HERMANOS HAITANI | Brother




Brother – Kodaline

Oc: Rumi Haitani

Tw: Mención y uso de drogas.


Los tres han existido para ser uno.

Hermanos, una palabra que tal vez para todos es común, o simplemente signifique que compartes sangre con alguien, que es de tu misma familia, pero para ustedes siempre ha sido más que eso.

Siempre han estado los tres, porque si uno no está, no pueden ser completamente, uno complementa al otro, haciendo una combinación imparable.

Comparten un mismo apellido, Haitani, también comparten la misma inicial de su nombre, R, al mismo tiempo son tan diferentes, como tan parecidos, física y mentalmente. No importa todo lo que sean o no sean, porque ustedes son uno mismo.

El primero en llegar fue Ran un 26 de Mayo de 1987; para darles ese soporte a sus vidas, ser el pilar, balance, amor y protección que necesitan. Era inevitable no hacerlo, ya que Ran era cariñoso y carismático por naturaleza, ahora agregándole el hecho de tener a alguien a quien proteger y querer, lo convertía en el hermano mayor ideal.

Luego fue Rindou un 20 de Octubre de 1988; él fue el encargado de enseñarte a protegerte y defenderte, de enseñarte que no necesitas de ningún hombre para ser fuerte, que tú puedes hacerlo por ti misma, sin embargo, siempre tendrás a dos grandes hermanos que a pesar de que tú te puedas defender, siempre estarán para protegerte y consentirte.

Aunque ese papel lo dividen entre Ran y él.

Luego llegaste tú, Rumi Haitani, un 8 de Julio de 1989, que les enseño a ellos lo que es el verdadero significado de familia, que les mantuvo los pies en la tierra, que les daba un motivo por el cual seguir, alguien a quien cuidar, proteger, enseñar y mimar.

Ellos no lo admitirían en voz alta ante ti, menos Rindou, quien es más cerrado de emociones, pero darían su vida por ti, como tú por ellos, porque eres más importante que su vida misma.

Porque son hermanos, los tres hermanos Haitani.

Y es que era un hecho, que los tres se complementaban, ellos eran tu todo, siendo que ellos se sentían de la misma manera.

Cuando solo era Ran, se sentía solo, hasta que llegó Rindou, su compañero de vida y cuando lo vio por primera vez, algo en su pequeño corazón se movió, siendo que se había prometido a sí mismo cuidar a ese pequeño ser con su vida. Posterior a que solo eran ellos dos, llegaste tú, ellos al ver lo pequeña que eras, le trajo recuerdos a Ran, quien nuevamente se prometió a sí mismo de cuidarte y amarte, para poder ver la mujer en la que te convertirías.

Mientras que en Rindou no terminaba de comprender en su bello corazón que era esa nueva sensación y emoción que estaba experimentando, una calidez se instaló en su pecho al verte, con ese cabello rubio y orbes en tonalidades violetas que tanto caracterizaba su apellido, sobre todo lo pequeña y frágil que lucias a sus ojos. No entendía ese sentimiento que su hermano mayor ya conocía a su corta edad a la perfección.

Pronto comenzó a entender que eso que sentía se llamaba cariño, lo que luego pasaría a ser amor fraternal, solo que Rindou no lo sabía.

Ran notaba el lío de emociones en el que estaba envuelto su hermanito menor, podría haberlo ayudado a entender lo que sentía, más quiso que él mismo lo descubriera por sí solo.

Un día en el que su madre estaba ocupada haciendo algunas cosas de su trabajo, te dejo en tu habitación cuando se suponía que estabas tomando una siesta, Ran y Rindou sabían que no debían hacer mucho ruido porque podrían despertarte y aquello les costaría un regaño de su ausente madre. Aunque Ran esperaba, no, más bien anhelaba que contigo fuera diferente, que realmente aquella mujer que era su madre te diera amor de madre, aquel del que él y su hermano carecieron, pero que quería para ti, mas todo indicaba lo contrario.

Él y su hermano estaban jugando en su cuarto cuando de pronto escucharon algo que podría ser un llanto, detuvieron sus movimientos a la par en un intento de cerciorarse de que estaban escuchando correctamente.

– ¿Escuchaste eso Rin? – habló el mayor a su pequeño hermano quien solo asintió.

Ran se levantó de donde estaba sentado y se dirigió a la puerta de su habitación compartida para ir a verte, Rin por su parte siguió a su hermano por detrás, llegaron a la que era tu habitación donde claramente se escuchaban tus sollozos.

– Espera aquí Rin– indicó el mayor mientras él iba rápidamente a donde su madre que ni siquiera se había dado cuenta que su hija lloraba por estar inmersa en su trabajo.

El Haitani mayor dio un vistazo a su madre y volvió con sus hermanos, siendo que no tendría caso llamar a su madre porque sabía que no le haría caso a su pedido, incluso si se trataba de ti.

Y ni para qué hablar de su padre, era aún peor que su madre, rara vez lo veían, como también pisaba la casa donde se suponía que tenía que estar para su familia y ver crecer a sus hijos.

Ran volvió con su hermano que lo esperaba paciente y ansioso en la puerta de tu habitación, él mayor abrió la puerta dejando más en claro tu llanto, siendo que este asustó un poco a Rindou quien se pegó de golpe a la espalda de su hermano.

– No pasa nada Rin– dijo Ran y tomó la mano de su hermano para caminar a la par a tu cuna.

Ambos se colocaron uno a cada costado pensando en que hacer para que dejaras de llorar.

Lo que ellos no esperaron es que tu llanto parará en cuanto ellos se acercaron a ti, dejaste ver tus hermosos orbes violetas logrando sacarle una sonrisa a Ran mientras que Rindou te miraba con un brillo en sus ojos.

Tranquila Rumi, tus hermanos están aquí.

Tú lo miraste a él extendiendo una de tus pequeñas manos en su dirección, Ran acercó su mano y tú atrapaste uno de sus dedos con tu pequeña mano. Rindou acercó más su cabeza a ti provocando que tú voltearas a verlo y de igual manera imitó la misma acción que su hermano obteniendo la misma respuesta.

– Waah– exclamó el pequeño Rin impresionado con una hermosa sonrisa en su rostro.

Aquello por alguna razón hizo sentir a Ran extremadamente orgulloso de su hermano.

Lo que ustedes no sabían, es que en ese momento, fueron uno, como lo serían desde ese instante hasta el final de sus vidas.

El tiempo pasó y Ran estaba en lo correcto.

A sus padres no les importaba demasiado criar a sus hijos, siendo Ran el que tuvo que tomar el papel de madre y padre en la mayoría de sus vidas.

Sus padres creían que con cosas materiales compensaba la ausencia y el tiempo perdido en ustedes, que en cierta parte les afectaba, sin embargo, no le tomaban demasiada importancia, ya que se tenían el uno al otro y con eso era más que suficiente, mientras no faltara uno de ustedes, todo estaría bien.

