Capítulo 7: La estudiante de intercambio


Me monté en mi bici y salí cagando leches en dirección al instituto. ¿Mi hermana? Ah, no. Ella no tiene primera hora, por lo que estará tan tranquila en el sofá con el móvil. Estamos en clases distintas, pero del mismo año. Eso quiere decir que compartimos maestros. A primera hora la maestra de lengua tiene que llevar a su hijo al médico, pero yo tengo a tercera con ella; resumiendo, ella no tiene clase de lengua y entra a segunda hora mientras yo tengo que aligerarme si no quiero que me cierren la puerta en los morros.

La distancia que hay de casa al instituto no es demasiada, creo que no llega a un kilómetro. Andando tardamos unos 10 o 15 minutos, en bici ya ni os cuento.

Como iba con un petardo en el culo, llegué casi al instante.

Eran las 8:05 AM. Quedaban 10 minutos.

Llegué a la par, coincidiendo con Lucia. Sí, esa chica que me gusta y que es tan popular en el instituto.

Ella es una chica de mediana estatura. Ojos grandes y brillantes como zafiros, cabello rubio y largo hasta la cadera. Me pregunto cuánto tiempo tomará arreglar eso casa mañana.

La #1 en el top 10 de los mejores estudiantes del centro, también es nuestra delegada y representante de nuestro curso.

No solo es inteligente, también muy atlética.

Madre, ¿cómo me acerco a ella? Está en mi misma clase pero soy incapaz de dirigirle la palabra. La única vez que hablamos fue cuando me pidió prestada una hoja de la libreta...

—Buenos días, Tomás.

—B-buenos días, Lucia.

¿Estoy soñando?

Sniff, sniff. Tomás, apestas.

¡Pum!

Un disparo directo a mi corazón.

Llego al instituto y la chica que me gusta me dice que apesto.

—Sé que vengo corriendo con la bici y sudando... ¡Pero me he echado colonia antes de salir!

—¡No, no! ¡Perdona! —se disculpó ella realizando aspavientos con sus brazos—. ¡Si no hueles mal, de hecho me gusta tu olor!

¿Eeeh...?

—¿M-mi olor...?

Sus mejillas se sonrojaron y agachó la cabeza.

—N-no... quería decir... —le costaba pronunciar las palabras—. ¡Quería decir que olías raro!

—Mira, ya sé que huelo mal, me he recorrido casi 800 metros a toda pastilla. No hace falta que me lo digas.

—¡Que no! ¡Que no es eso! Me refiero a que das mala espina.

—Adiós.

Fríamente la miré y caminé con la bicicleta hacia el aparcamiento. Pero salió detrás mía.

—¡Perdóname, Tomás! Es que no sé cómo explicarme bien. Es como... que emites unas malas vibraciones, como un aura negra. Ay...

Realmente estaba sufriendo por arreglar este malentendido.

—Me refiero a algo como... ¡Ya sé! Como un mal karma. Como si te hubieran echado una maldición. ¡Sí, eso es! Como si hubieras estado con un demonio.

La miré con ojos de incredulidad, nadie iba a tragarse eso.

Aunque no niego que sí que se nos ha colado un demonio en casa.

—Nos vemos en clase.

Durante todo el camino por los pasillos, siguió pegada a mi lado disculpándose por lo ocurrido. Hasta se le olvidó ir a conserjería y recoger la carpeta con la ficha de asistencia y la tiza. Se lo tuve que recordar.

Todavía como una lapa aferrada a mí, seguía disculpándose. No iba a dar mi brazo a torcer, me has insultado. Creo que voy a tener (y causar) problemas.

Así, nos metimos a nuestra clase, el aula 1 – B.

—Yo, Toma-yan! —saludó Kevin levantando sus gafas de sol—. Veo que por fin te conseguiste una esclava sexual. No seas egoísta y préstamela una noche...

Gafas de sol que se le cayeron al suelo al ver quién se encontraba aferrada a mi brazo como un koala.

—A-aah... T-toma-yan... ¿qué le hiciste? ¡¡Explica estoo!! ¡¿Qué hace la chica más guapa, inteligente y hermosa del instituto agarrada a ti de esa manera?!

Rápidamente saltó de su asiento y se me encaró. Iba a pegarme un puñetazo.

Levanté mi mano haciendo el gesto de "Stop", y se detuvo.

—Tío, ¡¿qué le ha pasado a tu cara?! ¡Estás hecho un Picasso!

No me había dado cuenta, pero Kevin tenía esparadrapos y tiritas por toda la cara, vendas en el brazo derecho y también en la pierna izquierda, y la cara llena de magulladuras y pequeños cortes. Tenía moratones por todo el cuerpo.

