𝟬𝟬𝟲 | The three champions

006 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗫   ──
⎯ (los tres campeones)

—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes —dijo Dumbledore, dirigiendo una sonrisa a los estudiantes extranjeros—. Es para mí un placer darles la bienvenida a Hogwarts. Deseo que su estancia aquí les resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea.

Una de las chicas de Beauxbatons que estaba aferrando la bufanda con la que se envolvía la cabeza, profirió lo que inconfundiblmente era una risa despectiva.

Amélie observó como la princesa le dirigía una muy mala mirada a la chica, la cual hizo silencio en menos de un segundo.

—El Torneo quedará oficialmente abierto al final del banquete —explicó Dumbledore—. ¡Ahora los invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvieran en su casa!

La cena transcurrió con normalidad. Amélie hablaba con Lavender y Parvati en pequeños lapsos de tiempo sobre los estudiantes extranjeros y sobre la aparente obsesión de medio colegio con Viktor Krum.

Anne no estaba prestando demasido atención a las "discretas" miradas de la mayoría de los alumnos de Hogwarts; ella estaba ocupada en otra cosa.

Si sus cálculos no fallaban, al vivir en Inglaterra, Amélie debió de ir a estudiar en Hogwarts. Así que eso es lo que estaba haciendo: buscar con la mirada alguna rubia de ojos morados entre los más pequeños de Hogwarts.

La pelinegra prestó tan poca atención cuando Ludo Bagman y Barty Crouch llegaron, cuando Dumbledore los presentó o incluso cuando el último nombrado sacó el cáliz de fuego de su cofre.

—¡Ann!

—¿Si?

—¿La estás buscando? —se extrañó Mélanie Fournier, mejor amiga de la princesa—. La verdad es que no creo...

—Tal vez este aquí, no puedo dejar pasar esto —respondió Anne, apartando la vista de los estudiantes.

—¿Te parece si la buscamos luego? —ofreció Mélanie—. Es importante que escuches al director.

Anne asintió, dejando el asunto por ese momento.

—... Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz —explicó Dumbledore—. Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir.

»Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación —prosiguió Dumbledore—, trasaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años.

»Por último, quiero recalcar a todos los que estén pensando competir que hay que meditar muy bien antes de entrar en el Torneo. Cuando el cáliz de fuego haya seleccionado a un campeón, él o ella estarán obligados a continuar en el Torneo hasta el final. Al echar su nombre en el cáliz de fuego están firmando un contrato mágico de tipo vinculante. Así que deben de estar muy seguros antes de ofrecer su candidatura. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.

—En verdad te lo digo —repitió Amélie comenzado a enfadarse.

—Pero son lindas, ¿no es esa la razón de una princesa? No creo que tengan muchas obligaciones.

—¡Claro que no, Brown! —exclamó Amélie—. Me parece que la función de una princesa es mucho más que ser linda y buscar a su príncipe. Lo que pasa es que… no han sabido desarrollarlas bien.

El Ravenclaw, al ver el cambio repentino en la expresión de la Gryffindor dejó de reírse y retrocedió unos cuantos pasos.

—Deberían pensar seriamente en la idea de una princesa guerrera y que su motivo principal no sea buscar a su "príncipe azul" —comentó Amélie—. Ni siquiera se por qué hablo contigo.

—Hanna.

Cierto, su queridísima amiga Hanna Abbot había decidido que era buena idea bajar en busca de comida pero no dejarlos entrar a ellos dos para que conversaran un rato.

Aquel sábado anunciarían a los tres campeones del Torneo y, para ser sinceros, Amélie estaba un tanto ansiosa por saber quién sería seleccionado como campeón de Hogwarts. No es como si Marc le agradará del todo, por supuesto, pero si en algún caso terminara seleccionado ella intentaría ayudarlo en lo que pudiese.

—¿Ya te has apuntado en el Torneo, no? —le preguntó Amélie a Marc, girando sobre sus talones para mirarlo más calmada.

—Así es —asintió el castaño—. Ayer por la noche, de hecho.

