojos abiertos. No había pegado ojo en toda la noche. Si cerraba los ojos, podía sentir a Javier conmigo en la cama.
Arrastré los pies hasta el salón para desayunar. Mis padres ya estaban en la mesa.
-He hablado con el taller. Puedes pasar a por el jeep cuando quieras.
-Estupendo papá. Me pasaré esta tarde.- ya que las animadoras no tenían entrenamiento podía acercarme sin problemas.
-Si salimos en un rato puedo dejarte en el taller y vas al instituto en coche.
-Eso también es buena idea.
-Entonces desayuna que nos vamos en diez minutos.
Comí en silencio. Podía sentir la mirada de mis padres sobre mí, pero ni ellos preguntaron ni yo tenía ganas de hablar.
Diez minutos después nos despedimos de mi madre y seguí a mi padre hasta su coche.
De camino al taller, mi padre me miró de reojo un par de veces antes de preguntar.
-¿Debo preocuparme?
-Si no lo hicieras no serías un buen padre, pero estoy bien. Solo es cuestión de tiempo papá. 
-Si no quieres contármelo lo entiendo, pero sea lo que sea, ¿crees que merece la pena que estés así?
-Lo dudo. Posiblemente no. Digamos que es un castigo que me he impuesto a mi misma. No me he portado como debía. He herido a alguien a quien quiero muchísimo.
-Si ese alguien te quiere, y apuesto a que es así, te perdonará.
-Puede que ese sea el problema después de todo.
-¿Prefieres que siga enfadado contigo para siempre?
-Solo quisiera que no hubiese sucedido, poder dar marcha atrás y no sentir todas estas cosas que me hacen ser peor persona.
-Cariño, tú no eres mala persona, pero a veces no tomas las decisiones adecuadas.
-Cierto.
Llegamos al taller cuando no hacía más de media hora que había llegado el dueño.
Mientras mi padre hablaba con el dueño y este le explicaba lo ocurrido con mi coche yo permanecía al lado de este deseando poner las llaves en el contacto y desaparecer.
Oía por encima su conversación pero no estaba pendiente de ella. Tenía la cabeza en Nico. Tenía ganas de verle. Después de lo ocurrido en su habitación y de su mensaje me sentía fatal. No debí rechazarle.
Cuando me entregaron las llaves supe que era lo que debía hacer a continuación. Tenía que ver a Nico. Verle y pedirle que volviese conmigo. Era inevitable. Tarde o temprano tenía que darme cuenta de que le necesitaba. No podía seguir pensando en Javier. Él no estaba dispuesto a arriesgarse por que lo nuestro funcionase. ¿A que estaba esperando yo entonces?  
Me despedí de mi padre y puse el coche en marcha para ir al instituto.
Llegué pronto y esperé dentro del jeep a que por lo menos viniesen mis amigos.
Cuando más distraída estaba, la puerta del acompañante se abrió y entró Miranda cerrando la puerta tras ella.
-¿Qué haces aquí?
-¿No me digas que te has asustado?
-¿Qué quieres de mí Miranda?
-De ti, nada- me miró de arriba abajo con repugnancia.- Vengo advertirte. No vuelvas a acercarte a Javier. ¿Acaso te crees que soy idiota? ¿Crees que no me he dado cuenta de que ha pasado algo entre vosotros? Tengo una pequeña idea y más te vale que esté equivocada. No olvides que puedo ir a contárselo a tu querido Nico. ¿Te imaginas como se sentiría? Además, sería una lástima estropear esa bonita cara que tienes- pasó sus dedos por una de mis mejillas consiguiendo que me quedase inmóvil. Estaba muy asustada.
-¿Por qué yo?
-Ya lo sabrás. Ya me ocuparé de que sufras y desees haberte quedado en ese hospital.- abrió la puerta del coche y bajó tranquilamente de él.
No sabía que hacer. Ya sé que mi intención era plantarle cara, que debía hacerlo para superar el miedo que le tenía, pero la conversación de acabábamos de tener me hizo comprender que aun no estaba preparada. Necesitaba a Nico más que nunca y lo más importante de todo, necesitaba recuperar la confianza en mí misma.
Saqué las llaves del contacto y salí lentamente del coche. Cogí aire y me acerqué a mis amigos que acababan de llegar.
-¡Buenos días!- intenté que mi voz y mi rostro reflejaran todo lo contrario de lo que sentía en realidad.
-Se te ve mejor que ayer. 
-Si. Lo estoy. He recuperado mi coche. Estoy encantada.
-Entonces vamos a clase e intentemos que dure ese estado de ánimo todo lo posible.
-¿Yendo a clase pretendes eso? ¿Hablas en serio Isa?
-Tienes razón. ¿Cómo se me habrá ocurrido?
-Chicos tengo una idea. ¿Por qué no nos escapamos y hacemos algo juntos? Pasemos el día fuera.
-¿Quieres hacer novillos? Eso no me parece propio de ti Mónica.
-No lo es. Solo quiero estar con vosotros.
-Y lo estaremos, pero no dejaremos que faltes a clase.- mientras los demás iban entrando, Luis se quedó atrás conmigo.- Puedes engañar a los otros, pero no vas a mentirme a mí. ¿Qué ha pasado?
-No es nada. Estoy bien. No tienes que preocuparte por mí. 
-Yo no estoy tan seguro.- pero no dijo nada más y yo tampoco insistí.
Cuando iba a entrar en clase, sentí una mirada sobre mí. Una mirada que quería rehuir y que sin embargo ahí estaba. La mirada de los mellizos.
Alguien me empujó a un lado para abrirse camino hacia uno de ellos. Miranda.
