-Cierra los ojos por que estas a punto de ganar- El aflojo un poco el agarre en mis muñecas y yo aproveche para entrelazar nuestros dedos aun al costado de mi cabeza, con un solo movimiento podía besarle. Él me obedeció, cerro lo ojos- ¿Pero sabes algo?- pregunté.

-¿Que?- Pregunto con los ojos cerrados esperando que nuestros labios entren en contacto. Podía sentir cada parte de su cuerpo, CADA PARTE, si saben a lo que me refiero.

Su respiración golpeaba con la mía.

-Caleb- dije provocándole -Yo nunca pierdo- dije. Luego de eso golpe su entrepierna, lo se, un poco agresiva, pero yo no quería hacerlo.

El me obligo.

Nadie me decía que tenia que hacer y eso se lo tenía que dejar muy claro.

Me soltó y se retorció mientras se llevaba su mano a la zona afectada y yo sonreí.

-Así que mejor piénsalo dos veces cuando quieras jugar conmigo- dije antes de irme y dejarlo con su dolor.

¿Como llegue a estar así con él?

Gracias a lo que se conocía vulgarmente como Tercera expulsión.

Para mi una impulso sin poder controlar mas del montón, para la ley el no permitirme ir a ningún instituto normal nunca más a partir de ese momento.

Mandarme a un instituto pupilo era más fácil para mí familia que contratar profesores particulares. Yo no era la hija perfecta como ellos soñaron cuando decidieron tenerme.

De todas formas no me arrepiento de estar aquí, no me arrepiento de lo que hice y no me arrepiento de estar lejos de mi familia, me daba igual.

En realidad todo me da igual.

O eso quería creer hasta que conocí a Caleb Reis.

Y algo se volvió muy claro: Yo no era la chica perfecta pero el definitivamente tampoco lo era.