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Jungkook se saltó el curso ese día. No quería saber de nadie, no quería escuchar a nadie y mucho menos ver la cara de sus compañeros. Simplemente quería estar solo. 

Se dedicó esa mañana a recorrer las calles de la ciudad en busca de nada y a la vez de todo, quería despejar su mente y olvidar lo que había pasado con Ukyo y los demás. Quería hacer borrón y cuenta nueva de lo mucho que tuvo que luchar con su ataque de pánico en ese momento para evitar parecer patético delante de esos desconocidos.

Quería pensar en em y ya. 

Quería crear escenarios en su cabeza en donde él y em recorrían las calles y se encontraban rincones especiales donde crearían recuerdos. 

Leer los alocados rayados de los japoneses e intentar entender el arte de los grafitis en las paredes de Shinjuku. Comparar los karaokes japoneses con los de Corea y ver en cuál, el micrófono tenía más efectos raros y luces; comer un buen ramen que lo dejara tan lleno que no pudiera caminar de vuelta a su casa. Ir a los cafés de animales más raros que encontraran en la ciudad y quién quita, si adoptar a un gato viejo que nadie quisiera.

Había tantas cosas en Tokyo que le ofrecían a Jungkook crear buenos recuerdos pero al estar completamente solo, no tenía ni la menor intención de entrar a ninguno de esos sitios que en algún otro momento junto a em hubiesen representado una aventura.

Así que, en lugar de comer un ramen o entrar al café de mapaches por el que pasó, entró a un pequeño restaurante cuya clientela en su mayoría eran personas de la tercera edad que bebían cerveza a esa hora de la tarde.

Eran las cuatro y Jungkook sólo se había dedicado a vagar sin rumbo fijo creando escenarios imposibles de recrear porque la protagonista principal definitivamente no lo podía acompañar.

Como tenía su cámara fotográfica aprovechó el momento y se atrevió a retratar a algunos de los ancianos que estaban allí. Caras arrugadas, ojos tristes, sonrisas con dientes faltantes, peinados poco elaborados, kimonos desteñidos... Jungkook pidió un jugo y un plato de takoyaki y por la siguiente hora y media sólo observó a quienes lo rodeaban intentando atrapar un pedacito de la historia de aquellos desconocidos en su cámara.

Sólo salió de su pequeña burbuja cuando sintió su teléfono vibrar en su bolsillo trasero y constató de que se trataba de Yoongi preguntándole a qué hora volvería a casa.

 Casa.

Yoongi y Taehyung ahora mismo de verdad representaban una casa para él y eran justamente sus dos amigos quienes lo habían mantenido con los pies en la tierra luego de la muerte de em, o de lo contrario Jungkook no tenía idea de lo que hubiese sido de él. 

Agradecía que ambos no se hubiesen rendido con él cuando incluso sus padres daban por sentado que no se iba a recuperar de tan dolorosa pérdida.

La verdad es que Jungkook lo pensó tantas veces en su habitación cuando no quería salir ni comer e incluso su madre tenía que ayudarlo a bañarse algunas veces porque su mente no conectaba con el resto de su cuerpo, pensó en rendirse y dejarlo todo a un lado, echarse en su cama hasta que se secara y se volviera pólvora. Pero no lo logró, cierto día Yoongi entró por la puerta de su habitación y casi lo sacó a patadas de ella, lo despertó, le dio una sacudida tan grande que Jungkook tembló, le gritó, le lloró... Le pidió que por favor no se rindiera.

Casi lo mismo hizo Taehyung. 

Entonces Jungkook decidió que si em no había tenido la oportunidad de vivir entonces él intentaría en lo posible de seguir adelante por ella, incluso si al principio no sabía ni por donde empezar, pero al menos la idea de no rendirse era un comienzo y por eso finalmente tomó la decisión de seguir adelante aunque fuera difícil. 

Aunque hubiese días como hoy que sólo prefería quedarse pegado a la cama como una abeja a la miel.

Le dio un mordisco a uno de sus takoyaki y volvió a enfocar la cámara en una anciana de cabello blanco como la nieve que le sonreía al señor de la barra mientras se llevaba unos cuantos fideos a la boca. 

¿Habría sonreído em de esa forma si hubiese tenido la oportunidad de tener ochenta años? Siempre sería un misterio para él. 

No podía evitar siempre preguntarse cosas relacionadas con ella cuando veía como las demás personas vivían sus vidas perfectamente normales. Porque a esas personas no se les había detenido el tiempo como a ella y a él. Entonces, en una búsqueda desesperada por acelerar el tiempo se preguntaba si em podría haber sido una buena madre cuando miraba a los niños jugar en el parque con sus padres o como hoy que lo mataba la curiosidad de saber si em de anciana hubiese sido guapa o sonreiría tan cálidamente.

