RAN HAITANI | Rockabye


Rockabye – Clean Bandit feat. Sean Paul & Anne-Marie


El pasar de los días de hacía daño al mayor de los Haitani, 5 años han pasado desde que te fuiste, dejando un vacío en su alma. Años en los que se arrepintió día tras día su estúpida decisión de dejarse llevar por aquel camino de placer pecaminoso.

En todo el tiempo transcurrido no supo ninguna noticia de tu, como tú de él, algunas ocasiones te morías por saber algo, un mínimo detalle de cómo iba su vida, para por lo menos saber si se arrepentía o estaba sufriendo como tú lo hiciste, no obstante, sabias que aunque supieras de ello, nada te podría llegar a satisfacer, aparte de que no se merecía ningún interés de tu parte, lo que fuera que estuviera viviendo justo ahora, solo eran las consecuencias de sus actos y tenía que hacerse responsable de ello.

La primera "venganza" que tomaste contra él fue divorciarte, tal como se lo proclamaste y prometiste aquel día, Ran en cuanto le llego la notificación de divorcio, se regaba rotundamente a firmarlo, seguía tratando de negar su realidad, por mucho tiempo estuvo reacio a hacerlo, hasta que termino cediendo y lo hizo.

La libertad llego a tu ser, no tenías nada que te atara a él, podrías tratar de ser tú de nuevo, de recuperar tu esencia, deslindándote de cualquier lazo o recuerdo de tu pesar, solo había una cosa, una personita, era lo único que agradecías de haber pasado todo ese tiempo con el Haitani mayor.

Esa razón, ahora tiene 5 años de vida y se llama Rumi Ogawa, esa pequeña peligris de orbes violetas al igual que su padre, llego a este mundo a enseñarte lo que es el verdadero amor.

Mentirías si al principio no te asustaste, no querías tener un hijo en ese momento, menos de él, pero reflexionaste, dándote cuenta de que ese pequeño ser que crecía en ti, no tenía la culpa de que si padre fuera un bastardo infiel.

Así fue tu embarazo, solitario, pero sobre todo totalmente pleno y feliz, no hubo ninguna complicación, todo salió bien, tal como esperabas.

Rindou, en una ocasión, meses después de que dejaras a su hermano, decidió visitarte, quería ver como estabas, si podía ayudar en algo, o necesitaras algo en particular, vaya sorpresa se llevó cuando abriste la puerta y vio tu vientre protuberante, mas al saber que era de su hermano. No dudo de tu palabra, no tendría razón para hacerlo, mucho menos tú de inventar tal noticia.

Nuevamente, prometió quedarse callado con tu embarazo, sin embargo, te imploro que dejaras que el fuera parte de la vida de tu hijo o hija. Dudaste de ello, no es que no lo quisieras a tu lado apoyándote, simplemente no lo veías necesario, el brillo en sus ojos de Rindou te decía que debías acceder, se le notaba verdadera ilusión de ver crecer a ese pequeño o pequeña que yacía en tu vientre.

El menor de los Haitani, reitero su palabra cumpliéndola al pie de la letra, te acompaño a comprar cada cosa que necesitaras para el bebé, colmándote de regalos y todo lo que pudieras llegar a necesitar, también fue parte del parto, no se metió al quirófano contigo, no obstante, estuvo antes y después de ello.

Ya nacida la ansiada Rumi, continúo con su promesa de seguir estando tanto para ella como para ti, estando los años siguientes siendo consentida y amada por su tío Rinrin.



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Por otro lado, Ran Haitani, moría en desesperación por buscarte, haciéndolo por meses sin parar, llegando a obsesionarse con ello. Rindou fue el único que logro ponerle un alto, diciéndole de todas las formas posibles que si verdaderamente se arrepentía de sus actos, lo único y mejor que podía hacer es respetar tu decisión y dejarte ser.

En esos 5 años, Ran se sumió en un abismo de soledad, tristeza y enojo consigo mismo, ahora entendía a la perfección las palabras que Takeomi una vez le dijo, así como un "te lo advertí "que Rindou le dedico, mismas palabras que no paraban de resonar en su cabeza.

En ese periodo de tiempo, vivió en un vacío y monotonía que nunca se imaginó pasar alguna vez, debido a que se encontraba en el proceso de un duelo, cuando él no sabía digerir nada de lo que estaba sintiendo.

