𝟬𝟬𝟴 | The Laurent tradition
008 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗘𝗜𝗚𝗛𝗧 ──
⎯ (la tradición laurent)
Harry estaba agobiado.
Los comentarios y preguntas sobre su repentina participación en el Torneo de lo Tres Magos (ahora cuatro) lo estaban comenzando a atormentar. Y después de su discusión con Ron en la habitación decidió que ya había sido suficiente y que necesitaba respirar un poco de aire y relajarse.
Tomó su capa de invisibilidad junto a el mapa del merodeador y salió a hurtadillas de la sala común. Su cabeza todavía daba vueltas respecto a lo que acababa de pasar que le fue apenas posible llegar al lugar que tenía en mente: los terrenos del colegio.
Pero claro estaba que la vida no quería que estuviese tranquilo, pues cuando escuchó un grito de susto frente a él y un destello azul brillante lo cegó por unos segundos, comprendió que no estaba solo ahí fuera.
Al parecer no tendría un respiro de paz.
Amélie había estado bastante aburrida en su habitación en los últimos treinta minutos. Parecía ser que todos en la sala común de Gryffindor estaba celebrando una fiesta debido a la selección de Harry Potter como campeón en el Torneo.
Pero Amélie no tenía como opción bajar a dicha fiesta, sobre todo por el hecho de que el celebrado no era conocido para la rubia. Le parecía extraño que un chico de catorce años hubiese entrado en el Torneo cuando se suponía que no podían, ¿cómo es que lo había hecho?
La rubia se recostó boca arriba en su cama, observando el gris techo de la habitación de las chicas (que en ese momento estaba a solas) y se centró en mirar un solo punto. Estaba mucho más que aburrida al cabo de veinte minutos: ya había intentando de todo para ese entonces; dormir, jugar con las pelucas que tenía, intentar trenzar un mechón de cabello, hacer tareas, pero nada funcionaba.
Fue en ese momento de desespero que vió la misma mariposa azul comenzar a revolotear alrededor de su cabeza. Amélie se levantó de un brinco de su cama y comenzó a seguir a la brillante mariposa azul, que acababa (raramente) de atravesar la puerta y salir de la habitación.
La rubia no entendía algunas cosas como, por ejemplo, el por qué se veía tan tentada a seguir a esa mariposa cada vez que la veía. Parecía algún tipo de hechizo pues inconscientemente sus piernas la llevaban sola.
Amélie salió de la sala común sin que nadie más que Fred, George y Lee la notaran. La siguió por varios varios minutos hasta que se dió cuenta de que se encontraba fuera del castillo, aunque no sabía específicamente en dónde pues todo estaba demasiado oscuro.
—Genial… —murmuró cuando la mariposa desapareció de su vista y se dió cuenta de que no traía varita—. Tendré que hacer el trabajo de ciego.
Amélie se puso a un lado del árbol que tenía más cerca de y comenzó a caminar cuidadosamente apoyándose en los árboles. Cayó varias veces al mugriento suelo de lo que parecía ser el bosque prohibido, pero luego de mucho, mucho tiempo, estaba fuera de ese lugar. Ahora las luces del castillo eran más notorias y podía observar a lo lejos el carruaje de la delegación de Beauxbatons.
—Bien Amélie, no salgas nunca más persiguiendo una mariposa —se dijo a sí misma, intentando ubicar el lugar exacto en el que se encontraba.
¿En qué parte de los terrenos estaba ubicada?
¿Cerca de los invernaderos? Imposible, ya los hubiera visto de ser así.
¿Cerca de la entrada principal? Para nada, las luces del castillo eran notorias, por supuesto, pero seguían siendo lejanas.
Quedaba una última opción: la cabaña del guardabosques.
«Solo debo recordar por dónde regresar»
Pero fue entonces que sintió a alguien acercarse hasta ella rápidamente. Sin poder evitarlo, soltó un grito de susto cuando esa persona junto a un destello azul cegador se hicieron presentes en el lugar.
—¿Quién eres? —cuestionó el azabache.
—¿Por qué debería decirlo? —repuso Amélie, avanzando con inseguridad—. ¿Quién eres tú y por qué estás aquí?
—Debería preguntar lo mismo.
—Responde o no me haré cargo de mis acciones —amenazó Amélie, dando un paso más, lo suficiente para estar bastante cerca de aquella persona desconocida.
Quién estaba frente a ella alzó su varita a la altura de sus rostros y dijo—: Soy Harry Potter.
—Que suerte que no seas un asesino serial —suspiró Amélie con alivio.
—¿Por qué lo sería?
—Nunca se sabe —rio la rubia—. Soy Amélie Bennet, un gusto, Potter.
—No me digas Potter.
—¿Rayito está bien?
—¿Y eso por qué?
—Tienes un rayito en la frente —explicó Amélie—. ¿Qué te paso?
—¿En verdad no lo sabes? —se sorprendió Harry pues era bastante extraño que no supiera sobre él. En realidad no le molestaba, es más, le alegraba que no lo conociera por ese hecho.
—No leo libros, por si te interesa saber —informó Amélie, sobándose los brazos por la helada brisa que acababa de sentir—. ¿Acaso eres una celebridad?
—Algunos creen eso, pero no me gusta verlo de ese modo. Solo ha sido suerte.
—Lo que sea que hayas hecho debió de ser por algo. La verdad no creo en la suerte —comentó Amélie, comenzando a caminar, siendo seguida por Harry—. Todo tiene su razón de ser.
—Salvar una piedra de Voldemort, matar a un basilisco, regresar en el tiempo y sobrevivir a una maldición imperdonable… en verdad fue suerte.
