Capítulo 34: Arrinconando a la princesa


Prólogo

Hoy por la que hemos armado, nos han castigado y hemos tenido que limpiar el gimnasio.

Al menos el conserje nos ha ayudado y nos ha dado las gracias por nuestro trabajo.

Pero no quita el hecho de que hemos sido castigados...

—Voy al servicio, Tomas...

—Voy contigo, Erika —dijo feliz Nina.

—Ok, os espero fuera. Voy a recoger nuestras mochilas.

Son más de las tres de la tarde, no hay ni un alma en el instituto.

Tengo hambre. Mamá, mi hermana e Irina estarán esperándonos para comer.

Frente a mí, la puerta de nuestra clase.

Tengo ganas de largarme ya, el instituto no es lugar donde estar una vez han finalizado las clases... a menos que seas miembro de algún club.

Con las llaves que me ha dado Antón, abro la puerta y entro en la clase. El maestro que toca a última siempre cierra con llave, para que así los que están en los clubs no se metan en las clases por la tarde.

Ya se dieron casos de listillos que entraron por la tarde en clase, encendieron el ordenador y lo hackearon para hacer de las suyas: saber preguntas de futuros exámenes, cambiar notas, o incluso obtener información personal de los profesores para chantajearlos.

Cuando me acerco al escritorio de Nina, me percato que hay algo sobre mi mesa. Se trata de un sobre de color rosado, cerrado con un sello rojo en forma de corazón. Justamente igual que esa carta de amor que recibí hace ya un tiempo.

Pero...

Hay algo más.

—...

Pensé que estaba alucinando, así que lo toqué para comprobar qué tan real era.

No es un espejismo, este tacto de seda es real.

Y aún podía notar algo de calor residual y humedad al tenerla entre mis dedos.

Todo mi cuerpo entero se volvió rojo tomate.

Sobre mi pupitre se hallaban unas braguitas blancas de rayas azules.

—¡¡¿Pero esto qué es?!!

Parte 1

—A eso llamo yo ir en serio. Ni a mí se me habría ocurrido semejante jugada.

Nina caminaba dando vueltas, jugando lanzando su mochila a los cielos y cogiéndola al vuelo con piruetas, saltos, giros entre otros trucos. Chica, que llevas falda.

—Aaah... —Erika seguía en shock; no eres la única—. ¿Puedo olerlas?

—¡¿Qué?!

—Si las huelo, puedo decirte de quién es por su sudor.

—Oye, bien pensando...

—¡NO!

Ese grito de parte de la muñeca diabólica casi nos deja sordo como tapias.

—Tomas, te está desafiando. Es un reto para ver si puedes encontrarla por tus propios medios. Nada de trampas o ayudas, tienes que descubrir quién es. Esas bragas son un incentivo, algo que te motiva a seguirla buscando. Ah, y no me llames "muñeca diabólica", que te he oído.

—¡No he hablado, lo he pensado! ¡¿Qué cojones?! Deja de hacer eso, da muy mal rollo, tía.

Agaché la cabeza y recapacité. Ella tiene razón.

—Pero... Vale, mira, está bien. Me has convencido.

—Lo que Tomas quiere decir, Nina —explicó Erika con sus palabras—, es que Tomas no quiere buscarla porque le haría daño; él ya se encuentra en una relación con Irina y conmigo. Sería encontrarla solo para ser rechazada.

—Puedo probar a tener mucho tacto... —dije.

—¡Pero no puedes dejarla esperando con falsas esperanzas! —exclamó ella con ardiente pasión—. ¡Tomas, debes buscarla y que te diga lo que siente por ti cara a cara! Estoy muy segura de mi intuición femenina de que ella es una gran chica, una muy fuerte, y que será capaz de superarlo y seguir adelante.

—Ok...

—Pienso lo mismo. Después de todo, Tomas es mío y de Irina.

Le eché una mirada en cuanto dijo eso y rectificó.

—Vale, de Irina y mío.

Después de hablar Erika, nos asustamos al sonar de repente la melodía de Nina. La estaban llamando.

—¿Sí, diga? Sí, ya vamos para casa, mamá.

Parte 2

—Kevin, me gustaría que si nos reúnes nos digas qué es lo que está pasando.

Julia, Kevin y yo nos encontrábamos en el jardín de mi casa. Al parecer tenía algo importante que decirnos.

—No, porque si te lo digo por el móvil pasan dos cosas. O no te enteras, o comienzas a hacer planes a mis espaldas. Tenemos que trabajar en grupo.

—¿Es por eso que cambiaste el nombre de Agencia a GROUP? —vaciló mi hija a mi mejor amigo.

—Julia. No me toques los cojones, Julia. No me toques los cojones.

Tuve que intervenir, o nos íbamos por los cerros de Úbeda.

—Kevin, ¿para qué nos has llamado?

—Sí, cierto —coincidió Julia.

Mi colega de toda la vida se cruzó de brazos y calló dos segundos.

