» Q U I N C E
Tardé un par de días en darme cuenta que me evitabas. Cada vez que intentaba acercarme para saludar corrías la mirada y le sonreías a Amanda.
Traté de convencerme que no había sido por mi culpa, lo que claramente era así. Me había vuelto a convertir en un fantasma, pues ahora ni siquiera me sonreías, nada.
Pasé de ser una conocida a ser nadie, y eso de cierto modo me hacía doler el pecho con fuerza.
—Emma, ¿qué ocurre? —preguntó una voz masculina a mis espaldas. Estaba sentada en una de las gradas en el patio trasero.
Levanté la mirada sintiendo un extraño escalofrío recorrer mi columna.
—Jeremy —fingí una leve sonrisa—, estoy bien —mentí.
El castaño me miró fijamente, sentándose a mi lado. Por un momento me sentí nerviosa, pues no había estado así de cerca con un chico que no fueras tú, y para ser sincera, se sentía bien.
—¿Segura? —preguntó alzando una ceja.
Asentí con la cabeza tratando de convencerme a mí misma que era cierto lo que decía, aunque mi mente pensara en otra cosa.
—Sí —curvé los labios hacia arriba. —¿Por qué estás aquí? —soné fría y cortante, sin embargo, él no borró su tierna sonrisa.
Quería que me dijera que tú lo habías enviado para preguntar cómo estaba a pesar de no hablarnos, pero eso no iba a ser así.
—Oh, te vi cabizbaja y quise saber lo que te ocurría —claramente Jeremy Montgomery era lo opuesto a ti.
Él sí sabía preocupar por los demás, era un buen amigo, un ejemplar alumno y destacado deportista. Era guapo y con una inteligencia por sobre lo humano. Era una buena persona, o eso aparentaba.
—No te preocupes —le pedí—, es normal que esté aquí.
Dudó un par de segundos, entonces asintió.
—De acuerdo —me dijo no muy convencido. —Pero si necesitas con quien hablar, no dudes en buscarme.
—Lo haré.
Sonreí levemente, mientras lo vi alejarse el bolso colgado en su hombro derecho.
Suspiré pesadamente y dirigí la vista al frente. Ahí estabas, observándome con la mirada oscura, apretando tus labios con fuerza y tratando de soltar los puños fuertemente empuñados.
No sé que diablos te ocurría, y a qué se debía tu bipolaridad, pero de lo que sí estaba segura, era que estabas enfadado conmigo sin razón aparente.
Miré al cielo, alejando la vista de la tuya, pero eso no fue suficiente para que te decidieras acercarte a hablarme.
—¿Qué quería? —preguntaste de la nada. Enfoqué la mirada en ti, mientras te mantenías de pie a mi frente.
Alcé una ceja no entiendo esa pregunta, sin embargo, te respondí de igual manera.
—Nada.
—Eso no me pareció nada —te veías muy molesto, y una parte de mí quería creer que estabas celoso.
Te observé detalladamente, dándome cuenta que la línea de tu frente se notaba, pues estabas enfadado conmigo, así que preferí huir de la incomodidad.
—Como sea —suspiré poniéndome de pie.
Cogí el bolso a mi lado, tratando de continuar caminando hacia un lugar en el que no estuvieras. Pero me detuviste jalándome del brazo.
—Espera...
—No. ¿Qué pasa contigo? —fruncí el ceño, esta vez yo estaba molesta. —Un día estamos bien y al otro ni siquiera saludas, ¿somos amigos o qué?
—Yo... —estuviste dispuesto a dar tu parecer, pero el destino quiso que no me enterara aún.
Amanda se acercó a nosotros con una gran sonrisa falsa, y te besó frente de mí.
Quedé pasmada, pues hace tan solo unos días me habías dicho que te gustaba otra chica, y ahora te besabas con otra... claramente no se podía confiar en ti.
—Olvídalo —afirmé en un susurro. Tragué mi orgullo y me alejé de él rápidamente.
Eso había dolido como un maldito cuchillo enterrado en el corazón. Tal vez me aferré a algo que no iba a suceder jamás, pues Marc Leima iba a ser el mismo mujeriego, narcisista y ególatra de siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top