Capítulo 25: Carta de amor
Parte 1
—¡Buenos días, Tomas!
—Grrr... ¡¡¿Hoy te da por levantarte temprano?!! Calla, ¿qué hora es?
Antes de que Nina tenga la más mísera oportunidad de responderme, estiro mi brazo con cuidado de no darle a Irina y agarro el despertador. Son las 6:45 AM. ¿Esta es gilipollas?
—Dame una razón para que no te meta un cocotazo, Nina. Tienes 3 segundos. Tres... dos...
—Vale, vale. No estás de humor, lo siento. Solo quería recordarte qué día es mañana.
El pensamiento se me va al cielo, aún tengo el raciocinio nublado por la falta de sueño. Irina y yo nos quedamos hasta tarde viendo anime, y como se emborrachó de nuevo se puso extraña, no paraba de flirtear conmigo.
—¿Qué día es hoy?
—13 de febrero, Tomas. Sé que eres olvidadizo, no olvides comprarle regalos a todas tus novias. A posta, ¿lo habéis hecho? —preguntó ella mientras hacía una cara de felino entrometido.
—¡OBVIO QUE NO, IDIOTA!
—Ok, entonces te recomendaría estudiar un poco para el examen. Te recuerdo que tú mismo me pediste que te despertara antes hoy.
—¿Qué examen? —me pregunté a mí mismo, completamente perdido—. ¿Hay un examen hoy?
—Claro. El de mates.
—Ma-tes... ¡Aaah, me olvidé por completo!
Me levanté de la cama e inmediatamente me senté al escritorio y encendí el PC y la impresora. Mientras esperaba impacientemente a que arrancara por completo el ordenador, Irina gimió, quejándose por la luz blanca del monitor y ocultándose bajo las sábanas.
—Mmmmuy... Aaaaay... —Se movía como una especie de gusano bajo las sábanas, retorciéndose en su crisálida. Era muy gracioso y tierno a la vez, parecía una niña chica—. Tomas... es muy temprano, apaga la luz...
Diciendo eso, agarró mi enorme almohada (la cual pesa bastante, por cierto) y me la arrojó con una sola mano a la cara.
—¡Fuek!
Parte 2
*Ding, dong. Ding, dong*
—Ummm... ¿Quién será a estas horas?
El joven de cabello teñido de rubio se levanta con los ojos pegados. Son las 5 AM. ¿Quién en su sano juicio pegaría a la puerta con tanta insistencia? Los toques el timbre siguen un perfecto ritmo de 16 tiempos. Solo se le viene a la mente a alguien quien tendría tanta bulla tan temprano en la mañana como para aporrear su puerta como si no hubiera un mañana, aunque en este caso lo que estaba aporreando cual teclado de arcade no era su puerta, sino su timbre.
—Ya, ya, que lo vas a quemar... ¡Ya voy!
Bajando las escaleras, el joven se situó en el pasillo de su vivienda, dio dos vueltas a la llave y abrió la puerta. Frente a él, vestida con el uniforme del instituto, una belleza de piel blanca, cabello largo y rubio hasta la cadera y ojos de desigual color, pero que en realidad eran lentillas, siendo ambos ojos de color rojo. Ella era Julia Sánchez, familiar de su mejor amigo de toda la vida Tomás Sánchez, y el vecino de enfrente.
—¿Julia? ¿Sabes qué horas son?
—Kevin... Sniff, sniff. El... el...
—¿El... qué?
Aún somnoliento, el muchacho se fijó solamente en la chica, y no en el aparato que esta sostenía con ambas palmas de las manos extendidas. Había lágrimas asomando en las orillas de sus ojos, y y se esforzaba para que no se le salieran los mocos.
—¿Qué pasó? Parece que lo hayan aplastado...
—¡Es que se me ha caído, uaaaaah! ¡No voy a poder a regresar a casa! ¡He roto el TPDD!
—¿Cómo es que ha quedado en esta condición, Julia?
—Verás... uwu...
Varios minutos antes...
—¡Qué bien, hoy voy a poder conseguir la promoción de esos bollitos de melón exclusivos que solo esta panadería hace! Seréis míos, esta vez no os escaparéis. Oh, les llevaré unos a papá y la tita, también. ¿Les gustarán a las chicas?
Pensando en que quizás sería muy temprano, pensó en hacer un poco de trampas y sacó de su bolsillo de la chaqueta un pequeño dispositivo similar a un teléfono de los 2000, pero que en absoluto era un teléfono; realmente era un dispositivo que permitía al usuario poder trasladarse entre los distintos planos temporales. En pocas palabras, concedía a su portador la posibilidad de saltar al pasado o al futuro.
