𝟬𝟭𝟱 | Feelings of a princess

015 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗜𝗙𝗧𝗘𝗘𝗡 ──
⎯ (sentimientos de una princesa)

—Apártate, Colagusano, necesito saludar a nuestra querida invitada.

La mujer se quitó la capucha de la cabeza para dejar ver su rostro. Céline Laurent se veía muy cansada y su cara se encontraba bastante masacrada, sin embargo, eso no le impidió inclinarse frente a su señor.

—Mi señor —dijo al levantar la cabeza.

—Céline… —suspiró una voz muy débil—, no has cumplido con tu trato.

—¿Perdón? —dijo sin entender—. ¿A qué se refiere, mi señor?

—Annete.

—¿Q-qué sucede con ella? —preguntó.

—Ha descubierto quién es la princesa —explicó, alzando su tono de voz—. ¿Qué se supone que has hecho en todo este tiempo? Al parecer, la corona ni yo somos tan importantes, del contrario, hubieras resultado más cautelosa y mantener a tu hija bajo tu mirada, ¡o mejor! Tener a sus dos princesas desaparecidas, ¿no crees?

—Mi señor…, m-mi hija… ¿cómo está usted seguro…? —balbuceaba la mujer, temblando de pies a cabeza.

—¡Silencio! —vociferó Voldemort, estirando lo que se suponía era su mano—. ¡Desde este momento harás lo que yo diga! Sin… tropiezos… —hizo una pausa—. Y si para conseguirlo la corona debe desaparecer, lo hará, Céline.

—¿Qué debo hacer?

—Seguir todo lo que indique al pie de la letra —respondió Voldemort—. Empezando… ¡inclínate!

La mujer se quedó estática por unos segundos, con los ojos bien abiertos por la sorpresa, tiempo que su señor tomó como resistencia a una de sus órdenes.

—No me interesa a qué clase pertenezcas. Dije, ¡inclínate! ¡CRUCIO!

La mujer reaccionó en el instante en el que la maldición cayó sobre sí y cayó de rodillas al suelo, con su oscuro cabello cayendo por ambos lados de su rostro, cubriéndole las diminutas lágrimas que comenzaban a brillar en sus ojos. Peter Pettigrew observaba de reojo desde la muerte, cerrando los ojos de vez en cuando para evitar ser castigado de la misma forma.

—¿Qué serías capaz de hacer por mi? —preguntó Riddle con desprecio.

—Cualquier cosa… —susurró Céline, levantando la mirada desde su lugar en el suelo.

—Así que, si Annete debe desaparecer para no estropear lo que he construido por estos años, ¿lo hará?

Céline tragó saliva. Si bien nunca amó a su hija, y poco le importaba, era su sangre, y tarde o temprano ella sería castigada por todas sus acciones en contra de la corona. La mujer agachó su cabeza y guardó silencio.

—¿A dónde iría?

—A ningún lugar —se burló Voldemort—. Desaparecerá, cómo se suponía debía de hacer la princesa hace catorce años, cuando todo estaba a tu cargo. De ser necesario, Céline, Annete morirá en tus manos para no volver nunca más.

—Pero… mi señor…

—¿Pero? —repitió el hombre—. ¿Acaso no ha quedado claro lo que se deberá hacer? Tal vez esto te ayude un poco más… ¡CRUCIO!

Lo último que se escuchó dentro de aquella casa abandonada en medio de la nada fue el grito desgarrador que Céline Laurent ya no pudo reprimir, y los quejidos en voz baja de Pettigrew.

Harry despertó agitado, sudoroso y muy tembloroso. Ese sueño había resultado bastante extraño pues era nuevo. Hace tiempo que el mismo sueño se repetía una y otra vez en su cabeza, sin embargo, está vez, cambió por fin.

La rubia a su lado de estiró de pies a cabeza, soltando un gran bostezo y frotándose los ojos con el dorso de las muñecas, quejándose levemente.

—¿Qué te pasa? —preguntó, mirándolo con reprimienda—. Es más, ¿en qué momento me quedé dormida aquí, en la almohada más incóm…? ¿Rayito? ¿Pasa algo?

Harry guardó silencio. Estaba encogido en el sofá en el que se habían quedado dormidos hace unas horas, con la mirada completamente perdida.

—¡Harry! —lo llamó Amélia con preocupación cuando vió que su amigo parecía un muerto viviente—. ¿Qué pasa?

—Nada, no… no ha sido nada.

