Capítulo 14: Vuelve con nosotros, Erika
Abrí los ojos y desperté en una habitación blanca que no era la mía, mirando a un techo blanco que no reconocía. El monótono pitido de una máquina reflejaba las constantes vitales de alguien conectado a ella para observarlas.
Mis constantes vitales, era yo quien estaba en el hospital. Recuerdo a la perfección lo que pasó, pero no sé cuánto tiempo llevo durmiendo. Lucia descubrió que Erika era un vampiro y trató de matarla, pero yo con mis recuerdos sellados recuperados y mis poderes de Aurora recién despertados, la enfrenté y protegí a Erika. Pero acabé siendo cortado.
—¿Mamá...?
Me costaba hablar, y todavía me dolía el pecho. Me quité la sábana blanca y miré mi pecho, había una cicatriz parecida a la garra de un oso. Pensé que me había perforado como una lanza, pero parece que no fue así. Lucia pudo actuar por reflejo e intentó frenar el golpe, resultando en un corte diagonal en mi pecho. Recuerdo que salió mucha, mucha sangre, y que perdí la conciencia casi de inmediato. ¿Cuánto tiempo he estado dormido? ¿Días, semanas...? O temiéndome lo peor, ¿meses?
Mi madre, quien dormía en el sillón para visitantes a mi lado, parecía cansada. Ciertamente esa silla no es muy cómoda que digamos. Conociéndola, habría estado todo el tiempo a mi lado, sin dormir y casi sin comer. Seguramente mi hermana, Nina, Laura y Naomi se hayan estado turnando. Hay ramos de flores en la mesita con tarjetas firmadas por todos los compañeros de clase deseando que me recupere pronto. Hasta hay una bolsa de un perrito caliente de la marca esa que me gusta cuyo eslogan es "¡Nuestro perrito es el más duro!". Eso fuiste tú, Irina, ¿verdad?
—Ma... Mamá...
Mamá me escuchó y se despertó. Se acuclilló y con lágrimas en sus ojos me rodeó con sus brazos. Siento haberos preocupado, de verdad.
Tras calmarse un poco, pero aún emocionada porque desperté, llamó a Silvia y a Nina. Estaban en la cafetería del hospital. Hoy era sábado. Eso quiere decir que he estado dos días fuera de combate. Mi hermanita se echó sobre mi pecho, lo que me hizo ver las estrellas, y comenzó a llorar abundantemente. Nina sonreía aliviada con un café en mano.
Casi de inmediato, llegó el resto del grupo.
Y también Lucia.
—P-perdón...
Sus mejillas estaban sonrojadas y le faltaba el aliento. Parece que ha venido corriendo nada más enterarse de la noticia. Llevaba unos pantalones vaqueros y un jersey azul oscuro con franjas blancas horizontales, y un listón rosa en el pelo. Muy guapa en mi opinión, la verdad.
También, ese rojo en su cara seguramente fuera corte, de la vergüenza porque ella fue quien me hizo esto.
—¿S-se puede...?
—Claro, pasa.
Yo le di permiso, pero las caras que pusieron todos eran las de un rotundo "no puedes pasar". Pero yo era el paciente y quien mandaba, así que lo permití.
—Tomás... Lo siento mucho...
—No pasa nada. Yo también fui muy descuidado. No debí haber hecho eso.
Se estuvo disculpando todo, todo el tiempo. No solo me suplicó para que la perdonara, hasta se arrodilló ante mi madre y llorando con la cabeza postrada en el suelo rogó para que la perdonaran. Mi madre, tan comprensiva como siempre, entendió que fue un accidente, pero las caras de Nina y Kevin decían todo lo contrario.
Una vez pasó la tormenta, nos quedamos a solas Lucia, Nina y yo.
—Lucia, ¿sabes qué paso con Erika?
—Huyó.
Ya veo, así que pudo huir.
—¿Sabéis dónde está?
—No hemos podido dar con ella —respondió Nina antes de que Lucia pudiera articular palabra—, es un vampiro híbrido, su longitud de onda no puede ser captada por los radares de Aurora. La cosa se complica.
—¿Vampiro híbrido? —me pregunté a mí mismo en voz alta.
—Sí. Ella es un vampiro híbrido natural. Por eso es inmune a la luz solar. Por sus venas corre sangre humana y de vampiro. Hasta ahora se pensaba que era imposible que naciera uno de manera natural.
