RAN HAITANI | I'm Not The Only One

I'm Not The Only One - Sam Smith

El sobre pensar las cosas te estaba desgastando últimamente, tu figura que tenía una nube gris, ya no irradiaba la felicidad de antes. Estabas más delgada, unas ojeras se enmarcaban en tu iris cafés, haciéndolos ver más cansados y sin brillo en ellos, esto se notaba más debido a tu piel pálida que parecía de porcelana.

La razón de tus malestares y tristezas tenía un nombre y razón; Ran Haitani.

Estabas casada con Ran desde hace 6 años, en donde la mayoría del tiempo fueron felices hasta ahora.

Lo conociste en una empresa en donde trabajabas, tu puesto era de asistente del jefe de esta, ahí te conoció, te vio una infinidad de veces que no pudo evitarse verse cautivado por tu belleza. Tu cabello gris era lo que más llamo su atención, eras de una estatura mediada, pero por alguna razón te veías sumamente frágil a sus ojos, o tal vez solo sería que en ese entonces no lo sabía, sin embargo, este hombre se encontraba enamorado.

Con el tiempo se hicieron cercanos, llegando a entablar una relación, el tiempo se convirtió en años, se conocieron a profundidad, tanto como en sus cuerpos, como en sus almas, las desnudaron al otro entregándoselas, esperando que las cuidaran como se debía.

Duraron así 2 años de novios, años dorados que anhelabas poder regresar, no obstante, no es posible volver en el tiempo, solo te quedaba añorar esos años en tu memoria, esperando que algún día volverían a ti
con la misma intensidad que antes.

Después Ran procedió a proponerte matrimonio, sabiendo que eras la mujer con la que quería pasar el resto de sus días, jurándose amor eterno, cuidarse y protegerse en las buenas y malas.

No te diste cuenta en que momento el tiempo paso tan rápido, llevando ahora 6 años de casados.

Al principio todo era color de rosa, lo mejor de lo mejor, Ran era muy detallista, amoroso, el mejor marido que alguien podría desear, te decía que te amaba a diario, como también te lo demostraba, te daba flores cada semana, si no es que a diario, detalles que conservo de cuando eran novios.

Cuando paso su fase de "Luna de miel", bajo un poco la intensidad de ello, sin dejar de ser el hombre del que te enamoraste, siendo un caballero en toda la extensión de la palabra.

Todo lo que quisieras, lo tendrías a tus pies, así como el, lo tenías a tu merced, entregándote tu corazón dejando que hicieras con él lo que se te plazca, porque así de mucho te amaba.

Siempre se daban por lo menos un día a la semana para cenar juntos, tener un momento en pareja, una cita, ya fuera que cenaran en casa o salieran a algún lugar. Generalmente después de esa tarde juntos siendo felices, en un momento íntimo, terminaban culminando su amor en la cama.

Eran una pareja sexualmente activa, aun así, no querían tener hijos aun, ambos sentían que no era el momento, mas estaban abiertos a la posibilidad de que pasara en determinado tiempo.

Todo iba bien, tenían esporádicas peleas, como toda pareja, más no eran nada grave, nada que provocara un rencor el uno con el otro, algo que te gustaba en su relación era la transparencia que había en ella.

Si había algo que no les gustara del otro, ya fuera una actitud, comportamiento, etc. Se lo decían, sin temor, porque no lo hacían desde el odio, lo hablaban en calma para llegar a un acuerdo mutuo, así solucionaban sus problemas.

Todo empezó a cambiar alrededor de unos 7 meses si no es que el año, todo fue decayendo desde ese instante.

Ran empezó a olvidar sus citas semanales, llegaba tarde o completamente las olvidaba, siempre con la excusa del trabajo. Las primeras veces lo dejaste pasar, ya que si sabias verdaderamente a lo que se dedicaba tu esposo.

Posterior, comenzó con no querer tu presencia cerca, llegabas a donde el estuviera sentado o acostado, ubicándote a su lado en busca de una sonrisa y un abrazo que acostumbraba a hacer, sin embargo, ahora solo
había indiferencia.

Platicaste del tema con él, a lo que respondió que ha estado muy cansado últimamente, que no es otra cosa, tú nuevamente lo dejaste pasar, mas no debiste hacerlo, quisiste comprenderlo, aunque te hiciera daño.

