03
La vuelta a casa fue de lo más silenciosa. No tenía nada que ver con el viaje de ida.
Para empezar, Olga se negó a sentarse con Raúl. Se sentó a mi lado y ni siquiera yo conseguí que hablase.
Este por su parte, seguía sin comprender porque Olga había esperado tanto tiempo. Él lo había intentado pero ella seguía negándose a dirigirle la palabra.
Y yo, desde la última vez que lo había intentado, probé suerte otras quince veces, pero Santi seguía sin atender el teléfono.
El resto de la pandilla ya no sabía que hacer para animarnos. No hace falta decir que no hubo éxito.
Nada más aterrizar, debíamos ir hasta el instituto para comunicarles a todos que lo habíamos conseguido. Habíamos ganado. Lástima que algunos de nosotros nos daba igual en aquel momento.
Me escabullí entre la multitud que nos felicitaba para buscar a Santi. No le veía por ninguna parte. Pregunté a Orlando cuando me lo encontré en el pasillo.
-Me ha parecido verle en las gradas. Al menos creo que era él.
-Gracias.
-De nada.- corrí hasta el lugar. Ojalá no lo hubiese hecho.
Efectivamente estaba en las gradas, salvo que no solo.
Miranda estaba a su lado. Desde donde yo estaba vi más que suficiente y Miranda no se detuvo al verme a mí, al contrario, se aseguró de que yo pudiese ver bien como besaba a mi chico.
No quería mirarles pero no conseguía cerrar los ojos.
De pronto empecé a sentir un fuerte dolor en el pecho. No podía respirar. Era como si estuviese encerrada en un lugar seco sin ventilación. Me ahogaba.
Todo oscureció a mí alrededor. No se cuanto tiempo estuve inconsciente, solo se que Santi estaba allí cuando abrí los ojos en la enfermería del instituto.
Mirarle me causaba más dolor porque recordaba lo que había visto y con quien…
De haber sido con cualquier otra chica no me hubiese importado. Me habría dolido de todos modos, pero conociendo a Miranda, sabiendo con certeza que solo lo había hecho por diversión, por ver sufrir a los demás. Así era ella.
Arrebataba a los novios de las demás para que rompieran y luego les dejaba de lado. Nunca pensé que eso terminaría ocurriéndome también a mí.
-Menudo susto me has dado. Cuando te vi en el suelo…
-¿Y no te preguntaste porque estaba ahí?
-Nos viste.
-Pensé que seguías molesto conmigo y que por eso no atendías mis llamadas. Ahora se que no fue ese el motivo.
-Quise llamarte. Estaba destrozado y Miranda ha sido tan comprensiva conmigo que me dejé llevar.
-Yo te estaba buscando para decirte que no quería que lo nuestro terminara. También te estuve llamando por lo mismo. Me di cuenta de que lo que sentía iba más allá de lo que me atrevía a admitir.
-¿Qué intentas decir?
-Que estoy enamorada de ti y que quería que lo nuestro fuese en serio.
-¿Por qué hablas en pasado?
-Porque ya no es lo que quiero. No quiero saber nada más de ti Santi. No quiero que vuelvas a hablarme o a acercarte a mí o alguno de mis amigos.
-No puedes hablar en serio.
-Nunca he hablado tan en serio, créeme. Se acabó.
Nunca había visto tanta confusión en los ojos de nadie. Intentó acercarse a mí para besarme. No se lo permití. Aquello era el final.
Cuando salió por la puerta, rompí a llorar con todas mis fuerzas. Pensé que aquello me ayudaría a aliviar el dolor, pero solo lo hacía más fuerte y yo no estaba preparada para soportarlo.
Sentía que empezaba a hundirme en un pozo sin fin y que por mucho que lo intentase no saldría nunca de allí.
Quería irme a mi casa, encerrarme en mi cuarto y no salir jamás de allí. No quería ver nada que me recordara a él ni a ella tampoco.
Tenía que huir.
Me puse en pie como pude. Tras asegurarme de que la enfermera había salido, cogí mis cosas y salí sin que nadie me viese.
Llegué a mi casa como pude. Seguía sin poder respirar bien. No quería que nada de aquello hubiese ocurrido.
Subí las escaleras a toda prisa evitando a todos y me encerré en mi cuarto para sacar toda la rabia que tenía dentro.
¿Cómo podía ser tan mala?
A pesar de todo lo que le había dicho a Santi yo seguía hasta las cejas con él. Nadie me había gustado nunca tanto.
Me prometí a mi misma que no volvería a dejar que Miranda volviese a hacerme aquello nunca más. Ni ella ni nadie.
