05

Cuando sonó el despertador hacia ya rato que tenía los ojos abiertos. De hecho, estaba sentada en mi cama escribiendo mi diario.

08 de agosto

Querido diario:

Esta noche he quedado con él. ¡Estoy tan nerviosa!

He puesto mi armario patas arriba escogiendo que ponerme después de pellizcarme al ver que por primera vez en mucho tiempo había dormido genial. Ni una sola pesadilla.

Vuelvo en un rato. Estoy muerta de hambre.

Cerré el diario y me quedé un rato pensativa. Lo cierto era que me había pasado la noche entera pensando en sus ojos, su sonrisa, su boca… Como me hubiese gustado besarle. Me cubrí la cabeza con la sábana hasta que sonó el teléfono.

-¿Diga?

-¿Te he despertado?

-No. He madrugado. ¿Qué tal Lidia?

-Genial. ¿A que no sabes que?

-Cuéntame.

-Mis padres nos dejan la casita de la playa para quedarnos allí hasta finales de agosto. ¿No es genial?

¿Lo era? Supongo que sí, pero entonces estaría muchas noches sin verle. ¿Y si me odiaba?

-¿Estás ahí Mónica?

-Si, perdona. Es genial en serio.

-¿Debería creerte cuando me lo dices?

-Hablo en serio. ¿Cuándo nos iríamos?- quizá si nos marchábamos mañana podría explicárselo todo.

-Esta tarde. Pasamos a buscarte en el jeep de Dani a las seis. Llévate solo lo necesario que nos conocemos.

-No se de que me estás hablando- pero si lo sabía. Siempre que íbamos a algún lado me llevaba tanta ropa que parecía que no fuese a volver.

-Bueno, luego nos vemos. Tengo que prepararlo todo.- aunque Lidia era peor que yo.

Bajé a desayunar algo antes de que Sebastián y Clara viniesen a buscarme. Besé a mis padres y me senté a su lado para comentarles la llamada de Lidia.

-Me parece bien hija. Si te apetece ir tienes mi permiso.

-¿En serio?

-Si.

-Gracias papuchi.- les besé de nuevo a los dos y fui hacia mi cuarto con una tostada en la boca.

-¿No comes nada más Mónica?

-Ya tengo bastante con esto.- cogí el móvil y las llaves y volví a bajar justo en el momento en el que Sebastián derrapaba en la puerta.

-Buenos días señorita. ¿Quiere que la lleve a algún sitio?

-¿Que tal su casa?

-¿Es una proposición?

-No con tu prometida y mi mejor amiga delante.

-No os cortéis por mí.- los tres nos reímos cuando me subí al coche.

De camino a su casa me estuvieron contando todos los preparativos que faltaban aun por hacer y caí en la cuenta de que yo aun no tenía mi vestido de dama de honor.

Cuando se lo dije a ellos me dijeron que no me preocupase, que tenía tiempo de sobra. No se casaban hasta mediados del año siguiente.

-Menos mal. Por cierto, tengo algo que contaros.- les conté que me marchaba hasta finales de mes con la pandilla con lo cual se alegraron muchísimo y también les dejé caer lo del chico del parque.

Ambos se miraron de reojo. Sabía lo que aquello quería decir. Pensaban que no era buena idea y no se porque, intenté convencerles de todo lo contrario.

-¿Estás segura?

-Entiendo que os preocupéis, pero estoy bien y hasta yo misma estoy sorprendida de lo que me pasa.

-¿Y no estás asustada?

-Mucho, pero no me importa. Esta vez será diferente.

-¿Cómo estás tan segura?- esta vez fue Sebastián quien me lo preguntó.

-Porque no voy a caer dos veces en la misma trampa y porque me lo he propuesto a mi misma. Además, le he conocido fuera de las paredes del instituto. Es una buena señal.

-Bueno, si te lo has propuesto seguro que sale bien.- compartimos una sonrisa de complicidad.- Ya hemos llegado.

Estaba muerta de curiosidad y no me defraudó lo más mínimo. Era preciosa. Tenía un bonito jardín y aunque solo era de una planta, era bastante espaciosa. Me encantaba. Yo también quería una casita así para vivir con mi príncipe azul, dondequiera que estuviese.

Mientras me enseñaban la casa, pensé en una alternativa. Quizá Clara pudiese hacerme el favor.

Pensé en escribirle una carta explicándoselo todo. Estaba segura de que lo entendería o por lo menos esperaba que lo hiciese.

