Capítulo 2: Liam

Me siento raro, como si alguien me observase. Voy por el pasillo del colegio, con la mochila en la espalda y un par de libros en los brazos, porque tengo que dárselos a la profesora, ya que no son míos. No sé por qué me los dejó la profesora, pero no le doy ascos. Ha pasado un par de días desde que Ethan me dijo que se iba. Aún no se ha ido, pero tampoco nos hemos visto.

El resto del grupo de amigos está raro, se comportan como si no les dejaran estar con su pequeño teléfono, cosa que nunca entenderé porque no tengo teléfono. ¿Por qué les gustará tanto?

Siento como si alguien me mirara, seguramente es uno de los chicos del instituto. El colegio y el instituto están juntos, cosa que me parece genial porque así estoy con mis amigos. Soy el más pequeño del grupo, me siento bajito.

Cuando ya veo la puerta de los profesores, una mano me agarra del brazo y me arrastra hasta el patio. No hay ningún profesor, eso me parece muy raro, porque dijeron que tras recibir muchas quejas de parte de niños y niñas tras ser amenazados, iban a vigilar bastante más. Están faltando a su palabra, voy a dejar de confiar en ellos.

-Dame tu almuerzo y el dinero que te haya dado tu madre -esa voz no, por favor.

Cuando me giro para verlo, me sorprendo de que me haya vuelto a ordenar algo después de que él recibió una buena paliza.

-¿Eres sordo o hablo chino? ¡Dame el almuerzo y el dinero!

-¡No te voy a dar nada, Tomy! -le encaro con valentía, mi amigo me dijo que no debía echarme atrás, sino encarar las cosas para que me tomasen en serio.

-¿No nos vas a dar el dinero?

-¡No os voy a dar nada! -los alumnos se fijan en nosotros y se van acercando poco a poco-. ¡Estoy harto de que vayas amenazando a todos para conseguir lo que quieres! ¡Ya estoy muy harto! No te voy a dar nada porque no quie... -y me corta con un puñetazo en medio de la charla.

Me caigo al suelo de lado, me duele bastante la mejilla. Me duele a rabiar. Noto algo en mi boca, un sabor metálico, algo espeso, pero húmedo a la vez.

-No es una petición, sino una orden -se acercan todos aún más, expectantes de lo que está pasando.

Me pongo de nuevo de pie y lo encaro.

-Y yo te he dicho que no -le miro fijamente a los ojos con los míos, es amenazante, pero no me voy a intimidar por sus ojos.

-Tienes agallas, Peter -me da otro puñetazo y me tira al suelo, el dolor vuelve ahora en el estómago-. Te las voy a quitar a tortas.

-¡Ni de coña! -se alza una figura y le pega un puñetazo en la mejilla tan fuerte que lo tira al suelo-. ¡No le toques ni un pelo con tus malditos dedos! -le grita, mira a los compinches del abusón y le enseña los dientes.

Yo estoy apunto de llorar, no quiero, pero el dolor es muy grande.

-¡Fuera! -le grita a los dos abusones y se van corriendo-. Y tú... -señala mi amigo al abusón del suelo-. Como te vea darle un golpe más, piensa en mí y en el segundo plato que te daré, y después el postre, si lo que has hecho es bastante feo. ¿Te ha quedado claro?

-Sí... Sí...

-¡Pues vete con los cagados de tus amigos! -le grita y el abusón se echa a correr.

Todos los alumnos se dispersan y se van por donde han venido. Se han decepcionado un poco al ver que no hay pelea con sangre y tal.

-¿Estás bien, Peter? -cuando me pregunta, echo a llorar sin consuelo por el dolor-. Eh, no llores -se agacha y me abraza para consolarme.

-¿Cómo quieres que no llore cuando me ha llegado el recuerdo de cuando vino a por mí por primera vez? -lloro en su hombro sin parar, sin importarme si le dejo lleno de lágrimas o no.

-Solo piensa que llego yo y intento iluminar tu día.

-No funciona mucho -levanto la mirada, pero sin parar de llorar, y miro su cabello castaño casi rubio corto y sus pozos azules cristalinos que aveces me da miedo, pero que en algunas veces brilla una fuerte luz que me tranquiliza-, pero es lo suficiente como para seguir.