Eso me suena a que mediante horripilantes experimentos y tras una laaarga cirugía uno se puede convertir en uno, ¿verdad? Pero paso de preguntar, se sobrentiende.
—Espera, ¿dijiste demonio? ¡¿Nina?!
—No, yo soy un demonio artificial. Soy una muñeca.
—Ah, vale —asentimos los dos.
Da igual cuántas veces lo digas, no dejará de sonar raro.
—Tenemos que encontrarla. Tengo una ligera idea de dónde puede estar, pero tengo que ir solo yo solo. Si la encontráis vosotros, volverá a huir.
—No, Tomás. Es muy peligroso. Tienes que quedarte aquí, en el hospital.
Vale, punto para Lucia.
—Una cosa, ¿cómo es que sigo vivo?
Nina hizo un gesto con sus manos, como si liara un largo cable a lo loco, y un hilo azul apareció en sus manos.
—Usé mi habilidad de hilos para impedir que te siguieras desangrando. Fuiste herido por alguien con una Aurora más fuerte que la tuya, por lo que tu armadura era inefectiva.
—Lucia es más fuerte que yo, okay. No me extraña en absoluto. ¿Me llegasteis a poner la vacuna?
—Te la pusimos después de la operación. Una vez estabas fuera de peligro, te administramos el suero por si las moscas. Los Cazadores desarrollan anticuerpos contra el veneno de los vampiros, por lo que es muy complicado que uno se vuelva un vampiro.
Nina tosió.
—Una pregunta. ¿Dijiste que Erika te besó? Y tú estuviste varios días enfermo con fiebre muy alta. ¿Puede ser que te mordiera?
Ahora que Nina lo dice, puede que me mordiera sin querer.
—Siendo sincero, comencé a sentirme mal cuando nos besamos.
La cara de Lucia era de puro horror.
—¡No, no, no! ¡Te equivocas, te equivocas! —grité—. Te explico, ella se tropezó y se cayó encima mía, y nos besamos en los labios sin quererlo. Puede que me clavara uno de sus colmillos sin querer.
—Ah, vale... Eso tiene sentido. Y también tendría sentido que estuviera detrás tuya. Un vampiro sediento es lo peor que hay. Pueden soportarlo, pero el dolor irá a más, acumulándose junto con la sed de sangre, y terminar por perder la razón y atacar indiscriminadamente. Seguramente al probar tu sangre de Cazador cargada de Aurora, le gustara, pero ella trataba de contenerse y no hacerte daño porque eras su primer amigo.
—Sí... Después de todo, ella intentaba siempre evitar comer carne, y tomaba zumo de tomate como sustituto de la sangre. Dime, ¿no les sirve la sangre de otros animales?
—La sangre de los animales tiene muy poca Aurora, ellos lo que necesitan es la energía vital más que la sangre.
Nina y yo, igual de retorcidos, tuvimos una idea.
—Voy a intentar decirte esto al oído, porque no sé si puede llegar a funcionar. Solo te pido que no me metas una hostia. ¿Vale?
—Claro. ¿Qué es?
Me acerqué a su oído y le dije nuestro plan. La cara de Lucia se volvió roja, roja como un brillante tomate y asintió.
—D-debería de funcionar... pero... ¿no es muy indecente...?
—Oye, es energía vital, después de todo.
—Sí, pero...
—Gracias por mover hilos y hacer que me den el alta, Kevin.
—No hay de qué, Toma-yan. Pero entre que me salté las reglas contigo, y que dejé que te hirieran no una, sino dos veces, seguro me espera un buen rapapolvo de los de arriba. No te extrañe que desaparezca así sin más durante unos pocos días, ¿ok?
—¡Vamos a por Erika!
—¿Cómo, listo?
Era raro ver a Kevin tan enojado. Entiendo que él como agente secreto tenga sus problemas, y descubrir que una de sus amigas era alguien a quien debe matar no debe ser agradable tampoco.
—Ya te he dicho cómo funciona el Aurora Radar. Este emite un pulso de Aurora en forma de ondas de radio y en respuesta a la longitud de onda se sabe si es, o no, humano. Los vampiros causan interferencias. Pero el problema es justo ese: ¡Erika es un vampiro híbrido! No es que el radar la registre como una persona normal, ¡no! ¡Es que ni siquiera el radar la detecta! ¡Es como si no existiera!
