2. LIBERTAD... DULCE LIBERTAD
Fuente: Pinterest
LIAM
"Según algunas fuentes, el misil Ninja no depende de una ojiva explosiva para destruir o matar a su objetivo. Utiliza la velocidad, la precisión y la energía cinética de un misil de 45 kilos disparado desde hasta 20.000 pies de altura y armado con seis palas que se despliegan en los últimos momentos antes del impacto. El misil Ninja es el último intento, hasta el momento, de apuntar con precisión y matar a una sola persona".
Interesante... , pienso mientras que aprieto el mango del acelerador de mi Harley-Davidson.
Me acomodo el casco y me limpio el sudor, ya que, aunque estémos básicamente a finales de septiembre, el calor hoy es abrasador y parece más bien un día de verano. Como si eso fuera poco, el tráfico está bastante condensado, de hecho hay hasta embotellamientos de tránsito cada diez minutos.
¡Joder!, maldigo y aprieto la boca.
El sonido del intercomunicador me interrumpe y contesto sin usar el manillar de mi móvil.
—Liam... —reconozco la voz enseguida, aunque no haya visto quién me llama.
—¡Ohhh guerrero! —exclamo más que feliz por hablar con mi amigo después de tiempo sin saber de él—Por fin das señales de vida. No me digas que te ha secuestrado alguna tipa en la Costa Azul y no quería soltarte.
—Sí, ¡no una sino dos! —gruñe este de vuelta, con el mismo tono neutro que emplea siempre.
Lo cierto es que mi amigo Brian es una persona un tanto peculiar, lo que tiene de profesional y disciplinado, tiene de soso y borde. Pero como lo conozco, soy yo el que sazona sus borderías con mi humor, a veces un tanto excesivo.
—¡Ahh, mejor! —le sigo el rollo con una risa—. Así una la reservas para mí, aunque no te preocupes... ¡prometo ser bueno y reservarte una a ti si me acompañas esta semana a Ibiza!
Oigo su bufido en el teléfono, señal de que no, pese a que no sería mala idea que Brian me acompañara a las islas, aunque recién llegue de Europa. No sería la primera vez que viajaríamos a Europa dos veces en menos de una semana.
—Ajamm —ronronea este con ese escepticismo que tanto lo caracteriza—. A ver si en vez de reservar mujeres te reservas para el trabajo. Te necesito, ¿ok?
—Pues... tenía planes.
—¡Aplázalos! —me ordena.
¡Por dios! Pongo los ojos en blanco, ya sé para qué es y odio tener que cambiar el vuelo a Ibiza y mis planes. Aún así, al mismo tiempo pienso que para que él me necesite a mí, debe ser algo importante y el trabajo, por supuesto, prima siempre. Mi amigo me enseñó muy bien la lección. Según él, como que si llega el Holcausto, hay que trabajar.
Arqueo la boca y pongo mi Harley a más de 160 KM/h, el motor potente de 121 CV respondiendo perfectamente.
—¿De qué se trata? —quiero saber.
—De un viaje a Colombia—carraspea— hay nuevos proveedores y eres el más indicado para cerrar el trato, Liam.
—Perfecto—afirmo—. A la vuelta, cojo el vuelo a Ibiza entonces.
—Me parece bien —clama—. ¿Y las nuevas adquisiciones?
Sonrío feliz, toda conversación que trate de mis criaturas de acero me flipa y, sin ser exagerado, me provoca un mayor extásis que un orgasmo.
—En ello estoy, amigo —me río y recuerdo el podcast que estaba escuchando antes—. Hay un nuevo arma que creo que es mejor tener después de lo que pasó con el clan de Gambino, ya sabes...
—¿A qué te refieres?
Escucha atento y pone esa voz seria, de viejo sabio, aunque en el fondo me lleve solamente dos años. Dentro de unos meses cumplirá los treinta.
—Es un jodido misil, lo llaman el misil Ninja —le explico—. Se usó en 2017 en Siria para matar a un líder de al Qaeda.