-Eso espero, no me gusta verte llorar. Por cierto, ¿y esos libros? ¿Por qué no los llevas en la mochila?

Miro al suelo aún con las lágrimas en los ojos y veo los libros de la profesora tirados al suelo.

-Es que... Tengo que devolverlos a la profesora, son suyos. Y los llevaba en lo brazos para no tener que estar abriendo y cerrando la mochila.

-Ah, vale. Un momento, mírame -me agarra de la barbilla y me obliga a mirarle.

Me examina la cara, mira por todos lados y se da cuenta de un par de cosas.

-Hay que llevarte a la enfermería.

-¿Por qué? -pregunto asustado.

-Tienes la mejilla morada y el labio partido. Tienes la piel delicada, al parecer.

-No me gusta ser delicado -replico mientras nos levantamos y nos ponemos de camino a la enfermería con los libros en la mano.

-No me importa si lo eres o no, lo importante es que te proteja todo lo que pueda -al momento se sonroja un poco al procesar esa frase-. Quiero decir... Eres mi amigo, y por eso te protejo de los abusones. Seguro que los demás del grupo harían lo mismo.

-Dudo que Mario pudiera protegerme.

-Sí, yo creo que podría desviar el puño.

-¡No te metas con él, Liam! -le regaño, no está bien que hable así de nuestro amigo.

-Lo siento, no lo volveré a hacer.

-Así me gusta -intento sonreír, pero la mejilla y el labio no me deja, me pican y escuecen.

-Aunque me gustaría ver mucho tu sonrisa, sería mejor que no lo hicieras.

-Está bien.

Llegamos a la enfermería, donde una enfermera que todos conocemos por ser muy amigable con los niños me atiende. Es una mujer guapa y espectacular, sobre todo porque nos soporta a todos, incluido los abusones. Seguro ella puede ser médico, aunque no lo haya intentado.

-Será mejor que no te metas en líos, Peter -me dice la mujer al mirar mi mejilla y el labio.

-Yo no he buscado problemas, ellos me encontraron a mí.

-Pues menos mal que Liam estaba ahí, sino a saber lo que podría haber pasado.

-No quiero pensar en eso.

-Lo entiendo, es algo duro. Pues esto ya está. Deja que el hielo de la bolsa esté en tu mejilla. Cuando se derrita todo, vienes y le echo un vistazo.

-Vale, hasta luego -me despido junto con Liam y nos salimos al pasillo.

Cuando salimos, vemos que no hay nadie. Seguramente ha sonado el timbre y no nos hemos dado cuenta. Mientras caminamos hasta mi clase, porque la mía le pilla de camino, hablamos un poco sobre el tema de Ethan.

-¿Sabes algo de Ethan? Me tiene preocupado.

-No sé nada. ¿Y tú?

-Me dijo que se iba a mudar.

-Ya, nos lo dijo a todos.

-No quiero que se vaya.

-Bueno... Sobre el tema...

-¿Qué pasa? -llegamos a la puerta de mi clase, ha sido muy corto el trayecto.

Se para y se da la vuelta para mirarme. Sea lo que sea, la chispa de sus ojos se ha apagado y no lo consigo ver.

-Yo... También me voy a ir.

No, no puede ser. Otra vez no.

-No, no me digas que tú también -como vuelva a llorar, me da algo.

-Sí, yo... Me mudo porque mis padres han conseguido un buen trabajo.

-Por favor, que esto sea una broma.

-Es por eso que no quería contar nada a ningún amigo. No te pongas así, te seguiré protegiendo desde la distancia -me agarra de la barbilla con delicadeza y me hace mirarlo, de nuevo con los ojos llenos de lágrimas, no lo veo nítido-. Sabes que volveré, que esto no es un adiós. Así que espero que nunca me olvides.

-¿Cuándo te vas? -me sueno la nariz con un pañuelo de mi bolsillo.

-En unos días.

-Tenemos tiempo de quedar todos juntos y despedir el grupo.

-Lo siento, Peter. Nos vemos luego, ¿vale? Te quiero, Peter.

-Yo también -susurro cuando se pone a caminar hacia su clase, o puede que a un lugar extraño que nunca me contará.

Lo veo marchar por el pasillo y entrar en clase. No me puedo creer que esto esté pasando, como ocurra con todos los del grupo es que... Acabaré muerto.

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