—Sí, con esto podré acelerar mi tiempo hasta que sean las 6 AM, y no tendré que guardar cola. Llegaré la primera. Sé que mamá me avisó que no debería usarlo para cosas que no fueran esenciales, pero... define "esencial". Esto es prioritario para mí, y no creo que me vayan a regañar por haberlo usado para algo tan pequeño como esto. No es que vaya a causar alguna paradoja ni nada por el estilo, je, je...
Mientras iba revisando la promoción de la tienda (y babeando el teléfono), Julia Sánchez tropezó con una pequeña piedra en el camino y cayó de bruces al suelo. El dispositivo de viaje temporal salió volando de sus manos y fue a parar a la carretera, al lado del paso de peatones.
—Ay, ay, ay... Qué daño... ¿Y el TPDD?
Al levantar la cabeza, vio el dispositivo sobre el asfalto. Por suerte, no se había roto.
—Fiu —Silbó, quitándose el sudor de la frente—, qué susto. De haberle llegado a pasar algo...
Justo en ese momento, un coche pasó por la carretera, aplastando la rueda el aparato futurista y mostrando sus "tripas".
—¡Hyaaaaaaaaaa! ¡El TPDD! ¿Qué hago ahora?
La jovencita se aseguró que no venía ningún vehículo más y recogió el aparato. Trató de poner sus partes en sus sitios e intentar que funcionase, pero nada, fue en vano. Su dispositivo de viaje espacio-temporal estaba, irremediablemente, roto.
—¿Y ahora qué hago...? —Lágrimas comenzaron a brotar de sus lacrimales, estaba atrapada en esa época—. No puedo volver a casa...
En el presente...
—¡Por eso tienes que ayudarme, Kevin!
—¡¿Y cómo quieres que te ayude?! ¡Ese tiesto es algo que se inventará en el futuro! ¡No tengo ni puta idea de cómo funciona, menos si tenemos la tecnología necesaria para arreglarlo! ¡Tú misma me lo dijiste, no es un móvil!
—¡¡¡Por eso tienes que ayudarmeeeeee!!!
Agarrándolo del cuello de la camisa del pijama, ella lo zarandeaba para que la ayudar a regresar a casa.
—¡Deja de...! ¡Que me ahogas, estúpidaaa...!
—¡Necesito volver a casa, por favor, Kevin! ¡Yo ya te ayudé, ahora me tienes que ayudar tú a mí!
Kevin empujó a la turista del tiempo y tosió. Una vez recuperado el aliento, tosió dos veces para aclarar su garganta y puso voz seria:
—Lo intentaremos. Se lo llevaré a la persona más inteligente que conozco: Alba.
—¿Alba?
Por alguna razón, parecía que una bombilla se le acababa de encender a Julia Sánchez tras oír ese nombre.
—Pregunta, pregunta: ¿esa Alba es la misma Alba que está en primero de bachillerato A, en tu instituto? ¿La que es miembro de tu pandilla?
—La misma que viste y calza —Kevin, notando cierto tono de entusiasmo en el timbre de su voz, arqueó la ceja y se cruzó de brazos, tratando de hacerse el duro—, ¿pasa algo con ella?
—¡Por supuestísimo que pasa! ¡Es una de los inventores de la teoría para viajar por el espacio-tiempo! Aunque en nuestro mundo de momento es solo un proyecto beta, ella es una de las que creó la teoría.
—Rechazado.
Su corazón se rompió tras ser denegada la propuesta por Kevin, el miembro de Agencia y espía infiltrado de AURORA.
—¡¡¡¿Por quééé?!!!
—¡¿Es que eres ciega?! ¿No lo ves? Si le damos este aparato, es obvio que lo arreglará, es algo que ella misma en el futuro (junto a otros) creó. Si es por tu culpa que obtienen la fórmula ahora aquí en el pasado, habrás provocado una paradoja, chata. La máquina del tiempo no se podría haber llegado a inventar de no ser porque tú, proveniente del futuro, se te estropeó y la trajiste aquí. Es un bucle causal.
—Es verdad... ¡Ah, ya sé! ¿Y si le dices que solo lo arregle? Puedes tú borrarle la memoria con tus poderes de Esper, así que no hay mucho problema. ¿No, no, no?
Kevin solamente resopló mientras se llevaba lentamente su mano derecha a la frente.
—Madre mía... dame fuerzas.
Parte 3
—Mira, ya está aquí la lista esta.
—Sí, se cree muy buena, es tan solo una cría.
Irina acababa de llegar a su clase. Un curso inferior al de Tomás y los demás. Aunque fingiendo que todo marchaba bien, la realidad era todo lo contrario, pero estaba más que acostumbrada a abusos como estos dada su habilidad.
