Capítulo 3: Casey

-Estoy harto de todo esto -empiezo a decir.

-Ya sé que mueres cada dos por tres, pero es porque no apuntas bien -dice mi amigo Casey.

-Jugador dos, has muerto -sentencia la máquina de juegos.

Estoy en los recreativos junto a mi amigo Casey, siempre me ha parecido un lugar en el que me puedo refugiar de todo lo malo con todo lo que me gusta, menos la pizza, eso aquí es veneno. Dejo la pistola en su sitio, ya he perdido un par de veces y no voy a resucitar en este juego más, los zombies ya me tienen hasta arriba.

-No lo digo por perder en los juegos, me refiero a lo de que se vayan Liam e Ethan.

-¿Te lo han dicho?

-En el momento más oportuno para no hacerme mucho daño.

-Pero no es así, ¿verdad?

-¡Nuevo récord! -vuelve a hablar la maldita máquina.

-Otra vez vuelves a ganar, eres un maldito viciado.

-¿Qué quieres que te diga? Soy muy bueno apuntando.

-Has salido a tu padre policía.

-Ya ves, no me puedo creer que se me haya pegado algo de él.

-Por cierto, ¿cómo van tus padres con eso? -su mirada se ensombrece después de guardar la puntuación en la consola.

-Va... Muy mal. Mis padres al final se van a divorciar.

-¿Y eso qué significa? -tengo una edad corta, por eso no entiendo unas cuantas cosas aún.

-Significa que ya no se quieren, que se separan y ya no vivirán juntos.

-Eso es muy malo.

-Lo es -un pequeño silencio entre nosotros, aparte de el de las máquinas que están siendo utilizadas, se hace presente-. Oye, he oído que Liam te volvió a proteger, ¿esta vez por qué?

-Ya sabes.

-¿El estúpido de Tomy de nuevo?

-Sí, quería mi dinero de nuevo.

-Tuviste que haberle dado un buen golpe.

-Pero mis padres me dijeron que la violencia es mala, que lleva a más violencia y hace daño.

-Ya sabes lo que es eso. Tus padres tienen razón, pero la defensa personal es buena.

-Pero yo no sé pegar. ¿Duele?

-Solo los primeros golpes que das con esos puños blandos.

-Soy aún pequeño, no puedo pegar.

-Dile a tu madre que te apunte a clases de kárate.

-¿Kárate?

-Sí, clases de artes marciales. Solo lo enseñan para la defensa personal y para proteger a tus seres queridos, o al menos eso entiendo yo.

-Ya veré, suena peligroso.

-Lo es un poquito, pero no creo que te fueran a hacer daño.

-Aun así me da miedo.

-Miedica -me acaricia el pelo suavemente al dejar atrás la máquina arcade.

Salimos de los recreativos y nos paseamos por el centro comercial, el único lugar con el que puedo ir con tan solo Casey. Tiene el cabello castaño oscuro un poco largo y sus ojos oscuros aveces muestran un demonio que quiere salir. Aveces me pregunto cómo se ha podido crear este grupo con personas diversas de edades. Ninguno tiene la misma edad, sobre todo yo, que tengo tan solo nueve años. Soy el menor y estoy con el mayor, que cosas.

No es que él sea mayor de edad, dice que puede montar en moto. A mí me da un poco de miedo subirme a la moto, menos mal que no tengo que subirme para venir al centro comercial. Su padre nos trae y su madre vendrá a por nosotros. Me cae mejor su padre que la madre, es un poco histérica a simple vista, y cuando la conoces y dejas que entre en confianza, es peor. Menos mal que Casey es más como su padre, comprensivo, cariñoso y divertido.

Miro a todas partes y no me encuentro con algún rostro conocido. Creía que me encontraría alguno, pero ya me despedí de Ethan ayer, cuando se fue. El llanto era imparable, no quería despedirme de ninguno. Y pronto tendré que despedirme también de Liam y va a ser igual, no voy a parar de llorar. Todo cambiará, lo veo venir aun siendo pequeño.

-Peter, ¿estás presente? -me para agarrándome del hombro.