No mentiría, muchas veces era complicado, desde el cómo sobrevivir, ya que ninguno de ustedes sabía cocinar, lavar la ropa, limpiar, etc. Ran fue quien tomó esa responsabilidad como el hermano mayor que era, mas no estuvo solo, ustedes lo ayudaban en lo que podían, facilitando así el proceso.

Aunque también el crecer siendo la única mujer entre dos hombres fue difícil, partiendo en que muchas veces no te comportaste como lo haría una "señorita", pero eso a ti no te importaba, ya que con orgullo siempre decías.

– Mis hermanos me lo enseñaron.

Y ni hablar de la vez en la que realmente ya eras una señorita, nunca olvidaran la vez en la que tuviste tu periodo por primera vez. Estabas tan asustada sin saber qué hacer, no sabías si te habías lastimado, algo te había hecho daño, estabas a punto de morir o todas las anteriores.

No sabias como decirles, sin embargo, ellos se dieron cuenta de que algo estaba mal contigo, estabas especialmente de mal humor y muy sensible, hasta que fuiste con ellos contándoles lo que pasaba. Rindou casi se desmaya de la impresión, estando a punto de llevarte al hospital, mientras que Ran analizó la situación y la entendió, no se confundan, también estaba algo nervioso pero él debía mantener la calma.

Así que te preparo un relajante baño, puso la tina con agua caliente para que te relajaras, añadió unas esencias, ambiento con unas velas aromáticas y te dijo que te metieras mientras ellos hacían lo necesario para ayudarte.

Despegó a Rindou de tu lado y lo llevó a la tienda para comprar lo que podrías llegar a necesitar mientras en el camino le explicaba qué era lo que tenías y que era lo que tenían que hacer y considerar de ahora en adelante.

Esperándolos en la tina, te diste cuenta nuevamente que nadie estaría para ti como tus hermanos, que eras demasiado afortunada porque el universo te dio la oportunidad de ser su hermanita de unos maravillosos hombres.

que definieron su lazo inseparable e irrompible.

Uno de ellos fue en tu escuela.

Tu ibas a una escuela diferente a la de ellos, se podría decir de más prestigio, esto a ellos no les molestaba en lo más mínimo, es más, se alegraban porque eran sinceros y realistas, sus labores de pandilleros no les daba buena reputación, como al mismo tiempo siempre estaban envueltos en problemas, tu no estabas en nada de eso, ya que ellos siempre te protegían de cualquier cosa que te pudiera pasar.

No se perdonarían si algún día te pasara algo por su culpa.

Tenían una reputación hecha, donde era más que sabido que los reyes de Roppongi tenían una reina intocable.

Por lo que podías andar libremente por las calles de Roppongi sin ningún temor, además que siempre estabas con tus hermanos, caminando por ahí como si el mundo les perteneciera, dejando impresionado a todos con su estilo, seguridad y belleza.

Tiempos preciados a los que desearían volver.

Ellos casi siempre pasaban por ti a la salida de tu escuela, no tenías muchos amigos en esta, ya que la reputación de tus hermanos provocaba que muchos te tuvieran miedo, solo algunas personas habían logrado acercarse y poderse ganar el título de amigos.

Un día normal como todos te dirigías a la salida de tu escuela al finalizar el horario escolar, sinceramente no había sido un buen día, tenías algo de estrés por algunos deberes por hacer, además de que hoy tus compañeros estuvieron inusualmente más irritables de lo normal. Solo ansiabas poder salir y estar con tus hermanos toda la tarde viendo películas en la sala de su casa, comiendo palomitas y toda clase de comida chatarra escuchando como Rindou se quejaba de que nunca cuidaban lo que comían, en especial Ran.

Te dirigías a la salida con la esperanza de ver a tus hermanos listos para irse, no obstante, tu sorpresa fue otra.

En cuanto saliste viste un grupo de niñas rodeando a tus hermanos, diciéndole toda clase de halagos y no tan discretos coqueteos que a tus hermanos les gustaba oír. Unas sonrisas coquetas estaban plasmadas en los rostros de Ran y Rindou, es que simplemente a ellos les encantaba recibir atención de las mujeres.

Pero en ti causó algo diferente.

No es que fueras celosa con tus hermanos, bueno un poco, sin embargo, este no era el caso.

No sabías exactamente qué era eso que sentías, lo que si sabias era que causo en ti una suma tristeza, el ver que tus hermanos ni siquiera notaron tu presencia por estar concentrados en otras cosas o más bien otras personas.

Los miraste a lo lejos por unos minutos, con tu bolso en mano, mientras tus orbes se llenaban de lágrimas, tu cabello rubio caía como cascada por tu rostro, con esa mirada que en su mayoría de veces reflejaba aburrimiento, estaba llena de tristeza, tus ojos en un hermoso tono violeta ahora estaban rojos por el llanto.

En cuanto la primera lágrima se derramó por tu mejilla, pareciera que algo hizo que tus hermanos voltearan en tu dirección, provocando que su rostro pasará de estar sonriente a uno preocupado.

Se sorprendieron al verte ahí parada llorando, no sabiendo cuánto tiempo pudiera qué llevaras ahí parada, haciendo que el sentimiento de culpa se instalará en su pecho y la necesidad de abrazarte se volviera inevitable.

Tu solo giraste sobre tu eje y comenzaste a caminar rápidamente alejándote de ellos con las lágrimas corriendo por tus mejillas.

Ellos en cuanto te vieron llorar, su cuerpo reaccionó antes que su mente.

–Muévanse – exclamó Ran abriéndose paso entre las chicas que los rodeaban mientras Rindou las apartaba del camino.

Les asustaba que cada vez te veían más lejos y la necesidad de abrazarte era cada vez más grande. No se dieron cuenta de en qué momento sus cuerpos reaccionaron antes de que lo pensaran, cuando reaccionaron, ya se encontraban corriendo tras de ti.

– ¡Rumi! – exclamó Rindou empezando a correr a la par con Ran cuando vieron que tú lo hiciste.

– ¡Espéranos! – grito esta vez Ran.

Tú solo te alejabas de ellos, cuando en realidad querías tenerlos cerca.

Tu respiración se comenzó a volver entrecortada por el estar corriendo como al mismo tiempo llorando, hasta que de repente algo detuvo tu huida y sentías que te sostenían de tu brazo impidiéndote avanzar, llevaste el dorso de tu mano a tus orbes para que con la manga de tu suéter pudieras limpiar tus lágrimas y lograras ver mejor.

Topándote con tus hermanos viéndote con preocupación y tristeza.

–Lo sentimos Ruru– dijeron ambos al unísono.