—Estas loco como para ser Ravenclaw. ¿Cómo es que terminaste ahí?

—Pues fue una decisión difícil, no por nada soy un Hastall —sonrió con egocentrismo—. El Sombrero Seleccionador dudo mucho entre Slytherin y Ravenclaw.

—¿Me estás diciendo que hubiéramos compartido casa en un universo alterno? —dramatizó Amélie—. Sería el fin del mundo.

—¿Tú? ¿Una Slytherin? —rio el Ravenclaw.

—Me parece un tanto obvio —bromeó Amélie—. La idea me agrada, el verde no me queda nada mal.

—Pero serías compañera de Malfoy.

—¿Y eso qué tiene? —Amélie frunció el ceño—. Es un hijo de papi malcriado y mimado pero sería agradable hacerlo enojar todo el tiempo.

—¿Con qué es ese el motivo?

—¿Cuál otro podría ser?

—¿De qué hablan? —Hanna había llegado por fin, cargada de tan sólo unos pastelillos.

—¡Por fin regresas! Empezaba a creer que los elfos te habían secuestrado —dijo Amélie, recibiendo un pastelillo.

Hanna rio con ganas, masticando su pastel de fresas con cuidado de no tirarlo.

Lo que restó de la tarde Amélie, Hanna y, por un tiempo, Marc y Daphne, pasearon cerca de la cabaña del guardabosques Hagrid y, muy especialmente, por el carruaje de Beauxbatons, esperando ver de cerca a la princesa. Para su mala suerte no la vieron por ninguna parte, así que cuando el anochecer se aproximaba se apresuraron en entrar al Gran Comedor para el banquete y la selección de los campeones.

Al entrar Amélie se percató de que habían cambiado la decoración del Gran Comedor. Cómo era Halloween, una nube de murciélagos vivos revoloteaba por el techo encantado mientras cientos de calabazas lanzaban macabras sonrisas desde cada rincón. El comedor estaba casi abarrotado de estudiantes de las tres escuelas diferentes. Habían quitado del vestíbulo el Cáliz de Fuego y lo habían puesto delante de la silla vacía de Dumbledore, sobre la mesa de los profesores.

—¿A quién le vas? —preguntó Dean a la rubia.

—No es partido de Fútbol —rio Amélie.

—A Brown de seguro —aseguró Seamus.

—¿Quién?

—Es un estudiante de séptimo curso de Ravenclaw —intervino Hermione Granger, interrumpiendo la conversación.

—Exacto —corroboro Amélie—. Gracias, Hermione.

La castaña le dió un asentimiento de cabeza y regreso a su conversación con quién parecía ser Ron Weasley, el hermano menor de los gemelos.

El banquete de Halloween les pareció mucho más largo de lo habitual aquella noche. Como todos cuantos se encontraban en el Gran Comedor —a juzgar por los cuellos que se giraban continuamente, las expresiones de impaciencia, las piernas que se movían nerviosas y la gente que se levantaba para ver si Dumbledore ya había terminado de comer—, Amélie esperaba saber quiénes habían quedado seleccionados cómo campeones.

Por fin, los platos de oro volvieron a su original estado inmaculado. De produjo cierto alboroto en el salón, que se cortó casi instantáneamente cuando Dumbledore se puso en pie. Junto a él, el profesor Karkarov y Madame Máxime parecían tan tensos y expectantes como los demás.

—Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión —anunció Dumbledore—. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado —indicó la puerta que había detrás de su mesa—, dónde recibirá las primeras instrucciones.

Sacó la varita y ejecutó con ella un amplio movimiento en el aire. De inmediato se apagaron todas las velas salvo las que estaban dentro de las calabazas con forma de cara, y la estancia quedó casi a oscuras. No había nada en el Gran Comedor que brillara tanto como el cáliz de fuego, y el fulgor de las chispas y la blancura azulada de las llamas casi hacía daño a los ojos. Todo el mundo miraba, expectante. Algunos consultaban los relojes.

