Capítulo 1: El sexo es un problema
Dos, tres, cuatro, cinco y así tantas veces que podría contar hasta mil. No servía taparse los oídos con la almohada, no servía golpear la pared pidiéndole que dejara de hacer ruido. Seguía escuchando como el cabecero de la cama de su compañero de piso continuaba chocando frenéticamente contra la pared e interrumpía su sueño. A su lado, su tierno, precioso y sexy novio Ryu dormía plácidamente ajeno a todo el ruido que causaba Dazai con su conquista de una noche, que suerte había tenido Akutagawa de caer dormido antes de que estos llegaran. En cuanto a él, estaría seguro de que no podía pegar ojo en toda la noche.
Quería aporrear la pared y mandar a la mierda al idiota que un día pensó que sería buen compañero de piso, pero despertaría a su querido gótico y por nada del mundo perturbaría su dulce sueño. Menuda cagada fue mudarse con Dazai, los alquileres estaban caros, pero habría preferido endeudarse de por vida a sufrir cada noche los continuos gemidos de putas anónimas que iban rotando cada noche. Nunca había una igual, lo cual le sorprendía porque con el ritmo que llevaba, debía haberse follado ya a toda mujer soltera o chico pasivo de Yokohama.
Estaba harto. Cada noche una desconocida nueva entraba en su piso, cada mañana tenía a una desconocida nueva bebiéndose su café y este ciclo se repetía día sí y día también.
No iba a dejar que esto siguiera así. Más le vale prepararse mañana porque le iba a pegar una patada en las bolas y a decirle que si se iba a traer a alguna zorra a casa para follar con ella, que mejor la llevase a un hotel.
Eso se lo diría mañana pero desgraciadamente debía aguantar lo que le quedaba de noche así, por lo que cogió su móvil e intentó buscar alguna noticia o algo parecido que le entretuviera. Un anuncio interesante acabó saliendo en su pantalla, un anuncio que le ofrecía tal vez la manera de que Dazai controlara su lívido.
¿Funcionaría? Había que probarlo.
A la mañana siguiente, Chuuya se despertó de bastante mal humor. La zorra número mil no le había dejado dormir, le había robado su turno en la ducha, usó su champú, su toalla y para colmo de males se comió sus pastas de aquella cafetería tan cara que había visitado hace unos días con su Ryu. Que tan hasta la polla estaba de estas zorras anónimas. ¿Por qué las llamaba anónimas? Pues porque nunca sabía sus nombres, si ni Dazai que se las follaba hacía el intento de aprenderse sus nombres, ¿por qué lo haría él?
Cuando llegó a la cocina, se encontró con zorrita nº 1.000 vistiendo solo una camisa de Dazai que le llegaba por debajo del trasero. ¿Esperaba a que Dazai la echara de casa? Nah, que les jodan, él quiere desayunar y desayunará.
— Buenos días~
El castaño le saludó con una sonrisa, menudo cabrón.
— Lo serán para ti, hijo de puta.
— Oh... — zorrita nº 1.000 le miró de arriba abajo — ¿Quién es este? ¿Tu hermano?
— ¡JA! Oye, si ESTE — señaló con desprecio a Dazai — Fuera mi hermano, preferiría cortarme el cuello.
— Hmm... nah, es muy bajito, creo que es imposible que sea tu hermano.
— ¡OYE!
— Jajaja, no te enfades. Esto... — Dazai recorrió con la mirada a la chica en un intento de acordarse de su nombre, como era obvio que no se lo sabía, decidió optar por la vieja confiable — Oye, cariño, este es mi compañero de piso.
Sí, así es, todas sin excepción pasaban a llamarse "Cariño", buena estrategia para que no descubrieran que le importaba una mierda sus nombres.
— Ah, no sabía que tenías un compañero de piso. Bueno, seremos tres en casa, pero aun así nos las apañaremos bien.
El comentario que soltó tan alegre descompuso al mismo tiempo los rostros de Dazai y de Chuuya, ¿cómo que apañárselas bien? Si no iba a volver a poner el pie dentro del piso.
— Dazai — Chuuya le llamó manteniendo una sonrisa falsa y le señaló con la mirada a la futura okupa para que la echase ya de una patada — ¿No se te olvida algo?
— Emm... sí, claro. Oye, eh... cariño. Me alegro de haber pasado la noche contigo, ha sido fantástica.
— ¿A qué sí? Yo opino lo mismo. Eres tan atento, creo que me he enamorado de ti. ¿Cuándo te parece bien conocer a mis padres?
— Pues... ¿nunca?
— ¿Cómo?
— No te ofendas, a ver, ha sido buen sexo. Después de todo lo he dado yo — Dazai se chuleó delante de Chuuya el cual solo rodó los ojos y le dio una mal disimulada patada para alentarle a echarla ya — Pero yo no busco ninguna relación seria, no es lo mío, no me interesa. Soy joven así que estoy bien con un poco de sexo casual, así que... espero que lo entiendas.
Chuuya adoptó el modo estatua mientras Dazai tomaba tranquilamente su café y la zorrita nº 1.000 fruncía el ceño, obviamente sus palabras no le habían sentado bien.
— Entonces... ¿me estás diciendo que solo me has usado para follar?
— Bueno, viéndolo así, ambos nos hemos usado para llegar al orgasmo y para liberar algo de estrés. No busco nada serio pero hey, si algún día quieres desfogar, podemos quedar y...
Dejó de hablar cuando Chuuya le pellizcó la espalda. Era obvio que la mujer que le miraba con un aura asesina rodeándole no le estaba sentando nada, pero nada de nada bien lo que decía y si seguía hablando la acabaría cagando más.
— Mira, te voy a decir lo que vamos a hacer — la chica se levantó del taburete y se acercó a uno de los cajones de la encimera del que sacó un largo y afilado cuchillo — TÚ dejas de decir gilipolleces y YO no te fileteo el pene y se lo doy de comer a mis cuatro caniches.
— Ah, ¿qué tienes caniches? Pues odio los perros así que... uf, que pena, nuestro amor es imposible. ¡Y cuidado con ese cuchillo! — junto a Chuuya, se acabaron refugiando en una de las esquinas de la cocina en espera de una muerte dolorosa.
— ¿Qué te crees? ¿Qué puedes follarme y echarme a la calle al día siguiente? ¡Yo soy una puta princesa así que más te vale estar a mi altura!
— Joder, pues a Blancanieves yo no la vi usando cuchillos — el comentario de Chuuya hizo que la chica le mirase mal, pero se protegió usando a Dazai de escudo — ¡Es él, recuerda que es él al que odias!
— No, no, si no niego el que seas una princesa, pero... ¿te parece si bajas el cuchillo y hablamos?
— ¡NO!
— ¿Qué es todo este escándalo? — algo somnoliento y con una camisa negra de manga corta que le tapaba lo justo y menos, Akutagawa llegó a la cocina sobándose uno de sus ojos con su puño. Solo al verle llegar se pudieron sentir a salvo.