Tu solo los miraste a la cara, poniendo un puchero que siempre lograba tenerlos a tus pies, les dio una mezcla de diferentes emociones verte así. Una era tristeza, por el saber que ellos eran los culpables de tu llanto, otra fue nostalgia, ya que ese puchero lo has conservado desde que tienen memoria, les trajo recuerdos de cuando eran niños.

Por lo que cada uno te tomó de un brazo y te acercaron a ellos, formando un abrazo que tanto necesitabas. En cuanto sentiste su calor que emanaba sus cuerpos, te aferraste a ellos, como si temieras que un día fueran a desaparecer.

No me dejen nunca– pediste un susurro que alcanzaron a escuchar.

Nunca lo haremos– aseguró Rindou.

Siempre estaremos aquí, justo a tu lado, como siempreterminó de mencionar Ran.

El mayor de los tres rompió el abrazo agachándose un poco y estar a tu altura para poder limpiar las gotas cristalinas que odiaba ver en tu rostro.

–Ya no llores Ruru– pidió mientras pasaba su pulgar por el final de tus orbes limpiando las ultimas lagrimas que quedaban en ellos y dejo un beso en tu mejilla.

–Vamos a casa– hablo el de lentes tomando tu bolso de tus manos para cargarlo él.

Pero antes de comenzar a avanzar, Ran se agacho dándote la espalda, dándote la señal de que te subieras a ella. Le diste una pequeña sonrisa que ambos te devolvieron y te subiste a su espalda comenzando a caminar.

Recostaste tu cabeza en el hombro de Ran mirando en dirección a tu otro hermano quien sonrió y extendió su mano para que la tomaras y caminar de la mano.

Justo como antes, como siempre fue.

Y como siempre tendría que haber sido...

Todo cambió un día que no llegaron a casa después de una pelea a la que tenían que ir.

Sabías que era algo serio, pues Izana siempre iba en serio con sus objetivos, conocías a todos los integrantes de Tenjiku, te llevabas bien con todos, en especial con Kakucho e Izana.

Te comenzaste a asustar cuando viste que ya pasaba de media noche y tus hermanos no llegaban, dejaste cientos de llamadas y mensajes en sus celulares pero no respondieron a ninguna, incluso llamaste a Mochi, Shion, Muto, Kakucho e Izana pero obtuviste el mismo resultado.

Pasaste toda la noche en vela esperando a que ellos entraran por la puerta todos golpeados, llenos de sangre, como sea que entraran, solo querías que llegaran y supieras que estuvieran bien, mas nunca paso.

Hasta que recibiste una llamada por el teléfono de tu casa.

Cuando oíste sonar el teléfono corriste a él esperando que fueran ellos pero no.

– ¿Bueno? ¿Ran, Rin, están bien? – bombardeaste de preguntas cuando atendiste a la llamada.

– ¿Esta es la residencia Haitani? – se escuchó una voz masculina al otro lado de la línea.

–Sí– respondiste con duda. –, ¿Quién habla?

–Está recibiendo una llamada de la correccional de Yokohama.

Por un momento dejaste de prestar atención a lo que decían, sentiste algo mojado en tus mejillas, llevaste una mano a estas, siendo que no te diste cuenta de en qué momento comenzaste a llorar.

Porque sabías que tendrías que estar sola de nuevo, como hace años que los metieron a la correccional por matar a golpes a alguien, fueron los peores meses de tu vida. No querías pasar por lo mismo, no otra vez.

No recuerdas mucho de ese tiempo, solo que llamaste a tus padres, rogándoles para que hicieran lo posible para sacarlos de ahí, mas estos no aceptaron, aparentemente ahora querían darles una lección a sus hijos, cuando ellos eran los responsables de todo. Lo único que hicieron fue apelar para que no tuvieran una condena larga.

Fueron meses en donde no pudiste verlos u oírlos, ya que no te dejaban entrar porque tus padres negaron tu entrada, así que solo podías mandarles cartas para que ellos supieran de ti y ocasionalmente recibías una de ellos, ya que no los dejaban mandar tan seguido, pero si recibirlas o eso se suponía.

Lo que vino después eso sí que no lo esperabas.

Realmente no estabas del todo consciente de en todo lo que estaban metidos tus hermanos, pensabas que solo eran peleas, amenazas y ya, pero no.

Un día cuando salías de la escuela unos chicos se acercaron a ti preguntándote por tus hermanos y de algo que tenían pendiente.

En ese momento supiste que tenías que hacerte cargo de todo lo que estaban metidos tus hermanos, desde apuestas, amenazas, peleas, proveer protección y cosas aún más oscuras y sucias.

Comenzaste a tomar el mando que tenían tus hermanos, no tuviste mucho problema, ya que aunque fueras mujer, los subordinados de tus hermanos te respetaban, lo que facilitó las cosas, aunque si te ganaste un buen par de golpes durante tu camino, debido a que no todos pensaban de la misma forma que tus subordinados.

Fue demasiado duro, tanto que dejaste de escribirles cartas con frecuencia a tus hermanos. El tener que hacerte cargo de eso, provocó que comenzaras a descuidar tu escuela, añadiendo otro problema más a la interminable lista que ya tenías, sin mencionar el hecho de que tus padres estaban más estrictos que nunca, lo que en ti causaba enojo.

Nunca estuvieron presentes, por lo que nunca estuviste acostumbrada a tenerlos cerca, mucho menos que fueran estrictos contigo y el que ahora lo estuvieran parecía irreal.

No entendías como una persona podía ser estricta y ausente al mismo tiempo, pero tus padres eran la prueba fehaciente de ello.

Aquellos meses lo pasaste en soledad, llegando a una casa que se sentía más grande y fría que nunca, sin poder dormir, sin ganas de comer y rodeada de los más grandes vicios.

Un enorme vacío se sentía constantemente en tu pecho, ya no sabías si era por la ausencia de tus hermanos o porque sentías como se te iba la vida entre los dedos y no te importaba hacer nada para detenerla.

Nada de lo que hicieras provocaba una genuina emoción en tu ser, ni hacer tratos peligrosos, golpear a gente escuchando sus gritos y súplicas por el dolor.

Siempre odiaste los vicios, tus hermanos no tenían uno que tú supieras, ocasionalmente bebían alcohol, pero nada más, así que tuviste que acostumbrarte al olor a tabaco, alcohol y demás sustancias nocivas e ilícitas.

No supiste en qué momento pasó, primero fue solo una calada de tabaco, llenando tus pulmones de nicotina teniendo un pequeño alivio de toda la ansiedad y estrés que siempre sentías. Odiabas el olor, pero eras una adicta al tabaco, vaya ironía.

Después el cigarro no fue suficiente.

Maldices el día en el que decidiste probar por primera vez las drogas, si eras sincera, muchas veces ni siquiera sabías lo que consumías, solo sabias que te hacían sentir algo y por nada del mundo querías dejarlo.

