Capítulo 12: El anillo
—Mmm...
Nina y Kevin querían hablarme de algo importante, sin embargo, con Laura y nuestras hermanas de por medio no podríamos tratar el tema que nos concernía.
Sí, ese tema: los vampiros y Aurora.
—Oye, oye, Tomas. De entre todas las chicas que estamos a tu alrededor, ¿con quién te casarías?
Eso fue una pregunta extraña, sacada de la nada. ¿No estamos haciendo los deberes juntos? ¿A qué quieres llegar, Laurita?
—Tú lo que quieres es que te diga cuál es mi preferencia de chicas, para ver si entras en la zona de bateo o no, ¿no es así, pillina?
—Uh, qué agudo eres, Toma-yan.
—¡Sip, así es!
No lo negó; al contrario, lo afirmó con toda honestidad, contenta y todo.
—Entonces —me crucé de brazos y le dediqué una mirada coqueta—, quiero haceros saber que mi tipo son las chicas rubias de grandes pechos.
No era información, nueva así que no soltaron ningún "oh" o "ah" por respuesta.
—Ninini... —Laura, molesta, mordió el capuchón del bolígrafo—, Lucia, Lucia, Lucia. Siempre es Lucia, ¡¿por qué no yo?! Sé que soy bajita, tengo el pelo castaño o quizás no tengo mucho pecho, ¡pero soy igual o hasta más linda que ellas! ¡Nos conocemos desde la guardería! ¡¿Por qué no me escoges a mí?
—... Típico de mi hermano. De nuevo, Lucia.
—Lo has entendido todo mal, Silvia-chan. Tomas es, al igual que su gata Luna, un depredador nato; él no quiere que las chicas se le entreguen como Laura hace, ¡él quiere cazarlas!
—Hombre, por fin alguien que me entiende.
—Todos los hombre sois iguales —masculló mi hermana.
—Jooo...
—¡N-no pretendía rechazarte tan bruscamente, Laura!
Traté de excusarme, pero me llamó idiota con sus ojos humedecidos y apartó la mirada. No, me volvió la cara.
—Tks... La lié.
¿Eh? Naomi, ¿qué pasa?
—O sea, que soy el segundo plato, ¿no? Como no pudiste invitar a Lucia a salir, me elegiste a mí.
—Cl-claro que no, Naomi. En realidad me gustas, eres preciosa.
Soy culpable, lo admito. Y una mala persona, sin lugar a dudas.
Me lo merezco. Merezco que me deje por imbécil.
—Sabes que estoy enamorada de ti desde hace mucho tiempo, Tomas. Y sé que te gusta Lucia desde la primera vez que la viste. Ya lo he intentado muchas veces, pero... ¿sabes qué? Voy a dejar de hacerme daño a mí misma. ¿Qué tal si rompemos?
—Oh...
Eso suena fuerte, pero es lo mejor y lo más honesto.
—En lugar de tratar de acercarme a ti y conquistarte, cosa que no he podido hacer, ¿qué te parece si te ayudo a conquistar a la princesa de la clase? No es mal trato, ¿no?
—¡NOOO! ¡¿Qué estás diciendo, Naomi?! ¡¿Piensas abandonar tu sueño y regalarle tu chico a esa muñeca de porcelana?! ¡Te estás traicionando a ti misma, como luchadora y como chica!
Tiene razón...
—Aunque... —Naomi murmuró algo que no pudo oír—, aunque cierto es que una rival importante se iría fuera del tablero...
—Mmm... Ya... lo sé... Pero, es que hay otros motivos por los que no puedo ser novia de Tomas. ¡Pero siempre podemos ser amigos!
Duele... Algo duele dentro de mi pecho, como si se hubiera resquebrajado, aunque no fuésemos novios de verdad, cosa que ha sido reconocida por ambas partes: ella y yo.