Nada más llegar ella a la clase a inicios del trimestre, debido a su belleza y por lo linda que es, se ganó a todos los chicos así como el odio de todas las chicas de la clase. Su actitud risueña y positiva era un imán que encantaría a cualquiera. Por si fuera poco, el que atendiera en clase, se portara bien e hiciera todo lo que los maestros dijeran no solo la convirtieron sin quererlo en la enchufada de los profesores, sino también en el blanco de todos aquellos que la odiaban porque se portaban bien con ella; había acaparado toda la atención.
No había chica más famosa que ella en las cuatro clases de 4º de la ESO. Una chica bajita y albina que solo puede ser descrita como un ángel de nieve. Cabello plateado, ojos grandes y rojos como rubíes, y sonrisa deslumbrante.
Aquellas que eran las que tenían toda la atención sintieron que su territorio había sido invadido, y no dudaron en pasar a la acción: hacerle la vida imposible. Se convirtieron en las típicas abusonas, y con chicos a quienes convencieron para que se unieran a su causa, comenzaron a hacerle jugarretas.
Lo que Irina aguantó durante el inicio de esta reyerta eran tonterías menores, tales como robarle el cuaderno de los deberes, esconderle la mochila dentro de la papelera u ocultarle el estuche. Pero con el pasar de los días, las cosas se fueron agravando cada vez más.
Le arrancaban las hojas de la libreta, le pintaban su mesa con rotulador permanente escribiendo groserías o llamándola "puta", "niña de mamá", "enana", "vampiro", etc. En la clases de educación física, las chicas la esperaban para ensuciarle la ropa de cambio dentro del neceser y pegarle, también llegaron al extremo de meterle la cabeza dentro de la taza del inodoro.
Pero ella, para que les quemara bien adentro, no dejaba de sonreír. Seguía como si nada, sin importar cuánto la maltrataran, golpearan o jugarretas le hicieran; ella no iba a cambiar por lo que unos imbéciles le dijeran o hicieran, sin hacer caso de sus amenazas por tener envidia de ella.
Todo esto lo estuvo ocultando Irina durante semanas a Tomas y las demás chicas del grupo; impresionante, pues viven todos bajo el mismo techo. Pero ese era precisamente el talento oculto de Irina: sabe ocultarse muy bien, incluso sus propios sentimientos y emociones. Cosa que le traía malos recuerdos de un mundo anterior en concreto.
Ignorando los cuchicheos de aquellas a quienes ella consideraba más putas que las gallinas, se sentó en su escritorio, o hizo el intento.
—¡Ay!
Le quitaron la silla y calló de culo al suelo. Miró al chico de atrás, quien se reía porque cayó de lleno en la trampa. Irina solo resopló, dejó la mochila en el suelo y miró la mesa llena de garabatos.
—"Muérete, puta". ¿No se te ocurre nada más gracioso, "Queen Bee"? En serio, qué mal gusto.
Aquella a la que ella llamaba "Abeja Reina" no era otra que una chica de elevada clase. Por sus ropas y que le daba igual llevar el uniforme obligatorio del instituto, se veía que era una niña bien. Pelo rubio y corto, piel perfecta y uñas esmaltadas. Su aire de prepotencia hablaba por ella. Un total contraste del humilde entorno en el que creció Irina.
"Queen Bee" Almudena plantó sus dos manos en la mesa de Irina y tiró los libros, regándolos por el suelo. Irina solo mostró silencio, ni la miró a los ojos.
—¿Qué?
—¿Qué vas a decir? ¿Por qué no te mueres, desgraciada? Solo entraste aquí porque tienes contacto con Lucia Strawberry, cuya familia es muy amiga del director. ¡Lárgate y regresa a la ribera del río de la cual saliste!
—...
Irina soportó todos los insultos. Pero ella no se sentía triste en lo más mínimo. Todo lo contrario, un enorme sentimiento de ira desbordaba por todo su cuerpo. No era la primera vez ni mucho menos que había vivido con anterioridad situaciones así, incluso mucho, mucho peores que la llevaron a la muerte. No por nada ella poseía el Retorno de la Muerte.
—Eh, perra.
Con una voz de adulto que nadie podía decir con certeza que realmente hubiera salido de aquella niña pequeña, se giraron. Con una silla en mano, Irina golpeó a Almudena con todas sus fuerzas en la cabeza y la tumbó. La chica literalmente voló hasta que fue detenida por la estantería situada en el lateral izquierdo de la clase.
—¡Gagh! ¡Aaaaah!
—¡¡Haaaaaaaah!!