Duelo; es la respuesta emocional de una persona ante la experiencia de una pérdida, como también lo es, adaptarse a la vida después de una perdida. Este tiene 5 fases.

Negación; Fue lo primero que sucedió en su vida tras tu partida, desesperado porque volvieras a estar a su lado y seguir con la esperanza a que tu algún día volvieras, sacándolo de su "errónea" realidad.

Enojo; En esas épocas no queda nada del Ran calmado y paciente que todos conocían, había desaparecido, convirtiéndose en un ser que parecía ser carente de todo sentimiento y empatía, el sádico por el que una vez fue conocido, volvió por un periodo de tiempo.

Negociación; Esta fase no sucedió contigo, sino, con otras mujeres, trato de buscar lo que había en ti en una infinidad de mujeres, no encontrando nada en nadie, ni una sola pizca de tu esencia, siendo así, las desechaba cual basura para seguir buscando.

Depresión; Ran se dejó atrapar en las garras de una tristeza inigualable, nunca pensó que algo que no fuera él y su hermano, podría afectarlo demasiado. Ahogo sin cesar sus penas en alcohol y mujeres, pero por más que bebiera, no podía dejar de pensar en ti y verte reflejada en cualquiera que se le parara enfrente.

Aceptación; No le toco más de otra que hacerse a la idea de que no volverías, que ya no eras para él, que posiblemente estuvieras en los brazos de otro hombre que no es él y que ya no podría hacer nada al respecto.

Extrañaba día y noche, las 24 horas del día, cada centímetro de ti, tus brazos, risas, miradas, absolutamente todo, todo le recordaba a ti. Se aisló de todos y todo, no quería nada con nadie, mucho menos hablar de lo que sentía, aunque sabía que su estado de negación y aislamiento no podría durar por siempre.

En cierto punto decidió rendirse y que el destino le regresara lo que el merecía, si era la soledad, vivir arrepentido y enojado, aceptaría cualquier karma que le deparara el destino.



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En una de sus solitarias tardes de otoño, Ran decidió salir a caminar, esperando despejar su mente, se dirigió a su parque favorito, había poca gente como es lo usual, el aire movía las hojas de los arboles dando un relajante sonido de las hojas secas que volaban y crujían mientras caminaba.

Siguió su paso durante un tiempo, perdido en sus pensamientos hasta que se cansó, decidiendo así, sentarse en una banca disponible en el camino.

Veía la gente pasar, algunas solas como el, otras con pareja, tomados felizmente de la mano, adolescentes viviendo el amor joven en su total expresión, niños con sus padres, en familia, paseando con su mascota, todo eso lo hacía sentirse aún más solo. Pues pudo tener eso y lo arruino.

Inesperadamente, sintió un pequeño pinchazo en su corazón, mas no era al que ya estaba acostumbrado, que era el de dolor, era otro, una calidez abrazo su corazón y pecho, instalándose pretendiendo quedarse por un largo tiempo.

Dirigió su mirada al suelo, viendo a una pequeña niña que lo observaba con detenimiento, no logro descifrar su mirada, no supo si era de que tenía miedo de hablarle o que no quería interrumpirlo en lo que fuera que estuviera pensando.

-Disculpe, ¿Me puedo sentar con usted?- pregunta finalmente la infante femenina.

-Claro- respondía conciso pero amable.

La femenina asintió, procedió a subirse a la banca a tomar asiento, causando ternura en Ran, debido a que esta no podía subirse, se encontraba a una altura considerable para poder estirar sus piernas y sentarse como era debido.

Ran extendió su mano a ella, en un gesto amable para ayudarla, la pequeña dudo en tomarla pero termino cediendo ante él, sujeto su gran mano adulta y finalmente logró su cometido.

-Gracias- expreso la niña.

-No es nada- respondió el mayor, observo las acciones de la niña, estaba muy bien vestida, arreglaba su falda que se arrugo en sus intentos de sentarse. –Dime pequeña, ¿Qué haces aquí sola?- pregunto mientras la observaba curioso.

-No estoy sola, mi mamá está conmigo y no debo hablar con extraños- soltó ligeramente a la defensiva, sin embargo, esto no ofendió en lo absoluto al mayor de los Haitani, logro causarle un pequeña risa por la inocencia y dulzura de la infante.

-¿Qué tal si te digo mi nombre?- sugirió logrando captar su atención. –Así ya no somos extraños-

La niña lo medito durante unos segundos, decidiendo si confiar y creer en su palabra, solo estos bastaron para que asintiera con su cabeza, dándole paso a Ran para decir lo que propuso.