—No hay necesidad para mentirme, ¿sabes? —Amélie entonces hizo que Harry la mirara a ella y lo tomó de ambas manos—. ¿Ha sido una de esas pesadillas de las que hablaste?

Harry se perdió un momento en la profunda mirada que su amiga le estaba regalando y en las suaves manos que estaban tocando las suyas. Guardó silencio, observando con detalle los ojos morados de Amélie y su piel blanca como porcelana, tan suave como una pluma.

—No lo entiendo.

—¿El qué? —preguntó Amélie, confundida.

—El sueño —explicó Harry—. Había una mujer… también estaba Voldemort y Peter. Hablaban sobre la corona y sobre desparecer a una princesa como no pudieron hacerlo con otra.

—¿Princesa? ¿Escuchaste su nombre, Harry?

—No lo recuerdo… —respondió Harry, soltando las manos de su amiga para despintar su cabello con frustración—. Probablemente sea imaginación mía, estoy muy cansado con el torneo y todo, en realidad.

—¿Hasta de mí? —intentó bromear Amélie—. ¿Tu nueva mejor amiga a la que quieres mucho?

Harry esbozó una sonrisa de lado—. No —aclaró—, no de ti, nueva mejor amiga.

—¿Te refieres al mismo que perseguían el año pasado? Es increíble, rayito.

—Verlo a escondidas no lo es.

—Bueno, al menos sabes que se preocupa por ti y te cuida —Amélie sonrió de lado—. Alégrate por eso, yo apenas y conozco a mis padres y hermana.

—Bueno, supongo que si, pero…

—Ustedes dos —balbuceó Ron puesto que tenía la boca llena— dejen de hablar, por favor.

Amélie se volvió para mirarlo muy ofendida y dolida, mientras que Harry ocultaba el fantasma de la sonrisa que apareció en su rostro.

—Con que tú comas bien, ¿no? —dijo la rubia—. Mientras tanto yo, hablaré con Harry, si no te importa, Ronald.

—Que humor —se burló el pelirrojo.

Cuando Ilegaron las lechuzas, Hermione de pronto ella las miró con impaciencia; parecía que esperaba algo.

—Percy no habrá tenido tiempo de responder —dijo Ronald—. Enviamos a
Hedwig ayer.

—¿Perce? —repitió Amélie—. ¿Por qué le escribieron?

—Luego te lo explico.

—No, no es eso —repuso Hermione—. Me he suscrito a El Profeta: ya estoy harta de enterarme de las cosas por los de Slytherin.

—¡Bien pensado! —aprobó Harry, levantando también la vista hacia las
lechuzas—. ¡Eh, Hermione, me parece que estás de suerte!

Una lechuza gris bajaba hasta ella.

—Eso no tiene cara de ser un periódico —observó Amélie.

Para asombro de Hermione, la lechuza gris se posó delante de su plato, seguida de cerca por cuatro lechuzas comunes, una parda y un cárabo.

—¿Qué demonios...? —exclamó Hermione, que cogió la carta de la
lechuza gris, abrió y comenzó a leerla-. Pero ¡bueno! ¡Hay que ver! —farfulló, poniéndose colorada.

—¿Un admirador secreto? —cuestionó la rubia con diversión. Justo en ese momento una lechuza también se posó frente a ella—. ¡Mira, Jean! También tengo uno!

—¿Qué?

—¡No es un admirador secreto! —repuso Hermione muy colorada.

—¿De quién es? —preguntó Harry, que estiró su cuello como una jirafa para tratar de leer.

—Jack —sonrió Amélie, abriéndola.

Amélie Estelle Bennet

—Al parecer está un poco disgustado, ¿no? —rió Harry, a lo cual recibió un golpe con el sobre de papel por parte de su amiga—. ¡Auch!

—Dramatico —se burló la rubia.

¿Está todo bien contigo?
Hace mucho que no escribes, quiero decir, normalmente lo hacías una vez a la semana, ahora han pasado meses sin noticias tuyas.

¿Cómo te encuentras? ¿Cómo te fue en el baile en diciembre?

Por si te lo preguntas, las cosas se han complicado. Tu academia te necesita ahora, adelantaron las fechas de los ensayos y las competencias, todos están muy preocupados por ti, y me pidieron que te contactara. Claro está que no podrás venir, pero quería mantenerte al tanto de la situación.

Sobre tu familia, Alessia me ha contado que Calissa consiguió con quién distraer la mente un buen rato.