Un golpe, dos golpes, tres, cuatro... Hasta un total de 12 golpes, Irina gritó y la siguió golpeando. Todos los miembros de la clase estaban aterrados. La tranquila, alegre y sosegada Irina había dado un horrendo giro de 180º. Ahora, la inocente niñita estaba golpeando como una desquiciada a la alumna con mejor notas de toda la clase (antes de que llegara ella).
Nadie se atrevía a detenerla, no querían recibir un sillazo en la cara totalmente gratuito. Almudena hacía lo mejor que podía para defenderse de los contundentes golpes realizados con la silla de hierro y madera, cruzando sus brazos por delante de su rostro. Irina golpeaba sin apuntar, tanto atinaba en el rostro como a veces lo hacía en el abdomen o las piernas. Solo quería asustarla lo suficiente como para que la dejaran en paz de una maldita vez.
Una vez se hubo hartado, ella arrojó la silla como si fuera una sábana a un lado y se dio la vuelta.
—Escúchame, puta. No me hables, no te me acerques, no me pidas ayuda. Mantente a diez pasos de mí en todo momento, o a la próxima te partiré las piernas y no volverás a andar. Todo esto que me has hecho pasar no ha sido en absoluto un infierno comparado con todo por lo que yo he pasado en Fragmentos anteriores. Considéralo un aviso, Almudena Salas. Para mí tú no eres más que un mísero e insignificante grano en el culo de la ameba más pequeña de todo el universo.
—¡¿Qué es todo ese ruido?!
La profesora de valores éticos apareció por la puerta tras escuchar por el pasillo gritos de dolor. Los alumnos se encontraban algunos apoyados frente a las ventanas, y otros junto a la pared y la estantería de libros, todos ellos asustados. En el centro de la clase, sillas y mesas movidas de sitio, Almudena tirada en el suelo golpeada y sangrando, e Irina sonriendo como si nada hubiera pasado.
—No ha pasado nada, profe. Solo que Almudena y yo estábamos jugando y se nos ha ido un poco la mano. ¿Verdad que sí, Almu?
Con estupor, Salas agarró esa mano que le había amablemente tendido Irina. Pero dicha mano estaba fría como un témpano de hielo, y la chica se la apretó con tanta fuerza mientras ella se ponía de pie que parecía que se la fuera a romper y arrancar de cuajo.
Sintió la oscura mirada de la joven albina penetrar su cerebro, recordó la tétrica voz con la cual la advirtió y, sin poder evitarlo, se hizo pis encima.
—M-maestra, tengo que ir al baño.
—Je~.
Irina solamente sonrió, aliviada del peso que se había quitado de encima.
—Ey, chicos. ¿Alguien más quiere jugar conmigo luego en clase de educación física? Si mal no recuerdo tenemos balón prisionero.
Unos se echaron a temblar, otros se negaron amablemente.
—¡Así me gusta, ese es el espíritu! ¡Vamos a jugar todos! No muerdo, solo soy mala cuando se me enfada.
Estaba mintiendo.
Por mucho que usara su voz normal y tierna, era más que obvio que había segundas intenciones detrás de esa inocente sonrisa aterciopelada más letal que la dulce muerte que ocasiona el gas. Si jugaban con ella en la siguiente hora... acabarían irremediablemente ingresados en el hospital.
Parte 4
—¡¿Por qué no me contaste que te estaban haciendo bullying, Irina?!
Después de contarme lo que ocurrió, se iba a ir tan tranquila al recreo a jugar al fútbol, pero no la dejé. Agarré su pálido y frágil brazo con fuerza.
—Ay, Tomas. Me haces daño.
—Irina, estoy siendo serio contigo. No quiero que hagas eso más. ¿No confías en mí? Podía haberme hecho cargo. Ocultaste tus heridas y las sanaste con Aurora azul, ¿verdad? ¿Verdad?
—Sí, soy culpable. ¡Pero tú no eres quién para juzgar mis pecados!
—¡Sí soy ese alguien para juzgar tus pecados! ¡Eres culpable, a la hoguera!
—¡Ja, ja, ja! ¡Eres muy gracioso! —Irina tosió para aclarar su voz—. Escucha, Tomas, no pasó nada. No fue nada que no me pudiera hacer cargo yo sola. Si de verdad hubiera necesitado ayuda, la hubiera pedido.
—Tenías miedo, ¿verdad? De que si pedías ayuda se siguieran metiendo contigo. Es eso, ¿cierto? Kevin ha pasado por lo mismo que tú, es por eso que comenzó a vestir como un delincuente y a comportarse como tal.
—Sabes que no pienso hablar con él; simplemente no puedo tenerlo cerca. No después de lo que me hizo.