-Soy Ran Haitani- habla mientras extiende su mano para que la estreche en una presentación algo formal.

A lo que la femenina correspondió, hubo algo que le extraño, fue que al tomar su mano, lo miro con brillos en sus ojos, analizando detenidamente su rostro, en especial sus ojos, tratando de ver a través de ellos.

-Mucho gusto señor Haitani- pronuncia finalmente en una brillante sonrisa.

-No me has dicho tu nombre- alega mientras retiran el agarre que tenían en sus manos.

-Tiene que ganárselo-

Esa frase, logra sacar una genuina sonrisa en el rostro de Ran, le llego un vago recuerdo de donde ha escuchado esa frase, siendo la respuesta Yasu, que siempre lo decía con altanería.

-De acuerdo pequeña señorita- acepto el reto. –Te pregunto de nuevo ahora que no somos extraños, ¿Qué haces aquí sola?-

-Salí con mi mamá a pasear- respondió mientras movía en un vaivén sus pies que quedaban colgando. –Solo que ella fue a comprar unos chocolates calientes para el frio-

-Ya veo, ¿Y tu papá?- cuestiono pensado que también se encontraba con ellas.

-No lo sé, no lo conozco- articula con simpleza e inocencia. –Solo somos mi mamá y yo-

Ran se arrepiente de haber preguntado, mas por el como respondió, sabe que a su corta edad no sabe el impacto de ello.

-¿Cuántos años tiene usted?- interroga educada, mirándolo directamente.

-Tengo 32-

-¡Igual que mi mamá!- menciona con emoción.

-¿Y tú cuántos años tienes?-

-Yo tengo 5 años- responde alzando su mano estirando 5 dedos a la vista con orgullo.

Ran parece analizar discretamente la situación, por enésima vez ve el rostro de la pequeña, enfocándose en especial en sus orbes, que eran violetas, idénticos a los suyos. Pensó que solo podría ser una coincidencia que se parecieran, no obstante, algo en su pecho de decía que no lo era.

-Y usted, ¿Qué hace aquí?- devuelve la misma interrogante que él le hizo ella.

-Lo mismo que tu- ergio y relajo su postura, que se encontraba algo tensa. –Salí a pasear un rato-

La niña pretendía responder, más un estornudo la interrumpió, a Ran le causo gracia, ya que le recordó a su hermano Rindou quien siempre tenía alergias en esta apoca del año. El mayor, saco de su abrigo un pañuelo extendiéndoselo a la pequeña para que limpiara su nariz, a lo cual ella agradeció por su acto.

-Ruru- se oyó una voz femenina exclamando el nombre de alguien a la lejanía.

La niña instantáneamente volteo, por lo tanto, Ran asumió que la llamaban a ella, mas no sabía si ese "Ruru" era su nombre o solo un apodo. Acto seguido, apareciste sonriente frente a tu hija, congelando a Ran en el proceso, era más que evidente que ya se había resignado a no volver a verte, mas apareciste de nuevo, cumpliendo uno de sus más anheladas esperanzas.

Tu sonrisa se borró de inmediato, viéndolo impactada, por la inesperada y terrible coincidencia de que se encontraran, sobre todo con ella.

-¡Mamá!- exclama emocionada la infante, brincando de la banca para abrazarte, por consiguiente, dirigió su mirada a la desorbitada de Ran y hablo. –Fue un gusto conocer a mi papá-

Sin más, la pequeña Ruru, tomo la mano de su madre empezando a alejarse del hombre. La reciente información revelada, dejo congelado a Ran, quien no tardo demasiado en salir del trance e ir tras ustedes.

-¡Yasu!- grita Haitani en un intento de llamar tu atención, corriendo para alcanzarte y detener tu paso.

Una vez que está lo suficientemente cerca, toca tu hombro, por lo tanto, no te queda de otras más que mirarlo con una expresión seria en tu rostro.

-Y-o... mmm... Hola- saluda increíblemente nervioso.

-Hola Ran- correspondes a secas.

-Am... ¿Ella es t-tu hija?- interroga temeroso.

-Sí, es mi hija- respondes autoritaria dejándolo en shock.

Un click resuena en la cabeza de Ran. No te ve hace 5 años, los mismos que tiene la niña, solo ahora se da cuenta del increíble y evidente parecido que tienen.

