Para Lovi

Antonio:

Ayer en la noche y justo antes de terminar el doble turno en el hospital arreglé mi horario para tomar la jornada de la tarde. Estaba saliendo del edificio a las seis de la mañana y tenía gran parte del día para reponer energías, es decir, echarme en la cama y abandonar mi cansado cuerpo al sueño. No supe de nada más que de dormir hasta bien entrada la tarde. Eran las cuatro y media y de no haber sido por el calor que abrasaba Madrid, con gusto hubiera pasado de largo hasta la noche siguiente. Tenía que volver a la práctica a las seis de la tarde, eso me daba suficiente tiempo para ducharme, comer algo y llegar al hospital caminando.

Las horas de sueño no habían sido suficientes, dormir nunca era suficiente, pero aun así había algo que me motivaba a seguir caminando por la soleada calle en lugar de quedarme en casa, y estaba casi seguro de que no era la vocación profesional. Lovino Vargas se había quedado dando vueltas en mi cabeza durante todo ese tiempo con su rostro malhumorado y su acento tan curioso.

Encontrarse a alguien en su situación era casi como ver pasar una estrella fugaz. Todos los niños que compartían la zona de pediatría se curaban antes de alcanzar la adolescencia o en el peor de los casos no sobrevivían. Por otro lado, las personas mayores no llegaban a ese estado sino hasta más avanzada la edad, cuando los años y la vida les pasaban factura. Un chico como él debería estar saliendo con sus amigos, saliendo de fiestas y emborrachándose por vez primera, no encerrado en las cuatro paredes blancas de una sala de hospital.

-paredes blancas... -una idea fugaz pasó por mi mente al recordar lo triste que podía llegar a ser el interior de una de las salas, a pesar de ser el área de los niños, no había muchas cosas que animaran el ambiente, no al menos para alguien como Lovino. No podría decir que llegó la respuesta a mi mente, fue más bien mi nariz quien me guió hacia una esquina de la plaza donde una mujer rechoncha y pequeña vendía ramos de flores de todos colores.

-buenas tardes, joven ¿busca un regalo para alguien especial?

- ¿Qué me recomienda usted? -le dije señalando las flores con la cabeza.

-tengo flores para todos los corazones. Rosas blancas si es un primer amor, margaritas para los amigos... -fue nombrándome una a una todas las bellas flores del puesto, pero no hacía falta ya, desde que las había visto mi atención no se despegó de las delicadas flores azules que se asomaban con timidez en un rincón. Serían perfectas para Lovi.

~

-se te ve feliz, mon ami. -dijo Francis canturreando a mi alrededor en nuestro recorrido por la sala de los bebés. En esta ocasión teníamos que encargarnos de revisar que estuvieran en perfecto estado y tuvimos suerte, ninguno de ellos presentaba grandes problemas con el avance de su salud y hasta se les veía contentos. Aunque no tanto como mi rubio amigo, que sonreía anticipándose a lo que fuera a contarle. -conozco esa mirada soñadora, ¿a quién es la afortunada?

- ¿de qué estás hablando? -dije anotando los datos en las fichas de uno de los niños. -lo que sea que te estés imaginando no es cierto.

-lo que tú digas. -respondió entre risas y estuve por decirle algo más, pero uno de los bebés rompió a llorar sacándonos de nuestra conversación. -yo me encargo. -dijo tomándolo en brazos para mecerlo despacio, poco a poco el niño se calmaba hasta quedarse otra vez profundamente dormido.

- ¿eres un encantador de bebés o algo así?

-solo es práctica y cariño, tu tendrás que hacer lo mismo con otro chico unos pisos más arriba.

- ¿en serio? -dije medio emocionado y asustado, si bien no tenía problemas en cuidar de los niños y hasta le disfrutaba no podía dejar de pensar en dos cosas; que en cualquier momento todo este enredo se solucionaría y yo volvería a hacer mi practica en el área de neurocirujia, y que por mucho que me gustaran los niños no tenía idea de cuál era el procedimiento oficial al tratar con ellos. Una cosa era jugar y hacerlos reír y otra muy distinta era ocuparse de su salud, hasta el momento siempre había estado junto a Francis y pensar que tendría que trabajar solo me ponía más que nervioso.

-se trata de un caso un poco complicado, pero estoy seguro de que si puedes con él podrás con cualquier cosa dentro de este hospital. -Francis había dejado al niño durmiendo y me conducía por el pasillo tomado del hombro. -en un muchacho algo mayor que el resto de los pacientes, sufre de fibrosis quística desde que era un bebé, aunque si enfermedad no es nada en comparación con su carácter.

- ¿Lovino Vargas?

- ¿ya lo conoces?

-hablé con él ayer

-eso lo hace más fácil. -pasamos por la oficina del doctor y él se quedó parado junto a la puerta. -necesito que vayas a asegurarte de que todo marcha bien. Niveles de oxigenación en la sangre, temperatura, toma de medicamentos, lo típico. Cuento contigo.

~

Cuando compré las flores hace unas horas todo aquello me parecía más fácil y con muchísimo más sentido que ahora.

¿Qué estaba haciendo un completo extraño frente a la habitación de un chico enfermo con un ramo de flores? Nada muy inteligente, eso es seguro, pero ya estaba ahí y además tenía que cumplir con la revisión de rutina. Así que toqué la puerta y avancé para entrar. Aun se veía el sol en su camino hacia el horizonte, Lovino estaba sentado en la cama con un libro en las manos, pero con la vista fija en la ventana, no me había escuchado llamar o simplemente no tenía interés alguno en ver quién venía a visitarlo. -hola, Lovi. -lo llamé para llamar su atención, solo entonces se dignó a mirarme con el ceño fruncido.

-Mi nombre es Lovino, no Lovi... yo no te ando diciendo Toni o algo por el estilo.

-no me importaría si lo hicieras. -le dije alzando los hombros, el menos bufó y se cruzó de brazos.

- ¿Qué quieres?

-vengo a ver cómo estás.

-una enfermera acaba de darme la medicina y dijo que pronto podré moverme con mi tanque de oxígeno portátil. Dejó todo anotado.

-ya... ahora dime, ¿Cómo estás?

- ¿estás sordo? Te acabo de decir que la enfermera...

-no importa lo que diga en el informe, quiero saber cómo te sientes tú. -por una vez en todo ese tiempo, Lovino no me estaba mirando enojado o burlándose, solo estaba serio y examinándome el rostro como si no pudiera creerse ni una palabra de lo que decía.

-creo... que estoy mejor.

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