No comprendías el porqué de su actuar, así como el si podía hacerlo y tú no, al igual que él, también tenías días pesados en el trabajo, días en donde estabas de mal humor, por lo que fuera que sucediera en tu trabajo o círculo social.

Pese a eso, inmediatamente que pisabas tu hogar compartido con él, todo sentimiento se esfumaba, porque sabias que ibas a estar con tu
querido esposo.

Dejaron de contarse su día a día, como era costumbre en ustedes, o bueno, por lo menos el dejo de hacerlo. Tratabas de hacer conversación, de lo que fuera, tu día, el suyo, mas no parecía importarle en lo absoluto, su frialdad estaba calando hondo en tu ser.

Comenzaste a pensar que tal vez ya no te le hacías atractiva, quizás esa era la razón de su actuar. Analizaste un sinfin de veces tu figura, con ropa formal, vestidos, ropa casual, pijamas, lencería e incluso desnuda, no encontrando algo que pareciera desagradable a la vista.

Generando una gran cantidad de inseguridades en ti, las cuales, él se había encargado de curar hace muchos años.

Llego al punto en donde ya ni siquiera te abrazaba para dormir, solo te daba la espalda en la amplia cama que se sentía más grande y fría que nunca.

Incluso Rindou, su hermano y cuñado tuyo, parecía más esposo que su hermano; Ran comenzó a descuidarte, dejando que fueras sola a todas partes, cosa que antes no se le ocurriría decirte, por más ocupado que estuviera, siempre se hacía tiempo para ti, tal parece que algo más
ocupaba su tiempo en la agenda diaria.

Rindou solía llevarte en ocasiones al supermercado, al centro comercial por ropa, en otras simplemente a salir a pasear a su parque favorito con un café en mano.

Continúo el comportamiento de Ran a no llegar a casa a comer, dejándote innumerable de veces con la cena servida, comiendo a solas o solo dejándola ahí, está llegando a parar al refrigerador o directo a la basura.

Después siguió con no llegar a dormir, llegaba a altas horas de la noche, otras ni siquiera tocaba el departamento en donde Vivian o entraba ebrio en la madrugada. Varias veces tuviste que cargarlo a la cama porque no podía caminar y se le hacía más fácil en su alcoholismo, desplomarse en la entrada de su hogar o aventarse al sillón.

Solo entonces comenzó el verdadero martirio.

En una de las tantas ocasiones que estuvo ebrio e inconsciente, tuviste que desvestirlo para que durmiera cómodo, cuando quitabas su camisa blanca, llegabas a ver labial, otras veces solo era una fragancia femenina.

Posterior fue ver su cuerpo marcado por uñas y labios que no eran tuyos, porque evidentemente ya no te tocaba, solo para un mísero abrazo forzado.

Los rasguños en la espalda más los hematomas morados que se mostraban en su cuello y pecho, delataban las noches de pasión que tuvo con otra mujer.

El que Ran rompiera con su promesa de serte fiel hasta el final de sus días, acabo con tu alma que se iba apagando de a poco.

Era más que evidente que te estaba engañando mínimo con una mujer. Llegaste al punto de revisar su celular, tu antes, confiabas plenamente en tu esposo, pero ahora, ya no sabías que pensar, por lo que llegaste a ese extremo en donde lastimosamente encontraste lo que buscabas.

En su celular, en la conversación más reciente, encontraste una conversación con una mujer, llamada Kaede, donde tenían pláticas y fotos más que comprometedoras.

Esa fue la última gota que colmó el vaso.

Llevabas demasiado tiempo ocultando que conocías aquella información, solo para ver si el algún día se dignaba en hablar y confesar su pecado, pero nunca sucedió.

Últimamente su actitud a ti había cambiado algo, tal vez fue el remordimiento que ha llegado a su cuerpo después de tanto. Es algo más cariñoso y decidió, después de muchos meses, tocarte de nuevo, no obstante, sus caricias y besos se sentían completamente vacios y ajenos.

Tu actuabas como si nada, siendo la esposa que él conocía, como si no supieras de la verdad, como si no hubieras pasado tardes y noches enteras llorando pensando en que tal vez era tu culpa, cuando el único culpable aquí es el.