—¡P-pero no te lo tomes a mal! ¡Siempre podemos quedar, y vivimos al lado...! He, he, he...
Algo de incomodidad se había acumulado en el ambiente.
—Pues andaos con cuidado que Nina está aquí, ji, ji, ji.
Esa mirada fija de mi hermana menor realmente quema. ¿Qué quieres que diga? Eres mi hermana, Silvia. Aparte, aun si fueras mi hermana sin relación de sangre, no eres mi tipo. Aunque ciertamente tienes muy buen cuerpo, tienes el pelo castaño oscuro al igual que yo, y seguiría viéndote como mi hermana menor. Ni más, ni menos.
—Hermano...
—¿Eres una brocon?
—Eres idiota.
—Oh, espera un segundo. ¿Eso no quiere decir que...?
Levanté mis cejas debido a que no sabía exactamente a dónde se dirigía Kevin.
Pero en el mismo instante en el que vi hacia dónde apuntaba su mirada en forma de flecha (los pechos de Nina), caí en la cuenta de qué palabras estaban por salir de su boca.
—K... —traté de decir su nombre para robar el turno de palabra y silenciarlo.
—¡Nina! ¡¿Cómo haces para controlarte todas las noches y no escabullirte en la habitación de al lado y asaltarla mientras duerme plácidamente?! No, espera... ¡No me digas que ya la has mancillado!
—¡Ji, ji, ji! Tranquilo, Kevin. Tomas sabe la que le caería encima de llegar a hacerme algo pervertido. Incluso su madre me dijo que estaba de acuerdo en encadenarlo a la cama de sospechar que su lujuria se saliera de control, ji, ji, ji.
—A ti no te tocaría ni con un palo; eres malvada. Tienes lo suficiente como para que se me ponga de pie —mi hermana me golpeó enojada—, au... Pero es tu personalidad jodida la que arruina todo. Eres muy retorcida.
—Gracias, Tomas.
—Eso no era ningún cumplido, Nina.
—Lo mío tampoco, ji, ji. Fue una mentira tan pequeña como tu espada. Fina como un espagueti y corta como un macarrón.
Terrible, sucio y cobarde golpe bajo.
—Hija de puta.
Cerca de las doce, Kevin tocó en mi balcón.
—Me gustaría preguntar cómo coño has llegado hasta aquí. Eso es lo que normalmente preguntaría en condiciones normales, pero sabiendo lo que sé, no tiene sentido formularlo.
—Ya... Entonces, acerca de tu decisión.
Entramos en mi habitación, cerré el cierre y bajé la persiana.
Yo me senté en mi cama. Nina estaba con nosotros, sentada en mi cama llevando nada más que la ropa interior.
—Eh, mis ojos están aquí arriba, Kevin.
—¡No me digas qué debo hacer o dónde mirar! ¡Yo ya tomé mi decisión! —dijo con orgullo llevándose la mano al corazón—. Además, mi cabeza está aquí abajo.
—Ya... nada nuevo. Tomas, por favor, busca una chica adecuada a este friki. Te lo agradecería de corazón. Luego te contaré una cosa que vi cuando te vigilaba en clase.
La verdad, incluso a mi hermana le cuesta apartar la vista de esos frutos... Es que está realmente buena.
—Vale, tomo nota... ¡Espera, ¿qué?!
—Volvamos al tema, que nos vamos por las ramas como los lémures. Tomas, tú quieres regresar a tu vida normal, ¿no es así? Dime, ¿estás completamente seguro de querer hacerlo? Tienes el potencial para ser un gran Cazador de vampiros. Podrías unirte a mi equipo junto a Meme, Nene y Alba.
—¡¿Alba del A también está en el ajo?!
—Ah, ¿se me olvidó decírtelo? Sí, y mucha gente de otros institutos de la ciudad. Nosotros solo somos un grupo dentro de la organización, AURORA. Considéranos agentes secretos de refuerzo.
