Lovi estará bien
Cuanto mas veía la hora más lento avanzaba el reloj, nunca antes había esta tan agradecido por la llegada del almuerzo, y es que estaba exhausto. No había tenido ni un segundo para sentarme en toda la mañana, uno pensaría que siendo pediatra tendrías el trabajo fácil... jugar un rato con los niños, hacerlos reír y recetarles medicina. Pues era muchísimo más que eso.
-lo has hecho bien. –dijo Francis dejando la bandeja del almuerzo en la mesa, no supe en que momento comencé a llamarlo por su nombre de pila, pero no parecía que le molestase. El hospital tenia una cafetería para los trabajadores y a esa hora de la tarde estaba llena, nos costó encontrar un lugar donde sentarnos lejos de todo el ruido y movimiento, al fin podríamos descansar y con suerte hablar. –dime Antonio, ¿Qué estás haciendo aquí?
-verás, tengo mucha hambre y pienso comerme la paella que acabo de comprar. –el se echó a reír, su risa sonaba francesa, todo en el gritaba que era francés.
-no, me refiero a por qué estás haciendo la practica justo aquí.
-ahh... -comencé a mover la comida del plato con la mirada baja. –todos en mi familia querían que fuese doctor, mi padre trabaja aquí y supongo que no tuve que pensarlo cuando me dieron a escoger un lugar para empezar.
-¿tu padre es el doctor Fernández? –ahora me miraba con sus ojos azules abiertos de par en par, la misma mirada que me daban todos cuando les decía quien era mi padre. –no se parecen mucho que digamos.
-es un honor trabajar junto a él... al menos en el mismo hospital, porque no tenía planeado llegar a la sección de pediatría.
-tienes que admitir que te la has pasado genial, incluso después de que ese niño te mordiera. –aun me dolía el dedo, pero tenía razón. No creí que fuese tan divertido.
-de todas maneras tengo que irme a neurocirugía cuanto antes.
-¿por qué?
-no debería estar perdiendo el tiempo aquí... no te ofendas pero he estado estudiando muy duro, y pienso convertirme en cirujano.
-a veces las cosas no son como deberían ser, Antonio. –dijo dándole vueltas al jugo en su vaso como si fuese una copa de vino. –tenemos que estar agradecidos de los accidentes, puede que nos lleven a algo mejor.
No supe que quería decir, de modo que solo me enfoque en el plato frente a mi. pasamos el almuerzo hablando de cualquier cosa que se nos venía a la mente, a pesar de ser unos cuantos años mayor, Francis y yo nos llevábamos de maravilla. No me daban ganas de levantarme de la mesa, pero el receso había terminado y había que ponerse en acción, aun nos quedaba una larga jornada antes de que acabase mi turno.
Me había mandado a buscar unos papeles al tercer piso, todos a mi alrededor me miraban curiosos, parece que los rumores en ese hospital corrían muy rápido y ya todo conocían al chico que había quedado en la sección equivocada. El pasillo que daba a la sala de emergencias estaba tranquilo cuando pasaba por ahí, o al menos lo estuvo hasta que pude escuchar a lo lejos el ruido de las ambulancias acercándose por la calle.
No se de donde salió una tropa de enfermeras que se movían velozmente hasta las puertas, pero en cosa de segundos le habían dejado el camino libre a los paramédicos que entraban llevando una camilla. Mi primera reacción fue moverme, salir lejos para no estorbar, luego recordé que con o sin titulo era prácticamente un doctor, no podía irme sin más.
-¡eh, tú! ¡muchacho!- me grito una de las enfermeras que corría arrastrando la camilla. –el oxigeno, ¡rápido! –no supe a que se refería hasta que al girarme vi a una de las encargadas de urgencias tendiéndome un pequeño galón conectado a una mascarilla de acrílico transparente. Tan pronto como pude comencé a correr para seguirle el paso a la caravana de médicos y enfermeras. El rostro pálido de un niño se asomaba entre las sabanas blancas. Tenia los ojos cerrados y luchaba por respirar mientras a su lado una mujer le apretaba la mano con fuerza. Las enfermeras nos dejaron solos mientras preparaban todo lo necesario para atenderlo, fue entonces cuando vi los papeles en su regazo. Lovino Vargas, 15 años, fibrosis quística.
No esperé mas y lo conecte a la mascarilla, luego de darle primeros auxilios el aire comenzó a llegar a sus pulmones. Su pecho subió para llenarse por completo de oxigeno, entonces abrió los ojos. Canela, leche y café, miel... nunca había visto unos ojos así. Quise pensar que por un momento el muchacho me vio también, aunque dudo mucho que hubiera estado consciente de lo que pasaba a su alrededor. Soltó un débil suspiro antes de volver a cerrar los ojos, luego de eso las enfermeras ingresaron la camilla a la sala.
No podía entrar, ni hablar con nadie por el momento, me había quedado parado en medio del griterío de enfermeras sin atinar a nada más que pensar en esos maravillosos ojos.
Y debí de haberme visto ridículo, ya que luego de treinta minutos yo seguía ahí, esperando saber algo más, cualquier cosa que pudieran decirme de Lovino. No tuve suerte porque nadie se apiado de mí y mi curiosidad, no me quedó más que dar la vuelta y volver luego a ver si podía sacarle información a alguna enfermera chismosa con ganas de saltarse el trabajo. Iba doblando el pasillo cuando lo vi a él. De no ser porque yo mismo lo había visto ingresar a emergencias hubiera jurado que era Lovino Vargas sentado con la cabeza apoyada en las manos. Me acerqué despacio y con temor de haberme vuelto loco, apenas puse mi mano en su espalda el clon de Lovino dio un salto y soltó un gemido ahogado.
-¿Cómo esta mi hermano? –dijo en tono de suplica con sus ojos castaños aguados. -¿ya puedo ver a Lovi? –y como si fuese una enorme nuez, mi corazón se rompió en dos al notar la preocupación en la voz del chico.
-Lovi... Lovi estará bien.
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