—¡Pues dile a Alba que tan lista que es que recalibre el radar! ¡Por lógica ella tiene que emitir también una frecuencia!
—¡Pero que no sabemos qué puta frecuencia es!
Como dos perros rabiosos, chocamos nuestras frentes varias veces, a cabezazos mientras rugíamos. Después de calmarnos un poco porque una pelea entre nosotros no iba a llevarnos a ningún puerto, me dio mi teléfono móvil. ¿Cuándo me lo quitó?
—¿Me lo has robado?
—Te lo cogí prestado un rato —me sonrió el muy cabrón—, Alba le ha hecho unos pocos ajustes. ¡Tadaa!
Al darle a una aplicación no solo salía un chat para hablar entre nosotros, sino que también había convertido mi móvil en un Aurora Radar.
—Cualquier teléfono inteligente sirve.
—Wow.
Dicho y hecho, nos dividimos para buscar a Erika.
Realmente no teníamos ni idea de dónde se podría encontrar, desde luego encontrarla no era una premisa fácil. Estamos hablando de alguien que puede crear alas de sangre y salir volando cual paloma. Aunque eso llamaría demasiado la atención, seamos sinceros. Y con Internet, cámaras y drones por todos lados sería un movimiento suicida equivalente a gritar "¡Estoy aquí, matadme!".
Estuvimos buscando durante horas y horas, gritando su nombre. Pero nada, no dábamos con ella. Entonces, caí en la cuenta de una pregunta que le hice cuando hablamos por primera vez en la cafetería: "¿Nos conocemos?". No sé de dónde, pero me dio la impresión de que nos conocíamos de hace tiempo, pero no sé decir desde hace cuánto.
Es como aquella vez, como cuando le pedí a Kevin que mis recuerdos fueran borrados.
—¡Haaaaaaah!
Comencé a darme de golpes contra la pared en mi casa, y todos me miraban preocupados.
—¡¿Qué haces, Tomás?!
—¡Para, te vas a hacer daño!
Mi hermana y Naomi trataban de pararme, pero me las quité de encima. Kevin solo miraba confundido preguntándose qué coño estaba haciendo.
Entonces, todo se volvió borroso. Ese golpe dio en el punto exacto, y caí sin conocimiento al suelo.
—Genial, Tomas, ahora tendré que darte puntos con mis hilos en la ceja.
Comencé a recordar.
Recordé todo.
Aquel fatídico día hace 7 años. Yo salí para el club de kárate con prisa y una niña alegre me siguió, probablemente porque me dejaba algo. Esa chica era mi hermana menor Silvia.
No le hice caso y seguí hacia adelante, y ella cruzó la calle persiguiéndome. Un coche que iba a un poco rápido no la vio aparecer de la nada y entonces...
Mi hermana salió volando y al escuchar el horrible sonido me di la vuelta. Ella se encontraba en el suelo, muerta. Se había abierto la cabeza y salía mucha sangre. El gato de peluche llamado Señor Bigotes cayó a su lado en señal de mal augurio. La angustia y el temor de ver a mi hermana Silvia muerta en mis brazos, inolvidable. Tampoco olvidaré nunca el llanto roto de la conductora de aquel coche, mi madre.
La ambulancia llegó casi de inmediato y la llevaron al hospital. No tenía pulso, pero lograron reanimarla. La operaron de urgencia y quedó en coma.
El pronóstico no fue en absoluto bueno: la probabilidad de que mi hermana despertara era nula.
Y todo por mi culpa. Porque no quise que viniera a verme participar en el club de kárate. Mi padre al enterarse canceló su vuelo a Sudáfrica y se dirigió al hospital.
Busqué mil y una maneras de salvar a mi hermana, incluso recurrí a la magia negra.
Encontré un libro gordo y grueso de aspecto extraño en el trastero, donde guardaba sus cosas la abuela. Un libro prohibido o grimorio, eso que usaban los magos. Con él pensé que podría invocar a un demonio que me ayudara a curar a mi hermana.
Y eso hice, seguí las instrucciones del libro al pie de la letra, y rajándome las venas sobre un pentagrama invertido rodeado por velas rojas y negras, invoqué un demonio.
Una niña de mi edad de cabello rojo y ojos de distinto color, siendo el derecho azul y el izquierdo verde. Sí, yo invoqué por accidente a Erika, quien apareció al oler mi sangre. Erika salvó la vida de mi hermana. Una chica con la que ya había jugado antes en el pasado.