—Me gustaría saber antes de volver a olvidar todo.
—Por supuesto. Como olvidarás todo, no hay problema en que te diga. Y Nina parece ser de un tiempo en el que las bases de la organización comenzaban a cuajar, por lo que tampoco es que tenga mucha idea. Soy de AURORA, una organización secreta internacional para mantener a los vampiros bajo control. Mucha gente normal de la ciudad pertenece a la organización. Esta está organizada en bloques. Yo, como agente secreto, me encargo de hacer el trabajo sucio y de tapar la información, por eso es que sé tantos secretos. Si quieres ponerte en contacto con AURORA, no te preocupes, solo grita y habla solo como un loco en tu casa, todo está pinchado. Y por cierto, deberías dejar de masturbarte viendo hentai de lolis a las tres de la mañana, cerdo. Que luego tienes sueño y llegas tarde a clase.
—¡Me cago en tus putos muertos!
Y ahora habló Nina.
—Por otro lado están las tres familias fundadoras de esta ciudad, quienes se dedican desde hace generaciones a cazar a estos malignos seres; ellos forman parte de la Mesa de Directores y son quienes toman todas las decisiones importantes en la ciudad. No forman parte de AURORA, y las tres familias tienen grupos denominados facciones bajo su mando que hacen el trabajo sucio.
—Y esto es un dato que yo os voy a dar: hay una mente maestra que está por encima de la Mesa de Directores, el Director. Pero nadie nunca ha visto a esta persona. Seguro es de esos a los que les encanta tener en marcha varios planes maestros funcionando en paralelo.
—Mientes, sabes quién es y te ves a menudo con él. Tu cara lo dice.
—Joder, Nina... Bueno, eso es todo, Toma-yan. ¿Te borramos la memoria ya? Solo podemos si tú quieres, de lo contrario, ¡zzzap! Como la otra vez.
—Sí. Nina, haz los honores.
—Claro. Duerme bien, Tomas Cazador de Vampiros.
Nina acercó sus labios a mi frente mientras yo cerraba mis ojos.
O eso creí hasta que sentí cómo violaba mi boca, moviendo ferozmente su lengua, la cual jugaba con la mía, tratando de metérmela hasta la campanilla.
Abrí mis ojos y vi a Nina besándome apasionadamente.
Kevin tenía la mandíbula desencajada, le llegaba al suelo.
—¡¡Mmmm!! ¡¡Mmff!!
Aunque lo disfruté un poco, eso fue muy repentino. La aparté de un empujón y cayó de culo al suelo.
—¡¿Qué haces?! ¿Y qué hace Kevin aquí tan tarde? No puedes quedarte a dormir, está Nina.
—Va, va. Tranqui, tron. Ya me iba. Si vine porque me llamaste tú.
Mi amigo rubio de bote guiñó un ojo a Nina y abandonó mi cuarto riéndose.
—Bueno, ¿seguimos por donde lo dejamos? Ahora que no tienes novia, podemos hacerlo sin que te sientas culpable, Tomas. No te preocupes, soy una muñeca, no puedo quedarme preñada.
—Fuera. Del. Cuarto.
Se resistió, pero tras mucho esfuerzo logré echarla a patadas de mi cuarto y mandarla al de invitados, es decir, el suyo.
—Awww...
Me parece que esta es de las pocas veces que me he despertado bien.
Cogí el termómetro con aspecto de pistola futurista y me disparé en la frente. Un ligero beep corto y plano marcaba que estaba en la franja verde, entre los 36º C y los 37º C.
Al voltear el aparato, pude ver los perfectos 36,5º C que debería tener el cuerpo humano.
Mi fiebre se había ido, y mi cuerpo se sentía tan ligero como una pluma.
Todavía sin levantarme de mi cama, me estiré haciendo crujir mi espalda, como si fuera un acordeón. Eché una mirada a la cómoda, pero Nina no estaba ahí, y de hecho fue por instinto más que por otra cosa, ni de coña iba a estar ella ahí sentada como una muñeca otra vez.