Tu vida iba en picada, mientras que tus adicciones iban en subida.

Probaste de todo, desde lo más básico como marihuana, hasta cocaína, heroína, opioides, oxicodona, etc.

Muchas veces pasabas días enteros drogada, sin noción de nada de lo que hacías o de lo que estaba sucediendo a tu alrededor.

Incontables veces te la pasabas ya fuera en la sala de tu casa o en las habitaciones de tus hermanos, en otro mundo, deseando que todo fuera un mal sueño y que nada de lo que estabas viviendo era real, que en cualquier momento entrarían tus hermanos por cualquiera de las puertas a decirte que te habían estado buscando.

Pero cuando despertabas de tus sueños, volvías a la cruda realidad, con un montón de pinchazos en tus brazos por todas las mierdas en la que estabas metida.

Solo para levantarte de donde habías caído inconsciente, recoger y esconder todo lo que utilizabas en caso de que tus padres volvieran a casa, tomar una breve ducha aun con los efectos de lo que consumías, cambiarte a tu ahora habitual ropa negra, fumar un cigarrillo o esnifar una línea de aquel vicioso polvo blanco y salir a las calles o en su caso a la escuela.

Y repetir aquella rutina una y otra y otra vez.



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Un día volvías de la calle como ya era costumbre, abriste la puerta y quitaste tus zapatos para poder entrar a tu casa, cuando terminaste de hacerlo soltaste un fuerte suspiro de cansancio.

Cuando terminaste de despabilarte te diste cuenta de algo, las luces de la casa estaban encendidas, cuando tú siempre mantenías todo apagado, tus padres no estaban en la ciudad, por lo que era muy improbable que fueran ellos.

Te pusiste a la defensiva, caminando con cautela de no hacer el mínimo ruido, llegaste a la sala topándote con una gran sorpresa.

Tus hermanos estaban sentados en uno de los sillones viendo la televisión, en cuanto los viste, sentiste como si un peso se fue de tus hombros, todas las emociones que habías reprimido por meses estaban aflorando, por primera vez en mucho tiempo sentiste algo, dolor, tristeza, felicidad. Solo por ver aquellas características cabelleras rubio con negro acompañado de unas largas trenzas y otra con mechones celestes.

– ¿Ran?, ¿Rin? –susurraste por lo bajo, de verdad no creyendo que en verdad estuvieran ahí.

Ellos en cuando los mencionaste voltearon y sus caras se iluminaron al verte, se levantaron rápidamente de donde estaban sentados y corrieron a ti para abrazarte.

De repente sentiste sus cuerpos rodeándote, el calor corporal que emanaba se te hizo extraño volverlo a sentir.

Todo parecía irreal, como si de la mejor de las drogas se tratara.

Con temor de que volvieran a desaparecer, elevaste tus brazos a sus espaldas para abrazarlos, apretándolos fuertemente.

–Volvimos Ruru– dijo Ran en medio del silencio que había.

–Prometieron que nunca más se irían así– mencionaste afligida.

–Lo sentimos– habló Rindou. –, de verdad lo hacemos, por favor créenos que esta vez no nos iremos nunca más.

– ¿Lo prometen? – pediste hundiendo tu cabeza en sus pechos, deseando poder creerles.

Pero a quien engañabas, siempre les creerías, siempre lo harías, confiarías ciegamente en ellos una y otra vez, hasta el final de los tiempos.

–Lo prometemos– dijeron a la par.

Los días pasaron y todo parecía volver a la normalidad.

Tus hermanos siguieron en las pandillas, tú te saliste de ello, pero algo no cuadraba a los ojos y perspectiva de tus hermanos.

Todo estaba muy en orden, por lo que sospecharon que tú te habías hecho cargo de todo eso en su ausencia, sin embargo, nunca se atrevieron a preguntártelo, pues no querían abrir una vieja herida que estaba sanando.

No solo fue ese hecho lo que los hizo sentir diferentes cuando volvieron.

La principal razón fuiste .

Eras totalmente diferente a como antes, sabían que habías sufrido demasiado, así como ellos, el no tenerte a su lado o el poder verte también los afectó, no obstante, ellos se tuvieron el uno al otro y tú estuviste sola.

No sabían si algo en tu interior se había apagado o roto, no eras la misma de antes.

A como ellos te dejaron, tú irradiabas felicidad, caminabas siempre con la más hermosa de las sonrisas a donde sea que fueras, tu cabello rubio, largo y brillante te caracterizaba, así como esos orbes violetas llenos de brillo, siempre vistiendo muy femenina y elegante.

Ahora solo parecía el cascarón de lo que alguna vez fuiste.

No fue hasta tiempo después que se dieron cuenta, cuando la euforia de volver a verse se acabó, vieron la realidad de las cosas.

Habías cortado tu cabello hasta los hombros, este se veía opaco y algo dañado, tu cuerpo había cambiado, estabas más delgada que nunca, demasiado pálida, haciendo que tus ojeras enmarcaran tu mirada violeta que ahora carecía de brillo, así como ya rara vez te veían sonreír.

Como el también de la nada comenzaste a ocultar tu cuerpo, siendo que antes no tenías problema en mostrarlo, se les hacía sumamente raro, pasaste de vestir colores vibrantes a colores oscuros y planos.

Lo que más les alarmaba era el hecho de que te alejaste de ellos, comenzaste a solo estar encerrada en tu cuarto, no dejar que ellos entraran a este por miedo a que descubrieran todo lo que tenías guardado, como ese inusual comportamiento que tenías cuando estabas con ellos, como si fuera paranoia.

Te preguntaban sin cesar que era lo que te sucedía, sin embargo, siempre obtenían la misma respuesta.

Estoy bien, no me pasa nada.

Ran y Rindou no eran tontos, sabían que algo pasaba y que no querías decirles, pero no sabían que era, no obstante no se tragaban ese cuento de que todo estaba bien.



∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗



No ayudaba el hecho de que, desde que tus hermanos volvieron de prisión, no se comportaron de la misma manera contigo.

Si te extrañaron y te querían demasiado, pero el que Izana muriera como al mismo tiempo él fue el responsable de la muerte de la hermana de Mikey, les puso las cosas en perspectiva. No querían que te pasara lo mismo por su culpa.

Por lo que comenzaron a distanciarse y aislarse de sus cosas para que un día no salieras lastimada.

Esa brecha que comenzaba a hacerse entre ustedes, te dolía peor que cualquier golpe o herida que alguna vez recibiste o recibirías.

Como siempre, el consuelo lo encontraste en más drogas, colmando tú sistema de demasiadas sustancias que desconocías su procedencia, soñando en volver a los viejos tiempos donde los tres eran uno.

Un día como cualquier otro, tus hermanos salieron, sin ti, así que en tu mente no había mejor remedio para tus males que inyectarte heroína en tus venas como también tomar tus famosas pastillas y perderte en un mundo del que no desearías salir nunca.