—Ha aparecido otro. Otro viajero del tiempo.

—¿...?

—¿Qué?

—Como oyes, Julia. Se llama Ron. Varón caucásico, pelirrojo, mide metro setenta. Tiene tu edad, y viene del futuro. Quiere salvar a su hermana, quien viajó en el tiempo y se encuentra en esta misma época. Solo tú me vienes a la mente que cumpla ese tan concreto requisito.

—Eso es imposible —dijo Julia—, yo no tengo hermanos.

Vale...

—Genial, bien comenzamos. Nos la metió doblada.

—¿No dijo adónde se dirigía?

—Ni idea. Solo mencionó que buscaba a su hermana. Y al parecer algo hay que sí le dijo su nombre a mi hermana pero no a mí. ¿Te suena algún nombre en clave que sea "Bael"?

Julia pensó y pensó. Sacó los dedos y comenzó a contar.

A la que hizo 20, chasqueó los dedos.

—¡No! No, ese código aún no lo ha ocupado nadie.

—A propósito, ¿cuál era tu misión en este tiempo? Aparte de salvarme a mí...

Kevin se unió a la tanda de preguntas.

—Sí, ¿y cómo funciona esto de los viajes en el tiempo? ¿Hay paradojas?

Levantando las manos y realizando aspavientos, la inocente Julia suplicó para que nos detuviésemos.

—De uno en uno, os respondo. Vale... vale... Coged mi teléfono un momento.

Tanto Kevin como yo sentimos un calambrazo, y pudimos ver recuerdos.

—¡WOW! ¿Esto es verdad? ¿La palmaba?

—¿Yo mataba a mi hermana para salvar a Kevin? ¿Y tiempo después me quitaba la vida? Jooodeeer. Qué fuerte, macho. Me siento como si me hubiera metido una droga dura.

—¿Contentos ya?

Ambos nos miramos a los ojos y asentimos. Aún quedaba esa pregunta:

—¡¿Cómo funciona el viaje en el tiempo?!

—Cada vez que se salta al pasado se crea una línea de tiempo diferente, un mundo paralelo. Solo el viajero del tiempo con este dispositivo mantiene los recuerdos del nuevo mundo y los del anterior. Al final de todo, todas las líneas temporales convergerán en un mismo punto de atracción. Es complicado, pero el futuro sí es mutable; ahora, hay eventos inmutables. Como tu pérdida de memoria en 2º de la ESO, papá.

—...

—...

—Y si tú estás aquí... es porque a Irina le robaron los poderes.

Julia sonrió.

Parte 3

Lucia y Sonia han venido a jugar a la consola.

Podemos perfectamente jugar online, pero es mucho mejor si estamos todos juntos.

Además, también es para discutir acerca de quién puede ser la misteriosa princesa.

—Déjame leer la nueva carta.

—Claro, toma.

"Querido Tomas. Espero pacientemente que me encuentres. Solo nunca dejes de intentarlo. Estoy más cerca tuya de lo que crees. Mira bien a tu alrededor.

Fdo.: Tu Princesa."

—Es el mismo tono pastel, y la misma letra, y todo —Sonia dijo con tono asqueado.

—Es empalagosa, pero me gusta —opinó Lucia.

—¿Qué es?

Mi estúpida hermana metió la cabeza en medio.

—¡Ay! Quita el melón.

—Otra carta, ¿eh? ¿Quién es la admiradora secreta, hermanito?

—¡Yo qué sé! Es por eso mismo que estamos aquí. Alguien que se haya estado comportando extraño últimamente... Alguna chica a la que le guste...

—¿Puede ser alguna de las chicas de mi clase?

—No creo. Aunque les he preguntado y me han dicho que no, no creo que sean ellas.

—Tomas —me llamó Sonia—, da igual a quién preguntes, incluso si es ella te va a decir que no. Has de encontrarla tú, no ir preguntando por ahí a todas las chicas del instituto.

Estuvimos jugando a la consola hasta bastante tarde. Como que mi hermana se había duchado y todo.

—¿Lo dejamos ya? —pregunté.

—Sí, llevamos más de 6 horas jugando. Casi nos lo hemos pasado —sonó Kevin cansado.

—Ni que fuéramos speedrunners.

—Lucia, uno se lo habría pasado nada más comenzar el juego a los dos minutos.

Guardamos la partida, y nos despedimos.

Cuando salí de la ducha, me dirigí directo a mi cuarto.

Guardé las braguitas debajo del colchón, donde guardo algunos otros tesoros.

—Eh...

¡¡¡No están!!!

—¡Las braguitas! ¡¿Y las braguitas?!

Hagamos un recuento de las chicas que han estado hoy en casa.

Espera, no. Solamente han estado Lucia, Sonia, y...

—¿Cómo se llamaba esta chica?

Cogí mi diario y le eché un vistazo. Laura. La vecina, Laura.