—Lo sé. Eso que te hizo fue horrible, pero fue un él de otro mundo, no este otro que conocemos. Son dos Kevin diferentes que no tienen nada que ver uno con el otro.
—Para mí sí. Fue a mí a quien hizo un daño irreparable en su cuerpo y su mente, no a ti. Es por eso que tú no lo entiendes como víctima y le restas importancia al asunto. Kevin me violó. En otro mundo, pero no quita el hecho que lo hizo.
No puedo argumentar nada contra semejante aplastante lógica. Y recién comienzo a entender el concepto de Fragmentos de los cuales nos habló IRINA.
—Oye, mañana es 14 de febrero. ¿Qué piensas regalarme?
—¡Oh, es verdad!
Arrugó su rostro cuando exclamé "oh, es verdad". Se ha dado cuenta que me olvidé por completo que llegaba el día de San Solterín.
—No has comprado nada para nosotras, ¿eh? Más vale que nos regales algo muy bueno, o el Día Blanco no te vamos a dar chocolates.
—No se celebra el White Day en España, Irina.
Daba igual, ella ya se había marchado. Arqueé mi espalda en posición de derrota. Aunque sea por compromiso, he de comprar bombones para las chicas, y un regalo para aquella a que yo amo.
¿Qué les compro aparte de los bombones? Ni siquiera sé qué chocolates les gusta, y no puedo preguntar hoy, 24 horas antes. Se darían cuenta enseguida de que no he prestado la más mínima atención al detalle.
—¡Smooch!
Una lengua me sorprendió. Jugó con la mía y llegó hasta mi campanilla. Una sensación caliente y húmeda; placentera. Un beso tan apasionado que sentía que me iba a enviar al cielo. Al abrir mis ojos, pude ver que quien me estaba besando y abrazando contra la vitrina de trofeos del pasillo junto a las escaleras no era otra que Irina, quien habría hecho un amago de irse y dejarme aquí tirado.
Cuando nuestros labios se separaron, quedó un hilo de saliva haciendo de puente.
Eso... Eso fue... Wow.
—Chocolate negro 100 % —dijo con una sonrisa pícara—. Mi regalo de San Valentín, no te preocupes.
Me he quedado a cuadros. Si pudiera describir esto, diría que es "placer adulto".
Parte 5
—Hola, chicas.
Francamente, Kevin, me has salvado el culo.
El tío se puso a hablar de qué clase de chocolate le gusta a las demás, para así él poder darle regalos mañana. No sé si lo ha hecho a posta, o la conversación a salido así como sí. Puedo aprovechar para preguntar qué clase de flor le gusta a ella. Mañana algunos voluntarios se pondrán al lado de la cafetería con un stand donde venderán cartas de amor anónimas, flores y alguna que otra caja de chocolate.
También venderán abanicos de chocolate y crepes, algunas de ellas con helado si tienes suerte de cogerlas. Solo para parejas.
—¿Flor?
—Rosa —respondió Erika.
—Rosa, creo —dudó Lucia.
—Una rosa —dijo mi hermana confiada.
—¡Flan!
No hace falta que diga quién fue esa, ¿cierto? Sí, fue Nina. Nina la amante del flan y los parfaits, y la auténtica dueña de mi cartera. Al menos ya sé qué regalarles: rosas, cajas de bombones y algo personal a todas ellas.
Espera... ¿Erika? ¿Qué le puedo regalar a Erika?
Para Irina ya lo tengo encargado, y llega hoy a casa sobre las 18:00. El repartidor de siempre me lo entregará, tiene mi móvil para que solo salga yo a recogerlo. Una sudadera morada con capucha como la mía, la que tanto le gusta. Para Nina un paquete de flanes premium y creo que la invitaré a dar una vuelta por la calle comercial. Para Lucia, Sonia ya me lo chivó: una cita a solas. Y en cuanto a Erika... No sé...
*Flash, flash*
—Disculpadme un momento, creo que acabo de ver algo.
—Claro —dijo Kevin.
Me alejé del grupo. Juraría que he visto un flash de una cámara. ¿Será alguien del club de fotografía haciendo de las suyas otra vez? Todos los años hacen un reportaje de lo exitoso que ha sido el día de San Valentín en el instituto, en especial para los miembros del club de manualidades.
Me dirijo con cautela hacia la zona de los baños, pero no hay nada, ni nadie. ¿Provino el flash de estos arbustos de aquí, junto a la valla que da al aparcamiento?
—No, me lo ha parecido o me lo he imaginado...
Eché la vista arriba. Un momento... ¿No está el club de fotografía precisamente ubicado en esta parte del edificio, en la segunda planta? Sí, está justo encima del baño que solo abre durante los recreos. Voy a subir.