Por eso reaccionó de manera tan rara cuando la vio.
Se supone que a cambio de salvar la vida de mi hermana ella debía llevarse mi alma (matarme), pero no lo hizo. A cambio, me pidió ser mejores amigos y jugamos durante varios días hasta que su padre apareció de la nada para llevársela, borrando todos mis recuerdos relacionados con ella.
Desperté, solo estuve K.O unos minutos. No tenía cicatriz ni nada, así que me puse en pie, aunque algo mareado.
—¡Tomas, ¿adónde vas?!
En busca de la chica que te salvó la vida hace 7 años manipulando tu sangre y aliviando la presión en tu cerebro, hermanita.
—Voy a traer a Erika de vuelta a casa. Ahora recuerdo todo. Te lo contaré más tarde, y podrás decirle gracias.
—¿Eh?
—¿Qué está hablando el loco este? —dijo Kevin—. Quillo, que se ha movido el cerebro.
Corrí y corrí, cogí la salida norte de la ciudad en dirección a la montaña y entré al frondoso bosque. En esta colina hay un precioso claro que le enseñé, un lugar que rezuma paz y tranquilidad, capaz de calmar el alma y desde donde se ven las estrellas con claridad. No muy lejos hay una pequeña iglesia en ruinas, La Ermita la llaman. Ahí fue nuestra primera cita, y ese fue el lugar donde la "invoqué" hace 7 años.
Cuando llegué al claro, allí estaba. Todavía vistiendo el uniforme blanco de nuestro instituto.
Sentada con la espalda apoyada en el tronco de un gran árbol, durmiendo y con lágrimas en sus ojos. Hasta hace poco habría estado llorando y se había quedado dormida. Debe estar hambrienta y sedienta, y sobre todo, muy triste por lo que ha pasado.
Me acerqué lentamente, en silencio, y me senté a su lado. Dejó caer su cabeza en mi hombro con un sonido "hnn", estaba soñando. ¡Es tan linda!
Con mi dedo quité las lágrimas de sus párpados, y le di un beso en la frente.
—Gracias, Erika. De verdad, gracias por todo.
Este lugar sinceramente me encanta.
—Erika, no sé cuánto has sufrido, ni qué tipo de vida has llevado hasta ahora, pero pienso apoyarte. No estás sola, nos tienes a nosotros. Estoy yo contigo, ¿vale? Aunque seas un demonio, yo te daré mi mano. Te quiero por quien eres, no por lo que eres. No tienes que seguir huyendo más.
Diciendo eso con lágrimas en mis ojos, la abracé, y me quedé dormido.
—¿Mn? ¿Eh? ¡Ah, Tomás!
Me desperté y su cara estaba toda roja. Me había quedado dormido mientras la abrazaba, aunque... ahora ella también me estaba abrazando.
—Esto... Hola.
—¡¿Cómo me has encontrado?!
—Recuerdo todo, Erika. Nos conocimos hace 7 años, cuando yo te invoqué.
—¿C-cómo es posible? Mi padre... mi padre borró todos tus recuerdos y los de tu familia, yo nunca existí para vosotros.
—Solo hay que saber usar la cabeza —sonreí, si tan solo supiera que literalmente usé la cabeza contra la pared—. Erika, perdóname por no haber sido capaz de recordar antes, es por eso que estabas triste.
Palmadas sarcásticas que nos pusieron en alerta.
—Vaya, qué lástima. Si no te llevarás su alma a nuestro mundo, entonces lo haré yo. Terminaré este trabajo de hace 7 años.
Una voz que no reconocía, pero que infundió el miedo en nuestros corazones.
El padre de Erika. Un hombre alto, cerca de dos metros, pelo de color jengibre atado en forma de cola y piel morena, llevando un parche negro en el ojo izquierdo, y tiene una cicatriz en la mejilla derecha. Vestía un traje de empresario de color beige, un color que, siendo sincero, nunca me gustó.
Su presencia, intimidante. Infundió al instante el miedo en nuestros corazones.
—¡P-papá! ¡¿Cómo me has encontrado?!
—H-hola, suegro. Te veo tan joven como siempre.