-E-lla e-es...- balbucea en un intento de formular su oración.

-Sí- dices rápidamente, no dejando que termine su oración cortante.

Estabas tan ensimismada matándolo con la mirada, que no te percataste que tu hija te jalaba de tu brazo tratando de llamar tu atención, bajaste la mirada a ella buscando la razón de su insistencia, topándote con sus bellos orbes brillando intensamente.

-Mamá, ¿Él es mi papá?- interrogo con ilusión, la misma que no podías romper porque era verdad, además de que no te atrevías a desilusionarla y ver ese hermoso destello violeta apagarse.

- mi vida... él es- confiesas con pesar.

En ese instante ella se emociona, alejándose de tu lado para pararse frente a él, con un porte firme y decidida, como al mismo tiempo se notaba nerviosa, lográndolo disimular casi a la perfección.

-Mi nombre es Rumi Ogawa- se presenta correctamente con una faceta de total felicidad, como al mismo tiempo hace una pequeña reverencia mostrando el respeto que merece como su padre y persona adulta.

Ran no sabe cómo reaccionar, paso años en soledad, y tristeza, como para que ahora, de la nada, tenga una niña que pueda alegrar cada día de su vida con su radiante juventud, pudiéndolo llenar de satisfacción y dicha verla crecer saludable y hermosa.

-Bien Ruru, despídete de él, ya nos vamos- siempre quisiste que tu hija creciera con una figura paterna y masculina es su vida, lastimosamente no la tuvo desde que estaba en la cuna, ahora podía tenerla, mas no sabías si sería correcto que Ran se involucrara deliberada y rápidamente en ello. En especial si no sabias si tu pequeña esta lista para afrontar este cambio.

-Yasu- llamo Ran sacándote de todos los pensamientos que bombardeaban tu mente. -¿Puedo acompañarlas?- nuevamente viste ilusión marcada en un rostro, en el del mayor y en el de tu hija.

Inmediatamente responderías que no, no obstante, te rendiste ante los orbes violetas de tu pequeña Ruru, hizo un puchero de cachorro abandonado, no pudiendo resistirte a él.

-¿Quieres que el venga con nosotras?- preguntaste aun sabiendo la respuesta.

No me mires así.

-Sí- tu hija era tu única debilidad, cediste ante sus deseos.

Suspiraste pesadamente, volteando a ver a Ran quien esperaba una respuesta pacientemente, clavaste dagas en su ser que provoco que se tensara para después mirar a tu hija quien esperaba tu aprobación. Retomaste tu postura y comenzaste a caminar, dándole un leve cabeceo a Ran de que las siguiera.

Haciendo que Rumi soltara un chillido de emoción, tomando rápidamente la mano de Ran y dirigirlo con en el mismo caminos que ellas.

Todo el camino el junto a Rumi, platicaron sin parar, ella hablaba y su padre escuchaba atentamente cada una de sus palabras. Si era posible, preferirías no cruzar una palabra con aquel individuo.

Te tanto hablar, Rumi termino quedándose dormida, inmediatamente la ibas a cargar, sin embargo, Ran pidió hacerlo, así que reacia aceptaste, continuando su camino a casa en un sepulcral silencio.

Continuaron caminando, al pasar de unos minutos, finalmente llegaron, nuevamente Ran se ofreció en dejarla en su cama, pareciendo como si no quisiera despegarse de ella. Aceptaste, pero todo bajo tu estricta mirada.

-Bien, ya la acostaste, gracias, ahora vete- dijiste una vez termino de dejar a la infante en su cama.

-Espera Yasu, quiero hablar- su oración, más que una petición o sugerencia, sonó como si estuviera rogando por ello.

-¿De qué? ¿No es más que obvio?- soltaste con altanería.

-Por favor- suplico nuevamente.

Decidiste que por más patán que fuera, por lo menos debía saber qué fue lo que sucedió. Se sentaron en la mesa, explicaste todo, desde cuando te fuiste, cuando te enteraste que estabas embarazada, como fue el proceso de criarlas tu sola, todo.

-No te negare verla- soltaste al final de tu explicación. –Solo basta con mirarla para saber que es tu hija, es idéntica a ti, solo se el padre que ella merece, porque ahora que te conoció no te dejara ir-

-Gracias- pronuncia aliviado, ya que, no quería pelear contigo sobre ello.

