𝟬𝟭𝟯 | A princess dance



013 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗘𝗘𝗡 ──
⎯ (un baile de la princesa)

Cuando se acabó la cena, Dumbledore se levantó y pidió a los alumnos que hicieran lo mismo. Entonces, a un movimiento suyo de varita, las mesas se
retiraron y alinearon junto a los muros, dejando el suelo despejado, y luego hizo
aparecer por encantamiento a lo largo del muro derecho un tablado. Sobre él
aparecieron una batería, varias guitarras, un laúd, un violonchelo y algunas gaitas.

Las Brujas de Macbeth subieron al escenario entre aplausos entusiastas.
Eran todas melenudas, e iban vestidas muy modernas, con túnicas negras
llenas de desgarrones y aberturas. Cogieron sus instrumentos, y Harry, que las.miraba con tanto interés que no advertía lo que se avecinaba, comprendió de repente que los farolillos de todas las otras mesas se habían apagado y que los campeones y sus parejas estaban de pie.

—Momento de demostrar que las prácticas valieron la pena —susurró Amélie, extendiendo su mano al mismo tiempo que se ponía en pie.

—Perdí horas de sueño por eso —repuso Harry.

—Mucho mejor así —sonrió la rubia—
Vamos, rayito, solo faltamos nosotros, la mejor pareja de la noche.

AL levantarse, Harry tropezó con la túnica, provocando que Amélie se tapase boca con su mano para amortiguar su risa. Las Brujas de Macbeth empezaron a tocar una melodía lenta, triste. Harry fue hasta la parte más iluminada del salón, evitando cuidadosamente mirar a nadie (aungue vio a Seamus y Dean, que lo saludaban con una risita mientras señalaban a Amélie), y, al momento siguiente, Bennet le agarró las manos, le colocó una en su cintura y le agarró la otra con delicadeza.

—¿Listo?

—No.

—¡Harry!

La música siguió con su rumbo. Las parejas de los campeones bailaban todas unidas, y Amélie, como bailarina, fue capaz de reconocer cuando en una melodía lenta llega el momento de cambiar de parejas. Todos lo hicieron: Hermione con Harry, Anne con Viktor y Amélie con Cedric.

—Me veo muy pequeña a tu lado —se quejó Amélie.

—Para nada —sonrió Cedric—. Dime, ¿dónde aprendiste estos impresionantes pasos?

—¿Sabes, Digorry? Una bailarina nunca revela sus secretos —le dijo Amélie con una sonrisa malisiosa—. Mejor dime cómo es que eresa pareja de la maravillosa princesa.

—La conocí una vez cuando niños —explicó—. El inglés se le daba fatal, y yo estaba de viaje, así que aproveche un poco. La verdad es que no creí volver a verla.

—¿Se le daba fatal el inglés? —se sorprendió Amélie—. Teniendo en cuenta que es una princesa…

—Anne tienes muchas fallas —susurró una voz a su lado. Amélie observó a su alrededor: muchas parejas se habían sumado al baile—. Mélanie Fourner —se presentó.

—Mejor amiga de la princesa —explicó Cedric con burla.

Y la conversación dió fin justo en ese momento, pues el cambió de parejas llegó de nuevo, y Amélie regresó con Harry para terminar la pieza.

Cuando Amélie escuchó el trémolo final de la gaita, caminó con Harry fuera de la pista de baile.

—Te ví bailar, rayito, te lo dije: eres excelente —le dijo—. ¿O pisaste alguna vez a Jean?

Harry negó con la cabeza, manteniendo una sonrisa en su rostro—. Tengo que agradecerte por eso. De no ser por ti, hubiera sido un verdadero desastre.

—Cuando quieras —le sonrió Amélie—. Oye, rayito, creo que tu amigo Weasley se ve molesto —señaló.

Harry dirigió la mirada hasta Ron, y era verdad, se veía bastante enfadado al ver como Hermione bailaba alegremente con Krum.

Pasaron por al lado de Fred y Angelina, los cuales bailaban de forma tan entusiasta que la gente se apartaba por miedo a resultar herida, y se acercaron
a la mesa en que estaban Padma y Ron.