Pensé que a la mañana siguiente me encontraría un poco mejor. No me había movido de la habitación desde que entré en ella después de clase ni siquiera para ir a cenar.
Les dije a mis padres cuando vinieron a buscarme para cenar que ya me había hecho un par de bocadillos y que me los comería allí porque tenía mucho que estudiar. Los primeros días iban bien, sobretodo porque me iba por las mañanas y volvía después de las clases, solo que no pisaba el instituto para nada.
Me pasaba la mayor parte del tiempo en la playa, sentada en la arena y mirando como las olas se estrellaban contra las rocas únicamente en compañía de mi diario.
Ya me había ocupado de avisar a la pandilla de que no me encontraba bien y que iba a quedarme en casa unos días. Lo que no previne fue que vendrían a verme y debió ser lo primero conociéndoles.
Para entonces yo ya estaba tocando fondo. Hacia casi una semana que no iba a clase, apenas comía nada y me pasaba el día entero llorando.
Clara y Sebastián estaban fuera haciendo un curso y no se enteraron hasta que me vi incapaz de reponerme.
Mis padres llegaron a la conclusión de que lo mejor por el momento era internarme en un centro hasta que mejorara o al menos hasta que fuese capaz de contarle a alguien que era lo que me ocurría, sin embargo, se enteraron antes de que yo progresara de algún modo.
Pillaron a Miranda y Santi besándose de nuevo.
-Vaya, si que te has dado prisa.- Raúl estaba que echaba humo por la boca.
-No es lo que parece.
-A mi me lo parece.
-Mónica y yo ya no estamos juntos.- aquello le sorprendió pero no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
-¿Vas a decirme que ya no la quieres?
-No.
-¿No que?
-No voy a decirte que no la quiero porque me mentiría a mí mismo.
-¿Y vas a negarme que no te sorprende no haberla visto en todo este tiempo?
-Pensé que estaba enferma o que simplemente me evitaba.
-Eres idiota tío. Aun no puedo entender que fue lo que ella vio en ti.
-Tal vez lo que nunca verá en ti.- y ahí vino el primer golpe.
Raúl no pudo contenerse más. Había esperado durante demasiado tiempo aquel momento.
-¿Acaso te has vuelto loco?
-¿No sabes que Mónica está en el hospital por vuestra culpa?
-¿Qué?- intentó levantarse del suelo pero volvió a caer. Raúl pegaba realmente fuerte cuando se enfadaba.- ¿Cómo está?
-Mal.- y se fue dejándoles allí.
-Dios mío…
-Tranquilo. Seguro que exagera para hacerte sentir mal.
-¿Tú no te sientes mal?
-Yo no siento nada por ella. ¿Por qué voy a dejar que me afecte?
-Al final resulta que todos tienen razón acerca de ti.
-No creas que no se lo que todo el mundo dice a mis espaldas.
-Entonces no hace falta que diga más- y allí la dejó.
Hasta ahora ningún chico la había dejado plantada. Se preguntó porque yo era especial. Prometió vengarse. No le importaba cuanto tiempo tuviese que esperar. Sabía que las cosas con Santi no se arreglarían, pero también sabía que algún día conocería a otra persona y ella esperaría a que ese día llegase para cumplir su promesa.
Aun no se como, pero Santi averiguó en que hospital estaba y se aseguró de que no hubiese nadie por los alrededores para entrar a verme.
Su corazón debió romperse en mil pedazos al verme en aquel estado. Realmente era deprimente. Aun no habían logrado hacerme hablar y puedo aseguraros que lo intentaron todos y cada uno de los míos.
Suerte que hacerme la dormida se me daba genial, porque me sirvió de mucho cuando Santi se sentó a mi lado para hablarme.
-¿Es culpa mía que estés aquí?- en realidad se lo estaba preguntando a él mismo.- No debí marcharme cuando discutimos. Debí quedarme y apoyarte fuese cual fuese la decisión que ibas a tomar respecto a nuestra relación. Debí confesarte que yo también tenía miedo, solo que a perderte y he conseguido que ocurriese sin quererlo.
Se quedó conmigo un rato más hasta que tuvo que marcharse. Se despidió con un hasta siempre. Sabía que tardaría en volver a verle, porque se volvía a su ciudad hasta que ambos estuviésemos preparados para volver a vernos.
Aquello era demasiado para mí. No podía soportar aquel dolor. Necesitaba que alguien lo aliviase porque yo sola no era capaz.
Con el paso de las semanas fue haciéndoseme un poco más soportable y poco a poco empecé a centrarme en recuperarme y hacerme más fuerte.
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