𝟬𝟬𝟯 | Different lives

003 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗥𝗘𝗘  ──
⎯ (vidas diferentes)

La luz brillaba a través de las cortinas de seda en la habitación de Anne Laurent. Estaba consciente que pronto debería despertar y ponerse en pie, pero no era algo que ella quería.

Unos golpes en la puerta hicieron que fingiera que estaba dormida.

—Señorita —la llamó Carlos, uno de los ayudantes en el castillo—. Es hora de…

—… despertar —concluyó la pelinegra, tapándose la cara con su sabana—. Beauxbatons, pinturas, castillo, obligaciones, clases… ¿qué tengo que hacer exactamente? Al punto.

—Es hora de regresar al colegio —informó el muchacho—. Su familia la espera en el comedor. Su madre la quiere lo más pronto posible.

—Gracias, Carlos —agradeció Anne—. Puedes retirarte.

Cuando el chico salió de su habitación, Anne se sentó en su cama con pesadez y se puso en pie. Por una parte le emocionaba volver a Beauxbatons puesto que en el colegio le esperaba una gran sorpresa, pero por otro, el regresar al colegio le quitaba tiempo para buscar a su prima.

Tardó tan poco en bajar que para su familia fue una verdadera sorpresa verla ahí tan rápido (puesto que Anne tardaba largo rato en llegar con ellos).

—Vemos que estás emocionada —comentó Brigitte con una triste sonrisa.

—Sí, supongo —respondió Anne tomando su lugar en la mesa—. Conocer Hogwarts después de todo es emocionante. Dicen cosas increíbles de ese castillo. Por cierto, no regresaré aquí para la Navidad, ahora que lo recuerdo —anunció a toda su familia.


Céline dejó caer su cuchara sobre el plato, causando un fuerte ruido que resonó por todo el salón.

—¿Sucedió algo? —le preguntó Chris, su esposo.

—Una simple jaqueca nada más —se excusó Céline—. No sucedió nada.

—Habrá un evento por Navidad, según me han dicho, y —Anne dirigió una mirada rencorosa a su madre— debo estar presente.

—Es excelente, Ann —sonrió su tía Brigitte—. Tienes tu vestido ya, ¿no es así?

—No importan los vestidos, Brigitte —interrumpió Céline con cara seria—. Debes poner el nombre de tu familia en alto Annette. Debes dar honor.

—Claro —asintió la pelinegra, dando un sorbo a su té—, honor… —murmuró para sí misma.

Cuando el desayuno dió por terminado Anne subió nuevamente a su habitación para arreglarse lo mejor posible y regresar al castillo de Beauxbatons.

Pero cuando la pelinegra estaba saliendo completamente lista de su habitación su madre la detuvo en mitad del camino.

—No puedes ir a Hogwarts —sentenció.

—¿También me prohibirás eso, madre? —cuestionó Anne con seriedad, cruzándose de brazos.

—Es peligroso.

—Ese castillo siempre lo ha sido —repusó la menor—. Mí tío estudió ahí, y míralo, sigue en pie. Pero… —hizo una pausa— a ti no te interesa mi vida, ¿cuál es motivo para impedirme ir?

—No digas tonterías Annette —la regañó Céline—. Pero en ese castillo estará gente peligrosa.

—¿Igor Karkarov o Alastor Moody, madre? —dijo Anne sarcásticamente—. ¿Acaso en Beauxbatons no hay gente así? —Céline se quedó en silencio—. ¿Me dejas ir? Gracias.

La pelinegra comenzó a alejarse lentamente en dirección a la puerta principal del castillo, cuando escuchó nuevamente la voz de su madre.

—No podrás ser la reina con una actitud así, Annette.

—Tampoco quiero serlo —admitió sin verla—. La reina es Amélie, no yo.

—Esa niña desapareció hace muchos años.

—Esa niña como tú llamas volverá algún día en busca de lo que es suyo —respondió—. Nos veremos en vacaciones, madre.

Céline no pudo detener a su hija, así que lo último que le quedaba era esperar que los dones de su sobrina estuvieran patentes en ese castillo y Anne no la pudiera reconocer.

No tenía que reconocerla.

Amélie estaba descansando plácidamente en la cama que los Myers le habían ofrecido, pero bien ella sabía que Jack no era tan amable como para dejarla dormir hasta tan tarde tranquilamente.

La rubia despertó minutos antes de que Jack entrara con un vaso lleno de agua, por lo que descubrió lo que su mejor amigo tramaba.

Cuando Jack estuvo lo suficientemente cerca de Amélie, ella tomó en un rápido movimiento el vaso que sostenía Jack y se lo terminó tirando a él.

—¡Mel! —se quejó.

—¡Jack! —lo imitó Amélie mientras reía—. ¿Por qué estás empapado, amigo mío? ¿Quién ha sido tan cruel para hacerte eso?

—Graciosa —murmuró Jack, fingiendo estar enfadado.

—¡No duras no cinco minutos así, enano! —gritó Alessia desde las escaleras—. ¡La necesitas!

—Todos me necesitan —resaltó Amélie, divertida.

—Ya, ya —dijo Jack con las mejillas levemente sonrojadas—. Vamos, Mel, llegarás tarde.