Tenía hambre, así que me dispuse a bajar las escaleras para preparar el desayuno. Tropecé con mi hermana y bajamos los juntos. Mamá ya se había ido para la tienda a eso de las siete. Nosotros nos levantamos a las siete y media siempre, a veces un poco antes.
Yo me preparé un gran tazón de copos de avena con miel y volqué una caliente taza de leche semidesnatada. Silvia se preparó dos tostadas con mantequilla y mermelada, un café, un vaso de zumo de naranja y cogió una manzana del frutero.
—¡Mm!
Bebiendo el café, me hizo un ruido para llamar la atención de mi yo zombi.
—¿Eh? ¿Qué?
Tras dar un trago, dejó el vaso de cristal sobre la mesa y me preguntó:
—Ese anillo... Lo vi antes, pero se me olvidó preguntarte. ¿De dónde lo has sacado? Es muy bonito.
—Ah, esto. Es un regalo de una amiga.
Entrecerró sus ojos y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.
—Así que una "amiga", ¿eh?
No parecía que mi respuesta sea capaz de satisfacerla.
—Y... ¿qué clase de "amiga" te regala un anillo, hermanito?
Se levantó de la silla y plantó con fuerza sus dos manos en la mesa, haciendo temblar todos los vasos.
—Vas a tirar el zumo —dije tratando de evitar el tema.
—Pues lo limpio luego. Contesta a la pregunta: ¿quién te ha regalado ese anillo? Entonces es cierto que tienes una novia, y no nos la quieres presentar a mí ni a mamá.
Esto es cosa tuya, ¿verdad, Nina? ¿Qué coño le has dicho ya?
—Digo la verdad. No sé dónde vive, pero te la puedo presentar un día de estos si me la encuentro. Es una chica albina muy mona. Se llama Irina.
—¡¿Una albina?!
Parece que eso la sorprendió.
Bueno, cualquiera se sorprendería. Y creo que cualquiera conocería a esta chica albina al menos de vista, no creo que haya muchos albinos por la ciudad, siendo honesto. Tener una mutación genética que detenga la producción de melanina no es que sea lo más común entre los humanos.
No llevaríamos no diez minutos de interrogatorio cuando Nina entró en la cocina llevando nada puesto.
—Aah...
Mi hermana y yo nos quedamos boquiabiertos.
Silvia me cerró la boca mientras yo no podía despegar la mirada de su cuerpo, y ella tampoco.
Nina, ignorando nuestras miradas, se dirigió a la nevera tras gritar un "buenos días" de muy buen humor, abrió el frigorífico y sacó el cartón de leche, y comenzó a beber a buches.
—¡Aaah! ¡Qué bien sienta un poco de leche fresquita por las mañanas! —se limpió el bigote dejado por la leche con la muñeca y nos miró—. ¿Qué os pasa?
—¡PONTE ALGO! —gritamos los dos.
Mi hermana me tapó los ojos mientras se levantaba de su asiento, pero yo quería seguir mirando, así que retiré la mano; solo para que me la pusiera de nuevo delante de los ojos y repetir el proceso.
Si Kevin viera esto, no sé si me habría matado ya o se hubiera desmayado en el suelo tras tener una violenta hemorragia nasal como cierto famoso cocinero pervertido.
—Pero ¿qué os pasa si estoy desnuda por la casa? Solo estamos nosotros, y se está bien.
—¡¡SOLO VÍSTETE Y YA!!
—Joder, qué aguafiestas que sois los dos. Los hermanos aburridos sois.
Dando otro trago al cartón de leche, noté cómo su mirada se posó en el anillo que llevaba en mi dedo índice.
—Oye, ¿ese anillo? —señaló—. Es muy bonito. ¿Con quién te has prometido? Y mira que no consultarme.
