Me había prometido que sería fuerte, que nuestra amistad seguiría creciendo cada vez más a pesar de no demostrarlo en público.

Debía esforzarme más si quería permanecer a tu lado, pero aún así poco valoraste el esfuerzo, aunque eso no importaba. Seguiría adelante.

Te observaba en silencio en todas las clases que nos tocaban juntos. Tú parecías disfrutar mucho, no de las clases, sino de la compañía de una chica cuya sonrisa no cesaba jamás al estar a tu lado.

Sentía envidia, deseaba ser ella... y eso cada vez se notaba en mí. 

  —Necesito dinero —le pedí a mamá. Ella me miró sorprendida, pues nunca lo hacía. Esta era la excepción.

—¿Para qué lo necesitas? —preguntó. —Nada te hace falta, Emm.

Me llevé una mano a la cabeza y comencé a jugar nerviosa con mi cabello.

—Yo solo... —sonreí forzosamente y a duras penas respondí —quiero cambiar mi clóset. Necesito un cambio. 

Iba a cambiar por él.