13
2013. diciembre.
La mañana siguiente era aún peor que la anterior porque todo se volvía más real, intenso, devastador y tangible. Ayer quizás se hubiese imaginado que no rozar los labios de Myungji era un accidente pero hoy se convertía en una verdad.
El olor a flores le estaba quemando la nariz y desde hacía dos días no había dicho ni una sola palabra. Ni una. Sin embargo, la única que se le repetía automáticamente en la cabeza una y otra vez como un trabalenguas que no se terminaba de aprender y que necesitaba memorizar era: adiós.
¿Adiós?
¿Cómo iba a ser eso si apenas en enero la estaba conociendo? Apenas en enero le había dicho que sí.
Cuando todos ya se habían ido luego de largas horas de despedir a Myungji en su entierro, Jungkook se quedó plantado de pie frente a lo que quedaba de la ceremonia: una maldita montaña de flores.
Desde ayer no había llorado luego de desmayarse y aunque le dolía la frente por haberse golpeado al tocar el suelo, nada se comparaba con el dolor visceral que tenía en el pecho, incluso creyó que podría darle un infarto en cualquier momento.
El dolor era absoluto.
Sólo Yoongi se quedó con él porque nadie era capaz de resistir el vacío que Jungkook transmitía en la mirada. Ese dolor era demasiado grande incluso para caber en un chico tan alto, era ese mismo dolor el que lo estaba devorando como una sombra, un huracán que le estaba estrujando cada órgano, arteria y célula a su paso.
Estaba muriendo al igual que Myungji aquella noche cuando su autobús se volcó debido a: la velocidad del conductor y la nieve en las calles. El conductor perdió el control y el armatoste se volteó violentamente cobrando la vida de cinco personas, entre ellas la de Myungji. No hubo dolor en su muerte, ni siquiera hubo tiempo de que se sorprendiera ante el miedo o la desesperación, simplemente perdió la vida cuando su cabeza se golpeó contra uno de los tubos de acero del autobús.
A Jungkook le llegó la noticia al día siguiente y desde allí había dejado de ser él; su cuerpo era sólo cuerpo porque su corazón aún funcionaba automáticamente, sin embargo, él ya no estaba ahí. Estaba muriendo.
— Jungkook —Le dijo su amigo luego de un largo silencio. Había empezado a llover y los dos estaban empapados hasta la médula.
El menor no reparó en su amigo y siguió con la mirada clavada en las flores que una a una se quedaban sin pétalos a causa de la ventisca.
— Jungkook —Volvió a llamar pero con más determinación, quizás no lo había escuchado perdido en un submundo dentro de su cabeza.
El nombrado hizo exhaló con dificultad como si le doliera respirar y giró lentamente hasta encontrarse con la mirada de su preocupado amigo.
— ¿Qué hay de bueno en las despedidas? —Habló por primera vez en días pero aquella no parecía su voz. Incluso su amigo pensó que allí al frente no estaba Jungkook y que otra alma se había apoderado de su cuerpo.
El chico se enjugó los ojos con fuerza y volvió a mirar hacia las flores.
—¿Qué hay... —Se llevó las manos al rostro y cayó sobre sus rodillas empapándose del charco —¿A dónde vas, em? —Dijo con dificultad entre sollozos —¿A dónde vas sin mí?
Yoongi se arrodilló a su lado mientras sentía una punzada dolorosa en el pecho al verlo así. No había consuelo para el chico ni nada que pudiera mitigar su dolor excepto preguntarle una y otra vez a un montículo de flores ¿por qué?
— ¿Por qué, em? —Su voz se alternaba con sollozos y el dolor que sentía en su pecho —¿Por qué te vas? —Tenía el rostro desfigurado bajo sus manos y las lágrimas se confundían con la lluvia —Em, respóndeme. No te quiero decir adiós.
Las lágrimas también se hicieron presentes en Yoongi destrozado por las palabras de su amigo que se estaba desmoronando delante de él sin nada que lo detuviera. Si pudiera reponerlo o salvarlo, si tan sólo pudiera hacer algo para regresar a Myungji.
— ¿Qué hay... por qué... —Balbuceaba —Myungji... Myungji —Dijo alargando la "i" —Myungji, ¿por qué... no te vayas.
Tan sólo un año. El cielo no había creído justo dejársela por más tiempo y se la había arrebatado de golpe, así como cuando una mano impacta sobre una mejilla con tanta fuerza que no es hasta segundos después que el agredido nota que fue agredido.
— ¿Qué hay de bueno en las despedidas, Yoongi? ¿¡Qué!? —Dijo tomando a su amigo por el cuello de la camisa. Tenía la mirada de un lunático y la peor expresión de dolor que él hubiese visto en su vida.
— No hay nada bueno en las despedidas, Jungkook —Lo abrazó con fuerzas —Sólo un puto vacío y mucho dolor.
Jungkook tuvo que decir adiós no como opción sino como una regla y esa lección todavía no la había aprendido a sus casi 17 años.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top