El estar constantemente lidiando con la muerte y el diablo, tuviste que estar dispuesta a correr ciertos riesgos.

Así que te enamoraste de una pastilla que podría quitarte todo el dolor, luego te enamoraste de una droga completamente nueva que podría llenar tus venas y...

Y podrá parecer que estás loca, podría ser por las cosas que dices.

Mentiste al decir que estabas bien, pero ahora que estás aterrizando, dices que no quieres morir y comienzas a llorar, deseando poder recuperarlo todo.

Estas drogada, vives en el cielo y esta noche estas satisfecha, rodando hacia atrás los ojos, pero de repente comienzas a llorar, todo se está volviendo negro.

Todo en una noche, acabas de ir al cielo y volver.

–Esto es lo que he buscado sentir toda mi vida.

Dijiste aquello mientras caías dormida sentada en el suelo a un lado de tu cama.

En aquel momento, no te preocupaste por ocultar lo que usabas.

Vaya error.

Era más que obvio que no eras consciente del tiempo en el que estuviste inconsciente, tal vez sea una excusa, pero esta vez quisiste aventurarte un poco y tomar más de la dosis que normalmente utilizas, y esa fue la razón de estado.

Al parecer fue demasiado, ya que tus hermanos llegaron de nuevo a casa y tú aún seguías en tu habitación inconsciente.

– ¡Rumi ya llegamos! –exclamó Ran entrando a su casa junto a su hermano.

Les pareció raro el que no estuvieras para recibirlos, Rin se adelantó quitándose apresurado los zapatos y se adentró en la sala de estar, el comedor y no había rastro de ti.

–No está Ran– mencionó el de lentes en un tono en el que quiso disimular su inquietud.

Ran por su parte también estaba consternado, sin embargo, trataba de analizar la situación con la cabeza fría.

Observó la casa con detenimiento, vio la cocina y noto que aún estaba el plato con el desayuno que él te había dejado, sin ni un solo bocado, por lo que frunció el ceño y siguió analizando. Vio la sala y todo estaba en el mismo lugar que cuando ambos salieron, lo sabe a la perfección porque ellos fueron los últimos en estar ahí.

–Rin– llamó el mayor. – ¿Estará en su habitación? – inquirió en un tono de voz muy severo.

–Tal vez.

No sabían qué era lo que sucedía, sin embargo, por algún motivo estaban muy preocupados y se atreverían a decir que asustados.

Así que en automático los dos se dirigieron a tu habitación, se detuvieron justo en la puerta, siendo que esta estaba cerrada y se quedaron estáticos sin saber qué hacer.

Sabían que te molestarías si entraban a tu habitación sin su permiso, aun así, había algo en su interior, una alarma que no dejaba de sonar, rogándoles que hicieran caso y entraran, porque sabían que algo no estaba bien y que los necesitabas.

Ambos se miraron y como si se leyeran la mente, asintieron.

Rindou dio un paso al frente, estiró su brazo para tomar la perilla de la puerta y abrirla, mas no se esperaba que su cuerpo no le respondiera, al querer tomar aquel objeto, su mano se detuvo y se instaló un temblor que le impedía cometer lo que quería.

Aquello sorprendió tanto a Rindou como a Ran, era como si su cuerpo los estuviera preparando para algo, no sabían ni tenían la más mínima idea de que era lo que les esperaba al atravesar el umbral de tu puerta.

Ran estaba impaciente, sobre todo porque, a cada segundo que pasaba, el miedo en su interior crecía.

–A un lado Rindou– espetó el mayor con desesperación y abrió de golpe la puerta.

Encontrándose con lo que menos imaginaba.

En cuanto abrió la puerta el olor a algo inundó sus fosas nasales, se adentró más en tu habitación con Rin siguiéndole el paso, topándose con los artefactos que utilizabas para drogarte, eso sin contar la cantidad alarmante de droga que poseías y que estaba a tu disposición las 24 horas del día.

No obstante eso no fue lo que más le asustó, el verdadero temor llegó en cuanto te vio a ti inconsciente.

Te encontraron sentada en el piso, la espalda la tenías recargada en la base de tu cama, con los brazos a los costados de tu cuerpo, con incontables pinchazos en estos, encontraron tanto recientes como viejos.

Se quedaron impactados al ver como estabas inconsciente por las drogas que consumiste, como al mismo tiempo las comisuras de tus labios estabas elevadas dejando ver una tenue sonrisa y por tus orbes cerrados caían lágrimas como cascadas, que ni aun inconsciente dejaban de fluir.

Ran corrió rápido a ti con cuidado de no pisar nada de lo que estaba en el suelo, te tomó en brazos sacudiéndote esperando que con el movimiento te despertaras.

– ¡Rumi! –grito Ran mientras te sacudía pero no obtenía respuesta alguna de tu parte.

Rindou por su parte se quedó estático, no sabía que se suponía que tenía que hacer, mucho quería ver a su hermanita en ese estado.

–Mierda Rumi despierta– espetó Ran entre dientes sosteniéndote de la mandíbula.

–Ra-an– balbuceo Rin entre dientes totalmente nervioso.

– ¡Rindou! – grito el mayor a su hermano. – ¡Ayúdame a llevar a Rumi al baño!, tenemos que hacerla vomitar esta mierda.

Solo a gritos Ran logró sacar de su trance a Rindou para que pudiera ayudarlo, así que, juntos te cargaron y te llevaron al baño para hacer lo que el mayor dijo.

Una vez en el baño, te sentaron en el piso por la taza de baño, Ran con miedo, metió dos de sus dedos por tu garganta esperando pudieras vomitar logrando su cometido, provocó que expulsaras todo lo que tenías dentro y solo así logró tener una respuesta tuya.

Posterior a esto, te dieron un baño, donde vieron todos los pinchazos, moretones, heridas ya cicatrizadas que tenías en tu cuerpo, prueba fehaciente de todo lo que sufriste y sacrificaste en su ausencia.

Generando un sentimiento de culpabilidad en los pechos de ambos hermanos.

Una vez ya bañada, te dejaron en tu cama durmiendo.

Ahora tocaba esperar que despertaras.

–Carajo– habló Ran por lo bajo mientras se sentaba en el borde de tu cama.

– ¿Por qué no nos dimos cuenta antes de que Rumi hacía estas cosas? – inquirió Rindou consternado.

–N-o lo sé– dijo Ran con la voz entrecortada, reprimiendo en su interior las lágrimas.

El de lentes se sentó al lado de su hermano y pasó uno de sus brazos por su espalda dándole un abrazo.

Ambos se sentían culpables, pues no pudieron estar para ti como te lo prometieron, no obstante, el que se sentía peor era Ran, ya que pensaba que era su responsabilidad todo lo que ocurriera, así que sentía que el peso de todo estaba en sus hombros. Se suponía que era su deber cuidarte y protegerte, infinidad de inseguridades y preguntas surgieron en su mente.

