Prefacio

Continué avanzando a pesar de lo exhausta que me sentía. La noche había caído y eso aliviaba temporalmente mis ojos irritados. Ni siquiera sabía cómo mis pies podían moverse de una manera tan mecánica que parecía un robot.

—Ya queda poco Laurie, aguanta.

Su voz masculina penetró mis oídos, pero me costó varios segundos definir sus palabras. Cada paso que daba equivalía a un intenso dolor en todo mi cuerpo, podía sentir como cada vena se movía y se cruzaban unas con otras, generando una sensación áspera que me hacía chirriar los dientes. Era una tortura. Incluso mis pulmones habían decidido unirse y se contraían con cada exhalación que daba, golpeando mi pecho con dureza.

—No aguanto —sollocé, consciente de que si tardábamos más terminaría muerta.

—Solo un poco más. Estamos cerca.

Percibí su tono suplicante, incluso un deje de preocupación. No me hacía falta ver la expresión de su rostro para saber que temía que nuestro plan fallara. Me detuve al sentir un fuerte dolor en mis costillas y tensé la mandíbula, haciendo chirriar mis dientes doloridos. Mi vista comenzaba a nublarse y un fuerte temblor recorrió mi cuerpo, provocando que mis piernas temblaran y tuviera que quedarme sentada en el suelo.

—¡Laurie! —Exclamó al enterarse de mi pequeño accidente.

Fui incapaz de pronunciar una sola palabra audible, el cansancio terminó por apoderarse de mí. Me sobresalté al sentir cómo me elevaba y una de sus fuertes manos se posó con firmeza sobre mi cintura para sujetarme.

—Bájame —protesté—. Iremos más lento.

—No dejaré que mueras.

—Sería lo mejor —murmuré apesadumbrada—. Solo soy un estorbo.

—No lo eres —respondió enfadado—. Eres la mujer más fuerte y poderosa que he conocido, tanto por fuera como por dentro. Resiste un poco más, solo un poco más.

—¿Y luego qué? —Pregunté, acomodando mi cabeza sobre su suave jersey—. Ni siquiera sabemos si funcionará.

—Luego recuperarás la vida que perdiste. La vida que tenías que haber tenido desde el principio.

—Pero envejeceré...y tú no...y... —respondí de forma atropellada.

—Siempre me mantendré a tu lado, pase lo que pase. Es lo mínimo que puedo hacer después de todo esto. Si hubiera tenido cuidado quizás... —susurró, dejando las últimas palabras en el aire.

Contuve la respiración al escucharle y mis pupilas se dilataron. Forcé mi vista para observar como sus ojos grises se habían oscurecido y tragaba saliva con fuerza. Mi corazón latió a un ritmo frenético, bombeaba tan deprisa que cada movimiento que daba contra mi pecho me hacía tensar la mandíbula por el dolor.

Nikola no era un chico expresivo. Conseguir que se abriera requería de mucha paciencia y fuerza de voluntad. Pero lo estaba logrando. Esas palabras lo significaban todo para mí.

—Por eso tienes que luchar como nunca. Necesito que te aferres a tu humanidad.

Estaba a punto de asentir con la cabeza cuando un intenso olor llegó a mi nariz, haciéndome abrir los ojos con fuerza. Mis pupilas no tardaron en detectar de quién se trataba. La melena castaña de Sham ondeaba al viento, sus manos sujetaban un arma metálica, seguramente ungida con agua bendita, y sus ojos oscuros estaban fijos sobre...

—¡Cuidado! —Chillé con todas mis fuerzas, tratando de usar el poco control que quedaba sobre mi cuerpo para apartarme.

Entonces disparó.

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