Pero todo quedará ahí, te enterarás cuando regreses.

Te quiere, J. M

—A  Marc le encantará enterarse.

—¿El chico Hufflepuff? —inquirió Harry—. ¿Qué…?

—¡Ay!

Amélie dirigió su mirada a la propietaria del grito. Hermione acababa de abrir el último sobre, y un liquido verde amarillento con un olor a gasolina muy fuerte se le derramó en las manos, que empezaron a llenarse de granos amarillos.

—¡Pus de bubotubérculo sin diluir! —dijo Ron, cogiendo con cautela el
sobre y oliéndolo. Con lágrimas en los ojos, Hermione intentaba limpiarse las manos con una servilleta, pero tenía ya los dedos tan llenos de dolorosas úlceras que parecía que se hubiera puesto un par de guantes gruesos y nudosos.

—Será mejor que vayas a la enfermería —le aconsejó Harry al tiempo que echaban a volar las lechuzas—. Nosotros le explicaremos a la profesora Sprout
adónde has ido...

—Te acompañaré —se ofreció Amélie poniéndose en pie—. Poppy me dejará acompañarte, estoy segura.


Cuando Hermione le aseguró a la rubia que se encontraría bien y Madame Pomfrey la obligó a salir de la enfermería para ir a clases —casi a regañadientes— Amélie aceptó irse de una vez por todas.

Sin embargo, al salir, se encontró con tres personas que la hicieron recibir un gran susto. Bueno, en realidad, una persona la asustó y las otras dos casi la hacen saltar de la emoción.

A su derecha, pretendiendo estar escondidos en los pasillos “desolados" del castillo, Cedric Diggory y Annete Laurent parecían haber dado el siguiente paso en lo que se refería a una relación.

—Es malo estar espiando, señorita —le susurró una voz detrás de ella, cubriéndole los ojos con su mano.

—Es mucho peor estar esperando a una persona fuera de un lugar —repuso Amélie, quitándose la mano de los ojos cuando la llevaron al vestíbulo principal, lugar donde ya no veía a Cedric o la princesa—. ¿Por qué me llevaste lejos? Necesitaba grabar muy bien ese momento.

—Ya tendrás tu propio momento —sonrió Marc—. Fui a verte porque Hanna te estaba buscando. No, bueno, en realidad me dijo que te dijera que Astoria le dijo que Daphne le dijo… que te buscaba.

—Claro… —asintió Amélie confundida—. Entonces, ¿quién me busca?

Marc se burló de sí mismo—. Daphne Greengrass.

—¿Y qué tienen que ver Hanna y Astoria? ¡O tú!

—Mejor ve directamente con la Slytherin, pequeña Gryffindor —dijo, dándole unas palmaditas en la espalda.

Amelie asintió está vez, y cuando dió unos pasos se giró bruscamente—. ¡Marc! —lo llamó, regresando con él rápidamente—. Olvidé decirte: te has librado de Cass.

—Merlín escuchó mis plegarias —rió Marc, despidiéndose con la mano.

Después de buscar un largo rato por los pasillos —pues sí, se había olvidado de preguntar dónde estaba Daphne— la encontró sentada en el lumbral de una ventana.

—Por sin llegas, pensé que te perdiste.

—Fue algo así —rió Amélie—. ¿Por qué me buscabas?

—Tory quería hablar contigo —explicó la chica Slytherin. Al ver la expresión de horror y cansancio que puso Amélie, aclaró—: pero está ocupada, así que me mandó a decirte.

—¿Por qué tanto misterio? —cuestionó Amélie.

—En realidad es algo tonto —sonrió Daphne al bajar y pisar el suelo—. Solo descubrió algo de la princesa. Me dijo que te veías bastante interesada en esa familia así que estaba emocionada por contarte.

—No estaba equivocada —dijo Amélie—. Dime, ¿qué descubrió?

—La anterior noche cuando paseaba en los jardines, escuchó a la mejor amiga de la princesa —explicó Daphne—. Han encontrado a la princesa.

—¿Annie?

Daphne rió—. No. A la princesa que buscan hace años —dijo—. Dice que la encontraron aquí, en Hogwarts, ¿sabes lo que significa? —Amélie entrecerró los ojos sin comprender—. ¡La princesa perdida es una alumna! Seguramente y la conocemos.

—¿Cómo está tan segura de eso?

—La princesa Laurent lo confirmó.

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