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Llegas a casa, donde nuevamente, estas sola mas no estas dispuesta a soportar un segundo más, engañándote a ti misma, ya no podías llamar a ese lugar hogar, ahora solo era un nido de mentiras, lagrimas, tristeza y sobre todo, traición y deslealtad.

Fuiste directo a su habitación, donde del armario sacaste varias maletas que con anterioridad, habías comprado y él no se había dado cuenta.

Empezaste a guardar cada pertenencia tuya, ropa, zapatos, maquillaje, fotos, todo, todo se iba contigo. Juntaste un total de cuatro maletas grandes, que serían llevadas con adelanto al nuevo departamento que ya te habías encargado de alquilar a su espalda.

Tenías absolutamente todo preparado para tu partida, solo faltaba lo más difícil, que no te rindieras ante sus hipnóticos orbes violetas.

No hiciste esperar mas, llamaste a Rindou que si podía ir a su casa, a lo que dijo que sí. Cuando llego, toco la puerta que abriste a los segundos, dándole pasó al interior, en donde miro todas las maletas en la sala.

-¿Ya lo sabes?- cuestiono viéndote serio.

-Sí- respondiste mirándolo a los ojos.

Estaba de sobra que el Haitani menos supiera en lo que andaba metido su hermano, no lo culpabas, no le correspondía a él decirte, además de que sabias la gran hermandad y lealtad que se tenían ambos, esa que no logro tener contigo.

-Lo siento Yasu por no decirte y... porque mi hermano es un imbécil-menciona afligido el Haitani menos de mullet morado.

-Descuida, no es tu culpa y entiendo- contestas mientras te abrazas a ti misma y quitas la mirada de la suya.

-¿Te iras?- interroga nuevamente Rindou.

-Sí, ya es suficiente- tragas saliva pesado. -¿Me ayudaras?-

-Sí- accede a secas.

-¿Le dirás a Ran?- le devuelves la pregunta, esperando a que la respuesta sea negativa.

-No- articula mientras toma una maleta para empezar a sacarlas. -Ya estoy cansado de tapar a Ran y que siempre se obtenga lo que quiere- te da una rápida mirada y la quita enseguida. -No le diré porque te lo debo- sin más, sale del hogar con dos maletas, por lo que le sigues tú.

-Gracias Rin- agradeces, tu relación con él era buena, posiblemente el remordimiento y pena que sentía por ti, lo insito a hacerse cercano a ti, logrando tenerte más afecto del que ya tenía.

Llevan las maletas al carro, te deja en tu nuevo departamento donde meten las maletas y le lleva de regreso a la casa que ahora seria de Ran.

Se baja contigo para dejarte en la puerta y habla.

-Si quieres que te lleve de regreso me marcas- proclama ante ti, dispuesto a ayudarte.

-Gracias... por favor no digas nada- pides encarecidamente.

-No lo hare, no te preocupes por eso- dicho así, se da la vuelta para dirigirse a su auto, se sube dejándote sola.


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Rindou acelero inconscientemente el automóvil de lujo que manejaba rumbo a uno de los casinos, donde todos los ejecutivos de Bonten se encontraban en ese momento.

Entra por la puerta en donde dos hombres de traje negro, en cuanto el hombre de traje menta, llega a su campo de visión, abren la puerta para el en una reverencia. Camina a la zona VIP, donde se encuentra con aquellos compañeros de trabajo y su hermano, con aquella tipa.

Ran se encuentra con Kaede en uno de los sillones besándose descaradamente ante los demás presentes en la sala, Rindou desconoce tanto su apellido como a lo que se dedica aquella mujer, pero no es como si le importara.

-Ran- llama el peliblanco de cabello largo. -Vete a follar a otro lado- escupe con asco mientras aparta la mirada.

Kakucho, Sanzu y Takeomi, solo miraban a ese par entre asqueados y molestos, aun así, trataban de ignorar sus presencias, tratando de relajarse en las únicas horas libres que tenían a la semana.

Rindou está cansado, solo quiere sentarse en silencio, el que él y ella se estén besando como si nada en público lo hace enojar.