—También ha venido Julia, pero no creo que ella las haya cogido. No tiene motivo. Quien sea que las ha cogido ha estado hoy en casa y ha entrado en mi cuarto. Sin embargo, no hay nada movido fuera de su sitio. Está todo tal y como lo dejé.

Eso quiere decir que quien las ha cogido sabe de mi escondite secreto.

Pero... ¡¿a estas alturas quién no lo conoce?!

—Piensa, Tomas. Recuenta el número de sospechosos... sospechosas. A Erika le gustan mucho las bragas rayadas, pero ella no tiene ninguna de este tipo, además de que ella se me ha declarado ya. Nina usa de colores lisos, generalmente blancas, y es del tipo directo. Irina tampoco, ella prefiere una temática más adulta... ¡¿Sonia?! ¡Ha debido de ser ella! Y tiene por costumbre colarse en mi cuarto. ¡Me ha engañado!

Al día siguiente fui a la clase de Sonia. Ella está en el bachiller de humanidades, yo en el de sociales, pero coincidimos en algunas asignaturas optativas.

Me equivoqué, no fue ella...

Hemos perdido la única pista que teníamos acerca de la princesa.

Parte 4

—Eso fue un error muy grave... Las braguitas han desaparecido... ¿Qué hacemos ahora, Tomas?

Kevin, Camila y yo nos encontrábamos en el salón del club. Los integrantes estaban haciendo sus cosas. Kevin solo estaba aquí para ayudar a su novia. Yo me he pasado porque sabía que se encontrarían en este lugar.

—No lo sé... solo quedan las cartas...

—Mmm... Si las bragas han desaparecido, eso quiere decir que fue un error. No quiso dejarlas sobre la mesa a propósito.

—¡¿Entonces por qué se las dejaría?! —gritó Kevin.

—No me preguntes, no sé qué pasa por la cabeza de esta chica. Es un poquito "peculiar".

—Oh —algo se le ocurrió—, ¿puede que sea una de estas exhibicionistas?

—Por favor, qué ocurrencias. Otra Nina no, Dios.

Realmente, Nina no es una exhibicionista. No tiene vergüenza alguna cuando se muestra desnuda enfrente mía o en casa, pero delante de otros le da muchísimo corte.

—Eh, Camila.

Una chica morena con pelo afro dejó una caja sobre el escritorio donde estábamos nosotros, Gabriela.

—Las fotos que me pediste que revelara. Están todas.

—Ok, luego te las pago. Dale las gracias a tu padre de mi parte.

Con rostro serio, ella comenzó a coger las fotos una a una.

—Mmm... No hay una buena que podamos darle al departamento este... y tampoco al periódico escolar... ¿Y si hacemos público lo de tu caso, Tomas?

—¡¿Qué?! ¡¡NO!!

—Me lo imaginaba. Estaría guapo.

—Opino igual —me cortó Kevin.

—Creo... que hice demasiado bien en presentaros...

Uno de los chicos que pasaban dio un toque con el codo a la pesada caja de cartón, derramando todas las fotos.

—¡Mierda!

—¡Lo siento, lo siento mucho! —se disculpó—. Ya las recojo.

—No pasa nada, tranquilo.

Juntos comenzamos a recogerlas todas.

Camila y yo cogimos una a la vez, dándonos la mano. Era una foto sacada desde las gradas de la pista de tenis.

—¿Qué pasa?

—Mira esto.

Solté la foto y ella le echó un vistazo.

—¿Qué pasa?

—Al fondo, ¿no se ve a una persona? —señalé la esquina superior derecha—. Aquí, ¿no es una chica rubia?

—Sí... Es verdad. ¿Tenemos una foto de la culpable? —se preguntó Kevin.

—¿Qué fecha tiene la foto, Camila? —la atosigué.

—Mmm... Es del martes. Tomada a las 15:00 horas.

—¡¡¡COINCIDE!!! —gritamos los dos.

Acabábamos de cazar in fraganti a la princesa.

Pero... ¿quién es...?

—Mmm...

—Mmm...

—Mmm...

Los tres suspiramos.

Parece una gran cosa, pero en realidad... seguimos sin tener nada.

Parte 5

—¡Ah, tengo una idea! ¿Qué os parece si vamos a mi chalet a pasar la tarde?

—¡Buenísima, Lucia! —exclamó Sonia—. ¡Sí, tengo ganas de una barbacoa! ¡Vamos todos! Esta casa de verano os va a encantar.

—¡¿Eh?! ¿Ahora...?

Kevin se llevó su mano al mentón y asintió.

—Me parece muy buena idea. Hace calor, no vendría nada mal una buena piscina para refrescarnos y relajarnos con buenas vistas. ¿Te vienes, hermanita?

—Claro.

—¡Me apunto! —dijo Camila—. Oye, Kevin. No estarás pensando en verlas a ellas en bañador, ¿verdad? Que te saco los ojos...

—Si haces eso no podré verte a ti, cariño.

—¡Si hay barbacoa me apunto! —Nina levantó la mano entusiasmada.