—¿Y en qué nos beneficiaría? —oigo cómo mi amigo le da un sorbo a su típica copa de whiskey y apostaría que está con su iPad delante. No me sorprendería que incluso hubiese pasado todo el fin de semana trabajando, que no sería mi caso, por supuesto.
Todavía tengo resaca y noto el sabor de la tequila en mi paladar.
—Amigo... —le digo con la cabeza en alto mientras cojo un caramelo de menta del bolsillo y me lo llevo a la boca—sin explosión, sin destrucción generalizada y sin muertes colateraltes.
—Ajam —responde, pero queda pensativo.
Lo típico en Brian. Es una persona muy calculadora y reflexiva. Y, aunque los dos seamos socios, él pone las neuronas y yo pongo la artillería pesada, eso cuando no nos estamos follando a alguna tipa por ahí o despierte en alguna playa perdida de la mano de dios. Bueno yo... Brian no. Su rutina es demasiado estricta y no hay forma de hacer que se relaje y se deje fluir.
—Bueno, te sugiero que no te despistes ahora mismo, yo no podré hacer gran cosa estos días—me avisa—. Mañana empieza el nuevo curso y este año me han nombrado miembro del Consejo.
—¿El Consejo de la directiva de Harvard? —succiono el caramelo de menta, pero para mi sorpresa, el sabor de este es más bien parecido al eucalipto.
¡Mierda, odio el eucalipto!
—Eso mismo —contesta—. Estaré muy ocupado. Y a eso, ¿al final venderás la casa de Seaport?
—¡Ni de coña, tío! —respondo, a la vez que pongo una mueca de asco y sigo corriendo en mi Harley por la Interestatal 95—. Ya conoces mi vida, debo parecer un tipo normal, a las mujeres les asustaría saber quién soy y a qué me dedico y... —muevo la boca y sigo luchando con el mal sabor del jodido caramelo—debo tener un sitio a dónde llevarlas para... bueno, ¡ya sabes!
—¡Qué tío! No cambias Liam, ehh —me riñe.
—¡Ehhh, no seas así!—frunzo el entrecejo y aprieto los ojos mientras sigo chupando el jodido caramelo, aunque me estén entrando angustias—. ¡Tú tienes tu ático en Back Bay! El piso y mi supuesto trabajo de recepcionista en un hotel me ahorran tener que dar explicaciones y me ayudan a... follar tranquilamente. Sin calentamientos de cabeza.
Oígo otro bufido, pero ninguna risa. ¿No ha tenido gracia, o qué?
Ahhh... Brian. No me lo han cambiado, sigue igual de sieso, pienso a la vez que pongo los ojos en blanco.
—Le diré a Max que te reserve el vuelo para mañana mismo.
—¿Mañana? —le grito y me irrito enseguida.
¡Odio el eucalipto y no soporto más este sabor! Acto seguido, saco el medio caramelo de la boca y lo tiro a un lado, gesto acompañado de un acelerón, intentando avanzar por la autovía y abrirme camino en el ajustado tráfico.
—¿Qué ocurre? —pregunta este—. Y responde rápido que tengo un videollamada desde Miami.
—¿De quién?
—Clark —dice seco y suspira—. Al final veo que tendré que viajar para allá, los contactos del sur nos están dando problemas.
—Ahmm, vale —asiento—. Aún así, veo muy precipitado viajar a Colombia mañana mismo.
—¿Y por qué? —la señal flaquea.
—He quedado con una chica.
—¡Pues te jodes, tío!
Alzo una ceja y jadeo desconsolado, mientras freno bruscamente en un embotellmiento inesperado, quedado precisamente en medio del puente que atraviesa el rio Charles.
Bla bla bla... , hago un gesto desenfadado con la cabeza y una mano. Brian ya actúa como si fuera mi padre y cuando eso pasa, prefiero colgarle el teléfono; antes de que lo haga él, que es gran parte del tiempo.
—Te dejo ya —le digo—. Ya hablaré con Max.
¡Maldición!