-No lo hago por ti, lo hago por ella- aclaras ese importante punto, sobre todo para que no decida hacerse ideas erróneas de volver a formar parte de su vida.

-¿Te puedo preguntar algo?- inquiere con cierta incertidumbre en su voz.

-Dime- respondes mientras te levantas de tu asiento para dirigirte a la cocina, sacando lo necesario para hacer un té.

-¿Ella me odia?- en cuanto escuchas su pregunta, dejas ambas tazas que tenías en tus manos, poniéndolas en la mesa frente a él, mirándolo seria, mas no lo suficiente para lucir sombría, era una faceta en donde meditabas su pregunta y la respuesta que le proveerías.

-Eso tendrías que preguntárselo a ella- confiesas sincera, ni tu misma podrías llegar a conocer la respuesta. Vuelves a la cocina por el azúcar y te sientas frente a él. –Pero no, no te odia-

El corazón de Ran se siente cálido por primera vez en años, llegando a desconocer aquel sentir que se sentía demasiado bien.

-¿Qué le has dicho de mí?- nuevamente vuelve a hacer una interrogante el hombre.

-Solo que eras un buen hombre pero desleal- tomas un sorbo del té, por el incómodo recuerdo que viene a la mente de ambos. –Solo eso-

-Gracias- dice Ran elevando las comisuras de sus labios en una sincera sonrisa.

-Solo no hagas que me arrepienta de ello- manifiestas honesta.

-No lo haré- confirma decidido.



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Al día siguiente, era un fin de semana por la mañana, un sábado para ser más específicos, tomabas una taza de café a las 7 de la mañana mientras hacías algo de trabajo pendiente en tu computadora, para después continuar con labores del hogar que dejabas durante la semana para hacerlo este día.

Te desconcierta el que suene el timbre, en otra ocasión pensarías que es Rindou, pero el siempre avisa antes de ir a tu casa y evidentemente no esperabas a nadie, fuiste a el umbral de tu puerta para abrirla, encontrándote con un Ran bien vestido, dos ramos de flores y una gigantesca pila de regalos con envoltorio lila.

Tu atención se centra en la ridícula cantidad de regalos que asumes, Ran compro y trajo. Estas por hablar, antes de ello, él te arrebata la primera palabra.

-¿Es muy temprano para venir?- pregunta algo apenado, refiriéndose a la hora en la que llego.

-Si es muy temprano- dices en una risa.

El Haitani observa como aun te encontrabas con una pijama Victoria's Secret de satín azul marino, en tu cuerpo, decidió apartar la mirada no queriendo incomodarte cuando ni siquiera lo hacía.

-Lo siento, no podía esperar más tiempo- admite algo avergonzado de su poca paciencia por ver a Rumi, su hija.

-Está bien, ¿Tu compraste todo eso?- la curiosidad te invadió.

-Sí- suelta una risa recordando algo. –A Koko casi le da un infarto al ver la cantidad de dinero que gaste en un día- ambos ríen al recordar como Hajime, a pesar de que el dinero es la última de sus preocupaciones, lo atesora demasiado. –Pero lo vale-

Aprecias el hecho de que Ran desde el momento cero se quiera hacer responsable, sin embargo, es demasiado, nuevamente recuerdas como solía ser así contigo, no escatimando un solo centavo en demostrar su amor.

-¿Ya desayunaste?- hablas suave.

-No- al oír su respuesta, abres más la puerta, diciéndole sin palabras que pase.

-Pasa, Rumi no tarda en despertar- le das luz verde a hacerlo, ahora que lo confirmaste con palabras. –Hoy es día de hotcakes, le agradara tu presencia-

-Gracias- se adentra en su hogar con todos los regalos dejándolos en el living de este.

Una vez adentro, observo más a detalle tu hogar, dándose cuanta vida que tenía, cuadros de ustedes dos como individuales, colgados en las paredes, algunos juguetes regados por el piso, aun así, lo que más destacaba, era la presencia de dos mujeres que son plenas y felices.

-Es muy bella tu casa- alaga mientras camina a los cuadros colgados viendo las fotos.

-Gracias, me costó trabajo pero ella siempre fue mi motivación- inconscientemente, siempre al hablar de ella, una sonrisa se plasmaba en tu rosto.

Ran se queda sin nada que decir, se dedica a observar cómo estas ordenando algunas cosas, yendo de un lugar a otro rápidamente.

-¿Te ayudo en algo?- ofrece sincero su ayuda.

