𝟬𝟭𝟰 | Princess help

014 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗢𝗨𝗥𝗧𝗘𝗘𝗡 ──
⎯ (ayuda de la princesa)

—Así que, resumiendo: te robaran algo, que no sabemos, y tendrás que probablemente pelear con las sirenas. ¿Entendí bien?

Harry asintió, frenético.

—Necesito ayuda —dijo—. ¡No puedo respirar bajo el agua!

—Tampoco soy la más lista de Gryffindor, rayito —rió Amélie—. Sabes bien que leer me aburre.

La expresión de Harry decayó.

—Mira, puedo buscar por un momento —dijo—. Pero con ayuda de Jean, o moriré en el intento, ¿bien?

Harry sonrió—. Gracias.

Así que eso hicieron, la noche La noche precedente a la segunda prueba, Amélie, Harry, Hermione y Ronald estaban en la biblioteca a la puesta del sol, pasando
febrilmente página tras página de encantamientos, ocultos unos de otros por enormes pilas de libros amontonados en la mesa.

—Creo que es imposible —declaró la voz de Ron desde el otro lado de la mesa—. No hay nada. Nada. Lo que más se aproxima a lo que necesitamos es
este encantamiento desecador para drenar charcos y estanques, pero no es ni mucho menos lo bastante potente para desecar el lago.

—Si empiezas desde ahora tal vez lo logres, Ronald —lo alentó Amélie desde su lugar.

—Muy graciosa.

—Claro que sí.

—Amélie… —pidió Hermione entre dientes.

—Bien, me callo.

Harry soltó una ligera risa al ver la cara de la rubia.

—Tiene que haber alguna manera —murmuró Hermione, acercándose una
vela. Tenía los ojos tan fatigados que escudriñaba la diminuta letra de
Encantamientos y embrujos antiguos caldos en el olvido con la nariz a tres
dedos de distancia de la página—. Nunca habrían puesto una prueba que no
se pudiera realizar.

—Ahora lo han hecho —replicó Ronald—. Harry, lo que tienes que hacer
mañana es bajar al lago, meter la cabeza dentro, gritarles a las sirenas que te
devuelvan lo que sea que te hayan mangado y ver si te hacen caso. Es tu
opción más segura.

—Me encanta tu manera de animarlo —dijo Amélie con sarcasmo desde su lugar.

—Si estás cansada puedes irte —le susurró Harry a la rubia, al notar su cambio de actitud debido al cansancio.

Amélie soltó un bostezo que trató de ocultar—. Primero intentaré ayudarte. Debe de haber algo por aquí… alguna planta o en todo caso…

—¡Hay una manera de hacerlo! —insistió Hermione enfadada—. ¡Tiene
que haberla!

—Tal vez la hay —dijo Amélie con una evidente sonrisa en su rostro—. Ya vuelvo, y más te vale, rayito, que no me abandones.

Harry asintió con diversión—. ¿A dónde irás?

—Necesito ayuda de una conocida —explicó Amélie—. No tardo.

Dicho eso, Amélie salió de la biblioteca y bajó a los terrenos del colegio con cuidado de no ser vista por algún profesor. Se le había ocurrido una idea, aunque no sabía aún si fuera a funcionar.

Al llegar a su destino observó justo a quién necesitaba a la orilla del lago, tarareando una melodía, sola.

—Princesa —la llamó Amélie en voz baja para no asustarla.

Anne se volvió con confusión, pero en cuanto vislumbró a Amélie la cara le cambió—. Dime, ¿pasa algo? Ven, toma lugar.

Amélie se acercó un tanto recelosa hasta la princesa y tomó lugar junto a ella—. Un amigo necesita ayuda. Y entonces dije: tal vez la princesa pueda ayudarnos a encontrar la solución.

Anne rió ante el comentario—. ¿En qué puedo ser de ayuda?

—¿Conoces alguna forma de respirar bajo el agua durante un largo tiempo?

—¿Puedo saber a quién ayudas?

Amélie sonrió—. Es Harry Potter. Y creo que morirá antes de tiempo si no encuentra solución a su problema.

