Adultez.

"Se dice que es adulto cuando ya ha dejado la infancia y la adolescencia por alcanzar su completo desarrollo físico. Es una etapa de estabilidad relativa y de vigor físico."

Si me dijeran que a los dieciocho años una persona no puede ser adulta, se equivocan. Mi madurez comenzó mucho antes, el día en que mi madre nos abandonó para vivir una mejor vida. Comenzó cuando tuve que aprender a hacer cosas que a mi edad nadie acostumbraba. Comenzó cuando me di cuenta que la vida no siempre te hacía feliz. Mi madurez llegó a su punto máximo cuando por fin abrí los ojos.

Cuando descubrí que mi madre era lesbiana. Cuando besé a mi mejor amiga. Cuando me di cuenta que mis acciones en el pasado habían dañado severamente a mi hermano. Cuando mi padre me dio mi primera cachetada.

Después del beso con Victoria me había sentido bien, llena, feliz. Pero eso sólo era de mi parte. Cuando abrí los ojos y vi su cara sabía que me había equivocado. Sabía que había sido egoísta y obligarla a ella a cumplir mi secreta fantasía no era lo que una mejor amiga debía hacer. Ella no estaba enojada, ella no estaba feliz; ella me miraba con tristeza, como si sintiera lástima de mi condición.

—¿Y eso por qué fue Eva?

—Y-yo n-no s-sé. —No entendía porqué de la nada me habían agarrado los nervios. Mis manos temblaban, mi corazón latía muy rápido, todo a mi alrededor se difuminaba. Ella no sentía lo mismo que yo. Ni siquiera había habido emoción alguna al hacerme esa pregunta. Estaba la posibilidad que me devolviera el beso o, todo lo contrario, que me pegara por salirme del molde. Pero nada.

Su cara de lástima seguía ahí y yo no pude hacer nada más excepto irme. Realmente no lo aguantaba.

Salí empujando a todo el mundo. No me importaba lo que decían, debía alejarme del baño. Puede que en el trayecto haya empujado "accidentalmente" a mi madre. Pero se lo merecía. Ella tenía la culpa de todo esto. Ella y su zorra. A quien le importaba, se podía acostar con quien quisiese.

Ya en la calle tomé una bocanada de aire. Si no hubiera gente fumando y contaminando mi preciado aire, lo hubiese disfrutado más. Dios quiso que mi madre se diera cuenta que yo había sido la causante de su caída contra el piso. Y también quiso que viniera en mi ayuda.

Cuando alguien apoyó su mano en mi brazo supe instantáneamente quién era. Su calidez y frialdad me absorbieron por completo, dándome un ligero escalofrío. Se la aparté, no quería que alguien como ella me tocara. Ya suficiente había sido verla. No quería imaginar lo que podría ocurrir si me hablara.

Me zafé de ella corriendo hacia la fila de chicos que todavía esperaban entrar y cuando ellos me avisaron que mi acosadora se había ido, volví a la calle.

Sin mis zapatos y con todo el pelo enmarañado, parecía una vagabunda. No entendía porqué los chicos todavía se ofrecían a llevarme. ¿Acaso no veían que estaba sucia por dentro y por fuera?

Media hora después respiré aliviada al notar que en mi casa no había ningún policía. Al parecer no se enteraron que me escapé.

Trepé por el árbol familiar y entré a la pieza de mi hermano. Estaba abierta, por lo que sabía que él me había cubierto las espaldas. No quise ir a mi pieza, no esta noche. Sin dudarlo levanté el cobertor de Nahuel y entré a su cama.

—Olés terrible —me dijo somnoliento.

—Si, perdón. Ya los conocés. Siempre están fumando.

—¿Pasó algo divertido?

Consideré por un segundo su pregunta.

—Nada digno de contarse.

Y sinceramente no lo contaría.

No sólo porque me dejaba al descubierto a mí sino que la delataba a ella.

Y lo que menos quería en este momento era poner mal a mi hermano.

☆~☆~☆~☆~☆

Los desayunos nunca eran "normales". Siempre había alguien que guardaba silencio. Siempre había alguien que estaba triste. Siempre había alguien que se quejaba, ya sea por no haber más leche o por no haber nada para comer.

El día de hoy los tres guardábamos silencio. Sepulcral. A mí no me hubiera molestado en otras circunstancias, pero lo que menos quería hoy era pensar. El beso todavía se veía como un evento lejano, algo que había soñado o incluso una broma televisada; pero también lo sentía más fuerte y con más sabor que ayer. Si tan solo hubiera durado más...

Wow. No lo podía creer. ¿Yo estaba deseando que el beso con mi mejor amiga durara más? Sin dudas estaba mal. ¡A mi me gustaban los chicos! Aunque el sabor de los labios de una chica podría no estar nada mal...  ¿Podría ser? ¿Acaso era bisexual? No, imposible. Seguro era heterosexual y estaba confundida. O era lesbiana y quería volver a ser normal. Sí, debía ser eso.

Agh.

Era este el motivo por el cual odiaba los silencios. Me hacían cuestionar mucho acerca de mí misma y de mis acciones.