—Solo para tu información, lo llevo desde hace ya unos días. Me lo dio una amiga mía antes de que tú te volvieras humana por tiempo indefinido.
—Como ya te conté, rompí el sello por completo, ya no me encuentro más en mi Lost Form. Aunque he de admitir que costó lo suyo, y llevó varios intentos. Era más complicado de lo que parecía... ¡Da igual, no importa! ¿Quién es esa chica tan importante para ti?
A decir la verdad, más personas me han preguntado por el anillo desde el momento cero en que me lo puse, ya que destaca tanto. Por eso he evitado llevarlo en público o lo escondo, y a los que lo han visto les he mentido, no les he dicho que me lo ha dado Irina. No quiero problemas.
Tras terminar de desayunar con esta exhibicionista, nos fuimos para la escuela, dejando que la muñeca cuide de la casa.
Me pregunto seriamente qué cosas hará cuando nos encontramos fuera de casa, durante las seis horas y media que dura el instituto.
—Buenos días, Tomás. Me alegro que te encuentres mejor.
—¡Buenos días, Lucia!
Mierda, acabo de acordarme que me mandó un mensaje por privado porque tenía que decirme algo.
Kevin me metió un codazo en el costado.
—En serio, no sé cómo lo haces, pero tengo ganas de estar en tu lugar.
—Créeme, no querrías.
En el pasillo de la segunda planta del edificio nuevo, donde están las clases de 4º ESO y bachillerato nos separamos, entrando Naomi y Silvia en la suya.
Entonces, una chica rubia que iba algo despistada se tropezó conmigo, cayendo sus cosas al suelo.
—Perdón, no iba mirando.
—¡Lo siento, culpa mía!
Me agaché y ayudé a esta chica a recoger sus pertenencias.
Le entregué el último papel que quedaba en mano y ambos coincidimos con la mirada. Su ojo derecho era azul y el izquierdo de color verde, heterocromia al igual que Erika. Precioso.
—Ah... ¿Pasa algo?
Sus mejillas se sonrojaron y con timidez agachó la cabeza.
—N-no, no es nada. Es solo que te he confundido con alguien a quien conozco —se disculpó la chica.
—Tranquila, no pasa.
Siento miradas apuñalándome, de nuevo. ¡¿Quién coño es esta vez?!
—Nunca antes te he visto, ¿eres nueva?
—Sí, he llegado hoy. ¿Sabes cuál es el aula de bachiller de letras?
—Sí, claro. Mira, es esa puerta de ahí —señalé al letrero—, 1 – C. Si tienes algún problema, pregunta por Silvia, es mi hermana. Ella te ayudará, ¿ok?
—Vale, muchas gracias.
Esa sonrisa inocente y pura me dejó cautivado. ¿Dónde la he visto antes?
—¡EJEM! Tierra a Tomás.
Lucia parecía bastante molesta. ¿Qué pasa?
—El timbre va a tocar, date prisa.
—Vale, vale.
Durante el corto trayecto desde la puerta de la clase hasta mi sitio Kevin me siguió acribillando con preguntas de cómo es que tengo tanta facilidad para hablar con las chicas.
Sinceramente esto no era así antes... de ponerme el anillo.
Wow, Irina. ¿Realmente este tiesto funciona de verdad?
Me senté en mi siento mientras me preguntaba eso, si era cierto que este anillo hecho con latas de refrescos realmente era un amuleto de la buena fortuna y la felicidad; lo cual parece ser que sí.
—Buenos días, Erika. ¿Qué tal fue todo sin el gran Tomas?
No me devolvió el saludo, estaba enfrascada en su teléfono móvil.
Al entrar la maestra, rápidamente lo silenció, lo bloqueó y lo guardó en su bolsillo, y sacó los libros de la materia.
—Hey, pelirroja.
—...
Silencio, no me miraba.