-Quítate me quiero sentar- escupe con enojo a su hermano, dando una leve patada en la pierna de Ran para que se haga a un lado.

-Tsk- chasquea la lengua molesta y vuelve a retomar el fogoso beso en el que estaba.

La otra mujer, llamada Kaede, sabe que no está muy bienvenida ya sea de Rindou o de los demás presentes en el recinto, capta las directas miradas y palabras del hermano menor de su amante, así que decide irse por lo mientras.

-Me tengo que ir- habla sobre los labios de Ran.

-Bien, nos vemos en la noche- cuando pronuncio aquellas palabras, llevo sus manos a su trasero en donde masajeo rápidamente sus gluteos dando a entender que es lo que harían a tales horas.

Sin más, Kaede se levanta del regazo de Ran, acomodándose la falda que traía, dejando un casto beso en el hombre como despedida, desapareciendo de la vista de todos.

Rindou, al igual que todos los demás, suelta un bufido, aliviado que ese dolor de cabeza se haya ido.

-¿A dónde fuiste Rindou?- indaga su hermano mientras se acomoda su perfecto peinado.

-Tenía que hacer algo rápido- informa sin muchos detalles, ahí mismo se denota que no poseía demasiadas ganas de conversar en esa tarde.

Ran planeaba replicar ante lo dicho por su hermano, pero una llamada a su celular lo interrumpió en el acto. Saca el aparato de su saco, viendo en la pantalla de quien se trata.

Yasu Ogawa.

-¿Ran?-

-Dime amor- contesto mientras aclaraba su garganta.

El que él te respondiera de esa forma tan casual, como si hace 5 minutos no le estuviera comiendo la boca a otra mujer, hizo rodar los ojos a más de uno.

-Ya vienes de regreso?-

-No demoro demasiado en llegar-

-Bien- cuelgas la llamada sin esperar respuesta.

-No deberías de tratarla así- manifiesta Sanzu mientras le da un trago a su vaso de wiskey.

-Cierra la boca-Ran se levanta de sonde estaba sentado acomodándose su fino traje que se arrugo un poco por tener a Kaede encima de él.
-No sabes nada-

Takeomi, el mayor de todos, quien había estado en silencio desde que llego, decide hablar.

-Eres un imbécil- admite el hombre de la cicatriz en el ojo.

-¿Qué?- inquiere Ran incrédulo ante el insulto que acaba de recibir.

-Eres un imbécil- da una calada a su habitual cigarro que siempre yacía entre sus falanges. -¿Acaso eres sordo?- enuncia de nuevo sin miedo alguno.

-¿Porque mierda me hablas así Akashi?- masculla molesto el mayor de los Haitani.

-Porque lo eres- admite mientras termina el cigarro y lo coloca en el cenicero que tenía al lado de donde estaba sentado.

Todo queda en un silencio, hasta que Akashi decide romperlo con la verdad.

-Solo míranos a todos aquí- articula en calma. -Nadie de nosotros tenemos a alguien que nos espere en casa, que nos espere con una comida caliente, alguien que se alegre por nuestra llegada o que nos reciban con un cálido abrazo- explica con la cruda realidad al hombre que estaba parado seria frente a él, solo a unos pasos de distancia.

La figura erguida de Ran, se contrae ante las palabras de su compañero.

-Tú lo tienes, y lo estas desperdiciando haciendo tus estupideces- dirige sus orbes a los violeta de Ran, que mira neutro, sin importar el peso de sus palabras. -Que no te sorprenda si un día Yasu te deja por las mierdas en las que estas-

-No digas el nombre de mi esposa- advierte severo en una amenaza indirecta.

-¿Entonces ahora si tienes esposa?- cuestiona con ironía Sanzu. -Pareciera que hace 5 minutos no tuvieras- termina de hablar mientras da vueltas a los hielos que yacían en el vaso vacío donde estaba aquel liquido marrón añejo.

Ran decide no contestar más a ninguno de sus comentarios y preguntas, camina a las escaleras que lo dirigirán a la salida del casino, sin embargo, una última voz lo detiene.

-Ran- el llamado severo de Rindo resonó. - Te lo adverti- el mencionado volteo a verlo, tan pronto lo hizo, quito la mirada de él, continuando con su camino.