Me levanté rápidamente de mi asiento y me fui a mi habitación. Conecté los auriculares al celular y comencé a escuchar música.

Tal vez ahora sí dejaba de pensar.

☆~☆~☆~☆~☆

No lo hice. Todas las canciones me recordaban a ella. A nuestras aventuras, al tiempo que pasamos juntas, a las malas coreografías que hacíamos. Estaba segura de que si me dormía, soñaría con el beso. Nuestro beso. Simplemente no podía dejar de revivirlo. Sus calientes labios rozando los míos, su saliva pasando de una persona a otra. Me hubiera gustado más tiempo, para hacerle más cosas a esos labios que tanta hambre me daban. Sabía que mis mordiscos exitaban a los chicos, quería que ella sintiera lo mismo o más. Sabía que yo era la indicada. Yo podía complacerla.

El sonido de un pájaro me alertó. Había recibido un mensaje.

Tenemos que hablar.

Ahora entendía porqué esas palabras eran tan temidas por todos.

¿De qué me querrá hablar? Del beso idiota. A decir verdad era muy idiota. ¿De qué otra cosa querría hablar? ¿Del clima?

Me puse lo primero que vi y salí de mi casa. El panorama era muy distinto del de ayer a la noche. Al ser las once de la mañana las calles estaban desiertas. Sólo alguien muy loca como yo dormiría tan poco un Domingo.

Llamé a la puerta en vez de tocar el timbre. Tal vez los papás de Vicki seguían durmiendo.

Ella me abrió y me indicó salir a la calle. Frotaba mis manos nerviosamente. ¿Por que había cometido la estupidez de aceptar verla? Su maquillaje era un desastre —probablemente se olvidó de desmaquillarse—pero su pelo estaba re liso. Ella adoraba peinarse.

Después de varias cuadras sin hablar por fin ella rompió el silencio.

—Estuve pensando en lo que pasó ayer, —¿Ayer? ¿Tan poco había pasado?—, y llegué a una conclusión. —¿Qué conclusión? ¿Que me odiabas? ¿Que ya no querías ser mi amiga? ¿Qué por todos lo cielos? ¿¡Que!? Ella se dio vuelta y me agarró las manos—. Mirame a los ojos y decime. ¿A vos te gustan las chicos?

—Si —respondí sin dudar.

—¿Y los chicas también?

—S-si.

—No te escucho muy segura.

—Es que no sé. Siempre me gustaste vos. —Enmudecí al darme cuenta de lo que había soltado sin querer. Claro que no era del todo una mentira. No supe en qué punto lo de extrañar a tu mejor amiga se había convertido en añorarla tenerla en tus brazos, sentir su calidez.

—Entonces sos bisexual. ¿Verdad?

—No sé.

— ¿Cómo que no sabés? ¿No me dijiste recién que te gustaban los chicos y las chicas? Eso es ser bisexual.

—No creo que sea necesario ponerme una etiqueta.

—¿Como que no? La etiqueta te define.

—La etiqueta no me define. Sólo define mi orientación sexual. Sigo siendo la misma persona. Sólo que también me gustan algunas veces las chicas.

Victoria suspiró, como sabiendo que yo le iba a hacer quilombo por esto.

—Si no sabés lo que te gusta, entonces no te conocés realmente. Tal vez esto es sólo una...

—No digas etapa. No, por favor. Me gustás desde hace mucho tiempo así que no me digas que es solo una etapa.

—Si no es una etapa entonces debe ser sólo confusión. Vamos a volver a hablarnos cuando realmente te decidas. ¿Sos lesbiana o heterosexual?

¿¡Que!? Esto era imposible. ¿Por qué me quería etiquetar? ¿Acaso estaba loca?

¿O yo lo estaba? Sabía hacía mucho que yo era indecisa, ¿pero hasta ese punto? ¿Hasta el punto de no saber cuál era mi orientación sexual?

Volví a mi casa llena de dudas, dudas existenciales. No creía que nadie en mi posición pudiera resolverlas. La simple pregunta de ser lesbiana o heterosexual me había descolocado. No creía que eso importara. En mi currículum no pondría qué orientación sexual tenía. En la vida real nadie te preguntaba tu orientación sexual sin conocerte. Entonces, ¿por qué era tan importante para ella que le respondiera?

Para ver si sigue siendo mi amiga o no.

Si yo respondía que era lesbiana lo más probable era que dejara de hablarme. Si respondía que era heterosexual habríamos olvidado lo que en un momento de ebriedad había hecho y nos reiríamos en el futuro. ¿Pero yo realmente me habría reído? No lo creo. Ahí mi vida empezaría a ser desdichada por no aceptar mis gustos.

Después de bañarme y lavarme el pelo le mandé un texto a Victoria.

《Soy bisexual. Si no te gusta, manejate. 》

《No me gusta. Dejamos de ser amigas. Sabía que eras indecisa pero no sabía que lo eras tanto. 》

Y esas palabras fueron un puñal para mi corazón.

Un puñal que no lo supe manejar bien.

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