—Eh, ya sé que estás molesta por lo del otro día. Yo también lo siento. Sabes que ese también fue mi primer beso, ¿verdad?
—...
Así que no piensas contestar, ¿eh?
—Erika Copper. Pchs. Pchs. Tch. Hey. Psst, psst. Erika-chan.
—...
Será... ¡Oh, tengo una idea!
—Oye, cereza.
Hubo reacción, sus pupilas se dilataron y su cara se volvió toda roja, se volvió hacia mí y me gritó en voz baja:
—¡¿Qué quieres?!
—Hola —saludé.
Se llevó la mano a la frente.
—Estoy tratando de atender, por favor...
—¿Por qué no me saludas? Es de mala educación.
—Luego hablamos, ¿vale?
—No, luego no. Esto ya lo hemos dado antes, ni caso. Charlemos. ¿Quedamos en mi casa para el paseo ese que nos prometimos?
—¡Ahora no, Tomás! —se quejó una vez más.
—Oh, venga. Qué siesa eres, cereza.
—¡¡Que dejes de llamarme cereza!!
Ahora ese grito no fue en voz baja, sino uno que resonó por toda la clase.
La maestra de mates se dio la vuelta y al ver mi escritorio, se me acercó.
—Tomás Sánchez, ¿algo que quieras compartir con la clase? —se cruzó de brazos, intimidante como pocas—. Adelante, te escuchamos.
Con una sonrisa nerviosa, sentí un impulso autodestructivo.
—Hablaba con Erika de lo bonitas que son sus braguitas de cereza, me gustan.
¡BOOM!
Una bomba inexistente reventó en la clase de primero de bachillerato de sociales.
Incluso la bella y casi imperturbable Lucia mudó de color.
Un lapicero fue pulverizado por la fuerza (odio) de una persona al cerrarse su mano, Kevin.
Y una persona con la cabeza llena de aire caliente igual que mi hermana menor dio un cabezazo al escritorio, como si fuera un muñeco al que hubieran desactivado al darle al botón off del cuello. ¿Laura creo que se llamaba?
—¡MA-TAD-LO!
No hace falta decir que nos expulsaron de clase y terminamos en el aula de castigo.
—¡Mira lo que has hecho! ¡¿Eres subnormal o qué te pasa?!
—Estaba harto de esa clase, y tú parecías estar durmiéndote. Estabas hasta cerrando los ojos.
—¡Me acabas de humillar delante de todos! ¡¿Cuánto más pretendes hacerme sufrir?!
—Venga, va, admito que me he colado un poco con esa broma. ¡Pero eso no quita el hecho de que me estabas ignorando! ¿Por qué no me respondes?
—Aún sigo enfadada por lo del beso.
—¡Me estaba disculpando!
Discutimos un rato, y la aburrida jefa de estudios que estaba con el portátil salió un momento a la cafetería a por otro vaso de café. Parecía ocupada.
—Oye, qué bonito ese anillo. Se parece al mío, pero en rojo. ¿Dónde lo conseguiste?
—Ah, esto —dijo ella mientras miraba el anillo y se sonrojaba—, una chica que vive bajo el puente me lo regaló por ayudarla. Me dijo que trae la buena suerte y te reúne con tu amor verdadero.
"Te reúne con tu amor verdadero".
Al mirar los dos nuestros respectivos anillos, nos sonrojamos a más no poder, ¡y hasta nos salió vapor de la cabeza al recordar el beso en los labios!
Esta Irina... ¡¡¿hasta qué punto lo tenías todo planeado, niña fugada de casa?!!
Al rato, entró alguien inesperado en la sala de castigados.
—¡¿Lucia?!
Tanto ella como yo nos sorprendimos. Lucia, la delegada, la mejor estudiante del instituto aun por encima de Alba del bachiller de ciencias, la clase favorita del director y todos los maestros, se encontraba aquí.
—¿Q-qué haces aquí?