– ¿Por qué no pensé que esto pudiera pasar?, esto es mi culpa, ¿Cómo no lo note antes?, ¿Dónde carajos estaba yo?, Rumi se estaba muriendo frente a mis ojos y no lo note, ¿Qué clase de hermano soy si no la puedo cuidar bien?

Todo esto y más pasó por la mente de Ran Haitani y como si Rindou le pudiera leer la mente, hablo.

–Nada de esto es tu culpa hermano– pronunció Rin mirando al frente y llamando la atención de Ran. –Rumi ya no es una niña, ella sabe lo que hace y no podemos protegerla todo el tiempo, ella decidió usar estas mierdas y no fue porque nosotros no estuviéramos en ella.

"Rumi ya no es una niña", aquella frase resonó en la mente de Ran, porque era verdad pero no lo quería aceptar.

–Vamos a tirar todo esto Rindou– habló Ran mientras se levantaba de donde estaba sentado provocando la misma acción en su hermano.

Por las siguientes horas en lo que tú despertabas, ellos se encargaron de limpiar todo y buscar todo lo que tuvieras guardado para desecharlo y no te quedará nada.

Se sorprendieron con la cantidad de cosas que tenías para el tiempo que estuvieron ausentes.

Al cabo de unas horas por fin estabas despertando, abriste los ojos aturdida tratando de ver dónde estabas, después recordaste que estabas en tu habitación pero lo que no sabías era como habías llegado a tu cama, pues esos detalles no estaban en tu memoria.

Te sentaste en tu cama despabilándote y de nuevo notaste algo diferente, esto era que no tenías la misma ropa.

Procediste a levantarte de tu cama y saliste de tu habitación rumbo a la sala de estar donde encontraste a tus hermanos sentados en el comedor con un semblante demasiado serio, que en automático te puso nerviosa.

–Hermanos– hablaste despacio llamando su atención. – ¿Qué sucedió?

– ¿Qué sucedió?, ¿En serio nos preguntas eso? – cuestiono molesto Rindou.

–Rindou cálmate– dijo el mayor.

– ¿Cómo mierda quieres que esté calmado con lo que acaba de pasar Ran? – nuevamente hablo el de mechas celestes exaltado.

–Solo calmate– dio suspiro pesado Ran. –Rumi– llamo el de trenzas.

–Dime Ran.

¿Por qué lo haces? – inquirió muy preocupado el mayor.

– ¿De qué estás hablando hermano?

–Ya no es necesario que lo ocultes o niegues. – no podías soportar la cara de tristeza de tu hermano, estabas a nada de contarles toda la verdad, porque como siempre ellos eran tu única debilidad, pero aun pensabas que había manera de poder salvarte de esta.

–No entiendo nada Ran– abriste la boca para seguir hablando, no obstante, Rindou te interrumpió.

–De que te drogas Rumi– escupió con odio Rindou.

En ese momento palideciste y tu mente se puso en blanco, pues no sabías que decir, nada de lo que dijeras te podría salvar de la inevitable realidad de la que tanto te gustaba escapar.

–Y-yo– necesitabas hablar, más ninguna palabra salía de tu boca, habían cientos de cosas que querías decir, aun así, no conseguías formular una sola oración.

– ¿No piensas decir nada? ¿De verdad Rumi? – seguía atacando Rin con sus millones de preguntas.

–Rindou que te calmes– como siempre Ran tenía que mantener la cabeza fría en este tipo de asuntos.

–No me voy a calmar Ran– el mencionado volteo a ver a su hermano molesto. – ¿Tú no estás enojado? Porque yo sí.

–Si lo estoy pero gritándole no vas a solucionar nada– el mayor también estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba.

– ¿Entonces cómo se supone que debo hablarle? Dime, te lo dije, ya no es una niña, si quiere pretender ser adulta y hacer estas estupideces se tiene que comportar como tal.

–Esto no es de lo que se supone que deberíamos de estar hablando– mencionó exasperado Ran.

– ¿Si no es de esto entonces de qué? Yo no puedo quedarme aquí parado pretendiendo que nada paso.

– ¡Cállate Rindou! – gritó Ran cuando su paciencia llegó a su límite. – ¿Qué no ves que es una adicta? Eso es de lo que deberíamos de estar hablando, ya no podemos dejarla sola, porque no confió en que se pueda mantener limpia.

Mientras ellos discutían, tú solo estabas estática en tu lugar, te sentías totalmente mal, de repente las ganas de llorar inundaron tu ser y no fuiste capaz de contenerlas. Llevaste tus manos al borde de tu playera y la arrugaste esperando silenciar cualquier sonido que pudieras emitir.

Ran y Rindou detuvieron su discusión cuando notaron que no habías hablado en lo absoluto, voltearon a verte encontrándote llorando en silencio, provocando en ellos dos diferentes reacciones.

En Ran, su lado paternal se activó, quería abrazarte y decirte que todo estaría bien, que ellos te ayudarían a superar esto, que lo intentarían juntos las veces que fueran necesarias y que no te dejarían caer nunca más. Sin embargo, todo se lo guardó y no dijo ni una sola palabra.

Por otro lado en Rindou, solo ocasiono que su nivel de enojo se elevará, también quería ayudarte, pero la decepción y enojo era más grande en su ser que le nublo la vista, impidiéndole ver que lo único que necesitabas era un abrazo. El de lentes no se guardó ninguna de sus palabras, él soltó todo lo que tenía por decirte.

– ¿En serio estás llorando? Se lo dije a Ran y te lo diré a ti. – dio unos pasos al frente para estar más cerca de ti. –Ya no eres una niña, empieza a actuar como una adulta si eso es lo que quieres.

Un sinfín de regaños comenzó a expulsar Rindou, pareciera que los papeles se invirtieron y ahora el mayor era él.

Dejaste de prestarle atención a tu hermano, ya que, cientos de pensamientos intrusivos comenzaron a llegar a tu mente agobiándola.

Los regaños de tus hermanos, sumado a tu desastre de mente, lo único que generaba era ansiedad, para que esta terminara en volver a caer en el mismo problema.

–No sabes nada– murmuraste muy bajo pero fue lo suficientemente alto para que Rin te escuchara y se detuviera.

– ¿Qué dijiste? – preguntó el de lentes.

– ¡No sabes nada! – gritaste como al mismo tiempo le diste un empujón alejándolo de ti.

Ambos hermanos se impactaron cuando empujaste a Rindou y les gritaste.

–Entonces explícanos, ¿Qué es lo que no sabemos? – habló Ran metiéndose a la discusión.

Guardaste silencio por unos segundos tratando de reunir el valor necesario para poder decirles aquello que llevabas guardado desde que ellos llegaron de prisión.