— Ay, Chuuya, doy gracias a tu pene por tirártele.
— ¡Que te jodan!
— ¿Y tú quien mierda eres? — la mujer se alejó de Dazai y Chuuya y con el cuchillo todavía en mano se dirigió hacia Akutagawa.
— ¿Y tú? — la mirada de Akutagawa se dirigió hacia Dazai, esperando que este le desvelase su nombre, pero era imposible ya que no se lo sabía.
— Es... cariño.
— Ay, no me jodas, ¿me llamas cariño porque no te sabes mi nombre?
— Hmmm... digamos que un 50% es por eso y el otro 50% es porque es un mote precioso ¿no crees?
— ¡¿Cómo me llamo?! — les señaló con el cuchillo en pose amenazante.
— Eeeeehmm... ¿Saori?
— Shizuka — intentó ayudar Chuuya — Tiene cara de empezar por "S".
— Sí... ¿Shiina?
— Sayuri.
— Saeko
— Sora.
— Souta.
— Pero ese nombre es de chico.
— ¡No empieza por "S"!
— ¡Eh! — viendo como estaba tratando a Chuuya, Akutagawa le plantó cara importándole poco y nada que llevase un cuchillo — ¿Quieres acaso que te destroce la horrorosa cara operada que tu cirujano aseguró que era hermosa?
— ¿Perdona?
— Las zorras patéticas como tú me dan muchísimo asco.
— ¡¿Cómo?!
Akutagawa le arrebató el cuchillo sin ninguna dificultad y lo clavó con fuerza sobre la mesa, haciendo que Dazai y Chuuya se abrazaran por el miedo y que la chica pegara un salto por el susto y comenzara a sudar.
— ¡Que las zorras patéticas como tú me dan muchísimo asco! ¿Hablas mi idioma o solo el dialecto de las putas de burdel de carretera?
— E-eh...
— Vete.
— ¿Eh?
— Que te vayas o juro que te arranco de un solo tirón esas extensiones baratas y te las hago tragar acompañadas de tus feísimas uñas postizas. ¿Me has entendido? — la chica asintió con la cabeza asustada — ¡¿Y por qué sigues aquí?! ¡¡¿EH?!!
— ¡Me voy! ¡M-me voy!
Por el miedo que le causó el chico, la zorrita nº1.000 no se molestó ni en recoger su ropa, salió por la puerta como si la hubieran pegado un cohete en la espalda. Viéndose a salvo por fin, Dazai y Chuuya se separaron.
— Bueno... ¿qué os apetece desayunar?
— Pero serás... ¡¿acaso vas a ignorar lo que acaba de pasar?!
— ¿Qué ha pasado?
— Pues que has vuelto a meter a una puta desconocida a casa, te la has tirado y como es una maldita psicópata nos ha amenazado con un cuchillo. ¡¿Te parece poco?!
— Pero nadie ha muerto, todo bien.
— ¡Pero porque Akutagawa estaba aquí! ¿Qué habría pasado si él no estaba?
— Ciertamente — Akutagawa desdibujó su ceño fruncido y se sentó con calma en uno de los taburetes frente a la isla de la cocina — Creo que metes con mucha frecuencia a gente en tu cama. Si no te molestas en conocerlos, me temo que pueden ser asesinos, ladrones o psicópatas que busquen robarte uno de tus riñones y venderlos por Internet.
— Conocer a la gente es muuuuuuy lento. Habría que esperar mucho para pasar a segunda base.
— ¡Y ahí tienes tu problema! Eres un puto adicto al sexo.
— ¿Qué? No. Me gusta el sexo, como a todo el mundo, ¿qué tiene de malo?
— No tiene nada de malo hasta que metes cada día desconocidas a casa con tal de mojar el churro. Tienes un problema, maldito gilipollas.
— En el centro municipal hay reuniones para tratar este tipo de problemas — aportó información Akutagawa.
— ¿Qué? Yo no tengo ningún problema y desde luego no pienso ir a una reunión de pervertidos.
— Pues lo que tú eres.
— Creo que eres libre de hacer lo que consideres correcto.
— Gracias, Akutagawa.
— Pero yo no soy tu guardaespaldas ni tu secretario, no tengo por qué dar la cara por ti. La próxima vez que ocurra este tipo de situación, me mantendré al margen.
— ¡Ah...! — quiso protestar, pero su boca se acabó cerrando sin decir nada útil.
— Así están las cosas, gilipollas. ¿Vas a ir o no?
— Yo no soy un... no tengo por qué... — se quedó mirando fijamente a Akutagawa pero este pasó de él completamente. Bien era cierto que si otra nueva conquista volvía a enloquecer tras descubrir que era solo un polvo de una noche, el chico de aspecto gótico era el único que tendría lo que hay que tener para atreverse a plantarlas cara, pero eso sería admitir que es un adicto al sexo — No, mi respuesta definitiva es un no.
— De acuerdo.
Dazai infló su pecho con orgullo, pero se sobresaltó cuando escuchó el timbre de la casa sonar. No sería zorrita nº 1.000 ¿no? Miró a Akutagawa en busca de ayuda, pero el chico tenía los ojos cerrados, como si esta situación no fuera con él. El timbre volvió a sonar y tanto Dazai como Chuuya comenzaron a temblar.
— ¿No abrirás? Llaman a la puerta de TU casa — resaltó Akutagawa para dejar bien claro que esto no era asunto suyo.
— Cla-claro, e-es... mi casa. ¡No! Nuestra casa — pasó su mano por detrás de los hombros de Chuuya — Abramos juntos la puerta de NUESTRA casa.
— ¿Nuestra casa? ¡JA! ¡Y una mierda! — apartó con brusquedad su brazo y le miró de forma severa — No pienso seguir viviendo donde cada dos por tres entran malditas desconocidas. Así que te doy dos putas opciones, o vas a las reuniones de adictos al sexo y te vuelves una persona normal o cojo mis cosas y me marcho por esa puerta y te comes tú solito los gastos de esta casa. ¡Y no son pocos!
— ¡Pero...!
— ¡Decide!
El castaño rodó los ojos, la mañana acababa de comenzar y ya tenía a todos en su contra. Bueno, si es solo asistir a reuniones y aguantar las patéticas anécdotas de unos pocos adictos a la pornografía incluso él podría soportarlo.
— Vale, tú ganas.
— Perfecto.
— ¡Pero que Akutagawa abra la puerta!
— Hmm... sí, tal vez sea lo mejor...
Akutagawa suspiró y se dirigió hacia la puerta con los dos "machos alfas" de la casa asustaditos detrás de él. Al abrirla, ambos casi gritan del susto, pero al ver que era solo el cartero pudieron sentir como sus almas volvían a sus cuerpos.
— Ay, que puto susto.
— Las reuniones son a las seis en el centro municipal — le comenzó a recordar Akutagawa mientras recogía el paquete — Buena suerte.
— Sí, que ilusión.