—¡Eh, Tomas! ¿Adónde crees que vas? El timbre no ha sonado aún, no puedes entrar.
—No quiero tener que dar la vuelta entera para ir a la cafetería, profe. Quiero coger este atajo.
—Lo que tú digas, pero como te pille un profesor por los pasillos y te lleves un parte, yo no he visto nada.
—Vale, vale...
Se la suda todo. Realmente no voy a coger el pasillo, sino las escaleras adyacentes al pasillo de las clases de primero de la ESO. Puedo llegar a la segunda planta en un abrir y cerrar de ojos,
Subo corriendo por las escaleras y... frente a mí, la puerta del club de fotografía.
—¡Con permiso!
Mierda, está bloqueada. Bueno, es normal, todos los clubes están cerrados. Abren por la tarde. Vendré luego, tengo que ver a mi hermana jugar un partido.
Parte 6
—¡Eh, Tomas! ¿Esto qué es?
Como tuve que dar una vuelta entera y evitar ser descubierto, he tardado más que los demás en llegar a la clase cuando dio el timbre.
Sobre mi pupitre hay un sobre rosa con un sello de cera en forma de corazón.
—¿Una carta de amor? ¿De quién?
—¡Eso quiero saber yo!
La chica cuyo nombre nunca soy capaz de recordar, muy enojada plantó sus dos manos con violencia en mi escritorio.
—¡Yo quería pasar este 14 contigo, Tomas!
—¿Tú me quieres?
Parece que la herí, cayó sin vida al suelo.
—¡Buah, qué frío, joder! —exclamó Kevin; todos estuvieron de acuerdo con él—. Pensé que era tu carta, Laura. ¿Se la diste?
Lentamente la chica llamada Laura se levantó y respondió a Kevin de inmediato con lágrimas en los ojos.
—No, se la daré mañana por la mañana...
—Ábrela, a ver de quién es, bro.
Nina, Erika y Lucia estaban impacientes. Todas ellas tenían ganas de que la abriera. ¿Quién de ustedes la ha escrito, eh? ¿O ha sido Irina?
—¿Y esto?
Una letra que no he visto nunca en la vida.
Es hermosa, cursiva y perfecta esta grafía. Parece que está escrita con un bolígrafo o pluma de tinta líquida negra. El papel es de calidad, blanco esmalte y más liso que una oblea de un superconductor. Es elegante, femenino y simple, pero directo.
Te quiero desde el fondo de mi corazón. Siempre te he querido. Nos conocemos desde siempre, pero nunca he podido ser capaz de transmitirte todo lo que siento por ti. Espero que me encuentres. Fdo.: Tu princesa.
—Una literal carta de amor. Es una confesión. ¿Pero quién es el remitente?
—¿No viene?
—¡¿Se olvidó firmar?!
Preguntas como esa comenzaron a saltar por toda la clase, y la llegada de la profe de historia, quien estaba de vigilancia en la puerta de los baños, puso fin al debate.
En fin, tengo tres horas para pensar qué hacer con esto.
¿Quién es la "princesa" que ha enviado esta carta?
Parte 7
—Estoy de suerte. Las chicas me han echado de casa.
Están todas reunidas, así que es más que obvio que antes de ir al partido quieren ponerse manos a la obra y darme chocolate casero. ¿Que cómo lo sé? Más de una ha cogido el PC y no ha salido de mi cuenta, y al darle al buscador, se refleja lo que has buscado más recientemente en la barra de búsquedas. Honestamente, no sé si ha sido un despiste o ha sido a posta para que salga de casa haciendo como que no sé nada. Con las pajas mentales que se traen Nina e Irina, no se sabe.
—¡Vamos a hacer chocolate! —exclamó Nina.
—Irina, ¿qué tienes tú?
—Cacao puro. No lo entenderías jamás, Erika. Es un sabor demasiado adulto para ti. De chuparlo de seguro dirías "uuug, qué amargo".
—¡¿Qué tiene de malo un bombón de chocolate con leche?!
—Los míos van a tener galleta —Sonrió Lucia preparando sus ingredientes—, nada como un tierno dulce de galleta y chocolate para ganarse el corazón de tu amado.
—No me ganarás, señorita. Yo también lucho por su corazón, somos todas rivales aquí. Cuidado, no vaya alguien a sabotear los bombones de las demás competidoras, ku, ku, ku...
—Como le eches salsa picante, te daré el cambiazo y haré que cagues lava, sirvienta cachonda.
Ante la tajante amenaza de Irina, Sonia se retractó y guardó la botella de salsa superpicante en el armario de donde la había sacado sin pensarlo dos veces.