Todos mis planeas quedan tirados por la borda, aún sabiendo en el fondo más fondo que tiene razón. Necesitamos que el contrato quede cerrado antes del sábado y así tener la mercancía lista antes del fin de semana.
Miro las decenas de autovehículos pitando y el malestar general mientras suspiro de nuevo. Podría intentar avanza con mi baby Harl, como llamo a mi motocicleta, pero lo cierto es que los coches están tan juntos y cerca, que no sería capaz de colar ni una rueda de mi grandullona.
Quedo a la espera.
—¡Ehhhhh, tú!
De repente, me parece que oigo una voz, pero seguro que no es nada, de modo que n me inmuto.
—¡Ehhhhhhhhhh! —otra vez aquella femenina voz chillona, la cual me insiste.
Enseguida giro la cabeza a la derecha y veo de refilón un todoterreno plateado. Cuando volteo la cabeza completamente, observo a una rubia con el cuerpo medio salido por la ventanilla trasera. La chica está sujetando un enorme vaso de cartón en la mano y se encuentra a solo dos pasos de mí. Curiosamente... parece cabreada.
—¡Idiotaaa! — me grita de la nada y entonces me apoyo mejor en mi Harley y la miro embobado.
¿Es a mí?
—¡Síiii tú, tú! —la rubia del tráfico, cuyo rostro queda camuflado detras de unas enormes gafas de sol de la marca Gucci, saca su cuerpo por la ventanilla y entonces me tira el puñetero vaso de cartón a la cara.
¿Qué... qué está pasando?
Quedo bloqueado y limpio el líquido con mi guante de cuero negro. ¡Qué puñetas!
—¿Estás chalada, o qué? —le grito de vuelta cuando vuelvo al planeta Tierra y me doy cuenta de que esa chica tiene ganas de querella. ¿Será imbécil?
—¡Chalada tu madre! —me suelta, mientras agita las manos en el aire y me sigue gritando como poseida—. ¡Has tirado un jodido caramelo en mi capuccino!
—Bambina... —oigo a un hombre súbitamente, precisamente la persona que está conduciendo el todoterreno y que parece mayor —¿de verdad le has tirado el vaso al pobre hombre?
El señor queda igual de atónito que yo.
—Roberta... ¿qué has hecho?—oigo también a una mujer, la cual tambien lleva unas gafas de sol, como la chica, pareciendo las dos las hermanas Kardashian. Aunque la mujer se vea un tanto mayor —¡Perdón señor!
Los dos que están en los asientos delanteros me ruegan con la mirada desde el coche mientras yo gruño enojadísimo y me intento apartar el capucciono del pantalón de cuero y la chaqueta negra vaquera. El cristal de mi casco sigue un tanto empañado.
¡Maldición!
—Perdone a nuestra hija —insisten ante mi reacción.
—¡De "perdón" nada! —grita la Kardashian salvaje, sin dejar de mover aquel brazo que hasta parece que me quiere alcanzar y el cual estoy esquivando como en un combate de karate—. ¿Cómo es posible que dejen circular a burdos como tú en la carretera, ehhh?
Quedo en estado de shock tras las amenazas de la rubia, que me está sacando de mis casillas ya. Y la paciencia no es precisamente mi punto fuerte.
—¡Vaya! —le grito de vuelta y me deshago del líquido con la manga de mi chaqueta rabioso e intentando ver algo por el cristal—¡Perdone, "señorita"! —le digo con resquemor y voz fingida, levantando los brazos—¡No tengo sus buenos modales! Y perdone que le diga esto, pero ha sido un... jodido... —le señalo con mi guante de cuero, esta vez inclinándome yo sobre ella—accidente. ¡Y no es para tanto!
—¿Accidente? —suelta refunfuñona y da un brinco por la ventanilla hacia mí, de modo que veo el escote que sobresale de su blusa de tirantes, de estampado de tigre. La parte alta de sus senos queda expuesta mientras ella se agita como si estuviera en un partido de baloncesto y meneara los "pompones".
Mmmm... una tigresa en toda regla.
Carraspeo nervioso.
—¿Hasta debería agradecerte de que no me hayas tirado una colilla —la tigresa sigue—o qué, motero?