Con rostro serio, tomó asiento e hincó los codos en la mesa, poniendo una cara aburrida.
—Se me acabó lo que se daba. Al saltarse a vosotros dos ha escogido mi fila, me ha tocado a mí hacer el ejercicio. Y al dejar la libreta sobre su mesa y revisarla, se ha dado cuenta de que llevo sin hacer los deberes una semana.
—¡¿Una semana?!
Fue todo un shock.
La más inteligente resultó serlo, y también una vaga.
—E-espera, Lucia. ¿Me estás diciendo que tú... te aprovechaste de la confianza de los maestros?
—Lo has entendido. Sí, como siempre he sido la mejor y la favorita, apenas salgo a la pizarra para que vosotros podáis hacer algo. Como siempre he sido la más buena, la estudiante modelo, confiaban en que siempre tendría los deberes hechos. No tenían motivo para revisar mi libreta. Hasta ahora que he tenido que salir a la pizarra y por culpa de vuestro numerito he sido descubierta. Ahora Alba me va a arrasar.
Por un lado, ¡te lo mereces!
Y por otro, me siento culpable, ha sido culpa nuestra...
—¡Blugh!
Erika me metió un codazo en la boca del estómago.
—Vale, ha sido mi culpa. Lo siento.
Lucia entonces nos miró a los dos y dijo:
—Felicidades.
El anillo...
—¿Cuándo es la boda, tortolitos?
Parece enojada, y no creo que precisamente por lo de ahora. ¿Es por... el anillo?
—Entonces es cierto que sois novios, y vais en serio.
—¡No, no, no, te equivocas!
—¡Cierto, es solo que una amiga nos gastó una broma y nos lo ha regalado por separado!
—¡C-cierto!
No nos creía porque lo negamos como los tsunderes que somos, suspiró y se tendió sobre la mesa.
—Hablad de lo que queráis, tengo sueño. Me espera una buena regañina cuando llegue a casa, van a llamar a mis padres. Despertadme cuando suene el timbre.
—Lucia... tenemos un timbre justo fuera, encima del marco de la puerta de esta pequeña clase. Te vas a enterar del estruendo sí o sí.
—O cuando pasen los enanos de primero de la ESO volviendo de educación física —añadió Erika siguiéndome el juego.
—Oye, Erika. Si vuelves a hacer eso, te acabarás por convertir en mi novia.
—¡¿U-uueh?!
Ay, qué mona.
Las dos siguientes horas fueron con normalidad, y nos fuimos a la cafetería a desayunar. Desde una de las mesas nos vigilaban mi hermana, Kevin, Lucia y esa chica... ¿Laura?
Era obvio que alguien no encajaba del todo, ya que se preguntaban lo mismo: ¿Qué hace Lucia aquí?
Ignorando a los observadores, decidí romper el hielo.
—Erika, ¿sabes cuánto pesa un oso polar?
—¿Unos 450 kilos? —respondió con entonación de pregunta.
—S-sí... ¡Digo, no! ¡Pesa lo suficiente como para romper el hielo!
—Joder, qué malo. Deja que te enseñe cómo se hace. ¿Sabes por qué duermen los dragones todo el tiempo?
—...
¿Esto qué es? ¿Alguna clase de acertijo del Reino Unido?
—No tengo ni idea.
—Porque comen caballeros.
Al inicio os juro que no entendí una mierda, hasta que recordé que tuve una tarántula de pequeño llamada Señor Pelitos, nombre cortesía de mi hermana.
Esa araña era lo más aburrida del mundo, no hacía nada. Ahora, soltabas un bicho y más pronto se movía.
Comparando al reptil enorme y la araña, todo tiene más sentido. El dragón, al igual que la araña, está a la espera de que su presa caiga en la trampa, y luego se lo zampa. Ambos esperan a que la comida llegue a ellos en lugar de gastar energías persiguiéndola y cazándola. Aaah, muy lista.