Cuando nos sentamos a tomar algo en la cocina, que por cierto era enorme y además era la típica cocina americana, se lo comenté.

-¿Quieres que yo vaya al parque y le de la carta a ese chico?

-Por favor.

-Vale. Voy a buscar algo para escribir.- nos dejó a Sebastián y a mí a solas en la cocina mientras tanto. Yo sabía que aquello no le dejaba tranquilo y que no lo estaría hasta que le interrogase.

-Vais a tener que dejar de protegerme algún día.

-Lo se. No es algo que queramos hacer pero si que es cierto que nos sale solo.

-Y yo os lo agradezco, pero confiad en mí.

-En ti ya confiamos.

-Lo se, pero hablaba en serio cuando dije eso antes en el coche. Esta vez es el de verdad, estoy completamente segura.

-De acuerdo.

-Gracias- le di un abrazo y un beso en la mejilla. Era como el hermano que nunca tuve. Me encantaba la idea de que se casara con Clara. Sabía que la haría muy feliz.

-Aquí tienes.

-Gracias- cogí papel y bolígrafo y salí fuera al jardín para escribir la carta tranquilamente.

Tenía que pensar detenidamente lo que poner, pero ni siquiera tenía idea de cómo empezar.

Intenté escribir con el corazón y ser totalmente sincera de la primera hasta la última palabra.

Esperaba que eso fuese suficiente. Ahora tenía que volver a casa y prepararme la maleta. Le pedí a Clara que sobretodo no olvidara ir al parque aquella noche.

-Tranquila. Allí estaré.

Sebastián me acercó a casa en un momento y cuando pasamos la verja de la entrada de mi casa, recibí un mensaje de Raúl.

<< REUNETE CONMIGO EN LA CABAÑA. QUIERO HABLAR CONTIGO ANTES DE QUE NOS VAYAMOS ESTA TARDE>>

¿Qué debía querer? Quedé con él después de comer. Tenía tanta curiosidad que apenas comí nada y creo que a él le pasó algo parecido.

No había tardado tanto como de costumbre en prepararme las cosas. Le hice caso a Lidia y me llevé solo lo imprescindible.

A las cuatro en punto estaba delante de la cabaña y Raúl me esperaba sentado en las escaleras de entrada.

-Has llegado puntual- esbozó una sonrisa.

-No quería hacerte esperar.

-Buena respuesta. ¿Para que querías hablar conmigo?

-Vamos dentro.- le seguí hasta el interior de la cabaña y esperó a sentarse en el sofá para empezar a hablar.

En aquel mismo momento, el chico tímido estaba en su cama. Sus padres acababan de llegar y se sorprendieron al no verle abajo.

Su madre llamó a la puerta de la habitación y al entrar y verle en la cama aun se sorprendió más.

-¿Estás bien hijo?

-No me encuentro muy bien. Creo que tengo fiebre.- al tocar la frente de su hijo no tuvo más remedio que darle la razón. Estaba ardiendo.

-Voy a por el termómetro y te prepararé algo ligero para comer.

-No tengo ganas de comer nada mamá. Ya verás como no es más que un resfriado de verano. Se me pasará.

-Voy a subírtelo de todos modos y te lo vas a comer porque soy tu madre y te lo pido amablemente.

-De acuerdo.- le dolía demasiado la cabeza para sermones.

-Demasiado fácil.- pero se marchó antes de que cambiase de opinión.

Hobbie estaba echado en la alfombra que había junto a la cama y miraba a su dueño con cara de preocupación.

-Parece que ninguno de los dos podrá ir al parque esta noche.

Hobbie le miró de tal modo que no supo que decirle. A él también le sabía mal no poder acudir a nuestro encuentro y tampoco sabía como ponerse en contacto conmigo. Si al menos él estuviese aquí…

Su madre le subió poco después un tazón de sopa que le obligó a tomarse delante suyo para evitar que se la diese a Hobbie.

-Tampoco era necesario que te quedarás.

-Te conozco desde siempre, y sé de lo que eres capaz.- su marido la llamó desde la cocina para decirle que tenía una llamada de su hermana.

-Ves a atender la llamada. Te prometo que voy a terminármela entera.

-Esta bien, pero no quiero trampas.

-Si mamá.

Aunque no se marchó tranquila del todo. Cuando terminase de hablar con su hermana, lo que seguramente le llevaría horas, haría otra llamada. Quería saber si él estaba igual.

-Quiero pedirte perdón.

-¿Por qué? ¿Qué has hecho?

-Yo fue quien le dijo a Santi donde estabas.