-¿Eh? Sí, lo siento. Tan solo pensaba.

-¿Un niño de tu edad pensando? Ya lo he visto todo.

-Los niños de nueve años también podemos pensar, no te creas que no.

-Vale, tranquilo, solo que me parecía súper raro.

-Está bien. ¿Qué querías?

-Decirte que mi padre nos está esperando fuera, ¿vamos?

-¿No iba a venir tu madre?

-Parece que ha habido unos cambios de planes, mi madre está ocupada.

-¿Tan tarde es? -miro el techo y veo que sí, el cielo está oscuro.

¿Cuánto tiempo habremos pasado en los recreativos? Me parece que ha pasado tan solo una hora, pero que sea de noche ahora es algo extraño. A no ser que me haya puesto a pensar todo este tiempo sin tener la mente centrada a mi alrededor...

Me estoy haciendo un cacao mental increíble.

-Pues vamos.

Caminamos hasta la salida del centro comercial, mas bien al aparcamiento. Cuando salimos, vemos a su padre de pie, esperando nuestra presencia mientras mira el móvil un momento. Al llegar a su lado, lo llamamos y nos ponemos a caminar tras él. Su padre es un señor muy majo, calvo de ojos azules cristalinos. Me inspira confianza siempre este señor, será por el aura que emana.

-Cuando volvamos a casa te contaré una cosa, ¿vale, Casey?

-Vale, papá -nos miramos y nos preguntamos sobre qué es.

Llegamos al coche y nos subimos. El padre lo pone en marcha y nos movemos de camino a casa, a la mía, mas bien. Por el trayecto vamos haciendo tonterías, diciendo cosas que hasta al padre le parecen graciosos y muchas cosas más. La idea de Gerardo, como se llama el padre, es poner la música a todo volumen y ponerse a cantar como locos, sin miedo.

Ya veo por la ventana el edificio en el que vivo. Las luces de mi piso siguen encendidas, eso es que mi madre está haciendo algo, como la cena, y mi padre está en su oficina, haciendo algo, seguro.

Cuando llegamos a los pies de mi edificio, Gerardo para el coche y nos mira. Salgo del coche y Casey igual. Esto es raro, no debería bajarse, ya que él se va con su padre, no creo que mi madre le deje dormir hoy.

-¿Qué pasa, Casey? -lo miro desconcertado.

-¿No se lo has contado, hijo? -dice su padre por la ventanilla.

-La verdad, Peter, es que yo también me mudo.

-¡No! ¡Tú también no! -me abalanzo a él y lo abrazo-. ¡No voy a dejar que te vayas!

-Eso no es cosa mía, sino del juzgado. Al final mi padre ha ganado mi custodia.

-Créeme, Peter. Si pudiera quedarme con mi hijo acá, lo haría, pero he encontrado un trabajo mejor para darle todos los cuidados a mi hijo -me mira apenado-. Lo siento, Peter.

-De verdad, lo siento -me mira apenado, no me puedo creer que esto esté pasando.

-No... -las lágrimas las aguanto, no pienso llorar más, debo ser fuerte-. El grupo se deshace y a mí me rompe por dentro.

-Tranquilo, volveré pronto. Te lo prometo -se acerca y acuna mi rostro entre sus dos manos, me mira con cariño, con ganas de hacer algo, pero se lo retiene-. Créeme cuando te digo que esto no es un adiós.

-Te creo, al igual que a los demás.

-Llama al timbre, me iré cuando te vea entrar por esa puerta.

Haciendo caso a mi amigo, a ando hacia la puerta, aguantando las ganas de abrazarlo y de llorar y suplicar que no se vaya. Llego a la puerta y llamo a mi piso, al momento contestan.

-¿Quién es?

-Soy yo, mamá.

-Ya abro.

La puerta emite un sonido que me hace abrir la puerta de inmediato. Paso por la puerta y la cierro. Puedo ver a Casey subirse del coche, puedo ver como observa este edificio con lástima en los ojos, con lágrimas que al final suelta.

Yo también las suelto, pero poco a poco. Porque esto me supera. Me supera siendo un niño pequeño.

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