Llega al estacionamiento, subiendo a su auto Mercedes, poniéndolo en marcha a su casa, una vez llega antes de entrar, toma un suspiro y gira el pomo de la puerta dándole entrada.

-Yasu, llegue amor- anuncia su llegada pero no respondes.

Al no oír respuesta, se adentra aún más en la casa, encontrándote sentada en la mesa del comedor con una copa de vino en mano.

Escuchas las pisadas detrás de ti, giras la parte superior de tu torso para verlo encaminarse a tu desasiendo el nudo de su corbata.

-Bienvenido- pronuncias escueta.

Llega a tu lado, donde se encorva para dejar un beso en tu mejilla.

-Me daré una ducha- proclama dirigiendo su destino al dormitorio que compartían.

-Está bien- contestas sin la seguridad de que te escucho.

Ran desabotona su camisa como pantalones, despojándose de ellos, metiendo su fornido cuerpo a la lluvia ficticia donde enjuaga y limpia su cuerpo. Al cabo de unos minutos sale de la ducha, vistiéndose de nuevo formal para salir, como de costumbre.

Mientras terminada de colocar su vestimenta en su cuerpo se dio cuenta de algo, no había nada en el tocador, hace memoria y tampoco vio nada de tus pertenencias en el armario donde saco su ropa.

Va rápido al comedor, encontrándose con tu tranquila figura bebiendo la misma copa de vino blanco.

-¿Dónde están tus cosas?, no hay nada- inquiere confundido.

-Hasta que notas algo en esta casa- argumentas calmada, cosa que por alguna razón lo está poniendo de nervios.

-¿A qué te refieres?- pregunta ansioso-

-¿Porque mejor ya paras de fingir?- das un trago a aquel líquido amargo. -Y eres honesto por primera vez en un año-

Cuando terminas de hablar, al que es tu marido, se le congela la sangre, pensado en que probablemente ya sabias todo, más decidió hacerse el desentendido, esperando librarse de esa.

-No entiendo- pronuncia por lo bajo, con la confusión y sorpresa marcada en su rostro.

Suspiras fuerte cerrando los ojos, tu siguiente acción es levantarte de tu asiento, haciéndole frente a su alta figura que esta conmocionada por la conversación.

-Me voy- declaras firme.

-No, ¿Por qué te vas?- responde al cabo de unos segundos que quedo en silencio tratando de procesar esas dos palabras con cinco letras.

-¿Es enserio que me estas preguntado eso?- preguntas en una risa sarcástica. -Ya lo sé Ran, no tienes por qué mentirme más-

El mencionado se pone pálido ante lo dicho por ti.

-Y-yo- trata de formular una frase sin éxito aquel hombre.

-Tú y yo hicimos un voto, para bien o para mal, mas no puedo creer que me decepciones y la prueba está en la forma en la que me duele- tragas duro saliva y continúas hablando frente a él.

-Durante meses he tenido mis dudas, negando cada lágrima, desearía que esto terminara ahora, pero sé que todavía te necesito aquí- estas tan seria que le asusta, le causa conflicto el cómo estés tan calmada hablando de esto, mientras que él es un manojo de nervios, apunto de querer derramar algunas lágrimas contenidas en sus ojos.

-Has estado tan poco disponible- tomas un entrecortado suspiro, tu labio empieza a temblar en señal del llanto de impotencia, rabia y tristeza que tienes acumulada, pero no lo dejas salir, al menos no frente a él.-Ahora tristemente sé por qué...-

-No es cierto, déjame explicarte- se excusa apresurado ante tus fuertes declaraciones.

-¿Me ves la cara de estúpida? Han sido meses en los que llegas con labial en tu cuello, boca camisas, tantas veces que vi tu cuerpo arañado, donde ninguna de las marcas son mías-

-Todo tiene una explicación, sol- no le dejas terminar ya que lo interrumpes.