—Piccolla... —aque hombre mayor otra vez—. Entra en el coche, por favor.
—¡No fumo! —me encaro y me agacho más sobre ella, apretando los puños de la moto—. ¡Y controla esa boca, rubia de bote!
—¡A mí no me llames rubia de bote! —sigue gesticulando y, si no fuera porque el hombre sube el cristal de la parte de atrás velozmente, la chalada estaría pegándome ya.
¡Por el jodido Poseidón!
Su tono sueña mordaz y es una verdadera loca del coño. ¿De dónde ha salido esta tipa, joder?
—¡Rubia de bote! —le grito, aún sin saber por qué estoy entrando en este juego.
¡Sí que eres idiota, Liam!
Pero no puedo parar.
Pego mi casco a su ventanilla y le sonrío complacida al ver que ella no puede abrir la ventanilla y solamente le queda agitarse en el coche, gesticulando y diciéndoles algo a los del asiento delantero.
Finalmente, debo despegarme de su puñetera ventanilla cuando el tráfico avanza y los coches empiezan a pitarnos. Sin embargo, antes de irme, la miro con fijeza a través del cristal de mi casco. Para mi sorpresa, la rubia de bote no quiere quedar por debajo, y lo siguiente que hace es levantarme el dedo del medio y pegarlo a la ventanilla, moviéndolo de un lado a otro y sonriéndome con desdén.
—¡No sé lo que haces en ese coche! —le chillo antes de acelerar demasiado enojado—. ¡Deberías estar en un loquero o en una jungla!
Aprieto el acelerador, mientras que el olor de su capuccino queda impregnado en mis foss nasales y en mi ropa.
¡Genial, esto es lo que me faltaba! Ahora debo pasarme por la casa para ducharme.
***
BERTA
—¡Bambina...! —mi padre me grita nervioso, pero estoy de morros.
Cuando me enfado, no soy capaz de razonar, con lo cual siempre elijo ponerme una cremallera imaginaria en la boca y meditar.
El motero ha salido pitando como un cohete y con mirada de satisfacción, ya que, aunque no he conseguido ver su rostro al completo, sus ojos eran claros y tenían una luz aparte cuando me miraban. Como si estuviera sonriendo.
Ojos claros... , me abrazo a mí misma sin dejar de pensar en aquellos ojos verdes que traspasaban la pantalla del móvil de Pam.
No volví a saber nada de ella, y por consiguiente de él tampoco, desde hace casi un mes, que fue cuando Pam me visitó a mi casa en Staten Island. Por lo que sé, se fue de viaje con su familia, pero prometió que me escribiría en cuanto antes para proporcionarme más información.
—¡Oh, mio dio! —habla de repente mi madre y mira para atrás—¡Qué habrá pensado el hombre!
¡Ya empezamos!, pongo los ojos en blanco y los miro a los dos, mientras me encojo de hombros.
—¡Le has vaciado la bebida, cariño! —continúa.
—¿Y? —respondo antipática—. ¡Casi me trago su puto caramelo, mamma!
—¿Y tú qué hacías con el vaso fuera? —me cuestiona mi padre.
—Sabes que me encanta sacar la cabeza por la ventana, papá —comento todavía de morros— y solo quería enfriar...
—¡Ya, pero...!
—¡Parad ya! —gruño.
—¡Lo sé, piccola, lo sé! —se queja mi padre—. Bueno, hemos llegado.
—Menos mal... —digo en voz baja y me bajo del automóvil bastante irritada, una vez que mi padre aparca en la Calle Stanford, donde se encuentra el Campus universitario de Harvard, y donde llevo viviendo un año.
—¿Seguro no quieres ir a vivir con la tia Chiara?—me pregunta mi madre una vez que cierro la puerta del todoterreno.
—¡Nooo! —exclamo en un suspiro.
Antes muerta...
—No os preocupéis, ¿vale? —les tranquilizo y les doy un abrazo sincero a los dos—. No podría dejar que Lyn pague sola la habitación.