-¿Por qué lo hiciste?

-Pensé que quizá te ayudaría a salir de allí, pero me equivoqué- bajó la cabeza para mirar al suelo y yo me acerqué para sentarme a su lado.

-Lo cierto es que así es. Si Santi no hubiese venido a verme yo no habría reunido fuerzas para poder salir de allí.

-¿Hablaste con él?

-No. Me hice la dormida.- sonreímos mutuamente.

-¿Qué hizo que reaccionaras?

-El echo de querer que no volviese a ocurrirme nada parecido.

-También quería hablar contigo de otra cosa.

-¿Y que es?

-Se que lo dejé caer en su momento pero me gustaría que antes de marcharnos esta tarde supieras la verdad.

-Me estas asustando. ¿Qué pasa?

-Quería verte hoy a solas para saber si mis sentimientos hacia ti habían cambiado de algún modo o si seguían siendo igual de fuertes.

-¿Y?- esperaba que hubiesen cambiado.

-No lo son.- el suspiró me salió prácticamente solo pero Raúl sonrió.- Ya se que tu no hubieses sentido nunca nada por mí como lo que yo sentía por ti.

-Yo no, pero hay otra persona que si que lo siente.

-Lo se. Me lo dijo en su momento, por eso fue que estuvo enfadada conmigo antes de que ocurriese lo tuyo.

-¿Entonces era por eso?

-Si.

-Me alegra que te lo dijese.

-¿Tú lo sabías?

-Tú eras el único que no sabía la verdad.

-Como tú conmigo, ¿no?

-No. Olga me lo contó cuando fuimos a Francia, después de que discutiésemos el primer día.

-Entonces tú ya sabías lo que yo sentía de verdad. Por eso cuando te lo dije no te sorprendiste. Debí imaginar que ya lo sabrías todo.

-Lo que no puedo entender es porque no me lo dijiste tu mismo.

-Temí perderte.

-Lo mismo debió sucederle a Olga. No debió ser fácil reunir el valor necesario para decirte lo que sentía y menos cuando sabía de sobras que tu no la correspondías.

-Lo sé, por eso es que la admiro tanto. Yo siempre supe que tú nunca me amarías pero una parte de mí se negaba tanto a verlo que la otra se dejó convencer.

-¿Habéis vuelto a hablar del tema?

-Yo lo he intentado varias veces, pero siempre dice que ya se le pasará y que no me preocupe.

-¿Y tú la crees?

-No lo sé. Yo daría mi vida por ella, porque para mí es demasiado importante y no querría perderla por nada del mundo y me encantaría poder sentir algo más.

-Tal vez no sea el momento. Además, quien te dice que no pueda conocer a otro.- pero por la cara que puso, deduje que esa idea tampoco le gustaba. Y si…

Miré el reloj y abrí los ojos como platos. Me parecía increíble que llevásemos allí más de una hora.

Quedamos en que nos veríamos cuando pasaran a recogerme para irnos a la casita de la playa.

Esta vez si pude abrazarle. Ya no se interponía ningún sentimiento de por medio.

Volví a casa corriendo. No quería hacerles esperar y aun me quedaban un par de cosas por hacer antes de irme.

Cuando pasaba por delante de la estación, noté una mirada fija en mí, pero no podía detenerme. Tenía mucha prisa. Ojalá le hubiese visto.

Llegué a mi casa y escribí en mi diario lo ocurrido durante el día y después busqué mis ahorros dentro de la hucha que guardaba dentro del armario por si me hacia falta, aunque sabía de sobras que mi padre no me dejaría marchar sin darme algo de dinero.

Intentó no hacer el menor ruido para que su madre no le viese. Le encantaba sorprenderla.

Entró por la puerta trasera, la de la cocina y la sorprendió por detrás mientras fregaba los platos.

-¡Nicolás Suárez!

-Hola mamá.

-Menudo susto me has dado. ¿Qué haces aquí?

-Sentí que Javier me necesitaba. ¿Dónde está?

-En su cuarto con fiebre. Cuando bajes ya hablaremos de esto- pero ya había subido al piso de arriba y seguro que ni siquiera la había escuchado.

-Hola “melli”- así es. ¡Mellizos! ¿Os imagináis que hubiese pasado si llego a fijarme en él en la estación? Aun así no me enteré hasta bastante después.

-Hola Nico. ¿Qué haces aquí?

-He venido a verte. Cádiz no es lo mismo sin ti.

-No hablas en serio.

-En realidad no. Quise hacer una escapada antes de que empiecen las clases.