—¿Qué hay? —le preguntó Harry a Ron, sentándose y abriendo una botella de cerveza de mantequilla.

Ronald no respondió. No quitaba ojo a Hermione y a Krum, que bailaban
cerca de ellos. Padma estaba sentada con las piernas y los brazos cruzados, moviendo un pie al compás de la música. De vez en cuando le dirigía una mirada asesina a Ron, que no le hacía el menor caso. 

—Lo supuse —sonrió Amélie con suficiencia—. Era mejor algo legal.

Hermione se acercó en ese momento y se sentó en la silla vacía que había al lado de Amélie. Se veía un poco sofocada de tanto bailar.

—Hola —saludó

Ron no dijo nada.

—Hace calor, ¿no? —comentó Hermione abanicándose con la mano—. Viktor acaba de ir por bebidas.

—¿Viktor? —dijo Ron con furia contenida—. ¿Todavía no te ha pedido que lo llames «Vicky»?

Hermione lo miró sorprendida.

—¿Qué te pasa? —le preguntó.

—Si no lo sabes, no te lo voy a explicar —replicó Ron mordazmente.

—Tal vez deberías hacerlo —le recomendó Amélie, poniéndose en pie—. Iré yo misma por una bebida, vuelvo pronto.

La rubia camino hasta la mesa donde se encontraban las bebidas. Estaba llena de alumnos que luchaban por una bebida, pero para Amélie no le fue difícil conseguirla, tan solo unos golpes en la costilla y salió de ahí en un minuto.

Cuando se disponia a volver con Harry, alguien la detuvo sosteniéndola por el brazo, logrando que se sobresaltara. Amélie se volvió para ver de auienyse trataba, y la verdad era que pensaba que el poco alcohol dentro de su ser le estaba afectando.

De otro modo, ¿por qué la princesa estaría frente a ella?

—¿Puedo ayudar en algo? —preguntó Amélie después de un largo rato en silencio.

Anne no respondió. No dijo nada. Simplemente analizaba a la muchacha frente a ella. Si debía ser sincera, era identica a cómo la recordaba: su sonrisa, su cabello y sus ojos… La había encontrado.

—¡Mel! Estás aquí… oh… —Hanna Abbot se había acercado hasta la rubia con cierta emoción, la cual fue cortada al ver con quién se encontraba su amiga—. Puedo volver luego sí…

—Sin cuidado —le dijo Anne, alejándose de la rubia con un mareo en la cabeza y una punzada en el estómago. Todo parecía muy irreal.

—Explica —dijo Hanna haciendo una pausa, siguiendo a la princesa con la mirada— eso.

—Me gustaría poder hacerlo —respondió Amélie con confusión—. ¿Por qué me buscabas? Sé que soy vital para ti pero supuse que te divertias con Rolf.

—Y lo estoy haciendo —admitió la castaña—. Nos preguntábamos si Harry y tú se querian unir.

—No deberías ni de preguntar eso —sonrió la rubia—. Buscaré a Harry, y si no quiere venir, ahí estaré yo sola.

Hanna rió y asintió, volviendo al lugar que ocupaba con Rolf Scammander.

—¡Rayito! —lo llamó Amélie en cuanto se acercó al lugar—. ¿Qué paso? ¿Por qué la cara de muerto?

—Ron y Hermione —explicó Harry con aburrimiento—. Mel, acompañaré a Ron fuera un rato, ¿está bien?

—Claro que si —aceptó Amélie, sonriendo de lado—. Ayuda a mini Weasley a dejar los celos de lado. Estaré con Hanna por si me necesitas —bromeó.

Harry negó con diversión y observó cómo su amiga se alejaba lentamente con su rubia cabellera moviéndose de un lado a otro.

—¿Qué harás ahora?

Anne suspiró—. Debo admitir que no tengo idea. La he buscado durante toda mi vida, y ahora que la tengo, no tengo idea.

—Deberías empezar acercándote a ella —sugirió Cedric.

—Se veía muy desorientada de tenerme frente a ella.