—Cierto —ellos asienten y empezamos a cargar las infinitas maletas que me he traido de Staten Island.
Durante nuestro camino hacia la pequeña habitación de la residencia, tirando de las maletas como podemos, nos topamos con algunos de mis compañeros de la universidad y de la residencia.
—¡Kim! —abrazo cálidamente a una compañera de la Facultad de Bellas Artes.
—¡Berta! —exclama esta—. ¡Qué bien que estás aquí! ¡Echábamos de menos tus bromas, el curso pasado lo pasamos genial!
—¿Sabes que al final me hice un tatuaje y te hice caso? —me grita otra compañero, que acaba de abrir la puerta de otra habitación—Aunque mis padres me liaron una...
—¡Eso os pasa cuando si os juntáis con una italiana! —les digo y doy unas cuantas voltoretas por el pasillo, feliz de la vida y echándome flores. Y sí, me encuentro verdaderamente feliz de estar de vuelta a Harvard, pero no por la facultad, sino por la compañía.
—Jajajajaja —oigo las risas desenfrenadas de todos, que están sacando la cabeza por la puerta y me saludan.
—¡Kim! —le grito a la pelirroja— ¿Lyn ha llegado?
—¡No! —me devuelve el grito—. Ya sabes que es una tardona.
Me río.
—¿Y Rebe?
—¡Está en el Blue! —brama esta vez Rick desde lo lejos—Ahora seguro estará con los chupitos, y mañana no irá a primera.
Me vuelve a salir una carcajada, pero enseguida me controlo y me despido de mis padres con otro abrazo, prometiéndoles que me portaré bien. Aún así, ellos me miran desconfiados, y con una ceja en alza.
—Estaré bien, de verdad —me vuelven a abrazar.
Los italianos somos cariñosos de nacimiento, pero mis padres están en el siguiente nivel. Son más asfixiantes que el calor en el Sahara.
—Y estudiarás.
—Y estudiaré —les sigo el rollo.
Veo cómo aletean la mano y desaparecen por el pasillo, mandándonos besos a la distancia.
Cierro la puerta del apartamento y me tiro a la cama extasiada y feliz.
Libertad, dulce libertad..., me estiro con pereza y sonrío, aún odiando ferozmente los comienzos de curso. Después me coloco bocabajo y abro el Instagram. Escribo en el buscador "@bram_snakes" —su usuario—, el cula va acompañado del icono de dos serpientes. Visualizo sus fotos por enésima vez en un mes y confieso que me sé cada fotografía, sitio, con quién estaba y en qué fecha. Me apoyo en un codo y miro su última fotografía atentamente. La imagen lo muestra a él en una de aquellas playas afrodisiacas en Tailandia, acompañado de amigos y... amigas. Los shorts quedan muy pegados a su pelvis y a sus muslos trabajados en el gym. Su espalda ancha y un tatuaje de letras griegas que lleva en el hombro provocan la misma sensación en mí, que todo este último mes.
¡Vaya! El cuerpo es más que sabio y reacciona a los estímulos externos.
¡Y qué estimulos!
Los músculos definidos de su pecho hacen que mis pezones se tornen erectos al instante y me lleve una uña a la boca. Me la empiezo a morder cuando miro otra foto suya en la que apoya su mano tatuada de una serpiente que atraviesa sus nudillos. Su boca es perfecta y sus ojos sobresaltan con el bronceado de su tez, proporcionándole más luminosidad y misterio.
—¡Holaaaaaaaaaa! —oigo un chillido y enseguida me sacudo por el susuto.
Quito el perfi de Bram con la velocidad de la luz y tiro el móvil a un metro. Acto seguido, me doy la vuelta y veo a mi amiga y compañera de habitación posada en el marco de la puerta, con los brazos bien abiertos.
—¡Ragazza! —le grito a todo pulmón y también abro los brazos feliz. Ella corre enseguida en dirección a la cama y salta encima de mí —un gesto muy común en nosotras—quedando unidas en un abrazo tosco y muy cariñoso.