—Decifrar el enigma es algo de admirar—dijo Anne con admiración—. Amélie, no te puedo ayudar directamente en eso, pero puedo enviar a alguien que sí.

—¿A quién? —preguntó Amélie con curiosidad—. ¿Sabes? No quiero que rayito muera.

—¿Rayito? —repitió Anne, sorprendida. Amélie asintió—. Es un elfo que trabaja aquí, no te preocupes, Amélie, tu amigo no morirá mañana.

—¿Estás segura?

—Confía en la princesa —sonrió Amélie.

—Grac…

—Veo que estás ocupada —habló una voz detrás de las princesas—. ¿Qué haces fuera, Mel? Hace frío.

—Yo… ¡Oh! Lo entendí —dijo Amélie, paseando sus ojos de Cedric a la princesa. La rubia se puso de pie entonces—. Gracias, princesa.

—Puedes llamarme Anne si así lo deseas —le propuso la pelinegra.

—En ese caso, gracias, Anne —agradeció Amélie con diversión—. Los dejo solos, debo ayudar a Harry. Adiós, Cedric.

Cedric se despidió de la pequeña rubia con una sonrisa en el rostro antes de volverse para mirar a Anne—. Un avance, ¿no?

—Vino a pedir ayuda —explicó Anne con un toño soñador—. Ella me buscó, Ced.

—Te dije que Amélie se ganaría tu confianza, ella es así.

—Pero la podría poner en riesgo —Anne cambió su expresión de repente a una preocupada—. Si la llevo al castillo…

—La cuidarán —la interrumpió Cedric, tomándola de la mano—. Estará bien. No la has visto pelear, Mel sabe cuidarse por su propia mano.

—Quiero creer eso —suspiró Anne—. Pero no viniste para hablar de la corona, ¿verdad?

—Solo quería verte —admitió el muchacho.

Las mejillas de Anne tomaron un rosa carmesí—. Eres muy dulce, Diggory.


—¡Hanna! —exclamó Amélie—. ¡Ahí está! Lo voy a matar.

—Me parece que ya le han hecho bastante daño —opinó la castaña, observando los rasguños en el rostro de Potter—. Necesita un respiro.

Pero cuando se volvió, Amélie ya había desaparecido su lado. Recorrió con la mirada el lugar y la encontró arrodilla junto a Harry Potter. Desde su lugar, la castaña observó cómo su amiga besaba la cabeza de Potter y lo abrazaba con mucha fuerza, al mismo tiempo que se veía un tanto enojada; tal vez porque no le dijo dónde diablos se había metido.

—¿Por qué todos desaparecieron?

—Yo no…

—Da igual. ¡Lo lograste, rayito! Sabía que no moririas jóven —exclamó Amélie, rodeando a Harry con sus brazos.

—Gracias —murmuró Harry entre la diversión y la confusión.

Al soltarlo por segunda vez, Amélie se fijó en que Dumbledore estaba agachado en la orilla, trabando conversación con la
que parecía la jefa de las sirenas, que tenía un aspecto especialmente feroz y
salvaje. El director hacía el mismo tipo de ruidos estridentes que las sirenas y
los tritones producían fuera del agua: evidentemente, Dumbledore hablaba
sirenio. Finalmente se enderezó, se volvió hacia los otros miembros del tribunal y les dijo:

—Me parece que tenemos que hablar antes de dar la puntuación.

Los miembros del tribunal hicieron un corrillo para discutir.

—Si no te ponen de primero haré una protesta.

—He llegado más tarde que todos.

—Nunca me ayudas con los ánimos —le reprochó Amélie a el azabache.

La señora Pomfrey, la enfermera, había ido a rescatar a Ronald de las garras de Percy; lo llevó con Harry y los otros, le dio una manta y un poco de poción pimentónica, y luego fue en busca de Anne y Mélanie. Anne tenía muchos cortes en la cara y los brazos; pero no parecía que eso le preocupara.

—Puede atender a Mélanie primero —le dijo a la enfermera, apretando la manta en la que estaba envuelta.