Empuñaste tus manos clavando tus uñas en tus palmas cuando por fin te sentiste lista.

–Siempre hemos sido los tres... porque los tres somos uno ¿No? – tragaste pesado saliva en el crudos silencio que se formó. –Pero de la nada ustedes me excluyeron de sus cosas.

Ambos hermanos tenían una cara de culpabilidad y consternación que no podrían disimular aunque quisieran.

–Yo sé que no soy fuerte como ustedes– mencionaste con pesar aquello, dándote cuenta de que te encontrabas en un mar de llanto. –Pero aun así los puedo ayudar y estar los tres juntos.

–Ustedes me prometen que jamás se irán y ya se han ido dos veces sin dar explicaciones– limpiaste bruscamente las lágrimas que corrían por tus mejillas y seguiste hablando. –Y me dejaron sola, ¿Saben que es lo que se siente?

Ran quería hablar, aunque te adelantaste.

–No, no lo saben, porque ustedes han estado juntos, han pasado por los peores momentos, pero juntos y yo me quede aquí sola.

Aquello solo puso a pensar a los hermanos, pues ellos lo vivieron de una forma completamente diferente a la tuya.

–Y ahora que salieron ya no son los mismos... Ya no me quieren como antes...– mencionaste aquello mientras bajabas la mirada. – ¿Acaso soy un estorbo en sus vidas?

Dirigiste a tu mirada llena de lágrimas a la de ellos quienes solo abrieron los ojos al ver que tan rota estabas y ellos no tenían ni la más mínima idea.

–Porque si es así yo me puedo ir y dejarlos para que sean felices ustedes dos, porque los amo más de lo que me amo a mi misma– hablaste desde lo más profundo de tu corazón, llegando justo al de ellos. –Y si eso significa... irme de su lado o dejar de existir... lo haré, porque así de mucho los amo.

Dejaste a tus hermanos sin habla, solo silencio, tratando de encontrar aquella mágica conexión que solían tener, buscarán en sus miradas la señal que los pusieran en sintonía.

Por más que trataron... simplemente ya no existía.

–Cuando éramos más jóvenes éramos los únicos, los reyes y reina creyéndonos gobernamos el mundo– sonreíste nostálgicamente al recordar no un ayer tan distante, uno en donde eras feliz. –Sin arrepentimientos, desearía poder revivir cada palabra.

Tomaste un pequeño suspiro en donde te encogiste en tu lugar, llevaste tus manos a tus brazos, dándote a ti misma el abrazo que tanto necesitabas pero que tus hermanos no se dieron cuenta que necesitabas. Solo eso, un abrazo.

–Hemos tomado diferentes caminos y viajado por diferentes caminos, pero sé que siempre terminaremos en el mismo cuando seamos viejos y cuando estén en las trincheras, bajo el fuego, yo los cubriré.

Levantaste la vista ofreciéndoles una hermosa vista, una por la que matarían para verla cada uno de sus días hasta que el único impedimento fuera la muerte.

Las comisuras de tus labios se elevaron, dejando ver una tenue sonrisa, esa que tanto extrañaba.

–Hermanos, iremos más profundo que la tinta por debajo de la piel de nuestros tatuajes y aunque no compartiéramos la misma sangre, son mis hermanos y los amo esa es la verdad.

–Estamos viviendo vidas diferentes, solo el cielo sabe, si vamos a regresar con todos nuestros dedos de manos y pies, cinco años, veinte años... siempre será lo mismo.

El mayor de los tres se moría por estar a tu lado, por abrazarte, por llorar, sin embargo, había algo que se lo impedía, no sabía qué era lo que provocaba que su cuerpo no reaccionara como él lo deseaba.

Le daba miedo, porque, por alguna razón, todo lo que decías...

Sonaba a despedida.

–Y si se encontraran con aguas turbulentas, seré la que los mantenga calientes y seguros, hasta que nos despidamos el día de nuestra muerte.

Entre lágrimas, lo único que podías ofrecerles era una sonrisa, esperando que entrara en su corazón y una vez más te apoyaran, una vez más fueron uno solo.

Si me estuviera muriendo de rodillas, ustedes serían los que me rescatarían y si se estuvieran ahogando en el mar, yo les daría mis pulmones para que pudieran respirar.

Te acercaste a ellos a pasos cautelosos, tomaste sus manos entrelazándolas con las tuyas, con la mínima esperanza que te dieran una oportunidad más.

Los tengo hermanos.

Nuevamente lo que reinó fue el silencio.

Esperabas una reacción suya, esperaste y no obtuviste nada, solo sentiste como apartaron sus manos de las tuyas, dejándote vacía.

Con los orbes desorbitados bajaste la mirada al piso, pues ya no tenías la fuerza para verlos a los ojos, ya no más, era claro que ellos ya no querían.

Diste unos pasos hacia atrás, con intenciones de huir de ellos, Ran pareció notar tus intenciones, así que dio un paso al frente y estiró su brazo para tomar el tuyo, pero en cuanto él hizo aquello tú corriste en dirección a la puerta de su casa, huyendo por fin de ellos.

Ran estaba a punto de ir a por ti, no obstante Rindou lo detuvo antes de que diera otro paso.

–No Ran– dijo neutral Rindou, más su cara no reflejaba lo mismo, su cara también se moría por ir tras de ti. –Dejala... deja que piense las cosas, cuando vuelva estaremos aquí para ella.

Ran no quería, pero terminó cediendo y ambos hermanos se sentaron en los sillones en silencio tratando de reflexionar todo lo que había sucedido en menos de 6 horas.



∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗



Tu por otro lado saliste a las calles en un mar de lágrimas, deseando nunca haber escuchado las hirientes palabras de Rindou así como nunca haber visto la cara de decepción que Ran tenía en su rostro.

Inconsciente o conscientemente te dirigiste a los barrios donde abundaban las sustancias a las que tanto eras adicta y donde ya eras conocida, por tu adicción y por tu reputación.

Entraste a un bar que antes manejabas en ausencia de tus hermanos y te sentaste en la barra en espera de la persona que siempre te proveía de todo tipo de sustancias ilícitas.

–Rumi– escuchaste que te llamaban por tu izquierda y volteaste viendo a quien esperabas. –, ¿que te trae por aquí?– preguntó mientras se sentaba a tu lado.

–Necesito mas de las pastillas que me diste el otro dia– dijiste concisa y sin ganas de entablar una conversación.

–Oh ¿te gustaron?– cuestiono con un tono burlón.

–¿Las tienes si o no?– escupiste sin paciencia y con una mirada que le daría miedo a cualquiera.

El hombre que oscilaba la misma edad que tu hermano mayor Ran solo pudo tragar saliva pesado y mirar a su alrededor en busca de alguien indeseado.

De su chaqueta sacó unas pastillas y las deslizo por la mesa hasta que llegaran a tu mano.