—¡Lyn! —nos abrazamos con mucho anhelo y disfruto del olor a coco que siempre desprende su cabello, que hoy lleva en una cola.
—¿Qué tal? —caemos las dos de espalda.
—Bien, falta la peor parte —me río y señalo nuestras maletas—. ¿Y tus padres? —le pregunto.
—Me ha traído mi padre nada más, mi madre se encuentra regular y se ha quedado en la casa.
¡Ohhh! Lo recuerdo. A su madre le dio un preinfarto hace unos meses y está bastante débil.
—Lo siento —respondo mientras nos ponemos las dos de pie.
—Tranquila —me guiña el ojo—. Se encuentra mejor. ¿Qué tal el verano, Bert?
—Pues...
Empezamos a colocar nuestras cosas en los pocos armarios de los que disponemos, puesto que la habitación de la residencia estudiantil no es nada lujosa ni grande. Se trata solamente de un cuarto mediano, con dos camas individuales, mesitas de noche, un pequeño sofá y una mesa, aparte de dos armarios empotrados. En una esquina se encuentra un pequeña cocina con lo justo y necesario, y a la derecha un baño.
Tras acomodar todas las cosas en los armarios y estanterias, quedamos presas de la euforía que supone la vuelta a la universidad. Yo más que ella, hasta hace media hora no hemos parado de charlar sobre distintos temas, ya que llevamos más de tres semanas sin vernos. Lo bueno es que cada vez que nos vemos, podemos invertir horas en hablar sin respirar, hasta que se nos seque la boca, la cual después hidratamos con un capuccino recién hecho, mi favorito.
Tras más de hora y media, miro atentamente la pantalla del pequeño televisor que tenemos, intentando disfrutar de una película de Netflix con mi amiga. Se llama "Tácticas en el amor" y, honestamente, si fuera por mí, no la vería, pero lo estoy haciendo para pasar tiempo con Lyn.
—Estoy segura de que se enamorarán —comenta esta emocionada y yo la miro de reojo.
Pongo una mueca.
¿Cómo es posible que todo lo que tenga que ver con pelis cursis de amor me saquen de quicio?
—¡No! —contesto un tanto irritada y se me ocurre lanzarle unas palomitas—. Estos dos lo que necesitan es un buen polvo, ¿no ves que están a un paso de tirarse a la cama, pero no se atreven?
—¡Pues yo opino otra cosa!—Lyn replica y frunce la boca—. Opino que... con darse un beso lo solucionarían todo.
¡Por dios! ¿Qué es lo que acaba de decir?
—Lyn, ¡olvídate de los besos! —no puedo evitar soltar un chillido—. El sexo mueve al mundo, igual que el dinero —le explico deprisa y sonrío porque sé que tengo mucha razón.
La miro y noto que mi amiga alza una ceja y me examina seria, tras mi descabellada afirmación. Hasta dirías que lo que acabo de decir es que «hay mucha pobreza en el mundo», y no precisamente que «el sexo mueve el mundo ».
—Berta, ¡no me jodas! —ella se toma la revancha y también me lanza unas cuantas palomitas.
—¡Auchhhh!
Agranda aquellos ojos celestes, ojos que de hecho me recuerdan a los del motero de esta tarde.
—¡Y no te quejes! —prosigue en un modo muy rudo, aunque yo la conozco bien y no sería capaz ni de matar a una mosca —. Tienes suerte de que no te tire la coca cola encima. Bert, ¿desde cuándo te has vuelto tan poco sensible?
Ufff, poco sensible... ¡será!
Ruedo los ojos y mis labios se tuercen en una maliciosa sonrisa.
—Desde que he experimentado la cosa tan maravillosa que les cuelga a los hombres entre las piernas —me hace mucha gracia su actitud, ya que mi amiga sigue actuando como la Vírgen María, aunque en el fondo no vaya demasiado lejos.
Lyn es vírgen de verdad.
—¿Qué dices?
—¡Ah! —paso de ella y sigo—. Y desde que me he dado cuenta de que a los chicos no les molan demasiado las chicas cursis.
