𝟬𝟮𝟬 | Emotional teenager

020 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗪𝗘𝗡𝗧𝗬 ──
⎯ (adolescente emocional)

La casa era bastante vieja, incluso llegaba a parecer abandonada. Pero había una pequeña luz muy en el fondo que se podía distinguir sin dificultad.

Una puerta se abrió con cuidado y un brillo de color azul potente se alzó entre las sombras. La mujer se quitó su capa y la colgó en una silla, tomó su varita y la dejó sobre la mesa. Se acercó hasta un gabinete, sacó un libro de él y tomando la pluma a su lado comenzó a escribir.

Amélie Bennet.

En el momento que recibas esto deberás comprender que las cosas son más complicadas de lo que creemos. Siempre lo son.

Hace tiempo tuve que escapar de mi hogar, y aunque en mi caso yo lo decidí, tú también te alejaste antes de conocerlo más.

Ser una princesa no es un cuento de hadas.

Yo, Annette Laurent, princesa de Francia debo contarte la verdad sobre quién eres…

La princesa soltó su pluma y se levantó de un salto.

Homenum revelio —susurró, alzando su varita con delicadeza: no había nadie. Solo resultó ser un susto habitual, pues, después de lo vivido en el cementerio en junio, Anne se ponía alerta hasta con el más mínimo crujido—. Me estoy volviendo loca… —musitó, pasando una mano por su cabello.

Anne caminó hasta su habitación y sacó un par de fotografías del cajón de un viejo mueble. Las limpió de la fina capa de polvo que las cubría y se detuvo para apreciarlas.

En primer lugar, la foto de la familia real antes de toda la tragedia; Brigitte, la reina, Albert, su esposo, y Amélie, su única hija y la verdadera princesa de Francia. Se encontraban en la habitación de quién fue una pequeña bebé y todos traían una sonrisa rostros. Y la segunda fotografía era nada más que una de Cedric Diggory abrazándola dulcemente en medio de los terrenos de Hogwarts.

La nostalgia invadió el cuerpo y mente de Annette y no pudo resistirse a derramar silenciosas lágrimas, las cuales cubrieron su delicado rostro en cuestión de segundos. La sensación de impotencia le carcomía la cabeza todos los días luego de aquel terrible suceso. Se sentía devastada, derrotada; Cedric murió justo frente a ella y Amélie estaba en peligro de muerte por culpa de su madre.

¿Qué podía hacer?

No quería terminar pagando los errores de su madre y seguir a la persona que más odiaba en el mundo, pero en ese momento se encontraba entre la espada y la pared: volver al palacio, convertirse en una seguidora de Voldemort y contarle a Amélie la verdad, o dignarse a no volver a su hogar y dejar a su prima en el limbo entre la vida y la muerte.

TODOS ESTABAN ABAJO EN LA cocina en espera del desayuno que Alessia estaba preparando. O bueno, la mayoría.

Amélie seguía en la habitación que usaba usualmente en la casa de los Myers arreglando su cabello. Resultó que durante el verano tuvo muchas increíbles ideas que Jack le ayudó a cumplir en conjunto con todos sus ahorros. Por ejemplo; su cabello tenía un nuevo (y en opinión de Amélie) increíble corte, además que ahora tenía unos hermosos pendiente nuevos con un collar a juego —cortesía de Jack—.

—Amélie —masculló Jack, colocando sus manos sobre los hombros de la rubia.

Amélie levantó la mirada con diversión, giró sobre sus talones y quedó a escasos centímetros de la cara del castaño. Esas situaciones eran tan… extrañas.

—¿Qué? —sonrió con diversión la rubia—. Eres un impaciente.

—Y tú una impuntual —contratacó Jack—. Alessia tiene el desayuno listo hace más de quince minutos.

—Supongo que no comeré hoy aquí.

Jack retrocedió unos cuantos pasos y frunció el ceño, confundido.

—¿De qué hablas?

Amélie sonrió con burla y rió en voz baja, tomando un poco de dinero que tenía tirado en su cama.

—¿Ya lo olvidaste? Saldré con Harry hoy.

Jack hizo una mueca de disgusto (la cuál intentó disimular) y vió a través de la ventana, ignorando la mirada de Amélie.

—¿A dónde irán?

—Eso no lo sé —explicó—. Rayito es espontáneo. ¿Vienes?

—¿Eh?

—Abajo —rió Amélie—, ¿o te quedas aquí?

Jack se encogió de hombros y seguía manteniéndose firme a la idea de mostrarse molesto.

Amélie ladeó la cabeza y se tiró para abrazarlo por la espalda.

—Jack Celoso Myers —dijo con burla— si sigues ignorándome no te voy a hablar más. Es una promesa, y sabes que cumplo lo que digo.

Jack suspiró—. Te veo luego, Mel.

—Más te vale —sonrió Amélie—. Te veo luego.

—Cuídate, por favor.

—Siempre —aseguró—, y si no…

—Adiós, Mel. Bye.

Amélie rió y caminó escaleras abajo hasta la cocina, dónde Alessia estaba a la espera.

—Si no pruebas ni un bocado, no te vas —amenazó la pelirroja.

La rubia tomó un pedazo del pan tostado con mermelada y le dió un gran mordisco—. ¿Mejor?

—Mucho —asintió Alessia—. Te vemos en la tarde, Mel. Y no te preocupes por el dramático de arriba, lo vigilare.

—Los veo después.

Salió balanceándose sobre sus pies. Caminó por largo rato hasta llegar a su lugar de encuentro con Harry. Si debía de ser sincera, estaba ansiosa por verlo después de tanto tiempo; ya quería peinar trencitas en su largo e imposible cabello.