Nico no se había mudado con ellos para no dejar a sus amigos y a sus múltiples ligues y ahora vivía con sus tíos.

Javier también tenía amigos allí, pero eran más bien compañeros de clase que otra cosa. Además, se alegraba de haberse mudado, porque aquí había conocido a alguien que le gustaba y aprovechando que estaba allí su mellizo, se lo contaría todo y de paso le pediría un enorme favor.

-Lo que en realidad querías era conocer chicas nuevas.

-Hablando de eso. He visto hoy a una que me ha encantado. Estoy enamorado.

-No es la primera vez que dices eso.

-Hablo en serio.

-Yo también- se incorporó un poco pero aun le daba vueltas la cabeza.

-Te aseguro que esta vez es de verdad. Pasó corriendo por delante de la estación y por un momento sentí que el tiempo se detenía.

-Se a que te refieres.

-¿Por qué lo dices?

-Porque a mí me ha pasado algo parecido. Quise llamarte para contártelo todo pero me va genial que estés aquí.

Le contó la historia a su hermano. Nuestros encuentros y los que se producirían a partir de aquella noche.

El favor que tenía que pedirle era que acudiera en su lugar aquella noche ya que él no estaba en condiciones.

Al principio, Nico creía que le estaba tomando el pelo pero conforme le contaba la historia más convencido estaba.

-Nunca he conocido a nadie como ella y no quiero perder la oportunidad esta que se me esta concediendo por un estúpido resfriado.

-Si me lo pides así no puedo negarme. ¿Dónde habéis quedado exactamente?

Le contó como se llegaba hasta el parque y que sobretodo no se olvidara de llevar a Hobbie con él.

-Tú solo haz lo que haría yo.

-De acuerdo.

Su madre le llamó un momento para que fuese a comprar al centro comercial, al mismo centro donde yo iba a ir con mis amigos a comprar provisiones para el camino. Ya compraríamos el resto cuando llegásemos.

Mientras, Raúl y yo nos encargábamos de coger algo de beber y de paso algo dulce para picar, los demás se habían repartido por diferentes pasillos mirando que podían coger y cuando me detuve para coger un par de zumos, Raúl quiso hacerme una nueva pregunta.

-¿Vas a seguir en el equipo de teatro?

-En realidad no. Me sigue gustando mucho pero hay algo que deseo intentar.

-¿Qué es?

-Voy a hacer las pruebas para animadora.

-¿Hablas en serio?

-Si.

-No puedo creerlo. ¡Por fin voy a verte con el uniforme!- ya hacia muchos años que intentaba que me apuntara pero siempre terminaba pensando que no era para mí. Aquel año pensaba distinto. Después de todo lo ocurrido con Santi no quería desperdiciar ninguna oportunidad así que decidí probar suerte.

Me abrazó tan fuerte que creí que iba a salírseme el chicle de la boca.

Y justo en ese momento, el “melli” de mi chico tímido, nos vio.

Apretó tan fuerte los puños que se dejó marca en ambas manos.

Pagó lo que había ido a comprar deseoso de llegar a casa de sus padres para contarle todo a su hermano.

Al salir, Raúl seguía abrazándome o dándome besos en las manos para agradecerme el haberle contado lo de las pruebas. Eso puso a Nicolás más furioso.

Se marchó de allí antes de acercarse a nosotros y decirle algo a Raúl.

Llegó a su casa cuando nosotros nos pusimos en marcha.

Dejó la compra sobre la mesa de la cocina y subió a la habitación de su hermano que ya se encontraba un poco mejor.

-Necesito que hablemos.

-¿Qué te ha pasado?

-La he visto.

-¿A quien?

-A mi chica misteriosa. La de la estación.

-Me alegro. ¿Y que tal?

-Estaba con un chico y él la abrazaba y le besaba las manos y yo he querido matarle.

-¿Pero tú te estas oyendo? Ni siquiera sabes quien es y no puedes ponerte así porque otro haga lo que deseas hacer tú.

-Lo se. ¿Me habré vuelto loco?

-Es normal que no te guste lo que has visto si se trata de la chica que te quita el sueño.

Nico cogió aire lentamente y suspiró.

-Será mejor que me calme.

-Si, porque sino no vas a parecerte a mí esta noche cuando estés con Mónica.

-Vaya, vaya. ¿Así que tu famosa chica tiene nombre?

-Si.- Nico pensó que valía la pena hacer aquello por su hermano.

Nunca le había visto así de interesado por nadie.

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