-cCuál?- reprochas de inmediato. -Yo en todo momento fui una buena esposa, comprensiva, amorosa y ¿Con que me pagas? Con serme infiel- le das una mirada incrédula, por primera vez no se saldrá con la suya. - Estás loco si crees que me quedare después de todo lo que se-

-Por favor no- suplica desesperado, no sabe en qué momento se doblego tanto ante ti, posiblemente las palabras de Takeomi le afectaron aunque él lo negara, no te quería perder, no aunque fuera su error.- ¿Quieres que te lo pida de rodillas?-

Te impactas al ver como él se arrodilla frente a ti, con lágrimas cristalinas amenazando en salir de sus ojos. Toma ambas de tus manos entre las suyas, poniéndolas en su frente, donde derrama esas gotas silenciosas.

-No te vayas, la dejare de ver- maldito bastardo. -Volverás a ser tú, ella no significo nada, no la quiero, mucho menos la amo, solo fue un error, tu eres real-

Lo miras desde arriba con desprecio, te causaba algo en tu interior verlo a él, rogándote de rodillas que no te fueras, pero ya no caerías ante él, los papeles se invertirían.

-No quiero nada de tus miserias de amor, ya no creo en ninguna de tus palabras- admites ante sus suplicas.

-Tú y yo juramos amor eterno, no puede acabar así-

-¿Y quién rompió ese juramento?-

Interrogas a lo que el levanta su mirada a ti.

-Te he amado por tantos años- fija su dolorosa mirada afligida en ti. - Tal vez yo no soy suficiente, me has hecho darme cuenta de mi miedo más profundo- quitas el agarre que el trata de mantener y llevas ambas de tus manos a tu pecho, como si te protegieras de él, Ran lo noto, y le dolió que lo vieras como una amenaza.

-Al mentir y destrozarnos- derramas una lagrima traicionera que limpias de inmediato. -Dices que estoy loca, porque no crees que yo sepa lo que has hecho, pero cuando me llamas amor, sé que no soy la única-

-Por favor no me dejes, yo cambiare- suplica de nuevo.

-Eso a mí ya no me interesa, estoy harta de que me trates como un juguete que puedas tirar cuando se aburre de él, de que me veas la cara de estúpida cada que llegas a casa después de estar con ella- culminas de hablar y lo ves seria, como nunca. -Eres libre de estar con quien quieras, si quieres estar con Kaede o cualquier otra mujer, adelante, hazlo, eres hombre libre-

-No- murmulla bajo. -No porque estamos casados-

-iJa!- ríes con mofa. -¿Ahora resulta que si lo estás?, vete a la mierda-miras su rostro de asombro, que evidentemente, te satisface. -No te preocupes por eso... te pediré el divorcio-

Finalizas de hablar dejándolo mudo en el acto.

-No- niega de inmediato entristecido.

-No te estoy preguntando Ran, te lo estoy diciendo- constatas firme.

Ran queda en shock, la imagen que tienes de él, en estos momentos, te provoca algo de dolor, pero inmediatamente se esfuma al recordar todas las noches que te mantuviste en vela llorando por él.

Das el último trago a tu copa de vino, pasando el trago amargo por tu garganta, quemándola por lo fuerte que es.

- Adiós Ran-te despides por última vez de él.

Evidentemente, él quería detenerte, pero no podía, ahora y solo ahora, cayó en cuenta de todo lo que hizo, el peso de sus acciones y que no había remedio para los males que te provoco, solo la soledad, la que le avecinaba como el karma que merecía.

El peor error de un hombre es pensar que una mujer enamorada siempre lo estará, sin importar lo que el haga, aceptaras que cometa cualquier tipo de error, pero no las mentiras, porque esas no son errores, son decisiones con intenciones.

Que algo pasajero no te lleve a perder algo duradero y que ojala lo que estés buscando valga más que lo que estás perdiendo.


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Nota de la autora:
Ufff vaya que me encanto este capítulo, esta canción me ha tenido llorando mares por días, no estoy dolida, ni me engañaron, simplemente me recuerda varias cosas que han sucedido en mi vida.
Espero que les guste, ya sé que uso mucho a Rancito, pero es de mis personajes favoritos, aparte, es el único que se me ocurre que podría ser infiel.
Ojala este capítulo tenga apoyo jeje, saben que pongo lo mejor de mí en cada uno de ellos, pero este en singular me gusto más, algo un mi fluyo mejor, y trate de plasmarlo.
Cuídense, nos seguimos leyendo.
Besitos<3

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