—¡¿En qué clase de pelea callejera te has metido, so anormal?!

—¡¿Y tú qué clase de protagonista de manga harén crees que eres?! ¡Elige: mi hermana o Lucia-san! ¡No dejaré que le hagas NTR y le destroces el corazón!

—No os peleéis, por favor. Es todo culpa mía.

Kevin me miró fijamente y luego giró la cabeza hacia Lucia.

—¿Puedes decirme qué está pasando aquí, y qué quisiste decir con eso, Lucia-sama?

—No eres japonés, Kevin —respondió como un contestador automático—. Lo que pasa es que...

Tapé su boca con mi mano y hablé:

—Al llegar a la puerta me ha dicho que olía mal.

Kevin me registró de arriba a abajo, hasta me olió.

—Mmm... Hueles a sudor y a colonia de mujer, eso es todo. Aunque hay algo raro en ti, ¿te has cortado el pelo?

—Eso debería decirte yo a ti, te faltan algunos mechones.

Sin darme cuenta, una chica de cabello plateado me estaba oliendo.

—Esto... Laura, ¿qué diablos haces?

—Nada, nada, perdona. Solo lo confirmaba. No hueles mal, Tomas.

Raro... Perturbador... Laura es una amiga mía de la infancia, al igual que lo son Kevin y su hermana, pero por favor, ¡no hagas eso, es raro!

—No me huelas en público, es raro —la regañé.

—Oye, que no soy una niña chica —me respondió de inmediato—. Ya sé, entonces te oleré en privado. Por favor, sé gentil.

Comenzamos una discusión, esta vez nos tirábamos puyitas los cuatro: Laura, Lucia, Kevin y yo. Obviamente yo era el objetivo de casi todos los tiritos.

Aunque para extraño el que no haya aparecido por la puerta la maestra de historia. ¿Dónde está?

—Oye, ¿y la de historia? —preguntó alguien por el fondo de la clase.

—No tengo ni idea.

Nos miramos los cuatro, sorprendidos.

—Esa no falta ni aunque haya una inundación o sea el fin del mundo —dijo Laura.

—Sí... ¿Recordáis cuando vino a hacer el examen incluso cuando estaba con gripe y 40º C de fiebre? —nos recordó Kevin limpiando sus gafas con la camiseta.

—Si iba a faltar a primera hora, que nos hubiera avisado. Así podríamos haber dormido una hora más como 1 – C.

—Veo que incluso a ti te gusta dormir, Lucia. Pero ¿no sudarías más al dormir más? Sí, olerías mal.

—¡Eso no tiene sentido!

Kevin se cruzó de brazos y tanto él como Laura hablaron totalmente sincronizados:

—¡Eso tiene absoluto sentido!

Lucia retrocedió dos pasos inconscientemente, luego tosió.

—I-igualmente, me ducho todas las mañanas dos veces...

—Eso es que sudas mucho —bromeé soltando una risita.

—¡Eso ya lo sé! —me gritó enojada—. Me ducho para espabilarme, salir a correr y luego darme una ducha caliente.

Infló sus mofletes como un pez globo mientras me volteaba la cara, haciendo un puchero.

—Oye, ¿es que eres todavía una niña pequeña y no me he enterado?

Realmente me sentía feliz el poder hablar con normalidad con la chica que me gusta.

Pero la diversión llegó a su final como toda buena saga cuando entró la maestra por la puerta, y casi a la velocidad de la luz nos sentamos todos en nuestros pupitres. Laura me daba toquecitos en el hombro por detrás, ¿quieres en serio la tarea de historia? ¡Te dije que los hicieras tú!

—Buenos días, chicos. Perdonad el retraso.

Sentí el impulso de decir "mental", pero Kevin dándome un fuerte codazo en las costillas me detuvo. Gracias, cabrón, me salvaste de pasar un día sin recreo. Después te compro el bollo en la cafetería.

La maestra siguió hablando.

—Por favor, sed buenos con la estudiante de intercambio. Adelante, puedes pasar.

—¿Estudiante de intercambio?

Negué dos veces con mi cabeza.

No, por favor, no.

Esta clase de clichés no. ¡Nooo!

Ahora la estudiante de intercambio va a ser Nina, la chica extranjera que se ha instalado en mi casa.

—¡Ohh!

Un grito de asombro, varios "wow" y silbidos.

Por la puerta del aula entró toda una belleza que levantó los ánimos tanto de chicos como chicas por igual. Creo que hasta la más hetero se haría bollera por ella.