—¡Julia, ¿vienes?! —dije—. Piscina, carne y refrescos. ¿Quieres?

—Por supuesto —aceptó de inmediato—, ¿a qué hora?

—¡Ya mismo!

—¡¿Eh?!

Había algo que preocupaba a las chicas, pero no a nosotros.

—Pero —dijo mi hermana—, ¿qué hay de los bañadores?

Sonia cogió sus manos y la miró con sus brillantes ojos.

—¡No te preocupes, Silvia-chan! Tenemos muchos bañadores en casa, puedes elegir el que más te guste.

—¡¿Lo dices en serio?! ¡Entonces hay uno que quiero cogerte, Sonia!

La sonrisa de pervertida que se dibujó en los rostros de Irina, Nina y Sonia no tenía precio. Kevin y yo también captamos el juego de palabras.

—¡Hecho! ¡Coge el que quieras!

Julia se acercó de inmediato.

—¡¡Yo quiero el negro ese con encajes!! ¡Es muy bonito!

—¡Yo entonces quiero uno blanco! —expresó Camila.

—¿Habrá de mi talla? —se preguntaba nuestra albina favorita.

—Por supuesto, te dejaré uno que tengo de cuando yo era pequeña —se ofreció Lucia—, hay donde elegir.

Y así, nos fuimos a la casa de Lucia.

—¿Por qué sonríes, hermano?

—Ya está pensando en algo... —comentó Naomi.

—Nada, mi estúpida hermana amante de los gatos.

—¿Qué es, qué es? Dímelo, Tomas.

Erika no dejaba de sorprenderme.

—No es nada, je, je. Es que pareces un tomate.

Las mejillas de Erika se sonrojaron fuertemente.

—¡Qué malo eres!

—Me gustan los tomates.

—¡Eh, Tomas! ¡Deja de ligar con Erika! ¡Dime algo bonito a mí!

Ahora que caigo... ¿Por qué dejan a Lucia conducir si no tiene ni la edad ni el carnet? Es más, ¡¿cómo saben conducir?!

—Oye, más calma ahí atrás —habló Sonia mirándome por el espejo retrovisor—, vamos por la carretera.

—Irina, ¿trajiste crema solar?

—No, ¿por qué?

—No te preocupes, te pongo yo de la mía.

Al igual que una olla exprés, vapor salió de su cabeza y cayó aturdida.

Julia hizo como las tortugas, metiendo su cuello dentro de la camiseta; estaba pasando demasiada vergüenza ajena. En especial al ver cómo su padre de joven flirteaba con su madre.

—¡~~~!

—¡Uuuuuuuh! —exclamó Camila como si tuviera una bubucela.

—¡Golpe crítico, baby! —vitoreó Kevin.

—¡¡TOMAAAAS!! ¡¿Por qué nunca haces eso conmigo?!

—¡Lucia, eres la que conduce! ¡Mira al frente! ¡AL FRENTE!

—¡Hermana, que nos matamos!

—Tomas —Nina me agarró el hombro, algo quiere—, ¿te hace tener sexo en la piscina?

—No mentiré que sí me hace ilusión.

—No os soporto... —masculló el hermano menor de nuestra delegada pervertida favorita.

—Au au au... ¿Por qué tengo yo que pasar por esto...? —se lamentaba Julia.

No, seamos sinceros... somos todos unos pervertidos.

Entre líneas 1

Y Kevin no hacía más que meter el dedo en la llaga.

—Hey, chibi. ¿No tienes tú una chica que te guste? Podemos ayudarte, si quieres.

—Dejadme en paz... sois unos raritos.

—¿Eres gay, pequeño? —Nina comenzó a molestarlo.

—No pasa nada, no es malo.

—¡No lo soy, dejadme en paz! —gritó pataleando en el asiento.

—¡El hermano de Lucia es gay! ¡El hermano de Lucia es gay!

Comenzamos a cantar eso en corrillo. Era un coro de la vergüenza.

—¡No soy gay!

—¡¿Entonces quién te gusta?!

—...

—¡Yo sé quien le gusta! —Levantó Irina su mano—. ¡Es esa chica de grandes ojos azules de su clase, Marta!

—¡Le gusta Marta! ¡Le gusta Marta! ¡Le gusta Marta!

—¡¡¡Luciaaaaaaa!!!

Ay, el pobre.

Lo hicimos llorar.

Qué malos somos.

Parte 6

Nada más llegar al chalet, las chicas fueron a cambiarse de ropa.

Kevin hizo muy bien en traer un par de gafas de sol de repuesto para mí. Mientras las chicas se bañaban en la piscina, e Irina, Sonia y Erika estaban preparando la comida, nosotros nos estábamos bronceando tomando el sol en las tumbonas del mirador.