Al aproximarse a la esquina de Privet Drive, Amélie logró vislumbrar a través de los potentes rayos del sol una espalda bastante conocida. Caminó con lentitud y una gran sonrisa en su rostro, y al estar suficientemente cerca, tocó levemente el hombro de Harry Potter.

El azabache se volteó confundido, pero sonrió al instante cuando descubrió que se trataba de aquella rubia que tanto había extrañado. Sin pensarlo se acercó para poder abrazarla con cariño.

—¿Me extrañaste mucho?

—Cómo no hacerlo —susurró Harry al separarse de Amélie. Al hacerlo, no pudo evitar escanearla con la mirada de arriba a abajo; se veía incluso más linda que antes. Parecía irreal lo bonita que se llegaba a ver.

—¿Nos vamos? —preguntó Amélie, extendiendo la palma de su mano enfrente de Harry para que él la tomara.

Harry sonrió y tomó la mano de Amélie con cariño—. Vamos.

—Entonces dime —dijo Amélie, balanceando su mano con la de Harry— ¿encontraste el amor que tanto pedías?

—¿Qué amo…? —se quedó callado al recordar ese incómodo suceso—. Oh… no, no en realidad.

—¿Lo vas a buscar?

—¿Por qué lo haría?

—Porque —Amélie detuvo a Harry al colocarse en frente él— mereces eso, ¿bien?

Harry asintió con una débil sonrisa.

—¿A dónde vamos? —decidió preguntar.

—A un orfanato.

—¿Qué?

Amélie se echó a reír—. Deberías ver tu cara.

—¿Hablas en serio?

—¿Por qué no? —cuestionó—. Luego te invitaré a los mejores helados que he probado, ¿de acuerdo?

Caminaron por un buen rato en las calles de Inglaterra tomados de las manos. Era un día bastante tranquilo, sin una sola nube en el cielo y con una calma sorprendente para lo que eran esos días. A unas cuentas cuadras para llegar al lugar, se encontraron con un pequeño parque repleto de niños que corrían de un lado a otro riendo.

—Nos ahorraron el recorrido.

—¿Son ellos? —La rubia asintió.

Amélie entonces soltó el agarre de Harry y se aproximó a recoger una pelota de princesas que rodaba sin rumbo por el césped del parque.

—¿Me la podrías dar?

La rubia levantó la cabeza y sonrió al ver a una niña pequeña frente a ella. Ese día portaba unos shorts y una camiseta más grande que ella misma. Su cabello lo tenía suelto, a excepción de los dos mechones delanteros, los cuales los tenía atados con una lazo de color azul.

Amélie le devolvió el balón a la niña y se quedó admirando unos segundos a las niñas jugando. Le causaba mucha nostalgia verlas.

—¿Pasa algo?

Amélie se puso en pie con ayuda de Harry y negó con la cabeza.

—Nada —aseguró.

—Me estás mintiendo.

—¿Qué? ¿Yo? ¡Jamás! —dramatizó la rubia.

Harry negó con diversión—. Amélie sin sonrisa y con la mirada perdida no es ella. ¿Qué sucedió?

Amélie hizo una mueca—. Cuando era pequeña… bueno, más que ahora —intentó bromear—, siempre me dejaban sola en casa y yo era muy hiperactiva como para quedarme quieta. Un día decidí salir, y llegué aquí. Por primera vez hice amigas —se volvió para mirar a Harry—, no te imaginas lo lindo que se sintió.

»¿Ves a la niña por allí? ¿A quién le devolví su balón? —Harry asintió—. Cuando llegué con las niñas por primera vez, ella era una bebé; Samara Roberts… es adorable, ¿no lo crees?

El azabache avanzó unos cuantos pasos para poder rodear a Amélie con sus brazos. No sabía muy bien el por qué lo hizo, pero una punzada en el corazón le dijo que eso era lo que ella necesitaba en ese momento.

—Estás muy cariñoso —sonrió Amélie, recibiendo el abrazo de Harry.

—Y tú muy sentimental.

—Vete acostumbrando —aconsejó Amélie—. Ahora soy una adolescente sentimental.

—En ese caso, estaré contigo y no te dejaré sola, adolescente sentimental.

—Te voy a querer por siempre si haces eso.

—¿Ah sí?

—Mhm —asintió Amélie sin soltarlo, acurrucándose en su pecho.

—En ese caso, ¿aceptas un helado?

—La que invitaba era yo —masculló Amélie.

—Cambio de papeles —Harry alejó lentamente a Amélie de él y le regaló una sincera sonrisa.

—Pagaré todo yo… —susurró Amélie.

—¿Perdón?

Amélie ladeó la cabeza. Y en menos de un segundo, tomó la mano de Harry y ambos salieron corriendo en dirección contraria, con una ligera y fresca brisa golpeándoles el rostro. Ciertamente, y si era necesario admitirlo, el helado era lo menos importante en ese momento, sino la compañía del otro; era reconfortante en muchos sentidos. Era difícil de explicar, pero estando juntos, sentían una paz que era rara de conseguir.

Y aunque ninguno de los dos fue capaz de verla ni por un segundo, una mariposa brillante de color azul revoloteaba con mucha alegría sobre sus cabezas, siguiéndole el paso a los muchachos.

La tradición Laurent estaba en pleno comienzo, y Amélie no sabía las consecuencias que le podría llevar eso. Pues, al fin y al cabo, ninguna unión creada por su tradición había terminado bien.

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