Capitulo 18

   Maximiliano, en casa, fue intervenido por sus familiares antes de llegar a su habitación. El doncel se encontró con las intimidantes miradas de Esteban y Emely, quienes esperaban un buena explicación de por qué había desaparecido y ahora volvía como si todo estuviese bien. Esteban se veía más intimidante y Maximiliano no pudo verse más nervioso.


—Al sofá— le ordenó con fría voz el castaño y el doncel, con la mirada gacha, obedeció. Emely igual se sentó en el sofá y Esteban, con sus brazos cruzados, se preparó para el interrogatorio—. ¿Qué pasó ayer en el castillo?— Fue la primera pregunta—. Escapaste, Felipe vino a buscarte, se veía preocupado. Y ahora vuelven como si no tuviesen que explicar nada— regañó con seriedad el mayor.


   Maximiliano se vio intimidado, pero suspiró profundo para contar toda su aventura del día anterior. Esteban, viendo como la historia cada vez se alargaba más, terminó por sentarse frente a su primo mientras oía con atención.


—Le confesé que estaba en cinta...— y ante aquel murmuro, Esteban y Emely se pusieron de pie con rapidez. Maximiliano sobó su brazo como una costumbre de cuando se sentía nervioso.

—¡¿Qué estas diciendo?!— Esteban se acercó acelerado al doncel y le tomó por los hombros—. Idiota, te dije mil veces que te cuidaras— le regañó—. Esto será un gran problema— Maximiliano no tardó en verse entristecido por la reacción de su querido primo.

—Me lo imaginé— Emely habló tranquila, casi emocionada y enfrentó a Esteban—. Sabías que en algún momento iba a pasar, él ya no es un niño, Esteban— Emely se acercó al triste doncel que mantenía su mirada baja—. ¿Qué pasó luego? ¿Qué dijo Felipe?


   Con voz queda, Maximiliano continuó contando la historia, Esteban aún parecía molesto así que no tuvo muchos ánimos de alzar la voz. Al terminar la historia, el menor se vio jugando con sus manos, y pronto oyó como Esteban lanzaba un suspiro al aire.


—Seguirá siendo un problema— comentó esta vez más calmado, pero aún con un frío semblante—. Pero me contenta que Felipe no te haya abandonado en ello— desvió la mirada y el menor alzó la mirada para verle.


   Esteban entonces se puso en pie y se acercó a Max, se hincó frente a él y miró con seriedad su estómago, el cual aún estaba plano. Con cuidado, picó un par de veces aquel lugar, Maximiliano rio ligero y Esteban alzó la mirada.


—¿Cuándo te diste cuenta?— preguntó curioso Esteban y por fin soltó una ligera risilla—. Seremos tíos y yo aún sigo soltero y sin nadie que me quiera— rio luego, recibiendo las risas del resto de su familia.

—Tengo dos semanas y media— respondió tranquilo el menor, sintiendo como su familia le acariciaba el vientre—. Lamento el haberlo ocultado, pero no estaba seguro— murmuró y tanto Emely como Esteban no se vieron molestos por ello.


   Maximiliano se sintió mucho más tranquilo al recibir la aceptación y alegría de Emely y Esteban. Ambos al parecer, luego del momento dramático, se vieron ilusionados con la idea de ser tíos.


—Será niño, y se llamará Javier— opinó Emely con entusiasmo—. Será tan lindo— Emely igual se agachó a ver el vientre plano de su hermano y lo acarició sobre la camisa—. Tendré 17 para cuando nazca, tendré tiempo de buscar a alguien para darle un primo— estalló en carcajadas la joven y se ganó la mirada celosa de los varones.


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—¿Qué cree que provoca con esa amenaza?— Felipe, quien estaba frente a su madre en el estudio de ésta, se mostraba inexpresivo—. Una Reina no debe tener tales comportamientos ¿Cree que eso va a asustarme acaso?

—No estoy para juegos y caprichos— la dama miraba con la misma inexpresividad a su hijo—. No es una simple amenaza, es lo que en realidad podría pasar si sigues con ese muchacho. Sabes que hablo en serio.

—No pienso dejarle— el azabache dio un paso al frente, esta vez frunciendo un poco más su ceño—. ¿No te parece bueno que haya conseguido a alguien a quien de verdad amar? Él no es el simple doncel que usted cree.