Nina se había cogido un bonito bikini mini de color amarillo para lucir curvas. Sin lugar a dudas ese es su color favorito. Sonia llevaba un tankini negro y un pareo que se asemejaba al vestido de una sirvienta francesa. Irina se cogió un bikini triangular blanco (para realzar su poco pecho), el cual era muy lindo. Julia cogió prestado a Sonia el bañador negro de una pieza que ella quería. Lucia lleva su favorito, aquel bikini brasileño azul marino con manchas blancas y algunos volantes. No sé cómo describirlo, pero es muy bonito.

Camila al final se escogió un bañador escolar. Al verlo se lo enseñó a Kevin y decidió ponérselo. Mi hermana Silvia lleva un tankini rosa bastante modesto, y al contrario de lo que uno puede pensar, realza bastante sus encantos. Naomi cogió uno exactamente igual pero en rojo.

Si tuviera que hacer una votación, ganaría el bikini estilo cabestro rojo cerezo con motas blancas que lleva Erika. Ahora, si os soy sincero, pensé que Sonia se colocaría lago indecente como un "bañador" de hilo. O que directamente iría desnuda.

—Se te da genial hacer de comer, Irina. ¿Qué quieres ser de mayor?

—Escucha, Sonia. Primero he de sobrevivir a esta mierda de juego de ajedrez, y luego elegiré qué deseo ser de mayor.

—Ohh, pero algo habrás pensado, ¿no?

Irina agachó la cabeza, pensativa.

Yo estaba escuchándolas desde el otro lado de la piscina. Cuesta oírlas hablar cuando Lucia, Nina y Camila están armando tanto alboroto.

—Quería ser una buena esposa.

—¡¿Ah?! —dijo sorprendida Sonia—. Wow, eso...

—Sé lo que vas a decir —la interrumpió—, no te lo esperabas de mí. En realidad soy más simple de lo que aparento. Aunque quizás pueda llegar a ser directora de cocina como lo era mi madre.

—Madera para eso tienes de sobra. ¿Me enseñarás algún día tus técnicas?

—Es que... realmente no tengo secreto alguno —bajando el tono de su voz ella cogió el cuchillo y picó la verdura como toda una profesional, y los echó en el bol, aliñándolo con un chorro de aceite de oliva, vinagre, sal y pimienta—, es que he repetido las cosas durante tantos centenares de años que he perfeccionado la técnica con la que comencé. Todo lo que sé me lo enseñó mamá.

—A-ah... Vale.

—¡¡Hyaaaan!! ¡Ni-ninaaaa! ¡No me manosees!

—¿Aaaah? No te escucho, Lucia.

Eso nos incomodó bastante a Kevin y a mí.

Si nos empalmamos ahora, se notará demasiado; no llevamos bañador, sino bóxers.

—¿Así es como gimes, delegada? Haces que me caliente yo también, he, he, he~.

—¡Nina, déjala en paz!

—¡¡Hey, hey, hey!! ¡Kevin, Tomas! ¿Qué hay con usa cara de circunstancia? ¿Y por qué llevas tus manos a tu entrepierna, Kei-Kei?!

—¡Ah~Aaahn~!

Un escalofrío recorrió las espaldas de nuestras hermanas, y se salieron de inmediato de la piscina. El tiburón Nina se las podía comer al igual que hizo con Lucia, de un solo bocado.

La delegada estrella cayó muerta al agua, flotando con una cara distorsionada por el placer, y lágrimas en las orillas de sus ojos desprovistos de toda vida.

—¿Y bien~? ¿A quién devoraré ahora~?

Ella realmente dijo eso, lamiéndose los labios mientras se ajustaba el escote.

—¡Ek!

—¡Peligro, Kei-Kei! ¡Peligro inminente!

—All units, fire!

Dos disparos de agua abatieron al monstruo pervertido, quien aulló del dolor.

—¡¡¡FRÍAAAAAAAAAA!!!

El disparo provino desde el balcón del chalet.

Camila y el hermano de Lucia, a quienes quitamos el ojo de encima, se habían hecho con dos pistolas de agua de gran potencia.

Mientras que la del chico era una normal, la de Camila era una metralleta de agua.

—¡¡Tomad!!

Ella arrojó desde el balcón balones hinchables, más pistolas de agua y palitos que se hundían, de estos que tienes que recoger en el fondo, y el equipo que más tenga gana.

—¡A jugar!

Kevin y yo nos lanzamos al agua y nos hicimos con las armas.

—¡¡Guerra de agua!!

—¡Agente Kevin listo para la batalla!

Y nos enzarzamos en una cruenta batalla de pistolas de agua sin cuartel.

—Oye, Sonia, ¿quieres ver algo guay que puede hacer la magia?

—¿Qué es?

—Mira esto.

Mientras Erika se encargaba de las hamburguesas en el fuego, Irina agarró una de las hojas que caían con el viento, la tensó como una carta, y la lanzó como toda una kunoichi.

Dicha hoja afilada hizo silbar el aire y cortó los tirantes del sexy atuendo de Lucia.

—¿Eh? ¡¡¿Eeeh?!!