Amélie se subió en la espalda de Jack de un brinco.

—¡Andando, lacayo! —ordenó en broma—. ¡Un castillo me espera!

Jack río pero internamente sentía un gran vacío nuevamente. Su hermana tenía razón, más de la que Jack hubiera querido admitir; necesitaba a Amélie en su vida.

—Ahora que digo castillo, suena como si yo fuera una princesa —reflexionó la rubia—: Princesa Amélie... Suena increíble, ¿no, Jack?

—Suena increíble, Mel.

—¡Niños! —los llamó la señora Myers—. ¡Bajen rápido!

—¡Estamos en camino! —informó Amélie—. ¡Mi transporte parece estar averiado, señora Myers, pero llego pronto!

Para algunos podría parecerles un acto muy confianzudo por parte de Amélie, pero para ella no era así puesto que prácticamente había crecido junto a los Myers. Amélie consideraba a los Myers su segunda familia.

—¿Transporte? —se extrañó Estafania, mientras ponía la mesa para el desayuno.

—Ya sabes mamá, Jack —explicó Alessia, quien ayudaba a su madre—. Juegan a eso desde pequeños.

—¡Hemos llegado! —anunció Amélie cuando bajo de la espalda de Jack—. Buenos días, señora Myers. Hola, Alessia.

Ambas mujeres le devolvieron amablemente el saludo y todos se sentaron a la mesa.

—Tu madre llevará tus cosas a la estación, cariño —informó Estafania—. Ella y tu hermana estarán ahí.

—Bien —asintió Amélie, llevándose un trozo de un pancake a la boca—. Aunque seguramente Issa fue obligada.

—¿Todavía se porta como idiota? —preguntó Alessia—. Sí, mamá, no me mires así, sabes como es Calissa con Mel: nunca le agrado la idea desde que la señora Bennet quedó embarazada.

—Pues da lo mismo —aclaró Amélie—. No importa. ¡Lo que importa es que volveré a Hogwarts!

—Te emocionas demasiado —opinó Jack.

—Es lo que más te gusta —susurró Alessia en el oído.

—¿Cómo no estar emocionada? —dijo Amélie con un gran sonrisa—. Es el mejor castillo del universo y, además, podré estar con los gemelos más divertidos del mundo.

Jack frunció levemente el ceño.

—Deberían de conocerlos, Fred y George son increíble —sonrió la rubia.

—Claro, cariño —asintió la señora Myers—, los podrás traer en navidad si así gustan.

—Sería increíble.

—Eifersüchtiger kleiner Bruder? —rió Alessia—. Vamos, Mel, hay que apurarse.

En cuanto terminaron con su desayuno los Myers junto a Amélie salieron rumbo a la estación donde estaban esperando las Bennet.

—¡Una más! —se quejó Jack—. ¡Vamos! Eso es trampa, Mel.

—No sabes perder, Jack —rió Amélie—. ¡Te gané de nuevo! Ganaré todas las veces que quieras.

—¿Hay algo que no sepas hacer bien, mujer? —dijo Alessia con admiración—. Quiero ser como tú, y en el buen sentido.

—Todos quieren ser yo —bromeó Amélie meneando su pelo de lado a lado.

—Hemos llegado niños —anunció la señora Myers—. Vamos rápido, o Amélie perderá su tren.

—¿Cómo se supone que atraviesas una pared? —se extraño Alessia mientras caminaban hasta donde la esperaba la familia de Amélie.

—También me lo pregunto —dijo Amélie restándole importancia mientras dibujaba círculos con su dedo en la mano de Jack.

Al llegar al andén 9 Amélie pudo vislumbrar a su madre y hermana apoyadas en la columna de piedra.

—Cuídate, Estelle —pidió su madre cuando Amélie estuvo a punto de cruzar la barrera—, lo digo en serio.

—¿Cuando me has visto metida en problemas, mamá? —Amélie fingió estar ofendida—. Bien, te lo prometo, pero en serio, nunca me he metido en problemas.

—¡Jack! —la rubia abrazo con mucha fuerza a su mejor amigo—. Nos veremos en diciembre.

—Te estaré esperando, Mel —dijo Jack disfrutando de los últimos minutos que le quedaban con Amélie hasta dentro de algunos meses.

—Ay, por favor —Calissa rodó los ojos.

—Admite que estás celosa —se burló Alessia—. Ya quisieras que Marc sea así contigo.

—Cállate.

—Pero incluso él quiere más a tu hermana que a ti —continuó la pelirroja. Ella realmente no era así con las personas, pero la actitud que había tomado Calissa desde el momento cero con Amélie había provocado esa actitud en ella.

—No busques otro mejor amigo —pidió Jack cuando se separaron.

—Tú eres el único mejor amigo de Amélie Bennet —sonrió la rubia—. Nadie más tendrá ese privilegio, te lo aseguro.

—¡Estelle! —llamó la atención Calissa observando su reloj. Si bien no le importaba que Amélie perdiera el tren, solo quería que se fuera ya.

—Ya me voy —anunció Amélie con una sonrisa—. Nos veremos pronto.

Y sin más, atravesó la barrera con calma y tranquilidad.

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