Una chica de más o menos mi altura, largas piernas, piel blanca y cabello jengibre que le llegaba hasta la cadera. No vestía el uniforme escolar blanco de nuestro instituto, sino que llevaba un polo a cuadros rojo y verde, junto con una falda verde y medias negras.

Su aura era como el de una princesa, y la expresión en su rostro indicaba que era alguien amable y tímida tratando de forzar una cara seria.

Cuanto más la miraba, más hermosa se me hacía. Y entonces noté una peculiaridad: sus ojos.

Su ojo derecho era de color azul, mientras que el izquierdo era de color verde.

—Preciosa... —se me escapó.

—B-buenos días, me llamo Erika Copper. Vengo de Roma, Italia. Mucho gusto en conoceros, espero que podamos ser buenos amigos.

Se ganó a la clase en un nanosegundo.

Creo que hasta la maestra quería secuestrarla y llevársela a casa.

—¿Mm?

Su vista se posó sobre mi.

—Hay sitio —dijo la maestra—, puedes sentarte donde quieras.

—¡Eh, Erika! ¡Siéntate aquí, a mi lado! —Kevin dio dos palmadas a mi mesa—. ¡Quítate de en medio, estorbas, Tomás! ¡Ponte atrás con Laura, anda! ¿No te gustaba de peque? ¡Pues venga, a conquistar otra, rufián!

Erika se aproximó a nosotros dos, no dejaba de mirarme. Mientras caminaba por el pasillo entre las filas de pupitres, parecía que no estaba nada nerviosa porque la miraran, sentía que estaba muy confiada, miraba con desprecio al resto de alumnos. Al parecer, había llamado su atención.

Si la comparara con flores, Lucia sería una lavanda, y Erika una rosa. Emitía un aura que podría dificultar acercarse ella. Similar a como lo haría una reina.

—Oye, tú. ¿Te echaste un bote entero de Rexona?

—¡Claro que no!

—Encantados de conoceros, Tomás, Kevin.

Nos dedicó una sonrisa seductora, el resto de compañeros suspiraron encantados.

—Bueno, ¿les gustaría comenzar el interrogatorio a la estudiante de intercambio? Ella está aquí por el importante trabajo de su padre.

Wow, por cómo lo ha dicho la profe con semejante exuberantes palabras, esto eran palabras mayores.

—¡Sí!

Cierto retrasado mental rompió el silencio. Era Kevin, cómo no.

—¡Asiento #1, Kevin Smith! ¿Podrías decirme cuáles son tus tres medidas?

Inédito... Pero esto en realidad era la pregunta predeterminada. Las chicas le dedicaron profundas miradas de desprecio. Y por alguna razón los chicos lo miraban con admiración. ¡¿Soy el único que sabe cómo tratar a una dama aquí o qué coño os pasa?!

Kevin habló mientras miraba fijamente a la estudiante nueva.

—Por favor, dime tus tres medidas.

Pero algo pasaba con la nueva, no se inmutó ante el acoso sexual de Kevin.

—Si quieres que lo haga, ruega por ello correctamente —respondió ella—, si te arrodillas y me lames los zapatos.

Nuestra imagen de reina acababa de romperse... No, de actualizarse: Reina Sádica, Erika Copper.

Ella dijo eso con una divertida sonrisa.

—No estoy del todo en contra si te pones de rodillas.

Se parecía tanto a una reina que un escalofrío bajó por mi espalda.

Lo dijo con algo de diversión, y Kevin reaccionó rápido.

—¡No me subestimes, yo no tengo ni una sola pizca de orgullo!

Saltó enfrente de ella con un giro.

—¡Por favor!

Se arrodilló como si estuviera acostumbrado.

Era la primera vez que veía a alguien sin orgullo. Por unos instantes hasta Erika se sorprendió, pero reaccionó con una risita "fu, fu" y habló a Kevin.

—No te las voy a decir, idiota.

¡Qué traición! Hasta sentí lástima por él. Aunque esto se veía venir a 20,000 leguas. Kevin no le prestó atención a la traición y gimió "¡Qué emoción!"

—Repugnante... —espeté.

Entonces me miró a los ojos de repente, emitió una seductora sonrisa y se acercó directamente a mi escritorio, pasando de los demás. Entonces me miró de cerca a los ojos y dijo:

—Tú, me gustas. Conviértete en mi esclavo.

En cuanto dijo eso mi corazón dio un vuelco.

Por alguna razón, sus preciosos ojos parecían tener un poder hipnotizante que haría imposible a cualquiera negarse. Pero, ¿y qué? Yo era el gran Tomas.

—¡No hay manera de que el gran Tomas se vuelva un esclavo!

Continuará...

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