Cogí sus dos manos y se lo dije:
—Erika, cásate conmigo.
—¡¿Q-q-q-q-q-q-qué?!
Al ver mi rostro serio, comenzó a sentirse mareada por lo abrumadora que era la situación.
—¡Realmente eres mi media naranja! ¡Te quiero, Erika!
Me arrodillé en el suelo y lo dije una vez más.
—¡Por favor, vuélvete mi esposa!
Creo que vi salir vapor de su cabeza y que estaba a nada de desmayarse. Le dije que era una broma y acaricié su cabeza, a lo que volvió en sí y comenzó a patearme y a aporrearme con sus puños en el pecho. Echaba de menos sus patadas en la espinilla.
—Por cierto, te gusta mucho la verdura, ¿no? Te has traído un taper con ensalada de lentejas y quinoa, un sándwich vegetal y eso es... ¿zumo de tomate?
¿Soy yo o nuestros anillos brillan cuando nos damos de la mano?
No, deben ser imaginaciones mías. Es solo un trozo de cuarzo pintado.
—Sí, soy flexitariana.
Arrugué mi rostro y dije: ¿pero qué mierda?
—Soy vegetariana, pero cuando estoy con otras personas y me invitan a una cena en su casa, o a un restaurante, como lo que me pidan, aunque sea carne.
—Ah... Interesante.
Es lo más estúpido que he oído en mi vida.
Pero al menos no es tan molesto como el clásico "soy vegano, contribuyo al bienestar del planeta, tú comes carne y eres un asesino, eres cómplice de asesinato". De hecho, esto no es molesto en absoluto, es lo que se debería hacer, coño.
—Y oye, ¿qué hay de los problemas con las proteínas? ¿No tienes carencias?
—He dicho que soy vegetariana, no vegana. Tomo leche y huevos. Y no tengo ningún problema.
—Yo creo que sí lo hay...
Lancé una indirecta muy discreta. Sin grasas procedentes de la carne, ¡explica cómo han crecido esos!
—¿Me dejas probarlo? Nunca antes lo he probado.
—Claro.
Y me pasó el brick chiquitito de zumo de tomate. Di un sorbo a la pajita y...
—...
—Está bueno, ¿verdad?
—Asqueroso. Sabe a sangre.
Es como salsa de tomate que ha sido calentada demasiado, y luego hecha zumo. No me gusta.
—Sí, por eso me gusta. Y tiene muchas propiedades. Aunque es algo ácido, así que es mejor tomarlo junto a algo con bastantes hidratos. Si te tomas uno de estos junto a un café solo, te sentará como un tiro.
—No lo dudo, ¡ja, ja, ja! Por cierto, ¿me acabas de dar de beber de la misma pajita?
Cómo me encanta molestarla con estas pequeñeces.
Hoy me portaré bien con ella en la cita de esta tarde.
—Entonces, ¿damos una vuelta esta tarde?
—Sí, claro. Oye, ¿me mandas tu ubicación y voy a tu casa?
—¿Por qué no? Así te presento a mi madre.
Vale, mejor lo dejo. No quiero tener que ponerme pomada para la circulación en las piernas.
De nuevo, la chica tímida y torpe cuyo nombre desconozco entró en mi rango de visión. Estaba perdida, y no sabía qué bocadillo elegir.
—¡Chica nueva! ¡Aquí!
Reconoció mi voz y se me acercó.
—Ah, eres tú.
—Me llamo Tomas. ¿Tú eres?
—Julia Sánchez.
Hostia, mismo apellido.
—Siéntate. Ahora mismo no quedan bollos, el recreo está por terminar. Coge del mío. Apenas lo he tocado.
—¡Muchas gracias, Tomas!
—No hay de qué, Julia.
Una vez más, sentía una mirada hostil clavándose en mí, esta vez, en mi pecho.
Ya en serio, ¿quién coño es?
Continuará...
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