—Me va a dar un paro —susurró Amélie a Lavender.

De pronto, las llamas del cáliz se volvieron rojas, y empezaron a salir chispas. A continuación, brotó en el aire una lengua de fuego y arrojó un trozo carbonizado de pergamino. La sala entera ahogó un grito.

Dumbledore tomó el trozo de pergamino y lo alejó tanto como le daba el brazo para poder leerlo a la luz de las llamas, que habían vuelto a adquirir un color blanco azulado.

—El campeón de Durmstrang —leyó con voz alta y clara— será Viktor Krum.

Los aplausos de emoción y orgullo de parte de algunos alumnos resonaron por todo el Gran Comedor durante un largo rato. Cuando los aplausos y los comentarios secaron, la atención de todo el mundo volvió a recaer sobre el cáliz, cuyo fuego tardó unos pocos segundos en volverse nuevamente rojo. Las llamas arrojaron un segundo trozo de pergamino.

—La campeona de Beauxbatons —dijo Dumbledore— es ¡Annete Laurent!

—¡Es ella! —gritaron varios al mismo tiempo. Otros, en cambio, no pudieron evitar soltar un «¿qué?» de confusión pues, creían que ella solo iría a ver el Torneo, más no a participar.

La princesa, por su lado, se puso en pie elegantemente, acomodó su pelinegro cabello hacia atrás, y caminó por entre las mesas de Hufflepuff y Ravenclaw. Por supuesto que las miradas no le incomodaban para nada, ya estaba acostumbrada a ello. Pero lo que sí le impresionaba era el haber sido escogida como campeona. Sabía muy seguramente que su madre la mataría en el momento en que se enterara de ello, pero no le importaba mucho.

Cuando la princesa Anne hubo desaparecido también por la puerta, volvió a hacerse el silencio, pero esta vez era un silencio tan tenso y lleno de emoción y duda, que casi palpaba. No sólo por la repentina selección de la princesa, sino también porque el siguiente sería el campeón de Hogwarts…

Y el cáliz de fuego volvió a tornarse rojo, saltaron chispas, la lengua de fuego se alzó, y de su punta Dumbledore retiró un nuevo pedazo de pergamino.

—El campeón de Hogwarts —anunció— es ¡Cedric Diggory!

Amélie soltó un bufido que al segundo de convirtió en una sonrisa. Por una parte, el futuro esposo de Calissa no entraría a un Torneo para probablemente matarse, pero por otro, sabía la emoción que Marc tenía por participar.

Todos y cada uno de los alumnos de Hufflepuff se habían puesto de repente de pie, gritando y pataleando, mientras Cedric se abría camino entre ellos, con una amplía sonrisa, y marchaba hacia la sala que había tras la mesa de los profesores.

—¡Estupendo! —dijo Dumbledore en voz alta y muy contento cuando se apagaron los últimos aplausos—. Bueno, ya tenemos a nuestros campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que todos ustedes, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, darán a sus respectivos campeones todo el apoyo que puedan. Al animarlos, todos ustedes contribuirán de forma muy significativa a…

Pero Dumbledore se calló de repente, y fue evidente para todo el mundo por qué se había interrumpido.

El fuego del cáliz había vuelto a ponerse de color rojo. Otra vez lanzaba chispas. Una larga lengua de fuego se elevó de repente en el aire y arrojó otro trozo de pergamino.

Dumbledore alargó la mano y lo tomó. Lo extendió y miró el nombre que había escrito en él. Hubo una larga pausa, durante la cual Dumbledore contempló el trozo de pergamino que tenía en las manos, mientras el resto de la sala lo observaba. Finalmente, Dumbledore se aclaró la garganta y leyó en voz alta:

—Harry Potter.

. . . . . . .

Primero, una disculpa por no actualizar tan seguido. Pero aquí está este nuevo capítulo.

Segundo, créanme cuando les digo que este capítulo fuera más largo, pero me parece importante dejarlo hasta aquí.

Espero les guste 💖

—Mel

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