Curvó sus labios para generar la sonrisa más falsa que haya hecho en su vida. En su interior estaba tirándose de los pelos por la cantidad de personajes patéticos que se encontraría allí. Tan aburrido acabaría que a lo mejor perdía las ganas de follar por ganas de dormir.
El volumen de tráfico en Yokohama se incrementaba por las mañanas, principalmente por la gente que iba a trabajar y por la gente que iba a estudiar, por eso precisamente maldijo que las reuniones fueran por la tarde. El tráfico a esa hora era más fluido y no tendría excusa para llegar tarde, de hecho, había llegado incluso pronto porque quedaban cinco minutos y él ya estaba frente a la puerta. Como no pensaba quedar como un bicho raro que esperaba a que llegasen los demás pervertidos, se puso a dar una vuelta alrededor del edificio en espera a que los minutos pasasen más rápido. No consiguió matar mucho el tiempo porque cuando regresó a la puerta eran las seis y un minuto. Bueno, llegados a este punto qué más da.
No llegaba ni muy pronto, ni muy tarde, ni puntual, pero al encontrar la sala con el cartel de adictos al sexo y abrir la puerta se llevó la sorpresa de que ya todos estaban allí. Los asistentes formaban un círculo con sus sillas y tenían, casi todos, clavados la mirada en un hombre alto, de cabello largo recogido en una coleta, con gafas y con un cuaderno en el que ponía "ideales" sobre su regazo. Cuando este le miró, pudo jurar que buscaba matarle con la mirada.
— Llegas tarde — su voz salió grave y en ese tono podía notar también como tenía ganas de matarle.
— Son las seis y un minuto.
— La reunión es a las seis, está perfectamente señalizado en los panfletos y en la página web.
— ¿Qué más da? Es un minuto.
— ¿Qué? ¿Cómo que qué más da? — se quedó con la boca abierta, como si lo que acabase de decir fuera un sacrilegio, pero negó con la cabeza para intentar sacar aquello de su mente — Lo dejaré pasar, pero solo esta vez. Aprende a respetar los horarios.
— Sí, sí — buscó donde sentarse, pero solo había dos asientos libres y ambos eran al lado del señorito "Llegas tarde" — Fantástico.
Dazai resopló y se sentó de malas maneras al lado del hombre de gafas. Este le analizó de arriba abajo y suspiró decepcionado. Pero ¿qué se creía?
— Bien, voy a dar paso a la reunión del día de hoy de adictos al sexo. Para los que no me conozcan, me presentaré, me llamo Kunikida Doppo, psicólogo y amante del orden y los horarios — eso último lo dijo mirando a Dazai, más específicamente la postura en la que se había sentado — Espalda recta.
— ¿Qué?
— He dicho... espalda recta — le repitió con una voz más grave y con una mirada más severa. Por dios, le acababa de conocer y parece que ya le caía mal.
— ¿Contento? — fingió una sonrisa y se sentó bien para que el señor que parecía un profesor de colegio dejase de molestarle.
— No, pero habrá que conformarse. Bien, como ya sabéis, estamos aquí porque todos tenéis un problema. Ese problema se llama sexo — el castaño a su lado dejó escapar una pequeña risa y Kunikida, como si fuera Terminator, giró su cuello lentamente y se le quedó mirando en espera de activar sus rayos láser — ¿Qué tiene de gracioso?
— No, no, no he dicho nada.
— ¡Ejem! Como iba diciendo. El sexo es un acto que físicamente nos causa placer a todos y aunque lo vemos inofensivo porque en principio no nos daña, puede acabar volviéndose un problema si nos acaba enganchando. Toda conducta es peligrosa cuando se convierte en un vicio y el sexo no es ninguna excepción — eso último lo dijo mirando a Dazai — Ser un adicto al sexo es un tema serio, pero no os preocupéis, aquí aprendemos a tratar esta adicción. Lo primero que tenéis que comprender y aceptar es que el sexo os ha enganchado y os ha creado un problema como habría hecho cualquier droga.
— Si el sexo fuese droga habría tenido ya una sobredosis.
El chascarrillo gracioso de Dazai provocó que Kunikida le dirigiera una nueva mirada de odio. Buscando evitarle, comenzó a silbar disimuladamente mientras miraba hacia el techo.
— ¡Ejem! ¡Ejem! Al igual que pasa con otro tipo de adicciones como el alcohol, la sociedad va a ser una de vuestras principales enemigas. Los anuncios de la televisión os mostrarán cuerpos sensuales, gente ligera de ropa y no podréis evitarlos apagando el televisor porque estarán fuera en pancartas publicitarias. Y por supuesto, una de las peores enemigas que encontraréis son las redes sociales.
— Sí, ¿a quién no le ha llegado una solicitud de seguimiento a Instagram de "latinitas calientes" que cuando te metes a revisarlo es un montón de fotos de culos de desconocidas?
Al interrumpir otra vez, Kunikida comenzó a respirar más pesado. En cualquier momento le mandaba a callar de un puñetazo en la tráquea.
— ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! Vuestro entorno será un problema también. Tanto si llegáis a conocer a alguien que busca solamente sexo casual como si resulta ser el caso contrario y busca una relación más duradera, tenéis que saber que no podéis caer. A partir de ahora y mientras sigáis en el programa de adictos al sexo, las relaciones sexuales están estrictamente prohibidas para vosotros.
— ¡¿Perdona?! — Dazai casi se cae de la silla al escuchar eso — ¿Lo puedes repetir? Creo que te he oído mal.
— Puede ser ya que llevas todo el rato interrumpiéndome.
— ¡¿Cómo vamos a tener prohibido el sexo?!
— No solo el sexo, cualquier cosa que os incite a pensar en ello también, es decir, pornografía y juguetes sexuales.
— ¡Oh, venga ya! ¿Entonces ni masturbarnos podemos?
— Verás — Kunikida se apretó más la corbata de su traje y le dedicó una mirada cargada de odio — Este programa no es ningún chiste, es para personas que en verdad buscan curarse de su adicción. Si no te sientes cómodo aquí, te invito a salir por la puerta y no volver. Muchas gracias y no me interrumpas más.
— Es que eres un... ¿cómo puede ser que...? ¡Argh! ¡Olvídalo! Me marcho de aquí.
— Cierra la puerta al salir.
— Que os den, ay, perdona, he usado una terminología que os va a incitar a pensar en follar. Lo siento muchiiiiiisimo.
Dazai se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta para marcharse de ese sitio de locos. Al abrirla casi choca con una persona que estaba a punto de entrar.
— ¡Ay, lo siento!
— N-no, tranquilo.