Rápidamente Lucia se metió debajo del agua mientras se cruzaba de brazos para no mostrar sus senos.

—¡Woooooh!

Por distraernos, fuimos acribillados.

—¡¡Irinaaa!!

—¡Enséñame a hacer eso! —exclamó Sonia—. ¡¿Cómo lo has hecho?!

—En realidad no es magia —sonrió—, solo he tensado la hoja. Pero... esto sí lo hes. Dress Break.

Al momento en el que chasqueó los dedos, toda clase de fibra textil que tuvo contacto con el agua de la piscina se deshizo.

—¡¿Pero qué?!

—¡No me estés jodiendo!

—¡¡Aaaaaaaaah!!

Irina se reía como una sádica colocando sus manos sobre sus caderas.

—¡Qué magníficas vistas, ¿eh?!

Enojados, Kevin y yo tomamos nuestras armas y apuntamos en dirección al porche, donde ellas estaban resguardadas.

—Unforgivable...

—It's time for punishment, Irina-chan!

—¡Ah!

Rápidamente cubrió su boca con el anverso de su mano al descubrir el craso error que había cometido. Mi brother y yo dimos un enorme salto y, en mitad de aire, apuntamos a las tres chicas que aún quedaban secas.

Sus pupilas se dilataron al vernos volar, pudimos vernos reflejados en sus desesperados ojos.

Chorros de agua volaron, y sus bañadores quedaron deshechos al igual que nuestros calzoncillos.

—¡Está bien, lo arreglaré! ¡Pero dejad de dispararnos!

Hemos ganado la batalla. ¡Genial!

Entre líneas 2

—¿Mm?

—¿Qué pasa? —me preguntó Erika.

Me ha parecido ver a alguien asomarse desde la azotea. Pero estamos todos aquí en la piscina.

Nuestras hermanas están descansando en sus camas hinchables, flotando en el agua.

Nina sigue aguantando la respiración en el fondo de la piscina, al lado de la escalera, donde hay dos metros de profundidad. El resto están en las hamacas durmiendo a la sombra después del atracón de comida que nos hemos pegado.

—¿Puedes seguir practicando, Erika?

—Sí.

Erika no sabe nada, así que le estoy enseñando.

—Tomas, cariño. ¿Luego pasas un rato conmigo?

—Claro.

Laura levantó sus gafas de sol y me preguntó a dónde iba.

—Al baño.

Rodeé la casa y vi las escaleras frente a la verja, que llevan de inmediato a la azotea, sin necesidad de coger por la entrada del balcón de arriba o pasar por el salón con los pies mojados. Esa alfombra es realmente cara, no quiero humedecerla.

Al subir, me encontré tendida en una hamaca a una bella mujer joven.

Esta mujer la conozco, es ella.

Piel blanca y tersa, cabello blanco y unos ojos como dos rubíes.

Llevaba gafas de sol, un bikini blanco, un pareo acomodado en su cintura y una pamela también blanca.

En la mesita de al lado de la hamaca podías ver un vaso con cola, hielo, limón y una pajita. Por el olor se trata de un ron-cola, seguro.

—Oh, me encontraste, pequeño Tomas.

Diciendo eso, la Irina adulta se levantó.

—¿Qué tal todo, mi joven esposo?

No pude hablar, me quedé embelesado.

Tuvo que chasquear dos veces los dedos para despertarme y devolverme a la realidad, quedé atrapado en una fantasía fogosa. Al igual que aquella vez que lo hicimos con el spray de nata y el gel sabor fresa.

—Tierra a Tomas. ¿Estás en este plano?

—E-estoy. Te vi asomarte por la cornisa. ¿Nos estabas espiando?

—Sí, ¿por qué no?

Puse mi cara seria. En cambio, ella estaba demasiado relajada.

—¿Qué pasa? Tienes ganas de preguntarme muchas cosas, ¿no?

—Sí... Había muerto en el futuro, ¿no?

—Sí.

—¿Cuál es vuestra misión?

—Información clasificada. No te lo puedo decir —respondió automáticamente.

—De acuerdo... Hay una cosa que quiero decirte, es importante. Ha venido un viajero del tiempo desde el futuro que está buscando a su hermana, Julia.

—Sí, Julia me lo ha dicho. Yo no tengo hijos.

—Lo mismo dijo Julia, no tiene hermanos.

Nos quedamos en silencio unos minutos.

—¡Ya sé! ¿Quieres hacerlo conmigo?

—¡No! Espera, ¡sí! Digo, ¡no contigo, sino con la de mi tiempo! Digo, ¡¿quééé?!

Su sonrisa de gato travieso me puso de los nervios.

—¡¡¿Qué me estás haciendo decir?!! ¡Deja de jugar conmigo, Irina del futuro!

—Ay, qué mono. Oye, ¿quieres que baje ahí abajo y me presente?

—Tú... eres muy bromista, ¿no?

—Puedo presentarme como la madre de Julia. Total, ellos no lo saben.