Mi corazón va a mil por hora. Un vampiro noble, de Clase S por el aura que emite. Y este no tiene ni punto de comparación con el que me cargué el mes pasado a puñetazo limpio. ¡Va a barrer el suelo conmigo!
—¡Haah!
Disparé un haz de Aurora rojo que él fácilmente desvió con el dorso de su mano sin inmutarse y al alcanzar cierta altura, explotó como una bengala de SOS.
—Mierda... —sonreí del miedo.
—¿Eso es todo? No comprendo cómo pudiste matar a Arachne. Seguramente perdió los papeles y bajó la guardia. Le dije miles de veces hasta dolerme la boca que no se debe subestimar nunca a los mortales.
— Mortales... ¿Otro mundo? ¿Los vampiros venís de otro mundo? Ja, esto es nuevo.
Con calma pero sin dejar de hablarme en un tono serio, me lo explicó "amablemente".
—Se dice que los vampiros son humanos que han alcanzado el máximo estadio evolutivo, ¿no? Pues es cierto, somos humanos... de otro mundo. El término correcto es "demonio".
—Ya, ya, claro. Y yo soy el rey de España, no te jode. Anda, vete a fregar. ¿Dónde guardas la pistola y tu Morty, Rick?
—Déjate de bromas, esto es serio.
—Eso no es de mi incumbencia. Y quiero que me escuches, "suegro". Erika se queda conmigo. Si tienes algún problema, dilo a la cara. ¿O te preocupa que le dé tan duro a cuatro esta noche que me llame papi a mí?
—¡¡¡TOMAAAS!!!
Erika gritó con sus mejillas rojas y totalmente avergonzada por mi vulgar respuesta. Parecía un novio problema más que cualquier otra cosa.
—Sí, Erika se vuelve a casa.
Su puño se clavó en mi estómago sin que pudiera verlo y escupí sangre.
—¡Tomas!
—No sé si eres valiente o un completo idiota, pero hay que tenerlos bien puestos para decirle eso a un padre, y más a un vampiro de sangre pura.
—¡Grrr!
Gruñí y le metí un puñetazo en toda la cara, haciéndole sangrar. Le rompí la nariz, pero sanó en segundos.
El parche cayó al suelo, revelando la cuenca vacía de su ojo. Algo hizo un sonido similar al de una canica al caer y rodar: un ojo de cristal.
—Uuh, parece que las armas de Aurora sí que hacen pupita a los demonios. Normalmente eso se regenera.
Y comenzó una batalla sin cuartel entre el padre de Erika y yo.
Da igual cuánto luchara, esquivaba todos mis ataques y me golpeaba desde ángulos terribles, fuera de mi campo de visión. ¿Cómo lo hace?
Ni siquiera estaba usando sus poderes de vampiro, solo me estaba probando.
—¡Haaaaah!
Liberé una enorme onda de energía vital, pero fallé el blanco, de nuevo.
Lucía llegó y se quedó paralizada.
—¡Ese poder...! ¡E-es un Clase SSS!
Le salió un gallaco increíble. Por un momento confundí su voz con la de Kevin.
—¡Largo de aquí, humana!
De una fuerte patada, levantó un viento increíble y la mandó a volar.
No sé dónde cayó, pero espero que esté bien. Y mejor que mejor, porque parece que Lucia no sabe que Kevin es un Cazador, pero Kevin sí sabe que Lucia lo es. A todo esto, ¡¿dónde coño se han metido estos mierdas?!
Retomamos nuestra batalla a alta velocidad, y tras unos cuantos roces, chocamos fuerzas y le metí un cabezazo.
—¡Ahora, Zarpazo Letal!
Ese arañazo de mis dos guantes con garras le arrancó un brazo. Aceleré bruscamente y de manera explosiva. Lo cual ciertamente le sorprendió por la expresión en su rostro, y su ojo bien abierto.
—¡Toma espadazo!
Manipulé mi Aurora y creé una espada como hizo Lucia a partir de la katana rota. Le propiné un corte en el pecho. Pero no fue suficiente.
El padre de Erika se rio en voz alta como un villano.
—Felicidades... Te felicito. Serías un poderoso vampiro. ¿Por qué no te conviertes en el esposo de mi hija?
—Rechazo la oferta. Mucho mejor, ¿por qué no se vuelve tu hija mi esposa?
—¡¡Vosotros dos!! ¡¡Dejad de avergonzarme!!
—Oh, eres un chico con agallas.