—¿Qué harías si una princesa se te acerca de la nada? Conciderándote una alumna común y corriente sin ningún cargo importante, claro —le dijo Cedric.

—Me vería igual a ella —aceptó Anne con una vaga sonrisa.

—Amélie es una gran persona. Demuéstrale que el que seas la princesa no tiene nada que ver con tu persona. Te aceptará en menos de un segundo.

—¿Tú crees? —cuestionó la pelinegra—. Lo cierto es que… todavía existen muchas dudas en mi cabeza.

—¿Qué exactamente? —quiso saber el castaño—. ¿No estás segura?

—Es solo que si no es ella, y la llevó al castillo… los reyes se decepcionaran mucho de mi.

—No creo que se decepciones de ti —opinó Cedric—. Por lo que sé, te aman, ¿o estoy equivocado?

—Tal vez lo exageraste un poco —sonrió Anne—. Bien, Diggory, regresemos o me congelaré.

—Creí que necesitabas aire.

—Y ya lo conseguí —aseguró Anne—. ¿Vienes?

—Dame un segundo  —pidió Cedric. Anne asintió y se adelantó para entrar al Gran Comedor nuevamente.

Dentro todavía quedaban muchas parejas considerando que ya era casi media noche. Anne escaneó el lugar con la mirada, buscando si de casualidad Amélie todavía se encontraba en ese lugar.

Para su sorpresa, la encontró sentada en una mesa no tan lejos de donde se encontraba Anne, completamente sola. La pelinegra frunció el ceño al ver eso, y decidió por acercarse. Al hacerlo, notó que la rubia se encontraba observando sus pies con diversión, mientras los mecía.

—Hola de nuevo, princesa —la saludó Amélie sin mirarla.

—¿Qué?

Amélie dejó escapar una risita—. ¿Eres la princesa no? Estoy segura que todavía no me vuelvo loca.

—No lo estás, efectivamente —sonrió Anne—. Me preguntaba que hacías aquí sola. Ya casi es hora del final del baile.

—¿La princesa se preocupa por mi? —se preguntó Amélie—. Por supuesto que estoy loca.

—No lo estás —rió Anne—. Pero ya no queda casi nadie aquí. ¿Dónde están tus amigos?

—Se fueron.

—¿Te dejaron sola?

—¡No! Decidí quedarme —se explicó Amélie—. Necesitaba escuchar algo, pero parece que me mintieron.

—¿Que querías? —preguntó Anne con curiosidad.

—Bailar un rato —contestó Amélie con tono soñador—. Pero eso es tan aburrido —añadió, señalando a la banda.

—Puedo pedirlo si así lo quieres —propuso la pelinegra.

—Todavía no creo que esté hablando con la princesa —sonrió la rubia.

Anne se puso en pie y se colocó justo frente a Amélie. Ésta la observó extrañada cuando la pelinegra se arrodilló frente a ella.

—Pues soy yo —le dijo con una suave voz—. Ven, te divertirás un rato más.

Anne tomó a la rubia de la mano, como cuando eran muy pequeñas y paseaban en los pasillos del castillo. Ambas se acercaron hasta la banda que tocaba una suave balada y Anne pidió muy cortésmente la canción que Amélie deseaba.

Sin rechistar, la banda acató las órdenes de la princesa y comenzaron a tocar: era una melodía que comenzaba muy lentamente pero a medida que iba avanzando su potencia incrementaba sin perder su toque elegante.

Anne observó con admiración la manera tan precisa y delicada con la que Amélie se movia al compás de la música. La cruzó por la mente en ese preciso instante que le hubiera encantado ayudarla cuando tomó ese verdadero gusto por el baile.

—Tiene talento, ¿no? —susurró Cedric a espaldas de Anne.

—Verdaderamente lo tiene —respondió Anne sin apartar la vista de dónde se encontraba Amélie.

Mientras la rubia bailaba en un rincón del salón, asegurándose de no estropear a algún alumno o profesor, le sonrió agradecida a la princesa, quién le devolvió la sonrisa de inmediato.

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