—No, gracias. Ahora bajaré, no vaya a subir alguien buscándome y la liemos.

Pude sentir su maligna sonrisa en mi cogote.

—Churri, si te encuentras con ese viajero del tiempo, dale "saludos" de mi parte.

—Mmm... "Saludos", ¿eh?

Di un solo paso, y escuché un efecto de sonido la mar de extraño.

Al voltearme...

—Ya no está... Qué mal rollo. Ella y Julia hacen eso y descolocan a todo el mundo. Cruzan una puerta o se colocan de manera que nadie las ve, y se esfumaron. Ya lo hizo una vez cuando Erika y yo la vimos al otro lado de la acera, salió de la pastelería y sacó el teléfono. Cuando un camión pasó, se había desvanecido. Solo fue un segundo, era imposible salir corriendo o volando, la habríamos visto.

Confuso, simplemente me encogí de hombros y procedí a abandonar el lugar.

Paso de meterme en movidas raras. Hay varias facciones metidas en el ajo; algunos quieren cambiar el curso de la historia, otros no.

—Espera, la bebida.

Epílogo

—Solo espero que todo el plan que montamos haya valido la pena. Es arriesgado.

Dije eso mientras miraba al suelo, estrujando la lata de refresco que tenía en mis manos. Estoy sentado en el primer escalón de la escalera que sube a la azotea.

Son las 8 de la tarde, las chicas se están cambiando usando el baño. Simplemente hay demasiados baños en esta casa.

Este chalet está formado por dos casas construidas en esta finca a finales de los años sesenta, que antiguamente estaban separadas, pero las unieron. A nivel del suelo cuando llegas por la entrada está la entrada principal a la izquierda y un techo bajo el cual aparcar el coche a la derecha. En el punto de unión de ambas casas se encuentran unas escaleras que llevan directamente a la azotea. En esta azotea hay dos estudios, uno por cada casa. ¿He dicho que ambas casas son simétricas?

Cuando entras por la puerta situada en el lado izquierdo, a mano izquierda encuentras un baño y una habitación. A mano derecha una inmensa cocina, fruto de unir dos casas en una, y la puerta derecha que da directo bajo el porche donde está el coche. Siguiendo la entrada todo recto, un gran salón con doble chimenea (dos en una en realidad); a la izquierda una habitación con vistas a la piscina y baño propio; a la derecha un segundo salón que se usa como comedor, y otras dos habitaciones cada una con su propio baño. Si sales al balcón por el lado izquierdo (el derecho está cerrado), a la derecha del todo hay una escalera que baja hasta la piscina. Lo mismo aplica para el lado izquierdo, a diferencia que en este lado se encuentra la sala de máquinas de la piscina.

Esto hace que se pueda llegar muy fácilmente al jardín con piscina desde donde quieras rodeando la casa sin la necesidad de ir por el interior. La única manera de acceder a la azotea es mediante la escalera afuera de la casa.

En el nivel inferior, está el porche junto con las entradas al sótano 1 y el sótano 2.

En el mismo porche hay una gran mesa rodeada de sillas, una radio, un fregadero y una nevera. El sótano 1 es un almacén de trastos donde guardan herramientas de jardinería, cosas del mantenimiento de la piscina como las pastillas de cloro, las redes, reguladores de PH, etc., mientras que el sótano 2 está equipado con un baño y es donde se guardan las tumbonas y sus respectivos colchones. Las colchonetas hinchables, pistolas de agua y balones de playa se guardan también en este lugar. Hay un tendedero donde colocar las toallas y bañadores para que se sequen.

Es un lugar muy bueno donde quedarse a vivir.

Ahora comprendo a qué se refería Lucia con aquello de "no tendrás problemas si te casas conmigo". Pero yo no me voy a casar por dinero o razones como el tener un heredero fuerte. No me van esos rollos, quizás a Kevin sí.

A todo esto, ¿dónde están Kevin y Camila?

Oh, espera. Mejor no quiero saberlo.

—Ya estamos listas. A ver si aparecen esos dos y nos montamos en la limusina.

—Perdóname, Silvia.

—¿Eh?

Rápidamente y de un solo movimiento deslicé mi mano hacia arriba, levantando por completo la falda de su uniforme.

Unas braguitas blancas de rayas azules me deslumbraron.

—Lo sabía... Tú eres la princesa fugitiva.

—Oh —fingió sorpresa mi hermana—, me descubriste. ¿Pero cómo?

—Fue sencillo.

De mi bolsillo, saqué la arrugada foto que tomó Camila con su cámara fotográfica, aquel martes a las tres de la tarde.

—Esta eres tú saliendo del edificio. ¿Cierto?

—Me encontraste, mi príncipe.

Ella solamente se rio como una niña pequeña.

—Planeaste todo esto, ¿no? Eres una mente maestra cuando quieres, Tomas, je, je. Me has superado.