—Sí, me dicen que los tengo cuadrados. La vida es dura, ¿pero sabes qué es más dura?
Sonreí al igual que un demonio al haberme salido el tiro por la culata. ¿Quién dijo que ese disparo tan fuerte había fallado?
Mentí...
—¡No puedo move...!
Hice brillar los hilos de Aurora, los cuales hasta el momento eran invisibles. El viejo vampiro de sangre pura estaba atrapado en una tela de araña de hilos rojos que lo sujetaban desde todas las direcciones, y él era la mosca que cayó la trampa, retorciéndose como un gusano, desesperado por escapar.
—Aurora Web! Se la robé a Nina.
Al volverse rojo el cielo, abrió bien los ojos. Mi kamehameha rojo iba a caer justo encima de él.
—Abre bien los ojos, vejestorio. Es como tú mismo has dicho, no hay que subestimar a los humanos. Check mate!
El meteoro rojo cayó sobre el demonio y una explosión nos cegó a todos.
Un cráter quedó, y bien al fondo, el padre de Erika, derrotado y semidesnudo.
—Aaah...
Lo ayudé a levantarse.
—Eres un buen chico. Está bien, pasas la prueba, te doy permiso para casarte con mi hija.
Lo vi venir, así que detuve esos tentáculos de sangre que iban a mi cabeza desde detrás de mi espalda con un escudo de Aurora.
Me enfadé y le pegué una patada en los huevos.
—Aa-aaaah...
—Déjate de gilipolleces. O te arranco los colmillos.
—Vale, vale... Y Erika se puede quedar a vivir en tu casa, también. ¡Por favor, no me pegues más!
Erika entonces se le acercó y comenzó a pisarle los huevos y patearle las costillas.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Gané a un triple S! ¡Ja, ja, ja!
Erika comenzó a reír, mientras que el viejo gritó dolorido: "¡Yo no le veo la gracia!"
El pobre viejo se estaba quemando por la luz del sol, ¡estaba ardiendo!
—¡Gel, gel de sangre! ¡Erika! ¡Erika, hija mía! ¡Gel, el gel! ¡En el bolsillo de papá! ¡Duele, duele, duele un montóóón!
Erika volvió con nosotros, y se pusieron muy contentos. Mamá ya la considera una hija más. Nina estaba algo mosca porque le robé la técnica, pero hay que admitir que es muy sencilla de hacer, y bastante rota. Con algo tan fino como un hilo de pescar y tan resistente como el acero, puedes cortar a taquitos lo que sea. Hay que decir que llegamos justo para la cena.
Ay... la cena. Menuda bronca le cayó encima al padre de Erika. No conocía él a mi madre... Me da pena. Os juro que nunca en la vida he visto a un vampiro tan poderoso estar meándose del miedo. ¡La que le cayó encima! Lo volvió tan manso como un cachorrito.
El viejo se disculpó y nos despidió en la puerta, aunque antes de irse quiso hablar conmigo a solas.
—Oye, chico. Cuida bien de mi niña.
—No hay problema, suegro. Lo haremos todas las noches.
Él se rio.
—Te mataré.
—O si eso te mato yo antes.
Volvimos a reír. No sé si estaba de broma o lo dijo en serio, es complicado.
—Por favor, cuidad muy bien de ella. Perdió a su madre cuando nació y se siente culpable, cree que tiene la culpa de que ella muriera. Si supiera todo lo que su madre la quería, y todo lo que se esforzó para que pudiera verla nacer...
El viejo comenzó a llorar, realmente debió haberla amado.
—No debí haberle dicho esas cosas... Estuvo muy mal por mi parte. Me enfadé y no medí mis palabras, y la herí...
El papá de Erika se dio la vuelta y se despidió dándome la espalda con un "Hasta la próxima".
—¡Oye, viejo! Una pregunta. Según Nina, un bebé vampiro acabaría por absorber la energía vital de la madre humana hasta matarla, lo que lógicamente acaba matando a ambos. ¿Cómo lo hizo... para sobrevivir?
—¿De verdad quieres saberlo?
Asentí con mi cabeza. No me pudo ver estando de espaldas, pero seguro que sintió mi aura y la determinación de mi voz.
—Canibalismo.
Se fue caminando, y me entraron unas ganas inaguantables de potar.
No, de hecho, vomité en el césped del jardín.
Continuará...
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