—¿Acaso hiciste todo eso? —se sorprendió Amélie—. Cómo sea, dime, rayito, ¿qué te trajo hasta aquí?
—El entrar al Torneo… y el que nadie crea en mi, ni siquiera mi mejor amigo… me agobió.
—Pues puede que no te conozca nada —comenzó a decir Amélie, colocándose en frente de Harry y caminando hacia atrás— pero creo en tí. Me pareces una persona a la que no le gustan este tipo de cosas, ya sabes, ser el centro de atención.
Harry abrió su boca, vacilante, antes de responder—. Pues, tienes razón… ¡Amélie! —El azabache se apresuró a tomarla de la mano y evitar que la rubia cayera por décima vez al frío suelo.
—Gracias —agradeció Amélie con una sonrisa—. Si me hubiera caído, de todos modos ya estoy bastante sucia, no lo notarias.
—¿Qué te ha pasado a tí? —quiso saber Harry, agradecido de que la oscura noche ocultara su leve sonrojo.
—Salí persiguiendo una mariposa y terminé en el bosque prohibido —resumió Amélie—. Te sorprendería saber, rayito, la de veces que tropecé intentando salir. Es más, mira esto —la rubia alzó la manga de su túnica mostrando el corte que derramaba sangre en el antebrazo de Amélie.
—Deberías ir con Madame Pomfrey —dijo Harry, tomando inconscientemente nuevamente la mano de Amélie y dirigiéndose a la entrada del castillo.
—Espera, rayito, no es la gran cosa —lo detuvo Amélie—. ¿Te molesta si te llamo así?
—En realidad está bien —asintió Harry, soltando la mano de Amélie.
—Cada persona que conozco tiene un apodo especial para mí —contó Amélie, dejándose llevar: sentía como si conociera a Harry desde hace años—. Fred y George son zanahorias, Lee es mi narrador, Malfoy es el rubio, Hanna es flor, Jack es Jack-Jack y ahora tú eres rayito.
—¿Jack?
—Mi mejor amigo —explicó Amélie con una gran sonrisa—. Nos conocemos desde bebés, es mi acompañante de vida.
Harry asintió con la cabeza—. ¿Cómo te puedo decir a ti?
Amélie se volvió para verlo, sorprendida—. Cómo tú quieras, no me molesta. Los gemelos y Lee me dicen Ly, pero la mayoría me llama Mel.
—En ese caso, desde este momento serás Mel para mí.
—Me parece perfecto rayito.
Ambos jóvenes se mantuvieron hablando durante largas horas, ignorando el hecho de que estaba anocheciendo cada vez más y más. Harry se sentía bien con Amélie: ella, al contrario de los demás, no se veía interesada por ser Harry Potter o por su entrada al torneo, ella hablaba de cualquier tema divertido.
Amélie también se sentía bien estando con Harry: le parecía un chico muy divertido y alegre, al que le gustaba despejar su mente y olvidarse de sus problemas por un segundo.
Ninguno tenía en cuenta que Alastor Moody los estaba vigilando desde una ventana del castillo, analizando cada paso y palabra, cada mínimo detalle de su desgraciado encuentro. Su encuentro llevaría problemas no sólo para su señor, sino también para Céline Laurent, la que se suponía estaba encargada de vigilar estrictamente a su sobrina.
—Estas loca.
—¡Es la mejor parte! —rió Amélie, adentrándose en la fría agua del lago negro—. ¡Vamos rayito!
—Voy a pillar un resfriado.
—Solo dime que no y ya, no existen resentimiento.
—Solo déjame decirte que si me enfermo tú tendrás que atenderme —dijo Harry, llegando al lado de Amélie.
—Madame Pomfrey se encarga de eso —repuso la rubia—. Ahora ven, ¡vamos!
De mala gana, Harry permitió que Amélie tomara el rumbo y lo guiará hasta un punto lo suficientemente hondo pero que no les permitía ahogarse.
—¿Aceptas jugar conmigo, rayito? —preguntó Amélie.
—¿A qué exactamente?
—Sí o no.
—De acuerdo… —asintió Harry con desconfianza.
—El que llegue más rápido a la orilla gana.
—¿Qué estaría ganando?
—Que sea tu amiga de por vida, es un gran premio —dijo la rubia—. A la cuenta de tres… uno… dos… ¡tres!
Cómo era de suponerse, Harry ganó a Amélie, aunque por muy poco.
—¡Iba a ser tu amiga así hubieras perdido! —reclamó con diversión, riendo hasta tomarse el estómago con una mano.
—Vamos, Mel.
—Harryyyy… —se quejó Amélie mientras era arrastrada por el Gryffindor.
—Necesitas secarte, necesitamos, de hecho.
—Lo aceptó, pero como una condición.
—¿Cuál? —se detuvo Harry.
—Que me ganes a llegar a la sala común de Gryffindor —Amélie se soltó rápidamente de Harry y salió corriendo hasta la puerta del castillo, intentando no resbalar.
—No, ¡Amélie! ¡Detente! —Harry corrió lo más rápido que pudo, intentando alcanzar a su nueva amiga. Inconscientemente una sonrisa apareció en sus labios, nunca, jamás, se había entretenido con alguien como lo hizo con Amélie.
Le alegraba haberla conocido, aún si su primera impresión fuera casi morir del susto.
‧₊˚♟🗝📰 ₊˚✧ . ˚ ♡° ˀˀ
¡Se encontraron!
Dios mío, estoy tan emocionada por todo lo que se viene con estos dos. Van a ser un lío, es lo único que diré.
—Mel 🦋
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