Ella ya no está
(Antonio)
Para el momento en el que un par de enfermeras aparecieron en el pasillo, ya no sabía si era el cuerpo de Lovino el que temblaba entre mis brazos o era yo mismo perdiendo los nervios. Una de ellas fue a buscar una camilla, la otra corrió hasta perderse de mi vista seguramente a buscar a los paramédicos.
Lovi tenía las manos agarrotadas que se aferraban a mi bata, y me costó un tanto dejarlo acostado. La enfermera le abrió los ojos para revisarle las pupilas al tiempo que le tomaba el pulso, todo parecía estar en orden, todo excepto que cualquier cuidado que pudiera proporcionarle siempre sería demasiado brusco como para que resistiera sin meter las manos en el asunto. -deje que lo lleve a emergencias, sé dónde está. -le dije con voz ahogada. Era trabajo de las enfermeras transportar a los pacientes y yo ni siquiera era doctor, pero la mujer debió de ver la desesperación en mi rostro y se hizo a un lado para dejare el paso despejado.
No tuvimos tiempo de buscar el oxígeno de emergencia, aunque no sería necesario si nos movíamos rápido. Esta era una de las crisis de Lovino, rutinaria para quienes lo habían visto en el hospital desde muy niño, pero que no dejaba de ser tortuosa.
No me tomó más de tres minutos llegar a la sala de emergencias. Las puertas, siempre abiertas, se balanceaban detrás de mí y la camilla cuando hubimos entrado. Aún no había nadie con quien hablar, nadie que me dijera que todo estaría bien. Me acerqué por el lado para quedar más cerca de Lovi. Tomé su rostro helado entre las manos para acariciarlo con cuidado, y aunque tenía los ojos fuertemente cerrados por el dolor de no poder respirar, al verlo solo pude recordar lo maravilloso que se veía recibiendo los rayos del sol. No poder hacer nada era una sensación desgarradora y aún más terrible que quedarse sin aire. -tranquilo, Lovi... los paramédicos vienen. Yo... mierda... -miraba en todas direcciones, pero solo veía paredes blancas y maquinas llenas de cables. En todo el tiempo que estuve estudiando no me había interesado en el funcionamiento de aquellos horribles aparatos, tampoco servían mucho los primeros auxilios y ponerse a apretar botones a lo loco no era una opción. -n-no sé qué pasa... pero voy a quedarme contigo. Lovi... te prometo que no voy a moverme de aquí.
Justo entonces las puertas se abrieron de un empujón. Tres hombres entraron con guantes y mascarillas puestas y se abalanzaron sobre el cuerpo helado del menor. Uno de ellos, el más joven, me tomó del hombro para que me alejara. - ¡quédate atrás!
-¡¡por favor!! ¡¿puedo ayudar en algo?! -le supliqué mientras me movía para tratar de ver qué pasaba con Lovino detrás de los cuerpos de los doctores.
-esta no es tu área, sal antes de que nos hagas perder más tiempo.
-pero... Lovi...
-¡ANTONIO! -Una voz familiar se alzó sobre el ruido de máquinas y gritos. Al voltearme vi a Francis avanzar a pasos agigantados hacia mí. -Antonio, ven conmigo. -Francis me tomó por la muñeca para comenzar a jalarme fuera de la sala.
-Francis, tienes que decirles que dejen que los ayude... es Lovino, n-no sé qué le pasó... ¡haz algo! -hablaba cada vez más alto y rápido, tanto que daba la impresión de que el de la emergencia fuera yo, y hubiera seguido así de no ser por la mirada gélida que me lanzó el rubio justo antes de salir. Había sido suficiente para dejarme callado, aunque no para tranquilizarme.
Pasaron diez minutos o más, al menos según mi reloj, ya que hubiera jurado que llevaba una eternidad sin saber de Lovino. En ese tiempo Francis no me había soltado la muñeca ni habíamos parado de avanzar por los pasillos del hospital Santa Rosa. Cuando llegamos a la azotea, el medico dio por terminado su paseo y se quedó de pie contemplando el cielo en completo silencio. -Francis... -lo llamé tentando a mi suerte. El me devolvió la mirada ya no tan fría como había sido la primera, pero que tenía impreso un único y claro significado. "cállate"
-no puedo creerlo Antonio. –
-¡tampoco yo! Lovi estaba bien, estábamos hablando y... eso pasó
-no me refiero a Lovino, estoy hablando de ti. -dijo en tono terminante y sacando un cigarrillo del bolsillo para encenderlo. -se supone que vas a ser doctor, ¿Cómo es posible que hagas un escándalo así en plena sala de emergencia?
-yo... solo quería ayudar.
-tienes que dejar que los especialistas trabajen en paz. No hay nada que tú puedas hacer que ellos no hagan ya. -Francis le había dado una honda calada al cigarro y ahora se alborotaba el cabello al tiempo que exhalaba el humo. Yo lo veía perplejo e indignado, con la mandíbula apretada y entre medio de las lágrimas que me salían de la pura rabia. -no creo que entiendas lo que acabas de hacer, ¿no sabes que cada segundo cuenta ante una emergencia?
-lo sé
-Antonio. -su voz se había suavizado un poco cuando se acercó para ponerme una mano en el hombro. -sabes cuales son las normas éticas de la medicina, ¿cierto? Debes saberlas, hasta los más novatos las conocen. -bajé la mirada al piso, sin atreverme a responder. -Antonio... no debes involucrarte emocionalmente con los pacientes... te lo estoy pidiendo no como tu jefe, sino como tu amigo.
-pero Lovi está casi sano, pronto no será un paciente.
-conozco a la familia Vargas desde que Lovino tenía unos cinco años. Lo siento mucho, pero esto no va a mejorar.
-¿Cómo puedes estar tan seguro? ¡No le estas dando ni un poco de esperanza!
-¡¿Dónde crees que está la madre de Lovino?!
-ella... pues, ella... -no me había dado cuenta de que hasta ese momento el menor no había mencionado a su madre ni una sola vez, era raro solo ver a su tía y hermano, o al menos hubiera sido raro si el suyo fuese un caso normal. Entonces todo encajó. -ella ya no está ¿cierto?
-la Fibrosis quística no solo es una enfermedad mortal, también es hereditaria... Katherine Vargas murió muy joven. Igual que lo hará su hijo.
-no es justo. -dije apretando los puños enojado, aunque no sabía por qué o con quién. ¿Quién tenía la culpa en estos casos? -no es justo.
-ya lo sé... es una mierda. -el rubio se acercó ahora sin el cigarro, finalmente sin la mascara de tipo duro de hace un momento. Volvía a ser Francis el amigo, el pediatra amable y con su imborrable cara de sueño de siempre. Me ofrecía su hombro para ocultarme y yo no iba a dudar en aceptarlo. -a veces nuestro trabajo es una mierda. Pero supongo que solo podemos cuidar de Lovi mientras esté aquí.
-soy un idiota, Francis. No debí haber entrado a interrumpir a los paramédicos.
-no eres idiota, Antonio... solo estás enamorado.
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:c y después preguntan por qué sufro ataques de depresión </3 en fin... a veces siento necesidad de escribir cosas así. Estoy sola en mi casa así que creo que voy a estar escribiendo todo el día.
Sus comentarios y votos me alegran mucho, amo con mi corazón entero leerlos uwu
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