—¿Quieres decir que soy cursi? —pregunta molesta y se levanta decidida, mientras agarra el vaso de Coca Cola de un modo amenazante.
¡Qué graciosa es, juro!
A continuación me empiezo a reír sonoramente y abro los párpados, sorprendida con lo que iba a hacer la "Vírgen María, purísima".
—Bueno... ¡cursi cursi no! —aclaro deprisa para salir del apuro y hablo con mucha sinceridad y desfachatez—. Pero sí, estás rozando ser una pava, ya sabes, de las religiosas, de aquellas que van todos los domingos a la iglesia y están esperando a su hombre ideal.
Ella se me queda mirando y se enrosca en el dedo un mechón de su cabello color bronce.
—¡Para ya! —levanta el tono y me sonríe con una frustración evidente—. Como sigas, no te volveré a dar mis apuntes de Marketing.
¡Mierda! Yo también estaría frustrada si a un mes de cumplir los veinte fuera vírgen, pero no me vengaría de mi amiga en un modo tan despiadado.
—¡Noooo! ¡Eso no, Lyn! —le sigo el rollo y bramo verdaderamente "asustada" mientras su rostro dibuja una sonrisa de satisfacción—.¡Te estás aprovechando de que los estudios sean mi punto débil, ehh!
—¡Entonce para! —nos reímos las dos.
—Vale, voy a parar —reculo y arrugo la nariz, reflexiva—.Pero que sepas que lo estoy diciendo para ayudarte, Lyn.
—¿Diciéndome que soy cursi? —se hace la ofendida.
—Ya en serio... —empiezo, aunque note que ella pone los ojos en blanco—. Debes probarlo, Lyn. ¡Ya está bien! Te falta poco para cumplir los veinte.
¡Por dios! Si no lo ve ya, no sé qué más puedo hacer.
—¿Qué narices le pasa a todo el mundo? —Me fija con su mirada y aletea las manos—. Hoy en día parece que ser virgen es peor que la peste.
—¡Y lo es! —afirmo rapidamente, sin dudarlo si quiera— ¡Cariño, no sabes lo que te pierdes! ¿Y si te mueres mañana?
Me acerco a ella y le hablo con dulzura, nada comparado con la manera de hablarle al jodido tipo ese que no tenía otra cosa mejor que hacer que tirar su caramelo en mi vaso.
—¡No seas tan dramática! —Veo que le sale una carcajada espontánea.
—¿Dramática yo?
Me señalo con la punta de mi dedo y esbozo un gesto inocente, aunque de inocente no tengo nada. Veo que ella se queda unos instantes pensando y después mira la hora en el móvil.
—Bert... vamos a dormir, mañana tenemos clases muy temprano —me ruega y noto el cansancio en su rostro—. Es el primer día.
¡Se acabó el rollo!
—Bjuaaaaa... ni me lo recuerdes —Me quejo—.¡Joder, qué pocas ganas tengo! No sé en qué momento decidí estudiar en la universidad —sigo hablando con desazón mientras ella apaga la televisión.
—Mañana terminamos de ver la peli, ¿vale?
—Sí —afirmo desganada—. ¿Qué clase tenemos a primera?
—No estoy muy segura pero creo que.... —me responde y mira el horario de la universidad— Finanzas.
¡Ohhhh, qué! ¿Finanzas? Es como si un trueno partiera mi cabeza ahora mismo en dos.
—¡Ahhhhhhhh! —exclamo y doy un brinco inesperado en la cama, provocándole un susto—. Lyn, ¿has escuchado que el Señor Pembroke ya no nos dará clases este curso?
—¿Y por qué? —pregunta esta con interés mientras se asegura de fijar la alarma en su móvil.
—Porque se ha prejubilado. Y confieso que aunque le tenga mucho aprecio a nuestro profe Pembroke, no me puedo quejar del cambio —Me empiezo a frotar las manos y sonrío maliciosamente cuando la imagen del nuevo profesor me llega a la mente. Pam misma y Rebe fueron las que me contaros sobre el nuevo cambio.