–La casa invita Rumi.

Tú solo volteaste los ojos y guardaste las pastillas y saliste de ahí.

Al llegar a tu casa, no sabias que hacer, si entrar por la puerta y arriesgarte a volver a enfrentar a tus hermanos o escabullirte por tu ventana y entrar sin que nadie se enterara.

Te decidiste por la segunda opción...

Entraste a tu habitación por la ventana y ya ahí te diste cuenta que tus hermanos habían tirado todo.

Sentiste un gran vacío y desesperación al ver tu habitación extremadamente limpia, no sabías que era lo que provocó tu llanto pero ahí estaba, sin intenciones de parar, tal vez era la rabia de haber sido descubierta, como también el hecho de saber que ya no estabas sola, la costumbre de estarlo y de la nada tener a tus dos fuertes pilares te agobio.

No sabías que era, mucho menos lo que sentías o querías hacer.

Lo único que sabías era que querías desaparecer.

Sacaste las pastillas de donde las tenías y las pusiste en tu mano listas para tomarlas, por un momento dudaste, no obstante, el vacío en tu corazón era más grande que tu propia existencia.

Por lo que sin temor alguno te tomaste las 12 pastillas y te acostaste en tu cama sintiendo como los efectos de la droga comenzaban a apoderarse de ti.

Un sueño se comenzó a apoderar de tu cuerpo, que se sentía más liviano que nunca, todo pasaba lento y aquello te gustaba.

Te acostaste de lado y abrazaste un peluche que alguna vez tus hermanos te lo ganaron en una feria.

Te entregaste en los brazos de morfeo, quien te acogio entre los suyos, dándote el mejor de los sueños, aquel que tanto anhelabas que fuera verdad y que ahora se convertiría en tu realidad.



∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗



A la mañana siguiente Ran y Rindou se encontraban frente a tu puerta, decididos a entrar y hablar más calmados respecto a ti, finalmente ofreciendo todo su amor.

Ran abrió la puerta y te vio recostada de lado dándole la espalda a ellos.

–Ruru– llamo el de trenzas. –, queremos hablar contigo.

–Ruru, perdón por cómo te hable ayer– dijo Rindou mientras se acercaba a tu cama y se sentaba en ella.

–Ruru, por favor hablamos– pidió el mayor.

–¿Ruru? – llamó el de lentes mientras movía lentamente tu cuerpo en busca de una reacción tuya.

Pero no obtuvo nada.

Rindou te volteo boca arriba viendo que no poseías respiracion asi como estabas demasiado pálida.

El de lentes se alejó asustado de tu cuerpo que él creía inconsciente alarmando a su hermano mayor.

–Rindou ¿qué sucede?– preguntó Ran dirigiendo su mirada a ti, viendo ahora el temor de su hermano.

Tu pecho no se elevaba demostrando que estabas respirando, así como la palidez de tu piel solo indicaba una cosa.

–No no no no– Ran tomó tu cuerpo entre sus brazos esperando que reaccionaras. –Ruru despierta por favor – pedía con fervor el de trenzas mientras que Rindou yacía estático en su lugar con las lágrimas a punto de brotar de sus orbes violetas.

–Hermano– llamó el de lentes provocando que el mayor volteara a verlo en lágrimas. –¿ella está...?

Pronunció al aire no queriendo declarar lo que ambos ya sabían.

–Si Rindou– volteo a verte y en eso cayo una lagrima suya en tu mejilla causando más dolor en su alma. –E-ella está... mierda– tomó un fuerte suspiro llenando sus pulmones de aire esperando que esto le diera el valor para pronunciar aquella palabra. –Ella está muerta.

–No, no puede, esto no es verdad– Rindou llevó sus manos a su cabello revolviendolo con desesperación. –Hermano dime que es mentira – suplico con toda su alma el de lentes, poniendo toda su fe en el mayor y que él resolviera todo como siempre suele hacerlo.

–Lo siento Rindou, Ruru ya no está con nosotros.

El llanto del de lentes explotó pegando un grito de dolor que desgarró su garganta y corazón al saber que había perdido una parte de su alma.

–Lo siento demasiado Ruru– mencionó en gimoteos el de mechas celestes. –Perdoname por favor, no te vayas.

Mientras pedía aquello mientras se hincaba y abrazaba tus piernas.

Aquello rompió aún más el corazón de Ran, su hermanita había muerto y su hermanito estaba sufriendo.



∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗



Lo que sucedió después de tu muerte ahora eran recuerdos borrosos en la memoria de los hermanos, que preferían ignorar la herida que tenían a afrontar el dolor que significaria el aceptar que habías muerto.

Justo acabando el velorio ellos desaparecieron de la vida de sus padres sin dejar huellas, pues ya no tenían nada que ver con ellos, poniendo la culpa en sus hombros por lo que había sucedido.

Se dedicaron de tiempo completo a las pandillas, volviéndose aún más peligrosos y despiadados que nunca.

Ahora miraban atrás y ya habían pasado 12 años desde tu muerte y seguía doliendo como el mismo día.

Hoy en dia formaban parte de la organización criminal mas grande de Japón llamada "Bonten" que se le culpaban crimines como trafico de personas, trafico de droga, venta ilegal de armas, prostitucion, asesinato entre muchos otros cargos.

Eran los criminales más buscados de todo Japón, sino es que del mundo.

Estaban en un bar a medio día, Ran y Rindou, tomando un trago como solían hacerlo, pero justo en ese momento llegó a su mente, como una ola fría que azotó a su memoria.

–Ran– llamo el menor.

–Dime.

¿Aun la extrañas?– pregunto ahora Rindo que tenía un mullet en tonalidades moradas.

Siempre – salió en automático su respuesta, afligiendo sus pobres corazones. –Siempre lo hago.

–Yo también– admitió Rindou. –, a veces me pregunto que tipo de mujer se hubiera convertido, o en cómo luciría.

–Seguro hubiera sido igual de hermosa como lo fue– y en ese momento una genuina sonrisa se mostró en el rostro de ambos hermanos.

–Siempre fue hermosa.

Y sin más se quedaron el silencio.

Con un amargo recuerdo en su mente, tu figura desvanecida por el pasar de los años, que cada vez se les hacía más difícil recordar tu rostro o tu voz, aunque ya había olvidado cómo era que se sentían tus abrazos.

Añorando lo que pudo haber sido...

Si los tres hubieran sido uno...

CONOCERTE

Pudo ser cuestión de suerte

o una simple coincidencia,

pero prefiero interpretarlo

como un regalo de la vida.

-Andres Ixtepan.

8766 palabras



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N/A:

Ufff aqui un OS al que le puse mucho esfuerzo y cariño.

Ojala les guste y le den apoyo, se que he estado desaparecida pero a su autora le rompieron su corazoncito y está en proceso de sanación.

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