—Verdad, que si lo tomas tú no te afectará, eres amante del picante más picante que ha habido. Yo voy a preparar una figura escala 1:1, hecha con un 70 % de cacao. A Tomas le encantará.
—Emmm... No creo que él solo sea capaz de comerse eso, y es muy vergonzoso. ¿Cómo vas a llevarlo al instituto?
—Buen punto, Erika —le dio la razón Lucia—, es demasiado indecente.
—¿Os parece bien si unto mi cuerpo en cacao fundido?
—¡¿Estás loca, Irina?! —gritó histérica Silvia—. ¿Q-qué insinúas?
—Es erótico, pero estúpido. Te quemarás.
Irina se llevó el pulgar que metió en el bol de chocolate de Erika, que estaba lentamente derritiéndose por efecto del calor y lo chupó.
—Ciertamente, es verdad. Entonces usaré crema de chocolate.
—¡¡¡TAMPOCO!!!
Todas gritaron a la vez riñéndola, comprendiendo que sería mejor dejar la broma o la situación se tornaría en una batalla de comida.
—Bueno, de todas formas, vamos a ponernos todas manos a la obra. Tengo que pelar el fruto, cortarlo, separar las semillas, tostarlo y muchas cosas más. Esto va a ser complicado, pero definitivamente quedará delicioso y conquistaré a Tomas. Yo seré quien se lo lleve a la cama.
—¡Yo voy a prepararle el mejor chocolate blanco a mi hermano, no me ganaréis!
Todas dejaron caer los cubiertos y se detuvieron en seco, formulando la pregunta: "¿y tú qué pintas aquí?".
Rebeca sonreía de lo emocionante que se estaba volviendo la cosa. Sin lugar a duda alguna, una verdadera, acalorada rivalidad se estaba cociendo entre fogones, todas unidad y a la par enfrentadas entre sí, luchando por un único objetivo: el corazón de su hijo mayor Tomas.
—Cocinar con vosotras. ¿Qué pasa? No quiero ser la única que no prepare nada.
—Pero es San Valentín. Y él es tu hermano de sangre.
—Ya, ¿y? ¿No puedo darle un regalo, Lucia? Antes de que él se volviera tan popular con las chicas yo era la única chica junto a Laura y Naomi que le daba chocolates. Hasta mamá le daba por pena.
Mirándose perplejas, asintieron con la cabeza y siguieron a lo suyo.
*Ding, dong*
—¡Oh, esa es Laura! Voy a abrirle. Llamaré a ver si Naomi se viene después, dice que está ocupada con algo importante.
Mientras ellas hacían un desastre en la cocina junto a una fiesta del chocolate e Irina demostraba sus dotes culinarias dejando asombradas a Silvia y compañía, Tomas preparaba los regalos en la casa de enfrente.
—Parece que te han salido genial los flanes para Nina, ¿eh? ¿Puedo probar?
—Toca el flan premium y te corto los huevos.
—Joder, macho. Vale, está bien. Pero guarda un poco para mi hermanita y para mí, ya que te hemos ayudado.
—¿Ayudado? ¡Pero si no has hecho nada, Kevin! ¡Hemos sido Tomas y yo quienes hemos hecho todo!
Mientras su hermano y Tomas se encontraban preparando más flanes de alta calidad, ella preparaba bombones rellenos de café para su amado. Normalmente los haría, como cada año, en compañía de su mejor amiga Silvia y Laura, pero no puede dejar a estos dos torpes al mando de la cocina de la casa, a solas. No fueran a prenderle fuego a la leche o algo peor, como quedarse sin casa.
Parte 8
—Esto está ganado, voy al baño un momento. Ahora vuelvo.
Mi hermana está superemocionada, y el partido está echado. Va a ganar por paliza. Mejor me voy. Pero más me preocupa un misterioso mensaje que he recibido al móvil esta tarde mientras comía. Número desconocido, pero me espera en el salón de clases del club de fotografía.
Kevin ya me ha comentado que siente desde hace tiempo que alguien le sigue. Cree que es una acosadora, alguien del instituto. Hay más como nosotros en los otros institutos. ¿Es alguien de una facción enemiga? Esperemos que no, por favor. No quiero líos y movidas raras.
Ya hace tiempo que los chupacabras estos dejaron de atacar la ciudad. Si no los exterminamos a todos, entonces han huido al ser un lugar peligroso y hostil para ellos, los vampiros.
Y frente a esta puerta estoy, la del club de fotos.
—¡Con permiso!