—Estás hablando como un adolescente, Felipe— la Reina se vio fastidiada—. Ese doncel será tu perdición, así de sencillo. No podrás ser el Rey que tu padre habría querido que fueras, si tienes a ese chico a tu lado— la mujer, sabiendo que Felipe seguía muchos de los pensamientos de su difunto pare, intentó persuadirlo.

—Si mi padre siguiese con vida, no me hubiese amenazado— Felipe contraatacó y la mujer alzó una ceja—. Madre, ese muchacho es mucho más que un pueblerino, es algo que va mucho más allá de lo que puedo describir. Si tengo que enfrentarte para seguir con él, lo haré— la Reina pudo ver, por un momento, a su querido Rey Camilo reencarnado en su hijo—. No dejaré que le hagan daño mientras yo siga vivo.


   El azabache pausó un instante, tragó saliva en seco y respiró profundo, intentando calmarse. La Reina se vio nostálgica, pero su semblante permanecía tan frío como acostumbraba, esperando a que el menor siguiese hablando.


—Él ha hecho más por mi de lo que yo he hecho— comentó el príncipe—. Me salvó de la soledad, esa soledad a la que me acostumbré por años gracias a usted— Felipe miró con mayor resentimiento a la mujer—. Usted hizo de mi un muñeco al cual manejar, y él me mostró algo que es mucho más importante que el dinero o el poder que tato anhelas: el amor, los sentimientos, el pensar por uno mismo.


   La Reina se quedó callada, pero Felipe pudo notar como la mujer intentaba mantener la calma.


—Usted es mi madre, y aunque nunca tuvimos una buena relación, me entristece que ahora no pueda contar con su apoyo— Felipe bajó ligeramente la mirada, pero volvió a alzarla en un par de segundos—. Sin embargo, me ha criado bien, seré un buen Rey de principios e ideas, pero igual tendré a mi lado a alguien que merece mi corazón, alguien a quien amar de verdad.

—Felipe, vete— la Reina, ue había estado en silencio, soltó aquellas palabras de repente, y Felipe se vio confundido—. Haz lo que quieras.


   El príncipe se vio impresionado, no esperaba aquella reacción de su madre, pero obedeció y se fue del estudio. Estando las puertas cerradas tras su espalda, el azabache sintió pronto el alivio que recorría su cuerpo y Zacarías apareció, le sonrió y ambos se mantuvieron en nuevo silencio.


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  Tras haber pasado algunos días, Felipe se dedicó a convencer a Maximiliano de hacer la mudanza, pero el doncel al parecer aún se veía indispuesto, luego de haberle dicho que se iría a vivir con él. El príncipe ya sabía que el menor le había contado a Emely y a Esteban lo que había pasado.

   Sin embargo, siendo un día soleado y mientras Max comía algunas galletas durante la lectura de un libro, Felipe y Zacarías llegaron a la puerta de la casa. Emely abrió y se vio impresionado por el hecho de que varias carrozas reales estaban fuera de la casa, en la angosta calle.


—¿El castillo?— Esteban se vio confundido ante la petición repentina de Felipe—. Deben estar bromeando— rio ligero el castaño, incrédulo de la situación.

—No podría ir con Maximiliano y dejarles a ustedes aquí— el susodicho se vio sonrojado, porque no le había comentado a Felipe su preocupación y éste había adivinado—. Ahora seremos familia y la familia tiene que estar unida— Felipe se veía emocionado con la idea de llevarse a los Bellamont al castillo.

—¿Estás seguro?— Emely, por primera vez, se veía insegura—. ¿No será problema? No es realmente necesario que vayamos.

—No tengo intenciones de mentirles— Felipe bufó ligero, porque los Bellamont tenían esa características de ser tímidos y difíciles de convencer—. Quiero que Maximiliano viva conmigo y ustedes están incluidos, porque como dije, seremos familia— comentó el azabache. Esteban cruzó sus brazos, dudando—. Sé que no nos llevamos muy bien, pero haz esto por Max, no por mi— El mayor sintió como el doncel le tomaba la mano—. Espero que lo consideren.