Jungkook suspiró y con esa última foto salió decidido a comprarle el primer juguete a Min Holly e ir a casa para tomar un baño y descansar. 

— ¡Vuelve pronto! —Gritó el señor de la barra amablemente y Jungkook le sonrió de vuelta. Había encontrado quizás un lugar al que podía ir regularmente, donde nadie lo molestaría y podía observar a las personas con tranquilidad. 

Pasadas las cinco de la tarde Jungkook había comprado algo de leche para la casa y miraba alegremente el nuevo oso de plástico que hacía un sonido agradable que sería la nueva adquisición de la princesa de la casa: Holly. 

Los truenos anunciaban que en cualquier momento la ciudad sería bañada en un mar de gotas que cubrirían hasta el último cabello de Jeon Jungkook debido a que no tenía paraguas ni un impermeable. Así que, cuando se bajó del autobús y pensó en todas las cuadras que debía caminar hasta el edificio, supo de inmediato que se empaparía hasta la médula por la lluvia.

Así fue. 

En menos de lo que canta un gallo, tanto el cabello como la ropa de Jungkook estaban mojados. Su cámara estaba protegida por el bolso que siempre llevaba con él y se aseguró de cerrar muy bien la bolsa de la leche y el juguete mientras la apretaba contra su pecho. 

Pronto sus pasos se convirtieron en pequeños trotes y saltos que trataban de esquivar los charcos de la calle y de tanto en tanto, aceleraba el paso y se resguardaba bajo los toldos de los locales que habían por allí. Sin embargo, parecía que su camino nunca se acababa y se desesperaba más por llegar al apartamento para darse un baño con agua caliente.

La idea del baño caliente era fabulosa de no ser porque súbitamente la ola de agua que le cayó encima lo despertó de sus fantasías cuando un carro pasó a toda velocidad y lo mojó aún más.

— Definitivamente no es mi día —Dijo entre dientes y cruzó rápidamente hasta el otro lado de la calle para tomar un atajo que Taehyung le había enseñado, sólo así llegaría más rápido a casa antes de que se congelaran los huesos.



¿Sabes lo que significa esta frase, Jeongguk?


Se detuvo tan abruptamente como si hubiese chocado directamente contra una pared de concreto. 

Fue como si hubiesen apagado de pronto todas las luces de la ciudad y Jungkook estuviese a medias perdido en la oscuridad.

¿em?

Parpadeó rápidamente y de nuevo estaba allí solo en la calle siendo azotado por las gotas de lluvia mientras un fuerte olor a flores le inundaba las fosas nasales. 

Había llegado a uno de los tantos templos de la ciudad sin tener la más remota idea de cómo lo había hecho pero no fue hasta que escuchó la corneta de un auto a la lejanía que espabiló y entendió que el torii* rojo era la entrada al Gojoten-jinja. 


¿Sabes lo que significa?


La voz de em retumbó dentro de él como si de un eco se tratase y sin prestar atención al frío de su cuerpo, Jungkook caminó dentro del templo a paso lento como si marcara cada pisada en el suelo por miedo a que se lo tragara el cemento bajo sus pies. 

Pasó de largo debajo de los consecutivos torii que se encontraban en la entrada del templo, ya viejos y desgastados pero que aún cumplían su propósito. Se abrió paso hasta un área abierta que era el patio principal y finalmente llegó hasta el fondo donde estaba el pabellón principal que anualmente recibía muchas visitas.

— ¿em... —Volvió a llamar como si intentara acercarse a la voz que se había convertido en un pálpito, un latido dentro de todo su cuerpo y así como tan rápido había aparecido se había esfumado.

Se acercó lentamente hasta subir por las escaleras del pabellón y encontrarse cara a cara con la estatua de la deidad del templo adornada con muchísimas ofrendas. Jungkook nunca había estado en un templo de ese estilo ya que su familia no era muy creyente y él nunca había encontrado la necesidad de asistir a uno. 

Pero hoy, en ese preciso momento, tenía la necesidad de estar allí. Sentía que por muy loco que sonara en su propia cabeza em lo había llamado.

Pero no fue específicamente a ella a quién encontró allí.

— Hola Jungkook —Dijo una voz detrás de él. Una voz agitada y una chica que intentaba recobrar el aliento luego de haber corrido hasta llegar allí y que al igual que él estaba completamente empapada por la lluvia.

Jungkook dejó caer las bolsas en el suelo y su cuerpo cedió hacia atrás sentándose de golpe sobre las escaleras de madera del pabellón.

— Ukyo —Las gotas rodaron por sus labios y llegaron hasta su barbilla —¿Qué haces tú aquí?




¡hola linduras, espero disfruten la lectura! :)

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