Con determinación abrí la puerta y se oyó un chillido. Una chica de mi misma altura hizo acrobacias y filigranas para evitar que la cara cámara de fotos profesional cayera al suelo y muriera. Acabo de verlo solo por un nanosegundo, pero juraría que eso eran fotos de Kevin, y solo Kevin.
—Tú... ¿La presidenta del club?
Esta guapa chica de piel blanca, cabello plateado y ojos azules cual zafiros es todo lo contrario a Irina. Camila Whitney, ella está un año por encima de nosotros, en segundo de bachillerato. Modalidad de letras. Es decir, en 2º Bach – C.
—No me des esos sustos, por Dios... no esperaba que vinieras tan deprisa.
—Ah, lo hiciste adrede. Entonces, dime —Saqué del bolsillo interior de mi chaqueta la misteriosa carta sin remitente y se la mostré—, ¿eres tú la autora de esta carta?
Se me quedó mirando con una extraña mueca en la cara.
—¿Eh? ¿De qué hablas? Yo te envié el mensaje por el móvil para citarnos aquí, en el salón del club.
—Ya, vale... —Metí la carta en mi bolsillo de nuevo; parece que me equivoqué—, entonces... ¿quieres que te ayude con Kevin porque te gusta? ¿Es eso? Siendo sincero, me importa un bledo, y esto es algo que deberías hacer tú. Mañana es San Valentín, el día de los enamorados, y deberías reunir todo el valor que hay en tu cuerpo y decirle lo que sientes de verdad por él. Como su mejor amigo, te diré que no te rechazará, eres linda.
—¡No es eso! Es que me quedo de piedra cuando él está cerca. ¿No puedes echarme un cable?
—No, paso de hacer de ceniciento.
De la nada, su mirada se volvió fría, desafiante. Y sacó una carta.
—No querrás que esta acabe "por error" en manos del club equivocado y se haga eco por todo el instituto, ¿verdad?
Me giré y me quedé congelado al ver la foto que sostenía entre sus dedos. En ella se veía cómo Irina y yo nos besábamos apasionadamente junto a las escaleras del pasillo.
—Según los rumores del instituto, oficialmente estás saliendo con Erika Copper, pese a que también estás muy apegado a Lucia y Nina, la nueva estudiante de transferencia. Dime, ¿qué pasaría si esta reveladora fotografía saliera a la luz?
—Me tienes cogida por los huevos, tú ganas. ¿Qué quieres que haga?
—Ayúdame a salir con Kevin y romperé la foto.
—¿Cómo sé que no me apuñalarás por la espalda después de haber logrado que quedéis como novios vosotros dos?
—Soy una mujer de palabra. No mentiría jamás.
Pero sí usas la extorsión para lograr lo que quieres, ¿no? Ok, te ayudaré, en fin... ¿Tengo de otra?
—Pero tengo un favor que pedirte además de la foto. Me imagino que tendrás muchos contactos, ¿no es así? Yo te ayudo con tu pequeño problema y tú me ayudas a dar con la autora de esta carta de amor. El alias es "princesa". ¿Te hace?
—Te ayudaré, supongo. Pero no hay nadie en todo el instituto que utilice un alias como "princesa", ni siquiera un mote. Lo más cercano a eso son Lucia Strawberry o Erika Copper.
—Eso ya me lo imaginaba. Aún tengo que interrogar hoy a ver si fueron ellas quienes escribieron esta carta. Sus expresiones de "yo no fui" fueron muy buenas, no podría decir si de verdad fue alguna de ellas o estaban fingiendo. La chica tan mona que se sienta detrás mía seguro no fue por cómo reaccionó a la carta. Quizás debería comprar algo para ella también, sé que le gusto. ¿Creo?
—¿Por qué te lo cuestionas? Es algo que tú mismo debería saber con certeza.
—No lo sé, ¿vale? Nunca soy capaz de recordar su rostro o su nombre, y me da pena. Hasta Nina me dio un truco para recordar su nombre, y aún así nada. Estoy erre que erre. Me lo recuerda ella siempre. Y se le nota dolida.
—Oh, vaya. ¿Tienes alguna clase de lesión cerebral?
Me crucé de brazos. Cuando tuve aquel accidente meses atrás al salvar a Irina, dijeron que perdí la memoria. Pero milagrosamente la recuperé. Eso seguro fue obra de Irina y su autoridad sobre los "Fragmentos", incluso puede que de la Irina más mayor. Pero respecto a los recuerdos de esta persona, parece ser que continúo igual que siempre. ¿Habría tenido mi yo del pasado un accidente similar con anterioridad y el cual no recibió tratamiento en absoluto porque no fue tan grave? ¿Tal vez porque no noté nada fuera de lo ordinario?
—Hasta donde yo sé, o recuerdo, nope. Ninguna.
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