» S E I S
A medida que los días pasaban, nuestra rutina continuaba.
Te seguía observando en silencio, mientras tú evitabas admitir que sabías.
Un día después de clases me esperaste apoyando tu cuerpo en la entrada del instituto, me sonreíste y finalmente dijiste:
—Hola.
Me confundí al oír tu voz tan cerca de mí. No entendía a qué se debía aquel saludo, incluso llegué a pensar en que me confundías con alguien más.
Pero eso me hacía enormemente feliz.
Quien iba a decir que con un simple saludo empezaría todo.
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