Tuvo que retroceder para poder observar mejor aquella obra de arte esculpida por la madre naturaleza. Frente a él se encontraba un hermoso chico albino bastante más bajo que él, con su cabello descuidadamente recortado de manera asimétrica. Sus ojos eran de un solo color o quizá de dos, no sabría decirlo con exactitud, pero a él le parecían que esas dos joyas que le habían cautivado eran una mezcla de amarillo y morado. Juraba haber visto en televisión alguna gema de esos mismos colores. Iba vistiendo un abrigo blanco y largo que le hacía verse como un peluche y que le llegaba justo por debajo del trasero, haciendo que la imaginación volara al no saber si llevaba pantalones. Sus piernas no eran excesivamente largas, estaban cubiertas por unas medias negras que le llegaban justo por encima de las rodillas y estas parecían no ser de su talla por cómo le quedaban de apretaditas y le hacían resaltar esos gordos y pálidos muslos. Sus pies estaban cubiertos por unas botas cortas de color negro, no llevaban tacón, después de todo lo no necesitaba, era de la altura perfecta.
De la altura perfecta para comerle la boca si hubieran estado charlando en un bar en vez de habérsele encontrado en una reunión de adictos al sexo.
— Esto... ¿perdone? ¿Me deja pasar, por favor?
— ¿Ah? S-sí... — Dazai se hizo a un lado, dejando que el chico entrase y ocupase la otra silla libre al lado de Kunikida.
— Lo siento mucho, sé que llego super tarde.
— Efectivamente y haces bien en sentirlo — Kunikida dejó de mirar a Atsushi para girarse hacia el otro lado, embobado, Dazai había vuelto a su sitio — ¿Tú no te ibas?
— ¿Eh? ¿Qué?
— Demonios. Por favor, recordad ser puntuales y tomaros estas reuniones en serio. Retomando lo que estaba diciendo... — Kunikida se percató de que todos se habían quedado mirando a Atsushi, al girarse para ver que pasaba se encontró con el chico quitándose el abrigo, dejando ver que lo que llevaba debajo eran unos cortísimos shorts negros y una sudadera blanca que le llegaba por debajo del pecho, mostrando que debajo de esta tenía un body negro tan justito que incluso se le marcaba el ombligo — ¡Por favor no os distraigáis! — chasqueó los dedos para devolver a los demás a la realidad. En el caso de Dazai, que tenía la boca tan abierta por la sorpresa, usó su libreta para golpearte en toda la cara y devolverle a la realidad — Tener ese tipo de pensamientos que todos habéis tenido es contraproducente, lo sabéis ¿no?
Todos alejaron la mirada del albino, avergonzados por sus actos menos Dazai que se sobó su cara recién golpeada y se quedó mirando mal a Kunikida.
— Esta sala es un espacio seguro.
— Sí, díselo a mi cara.
— En ella podéis desahogaros sobre todos esos pensamientos y sentimientos que os atormentan sobre el sexo. Ver que no estáis solos a la hora de afrontar esta adicción os ayudará a seguir adelante. Veo muchas caras nuevas el día de hoy y eso está bien, ¿alguno está interesado en presentarse?
— ¡Yo, yo! — Dazai alzó la mano aunque Kunikida ni le miró.
— ¿Nadie?
— ¿Hola?
— No tengáis vergüenza.
— ¡EH!
— Creo que él quiere — le indicó el dulce albino.
— Sí, por supuesto.
— Me llamo Dazai Osamu y...
— Hola, Dazai — respondieron todos a coro, confundiendo al castaño.
— Eh... hola. Como decía, soy Dazai Osamu, escritor, ¿el género? Novela erótica.
— Cambia de trabajo — le ordenó Kunikida pero el castaño le ignoró completamente.
— Mido 1,81, me gustan los paseos por el parque, las películas románticas, los animales, el medio ambiente y las cenas debajo de las estrellas — giró su cuerpo para quedar en dirección a Atsushi y Kunikida — Y amo complacer a los demás en la cama.
Su extraña presentación fue correspondida por una pequeña sonrisa de Atsushi, pero Kunikida se echó para adelante y le bloqueó la vista.
— No buscaba ese tipo de presentación.
— ¿No?
— A nadie aquí le importa cuánto mides. Lo que debes contar son tus experiencias en el sexo.
— ¡Ah, pues haberlo dicho antes! La última persona con la que me acosté me dijo, "Oh, Osamu, quien tuviera la suerte de cabalgar sobre tu po..."
— ¡SILENCIO! ¡NO ES ESE TIPO DE EXPERIENCIAS!
— Ay, que exigente.
— Perdón — el albino levantó la mano tímidamente — ¿Puedo hacerlo yo?
— Oh, sí, tú haz lo que quieras, bonito — murmuró Dazai mordiéndose los labios, Kunikida le pisó con fuerza — ¡AUCH! ¿Qué te pasa?
— Haz el favor de aprenderte las normas básicas de estas reuniones, cuando uno habla, el resto calla.
— Vaaaale — se cruzó de brazos enfurruñado — Quindi ini hibli, il risti quilli.
— Bueno, yo me llamo Atsushi.
— ¡Hola, Atsushi! / ¡Te quiero, Atsushi! — los gritos que se escucharon fueron variados y contrario a Dazai, fueron mucho más emocionados.
— Esto... por donde empiezo. Empezaré por mi primer contacto con el sexo ¿está eso bien? — preguntó a Kunikida aunque el resto se encargó de contestar.
— ¡Si!
— ¡Con pelos y señales!
— ¡EJEM! — Kunikida tuvo que aclararse la garganta para mandar callar al gallinero que se estaba formando desde que Atsushi había cruzado la puerta — Está bien, comienza por ahí.
— Pues yo la virginidad la perdí a los 16.
— ¿En qué postura? — la pregunta de Dazai fue castigada con otro golpe en su cara con la libreta por cortesía de Kunikida — ¡Ay! ¿Y eso del espacio seguro?
— ¡MIENTRAS UNO HABLA, EL RESTO CALLA! ¡¿TE ENTERAS O QUÉ?! Atsushi, por favor, prosigue.
— Vale, pues yo probé el sexo por primera vez a los 16, fue con mi novio de aquella época, fue... pues todo lo contrario a lo que esperaba, se sintió doloroso y lo odié, me pareció increíble que a la gente le pudiese gusta tanto eso. Mi trasero quedó adolorido, pero no en el buen sentido. Como parece que a él le gustó, pues decidí intentarlo una segunda vez, ahí ya se sintió mejor. Al acabar fue... no sé, como si estallasen fuegos artificiales en mi cabeza. Él acabó súper cansado, pero yo tenía energías para mucho más así que se la chupé, recuperó la erección y continuamos por... no sé, ¿dos horas más? Esa vez mi trasero no dolió, pero su pene se quedó tan desgastado que parecía un globo desinflado, jajajaja, tendríais que haberlo visto. El caso es... que después de eso me dejó.
— Puto gilipollas — murmuró Dazai pero Kunikida decidió ignorarle, tal vez sea mejor eso a regañarle cada 3 segundos — Una duda, ¿tu novio era ciego?
— Tal vez — Atsushi le dedicó una pequeña sonrisa por el dulce intento de haberle hecho sentir mejor — En ese momento no le di importancia, pensé que el problema era suyo, que era su culpa el no poder seguirme el ritmo en la cama. Resulta que el problema... no era suyo.