En cuanto se puso junto a Javier para besarle me miró. Había una sonrisa burlona y significativa en su rostro. Aquello no había echo más que empezar.
Aguanté las lágrimas y no dejé que aquello me afectara. No quería que la sonrisa que estaba fingiendo se borrara de mi cara. No podía dejar que eso ocurriera.
Noté la mirada de Nico más que la de Javier. Seguro que él sabía que estaba fingiendo. En aquellas semanas que llevábamos de curso, podía decir que me conocía mejor de lo que me conocía yo misma.
Entré en clase y me senté en mi sitio. Hablaría con Nico cuando terminaran sus entrenamientos. Tenía entendido que terminarían tarde ya que el gran partido se acercaba a grandes pasos.
Pasé la mayoría de la mañana pendiente del profesor, de lo que decía, o más bien de lo que yo entendía que decía porque me era imposible concentrarme con cierta persona clavándome la mirada desde unos asientos más atrás del mío.
Suspiré. ¿Quién me mandaba a mí enamorarme del chico equivocado?
Miranda podía matarme con la mirada si quería, pero aunque hiciera eso, ella misma debía saber que el corazón de Javier jamás le pertenecería. ¿Por qué seguía hiriéndose a si misma?
El sonido de alguien llamando a la puerta interrumpió la clase. Entró el conserje y preguntó por Lidia. Esta se levantó bajo la atenta mirada del resto de la pandilla y salió.
Volvió poco después, más seria que de costumbre.
-¿Estás bien?- oí que Dani se lo susurraba al pasar por su lado.
-Lo estoy.- no añadió nada más y creo que todos pensamos que tenía que ver con el pasado del que siempre se negaba a hablar.
A la hora del descanso comimos juntos pero ni ella mencionó nada ni los demás nos atrevimos a preguntar.
Dani la miraba de reojo intentando averiguar algo en sus ojos, pero ella permanecía impasible, como siempre.
Habló como si nada hubiese cambiado. Posiblemente nada lo había echo, por lo menos para ella.
Las tres horas siguientes fueron algo confusas.
Primero Lidia se despidió de nosotros y dijo que había quedado con su madre para hacer unas cosas pero que ya nos avisaría.
Dani quedó hecho polvo al irse ella y por un momento creímos que no dudaría en irse tras Lidia sin dudarlo.
Tras eso, sin más entre una clase y otra, Javier y Miranda también desaparecieron y entonces la que se derrumbó fui yo.
Intenté no pensar en ello y centrarme en otra cosa. Pensándolo bien, durante el descanso no había visto a Nico en la cafetería con el resto del equipo de fútbol y esperaba haberle visto.
Cuando las clases terminaron por fin, me despedí de la pandilla y me fui directa al centro comercial. Necesitaba algunas cosas y de paso aprovecharía para comprar algo para comer. Estaba hambrienta.
Cogí unas cosas que me hacían falta y mientras iba hacia la caja para pagar, alguien chocó conmigo.
-Hola querida, ¿Cómo estás?
-Pues muy bien- no pude evitar mirar hacia ambos lados por si acaso no estaba sola.- Parece que ha comprado mucho.
-Si- noté que me miraba con curiosidad. Me preguntaba que sabría exactamente.- Creo que las cosas no han ido como esperabas.
-A veces ocurre eso y no se puede hacer nada.
-Lo siento si mis hijos te han causado problemas. La verdad es que nunca se habían comportado así.
-No les culpe. Puede que no tengan la culpa al fin y al cabo.
-Eres demasiado considerada pero te agradezco que lo digas. Bueno- dijo mirando el carro lleno de comida- será mejor que vaya tirando. Espero poder encontrar un taxi para llevarme todo esto. Debí haber venido en coche pero no pensé que terminaría comprando tanto.
-Yo puedo llevarla. He venido en coche y no me importa acompañarla hasta casa.
-Eres muy amable pero no quiero causarte ninguna molestia.
-No me importa. De verdad.
-Muchas gracias.
Pagué mis cosas y ayudé a la madre de los mellizos, a colocar las suyas en bolsas.
Después de que ella pagase, me siguió hasta el jeep y colocamos las compras en el maletero. Por el camino me contó que no aprobaba que Nico hubiese interferido en la relación que teníamos Javier y yo. Estaba claro que no conocía toda la historia.
-Eso ya no importa porque ha roto conmigo así que…
-Ahora Javier y tú podéis estar juntos.
-No podemos- me detuve en un semáforo y sentí como ella me miraba desde el asiento de al lado.- Quizá estaba destinado al fracaso desde el principio.
-No voy a decirte esto porque sean mis hijos, sobretodo lo que se refiere a Javier. Él nunca había amado a nadie hasta este punto. De hecho, jamás ha estado enamorado, hasta que te conoció.
Quería que llegásemos cuanto antes porque me negaba a seguir escuchando.
-Sea correcta o no, ya hemos tomado una decisión. Después de todo lo que ha pasado no creo que haya vuelta atrás.
-Eres muy joven para decir esto.
-Quizá tenga razón. Puede que yo misma intente arruinarme la vida. Parece ser que no puedo ser feliz.
Llegamos a su casa poco después. La ayudé con la compra y me ofreció entrar a tomar algo.
Al verme mirar hacia la puerta dudando, sonrió.
-Tranquila. Estoy sola. Nico está en los entrenamientos y Javier ha quedado con su padre para hacer unos recados y después ir a buscar a Nico.
-Es mejor que me vaya de todos modos. Tengo algo que hacer y que no puede esperar.
-Está bien. No insisto.
Sonreí. Me pareció que aquella mujer si sabía más de lo que parecía.
Conduje hasta el instituto. No podía retrasar más mi conversación con Nico.

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