—Sí... Cuando vi que las bragas desaparecieron de mi lugar secreto, pensé en quiénes sabían de ese lugar; es por eso que invité a todas las chicas que ese día estuvieron en la casa. Al ser una prueba muy valiosa, la persona que se las llevó para no ser descubierta tenía que llevarlas consigo en todo momento. Ahí cometiste tu error. Pero... ¡¿cómo fue que te dejaste las bragas encima de mi mesa?

—Ah... Eres muy inteligente cuando quieres, hermano —me halagó sonriendo inocentemente.

—Es por eso que pensamos en hacer una barbacoa en este chalet inmediatamente después del instituto. La culpable al mojarse no le quedaría más remedio que usar las braguitas de repuesto que llevaba en el bolso: las bragas del crimen. Las demás no llevan nada puesto bajo sus faldas en estos momentos. Después de todo, ¿te pondrías las misma ropa interior sudada que llevaste puesta todo el día de nuevo? Tendrías que volverte a duchar de nuevo.

—Eres realmente malvado, ¿eh? Eso fue un descuido por mi parte. Solo iba a dejar la carta. Verás, aunque parezco muy infantil, en realidad soy una exhibicionista.

Se acabó. No digas más. Desconecto mi cerebro. No te escucho a partir de ya.

—Me gusta la sensación de no llevar nada bajo la falda, poder sentir el aire correr entre mis piernas. Es muy placentera, ¿sabes? Y el imaginar que la gente puede estar mirándote...

¡¿Pero por qué me estás contando eso a mí?!

—A última tuvimos educación física y al estar sudadas, como me molestaban, me las quité. No me esperaba que la maestra fuera a pasar tan pronto a cerrar y con las prisas se me olvidaron en la mesa. Tomas —dijo mi nombre para despertarme—, ¿me estás escuchando?

Estoy sin palabras, de verdad...

—Pero... Silvia... ¿Por qué?

Sin yo esperármelo, mi hermana me besó en los labios.

—Porque te quiero. Eres mi príncipe.

—Silvia, ¡somos hermanos de sangre!

—Ji, ji... ¿Tú crees? No lo recuerdas, pero te conocí cuando teníamos 3 años. Cuando mi madre murió, papá me trajo a casa.

—¿Qué....?

Sentí mi sangre ser drenada de mi rostro y me quedé blanco, blanco como la nieve de la sierra.

—No somos hermanos. Solo en el papel. Piénsalo, tenemos la misma edad, pero tú eres solo dos meses más mayor que yo. ¿Cómo es eso posible?

—No lo es... Cierto...

Me quedé rayadísimo, no dije ni una sola palabra en el camino de vuelta a casa.

No podía parar de darle vueltas al asunto.

Yo solo veía a Silvia como mi hermana menor y ya. Pero en cambio, ella no me veía como un hermano, sino como interés romántico. Después de todo, no teníamos relación de sangre alguna...

¿Era esto lo que oyeron Erika y Sonia cuando Matt hizo enfadar a mamá? No pudo ser otra cosa. Tiene todo el sentido que me dijeran que les preguntara a mis padres, pero que no me iba a gustar saberlo.

Ahora... comprendo todo. El comportamiento tan cariñoso de mi hermana, sus celos al tener a tantas chicas cerca... No eran celos porque pasara menos tiempo con ella, sino celos porque habían llegado nuevas rivales dispuestas a quitarle su puesto. Todo cobra sentido.

En el coche Silvia reveló ser la famosa princesa misteriosa de las cartas, y quedaron en shock. Julia se desmayó de la impresión. Sonia ganó ideas para sus novelas eróticas. Lo que me faltaba ya: mi hermana y yo como protagonistas de una incestuosa novela.

Esa misma noche, a las 9, me senté en mi cama y cogí el teléfono.

—Papá...

—¿Eh...? ¿Tomas...? ¿Sabes qué hora es? Son las 4 de la mañana...

—Perdón. Es verdad, que estás en Japón. Quiero preguntarte algo importante.

—Dime, ¿qué es? Te noto... preocupado. ¡¿Ha ocurrido algo?!

—Sí... Se trata de Silvia. Ella... Nosotros no somos hermanos de sangre, ¿verdad?

Se hizo un hostil silencio. Ni siquiera podía escuchar su respiración al otro lado de la línea.

—No... No sois hermanos. Ella es hija de Noelia y un chico con el que tuvo una relación... ¿Te lo ha contado?

—Sí... Mamá me lo ha contado todo. Silvia es adoptada. Noelia quiso engañarte haciendo creer que era hija tuya. Pero descubristeis la verdad cuando el accidente del coche: los grupos sanguíneos no coincidían. Silvia siempre pensó que eras su padre biológico, pero ella encontró los papeles. Yo también creía que solo éramos hermanos por parte del mismo padre.

—Pensamos en contaros la verdad cuando tuvierais la edad. ¿Ha ocurrido algo?

—Silvia se me ha declarado... —respondí.

—Dios...

No sé si podré verla con los mismos ojos, a mi hermana.

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