— ¿Bromeas? Te dejó, hazme caso, el problema era suyo y era un problema mental.
Atsushi le dirigió otra sonrisa solo que esta vez fue más grande, Kunikida no lo ignoró así que se movió más hacia delante para bloquearles un poco el contacto visual.
— ¿Qué pasó después? — Kunikida le incitó a continuar el relato.
— Pues en realidad, más de lo mismo. Conocía a chicos, salía con ellos, nos acostábamos y luego... nada, me dejaban, decían que no podían seguirme el ritmo. Dejé de buscar una relación, en realidad no la necesitaba, con solo el sexo me era suficiente. Me apunté a páginas de contacto y quedaba con gente distinta, nada de sentimientos, un polvo rápido y para casa.
— ¿Cómo te hizo sentir eso?
— Pues... — Atsushi estiró sus piernas hacia delante, todos quedaron hipnotizados mirándolas — Era la maldita gloria.
— Ah... ¿qué?
— Empecé con el sexo normal, ya sabéis, vainilla, nada raro, lo típico de ponerme a cuatro patas, el misionero, lo más extremo para ellos, hacer un 69, pero luego... ah... descubrí mucho más. Mi deseo sexual no se apaciguaba después de follar, quería más, veía chicos guapos en el gimnasio, en mis clases y dios... quería que me follaran y me hicieran sentir una perra.
El nuevo vocabulario sucio del chico dejó a todos con la boca abierta, Kunikida incluido que no se esperaba que de alguien con cara de ángel pudieran salir tales expresiones.
— No podía estar todos los días buscando compartir cama con alguien, tenía exámenes y cosas así en la universidad, así que busqué por Internet... "juguetitos" que me hicieran sentir mejor.
— Bueno, creo que esto ya se está yendo un poco de...
— Shhh — Dazai le hizo una señal con la boca para que guardar silencio — Cuando uno habla, el resto calla.
— Pero serás hijo de...
— Eh, nada de vocabulario que nos haga pensar en cosas relacionadas con el sexo. Tú sigue, Atsushi-kun, te habías quedado por tú desnudo en tu habitación después de una ducha que te había dejado todo húmedo buscando juguetitos sexuales por Internet. Sigue, sigue, por favor.
— Emmm... vale, en realidad no estaba desnudo pero... lo que encontré me fascinó, era un mundo nuevo de vibradores, consoladores del tamaño de mi cabeza, plugs anales y bolas vibratorias. Compré de todo.
— ¡Sí! — Dazai gritó hacia el aire pero no tardó en recuperar su postura formal — Perdón, sigue.
— Al probarlo se sintió de lujo, iban a pilas y no se cansaban nunca. Tenía mi culo lleno y goteaba por el placer que me daban, pero evidentemente... pues estas cosas costaban dinero y yo acababa de entrar en la universidad, tenía que valorar qué era y qué no era necesario en mi vida. Tratándose de sexo... — cruzó las piernas bajo la atenta mirada de todos y se mordió el labio por la excitación que le provocaban sus recuerdos de épocas pasadas — Era una primera necesidad.
— Vale y entiendo que al tener que dedicar recursos económicos al sexo, tu vida empeoró.
— Oh, no, para nada, al contrario, mi fuente de ingresos subió. Una vez más, Internet fue mi salvación, descubrí que existían hombres mayores super forrados que pagaban a chicos más jóvenes para pasar tiempo con ellos. No podía dejar pasar una oportunidad así por lo que me apunté y me conseguí un sugar daddy que me pagó toda la carrera y como era su baby bueno y lindo en la cama, él me consentía con cualquier capricho, me compró hasta un coche, allí lo hicimos hmm... — intentó contar las veces con los dedos, pero no se acordaba — No sé, unas 30 veces. Resulta que el sexo en coches también me ponía. ¿El problema aquí? Pues obviamente era que mi sugar daddy tenía ya una edad, aunque estuviese buenísimo, tenía problemas para seguirme en la cama así que tocaba pastillita azul. Cuando terminé la carrera lo tuvimos que dejar, pero todo bien eh, nada de rencores ni nada. Nuestra última vez fue encima de la mesa de un restaurante que reservó solo para nosotros. Ay... todavía me acuerdo de la nata sobre mis pezones... — el chico se palpó el pecho superficialmente y todos se quedaron embobados mirando aquello.
— Atsushi — Kunikida pronunció su nombre con una sonrisa forzada y agarró su muñeca para apartarla de su pecho — Céntrate, por favor.
— Claro, sigo. Veréis, aunque el restaurante estuviese reservado entero para nosotros, los camareros seguían estando allí. Descubrí a uno escondido mirándonos y dios... me despertó otro fetiche, el exhibicionismo. Nunca pensé que el sentirme visto por otras personas sería tan erótico así que las siguientes veces que mantuve sexo me encargué de que fueran más... ¿extremas? Por decirlo de alguna manera. Mantuve relaciones en el parque por la noche, detrás de unos arbustos y un consejo, revisad a qué hora se encienden los aspersores porque esa vez acabé empapado y no solo de semen.
— Eh... te-tengo que ir al baño — uno de los hombres allí presentes se cruzó de piernas para cubrir su erección.
— ¡Cállate! Que interrumpes a Atsushi-kun.
— Una vez fui al trabajo de uno de mis compañeros y le hice una mamada en la sala de las fotocopias. Nunca en mi vida habría pensado que la adrenalina del que te pudieran pillar en plena faena fuese tan excitante.
— Ya... y me imagino que te acabaron pillando y descubriste que el sexo había perjudicado gravemente tu vida. Gracias por tu experiencia, Atsushi.
— No, que va, no me pillaron, soy muy sigiloso, como un gatito.
— Yo sí que te ponía como un gatito a cuatro patas, miau~ — murmuró Dazai, no lo suficientemente bajo, así que Kunikida le pisó el pie con fuerza — ¡OYE!
— Seguí explorando mi sexualidad, tirando por el hilo del hecho de que otros me vieran pensé ¿Y si pudiera masturbarme sabiendo que hay alguien mirándome y además llevarme algo al bolsillo por ello? Entonces me abrí una cuenta en Only Fans donde comencé a subir fotos con disfraces o lencerías que me compraban mis seguidores. También me masturbaba para ellos, me ponía muy cachondo leer las guarradas que me decían por el chat mientras el culo me vibraba por aquella polla de goma de 20 cm insertada en mi sucio agujerito — Atsushi comenzó a abanicarse, si él estaba entrando en calor pues del resto no hacía falta decir nada.
— Eh... o-oye, una duda tonta — Dazai movió su silla para quedar frente a Atsushi — ¿Có-cómo se llama tu cuenta? E-es decir, para seguirte y apoyarte económicamente, sí, solo por eso.
— Jajajaja, ay, Dazai-san, que gracioso eres. Me encanta.
— ¡Le encantó! — el castaño alzó los hombros, presentándose con chulería frente a los demás — Le gusto YO.