—¿A qué te refieres? —Lyn se tumba en la cama y se vuelve de lado, a la vez que me mira perpleja.
¿Va en serio que no lo sabe? Ayyy Lyn, no sé en qué mundo vives.
—¡No es posible que no lo sepas! —exclamo en voz demasiado alta mientras permanezco bocabajo.
—¿De verdad no lo sabes?
—¿Qué? —inquiere impaciente.
—¡Que nos dará clases ni más ni menos que el ilustre profesor Brian Alexander Woods! —la informo y pronuncio su nombre muy espaciado, altivo y con esa sonrisa maquiavélica y lasciva que me sale sin querer.
—¿Y quién narices es?
—¡Lyn! —suelto un inesperado grito—.¡Es el tío más hot que he visto en mi vida! —me pongo de lado y me sujeto en un codo, mientras recuerdo la imagen de aquel moreno cañón, vestido de traje y que siempre sujeta un maletín—. ¡Dios, Lyn! El profesor Woods es....
—¡Bert! —me detiene—. ¡No! Mejor no me digas nada —bosteza—. Mira la hora que es y sé que te vas a pasar con las explicaciones y me contarás toda la vida de aquel profesor.
Frunzo el ceño y procuro terminar la conversación rápidamente, ya que acabo de recibir un mensaje de Pam y estoy deseando leer.
—¡Qué sosa! —la acuso molesta y giro mi cabeza hacia la pared.
—Buenas noches, loca —me suelta.
—Buenas noches, santurrona—le molesto y, mientras tanto, empiezo a leer el mensaje en silencio, sin que Lyn me vea.
Sé que no estaría de acuerdo con fijarme en un chico que tenga novia.
—Me alegro que estemos de vuelta —añade y, cuando giro la cabeza, veo que me mira con ternura.
—Yo también, cari —le devuelvo la mirada en un modo cariñoso y le guiño el ojo.
Vuelvo a colocar mi cabeza en la almohada y leo impaciente.
Hola, cielo—escribe Pam—, llegué hace dos días de Paris y estoy exhausta😅. Solo quería avisarte que Bram estará en la fiesta de los Omega, ¡no se te ocurra faltar! 😊🔥🔥🔥🔥🤭Por cierto, su novia es una morena de tetas grandes que sale mucho con él en las fotos😒. Se llama Noa. Pero no te sientas mal, los rumores dicen que le ha puesto ya los cuernos un montón de veces😈
Noa...
Quedo pensando, mientras releo el mensaje al menos tres veces. Me incita cuando alguien se fija en mí, y más cuando ese alguien es quién me interesa. Solo que mi orgullo es más grande que una casa y jamás le mostraría a un hombre lo mucho que me interesa, por más liberal que sea. Los Monticelli somos así, un tanto soberbios, jaleosos, tremendistas, astutos pero sobretodo... orgullosos.
Siempre que he ido a la cama con alguien ha sido porque me han buscado. Y en cuanto a él...sé que no hará falta siquiera acercarme. Colocaré la trampa y esperé que el ratón vaya a por su queso. Y cuando eso pase... ¡clack!
Estará atrapado y será solo mío, hasta que me canse.
Ahhhhh... suspiro con una sonrisa en los labios y suelto el móvil.
A todo esto... ¿cuáles son mis objetivos para este curso?
1- Aprobar todas las asignaturas, aunque me cueste la misma vida.
2- Participar en el concurso que Vogue lanzará para Navidades.
3- Atrapar a cierto... ratón.
***
Ayyyy ¡qué emoción he sentido al volver a escribir sobre nuestro querido profesor y dios Ares y nuestra diosa Afordita! ¿Os acordáis? Así empezó todo y esto es como si fuera un déja vú. Lo bueno.... vamos a tener más detalles ¡ohhh sí! VOTAD ESTA HISTORIA Y DEJÁDME UN COMENTARIO SI OS ESTÁ GUSTANDO :)
¿Qué pensáis qué pasará en la fiesta de lo casa Omega?
Besos, viciosill@s. Feliz de teneros por aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top