—Deja de ser tan cortés —la reprendió Mélanie—. Puede encargarse de ella primero, sin cuidado.

Amélie sonrió desde su lugar y justo entonces la voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman retumbó
junto a ellos y los sobresaltó. En las gradas, la multitud se quedó de repente en silencio.

—Damas y caballeros, hemos tomado una decisión. Murcus, la jefa sirena,
nos ha explicado qué ha ocurrido exactamente en el fondo del lago, y hemos puntuado en consecuencia. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente:

»El señor Diggory, que ha utilizado el encantamiento casco-burbuja, ha sido el primero en volver con su rehén, aunque lo hizo un minuto después de concluida la hora. Por lo tanto le concedemos cuarenta y siete puntos.

Se escucharon unos vítores atronadores procedentes de la zona de Hufflepuff. Amélie vio como la princesa le dirigía una sonrisa entusiasmada.

—El señor Viktor Krum ha utilizado una forma de transformación incompleta, que sin embargo dio buen resultado, y ha sido el segundo en volver con su rescatada. Le concedemos cuarenta puntos.

Karkarov aplaudió muy fuerte y de manera muy arrogante.

—El señor Harry Potter ha utilizado con mucho éxito las branquialgas —prosiguió Bagman—. Volvió en último lugar, y mucho después de terminado el
plazo de una hora. Pero la jefa sirena nos ha comunicado que el señor Potter fue el primero en llegar hasta los rehenes, y que el retraso en su vuelta se debió a su firme decisión de salvarlos a todos, no sólo al suyo.

Tanto Amélie, como Ronald y Hermione dirigieron a Harry miradas que eran en parte de exasperación, en parte de compasión.

—¿Por qué harías eso? —le preguntó Amélie, extrañada.

—Yo creí… —contestó Harry, apenado, pasando una mano por su nuca—… pensaba que pasaría algo… y yo…

Amélie sonrió—. Ya entendí, rayito. Deja de tartamudear.

—La mayoría de los miembros del tribunal —y aquí Bagman le dirigió a Karkarov una mirada muy desagradable— están de acuerdo en que esto
demuestra una gran altura moral y que merece ser recompensado con la máxima puntuación. No obstante.. la puntuación del señor Potter son cuarenta y cinco puntos.

—¡Sí! —exclamó Amélie—. ¡Segundo lugar, Harry! ¡Es increíble!

A Harry le dio un vuelco el estómago. Estaba empatado en el primer puesto con Cedric Diggory. Amélie, Ronald y Hermione, miraron a Harry y empezaron a aplaudir muy fuerte con el resto de la
multitud.

—¿Has visto, Harry? —le gritó Ronald por encima del estruendo—. ¡Después
de todo, no fuiste tan tonto! ¡Estabas demostrando gran altura moral!

—Y por último —continuó Batman después del estruendo de aplausos— nuestro mejor puntaje. A la señorita Laurent que ha salvado de una magnífica y rápida manera a su reehen en el tiempo establecido, le otorgamos Cuarenta y ocho puntos.

La delegación de Beauxbatons junto con su directora aplaudieron de manera egocéntrica mientras que en el rostro de princesa se encontraba una expresión de disgusto.

Anne odiaba esa parte en su vida; no consideraba haberlo hecho perfecto, en realidad tuvo mucho fallos, y creía que Harry y Cedric lo habían hecho de mejor manera que ella sin importar el tiempo en que llegaron. Y sobre todo, sabía que sin importar que, su madre nunca estaría conforme con nada, así que no tenía razones para festejar ese logro.

—La tercera y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro
de junio —continuó Bagman—. A los campeones se les notificará en qué
consiste dicha prueba justo un mes antes. Gracias a todos por el apoyo que les brindan.

—Debo llevarlo a la enfermería, si me permite —le dijo la señora Pomfrey a la rubia, tomando a Harry por los hombros.

—Esta bien —asintió Amélie, volviéndose para mirar a la princesa y su expresión totalmente fría ante su increíble logro.

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