— ¡CÁLLATE YA! — Kunikida le lanzó un bolígrafo y le acercó justo en la frente — Vale, yo interpreto que al... bueno, al mostrarte tan abiertamente y sin censura en Internet, eso acabó causando problemas en tu vida social. ¿No?
— No, que va.
— Ay, por favor — el psicólogo estrelló su mano contra su cara, ¿cuándo acabaría esto?
— En Only Fans me fue bien, bastante bien, lo podía compaginar con mi trabajo y conseguía unos buenísimos ingresos extra. Como tenía más dinero, me permitía ciertos lujos como el de invitar a mis amigos a discotecas privadas. En una de esas descubrí otro fetiche.
— ¿Otro?
— El sexo en grupo.
— ¡Vale! ¡Stop! — Kunikida se puso de pie e intentó parar esto — Creo que ha sido mucho por hoy.
— ¡CÁLLATE! — toda la sala se unió para mandarle callar.
— Por dios, que maleducado, sigue, Atsushi-kun.
— En una fiesta conocí a un chico y pasó lo normal, nos besuqueamos, nos metimos mano y justo cuando nos íbamos a ir para rematar la faena llegó su amigo que le buscaba porque él tenía las llaves del coche. Eran muy guapos y yo estaba muy caliente y entonces pensé "Atsushi, tienes dos agujeros".
— Chuuya, Akutagawa — Dazia juntó sus manos como si estuviera rezando — Gracias por haberme obligado a visitar este sitio.
— Fuimos a un hotel y mientras le daba sentones a uno, se la mamaba al otro. Eso fue... una maldita gloria. Me encantó tener la atención completa de dos machos musculados y bien dotados y además, como eran dos pues podían complacerme más. A mi lista de apps de contactos añadí una de encuentros... grupales, pero eso sí, el centro tenía que ser SOLO YO. Tal vez ese sea un defecto en mis relaciones, soy muy celoso, es decir, no participo en orgías en las que haya más pasivos.
— ¡¿ORGÍAS?! — Dazai casi se cae de la silla al igual que el resto — ¡¡¡¿Has hecho orgías?!!!
— Sí, ¿vosotros no?
— ¡ATSUSHI! — Kunikida consiguió hacerse un hueco entre los hombres que habían cerrado más el círculo para escuchar más atentamente al albino — Doy por entendido... que fueron esos encuentros grupales los que te hicieron pensar que había algo mal ¿no?
— Pues en realidad no.
— Claro, por supuesto — llegados a este punto, Kunikida estaba a punto de llorar de la frustración.
— El sexo en grupo me gustaba. ¿Y cómo no lo iba a hacer? Tantos hombres solo para mí, tantas erecciones esperando liberarse encima de mí... el solo imaginarme lleno de semen caliente en cada rincón de mi cuerpo... me ponía tan caliente — el albino descruzó las piernas y las frotó entre ellas — Era el paraíso, un hombre penetrándome, conmigo encima por supuesto, otro con su polla en mi garganta y mis manos ocupadas haciendo una paja a otros dos. Por mucho que me guste el sexo, no daba de más así que mientras esperaban su turno, pues al resto no les quedaba de otra que masturbarse. Eso sí, tengo una regla de oro irrompible en una relación sexual, todas las corridas tienen que apuntar hacia mí.
— Tengo que ir al baño... ¡PERO YA! — un pobre que no pudo aguantar más abandonó la sala con una erección entre las piernas.
— Ay, ¿se encontrará bien?
— Sí, claro que sí — Dazia movió una vez más la silla para quedar más cerca de él — Tú sigue con tu excitan... digo, con tu interesante historia. Así que has probado casi de todo, ¿qué te queda? ¿Tijeretear tal vez?
— No, eso ya lo he hecho — comentó con simpleza como si hablase del tiempo — Fue una historia graciosa, pasó con mi mejor amigo. Veréis, un tío del trabajo le ponía muy cachondo pero el muy torpe no sabía seducir en condiciones. Yo como buen amigo que soy me ofrecí a darle una pequeña clase de seducción. ¿El resultado? Pues un consolador doble uniéndonos allí abajo mientras hacíamos un desastre en su cama. Dios, sí que sudé y me corrí esa noche. La gente puede pensar que es el mismo tipo de sexo, pero ya os digo yo que no es lo mismo el sexo entre dos pasivos. Es como... como más suave, más sensual, las caricias no son tan bruscas, los besos son más lentos, los orgasmos... ah... duran más. ¿Sabéis de lo que os hablo?
Nadie contestó, estaban demasiado ocupados imaginándose a dos pasivos follándose entre ellos mediante un pene de goma. Kunikida ya no podía más, se sentía un guarda de zoo rodeado de animales en celo frente a su nueva y apetecible presa. Él era el encargado de la reunión así que era él quien tenía que poner orden de una vez por todas.
— ¡Bien! — dio una fuerte palmada que devolvió la cordura a la mayoría — Tu relato es muy interesante, Atsushi, pero ¿te importa si te saltas el resto de tus experiencias y vas directo al qué te ha traído aquí?
— Sí, por supuesto. Resulta que... — jugueteó con sus manos, algo nervioso y cohibido por sacar el tema, como si no acabase de explicar ante unos desconocidos su aventuras sexuales más privadas — Mi hermano mayor se va a casar y por supuesto que eso me hace feliz, toda la familia estamos en las nubes con la noticia, pero yo... yo supe que el sexo había acabado conmigo el día que nos dio esa noticia.
— ¿Y a qué se debe eso? — con el gallinero un poco más tranquilo, Kunikida regresó a su asiento y abrió su libreta para apuntar.
— Pues porque cuando se sentó frente a nuestros padres y a mí en aquel sillón de dos plazas junto a su pareja yo... yo solo pude pensar en cómo sería montarme encima de su novio. Me sentí tan avergonzado, tan sucio, pero no en el buen sentido cuando te llaman perra en medio del sexo, ¡en el peor de los sentidos! — avergonzado de verdad, Atsushi cubrió su rostro con sus manos — Ese hombre estará buenísimo, pero quiere a mi hermano y se va a volver mi cuñado, haber pensado en él de esa manera mientras nos daban una noticia tan importante me hizo sentir como una verdadera puta.
— Comprendo, entonces, tu adicción al sexo ha llegado a sobrepasar lo que está moralmente correcto, llegando a tener... llamémoslo "pensamientos inapropiados" con el prometido de tu hermano.
— Sí — más tranquilo tras haberse desahogado, Atsushi descubrió su rostro — Y no solo eso.
— ¿Ocurre algo más?
— Pues... que ver a mi hermano prometido, el hermano con el que he compartido todo, el hermano que he tenido siempre a mi lado, ha hecho que me sintiese... vacío. Es que... — el albino ya no estaba tan charlatán como antes, parece que ahora hablar le resultaba más complicado — Él va a empezar una nueva vida, se casará, se mudarán a una enorme mansión juntos, adoptarán un gatito, un perro, un camaleón, cenará con sus suegros los domingos, tendrá a alguien a su lado cada 14 de febrero, podrá caminar de la mano de alguien en el parque, verán juntos películas estúpidas en el cine solo para meterse mano en la última fila, cuando vuelva a casa del trabajo tendrá a alguien con el que desahogarse si lo ha pasado mal y por la noche, en la cama, tendrá a alguien que le haga el amor — eso último le hizo bajar la mirada hacia sus propias manos — No le follará, le hará el amor. A mí nunca me han hecho el amor.