—Admito que me equivoqué contigo— Esteban apenas desvió la mirada, aún serio y ligeramente fastidiado—. Pero esto... ¿No te parece una locura?— Entonces Esteban, al fijarse en Felipe, notó como Zacarías le miraba con atención y se apresuró a desviar de nuevo la mirada.

—No será... ¿Incómodo?— Comentó Emely con nerviosismo—. Digo, estar en un castillo. ¿Qué tal si no nos comportamos como deberíamos? No es algo que se me haya cruzado por la mente, jamás.


   Felipe entonces suspiró, intentando recuperar la paciencia, y se fijó en Max, quien sonrojado se reía de su familia; le recodaba a sí mismo. Felipe no entendía por qué los Bellamont eran así, pero de algún modo eso era lo que les hacía personas interesantes en un mundo de intereses.


—Acepto que esta propuesta puede sonar como algo imposible— comenzó Felipe, apretando un poco la mano del doncel—. Pero he pensado seriamente en esto ¿Qué es eso que les preocupa?

—La crítica— Emely pensó en voz alta, y dejó de jugar con sus manos—. Usted es un príncipe, es el futuro Rey de esta nación, ¿Qué dirán de usted cuando nos lleve al casillo? Será criticado y seremos los culpables de ello— Felipe alzó una ceja y miró por un momento a Zacarías, para volver a mirar a los Bellamont.

—Entonces vamos a verlo de este modo— empezó con una sugerencia el azabache—. He reclutado a dos jóvenes para hacerlos pupilos del castillo— todos le miraron con curiosidad y confusión—. Emely Bellamont fue elegida para ser una doncella, tendrá los tutores necesarios para lograrlo— miró a Emely, la cual se sonrojó, y luego miró a Esteban—. El joven Esteban Bellamont fue elegido para formar parte del ejército real, será un caballero y para ello recibirá entrenamiento.


   Esteban y Emely se vieron sin palabras. Felipe había entendido que los Bellamont eran personas muy dignas, les gustaba ganarse las cosas, por ello había cambiado las reglas de la petición, volviéndolo un trato. Maximiliano se apegó más a su hombro y Felipe se giró a mirarle, le sonrió y besó su frente para calmarle. Los Bellamont se habían alejado a hablar en privado.


—Sigue siendo una locura— Esteban no se veía convencido—. No seré un buen caballero, soy un asco con la espada— comentó hacia Emely en murmullos, quien rio suave—. Pero de todos modos, sería una gran oportunidad... ¿No crees?

—Quizá debamos aceptar— la chica, aunque se veía insegura, pensó en que estaría bien—. Maximiliano estaría feliz y nosotros tendríamos algo que hacer. Sin embargo, tendremos que olvidar la casa, eso me pone muy... nostálgica.

—Es cierto, será para bien después de todo— Esteban estiró un poco su espalda—. Tal vez es momento de cambiar de ambiente Emely, esto será positivo. Maximiliano no podría estar tranquilo sin nosotros, él también lo está haciendo por él.


   Ambos se volvieron entonces hacia el doncel, el cual se mordía las uñas de forma inconsciente gracias a los nervios. Felipe se veía enternecido y para calmar al menor, decidió rodearle la cintura mientras esperaban una respuesta.


—Será un gran cambio— rio nerviosa la joven, pero luego rio con confianza—. Lo bueno es que tendrás a Zacarías todos los días— se burló al ver como Esteban se sonrojaba por su comentario—. Vamos, Esteban— y el susodicho asintió.


   Esteban, intentado volver a su postura erguida y mirada seria, miró a los presentes por unos segundos, instantes de silencio.


—Iremos— se apresuró a decir Emely y Esteban asintió para confirmar. Felipe sonrió ligero y Maximiliano sonrió ampliamente—. Muchas gracias, Felipe.

—No hay nada que agradecer— Felipe se mostró relajado y su rostro estaba radiante a pesar de su casi inexpresivo semblante—. Es hora de irnos— se ganó la atención—. Guarden lo más importante para ustedes.

—El resto les espera en el castillo, no tienen que preocuparse— continuó Zacarías.