-Estoy bien, gracias- manifiestas terminando de poner los últimos juguetes de Rumi donde corresponden.

-Oh casi lo olvido- comunica Ran, rediriges tu mirada en su dirección.

Él se encamina a ti con un ramo de flores y dos cajas de Saint Laurent.

-Para ti- extiende ambas cosas a tu persona.

-No puedo aceptarlos Ran, solo las flores- mencionas algo apenada, hace mucho que no te hacen un regalo, solo porque si, de esa magnitud.

-Por favor- suplica mirándote a tus orbes oscuros. –Los compre para ti, tómalos por favor-

Temerosa, terminas tomando ambas cosas en mano, no sin antes agradecerle, preguntas que si puedes abrirlos a lo que el accede con facilidad. Abres ambas sofisticadas y elegantes cajas encontrándote con dos hermosos vestidos, los sacas de dónde venían, admirando la tela y el diseño de estos ensimismada.

-Sé que con esto no solucionare nada de lo que hice- comienza a hablar, por consecuencia, diriges tu atención a él. –Mucho menos el no haberme hecho responsable de Rumi- traga saliva pesado, después procede a tomar tus manos, quedando frente a frente, el mirando abajo, poniéndose a tu altura. –Pero si me dejas, quiero enmendar todos mis errores y daños- culmina de hablar con un brillo de esperanza en sus orbes.

-¿Si sabes que ya no te quiero como pareja verdad?- inquieres firme.

-Lo sé- responde cabizbajo. –Yo aceptare cualquier condición que me pongas, solo por favor, déjame ser parte de la vida de Rumi, de tu hija- abres lo ojos algo asombrada, el que el admitiera que aún no la puede llamar como su hija, así como, el cómo se doblega ante ti, te hace denotar cuan apegado está a ella, aun cuando solo la conoce de un día, como al mismo tiempo cuando arrepentido y decidido está a cumplir su palabra.

-Está bien Ran- el voltea de inmediato a ver tu rostro, topándose con las comisuras de tus labios carmines en una suave sonrisa. –Yo no quiero ya nada romántico contigo, lo único que puedes encontrar en mi es una compañera o amiga, solo eso-

-¡Claro!- menciono feliz.

-Gracias por los regalos, son preciosos-

Él estaba por responderte, cuando ve a Rumi aproximarse en silencio, para finalmente abrazarse a tus piernas adormilada.

-¿Te desperté cariño?- hablas alzándola en brazos, conociendo a tu hija como es cuando tiene sueño, capaz de quedarse dormida aun parada, tal como su padre. Cuando la infante esta en tus brazos, niega con la cabeza en respuesta a tu pregunta.

-¿Ya viste quien está aquí?- volviste a hablar con voz suave, buscando que se despertara.

Ella abre sus ojitos, tallándolos con sus manitas, pudiendo ver quién era el invitado que su mamá decía, topándose con el nuevo integrante de su familia.

Ran la mira sonriente, la misma que se le contagia a su pequeña, baja de tus brazos para ir a los de él.

-¡Señor Ran!- saluda ya en los brazos del mayor.

-Hola pequeña- devuelve el saludo mientras con su mano arregla algunos de sus cabellos grisáceos. –Tengo algo para ti- gira sobre su eje dando la vista al living donde está la pila de regalos esperando a ser abiertos.

Su pequeña cara se ilumina al ver todo, Ran la pone delicadamente en el suelo, primero le da su ramo de flores, para después señalar todo lo que compro. Rumi estaba a nada de abalanzarse a ellos, pero antes se detuvo a mirarte buscando tu aprobación a hacerlo.

-Son para ti Ruru, ábrelos si quieres- expresas feliz de verla a ella de la misma manera.

No demoro demasiado en hacer lo que quería, dando innumerables agradecimientos a su padre, pasando una bella mañana en su intento de familia.

Con el pasar de los días, las visitas de Ran se hicieron más frecuentes por las tardes, cuando salía del trabajo. Algunas veces va en compañía de Rindou, enterándose que él ya la conocía, no pudo enojarse con su hermano, entendía su promesa que te hizo y en cierta forma le agradeció el haber estado todo ese tiempo cuidándolas mientras él no sabía.

Unas veces salían a comer, ya fuera los cuatro, otras solo eran tú, Ran y Rumi, como también solo eran padre e hija, el mayor de los Haitani quería establecer un lazo afectivo con su hija y lo haría con todo su tiempo y paciencia, incluso si le llevaba toda la vida, porque se había enamorado de su hija.