Aunque desde que entró por la puerta el chico le había parecido un chico lindo y sensual, no se habría esperado para nada verle tan vulnerable. Le daban muchas ganas de darle un abrazo.
— Y bueno... supongo que eso es todo. El sexo me ha dado placer, orgasmos, diversión, pero de alguna manera me ha mantenido solo, incapaz de mantener una relación seria y yo... no quiero estar solo. Eso es todo, gracias por escucharme.
Las últimas palabras del chico fueron acompañadas de varios aplausos por parte de los demás. Verse tan bien recibido le ayudó a recuperar un poco el ánimo y esbozar una pequeña sonrisa. Como acto reflejo y aprovechando que ahora estaban más cerca, Dazai estiró su mano para alcanzar la suya. El albino tomó el gesto como uno de apoyo y le devolvió el agarre. Un gesto bonito a ojos de todos menos a ojos de Kunikida que cortó la buena conexión arrastrando la silla de Dazai de vuelta a su sitio original.
— Creo que la reunión de hoy ha sido demasiado intensa, lo dejamos por hoy. Recordad que las reuniones son todas las semanas a la misma hora así que nos vemos la semana que viene.
Manteniendo conversaciones entre ellos, todos comenzaron a recoger, la mayoría se había acercado a Atsushi para presentarse. El chico era como una llama rodeada de polillas. Dazai aprovechó cuando el chico plegó su silla y la llevó junto al resto para ponerse a su lado y ayudarle con ello.
— ¿Me permites? — puso una mano en la silla en señal de que se quería ocupar él.
— Sí, claro.
Aunque ahora era Dazai quien cargaba la silla, Atsushi le acompañó a donde estaban el resto para dejarlas. Con ella bien colocada junto a las demás, Dazai aprovechó para entablar conversación.
— Tu relato ha sido interesante.
— ¿Sí? Lo último ha sido un poco vergonzoso.
Lo último decía, ósea que al principio lo de relatar como participaba en orgías no había sido nada vergonzoso.
— Pero si me permites aportar mi opinión, no eres ninguna puta.
— Gracias, pero así me he sentido últimamente. El sexo me ha impedido el mantener una relación de verdad y me he dado cuenta un poco tarde. Puede que... si me hubiese dado cuenta antes.
— No te flageles — Kunikida se coló en la conversación en calidad de terapeuta — Las adicciones son enfermedades de autodiagnóstico, solo tú te puedes dar cuenta de que la tienes. Has hecho un buen trabajo viniendo, espero verte más.
— Muchas gracias, ¿tiene algún consejo para mí?
— Te diré lo mismo que al resto. Todo lo sexual está prohibido para ti desde hoy, ya sean tus juguetitos, tu página de Only Fans, los sugar daddies, los tríos, orgías, tijereteos y no sé si me dejo algo.
— El exhibicionismo — completó Atsushi feliz.
— No contestes tan alegre.
— Nah, oye, Atsushi-kun, no tienes que hacerle caso en absolutamente todo.
— Me gustaría además darte el consejo de que el proceso de superación de una adicción es difícil si lo haces solo. Te resultará más fácil si lo haces apoyándote en los demás. Con esto me refiero a tus amigos, tu fami...
— ¡U otra gente con mi mismo problema! ¡Que buen consejo! — el chico se giró hacia Dazai para mirarle con los ojos brillando — ¿Quieres que lo hagamos juntos, Dazai-san?
— ¡SÍ! ¿Pero aquí? Esperemos a que se vayan los demás ¿no? O en el baño, yo no tengo problema con hacerlo en el baño.
— Jajajaja, pero que gracioso eres. Me encantan los hombres que me hacen reír, en realidad me encantan los que me provocan un orgasmo múltiple, pero me gusta mucho más que me hagan reír.
— ¡Atsushi, espera! Yo no me refería a que te apoyases en este.
— ¿Y por qué no? Dazai-san me hace reír, creo que podemos llevarnos muy bien.
— Yo opino lo mismo, es increíble que pensemos lo mismo. ¿Será el destino?
— Tal vez, ¿quieres tomar algo conmigo, Dazai-san?
— Depende, ¿estás tú en el menú?
— Jajajaja, me encantas. Anda, deja de decir tonterías y vámonos.
Los dos se marcharon, Dazai tuvo la caballerosidad de sujetar la puerta para que Atsushi pudiera salir y este agradeció su gesto con una sonrisa, Dazai se le devolvió y cuando atravesó la puerta se quedó mirando descaradamente su trasero. Era obvio que Kunikida le estaba mirando así que le despidió con una mirada de superioridad y se fue detrás de ese gatito adicto al sexo.
— Y así fue como salvé la vida de mi patético compañero de piso y de su delicada y miedosa pareja de aquella vil mujer que me hizo creer que me amaba pero que solo buscaba aprovecharse de mis fascinantes habilidades sexuales.
— Aww, que valiente eres, Dazai-san — Atsushi estiró su mano en aquella mesa de la cafetería para llegar a la de Dazai y entrelazar sus dedos — Tu compañero de piso es muy afortunado de tenerte a su lado.
— Sí, digamos que no puede vivir sin mí. Es torpe, cobarde y según palabras de su novio, un picha floja. Pero que se le va a hacer, no todos hemos nacido con un miembro bien dotado como el mío.
— ¡Jajajaja! Eres tan gracioso, me encantas.
— Hacerte reír es todo un halago para mí — Dazai puso su mano libre sobre la de Atsushi y comenzó a dibujar círculos sobre ella — Bueno, ya hemos hablado mucho de mí. ¿Hablamos un poco de ti?
— ¿Qué quieres que te cuente?
— No sé, cualquier cosa, lo primero que se te venga a la cabeza. Por ejemplo... tus actividades con pasivos, que tal si detallas con más precisión aquella vez que tijereteaste con tu mejor amigo.
— Ay, Dazai-san, jajajajaja, otra vez, eres el hombre que más veces ha conseguido hacerme reír en un solo día — pegó más su silla a la mesa, permitiéndole estar más cerca de la cara del castaño — Eres guapo, gracioso, caballeroso, fuerte, ¿serás acaso el hombre perfecto?
— Pues es muy probable.
Dazai le dedicó una de sus mejores sonrisas seductoras y al igual que hizo el albino, se juntó más a la mesa para poder echarse hacia delante e intentar besarle pero Atsushi se acabó apartando para llamar la atención de un camarero.
