Decepción

Vamos con Daimon y despedimos a los Alfas que regresan a su territorio.

- Cuídenla y cuídense - Me dice el mayor dándome un abrazo. - Esta manada es tremendamente particular. No echen en bolsillo roto los consejos que les pudiera dar mi anciano.

Les agradezco y le aseguro que en algún haremos el viaje para conocer a su gente.

- Los esperamos a los tres. - Nos dice mientras sube al carro.

En mi bolsillo esta la manilla que nos dieron, y eso me recuerda que tenemos una conversación pendiente, pero ahora el trabajo no da espera.

Yo debo ayudar a mis hombres a desmontar toda la infraestructura que armamos para recibirlos, todas menos una, la que mande preparar para nosotros, para la velada que tendremos esta noche. Muchas cosas dependen de lo que decidamos. Y Daimon debe ir a reclamar su nuevo territorio.

No le digo nada sobre esta noche, porque quiero que sea un sello de paz.

Quedamos de vernos cuando se oculte el sol para ir a buscarla.

Trabajo de manera coordinada y pronto está prácticamente despejado todo.

Empezamos a guardar en la bodega el material, pero Frank a través del enlace me avisa que Joseph está cargando maletas para trasladarse.

Eso no me extraña tanto, era algo que veía venir desde que expulse a su hija, pero lo que sigue si me deja una espina clavada en el pecho.

El Beta de mi hermano está con ellos ayudando.

¿Qué hace allá? ¿De dónde se conocen?

No quiero pensar que todo esto sea una trampa de mi hermano. ¿Ashley está viviendo bajo su protección ahora?

Como no quiero suponer cosas que no sean, me dirijo a esperarlo, pero un fuerte olor me hace enloquecer todos los sentidos. ¡Ella esta excitada!

Me rehusó a pensar algo malo y corro a casa a buscarla, pero Susy me confirma que ha salido a caminar con Daimon.

¡Si le ha puesto un dedo encima me va a conocer!

Camino siguiendo el rastro y los veo.

Mi cara se pone primero pálida por el impacto y luego roja por la furia y la decepción.

¡Esta encima de ella y parece un pulpo tocándola por todos lados!

¡Pero lo que más me enfurece es el nivel de deseo que huelo en ella! Esta tan entregada a sus brazos que no me siente llegar, veo su pequeño cuerpo bajo sus manos, y escucho el latir frenético de su corazón. ¡Está disfrutando!

Un fuerte y amenazante gruñido sale de mi pecho mientras me regreso a casa.

Eso bastará para que sepan que los he visto, y efectivamente a los pocos minutos los veo aparecer por el sendero.

Veo sus manos entrelazadas y si no es porque recuerdo que un paso en falso podría hacer que ella se inclinará definitivamente por él y me rechazara de su vida, estaría enterrando mis colmillos en ese malnacido.

No entiendo el nivel de cinismo, ¿no les da vergüenza que yo los vea? Bueno ella si viene con la cabeza agachada, seguro debe estar arrepentida de lo que él la incitó a hacer, porque por su propia iniciativa no creo que ocurriera.

En cuanto sus ojos me encuentran, ella trata de soltar su mano, pero él se lo impide.

Mi hermano aparte de ladrón bufón, me mira con rabia ¿Que quería? ¿Que lo dejara seguir?

No soporto más y me acerco besando su frente y tomo su mano libre sintiendo un ligero temblor.

- ¿Amor, que tal tu paseo? Llegué a casa y no te encontré. Creí que me iban a esperar para hablar los tres. - Le digo sabiendo que esas palabras harán que no vuelva a querer salir sin mí, se siente culpable y lo merece.

Ella se deshace en explicaciones y él respira furioso.

Entonces la conversación que pensaba tener en privado llega a mi como un As bajo la manga.

- ¿Daimon, sabes porque razón Joseph ha decidido dejar la manada? - La pregunta lo toma por sorpresa y responde a la defensiva haciéndome notar que tenía razón en mis sospechas, ¡él sabe el motivo!

Patina sobre hielo, tratando de que dejemos el tema hasta ahí. Pero aún no me he sacado la espinita.

- ¿Sabes dónde está Ashley? ¿Acaso la recibiste en tu manada? ¿Sera esa la razón de que ellos se estén cambiando de ubicación ahora? - Veo atento su reacción, pero es ella la que se incomoda, en sus ojos veo nacer la duda, debe estar recordando esa tarde.

Daimon en lugar de defenderse suelta una disculpa y eso no es normal en él.

Podría dejarlo así, pero quiero que le quede claro que no me gustó lo que hizo.

- Entonces ella si esta en tu manada. - Sentenció dando la estocada final, pero la voz irritada de Victoria me impide continuar.

Reanudamos la marcha y lo que sale de la boca de mi hermano me hace hervir la sangre

- Sabes creí que podríamos hablar un poco más. Yo tengo demasiada curiosidad por saber que pasó después de que la marcaste. ¿Siempre la tratas así? Porque las lágrimas de ella no eran de placer, ¡de eso estoy seguro! - Los recuerdos de ese día llegan a mi como un puñetazo en el estómago. Yo sé que actúe mal con ella, sé que la lastime, he sido una bestia al tratarla en mi miedo por perderla. Pero estoy cambiando, yo me estoy esforzando por ser mejor para merecer su amor. Mis errores los he pagado caros. No me atrevo a mirarla porque sé que él ha removido sentimientos dolorosos, recuerdos que yo quisiera que olvidara.

Me doy cuenta de su estrategia, si yo no busco en su pasado el no buscara en el mío, y siendo consciente de las múltiples metidas de pata que he tenido, me parece un trato justo.

- Pero no quiero que vuelvas a tocarla Daimon! ¡De lo contrario tendremos problemas! - No sé ni porque le digo eso. Solo quiero que entienda que no es cómodo para mí que la toque sin que tengamos definida la situación

Pero su respuesta de que él tiene tanto derecho como yo para estar a su lado me llenan la cabeza de imágenes dolorosas. Los celos me enloquecen al pensar que no podré retardar mucho más lo inevitable y un grito de negación sale de mi garganta.

La sed de sangre me invade y sé que le pasa lo mismo porque su cuerpo adopta de inmediato una posición de pelea.

- YA NO MAS! ¿Esto va a ser siempre así? - La voz de Victoria me desconcierta, nunca la había visto enojada y con eso es suficiente para que los dos nos calmemos.

Ella desea que vallamos a comer y eso haremos. Pero esto aún no termina, estoy ofendido y solo existe una manera de calmar mi enojo.

- ¿Después de la cena vamos a entrenar como en los viejos tiempos? - Le digo cuando llegamos a casa y su sonrisa desafiante me hace ver que pronto en el gimnasio correrá sudor y sangre.

Esa ha sido nuestra forma de dialogo más eficiente desde siempre.



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