Incluso antes de conocerla como tal, ya sabía que la amaba, lo confirmo cuando la cargo por primera vez cuando se conocieron, ese amor inexplicable que solo un padre o madre tienen.

No lo negarías, al principio te encontrabas escéptica a que ellos salieran solos, pero entendiste que era parte de verla crecer, como también era que estaban tan acostumbradas a ser solo ustedes dos y que alguien que no fuera tú, quisiera salir con ella, se te hacia extraño.

Ran y tu llegaron a un acuerdo, en donde tú la dejabas por la mañana en su escuela y el la recogería a la hora de salida, que quedaba algunas horas con el mayor para después Ran llevara a Rumi a casa contigo.

Aquel hombre, cumplió cada promesa que hizo, convirtiéndose en un leal e incondicional padre.

En una de esas tantas ocasiones en donde Rumi y Ran estaban a solas, ambos iban de camino a su casa de esta, cuando la niña le cuestiono algo.

-Señor Ran- llamo la pequeña femenina captando la atención del mayor quien volteo unos segundos a verla.

-Dime Rumi- contesta el nombrado en esa calma que lo caracteriza aun con su vista concentrada en la pista.

-¿Tengo que llamarlo papá?- interrogo dejando frio a Ran, quien se quedó callado unos segundos meditando su respuesta. Era obvio que si quería ser llamado por aquel título, sin embargo, no podía presionar a la pequeña a algo que no la hiciera sentir cómoda.

-Me gustaría- hizo una pausa, para después dedicarle una sincera sonrisa y leves caricias en su cabellera grisácea. –Pero si sientes que no es correcto o que aún no es tiempo, está bien, eres libre de decidir cómo llamarme-

La respuesta del mayor pareció satisfacer la interrogante del infante, pues esta solo asintió con su cabeza conforme. El tema quedo así, hasta que un día que Ran acompañaba a Rumi a la puesta de tu hogar después de haber salir por un helado, tocaron a la puerta donde les diste una cálida bienvenida.

-Bienvenidos- mencionaste en una sonrisa. –Gracias por cuidarla- agradeciste dirigiéndote al mayor.

-No es nada Yasu, bien pequeña, debo irme, nos vemos mañana- expreso mientras miraba a Rumi y dejaba leves palmadas en su cabeza.

-Espere- llamo captaba la atención y curiosidad de ambos, acto seguido, Rumi hizo un movimiento con su pequeña mano, dando a entender que quería que se agachara a su altura.

Este acato su orden, se agacho quedando en arrodillado frente a ella, la pequeña dejo un beso en su mejilla sorprendiéndolo para después dedicarle una de sus mejores sonrisas.

-Gracias papá, te quiero mucho- en ese instante, las lágrimas de los orbes violetas de Ran, salen sin aviso, siendo estas de alegría, abrazo a la femenina, acto que esta correspondió, el Haitani susurraba al oído "gracias" una y otra vez, a lo que ella le volvió a dar un beso en la mejilla.

Tú observaste esa tierna escena en silencio, aun así, con gran felicidad instalada en tu pecho, de que por fin, tu rayo de sol tiene todo lo que necesita.

Ran Haitani, en ningún momento dejo su labor de padre que tanto le encantaba, pasando algunos meses en donde el seguía igual de atente que la primera vez, comprobándote que si estaba comprometido con ello y que no eran solo palabras vacías lo que una vez dijo.

Con el tiempo, se convirtieron en una verdadera familia, tal vez sus padres de Rumi no estarían juntos como ella desearía, aun así, el amor incondicional de ambos le hacía olvidarse de ello. Con que sus padres estuvieran con ella el resto de su vida, le bastaba y sobraba, porque al fin tenia lo que siempre soñó y deseo, una familia completa.


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Nota de la autora:

Aquí tienen la segunda parte de I'm Not The Only One, me gusto el resultado, no sé si es lo que ustedes esperaban.

Déjenme saber.

Les comento que he comenzado a trabajar, así que ya no tengo mucho tiempo para escribir, pero organizare mis horarios y lo seguiré haciendo, ahora creo que será un capitulo por semana o cada 15 dias.}

Ya les dejare saber, siganme en instagram @matsu.okaaki donde les doy anuncios, preguntas y diferentes cosas.

Gracias por leer, l@s quiero muchote.

Besitos<3

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