   Los Bellamont se vieron asustados, así que recogieron lo que más creyeron que les haría falta en un lugar desconocido. Esteban tomó una mochila con libros, libretas de notas y algunos lápices, siendo lo primero y único que vino a su mente. Emely entró a su cuarto, lo miró con nostalgia y tomó una foto que tenía sobre una mesita, en la cual aparecían sus padres, Maximiliano, Esteban y ella. Luego salió de la alcoba.

   Felipe abrió la puerta, presentando nuevamente las carrozas, las cuales les llevarían al que sería su hogar a partir de ahora: el castillo.

   En cuanto se vieron frente al hermoso castillo de los Berwern de Erini, los nervios calaron por el cuerpo de Emely y Maximiliano, pero Esteban se vio tan maravillado que no podía dejar de ver la increíble arquitectura que se alzaba frente a sus ojos, no podía dejar de detallar cada dibujo hecho en el marfil. Pero entonces las puertas de la carrozas se abrieron y ellos tuvieron que adentrarse al castillo.


—Realmente espero que no seamos una molestia— Esteban había pensado en voz alta, admirando aún el castillo y apretando entre sus brazos una libreta de dibujos. Pero no tardó en recobrar su semblante y mirar al frente mientras caminaba.

—Yo me encargaré de ello— comentó de repente Zacarías, con las manos en la espalda—. Yo me encargaré de tu entrenamiento diario. No te preocupes— Zacarías se veía tranquilo en lo que acomodaba su chaleco y alzó un poco la vista para fijarse en como Esteban le miraba.

—O-Oh— Respondió apenas al desviar la mirada—. Ya veo, me parece bien— comentó, aclarando un poco su garganta. Entonces Emely soltó una ligera risilla que sonrojó las mejillas de Esteban.


   Pronto se oyó a alguien bajar la escaleras, todos se detuvieron y al mirar hacia arriba, pudieron ver a la hermosa Margaret bajando acelerada con una sonrisa en su boca. La muchacha estaba llegando tarde para la presentación de su nueva pupila.


—Lamento la tardanza— Margaret se mostró tierna, algo despistada—. Es un gusto conocerles, me llamo Margaret Loughty— se presentó, mirando a los nuevos integrantes del castillo. Miró al tímido Maximiliano con una sonrisa— En serio que es lindo, joven Max; Felipe tiene buenos gustos— rio suave la joven y el doncel, algo apenado, rio igual.

—Margaret...— Felipe la nombró, esperando a que se concentrara.

—Cierto— la pelirroja volvió su mirada a Emely, quien se veía curiosa—. Yo seré su tutora, joven Emely. Haré de usted una doncella perfecta, envidiable y muy fuerte— Margaret se vio entusiasta y decidida, a lo que Emely asintió.


   Pronto cada quien tomó su lugar en el castillo. Emely fue con Margaret a conocer el castillo, y Zacarías hizo lo mismo con Esteban. Felipe, al verse solo con Max, le tomó de la mano para guiarle a su habitación. El doncel se veía nervioso, curioso, pero Felipe le hablaba y todo el pánico desaparecía.


—Aquí dormiremos— señaló al abrir la puerta de su alcoba, presentando el lugar que Maximiliano ya conocía y que nunca olvidaría.

—Está todo muy bonito— el doncel comentó con timidez, viendo los adornos sin tocar nada por temor a romper algo. Volver a la habitación donde todo había iniciado, le traía lindos recuerdos y le hacía sonrojar.

—Espero que te sientas a gusto— Felipe cerró la puerta y ante la distracción de Maximiliano, se aproximó a abrazarle por la espalda, rodeando su cintura y sintiendo como el doncel temblaba por el repentino movimiento.

—Contigo, cualquier lugar está bien para mi— rio ligero el menor y volviendo un poco su mirada, besó la mejilla del príncipe con cariño. El ver a Felipe sonrojado era algo que Maximiliano iba a atesorar entre sus recuerdos por siempre.


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   ¡Hola Galletitas!

   Emotivo Capitulo. ¿Qué opinan de la decisión de Felipe? ¿Qué opinan de los Bellamont? ¿Qué opinan de la Reina? ¿Qué nombre le pondrían a la bendición de Max?

   Dejen sus comentarios, su amor hacia mi. Recuerden que pueden unirse al Grupo Oficial de Facebook de Galletitas Lectoras de Mitzuki-Chan. Estaré esperando por ustedes.

Mil besos, los amo.

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