— Perdone, ¿me trae otra taza de leche? Calentita, por favor, gracias — le dedicó una sonrisa que el camarero le devolvió, cosa que no gustó para nada a Dazai que fulminó al pobre empleado con la mirada — Entonces, Dazai-san, ¿eres escritor?
— Sí y no es por fardar pero mis libros han ganado varios premios, entre ellos el de mejor narrativa erótica.
— Vaya, tiene que ser fascinante eso de plasmar una escena sexual creada en tu mente en un libro y conseguir excitar a los lectores. Oye, me da en qué pensar, si tus lectores se excitan por escenas que recreas con tu mente, ¿estás de alguna manera manteniendo sexo a distancia con ellos? Ya sabes, como si mantuvieras una llamada guarra con alguien.
— No sé, léete uno de mis libros y me dices si te sientes profanado por mí.
— ¡Jajajaja! ¿Pero cómo lo logras? Es que sabes tocarme los puntos sensibles.
— Será un don — se hizo con su taza de café y se la llevó la boca, antes de pegar un trago, aprovechó para murmurar — Aunque ya me gustaría tocarte a ti tus puntos sensibles.
— ¿Has dicho algo?
— No, no.
— Señor, su leche — el camarero regresó a la mesa con una taza entre las manos y con un papel pegado a ella — Que aproveche.
— Muchas gracias — Atsushi le agradeció con una sonrisa y Dazai con una mirada que decía o te largas o te mato. Al ver qué era el papel pegado a la taza, Atsushi abrió su boca en una pequeña "o" por la sorpresa — Ay, mira, me ha dejado su número, que mono.
— Sí, que mono, adorable — comentó con sarcasmo — Pero ya oíste a Kunikida-kun, nada de sexo o cosas relacionadas con ello. Estamos en un proceso de desenganche.
— Sí, tienes razón — respiró profundo y aunque le costó, arrugó el papel y lo dejó a un lado — Me alegro tanto de tenerte a mi lado, haces que no me sienta solo en todo esto. Es como si nos desenganchásemos juntos, es un gran alivio tener a alguien en el que apoyarte.
— Sí, llámame Dazai Osamu, el hombre en el que te puedes apoyar en cualquier postura y en cualquier lugar.
— Noooo, que sucio suena eso.
— Bueno, las cosas sucias no están mal de vez en cuando — le guiñó un ojo y Atsushi respondió colocándose su mechón largo detrás de la oreja.
— Estoy muy feliz de haber ido a la reunión.
— ¿En serio? Yo también, wao, a los dos nos pone el sexo sucio y agradecemos el haber ido a la reunión por voluntad propia. ¿Qué más cosas indicarán que somos almas gemelas?
— Tus bromas son tan graciosas, ¿cómo las haces?
— Secreto.
El secreto no tan secreto era que no eran bromas pero mejor se lo callaría ya que le iba bien con el chico pensando que sí.
— ¿Sabes? A lo mejor suena precipitado, pero siento que a pesar de ser mi primer día estoy avanzando mucho.
— ¿En serio? ¿Por qué?
— Pues porque estoy aquí, contigo, sentados y tomando algo. En cualquiera situación normal si hubiese conocido a alguien como tú, tan guapo y gracioso, ahora estaría en el baño de rodillas chupándote la polla. ¡Pero aquí estamos! ¿No te hace feliz?
— Siiiiii — Dazai forzó una sonrisa mientras lloraba por dentro, ¿dónde ha estado Atsushi toda su vida? — Que bien, que feliz estoy.
— Estoy cien por cien centrado en mi recuperación y sé que Kunikida-san tiene razón, necesito un pilar donde apoyarme. Alguien que esté ahí y evite que recaiga. Sé que no nos conocemos mucho, pero siento que puedo contar contigo, Dazai-san. ¿Te importa que te vuelva ese pilar en mi recuperación?
— Tú vuélveme lo que tú quieras. Estamos juntos en esto así que si algún día piensas en recaer, crees que te quieres acostar con alguien pues llámame y te prometo que no tardaré ni 3 segundos en estar allí y decirte, "¡Hey, súbete los pantalones!".
— Muchas gracias, bueno, pues ya es oficial. Nakajima Atsushi se va a olvidar del sexo para siempre.
— Bueno, eso de para siempre... es exagerado ¿no? ¿No quieres volver a tener sexo en la vida?
— Pues sinceramente... — mordió su labios y comenzó a mecer su cabeza de lado a lado, pensándose si decirle esto o no — Si por mí fuera, me iba contigo a la cama ahora mismo y te destrozaba la cadera a sentones, pero ya sabes, nada de sexo.
— Cierto — una vez más, sacó a relucir una sonrisa falsa mientras lloraba por dentro — Yo... ejem... — costaba mucho mantener sus labios curvados cuando quería llorar por la frustración de haber encontrado a un chico tan precioso y dulce y que justo este estuviese desenganchándose del sexo. Es que nunca llega en buen momento a nada — Yo... me comprometo a que te mantengas en un camino de abstinencia sexual.
— Eres el mejor, Dazai-san — Atsushi se levantó de su silla y fue hacia la de Dazai para sin pena ni vergüenza, sentarse en su regazo y así poder abrazarle — Yo también estaré aquí para ti, si necesitas mi ayuda, para lo que sea, aquí estaré yo.
— Gracias.
Aprovechando que el chico no le podía ver la cara ahora, borró su sonrisa y mostró su expresión de dolor por estar aguantándose las ganas de comerle a besos la boca y dejar que Atsushi cumpliera lo de destrozarle la cadera a sentones. De lejos vio al camarero descarado que se había atrevido a dejarle su número al albino mirándoles confuso. Obvio que Dazai iba a aprovechar, así que devolvió el abrazo, rodeando las caderas del chico con sus brazos y sonriendo con sorna al camarero que se marchó algo fastidiado.
Envuelto en ese cálido abrazo, su mente y su entrepierna comenzaron a batallar. Una quería ayudar a Atsushi a desengancharse, le había visto muy dolido por su situación en la reunión y quería echarle una mano, sin embargo, su entrepierna tenía otros planes, quería que Atsushi fallase, que recayese y que acabara entre sus sábanas perdiendo el sentido de la realidad debido a la cantidad de orgasmos que estaría experimentando.
No sabía a quién hacer caso así que de momento se mantendría en un punto intermedio. Ayudaría al chico pero si la oportunidad se presentaba, dejaría que sus cuerpos tomasen el control y que por supuesto Atsushi fuese quien tomase la última decisión sobre abandonar su sobriedad sexual.
Esto iba a ser duro y no solo para su entrepierna.
Hola!!! Nueva historia como regalo de cumple de una amiga. Si vuestro sueño es un Atsushi adicto al sexo, entonces estáis en el lugar adecuado. Eso sí, solo tengo 3 capítulos escritos, no esperéis actualizaciones rápidas, el cochineo es difícil 😭
No será un fic muy largo pues la trama es muy simple.
Dazai al descubrir que Atsushi es un fetichista y un adicto al sexo:
Gracias por leer, os quiero y nos vemos en el próximo capítulo.
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